Artículos libres

El «último» reagrupamiento montonero. Una historia de la agrupación Peronismo Revolucionario (PR) (1985–1990)

The «last» montonero regrouping. A history of the revolutionary Peronism Group (PR) (1985–1990)

Ernesto Roland *
Instituto de Humanidades, Argentina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Universidad Nacional de Córdoba, Argentina

Contenciosa

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN-e: 2347-0011

Periodicidad: Anual

núm. 13, e0039, 2023

revistacontenciosa@fhuc.unl.edu.ar

Recepción: 23 Marzo 2023

Aprobación: 24 Julio 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/rc.2023.13.e0039

Resumen: En este artículo reconstruimos la trayectoria de la vertiente militante ligada a Montoneros y a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo en el segundo tramo de los años ochenta. Veremos que a través de la agrupación Peronismo Revolucionario (PR), la histórica conducción de Montoneros logró cohesionar una importante base militante en un contexto extremadamente adverso. La estigmatización de la identidad montonera por su asociación a la violencia política, derivó en que la dirigencia de la corriente fuera excluida del campo político democrático. Sin embargo, al contar con un significativo capital militante, la militancia de extracción montonera sostuvo su presencia política y desplegó diversas estrategias de inserción social y política.

Palabras clave: montoneros, tendencia revolucionaria del Peronismo, reconstrucción democrática, peronismo, Peronismo revolucionario.

Abstract: In this article we reconstruct the trajectory of the militant side linked to Montoneros and the Revolutionary Tendency of Peronism in the second stretch of the eighties. We will see that through the Peronismo Revolucionario (PR) group, the historic Montoneros leadership managed to unite an important militant base in an extremely adverse context. The stigmatization of the montonera identity from its association with political violence resulted in the leadership of the current being excluded from the democratic political field. However, having a significant militant capital, the Peronism of Montonera extraction maintained its political presence and deployed various strategies of social and political insertion.

Keywords: montoneros, revolutionary tendency of Peronism, democratic reconstruction, Peronism, revolutionary Peronism.

1. Introducción

Este artículo tiene por objetivo reconstruir el reagrupamiento de la vertiente militante ligada a Montoneros y a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo en el segundo tramo de los años ochenta, y analizar la perduración de la corriente en un marco político y legal extraordinariamente adverso. Montoneros es habitualmente reconocido como uno de los principales emergentes del proceso de radicalización política que tuvo lugar en la Argentina durante los años setenta; especialmente por haber hegemonizado el proyecto de construir el «socialismo nacional» desde el peronismo. La mayor parte de la bibliografía se focalizó en el primer tramo de aquella década, el momento de mayor importancia de Montoneros y de sus frentes de masas, agrupados en la Tendencia Revolucionaria del Peronismo (TRP). En menor medida, también ha sido reconstruido el derrotero de Montoneros durante la última dictadura cívico–militar (1976–1983), periodo en el que la organización reimpulsó la lucha armada desde el exterior del país; cuyo mayor hito fue la «Contraofensiva Estratégica» (CE) emprendida entre 1979 y comienzos de 1980. En tal sentido, puede considerarse el clásico libro de Richard Gillespie (2011), que desde una reconstrucción general de la historia de Montoneros aborda el periodo dictatorial y concluye con el «declive montonero» de comienzos de los años ochenta. Otra contribución relevante sobre el periodo dictatorial es la de Hernán Confino (2018), focalizada en la historia de Montoneros con posterioridad al golpe de Estado y su experiencia fuera del país, dado el exilio de sus principales dirigentes. Desde estas coordenadas temporales y espaciales, el autor se focalizó particularmente en la CE, objeto de cierta polémica e interés en el debate académico y político contemporáneo. Su aporte toma un periodo escasamente investigado y brinda una minuciosa reconstrucción de las redes organizativas y las alianzas conformadas por Montoneros, prestando particular atención al sentido que la CE tuvo para sus protagonistas. Ello permite comprender el universo de la lucha armada en sus últimos estertores históricos —dando cuenta de sus prácticas y dimensiones simbólicas—, tan diferente al universo político construido durante la recuperación democrática de los ochenta y al coetáneo desde el cual los historiadores abordan el pasado nacional.

Resulta significativo que Confino constate que durante la recuperación democrática Montoneros conformó Intransigencia y Movilización Peronista (IMP) en alianza con un sector del peronismo liderado por Vicente Saadi y que la dirigencia montonera sostuvo su actividad política durante toda la década del ochenta. Pese a ello, el autor concluye su pesquisa sugiriendo cierta clausura temporal de los estudios sobre Montoneros, al afirmar que «la CE había sido la última estrategia política de la organización y también la causa de su desarticulación final como proyecto político» (Confino, 2018, p.346). Para sostener ello, Confino argumenta que en el periodo posterior a la CE la presencia de Montoneros en la prensa y la escena pública nacional fue marginal y obedeció más a las causas penales que tuvieron que afrontar sus dirigentes que a su peso político.[1] El argumento no se sostiene desde lo que puede llamarse una crítica inmanente (Bonb, 2005).[2] Con sobrados elementos, el autor muestra que la CE fue un fracaso rotundo desde el punto de vista del enfrentamiento militar con la dictadura, fue silenciada por la prensa argentina y generó un importante repudio en diversos actores, tanto dentro como fuera del país (Confino, 2018, p.345). A nuestro modo de ver, el «éxito» o «fracaso» de un proyecto político, su centralidad o marginalidad en un escenario político, no constituye un criterio válido —per se— para definir su status como objeto de estudio. En la medida en que la marginación política no es un dato autoevidente, sino una construcción histórica resultante de la interacción entre los agentes de un campo político (Bourdieu, 1982; 2001), huelga reconstruir cómo se produjo tal exclusión del juego político. A su vez, se ha observado que el estudio de una corriente política minoritaria puede ser una vía de acceso productiva a problemáticas más amplias, propias del periodo histórico donde aquella intervino (Mangiantini, 2017, p.180). En tal sentido, el estudio de Montoneros durante el periodo democrático representa una vía de acceso a una problemática planteada con insistencia por la sociología política; a saber, el efecto de censura y exclusión que ejerce un campo político —de mayor intensidad cuanto mayor es la autonomía del mismo—, no solo respecto de los agentes considerados indeseables —ya sean «populistas» o «extremistas»—, sino de los legos de la política, es decir, los simples «ciudadanos» que participan del juego político en calidad de electores (Offerlé, 2004; 2011).

En esta perspectiva, la democracia representativa constituye una forma de dominación política cualitativamente diferente a la que puede regir bajo un régimen dictatorial, que, creemos, no ha sido del todo problematizada por las visiones tradicionales sobre el periodo.[3] En un campo político estructurado en torno a las instituciones de la democracia representativa, los agentes políticos dominantes tienden a monopolizar los instrumentos políticos.[4] Con ello, se arrogan la potestad de definir las formas «autorizadas» de percibir y clasificar el mundo político y los límites del espacio de juego, delimitando a los agentes que están habilitados a jugar respecto de aquellos que son estigmatizados en tanto «malos jugadores».

Como se ha señalado, IMP, el primer armado montonero de la posdictadura, fue un actor secundario, si no marginal.[5] En la reorganización partidaria de la apertura democrática, las corrientes prevalecientes dentro del Partido Justicialista (PJ), fueron esquivas a la línea política confrontativa hacia los militares de IMP (Ferrari y Closa, 2015).[6] A su vez, los últimos coletazos represivos del régimen militar derivaron en un aislamiento de la corriente, que perdió así buena parte de sus aliados. En la provincia de Buenos Aires, en la medida en que el PJ bonaerense se rearticulaba surcado por importantes conflictos internos, IMP no mostraba un peso relevante en la estructura partidaria y su lista finalmente no participó en las conflictivas primarias de agosto (Ferrari, 2009). En Córdoba, no logró estructurarse en los departamentos del interior de la provincia en las elecciones internas del PJ de julio de 1983, pese a los avances que en un primer momento había logrado en materia de interlocución con dirigentes políticos y la estructuración de su Juventud Peronista (JP) en los departamentos del interior provincial.[7]

En ese marco, se ha observado que durante la apertura democrática del bienio 1982–1983 los agentes dominantes del campo político construyeron un consenso antimontonero orientado a excluir a la cúpula del Movimiento Peronista Montonero (MPM) del juego político (Roland, 2023, pp.129–148).[8] Ello generó condiciones extraordinariamente difíciles para la reconstrucción del peronismo de extracción montonera y tendencista.[9] Dicho consenso no se produjo de manera deliberada o pautada de antemano por un actor en particular, sino que fue el resultante de una serie de acontecimientos y de posicionamientos e intercambios entre diversos agentes, en un escenario político de alta incertidumbre. Esta delimitación del espacio de juego democrático fue clave para legitimar no solo al nuevo gobierno constitucional, sino al régimen político en su conjunto. Las piezas claves del consenso antimontonero fueron el reclamo de los militares en retirada para evitar un «rebrote subversivo» (una forma oblicua de relegitimar su gobierno de facto y reclamar impunidad por los crímenes cometidos),[10] la discusión por el retorno de la cúpula del MPM al país —donde gravitaron tanto dirigentes nacionales del radicalismo y del peronismo, como importantes medios de prensa escrita (Lastra y Jensen, 2014)— y la narrativa dominante sobre la violencia en el pasado reciente y las violaciones a los derechos humanos —cristalizada en la llamada teoría de los dos demonios— y la política que en esta materia impulsó el presidente electo Raúl Alfonsín (UCR).[11] En este relato Montoneros pasó a representar uno de los demonios que había llevado al país al imperio del autoritarismo y la violencia, mientras pesaba sobre los integrantes de la cúpula del MPM una persecución penal impulsada por el nuevo gobierno constitucional.[12]

Sin embargo, Montoneros logró reagrupar a través de IMP un conjunto amplio de militantes a nivel nacional. De una muestra de trece militantes de la agrupación entrevistados, la mayor parte de ellos se habían vinculado a la TRP y, en algunos casos, orgánicamente a Montoneros, en el periodo previo al golpe de 1976.[13] Dada la represión desatada, se desvincularon de la organización, pero no abandonaron su identidad política y sostuvieron diversas prácticas militantes, incorporándose a IMP en la apertura democrática. A ello deben sumarse los militantes orgánicos con los que contaba el MPM, el retorno de exiliados y la liberación de presos políticos de esta extracción política. Con dicha base militante, los recursos económicos de Montoneros y el entramado de vínculos políticos con los que contaba su principal aliado —el caudillo catamarqueño Vicente Leónidas Saadi— la agrupación tuvo presencia en 18 de los 24 distritos electorales.[14] El despliegue organizativo de IMP no fue menor. Contó con un medio de comunicación financiado por Montoneros —el diario La Voz del Mundo— (Mancuso, 2015); una línea política que cubrió los principales temas del debate público de la apertura democrática —conformada por los documentos programáticos y las publicaciones de sus «frentes de masas» y las intervenciones de sus portavoces (Saadi, Nilda Garré, Andrés Framini, Susana Valle y Dante Guillo, entre otros) —, un espacio intersindical con inserción significativa en diversos sindicatos, las Asociaciones Sindicales Peronistas (ASP) (Gordillo, 2017; Roland y Sapp, 2020), un frente agrario que publicó la revista Campo Nuevo y un importante desarrollo numérico de su JP, que congregó cerca de 3700 jóvenes en el Congreso Dalmiro Flores de febrero de 1983.[15]

Pese al fracaso de IMP en sus objetivos más ambiciosos, en este artículo veremos que la CN de Montoneros —en aquel entonces conformada por Firmenich, Perdía y Vaca Narvaja— persistió en su empeño en insertarse en la actividad política y sostuvo, por vías precarias, sus lazos con el conjunto de las fuerzas militantes que había logrado reagrupar en el bienio 1982–1983.[16] En un contexto de militancia clandestina para buena parte de los cuadros montoneros, ello dio lugar a la conformación del PR a mediados de 1985. Como veremos, una organización dependiente de Montoneros, que, si bien buscó nuclear a diversos sectores del peronismo, resultó hegemonizada por la CN.[17] Si bien los miembros de la cúpula del MPM no contaban con un capital político que le permitiera acceder al campo político democrático y ser reconocidos como interlocutores válidos por los demás agentes políticos, huelga reparar en un aspecto clave para comprender la persistencia de la corriente en un contexto tan adverso.

La noción de capital político que hasta aquí hemos empleado, remite a una especie de capital simbólico definido como un crédito basado en la creencia y el reconocimiento que un agente porta ante los demás agentes del campo político y ante sus adherentes y la ciudadanía en general (Bourdieu, 1982, p.20). Sin embargo, al examinar con mayor detenimiento las prácticas militantes, un agente político no solo requiere de la creencia que otros depositan en él, sino también de la internalización de un conjunto de disposiciones obtenidas a partir de la socialización en el seno de un grupo movilizado o un marco organizacional (partido, sindicato, asociación, entre otros), que conforman un capital militante (Poupeau, 2008). Su constitución deriva de una compleja asociación entre diversos capitales (culturales, escolares, sociales e incluso económicos) y el dominio práctico de un cierto número de técnicas, frecuentemente aprendidas en la práctica militante, como la oratoria, la escritura de un pasquín, la dirección de un grupo, la capacidad de gestar alianzas, de planificar y financiar actividades de la organización, de formular estrategias de inserción social, entre otros (Aiziczon, 2012). Dado que el marco socio–político tornaba infructuosas las inversiones realizadas por la dirigencia montonera para ingresar al campo político, nuestra hipótesis remite a que el reagrupamiento de la corriente a través del PR y la estructuración de su base militante se explicaría por el esfuerzo de reconversión del capital militante de los dirigentes y cuadros políticos de la corriente. Para ello fue crucial su trayectoria militante previa, ya que les permitió internalizar una serie de saberes prácticos que adaptaron al campo político de la posdictadura.

2. La respuesta al consenso antimontonero: el lanzamiento del Peronismo Revolucionario

Una vez producida la sorpresiva derrota del peronismo en las elecciones de octubre de 1983, la CN publicó una serie de notas en La Voz del mundo que definieron una orientación para intervenir en la interna peronista.[18] Allí se cuestionaba a la conducción del PJ, aduciendo que no propiciaba la democracia interna en la estructura partidaria y en el ámbito sindical. En esa dirección, se planteaba que la reconstrucción movimientista de un peronismo comprometido con la estabilidad democrática, tendría por eje la democratización y normalización de las organizaciones sindicales:

Es innegable que la primera prioridad de la reorganización del peronismo pasará en lo inmediato por los trabajadores, en razón de la normalización sindical. Si la burocracia derrotada políticamente es derrotada también en lo que fue su fuente, es decir el poder sindical, luego no será necesario ni siquiera pedirles la renuncia. Por otra parte, en la reorganización democrática de los sindicatos no se jugará solamente un problema de poder interno dentro del movimiento. En realidad, se jugará allí la posibilidad de que el peronismo se recupere de su derrota electoral o, por el contrario, el alfonsinismo lo vencerá definitivamente.[19]

Este diagnóstico debe entenderse desde múltiples dimensiones. Por una parte, en el peronismo del primer tramo de la reconstrucción democrática no logró consolidarse una coalición dominante legítima, tanto entre sus diversos sectores internos como ante el conjunto de la sociedad. En tal sentido, la rama sindical liderada por Lorenzo Miguel —Unión Obrera Metalúrgica (UOM) —, central en la reorganización partidaria, y la ortodoxia política de la provincia de Buenos Aires referenciada en Herminio Iglesias, fueron tildados como los «mariscales de la derrota».[20] En ese marco, Saadi, el principal aliado de la dirigencia del MPM —electo senador nacional por Catamarca— optó por una alianza con la ortodoxia de cara a la disputa por la estructura partidaria.[21] Posiblemente, el caudillo catamarqueño haya evaluado modificar sus aliados en función a los magros resultados obtenidos por IMP. Lo cierto es que ello profundizaba el aislamiento de la cúpula del MPM, que se distanciaba de un valioso aliado y era condenada por amplios sectores del arco político. Por otra parte, el desarrollo de las ASP y el proceso de normalización sindical en curso era quizás lo más auspicioso.[22] La apuesta hacia el campo sindical, si bien estuvo lejos de darle un lugar dominante a la vertiente sindical identificada con el peronismo revolucionario, alimentaba la expectativa de constituir una importante base social en un espacio social tradicionalmente relevante para el peronismo.

En ese marco, la militancia identificada con Montoneros y la TRP atravesó una discusión interna en la que decantaron dos posiciones: una proclive a asociarse a otras vertientes del peronismo, asumiendo nuevas definiciones identitarias; otra, afín a «refundar el peronismo revolucionario» reivindicando la identidad montonera de sus miembros, en la expectativa de un cambio en el escenario social y político.[23] Sobre esta segunda postura se conformó el Peronismo Revolucionario (PR) en un plenario realizado el 19 de agosto de 1985 en Mendoza, cuya estructura interna adoptó un «modelo estructural movimientista y federal con prioridad explícita en el desarrollo de su representatividad sindical».[24] La centralidad asignada al movimiento sindical procuraba construir una «hegemonía obrera» al interior del peronismo y proyectarla al conjunto de la sociedad. De esas coordenadas la militancia del PR apostaba a que una unificación del peronismo sobre un eje obrero y sindical, les permitiera integrarse al principal partido opositor como una corriente interna.[25] En esa dirección, pese a contar con una plataforma propia —«Los seis puntos del Peronismo Revolucionario»— el PR hizo suyo el «Programa de los 26 puntos» de la CGT que por entonces lideraba el dirigente cervecero Saúl Ubaldini e intentó fortalecer su propia base gremial.[26]

3. La adaptación de la corriente al nuevo escenario

En cierto modo, el PR se acoplaba a ciertas expresiones opositoras del peronismo en los primeros años de la presidencia de Alfonsín, que la bibliografía especializada calificó de «izquierda» en materia socio–económica (Levitsky, 2005, p.143). En ese sentido, las publicaciones de la organización reivindicaron lo sostenido por el PJ —en aquel entonces conducido por la ortodoxia— en la Conferencia Latinoamericana sobre la Deuda Externa realizada en Cuba, y los reclamos de la CGT. En ambos casos, la agrupación destacaba la impugnación al «Plan Austral», que caracterizaba como una continuidad de la política económica de la dictadura.[27] En este aspecto, si bien buena parte del peronismo recuperó desde la oposición su tradición de proteccionismo económico, políticas keynesianas de demanda y alta regulación del mercado laboral (Murillo, 1997), puede observase que el PR subestimó dos transformaciones cruciales que estaban teniendo lugar en dicha fuerza. En primer término, el predominio de la «rama política» en el PJ, en detrimento del sindicalismo, implicado en el ascenso de la corriente renovadora (Gutiérrez, 1998; Levitsky, 2005). En segundo término, la paulatina asimilación de la agenda de reformas «de mercado» por parte de la dirigencia renovadora, en consonancia con los elencos gubernamentales del radicalismo.[28]

La estrategia adoptada por el PR obedeció a que la CN recuperó un sesgo intelectual que distinguió a la izquierda peronista de los años sesenta y setenta: su «ardua posición inmanente» (Acha, 2009, p.304). Para esta vertiente de la izquierda argentina el carácter de una fuerza política se desprendía de su base social. Por ello resultaba estéril la tentativa de construir un agrupamiento político por fuera de los canales de participación de las masas, que se hallaban en el movimiento peronista. Ello justificó la apuesta por radicalizar la lucha obrera y popular desde una transformación del peronismo, derivada de su crisis interna ligada a la diversidad de clases que lo constituía.[29] En esa perspectiva, en un análisis de las elecciones de medio término de 1985, centrada en la nueva derrota del peronismo, la CN caracterizó al peronismo en los siguientes términos:

El peronismo sigue siendo una realidad social y política de gran significancia: si se tiene en cuenta que ya no existe Perón, que la figura de Isabel no jugó ningún papel que mantuviera viva «la magia del apellido», que el grueso de la dirigencia partidaria no significaba garantía de nada para la masa peronista, como ser garantía de división y de carencia de propuestas adecuadas al momento y al futuro, es indudable entonces que lo único que pudo convocar a las masas peronistas es su propia conciencia con un contenido político específico que solo en el peronismo podía encontrar, pese a estar en el peor momento de su historia. Ese contenido es el nacionalismo popular revolucionario, humanista y cristiano, antioligárquico, antiimperialista, latinoamericanista y tercermundista.[30]

Ante una dirigencia partidaria desacreditada ante las masas, la CN justificaba la propuesta de conformar una corriente interna capaz de estimular sus expresiones de mayor combatividad. Para ello era necesario formar una organización de cuadros insertos en diversos espacios sociales, capaz de aglutinar a las diversas expresiones de lo que Montoneros entendía como «peronismo revolucionario», pero en los hechos la agrupación fue hegemonizada por Montoneros y los dirigentes de la CN.[31] En la práctica ello implicó un esquema organizativo dual, bajo el cual la discusión interna se procesaba primero en Montoneros y luego en el PR, y ello implicó que no todos los militantes del PR formaran parte de la orgánica que en ese momento manejaba Montoneros. Si bien la mayor parte de la militancia del PR estaba vinculada a la experiencia de Montoneros y la TRP, también contó con la reincorporación de viejas disidencias de Montoneros, como el sector liderado por Galimberti,[32] e incorporó a nuevas camadas de militantes.[33] En tal sentido, Guillermo Martín Caviasca, militante del Peronismo por la Patria (una disidencia del PR conformada en 1988), recuerda que la identidad montonera aún conservaba prestigio en espacios de militancia juvenil.[34]

Es importante dar cuenta del capital militante con el que contaban los líderes montoneros. La trayectoria misma del PR puede ser interpretada como una reconversión de dicho capital en las condiciones políticas de la reconstrucción democrática, con el objetivo de conservar una base militante que les permitiera insertarse en el campo político. Como ya vimos en torno a la estrategia de inserción social y política del PR, la CN era capaz de elaborar caracterizaciones del mapa socio–político —que incluyeron análisis internacionales y regionales—, centrados en la dinámica interna del peronismo, a efectos de prescribir las coordenadas generales sobre las cuales se debía desarrollar la militancia del PR. Estos análisis se inscribieron en una interpretación «autocrítica», que, si bien definió una serie de «errores» cometidos en el pasado, intentó dotar de un sentido de coherencia a la trayectoria de la corriente, sustentado en el cotejo de sus planteos programáticos con el análisis de la situación política, y rescató una serie de rasgos de la militancia montonera que cobraban vigencia en el escenario posdictadura.[35]

En torno a la cuestión político–ideológica, el PR sostuvo los lineamientos centrales del documento «Bases para la Alianza Constituyente de la Nueva Argentina» publicado en 1982.[36] En este planteo, el objetivo de la etapa política democrática era la construcción de una «unidad nacional antioligárquica», cristalizada en un frente político policlasista hegemonizado por la clase trabajadora y un programa de nacionalismo económico centrado en las empresas estatales. Ya avanzada la recuperación democrática, desde la dirección del PR, Perdía sostuvo la justeza del planteo al considerar el debate para una reforma de la constitución nacional, como un intersticio para instalar la línea política de la corriente.[37] En la misma sintonía, el PR continuó con el trabajo teórico de caracterización de la clase dominante iniciado en el MPM bajo la orientación de Rodolfo Puiggrós. En el libro Los grupos económicos de la oligarquía, publicado en México en 1982, los portavoces del MPM plantearon que la «pata civil» de la dictadura, artífice y beneficiaria de su política económica, se conformó por un nuevo agente, denominado «grupo económico».[38] Por su intermedio la oligarquía tradicional habría diversificado sus medios de acumulación, poseyendo no solo grandes extensiones de tierra en la zona pampeana, sino importantes empresas industriales y de servicios. En esta perspectiva, los grupos económicos locales junto a los monopolios extranjeros controlaron la dirección económica del Estado Nacional, y desataron un ciclo de especulación financiera que les permitió reestructurar la economía argentina y acaparar una mayor proporción del ingreso nacional, en detrimento de los sectores populares. En esa clave, durante el periodo democrático, la publicación del PR, elaboró informes sobre la vinculación entre los llamados «capitanes de la industria» y el gobierno de Alfonsín, fundamentalmente a partir de la implementación del Plan Austral y la creación de un holding de empresas estatales, en cuyo directorio hubo representantes, según denunció el PR, del Grupo Roberts, Bunge y Born y Pérez Companc, entre muchos otros.[39]

Junto al trabajo de actualización teórica, los dirigentes montoneros hicieron un importante esfuerzo para adaptar su tradición militante a las nuevas circunstancias. Ello implicó una exhortación de la CN a sus bases para evitar la «inercia a la autoproscripción» que operaba como respuesta ante el rechazo social.[40] Uno de los documentos internos resulta elocuente:

No podemos actuar como si fuéramos el MAS, el peronismo de las bases, o las corrientes más radicalizadas del PI y ni siquiera como el PC en su nueva línea surgida de la autocrítica de haber apoyado a Videla. Nuestra fuerza electoral será reducida y nuestro espacio político–social será estrecho, no podemos declarar una huelga general ni ganar una elección. PERO PARA LA CIA, EL MOSSAD, PARA MARTÍNEZ DE HOZ Y BUNGE Y BORN SEGUIMOS SIENDO LOS MONTONEROS.[41]

Pero más allá de la resistencia a la adversidad, desde la CN se rescataban aspectos identitarios como la «vocación de mayorías», que los obligaba a no apartarse del peronismo, y el contar con cierto saber hacer en la militancia social.[42] En este aspecto fue determinante el abandono de la lucha armada, ya que perdió sentido el verticalismo característico de la etapa previa y su sentido de la disciplina. Por ello, sin abandonar el «centralismo democrático», Perdía reconoció la necesidad de “reconstruir las reglas morales del comportamiento” militante, ya que la tradicional pauta normativa no se adaptaba a las nuevas circunstancias.[43]

Todo el proceso referido se desenvolvió desde una situación legal que obligó a buena parte de la dirigencia montonera a actuar en la clandestinidad. En un primer momento, la orden de captura que cayó sobre la cúpula del MPM a partir del decreto 157/83, derivó en que Perdía y Vaca Narvaja se mantuvieran clandestinamente en países limítrofes como Uruguay, Paraguay y Brasil,[44] y que Obregón Cano fuera apresado al volver al país desde Brasil, pero en 1987 su causa se reabrió y resultó absuelto.[45] Bidegain, por su parte, regresó en el mismo avión que Obregón Cano, pero pudo evitar la detención por razones fortuitas. Luego se trasladó clandestinamente a Brasil y volvió a exiliarse en España (Mancuso, 2015, pp.417–421). Firmenich fue extraditado desde Brasil en octubre de 1984, encarcelado por un conjunto de causas y luego condenado a 30 años de prisión.[46] De las causas en su contra, quizás la más resonante haya sido del secuestro de los hermanos Born (del grupo Bunge y Born), un hito en la historia de fondeo económico de la organización y los atentados contra el empresario Francisco Soldatti y el ex secretario de Hacienda de la dictadura Juan Alemann, efectuados durante la CE.[47]

Para lidiar con este escenario los dirigentes montoneros contaban con una vasta experiencia, que se remontaba a los orígenes de su militancia; tal como señala Marcelo Langieri:

La organización se construyó en un marco de clandestinidad y sobrevivió en el marco de la clandestinidad durante muchos años. La práctica clandestina era una práctica común para la organización. La relación entre los compañeros que estaban afuera, en este caso Perdía y Vaca Narvaja, estaba facilitada por esta práctica histórica de la organización. Después había mecanismos con relación a los abogados y las visitas a Firmenich que posibilitaban el intercambio de opiniones, burlando los mecanismos de control. El caso del contacto del abogado de Firmenich, era un caso que el gobierno no lo podía controlar. Recordemos que tampoco estábamos en la dictadura. Esto implicaba que se respetaba la investidura de un abogado, aunque fuera un militante que supieran que estaba relacionado con la organización. El contacto era un derecho democrático.[48]

Pero en el escenario democrático la clandestinidad no era adoptada con el propósito de estructurar una organización político–militar como en el periodo formativo, sino por el imperio de las circunstancias legales. Desde sus orígenes el PR buscó revertir dicha situación cuestionando frontalmente la «proscripción» de su fuerza y la «persecución penal» de sus referentes. Ya en noviembre de 1985, la Junta Promotora de la organización manifestó que iba a luchar por la «conquista plena» de su «legalidad política», difundiendo una carta pública de Mario Firmenich.[49] No casualmente, un componente central de la línea política de la agrupación fue el impulso de una política de derechos humanos «específicamente peronista», que polemizó con la teoría de los dos demonios, el reclamo por la liberación de los presos de la corriente, especialmente Firmenich, Obregón Cano y Osvaldo Lovey, y el levantamiento de las causas a los militantes que se mantenían prófugos.[50] En esta materia la línea política del PR sostuvo que el origen de la violencia no era el accionar de los grupos guerrilleros en los años setenta, como sostuvo el discurso del gobierno nacional, sino el derrocamiento del peronismo en 1955, cuyo hito fueron los bombardeos a Plaza de Mayo. Ello justificaba que todas las fuerzas políticas, incluido el radicalismo, hicieran su «autocrítica», ya que todas participaron de la «guerra civil intermitente» iniciada con la autodenominada «revolución libertadora». Desde esa clave, la agrupación bregó por una «reconciliación» a partir de la «unidad nacional» cristalizada en su propuesta de «nuevo pacto constituyente».[51] A ello se sumó la campaña por la liberación de «los presos del Plan Austral», tres militantes encarcelados en el paro del 13 de junio de 1986 de la CGT, donde contaron con el apoyo de la secretaría de derechos humanos de la CGT a cargo de Ricardo Pérez (camioneros) e importantes figuras del movimiento de derechos humanos y del peronismo.[52]

Huelga puntualizar un último aspecto, clave para la reorganización del peronismo montonero. La CN controlaba recursos económicos obtenidos a través de los años. Ello posibilitó que el PR financie una publicación periódica —La liberación es posible—, Unidades Básicas, agrupaciones en los frentes de masas y una estructura de militantes rentados. El testimonio de Langieri es contundente:

Montoneros era una organización que tenía recursos de distinto tipo. Pensemos en el manejo de los recursos económicos, que estaba en manos de los compañeros de la CN. Esa era una forma de poder. El PR tenía un presupuesto de funcionamiento importante, una estructura con cuadros rentados, toda una serie de cuestiones que otras organizaciones no pudieron tener. Estos eran recursos que se habían conseguido como organización, no lo habían obtenido 3 o 4 compañeros. Eran recursos colectivos, de una organización revolucionaria. La apropiación de esos recursos por parte de unos compañeros era un problema. De alguna manera el PR fue una socialización de esos recursos. El PR tenía limitaciones en su presencia política y justamente los recursos permiten el reagrupamiento, la conexión con compañeros del interior. Viajar a reconectar compañeros a lo largo de toda la geografía argentina implica recursos.[53]

Analicemos las «limitaciones» que señala Langieri.

4. El último intento de reconocimiento

Como ya señalamos respecto de IMP, la marginación del peronismo montonero se asentó en la teoría de los dos demonios como dispositivo de legitimación del sistema democrático. Ello se afianzó con el correr de los años ochenta. El efecto de censura que el campo político ejerció sobre el peronismo de extracción montonera, derivó en que los pronunciamientos de los portavoces de la corriente no accedieron al estatus de opiniones válidas. En cambio, la asociación de su trayectoria con la violencia política fue un elemento central que definió su marginación del juego político, pese a los esfuerzos que estos realizaron en sentido contrario.[54] En este marco, luego del fracaso de IMP, el espacio político de la dirigencia proveniente del MPM, tendió a estrecharse en los márgenes de la militancia que aún se identificaba con la tradición montonera.

Esta situación puede observarse en las elecciones de septiembre de 1987. A nivel nacional el resultado de la contienda fue sumamente favorable para el peronismo, evidenciando el ascenso de la corriente renovadora. En la campaña electoral, el PR hizo público su apoyo a los candidatos de las listas del PJ, con una solicitada en Clarín.[55] La adhesión fue rechazada por Cafiero, candidato a gobernador por la provincia de Buenos Aires, reflejando que la organización de identidad montonera no lograba romper su aislamiento. Sin embargo, fue aprovechada por el radicalismo para reeditar el clivaje entre democracia y autoritarismo instalado exitosamente en la campaña de 1983. Quizás quien más haya exagerado este recurso retórico fue Eduardo Angeloz (UCR), candidato a la reelección como gobernador de Córdoba. Fustigando el apoyo del PR a De la Sota, su principal contrincante, sostuvo:

Nadie quiere que el país retorne a los años difíciles y de violencia. Entre ellos estás vos, José Manuel De la Sota. Deciles a los ciudadanos de Córdoba que no es cierto. Deciles en nombre de la paz, en nombre de la vida que hemos recuperado, deciles en memoria de todos los muertos que alguna vez tuvo Córdoba, deciles en nombre de las muertes que vos viste en esta provincia, que no es cierto. Que vos rechazas la apoyatura de los Montoneros, que no es cierto. Que sos la alternativa limpia para disputarme a mí el poder y que no tenes nada que ver con los Montoneros. Decíselo a la ciudadanía cordobesa. Te lo pido en nombre de nuestros hijos.[56]

Puede observarse que los agentes dominantes del campo político estaban perfectamente al tanto de que el PR era motorizado por Montoneros. Periodistas especializados en política, como Julio César Moreno y Luis Majul lo explicitaban en sus publicaciones, con connotaciones condenatorias.[57]

Las primarias del PJ de julio de 1988 para definir la fórmula presidencial representaron el último intento de integración al peronismo por parte del PR. La agrupación atravesó una discusión interna, en torno a prescindir u apoyar a alguna de las fórmulas en pugna. En un plenario realizado en México a comienzos de 1988 se impuso la posición de apoyo a Menem, justificada por su recuperación de los postulados tradicionales del peronismo y su perfil «federal» (Perdía, 2013, pp.638–649).[58]Sobre esa base, el PR se sumó a los heterogéneos apoyos de Menem, que incluyeron el sindicalismo ortodoxo y grupos de derecha desplazados por la Renovación (Ferrari y Closa, 2015, pp.55–56).[59]

La participación del PR en el esquema de alianzas de Menem fue motivo de una intensa polémica. En primera instancia, el candidato a presidente del PJ intentó «blanquear» la alianza, sosteniendo ante un matutino español la necesidad de integrar políticamente a los otrora «terroristas»:

No podemos entrar en un ámbito de seleccionar a la gente. Lo importante es darle la oportunidad a los que pusieron bombas de que dejen de ponerlas… ¿O quieren que los convirtamos nuevamente en terroristas?[60]

En similar sentido, el jefe de campaña del gobernador riojano, Julio Mera Figueroa, ex integrante de IMP, sostuvo que los montoneros «debían encolumnarse» tras Menem; generando un amplio repudio.[61] El panorama se terminó de dificultar a raíz de la entrevista que Pablo Unamuno —referente de la JP del PR— concedió a El Ciudadano, donde sugirió la posibilidad de un indulto a Firmenich en un eventual gobierno justicialista.[62] Los principales portavoces del peronismo repudiaron las declaraciones de Unamuno, aclararon que Montoneros «no formaba parte del peronismo» y Menem, en particular, se manifestó contrario a rever lo actuado por la justica durante el periodo constitucional.[63] La conducción del PJ dictó una suspensión temporal de Unamuno, que no abarcó al resto del PR.[64] La cerrazón de los dirigentes justicialistas a reconocer la identidad montonera como parte del peronismo era terminante, como puede apreciarse en las declaraciones de De la Sota, secretario político del PJ:

El peronismo no puede tolerar en sus filas a nadie que exprese una posición de violencia como método de acción o de represión política. En realidad, la resolución abarca a todos los que pregonan una amnistía para quienes fueron sancionados por los jueces de la Constitución.[65]

Evidentemente el sector de Montoneros no expresaba una «posición de violencia» hacía largos años, pero la estigmatización de la identidad montonera no habilitaba su disociación de la lucha armada.[66] En este marco, el apoyo a Menem decantó en un fraccionamiento de la base militante del PR. En desacuerdo con dicha alianza surgió a mediados de 1988 el Peronismo por la Patria referenciado en Ricardo Rodríguez Saa, Jorge Reyna y Emilio Pérsico, espacio al que se incorporó Patricia Bullrich.[67] Esta agrupación luego se volvió a fraccionar, entre un sector que conservó el nombre original, y las Unidades Básicas Revolucionarias Juan Domingo Perón lideradas por Rodríguez Saa, Reyna y Langieri.[68] En esta coyuntura, los nuevos núcleos de extracción montonera rechazaron la orientación neoconservadora adoptada por Menem, organizando una «marcha de las antorchas» a los pocos días de asumido el gobierno y una campaña de agitación callejera.[69] En ese sentido realizaron una pegada de afiches en la zona metropolitana —Capital Federal y Gran Buenos Aires— y una convocatoria a la movilización bajo el lema «El hijo de cuca», tomado de la canción de «Pocho La Pantera».[70]

El compromiso asumido de manera poco transparente por Menem para «resolver» la situación de los montoneros presos, derivó en una «política de reconciliación» que fijó una serie de indultos a militares involucrados en el terrorismo de Estado y ex guerrilleros.[71] Así, fueron indultados sucesivamente Perdía, Vaca Narvaja y Galimberti, primero, y Firmenich, a fines de 1990. La «resolución» de la situación legal de los jefes montoneros sumada a la orientación económica del gobierno, derivó en una fuerte crisis del PR, cuya militancia ya había comenzado a disgregarse. La política de indultos era considerada por sectores de la militancia montonera como una convalidación de la teoría de los dos demonios que habían confrontado y la alianza entre el gobierno y los «enemigos históricos» de Montoneros, tiró por la borda al conjunto de caracterizaciones y estrategias sostenidas por el PR. En este escenario, la credibilidad de los líderes montoneros comenzó a mermar entre los militantes que reivindicaban la identidad montonera y la trayectoria histórica de la corriente. A comienzos de 1990 comenzó a tomar forma la ruptura de la CN. Firmenich no aceptó la orientación asumida por Menem y el modo en el que se tramitaron los indultos y Perdía y Vaca Narvaja sostuvieron el apoyo al gobierno, con reparos a su política económica (Perdía, 2013, p.645).[72] A fines de ese año, previo a la liberación de Firmenich, el PR realizó un Congreso Nacional en el Hotel Argentino (Capital Federal), donde se resolvió la disolución de la agrupación.[73]

5. Conclusiones

En este artículo planteamos una discusión en torno al supuesto «final» de Montoneros luego de la CE. En nuestra perspectiva, la CE implicó el agotamiento de la lucha armada, más no la disolución del proyecto político de Montoneros. La última operación armada operó como un punto de inflexión, pero ello no imposibilitó que la dirigencia montonera, especialmente los tres sobrevivientes de la CN, impulsaran dos tentativas de reconstrucción de su corriente política: IMP, primero, y el PR, después, agrupación sobre la que nos focalizamos. Para ello contaron con bases militantes, que, si bien no tuvieron la cuantía del periodo precedente, fueron mucho más relevantes de lo que una mirada prejuiciosa hubiera reconocido. En buena medida, ellos fueron militantes de los frentes de masas de la TRP en el periodo precedente a la dictadura, que contaban con un saber hacer militante capaz de adecuarse a las condiciones de la reconstrucción democrática.

La dirigencia de Montoneros no contó con un capital político que le permitiera acceder al campo político posdictadura, pero merced a su capital militante pudieron sostener la existencia de la corriente; aspecto en el que fue central la disposición de recursos económicos y su vasta experiencia en militancia clandestina. En cierto modo, la disolución del PR supone un «cierre» o habilita a concluir una periodización, en la medida en que a partir de allí la vertiente militante vinculada a Montoneros no tuvo una dirección que hegemonizara la identidad montonera e ingresó en un proceso de disgregación. Sin embargo, la identidad montonera fue resignificada y muchos de los militantes que participaron de la experiencia del PR formaron parte luego de otras organizaciones que reivindicaron la tradición montonera. Algunas de ellas lo hicieron de manera explícita como «Montoneros Santa Fe», «Montoneros Córdoba» y «Montoneros Mendoza», actuantes desde los años noventa. Allí operaron procesos de resignificación de su identidad política, pero este fenómeno no es distintivo de las corrientes ligadas a la lucha armada —aunque quizás en ellas sus implicancias sean más drásticas—, sino común al devenir de todas las corrientes políticas.

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Notas

[1] En este punto, la contribución de Confino no permite poner en discusión el sesgo rupturista que ha prevalecido en la historiografía, tendiente a presentar a la democracia liberal de los años ochenta como una alternativa deseable ante la violencia política empleada tanto por las organizaciones armadas como por las dictaduras (Acha, 2012). Un claro ejemplo de este tipo de abordajes, que ocluyen elementos de continuidad entre un periodo y otro, es el de Ollier (2009).
[2] Es decir, no es necesario postular una perspectiva analítica diferente ni poner en discusión los supuestos teóricos y metodológicos empleados por el autor, sino atenernos a la lógica interna de su argumentación y los resultados de su investigación.
[3] Para una lectura crítica de las aproximaciones tradicionales sobre el periodo centradas en la noción de transición a la democracia, véase Ferrari y Gordillo (2015). Sin desconocer las obvias diferencias que median entre un régimen dictatorial y un régimen democrático, las autoras sugieren que el sesgo rupturista que ha prevalecido en la bibliografía no permite dar cuenta de ciertas problemáticas de interés, como el modo en el que el régimen democrático permitió la democratización de diversos espacios e instituciones sociales, y los alcances y limitaciones que tuvo el Estado para procesar las demandas de la sociedad.
[4] Sin embargo, la escisión entre representantes y representados permite la autonomía y creatividad de estos últimos, posibilitando que introduzcan cambios y novedades en los intercambios sostenidos entre ambas partes.
[5] Este panorama no se alteró con el segundo armado montonero de los años ochenta: el Peronismo Revolucionario (PR).
[6] Existe una profusa bibliografía sobre el peronismo de los ochenta y noventa, focalizada en las transformaciones asociadas al ascenso de una de sus corrientes internas, la Renovación Peronista, y el menemismo. Para un riguroso estado de la cuestión, véase Ferrari (2008). El estudio de un actor subalterno como el peronismo de extracción montonera y tendencista, también brinda elementos para comprender dicho proceso.
[7] «Proclamarán hoy a las autoridades del justicialismo». La Voz del Interior, Córdoba, 27 de julio de 1983, p. 9. Hemeroteca de la Legislatura de la Provincia de Córdoba (HLPC). En un escenario de aislamiento político, el resultado de la elección primaria no fue alentador, la lista azul de IMP resultó última entre las seis contendientes.
[8] En abril de 1977 Montoneros lanzó el MPM en Roma (Italia), a partir de una alianza con sectores que formaron parte del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) durante la apertura electoral de 1973, entre ellos Oscar Bidegain y Ricardo Obregón Cano, ex gobernadores de Buenos Aires y Córdoba respectivamente. «Convocatoria al Pueblo Argentino». Movimiento Peronista Montonero. 1979. El Topo Blindado. https://eltopoblindado.com/opm–peronistas/montoneros/movimiento–peronista–montonero–convocatoria–al–pueblo–argentino/. Luego de la CE, la Conducción Nacional (CN) de Montoneros decidió unificar su espacio político en el MPM. De este modo, el máximo escalafón dirigente del MPM quedó conformado por Mario Eduardo Firmenich, Roberto Cirilo Perdía, Raúl Clemente Yager, Fernando Vaca Narvaja, Eduardo Pereira Rossi, Ricardo Obregón Cano y Oscar Bidegain (Confino, 2018, p.345).
[9] Hacia 1971 en Montoneros comenzó a ganar lugar una concepción tendencista orientada a construir la «tendencia revolucionaria» al interior del peronismo (Lanusse, 2010), que cristalizó en los frentes de masas nucleados en la TRP. Esta matriz ideológica supuso una distinción entre táctica y estrategia, a partir de reconocer que los sectores del peronismo que la izquierda peronista consideraba «burocráticos» —sindicales y políticos— no coincidían con el objetivo estratégico de Montoneros —la «patria socialista»—, pero sí convergían tácticamente con la organización, ya que formaban parte de una fuerza potencialmente revolucionaria. En esta tesitura, Perón no era un líder revolucionario, pero estaba dispuesto a volcarse en una dirección revolucionaria, en caso de que la corriente que represente a los intereses de la clase obrera y los sectores populares (se suponía Montoneros), hegemonizara el movimiento. La matriz tendencista implicaba representar al peronismo como un territorio de disputa, por lo que convenía conquistar posiciones en sus múltiples espacios sociales de actuación: movimiento obrero, estudiantil, territorial, entre otros. Desde esta perspectiva, hacia mediados de 1972 se produjo el lanzamiento formal de la Juventud Peronista–Regionales (JP–Regionales) lideradas por Rodolfo Galimberti, recientemente vinculado a Montoneros (Gillespie, 2011, pp.193–217; Grammático, 2012, pp.20–21). Las JP–Regionales fueron la principal organización de masas de la TRP orientada por Montoneros, sobre todo a partir del crecimiento exponencial que tuvieron en la apertura electoral del bienio 1972–1973. En ese marco, también tomaron impulso otras organizaciones de masas agrupadas en la TRP, como la Juventud Universitaria Peronista (JUP), la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), el Movimiento de Villeros Peronistas (MVP), la Agrupación Evita (AE) y el Movimiento de Inquilinos Peronistas (MIP).
[10] Los militares plantearon este reclamo a partir del llamado «Informe Yager», una campaña de prensa montada en mayo de 1983, asociada a los asesinatos de los cuadros montoneros Raúl Yager y Eduardo Pereyra Rossi y del referente de IMP de Santa Fe Osvaldo Cambiasso (Roland, 2023, pp.117–129). Por su intermedio la dictadura hizo pública una investigación que denunció a IMP por vehiculizar una «infiltración montonera» y un «rebrote subversivo» en el justicialismo, logrando un fuerte eco en los principales medios de comunicación y el aislamiento de la corriente al interior del peronismo.
[11] A poco de asumir, Alfonsín sancionó los decretos 157 y 158/83 que ordenaban, respectivamente, la acusación penal por asociación ilícita, atentados contra el orden público y la paz interior de las cúpulas del MPM y del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), y de los integrantes de las Juntas Militares que ocuparon el poder entre 1976 y 1983, por sus responsabilidades en la represión estatal (Lastra y Jensen, 2014). Esta medida golpeó fuertemente a la cúpula del MPM, ya que todos sus miembros pasaron a tener orden de captura.
[12] La equiparación entre guerrilleros y militares, empleada con gran efectividad por el radicalismo para establecer una posición de alteridad respecto del pasado reciente, no solo legitimó al gobierno sino al régimen democrático en su conjunto (Franco, 2014). Así, la democracia pasó a ser el reverso exacto de las dos fuerzas que simbolizaban el pasado a superar. Es necesario dimensionar que el juzgamiento a las cúpulas guerrilleras no fue un simple obstáculo legal al que debieron enfrentarse los dirigentes del MPM, sino uno de los pilares de la legitimación del sistema democrático.
[13] Ilda Bustos, entrevista. Córdoba, 13 de agosto de 2019; Rubén Daniele, entrevista. Córdoba, 19 de noviembre de 2019; Guillermo Ensabella, entrevista. Córdoba, 15 de noviembre de 2017; Nilda Garré, entrevista. Córdoba, 31 de agosto de 2018; Juan Carlos Giuliani, entrevista. Córdoba, 3 de junio de 2020; Eduardo González Olguín, entrevista. Córdoba, 29 de noviembre de 2017; Héctor Morcillo, entrevista. Córdoba, 15 de agosto de 2019; Horacio, Obregón Cano, entrevista. Córdoba, 25 de octubre de 2017; Gerardo, Otto, entrevista. Córdoba, 25 de abril de 2017; Roberto Cirilo Perdía, entrevista. Córdoba, 3 de junio de 2020; Miguel Pereyra, entrevista. Córdoba, 10 de octubre de 2018; Ricardo Pon, entrevista. Córdoba, 19 de septiembre de 2018; Rolando Zanetta, entrevista. Córdoba, 6 de mayo de 2020. La muestra de entrevistas presenta un sesgo relativo a la provincia de Córdoba, ya que, originariamente, la investigación se propuso articular una escala de análisis subnacional con la dinámica nacional (Roland, 2023). Los entrevistados se eligieron intentando abarcar los distintos espacios de actuación de la corriente (partidario, territorial, sindical y agrario), por lo que la muestra incluye desde militantes sindicales y barriales hasta dirigentes nacionales. En primera instancia, el análisis de las entrevistas buscó resolver la problemática relativa a la recomposición de la militancia de extracción montonera y tendencista durante la reconstrucción democrática. En esa dirección, la información recabada sobre la trayectoria de los entrevistados permitió identificar la procedencia de los cuadros y la base militante de IMP y el PR, atendiendo al proceso represivo que había sufrido la corriente en el periodo precedente, y reconstruir analíticamente sus prácticas militantes. En este artículo priorizamos la dinámica nacional por sobre la especificidad de los espacios subnacionales, pero atendemos a elementos significativos de distritos de peso en el PJ y la política nacional, como Capital Federal, Buenos Aires y Córdoba, que nos permiten abordar la problemática aquí planteada. Es pertinente considerar que el PJ era un partido nacional de distrito, que carecía de una coalición dominante legítima a nivel nacional. Por ello, la pugna entre sus diversas vertientes se procesó, en buena medida, en las provincias, para desde allí proyectarse a nivel nacional.
[14] La trayectoria política de Saadi fue sumamente extensa: sus orígenes coinciden con los del peronismo (Roland, 2023, pp.67–70). Su alianza con la cúpula del MPM se originó en 1978, en una reunión sostenida en Madrid, según el testimonio de Perdía. Desde el punto de vista de Saadi, la sociedad era compatible con las apuestas que había realizado anteriormente. Si bien era un caudillo del interior asociado a una forma tradicional de hacer política, sus posicionamientos más recientes giraron en torno al cuadrante izquierdo del peronismo. Hacia comienzos de la década del setenta, se posicionó como un dirigente del interior de cierta relevancia, adoptando posiciones afines a la TRP. En ese marco, en las elecciones de marzo 1973 fue electo senador nacional por Catamarca por el FREJULI. Durante la dictadura asumió una posición confrontativa hacia los militares, al promover, por ejemplo, el documento en el que PJ cuestionó las violaciones de derecho humanos, con motivo de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la Organización de Estados Americanos (OEA) en septiembre de 1979.
[15] «Delibera en San Juan la Juventud Peronista. Para analizar la coyuntura nacional y considerar un programa de movilización». La Voz del mundo, Buenos Aires, 27 de febrero de 1983, p. 6. Centro de Documentación Histórica Digital del Instituto de Humanidades (CeDIDH). Las columnas de la agrupación estuvieron presentes en las principales movilizaciones contra la dictadura, como la marcha de diciembre de 1982 organizada por la Multipartidaria. «Críticas del titular de la CGT Avellaneda–Lanús Antonio García: “la represión policial no fue para defender al país”». La Voz del mundo, 19 de diciembre de 1982, Buenos Aires, p. 4. CeDIDH.
[16] Ellos fueron los sobrevivientes de la CN. Sus otros diez integrantes durante la dictadura fueron muertos o desaparecidos (Perdía, 2013, p. 494).
[17] Ello dio lugar a un esquema organizativo dual basado en una estructura organizativa de Montoneros, que operó clandestinamente tanto dentro como fuera del país, y el PR, dependiente de Montoneros pero con una autonomía formal y un reconocimiento como agrupación interna en numerosos distritos del PJ, entre ellos Capital Federal, Buenos Aires y Córdoba.
[18] Quiroga, D. (1983). «Aporte a la discusión del peronismo revolucionario» (recopilación de notas de Darío Quiroga en La Voz del mundo). Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI). Estas notas fueron reconocidas por la militancia de IMP como una «bajada de línea de la conducción» (Mancuso, 2015, pp.165–169).
[19] Quiroga, D. (1983). «Aporte a la discusión…». Ob. cit., p. 8. Se ha observado que en el marco pos Malvinas una circulación eficaz del discurso político exigía su inscripción en lo democrático (Podeti, Ques y Sagol, 1988). Evidentemente ello no pasó desapercibido por los portavoces del MPM. Ya en julio de 1983, publicaron el documento «La responsabilidad es de todos», donde buscaron ligar su trayectoria a la lucha por el restablecimiento de la soberanía popular conculcada en marzo de 1976. «La responsabilidad es de todos». Movimiento Peronista Montonero. Julio de 1983. El Topo Blindado. https://eltopoblindado.com/opm–peronistas/montoneros/la– responsabilidad–de–todos/. En efecto, el reclamo por pacificar y democratizar la Argentina formó parte de la línea política del MPM, mientras simultáneamente el Ejército Montonero (EM) impulsaba el enfrentamiento armado con la dictadura.
[20] Tal situación comenzó a revertirse en noviembre de 1985, dada la elección de medio término de diputados nacionales (Ferrari y Closa, 2015). Allí comenzó el ascenso de la corriente renovadora, fundamentalmente de su expresión bonaerense liderada por Antonio Cafiero. Dos años después, en septiembre de 1987, Cafiero conquistó la gobernación de la provincia de Buenos Aires y, a comienzos del año siguiente, la conducción del PJ, secundado por Carlos Menem. De allí que, en el segundo tramo de la presidencia de Alfonsín, Cafiero se posicionó como el principal dirigente opositor y referente del peronismo. Sin embargo, tal situación se revirtió a mediados de 1988, con motivo de las elecciones internas nacionales del PJ para definir la fórmula para la presidencia de la Nación. Allí triunfó la fórmula Menem–Duhalde, por encima del sector renovador de Cafiero–De la Sota.
[21] En cierto modo, esta alianza con «la derecha» partidaria le resultó más conveniente, ya que en el congreso nacional del PJ celebrado en Santa Rosa (La Pampa) en julio 1985, Saadi fue electo presidente del partido, cargo que retuvo hasta comienzos de 1988, cuando fue desplazado por Cafiero.
[22] La militancia de las ASP propició «movimientos de recuperación sindical» junto a otras vertientes sindicales, en oposición a la dirigencia tradicional. Estos armados plurales, de perfil antiburocrático y combativo, obtuvieron importantes triunfos en las normalizaciones de sindicatos efectuadas bajo el régimen democrático (Cieza y Wallace, 1994), como por ejemplo la UOM – Seccional Quilmes cuya lista triunfante fue encabezada por Francisco Gutiérrez, referente nacional de las ASP. En Córdoba, la militancia de las ASP dinamizó procesos democratizadores en el Sindicato Unión de Obreros y Empleados Municipales (SUOEM), el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación (STIA), la Unión Obrera Gráfica de Córdoba (UOGC) y el Círculo sindical de la Prensa de Córdoba (CISPREN), entre otros (Gordillo, 2017; Roland y Sapp, 2020).
[23] «Apuntes para una discusión política de fondo» (folleto). Peronismo Revolucionario – Consejo Federal. Abril de 1987. CEDINCI.
[24] Ibídem, p.6.
[25] Roberto Cirilo Perdía, entrevista. Córdoba, 3 de junio de 2020.
[26] «En 1987 el Peronismo vuelve. Los 6 puntos del Peronismo Revolucionario» (volante). Peronismo Revolucionario. (13 de agosto de 1987). CEDINCI. El PR contó con una estructura organizativa específica para el ámbito sindical, el Bloque Sindical del Peronismo Revolucionario, conformada por militantes de la UOCRA, Obras Sanitarias, trabajadores rurales, seguro, judiciales, publicidad, ATE, bancarios, de la carne, UTA, administración de puertos, UPCN y prensa, entre otros. «Plenario Sindical del Peronismo Revolucionario». La Voz del Interior, Córdoba, 7 de noviembre de 1998, p. 9. HLPC.
[27] «Documento del Partido Justicialista sobre la Deuda Externa – Propuesta del PJ en la reunión de La Habana». Peronismo Revolucionario – Publicaciones del Peronismo Revolucionario. 18 de septiembre de 1985, Buenos Aires, pp. 6–15. CEDINCI. «Defender la producción y el trabajo argentino para detener la inflación – Programa de los 21 puntos de la CGT». Peronismo Revolucionario – Publicaciones del Peronismo Revolucionario. Ob. cit., pp.16–18.
[28] El cambio ideológico que introdujeron ciertos sectores de la Renovación en el peronismo fue nominado por el lenguaje político de la época con un término un tanto impreciso: «modernización». Moreno, J. C. (3 de julio de 1988). «La contradicción fundamental». La voz del interior, Córdoba, p. 11. HLPC. Hacia mediados de 1986, la bancada renovadora en la Cámara de Diputados de la Nación liderada por José Luis Manzano preparó su propio proyecto de ley de privatizaciones, para anticiparse a la iniciativa del gobierno. «Prepara el PJ la ley de privatizaciones». Clarín, Buenos Aires, 8 de julio de 1986, p. 16. Hemeroteca del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN). El acercamiento a sectores empresarios partidarios de una reforma estatal fue particularmente claro en Córdoba, donde la Renovación liderada por De la Sota trabó una alianza con la Fundación Mediterránea, ungiendo a su principal referente, Domingo Cavallo, candidato extrapartidario a diputado nacional en un expectable tercer lugar en las elecciones de septiembre de 1987, resultando finalmente electo (Closa; 2016; Reynares, 2017). Ello permite poner en discusión la apreciación de Steven Levitsky (2005, p.139), en torno a una supuesta «cerrazón» del PJ a los cambios en el entorno económico hasta 1989.
[29] Conviene advertir que en los primeros años de la dictadura Montoneros abandonó dicha perspectiva, al sostener que el peronismo estaba «agotado», por lo que resultaba necesario construir un nuevo «movimiento nacional» (Roland, 2023, pp.62–66). Este se constituiría sobre las mismas bases sociales del peronismo, pero cambiaría su arreglo de poder interno, ya que la clase obrera —representada por el Partido Montonero (PM), su vanguardia político–militar—, se tornaría hegemónica. Este planteo, que evidentemente sobredimensionaba las posibilidades reales de inserción social y gravitación política de Montoneros, fue presentado en un registro moderado en el lanzamiento público del MPM y luego abandonado.
[30] «Análisis y propuestas para la construcción del Peronismo Revolucionario». Peronismo Revolucionario. Diciembre de 1985. El Topo Blindado: https://eltopoblindado.com/opm–peronistas/montoneros/analisis–y–propuestas–para–la–construccion–del–peronismo–revolucionario/. El Documento era de uso interno y llevó la firma de Firmenich, Perdía y Vaca Narvaja.
[31] Desde la CN se sostuvo que el PR era una organización impulsada por Montoneros, pero orientada a congregar a todas las expresiones combativas del peronismo que se desarrollaron a partir de 1955. «Intervención del cro. Roberto Cirilo Perdía en el plenario del Peronismo Revolucionario». Peronismo Revolucionario. Febrero de 1986, p. 31. El Topo Blindado: https://eltopoblindado.com/opm–peronistas/montoneros/perdia–en–plenario–del–peronismo–revolucionario/.
[32] Marcelo Langieri, entrevista. Córdoba, 18 de octubre de 2022. Langieri comenzó su militancia en los años setenta en la agrupación Carta Abierta de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, el brazo estudiantil de los Comandos Populares de Liberación (CPL). Una fracción de esta organización se incorporó a Montoneros y Langieri pasó a integrar la Columna Norte de la Regional I. Durante la dictadura se exilió en Brasil y en México, y se incorporó al MPM desde un agrupamiento referenciado en Galimberti, sector que protagonizó una de las dos rupturas de Montoneros en el marco de la CE. A mediados de los años ochenta, en base a un acuerdo entre Galimberti y la CN, este núcleo de militantes se incorporó al PR.
[33] Según las estimaciones del PR, la agrupación contaba con 4000 militantes en todo el país. «Apuntes para una discusión política de fondo» (folleto). Peronismo Revolucionario – Consejo Federal. Ob. cit., p.10. Si bien el número era relevante, aunque posiblemente exagerado, la corriente había perdido buena parte de los militantes que participaron de la experiencia de IMP, ya que muchos de ellos consideraron que el proyecto político de Montoneros se había agotado.
[34] Guillermo Caviasca, entrevista. Córdoba, 13 de octubre de 2022. Proveniente de una familia ligada al nacionalismo y al peronismo, Caviasca militó en la Juventud Universitaria Peronista Felipe Varela de la Universidad Tecnológica de Buenos Aires a mediados de los años ochenta, vinculada a grupos de la UBA. Formó parte del proceso de atomización y fraccionamiento del espacio político de Montoneros, aspecto sobre el que luego volveremos. En ese marco, hacia 1988 se incorporó al Peronismo por la Patria.
[35] La «autocrítica» planteó que fue un error el paso a la clandestinidad en septiembre de 1974 para enfrentar desde el accionar armado a la Triple AAA y a los adversarios internos del peronismo.
[36] Bases para la Alianza Constituyente de la Nueva Argentina. Movimiento Peronista Montonero. 12 de enero de 1982, México. Centro de Documentación e investigación acerca del peronismo (CENDIPE) – Universidad Nacional de San Martín: http://cedinpe.unsam.edu.ar/search/per_search/Bases%20para%20la%20Alianza%20Constituyente%20de%20la%20Nueva%20Argentina
[37] En un escenario de estas características, en el peronismo prevalecería una recuperación del constitucionalismo de la reforma de 1949, lo cual era progresivo y afín a la propuesta del PR. «Intervención del cro. Roberto Cirilo Perdía en el plenario del Peronismo Revolucionario». Peronismo Revolucionario. Ob. cit., p.12.
[38] «Los grupos económicos de la oligarquía argentina». Movimiento Peronista Montonero – Consejo Superior. Centro de Investigaciones Económicas y Políticas «Patria Grande» (CIEP). CEDINCI.
[39] «Basta de verso y de hambre. Los radicales, el pueblo y la transición». La liberación es posible, Buenos Aires, febrero de 1987, pp.2–3. «Informe especial sobre el grupo Roberts». La liberación es posible, Buenos Aires, octubre de 1987, p.6.
[40] «Análisis y propuestas para la construcción del Peronismo Revolucionario». Peronismo Revolucionario. Ob. cit., p.6.
[41] «Apuntes para una discusión política de fondo» (folleto). Peronismo Revolucionario – Consejo Federal. Ob. cit., p.3.
[42] En ese punto se reivindicaba e intentaba actualizar la militancia social de la TRP, inscripta en la tradición movimientista del peronismo y cristalizada en las tareas afrontadas por la JP–Regionales en la campaña de «reconstrucción nacional» del bienio 1973–1974. En esa tesitura la JP del PR realizó operativos de ayuda social, en la matriz del «Operativo Dorrego» de 1973, el «Operativo San Martín» en Chaco y otros similares en las villas emergencias de Capital Federal. «JP». La liberación es posible, Buenos Aires, octubre–noviembre de 1986, pp.2–3.
[43] «Intervención del cro. Roberto Cirilo Perdía en el plenario del Peronismo Revolucionario». Peronismo Revolucionario. Ob. cit., pp.28–29.
[44] «Ordenan la captura de Vaca Narvaja y Perdía». La voz del interior, Córdoba, 23 de noviembre de 1984, p.3. HLPC. En similar situación estuvo Galimberti. «Fiscal pidió la captura de ex montoneros prófugos». La Voz del interior, Córdoba, 17 de agosto de 1989, p.4. (17–8–89). HLPC.
[45] «Confirman la prisión de Obregón y Firmenich». La voz del interior, Córdoba, 12 de diciembre de 1986, p.4. HLPC.
[46] Para algunos observadores Firmenich se entregó (Mancuso, 2015, pp.424–426). En torno a las intenciones del gobierno, una interpretación bastante difundida fue que su prisión fue una suerte de compensación a los militares. «No es una compensación el juzgamiento contra Firmenich» (Antonio Tróccoli). La voz del interior, Córdoba, 23 de octubre de 1984, p.5. HLPC. Unamuno, P. (10 de noviembre de 1986). «¿Firmenich sentenciado a muerte?». La liberación es posible, Buenos Aires, pp.2–3.
[47] «Fundamentó el juez Irurzun la reclusión a Firmenich». La voz del interior, Córdoba, 16 de junio de 1988, p.6. HLPC.
[48] Marcelo Langieri, entrevista. Córdoba, 18 de octubre de 2022. En similar sentido, Rolando Zanetta señala que buena parte de las reuniones de Montoneros se realizaban en el exterior del país, por ejemplo, en Brasil, con la participación de Perdía y Vaca Narvaja. Rolando Zanetta, entrevista. Córdoba, 6 de mayo de 2020. Zanetta es hijo de uno de los oficiales fusilados en el levantamiento del General Juan José Valle en 1956, y fue militante orgánico de Montoneros desde el periodo previo a la dictadura. Fue uno de los responsables de IMP en Santa Fe y del PR en dicha provincia y en Entre Ríos.
[49] «Reclaman la legalidad política para los Montoneros». La Voz del Interior, Córdoba, 14 de noviembre de 1985, p.6. La Junta Promotora del PR se conformó en el plenario de Mendoza y fue integrada por 120 militantes oriundos de distintas provincias y abocados a diversos espacios sociales (partidario, juvenil, territorial, sindical y agrario), muchos de ellos partícipes de la experiencia de IMP. «Democracia con justicia social para la liberación o democracia colonial para la dependencia». Junta Promotora Nacional del Peronismo Revolucionario. 19 de agosto de 1985, Mendoza, p.2. CEDINCI. Posteriormente se estructuró una Mesa Nacional, conformada por Inés López (rama femenina), Emilio Pérsico (JP Bs As), Nelva Falcone (Derechos Humanos Bs As), Jorge Reyna (JP Capital), Jorge Salmón (sindical Capital), Edgardo Zuain (sindical capital), Enrique González Olguín (Córdoba), Gustavo Gemelli (PJ Capital Federal), Pedro Montero (Tierra del Fuego), Jorge Cepernic (Santa Cruz), Pablo Unamuno (JP Capital), Mario Eduardo Firmenich, Fernando Vaca Narvaja, Roberto Cirilo Perdía y Oscar Bidegain. «El peronismo revolucionario siempre junto a los trabajadores» (folleto). Peronismo Revolucionario, p.2. CEDINCI.
[50] «Democracia con justicia social para la liberación o democracia colonial para la dependencia». Junta Promotora Nacional del Peronismo Revolucionario. Ob. cit., p.4; «Contra el verso radical de los derechos humanos» (volante). Peronismo Revolucionario. CEDINCI.
[51] Peronismo Revolucionario. (23/12/1986). «La paz, la reconciliación, la unidad, el punto final». La liberación es posible. Año I, Nº 6, pp.1–2.
[52] Ellos fueron Carlos González, Luis Ortiz y Marcelo Langieri. Este último señala que luego de salir en libertad ingresó a trabajar en la Secretaría de Prensa de Camioneros, como un mecanismo de solidaridad del gremio. «Cobertura del paro general del 26 de enero de 1987 de la CGT». La liberación es posible, Buenos Aires, febrero de 1987, pp.4–5; «Presos del Austral: que los larguen». La liberación es posible, Buenos Aires, febrero de 1987, p.13.
[53] Marcelo Langieri, entrevista. Córdoba, 18 de octubre de 2022.
[54] Por ejemplo, los cuestionamientos de Obregón Cano al gobierno nacional, durante su encarcelamiento. Obregón Cano, R. A. (17 de octubre de 1984). «Análisis y propuestas para el movimiento peronista». CeDIDH. Obregón Cano, R. A. (4 de julio de 1984). «Carta abierta del Dr. Ricardo Obregón Cano al Dr. Raúl Ricardo Alfonsín». CeDIDH.
[55] «Compañero, compatriota». Clarín, Buenos Aires, 1 de octubre de 1987, p.6. Hemeroteca del CISPREN. «Condenan a militantes del Peronismo Revolucionario». La Voz del Interior, Córdoba, 2 de octubre de 1987, p.3. HLPC.
[56] «Angeloz vs. De la Soga». Clarín, Buenos Aires, 13 de octubre de 1987, p.6. Hemeroteca del CISPREN.
[57] Moreno, J. C. (3 de julio de 1988). «La contradicción…». Ob. cit. Majul, L. (1990). «Firmenich, Galimberti y el tesoro montonero». SOMOS (revista). CEDINCI. Desde la perspectiva que trabajamos, los periodistas de los grandes medios de comunicación son agentes activos en la orientación de la percepción de los profanos sobre el juego político y, por ende, en la credibilidad de un agente político (Gené y Vommaro, 2011, p.22).
[58] Roberto Cirilo Perdía, entrevista. Córdoba, 3 de junio de 2020. Rolando Zanetta, entrevista. Córdoba, 6 de mayo de 2020. En el discurso de Menem hubo una dualidad en torno a promesas filiadas en la tradición peronista, como la concreción de un pacto social que comprometa a todos los sectores de la producción detrás de un objetivo nacional común, y contenidos propios del discurso de reforma económica en ascenso, orientados a una disminución de la intervención estatal en la economía y la privatización de las empresas estatales (Canelo, 2011, pp.76–77).
[59] «Vuelve la JP Regionales. Por Menem, presidente de los argentinos» (afiche). JP– Regionales. En Patrich, Baschetti y Carman (2019, p.184). «Vote Menem – Duhalde» (afiche). Peronismo Revolucionario – Agrupación Evita Compañera – Sindicato de trabajadores domésticos. En Patrich, Baschetti y Carman (2019, p.186).
[60] Previo a la campana electoral, Menem realizó una gira por Europa, acompañado de Unamuno y Mario Montoto (secretario de Firmenich) y se reunió con Bidegain en España. «No habrá amnistía para los militares» (Carlos Menem). La Voz del Interior, Córdoba, 18 de julio 1988, p.5. HLPC. La discusión central fue la situación de prisión de las juntas militares y de la oficialidad del Ejército involucrada en los levantamientos «carapintada». Subsidiariamente, ingresaba la cuestión de los ex guerrilleros presos.
[61] «Cuestionan declaraciones de Julio Mera Figueroa». La Voz del Interior, Córdoba, 21 de noviembre de 1988, p.3. HLPC.
[62] «Desmienten pacto con Firmenich». La Voz del Interior, Córdoba, 4 de noviembre de 1988, p.4. HLPC.
[63] «Negó Menem aval a Montoneros y acusó a Unamuno de mentir». La Voz del Interior, Córdoba, 24 de noviembre de 1988, p.4. HLPC. «Duhalde: “Montoneros y Herminio Iglesias no están en el PJ”». La Voz del Interior, Córdoba, 27 de noviembre de 1988, p. 4. HLPC. «Cafiero: “Montoneros aún persigue fines subversivos”». La Voz del Interior, Córdoba, 29 de noviembre de 1988, p.4. HLPC.
[64] «Tribunal de disciplina para Unamuno». La Voz del Interior, Córdoba, 9 de noviembre de 1988, p.4. HLPC.
[65] «Para De la Sota y Bauzá, se clarifica la interna». La Voz del Interior, Córdoba, 26 de noviembre de 1988, p.7. HLPC.
[66] El radicalismo aprovechó este conflicto interno en el peronismo, apelando al fantasma de un «retorno a la violencia». «Angeloz: “conmigo no habrá Montoneros ni Falcones verdes”». La Voz del Interior, Córdoba, 10 de abril de 1988, p.5. HLPC. Puede observarse que el rechazo manifestado por la dirigencia renovadora hacia el PR y la dirigencia montonera no descansó en un temor a un eventual retorno de las prácticas asociadas a la violencia. Fue, más bien, parte de una definición identitaria estratégica, orientada a adaptar al peronismo al clima de época signado por la revalorización de la democracia representativa y dotar de legitimidad a su enunciador en el campo político (Roland, 2023, pp.129–154). Ello también observarse en las elaboraciones identitarias del grupo de intelectuales peronistas que publicaron la revista Unidos, cercanos a la dirigencia renovadora (Garategaray, 2018).
[67] Guillermo Caviasca, entrevista. Córdoba, 13 de octubre de 2022.
[68] Marcelo Langieri, entrevista. Córdoba, 18 de octubre de 2022
[69] Menem intentó persuadir a los antiguos adversarios antiperonistas ligados al mundo empresario sobre su voluntad de implementar un programa de reformas y estabilizar las variables macroeconómicas, dada la crisis hiperinflacionaria (Gerchunoff y Torre, 1998). De allí la designación de Miguel Ángel Roig del grupo Bunge y Born en el Ministerio de Economía, la alianza con Álvaro Alsogaray (UCeDé) y el alineamiento explícito de la política exterior con los Estados Unidos.
[70] «El hijo de cuca» (volante). Unidades Básicas Revolucionarias Juan Domingo Perón.
[71] «Afirmó Menem que comenzó la era de la reconciliación». La Voz del Interior, Córdoba, 13 de agosto de 1989, p.1. HLPC.
[72] «Vaca Narvaja: este es nuestro gobierno y lo respaldamos». La Voz del Interior, Córdoba, 30 de marzo de 1990, p.5. HLPC.
[73] Rolando Zanetta, entrevista. Córdoba, 6 de mayo de 2020. En aquella coyuntura circulaba el rumor del que el gobierno otorgaba los indultos a cambio de una autodisolución del PR.

Notas de autor

* Ernesto Roland es Licenciado en Historia por la Escuela de Historia, de la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Magister en Partidos Políticos por el Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la UNC y Doctorando en Historia por la FFyH de la UNC, con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades (IDH)–Conicet. Becario Doctoral de Conicet bajo la dirección de la Dra. Mónica Gordillo y la co–dirección de la Dra. Marcela Ferrari. Realiza tareas de docencia como Profesor Asistente en Introducción a la Ciencia Política (FCS/UNC) y como Docente Adscripto en Historia Argentina II (FFYH, UNC). Integra proyectos de investigación con financiamiento –Secyt/UNC y Proyecto de Unidad Ejecutora (PUE) del CONICET–. Dispone de publicaciones en revistas científicas y exposiciones en jornadas académicas. Su área de investigación es la historia política reciente, en torno a la recuperación democrática, los partidos políticos y el movimiento obrero.
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