Resumen:
En el pasado argentino, sólo una figura de relieve nacional, Justo José de Urquiza, se destaca por haber interpretado tan íntimamente el alma de nuestro pueblo. Fue su más fiel representante. Su más autorizado también: por su cultura, su genial intuición, su capacidad, su bravura legendaria, su cualidad de conductor nato. Reunía en su persona atributos esenciales que pocas veces se encuentran en un solo hombre. Pero el más esclarecido de sus méritos radica en que supo captar lo que de puro y sutil atesoraba el alma del pueblo, escondido en lo más íntimo de su ser, ya que eran personas abstraídas, insociables, hurañas, retraídas. Fue su arma. Su razón. Su guía. Y tuvo fe. Al comprenderlo e interpretarlo, triunfó.