Resumen:
Como todo arte, el de la enseñanza tiene sus reglas, ya expresas, ya tácitas, y aunque el enseñante no tenga conciencia de ellas, existen, así como el hombre común discurre lógicamente sin saber lógica. Pero todas las reglas son susceptibles de ser reunidas en un cuerpo de doctrina, es decir, de organizarse en una doctrina metodológica y ser trasmitidas en forma sistemática. Además, todas las artes, en el instante de su ejecutividad, suelen contar con un elemento especialísimo: la inspiración personal, chispa interior del artista, la capacidad natural o innata del ejecutor, que no depende de ninguna formación previa. Es lo imprevisible, lo que escapa a la regla, lo que ni siquiera —a menudo— puede ponerse por escrito. También la enseñanza participa de aquellas reglas de doble raíz y de esta chispa, de esta inspiración. Ahora bien: es habitual que cuando se habla de formación pedagógica del personal docente, se oponga la capacidad personal innata (es decir, aquella inspiración, aquella chispa) a las capacitaciones que se pueden dar mediante cursos o estudios sistematizados de cualquier naturaleza. Y esta polémica u oposición aumenta de tono a medida que se trata de los niveles de enseñanza de mayor nivel.