Resumen:
En ese espacio ontológico de una Grecia fuera de Grecia —utopía y ucronía— es donde el lírico-sabio alcanza los brazos de Helena, uno de esos seres eternos del sueño, la mitopoiesis y la visión que entre los miedos a las "madres terribles" pueblan las ensoñaciones todas del romanticismo. Y en ese mismo espacio idealizado —no hay tal lugar— de una Grecia que no es Grecia, medita la ferviente devoción de Winkelmann, de Lessing, Herder en su madurez, Goethe y también de aquel hijo dilecto del espíritu de Goethe, Federico Schiller. Nace así el mito de la "simplicidad de la naturaleza griega" frente a cualquiera otra "simple naturaleza".