Resumen:
A fines de setiembre de 1832, una diezmada columna de adictos al general Lavalleja se internaba por las cuchillas riograndenses, en procura de asilo en el territorio imperial. Era el punto final de un frustrado intento de derribar del poder al presidente Fructuoso Rivera; golpe al que no fueron indiferentes las autoridades de la otra banda del estuario platense y que fracasó por la precipitación de su jefe, por la falta de adecuado apoyo externo y, en última instancia, por la fría acogida de sus compatriotas. Fatigados éstos ya de anarquía y revoluciones, no se adhirieron al héroe de Sarandí, contra cuyo nombre no había descuidado Rivera dirigir una campaña de desprestigio y confusión.