Resumen:
Nuestra vida interior, entendimiento y sensibilidad, al exteriorizarse en fórmulas lingüísticas, no puede menos que incorporar al lenguaje la carga de voliciones, afectos, instintos y reacciones de la cual está dotada, además de lo puramente intelectivo y racional. Muchas veces lo consigue a través del gesto o el tono de la voz; pero también ocurre que el signo lingüístico conlleve la manifestación más o menos completa del estado de ánimo que traduce. Esto, que no es nuevo para nadie, permite al lingüista llegar a la determinación aproximada cualitativa y cuantitativamente, de esos ingredientes del lenguaje, por medio del análisis detenido de una expresión o el cotejo con otra de igual contenido conceptual. Este análisis puede dar fecundos resultados no solamente de carácter lingüístico sino también filológico, psicológico y social y podría emprenderse con propósitos más o menos amplios que plantean problemas diferentes y requieren métodos adecuados.