Resumen:
La mención de Carlos Eduardo Carranza en el ámbito de la literatura argentina de la región del litoral se ha ido convirtiendo paulatinamente en una referencia erudita. Quizás la falta de reediciones, la muerte del autor en 1935 —pocos meses después de la. aparición de sus piezas más importantes coleccionadas bajo el título de Abalorios— y el silencio de la crítica literaria redunden en el hecho de que su obra resulte, en este momento, una curiosidad. Los memoriosos lo señalan como al 'socio de Mateo Booz', nominación que ubica su figura de manera ancilar a la del gran precursor del cuento literario en nuestro medio. Si bien ambos jalonan una etapa del relato santafesino, debe destacarse que al afrontar el género donde dieron sus mejores frutos cada uno lo hizo con su propia voz.