STUDENT EXPERIENCES DURING THE ARGENTINE "AZOS" IN LATIN AMERICAN PERSPECTIVE
JUAN SEBASTIÁN CALIFA (UBA / CONICET)
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
MARIANO MILLÁN (UBA / CONICET)
Instituto de Historia Argentina y Americana Dr. Emilio Ravignani
Universidad de Buenos Aires
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
Movimientos estudiantiles - América Latina - Años sesenta - Revueltas urbanas - Análisis comparativo
Student movements - Latin America - sixties - urban riots - comparative analysis
Recibido: 05/10/2019 - Aceptado: 05/11/2019
LAS EXPERIENCIAS ESTUDIANTILES DURANTE LOS “AZOS” ARGENTINOS EN PERSPECTIVA LATINOAMERICANA
JUAN SEBASTIÁN CALIFA (UBA / CONICET)
MARIANO MILLÁN (UBA / CONICET)
Introducción
En el presente ensayo ofrecemos una serie de reflexiones, basadas en la bibliografía, sobre los movimientos estudiantiles de Argentina durante las revueltas de fines de los años ‘60 y principios de los ‘70, los “azos”, a partir de sus similitudes y contrastes con las manifestaciones de sus pares latinoamericanos. Bajo este rótulo aparecen situaciones locales disímiles que hasta ahora han sido copiosamente estudiadas desde el punto de vista de su singularidad histórica, pero poco exploradas de modo comparativo y con una perspectiva más englobante. En general el sufijo alude a protestas urbanas que implicaron grandes sublevaciones de masas contra el orden instituido. Estas movilizaciones recurrieron rápidamente a las calles desafiando por breves lapsos el monopolio de la violencia estatal y desnudaron las arbitrariedades represivas de un régimen de dominación más coercitivo que consensual. El hecho de que sus gobiernos debieran recurrir a fuerzas militares para refrenar tales levantamientos da cuenta de ello, al tiempo que exhibe la magnitud de la disrupción social que los “azos” desataron.
En primer lugar, identificamos realidades regionales/locales convergentes y divergentes, a grandes rasgos, en dos tipos de territorios. Por una parte, las áreas en las que las transformaciones socioeconómicas recientes destruyeron relaciones productivas de larga data, dislocando la estructura social y desarticulando relaciones de poder tradicionales. Por otra, las geografías donde la “modernización” tuvo resultados más cercanos a los buscados, con nuevas actividades económicas, crecimiento de la población e innovación en el campo cultural.
En segundo término, cotejamos las composiciones de ciertos movimientos estudiantiles, distinguiendo actores y estrategias. Ubicamos desde un punto de vista ideológico a los grupos que componían estos movimientos estudiantiles y protagonizaron, con diferente intensidad, las acciones colectivas contenciosas.
En un tercer momento describimos los principales rasgos de la política universitaria y de la contienda política de estos países después de las revueltas. Con ello pretendemos ofrecer herramientas para comprender la incidencia de estas experiencias estudiantiles en la historia reciente de América Latina.
Por todo ello, refiriendo a descripciones ya realizadas, comparamos algunos aspectos de aquellas grandes confrontaciones con el objetivo de reflexionar sobre el caso argentino a contraluz de lo sucedido en otros países.
Universidad, estudiantes, desarrollo, modernización y conflicto
Cuando las dictaduras (Argentina, Brasil, Perú) o los gobiernos autoritarios (México y Uruguay) de la segunda mitad de los años ‘60 realizaron sus incursiones en los claustros para desterrar el comunismo real o supuesto, expresaban un cambio de énfasis en la orientación de las clases dominantes del continente y el hemisferio: las preocupaciones habían pasado de la modernización a la Seguridad Nacional. Sin embargo, esos ataques, como el asesinato de Santiago Pampillón en Córdoba en septiembre de 1966, la “Masacre de Playa Vermelha” en Río de Janeiro el mismo año o el abatimiento del estudiante Líber Arce en Montevideo durante 1968, por mencionar sólo algunos, no eran los primeros.
Naturalmente, existen variaciones en las fechas de los golpes de Estado o giros autoritarios. Sin embargo, en todos los países registramos con variable intensidad campañas contra la Universidad pública, su autonomía y organización reformista con el cogobierno estudiantil a la cabeza (donde existía) impulsadas por los mismos actores sociales.
Mientras en el caso argentino la resistencia estudiantil inicial contribuyó, aún en la soledad, a erosionar a la dictadura desde sus primeros momentos, en Brasil el movimiento estudiantil se convirtió más nítidamente en el canal mediante el cual emergió un amplio descontento con el régimen, sobre todo a nivel popular. Como se mencionó, en ambos países la acción estudiantil tras los golpes de Estado sirvió para deslegitimar a los gobiernos de facto, aunque en el caso brasilero, dada la menor organización popular y obrera, el ascenso estudiantil condensó más y mejor el malestar social reinante, mientras que en Argentina las tensiones sociales tendieron a multiplicarse y desde allí converger. Las acciones de los alumnos brasileros abrieron una honda brecha para la protesta frente a un régimen que, hasta el momento, había sufridos escasas manifestaciones opositoras.
Las protestas de 1968 en Montevideo comenzaron en mayo, cuando los alumnos de los liceos realizaron sentadas, cortes de calles y ocupaciones de edificios en rechazo del aumento del boleto de ómnibus. Semanas después el gobierno dictó el estado de excepción mediante las Medidas Prontas de Seguridad y el ministro de Educación García Capurro criticó duramente a las autoridades universitarias por permitir las manifestaciones.
Frente a ello, el estudiantado y numerosos contingentes obreros, apoyados por la CNT, continuó movilizado en defensa de las libertades públicas y contra la política económica del gobierno. La capital fue el escenario de centenares de enfrentamientos violentos entre la policía y los activistas, muchas veces en las calles, pero otras en las facultades, que recibieron varias incursiones. Algunos de estos choques dejaron como saldo alumnos o trabajadores heridos de bala, llegando al 14 de agosto cuando fue asesinado Líber Arce, el primero de los tres mártires estudiantiles y comunistas del ‘68 uruguayo. Tras este proceso se agravó el enfrentamiento entre la UDELAR y el gobierno, rutinizándose una violenta tensión hasta la intervención del 26 de octubre de 1973, que inició el régimen dictatorial en la universidad.
En este ciclo también deben distinguirse estrategias estudiantiles. Las autoridades de la universidad se manifestaron en contra del rumbo autoritario y conservador del gobierno y se solidarizaron con los estudiantes reprimidos, como puede notarse en la Gaceta de la Universidad, publicación oficial de la institución. Ese apoyo tenía un contenido democrático y de defensa de la educación pública entendida como un derecho y una herramienta para el bienestar y desarrollo del país.
Por otra parte se encontraba el Partido Comunista (PCU). Desde mediados de los años ‘50, como puede observarse en su revista Estudios, dedicaba importantes esfuerzos a la política universitaria y a la intelectualidad. Tras la Revolución Cubana alcanzaron la dirección de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU), en alianza con los socialistas, que coincidían en su apoyo al nuevo régimen de La Habana, y desplazando a los anarquistas. A su vez, desde mediados de los años ‘60 impulsaron la formación de la Coordinadora de Estudiantes Secundarios del Uruguay (CESU). Mientras la FEUU tenía una larga tradición, reconocida dentro y fuera de los claustros, la CESU era una organización más débil desde todo punto de vista. En el contexto de los enfrentamientos de 1968 el PCU apoyó a Maggiolo, reelecto por unanimidad, esgrimiendo la “unidad reformista” frente al ataque del gobierno, sin avalar al plan de Reforma del año anterior, considerado como “ilusiones desarrollistas”.
En este sentido, puede notarse que en el caso uruguayo existe una disposición de las fuerzas completamente diferente a la de Brasil y Argentina, donde la universidad ya había sido intervenida y sus acciones institucionales eran contrarias a las movilizaciones. Asimismo, en Montevideo tuvo lugar una alianza más estrecha con los trabajadores que en Río de Janeiro, donde no se cuenta una central gremial en las manifestaciones, pero menos radical que en los “azos” de Córdoba, Rosario o Tucumán, donde las ciudades quedaron momentáneamente bajo control obrero-estudiantil.
El tercer sector estudiantil del ‘68 uruguayo lo constituye una amplia base juvenil que se sumó a la militancia en aquel contexto, cuestionó las formas organizativas y promovió instancias menos institucionalizadas y más cercanas a la democracia directa, como las asambleas. Esta corriente del movimiento tuvo un gran peso entre los secundarios, perdiendo la CESU su rol dirigente, aunque fue algo menos decisiva en la UDELAR, donde el ciclo de enfrentamientos se prolongó.
Desde esta base juvenil surgieron organizaciones radicalizadas de distintas orientaciones de izquierda, como el Frente Estudiantil Revolucionario (FER), el colectivo Resistencia Obrero Estudiantil (ROE), en un intento de continuidad de la proscrita Federación Anarquista Uruguaya (FAU) y los Grupos de Acción Unificadora (GAU), integrado por católicos de izquierda. También muchos jóvenes se incorporaron al ascendente Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros. Sin embargo, como explicó Markarian, las fronteras entre las izquierdas tenían cierto grado de fluidez. Los estudiantes del PCU mostraron una afinidad notoria con las ideas y símbolos de la llamada “nueva izquierda”, al tiempo que sus filas se multiplicaban.
Al compás de la agitación se formó el Consejo Nacional de Huelga (CNH), con integrantes elegidos por asambleas de sus centros educativos. En su debut como convocante, el 13 de agosto reunió 150.000 personas frente al Palacio Nacional. Casi inmediatamente organizó grupos de brigadistas para conseguir la solidaridad de la población, principalmente de la clase trabajadora, cuyos sindicatos estaban encuadrados en el partido que controlaba el régimen. Una posición diferente presentaba el magisterio y los grupos de profesores, quienes el 20 de agosto se movilizaron en decenas de miles hacia el Zócalo para apoyar a los estudiantes.
En este punto subrayamos dos diferencias del caso mexicano con el de Brasil, Uruguay y Argentina. La primera es que el organismo que conducía al movimiento estudiantil había sido creado en el mismo proceso, mientras que la UNE, la FEUU y la FUA contaban con una larga trayectoria. La segunda es la relación con los trabajadores. En la experiencia carioca los sindicatos no estaban articulados orgánicamente al régimen dictatorial, en Montevideo la CNT y varios grupos de base apoyaron a los estudiantes, mientras que en Córdoba, Rosario y Tucumán los azos fueron revueltas obrero-estudiantiles.
Las manifestaciones estudiantiles de la primera mitad de septiembre prolongaron las consignas cívicas. La “Marcha del Silencio” del 13 de septiembre, similar a la Marcha del Silencio de Rosario en mayo del año siguiente, expresaba un repudio al autoritarismo y la elusión de definiciones aunaba el malestar de amplios sectores. Días después, el profesor y militante socialista Heberto Castillo dio el tradicional grito de la Independencia en la CU. Las similitudes con las marchas argentinas de mayo de 1969, con las banderas con el crespón negro en luto por el asesinato de los estudiantes, o con el funeral de Edson Luis en Río de Janeiro, con sus restos cubiertos por la insignia nacional, resultan evidentes.
Poco después, el 18 de septiembre el Ejército ocupó la CU y en jornadas subsiguientes el IPN, donde los estudiantes resistieron durante horas, corrió la misma suerte. El rector Barros Sierra renunció en protesta. El movimiento ingresó en una nueva etapa, la presión militar hacía impensable un diálogo. El 2 de octubre el gobierno llevó adelante una violenta represión contra un mitin estudiantil en la Plaza de las Tres Culturas, adyacente a la Cancillería, cuyo número de víctimas fatales aún es objeto de controversia. La Masacre de Tlatelolco, así se la conoció, y los masivos y prolongados encarcelamientos comenzaron a cerrar un ciclo de movilizaciones estudiantiles y populares inéditas en el México posterior a la Revolución. Al igual que en Brasil, el movimiento estudiantil fue el canal por el cual emergió un descontento amplio y anteriormente soterrado.
Los primeros protagonistas del “movimiento por la gratuidad de la enseñanza” de junio de 1969 fueron los estudiantes secundarios de Huanta, apoyados por sus familias y por el sindicato docente. Conformaron el Frente Único de Estudiantes de Huanta (FUEH) y expandieron la huelga por varios departamentos de la sierra. Días después se erigió una organización homónima en Ayacucho, el Frente Único de Estudiantes Secundarios de Ayacucho (FUESA). Las primeras manifestaciones callejeras resultaron reprimidas por la policía con armas de fuego y los grupos movilizados se acercaron al local del Frente de Defensa del Pueblo de Ayacucho (FDPA), una entidad que articulaba a las organizaciones populares de la ciudad, donde se afiliaron el FUEH y el FUESA.
Para entender el ascenso estudiantil fueron centrales, además de los anteriores levantamientos, el Rosariazo de septiembre de 1969, el Viborazo cordobés de marzo de 1971 y, sobre todo, los Tucumanazos de noviembre de 1970 y junio de 1972. En estas tres ciudades existían activas estructuras organizativas de la clase trabajadora, con tradiciones clasistas. Al mismo tiempo, se alojaban universidades que estaban entre las más pobladas del país, con extensas trayectorias militantes reformistas encarnadas en centros, federaciones y variadas agrupaciones (los comunistas del Movimiento de Orientación Reformista, los socialistas del Movimiento Nacional Reformista, los radicales de Franja Morada o la izquierda nacional de la Agrupación Universitaria Nacional), los peronistas alejados de esas estructuras y recreados en un sinfín de pequeños grupos que se armaban y disolvían para rearmarse de nuevo (el Frente Estudiantil Nacional, oriundo del reformismo y la izquierda, se destacaba por su volumen y mayor organización), con activismo católico en pleno giro tercermundista y peronista (Integralismo, Ateneo) y también con la emergencia de grupos de izquierda maoísta (el Frente de Agrupaciones de Izquierda o la Tendencia Universitaria Nacional Antiimperialista Combatiente), trotskista (la Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista y la Tendencia de Agrupaciones Estudiantiles de Avanzada) o guevaristas dentro del reformismo y en ocasiones más allá del mismo (los Grupos de Base cordobeses o la Tendencia Antiimperialista Revolucionaria). Al calor de estos acontecimientos, que encontraron parangón por el lado de la acción estudiantil en otras universidades como la UBA, pero no gozaron con el mismo acompañamiento del movimiento obrero, los alumnos aparecieron como un sujeto peligroso para la burguesía que buscaba reordenar el país.
San Miguel de Tucumán fue centro de la mayor conflictividad con tres grandes movimientos de masas en ese ciclo. A diferencia de Córdoba y Rosario, aquí no hubo una industrialización vigorosa en la etapa previa que transformase la sociabilidad urbana. Más bien, lo que sucedió fue la desarticulación de una estructura relativamente atrasada, signada por el cierre de los ingenios azucareros que dispuso la dictadura en su fallida iniciativa desarrollista. Los padecimientos que debieron atravesar los trabajadores de la provincia reforzaron aún más la alianza popular en que se inscribió el movimiento tucumano.
Como se observa, donde el impacto del desarrollismo fue mínimo y la Universidad jugó un papel modernizante en relación a su sociedad, siendo mayor la distancia sociedad/universidad, al tiempo que la descomposición social que ocasionó la dictadura se agudizó, se impuso la izquierda radical y sus formas de acción más belicosas. Por eso, sostenemos que la situación tucumana es más parecida a la de Ayacucho, mientras que la de Córdoba y Rosario se asemeja a la de Montevideo y Ciudad de México. Sin embargo, la completa ausencia en Argentina de democracia formal, ubica a la situación en ese aspecto más lindante a la brasileña, aunque en nuestro país la capacidad de esta dictadura fue menor que en esa nación. En buena medida ello fue fruto de su incapacidad para recuperarse del golpe asestado por tales confrontaciones.
En definitiva, visto desde nuestro país, la situación tucumana es singular, alejándose mucho más de la de Córdoba y Rosario, manifestaciones más acordes a los parámetros característicos que este proceso asumió en las sociedades urbanas Latinoamericanas impactadas por el desarrollismo. El gráfico que sigue brinda una síntesis de lo explicado en este apartado.
Gráfico nº 1
Ciudades latinoamericanas que fueron escenario de revueltas urbanas con participación estudiantil a fines de los años ‘60 y principios de los ‘70, ordenadas según grado de articulación de los proyectos desarrollistas, modernidad relativa de la universidad respecto a su medio y tipo de régimen político
Consecuencias universitarias y políticas del auge estudiantil
En este nuevo clima, los gobiernos de la región revisaron sus estrategias universitarias, o quizás, se aprestaron a elaborar una. Su objetivo inmediato no apuntaba a una revisión global de la universidad y sus desafíos intelectuales, sino a la tarea apremiante de contener el alza estudiantil.
En un primer momento, en las filas gubernamentales se vivió una etapa de zozobra cuando se comprobó que el problema no se solucionaba con una represión frontal en las calles y un poco de tiempo para que las cosas se acomodaran. Allende los matices, advertimos dos grandes posturas: reabrir el diálogo para ganar tiempo y aislar al sector más radicalizado de la base estudiantil o ejercer a una represión más cruda sin perder el tiempo. A pesar de las obvias diferencias, no se trataba de posturas antagónicas. Ambas se proponían derrotar la movilización estudiantil radical, distanciando a la vanguardia de la base. Asimismo, en los hechos se complementaron, aunque el modo que esta suma se efectuó se corresponde con el desarrollo de los movimientos estudiantiles en cada país.
La dictadura brasileña respondió a la oleada de movilización estudiantil incrementando sus rasgos represivos mediante el Acto Institucional nº5. La depuración de los planteles docentes y estudiantiles de 1969 fue mucho más significativa que la de 1964. Presentó un notorio sesgo anticomunista, aunque sus magnitudes crecieron también por las rivalidades en los campus. En este país el movimiento estudiantil contó con escaso apoyo del movimiento obrero. Las luchas del ‘68 en Río de Janeiro canalizaron descontentos amplios, pero casi sin definiciones clasistas. Las causas se encuentran en la dinámica del movimiento laboral local, menos disruptivo por entonces que el de otras latitudes. Frente a ello, la dictadura profundizó sus rasgos autoritarios al tiempo que su política universitaria recuperó, en buena medida, el lugar asignado a la ciencia durante la etapa democrática, una diferencia sustancial con lo acaecido en Argentina. Bajo la sombra de una amplia y articulada red de espionaje en las facultades, se crearon numerosos cargos de dedicación exclusiva, se financió la actividad científica, se abrieron posgrados, se otorgaron becas, entre otras medidas. Amén de las múltiples causas, el rápido éxito represivo sentó condiciones favorables para la modernización autoritaria.
El caso mexicano representa otro ejemplo de cierta cordialidad entre estudiantes y autoridades, como en la UNAM del rector Barros Sierra. Durante el sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz el hasta entonces incontestado régimen priísta respondió al desafío estudiantil con una escalada represiva de una magnitud casi sin ejemplos en el mundo. Después de esta labor, cubierta por la inmunidad judicial, y en el marco de la derrota de la vanguardia radicalizada, el nuevo gobierno de Luis Echeverría Álvarez buscó una concertación con varios grupos estudiantiles, en sintonía con la política reformista y modernizadora del nuevo rector Pablo González Casanova en la UNAM. Sin embargo, cuando el movimiento estudiantil retornó a las calles a principios de la década siguiente, el gobierno no dudó en recurrir a la coerción estatal y paraestatal que, si bien no dejó el tendal de muertes de la Masacre de Tlatelolco, demostró que esa posibilidad estaba latente.
Poco después de reprimir duramente el movimiento por la gratuidad de la enseñanza, la dictadura de Perú se propuso encuadrar las organizaciones sociales, intentando articular demandas sectoriales y apoyo popular en el Sistema Nacional de Apoyo a la Movilización Social (SINAMOS). Aquellas jornadas en la sierra y esta iniciativa, en un ambiente universitario donde los partidos tradicionales carecían de predicamento, contribuyeron a la consolidación de la hegemonía de las fuerzas maoístas “antifascistas” durante dos décadas. En este conjunto se destaca el PCP-SL, un agrupamiento pequeño en 1969, pero influyente en los sucesos de Ayacucho, que fue tomando control de aspectos clave de la UNSCH, como el bienestar estudiantil y, luego, los concursos docentes. En 1972 el gobierno de Perú ensayó una reforma universitaria que otorgó voz y voto a los estudiantes a cambio de un nuevo sistema académico. El PCP-BR y el PCP-PR participaron de los nuevos organismos, cuyo funcionamiento distó de ser pacífico y de institucionalizar un nuevo orden. Algo similar ocurrió en Ayacucho con la reforma agraria, que desarticuló los mecanismos tradicionales de autoridad en un medio donde el campesinado ya se había movilizado junto a los estudiantes. Esta convergencia se encuentra en el centro de las explicaciones sobre la insurgencia senderista.
A la luz de estos casos, recorridos de modo conciso, nos interesa echar luz sobre la singularidad argentina. Como se vio, en nuestro país los “azos” con centro en las ciudades del interior, no concluyeron con una derrota para los estudiantes, sino para el régimen. Además, la alianza en las calles con el movimiento obrero, un sector más y mejor organizado que en otros países del continente, fue una conquista insoslayable del proceso estudiantil. Es una peculiaridad del caso argentino que la dictadura haya sido derrotada al punto de tener que marcharse convocando a elecciones.
De acuerdo a su diagnóstico más general de la sociedad argentina, la gran burguesía y el partido militar que la expresaba tenían un dilema de timing. Precisaban perfeccionar y agilizar sus prácticas represivas, pero el contexto lo impedía. Esto resultó evidente en los acontecimientos criminales de Trelew, que constituyeron un ensayo general de lo que vendría, pero mostraron la inviabilidad política de ese tipo de acciones en esa coyuntura. Para avanzar en este sentido en el terreno universitario el requisito era maniatar las energías estudiantiles.
Conclusiones
El proceso estudiantil argentino acaecido entre fines de los años sesenta y principios de los setenta integra un ciclo mundial de movilización juvenil. Como tal, duró aproximadamente lo mismo que en otras latitudes. La masificación de los sistemas universitarios, el descenso del ciclo expansivo del capitalismo de posguerra, así como el cambio de su base tecnológica que otorgaba a los jóvenes un lugar privilegiado en la producción y en el consumo, suelen enumerarse para explicar el ascenso estudiantil.
Para los países occidentales también se pone énfasis en el opresivo control que empezó a recaer en las generaciones lozanas, en el marco de una sociedad que les bloqueaba espacios de libertad o el acceso a puestos de dirección. Lo mismo en Latinoamérica, las sociedades se hicieron más opresivas. Pero mientras que en los países del centro capitalista esto era motivado por un vigoroso desarrollo capitalista que comprimía la libertad individual, de allí la importancia de la alienación, en países periféricos como el nuestro el problema residía en su deficitario desarrollo. En este sentido, la Universidad se vislumbró como una palanca desde donde impulsar el cambio social.
Sin embargo, el mismo proceso de desarrollo modernizador implicó la aparición de un sujeto contestatario que iría aumentando su inconformismo con el orden social, cuestionando que ese rumbo no hacía más que entronizar el capitalismo dependiente. El autoritarismo creciente de los regímenes políticos fue en el terreno político una respuesta general a la virulenta protesta popular y, al mismo tiempo, una respuesta específica al desafío estudiantil. El “problema de la subversión” comenzó a aflorar desde los tempranos sesenta, posándose las miradas sobre las aulas universitarias.
1 Albornoz, Orlando, Estudiantes y desarrollo político, Caracas, Monte Ávila Editores, 1968, p. 135 y ss.
2 Por su carácter sintético: Cf. Lipset, Seymour, Estudiantes universitarios y política en el tercer mundo, Montevideo, Alfa, 1965; Solari, Aldo, “Introducción”, en Solari, Aldo (comp.), Estudiantes y Política en América Latina, Caracas, Monte Ávila Editores, 1968 y Scott, Robert, “Student Political Activism in Latin America”, en Lipset, Seymour y Altbach, Philip (comps.), Student in Revolt, Boston, Hoyghton Mifflin Company, 1969, pp. 403-431.
3 Cf. Silva Michelena, Héctor y Sonntag, Heinz, Universidad, dependencia y revolución, Caracas, Academia Nacional de Historia, 1970.
4 Publicada en italiano durante 1971 y luego en castellano. Cf. Portantiero, Juan Carlos, Estudiantes y política en América Latina, México D.F., Siglo XXI, 1978.
5 Brunner, José Joaquín, El movimiento estudiantil ha muerto. Nacen los movimientos estudiantiles. Santiago de Chile, FLACSO, 1985.
6 Sigal, Silvia, Intelectuales y poder en la década del sesenta. Buenos Aires: Puntosur, 1990.
7 Barletta, Ana María, “Peronización de los universitarios (1966-1973). Elementos para rastrear la constitución de una política universitaria peronista”, Pensamiento Universitario, núm. 9, Quilmes, 2001, pp. 82-89.
8 Tortti, María Cristina, “Protesta social y ‘nueva izquierda’ en la Argentina del Gran Acuerdo Nacional”, en Camarero, Hernán, Pozzi, Pablo y Schneider, Alejandro (comps.), De la Revolución libertadora al menemismo, Buenos Aires, Imago Mundi, pp. 135-160.
9 Sarlo, Beatriz, La batalla de las ideas (1943 -1973), Buenos Aires, Emecé, 2001.
10 Ramírez, Ramón, El movimiento estudiantil de México (julio-diciembre de 1968), México D.F., ERA, [1969] 2008.
11 Poerner, Arthur, O poder jovem. História da participação políticas dos estudantes brasileiros, Rio de Janeiro, Civilização Brasileira, 1968.
12 Bañales, Carlos y Jara, Enrique, La rebelión estudiantil, Montevideo, ARCA, 1968.
13 Degregori, Carlos, El surgimiento de Sendero Luminoso. Ayacucho 1969-1979, Lima, IEP, 2014.
14 Granados, Manuel, La Universidad de Huamanga y el PCP Sendero Luminoso, Lima, Testigo13, 2019.
15 Lynch, Nicolás, Los jóvenes rojos de San Marcos. El radicalismo universitario de los años setenta, Lima, El Zorro de Abajo, 1990.
16 Sarlo, Beatriz, La batalla de…, op. cit.
17 Califa, Juan Sebastián, Reforma y Revolución. La radicalización política del movimiento estudiantil de la UBA 1943-1966, Buenos Aires, EUDEBA, 2014.
18 Markarián, Vania, El 68 uruguayo. El movimiento estudiantil entre molotovs y música beat, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 2012.
19 Profesora de la UNAM, lleva compilados cinco volúmenes sobre la Historia Crítica del Movimiento Estudiantil Latinoamericano.
20 Bonavena, Pablo y Millán, Mariano (eds.), Los ‘68 latinoamericanos. Movimientos estudiantiles, política y cultura en México, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y Colombia, Buenos Aires, CLACSO-IIGG, 2018.
21 Rivas Ontiveros, José René, Sánchez Sáenz, Ana y Tirado Villegas, Gloria, Historia y memoria de los movimientos estudiantiles: a 45 años del 68, México D.F., UNAM, 2013, Vols. I y II.
22 Touraine, Alain, La sociedad post-industrial, Barcelona, Ariel, 1971.
23 Donoso Romo, Andrés, “El movimiento estudiantil mexicano de 1968 en clave latinoamericana: aproximación a las nociones de educación y transformación social”, Historia Crítica, núm. 63, 2017, pp. 137-157.
24 Luciani, Laura, “Movimientos estudiantiles latinoamericanos en los años sesenta”, Historia y memoria, núm. 18, 2019, pp. 77-111.
25 Millán, Mariano, “Movimiento estudiantil y procesos políticos en Argentina y Brasil (1964-1973)", Século XXI, núm. 2, 2012, pp. 73-112 y “Estudiantes y política en Argentina y Chile (1966-1973)”, Izquierdas, núm. 16, 2013, pp. 31-54.
26 Cf. Sorensen, Diana, A Turbulent Decade Remembered: Scenes from the Latin American Sixties, Stanford, Stanford University Press, 2007.
27 Cf. Van Goose, Rethinking the New Left: An Interpretative History, Nueva York, Palgrave/Macmillan, 2005.
28 Mc Adam, Dough, Tarrow, Sidney y Tilly, Charles, Dinámica de la contienda política, Barcelona, Hacer, 2005, p. 71.
29 Hobsbawm, Eric, Historia del siglo XX, Buenos Aires, Crítica, 2002, pp. 298-301.
30 Cf. Trow, Martin, “Reflections on the Transition from Elite to Mass to Universal Access: Forms and Phases of Higher Education in Modern Societies since WWII”, 2005, en línea https://escholarship.org/content/qt96p3s213/qt96p3s213.pdf?t=krnnkm&nosplash=09fe2aa3c65bfe807e4184cef5d8bdc2, consulta: 4/10/19.
31 Cf. Brunner, José, Educación superior en América Latina: cambios y desafíos, Santiago de Chile, Fondo de Cultura Económica, 1990.
32 Cf. Brands, Hall, Latin America’s cold war, Boston, Harvard, 2012.
33 Cf. Healey, Mark, “El interior en disputa. Proyectos de desarrollo y movimientos de protesta en las regiones extrapampeanas”, en James, Daniel (comp.), Nueva Historia Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Buenos Aires, Sudamericana, 2007, Tomo IX, pp. 169-212.
34 Cf. Pontotiero, Esteban, “Anticomunismo y catolicismo intransigente en los tempranos años sesenta: la representación de la amenaza revolucionaria en la Universidad Pública. Análisis de documento militar de inteligencia”, en Primer Encuentro de Jóvenes Investigadores del Posgrado en Historia e Historia del Arte de IDAES, UNSAM, 2014.
35 Cf. Aarâo Reis, Daniel, “A vida política”, en Aarâo Reis, Daniel (coord.), Modernizacao, ditadura e democracia 1964-2010, Río de Janeiro, MAPFRE/Objetiva, pp. 75-126.
36 Cf. Singer, Paul, “O proceso econômico”, en Aarâo Reis, Daniel (coord.), Modernizacao, ditadura e democracia 1964-2010, Río de Janeiro, MAPFRE/Objetiva, pp.183-232.
37 Cf. O’Donnell, Guillermo, El Estado burocrático autoritario, Buenos Aires, Prometeo, 2009.
38 Tilly, Charles, Regimes and repertories, Chicago, UCP, 2006, pp. 80 y ss.
39 PattoSá Motta, As universidades e o regime militar: cultura política brasileira e modernização autoritaria, Rio de Janeiro, Zahar, 2014, p. 60.
40 Cf. Buchbinder, Pablo, Historia de las universidades argentinas, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
41 Cf. Klarén, Peter, Nación y sociedad en la historia del Perú, Lima, IEP, 2004.
42 Cf. Degregori, Carlos, El surgimiento de…, op. cit. y Lynch, Nicolás, Los jóvenes rojos…, op. cit.
43 Cf. Rivas Ontiveros, José René, La izquierda estudiantil en la UNAM. Organizaciones, movilizaciones y liderazgos (1958-1972), México, Porrúa, 2007.
44 Zermeño, Sergio, México: Una Democracia Utópica. El movimiento estudiantil del 68, Siglo XXI, México D.F., 1978, p. 59.
45 Cf. Loaeza, Soledad, “Modernización autoritaria a la sombra de la superpotencia, 1944-1968”, en Velázquez García, Erik, et. al., Nueva historia general de México, Ciudad de México, El Colegio de México, 2011, pp. 653-698.
46 Cf. Yaffe, Jaime, “El proceso económico”, en Caetano, Gerardo (dir.), Uruguay. En busca del desarrollo entre el autoritarismo y la democracia. Tomo III – 1930/2010, Montevideo, MAPFRE/Planeta, 2016, pp. 157-201.
47 Cf. Caetano, Gerardo, “La vida política”, en Caetano, Gerardo (dir.), Uruguay. En busca del desarrollo entre el autoritarismo y la democracia. Tomo III – 1930/2010, Montevideo, MAPFRE/Planeta, 2016, pp. 37-111.
48 Atcon, Rudolf, “Las universidades latinoamericanas”, ECO, Revista de la cultura de occidente, 1961, vol. VII, pp. 1-169.
49 Cf. Gould, Jeffrey, “Solidarity under Siege: The Latin American Left, 1968”, American Historical Review, vol. 114, issue 2, 2009, pp. 348-375.
50 Cf, Ribeiro Do Valle, María, O diálogo é a violencia. Movimento estudantil e ditadura militar no Brasil, Sao Paulo, UNICAMP, 2008 y PattoSá Motta, Rodrigo, As universidades e…, op. cit.
51 Cf. Poerner, Arthur, O poder joven…, op. cit.
52 Cf. González, Juan, “El año breve. Los estudiantes brasileños en su 1968”, en Bonavena, Pablo y Millán, Mariano (eds.), Los ‘68 latinoamericanos. Movimientos estudiantiles, política y cultura en México, Brasil, Uruguay, Chile, Argentina y Colombia, Buenos Aires, CLACSO-IIGG, 2018, pp. 105-141.
53 Ribeiro Do Valle, María, O diálogo e…, op. cit., p. 100.
54 Ridenti, Marcelo, O fantasma da revolucao brasileira, Sao Paulo, UNESP, 2010, p. 129.
Cf. Markarian, Vania, El 68 uruguayo…, op. cit.
Cf. Ramírez, Ramón, El movimiento estudiantil…, op. cit.; Zermeño, Sergio, México una democracia…, op. cit. y Rivas Ontiveros, José René, La izquierda estudiantil…, op. cit.
57 Décadas después se confirmó que los “infiltrados” eran el presidente Gustavo Díaz Ordaz y el secretario de la Gobernación Luis Echeverría Álvarez (responsable de la seguridad) que se desempeñaban como informantes de la CIA. Aguayo, Sergio, El 68. Los estudiantes, el presidente y la CIA. Ciudad de México, Proceso, 2018.
58 El pliego elevado reclamaba: 1) Libertad a los presos políticos; 2) Destitución del jefe de la policía capitalina Luis Cueto Ramírez; 3) Desaparición del cuerpo de granaderos, corporación utilizada permanentemente para intimidar y reprimir las protestas sociales; 4) Derogación del artículo 145 y 145 bis del Código Penal, que restringían las libertades democráticas; 5) Indemnización a las familias de los muertos y heridos; 6) Aclaración de las responsabilidades de las autoridades, la policía, los granaderos y el ejército en los actos de represión y vandalismo. Zermeño, Sergio, México una democracia…, op. cit., p. 29.
59 Ramírez, Ramón, El movimiento estudiantil…, op. cit., p. 288.
60 Zermeño, Sergio, México una democracia…, op. cit., pp. 36 y ss.
61 Cf. Rivas Ontiveros, José René, La izquierda estudiantil…, op. cit.
62 Cf. Degregori, Carlos, El surgimiento de…, op. cit.
63 Degregori, Carlos, El surgimiento de…, op. cit., p. 63.
64 Degregori, Carlos, El surgimiento de…, op. cit., p. 65.
65 Degregori, Carlos, El surgimiento de…, op. cit., p. 67.
66 Algunos trabajos clásicos sobres los “azos” de estas ciudades: Balvé, Beba, et. al., Lucha de calles lucha de clases: elementos para su análisis: Córdoba 1971-1969, Buenos Aires, CICSO/RyR, 2005; Balvé, Beba y Balvé, Beatriz, El ’69: huelga política de masas: Rosariazo, Cordobazo, Rosariazo, Buenos Aires, CICSO/RyR, 2005; Brennan, James, El Cordobazo: las guerras obreras en Córdoba, 1955-1976, Buenos Aires, Sudamericana, 1996; Gordillo, Mónica, Córdoba en los ’60, Córdoba, UNC, 1999 o Crenzel, Emilio, El Tucumanazo, Tucumán, UNT, 1997.
67 Cf. Potash, Robert, El ejército y la política en la Argentina. 3: 1962-1973: de la caída de Frondizi a la restauración peronista; segunda parte, 1966-1973, Buenos Aires, Sudamericana, 1994.
68 Cf. Bonavena, Pablo y Califa, Juan Sebastián, “El ‘68 argentino. Luchas estudiantiles en los albores de un ascenso de masas”, en Bonavena, Pablo y Millán, Mariano (eds.). El 68 latinoamericano. A 50 años de Tlatelolco. Movimientos estudiantiles, política, cultura, historia y memoria, Buenos Aires, CLACSO, 2018, pp. 201-232.
69 Cf. Fernández, Juan, et. al., “Aportes para el estudio de los levantamientos de masas en Argentina entre 1968 y 1974”, ponencia en las VII Jornadas de Jóvenes Investigadores del Instituto de Investigaciones Gino Germani. Noviembre de 2013.
70 Califa, Juan Sebastián y Millán, Mariano, “La lucha estudiantil durante los ‘azos’. Cordoba, Rosario y Tucumán en perspectiva comparada, 1968-1972, Conflicto Social, vol. 12, núm. 22, Buenos Aires, IIGG-UBA (en prensa: diciembre de 2019).
71 Cf. Ribeiro, Darcy, La Universidad Latinoamericana, Caracas, Editorial de la Biblioteca Universidad Central de Venezuela, 1971.
72 Cf. Frondizi, Risieri, La Universidad en un mundo de tensiones: misión de las universidades en América Latina, Buenos Aires, Paidós, 1971.
73 Cf. Markarian, Vania, El 68 uruguayo…, op. cit.
74 Cf. Califa, Juan Sebastián y Millán, Mariano, “Un abordaje cuantitativo de las luchas del movimiento estudiantil de Córdoba entre 1966 y 1976”, ponencia en las Jornadas a 50 años del Cordobazo, Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba, mayo de 2019.
75 Cf. Califa, Juan y Millán, Mariano, “La represión a las universidades y al movimiento estudiantil argentino entre los golpes de Estado de 1966 y 1976”, HIb, vol. 9, núm. 2, 2016, pp. 10 - 38.
76 Cf. Califa, Juan Sebastián y Seia, Guadalupe, “La ampliación del sistema universitario argentino durante la ‘Revolución Argentina’. Un estudio de sus causas a través del caso de la Universidad de Buenos Aires (1969-1973)”, A Contracorriente, vol. 15, núm. 1, 2017, pp. 36-59.
77 Inés Izaguirre contabilizó cinco “azos” en el país durante 1972. (abril: “Mendozazo”; junio: “Quintazo” o 2° “Tucumanazo”; julio: “Malargüinazo”; julio: “Rocazo”; octubre: “Trelewlazo”). “El mapa social del genocidio”, en Izaguirre (y cols.). Lucha de clases, guerra civil y genocidio en la Argentina, 1973-1983. Antecedentes. Desarrollo. Complicidades, Buenos Aires, Eudeba, 2009, pp. 73-117, p. 91.
78 Cf. Izaguirre, Inés, “El mapa social…”, op. cit., y Millán, Mariano, “Las luchas del movimiento estudiantil rosarino del Cordobazo a la «Primavera Camporista» (1969 – 1973)”, Archivos del movimiento obrero y la izquierda, núm. 10, 2017, pp. 141-161.
79 Cf. Bonavena, Pablo, Califa, Juan Sebastián y Millán, Mariano, “¿Ha muerto la Reforma? La acción del movimiento estudiantil porteño durante la larga década de 1966 a 1976”, Archivos de historial del movimiento obrero y la izquierda, núm. 12, 2018, pp. 73-95.