Resumen:
Es con el hombre de los "tiempos modernos" —el hombre de la inundación histórica—, al decir de Nietzsche, que la historia tiende a concebirse como ciencia del devenir universal, y según el modelo de las ciencias exactas. Por ello, se aspira a que la historia pueda dar cuenta, no sólo de los hechos en su concretez fenoménica, sino del movimiento mismo en que ese proceso temporal se cumple como "serie" de acontecimientos. Es decir, se pregunta por la direccionalidad interna de la historia. Y puesto que es captada en su dinamismo, en su transcurrir cambiante y sujeto a caducidad, se pregunta por las leyes que puedan regir ese proceso de modo total; se entrevé un "misterio", un sentido enigmático, una como "razón oculta". El hombre de los siglos XVII, XVIII y XIX, aun cuando se independiza de toda creencia, y desautoriza toda sujeción teológica, pone en manos de la "ratio", por así decir, el universo todo. Y el hombre y la historia quedan también presos en las conceptualizaciones e idealizaciones racionalistas. Un ejemplo de ello lo da Hegel con su filosofía de la historia.