Resumen:
A Leonardo Da Vinci, el dibujo tradicional del humanismo no podía bastarle: era necesaria una nueva "ciencia" del color. Y tampoco la perspectiva lineal usada hasta entonces, huérfana de los efectos de la atmósfera y de los accidentes geográficos, le servían para su arte, para la visión de su arte. Entonces: no como una consecuencia sino por una necesidad, observa y estudia, compara y valoriza, descubre y sistematiza, relaciona y traduce del espacio exterior no sólo los fenómenos y los diversos órdenes naturales, sino hasta aún ciertas gradaciones suprasensibles que hacen al ojo y a la emoción de quien contempla y que —de indescifrables— podrían caer en el terreno de las mal llamadas ilusiones ópticas. Pacientísimo, escribió y dibujó sus observaciones, ei vuelco diverso de sus analíticos trabajos. Cientos de cuadernos testimoniaron esa pasión que, por, lógica, no poseían una serie sistemática. Posteriormente a su muerte, las observaciones del gran maestro fueron valoradas, organizadas y ubicadas dentro de un orden que, entre el maremagnum de apuntes de índole científico y artístico que escribiera entre 1489 y 1518 (generalmente en letra que va de derecha a izquierda), constituirían el cuerpo ¡ntegrador de su famoso Tratado.