Reseña de Sedran, Paula, Moral y
orden. Sentidos y prácticas en la transformación de los comportamientos
públicos (Santa Fe, 1856-1890), Buenos Aires, Teseo, 2018, 275 págs.
MARÍA VIRGINIA PISARELLO (UNL / UADER)
Universidad
Nacional del Litoral
Universidad
Autónoma de Entre Ríos
Argentina
Recibido:
04/11/2019 - Aceptado: 07/11/2019
Este
libro condensa los estudios realizados por Paula Sedran en su tesis de
doctorado en historia, y constituye una original contribución al estudio del
llamado Período de Organización Nacional en Santa Fe. Su autora trabaja desde
la perspectiva de la historia regional, y entabla un fructífero diálogo con
distintos campos disciplinares a la vez que resignifica aportes propios de la
historia cultural. De este modo se aventura en un área de vacancia dentro de la
cual destaca la necesidad de avanzar colectivamente hacia la construcción una
historia que reconozca la multiplicidad y complejidad de los derroteros
sociales y culturales de la localidad.
La
fotografía de una gorra de policía monocroma que preside la tapa de la obra
introduce la temática central del libro: la díada “moral y orden” en el
escenario público local, entre 1856 y 1890. En efecto, Sedran analiza los
comportamientos concretos que fueron definidos como nocivos para el orden
urbano en el período mencionado, identifica los actores sociales a los cuales
eran adjudicados y estudia las acciones y medidas concretas impulsadas para
ordenarlos en los espacios comunes de la ciudad. Este enfoque le permite
indagar sobre el sentido que le daban a esas acciones los diferentes sujetos
que integraban la sociedad santafesina y penetrar en el opaco territorio de los
actores subalternos, que fueron los destinatarios de las distintas medidas de
control y disciplinamiento impulsadas por la elite local.
Se
trata de un trabajo riguroso, que recupera un profuso corpus de fuentes,
procedentes de acervos documentales que hasta el momento no habían sido
indagadas. La originalidad de las mismas, y el modo de interpelarlas hacen de
la obra una interesante hoja de ruta instala una serie de mojones clave para
pensar el periodo de formación estatal en contextos situados. En su esfuerzo
por restituirle la voz a los que no tienen voz, la autora analiza fuentes del
Archivo de la Policía de la Provincia de Santa Fe que reponen en forma
fragmentaria -pero no por ello menos elocuente- las emociones de los llamados
“vagos y malentretenidos”. Este colectivo estigmatizado comparte la misma
extracción social del cuerpo de policía, y su arbitraria distinción provoca una
serie de preguntas que encuentran respuesta a lo largo del libro: ¿quiénes eran
“los otros” que construyó la elite de la Santa Fe de la época? ¿cuál fue la
vara utilizada para pensar y demarcar las fronteras entre lo decente y lo
indecente en ese contexto?
De
este modo, la autora instala una reflexión que transvasa las fronteras del
siglo XIX, invitando al lector a revisar algunas aristas clave de la historia
santafesina contemporánea. Esta particularidad responde a la naturaleza misma
de un trabajo que, por una parte, propone una reflexión ampliada sobre la vía
de abordaje teórico metodológico del objeto en cuestión y; por otra parte,
reconstruye las aristas particulares del denominado proceso de modernización de
Santa Fe. Al respecto, comienza por rebatir el sentido común historiográfico
que existe en torno al concepto de orden, y le restituye su dimensión
conflictiva en términos simbólicos y materiales.
Sedran
advierte que, a escala provincial, “no puede pensarse un Estado consolidado
como actor autónomo” para el período en cuestión (Sedran, 2018: 17). Y
puntualiza que el constreñimiento normativo-institucional no alcanza para
explicar las relaciones sociales en la Santa Fe de la época estudiada, donde la
producción social del orden involucraba prácticas violentas que garantizaban la
instalación y continuidad de cierta disposición de las relaciones asimétricas.
En
el primer capítulo, titulado “La cuestión del orden. Representaciones sobre el
orden social en los discursos estatales”, se sientan las bases para interpretar
los capítulos que siguen. Es aquí donde la autora señala a “la Policía” como un
actor institucional clave para estudiar el proceso de construcción de un orden
social local a mediados del siglo XIX. Con este objeto, focaliza sobre la
ebriedad en tanto una práctica conflictiva que adquiere un resonante
tratamiento público. Al respecto, especifica los motivos de su selección:
“Tolerada
relativamente por largo tiempo como parte de un arco de costumbres asociadas a
los hombres de las clases populares, esta de transformó, conforme transcurría
la segunda mitad del siglo, en una de las transgresiones más controladas y se
la definió como la principal causa de violencia dentro de la ciudad” (Sedran,
2018: 23-24).
El
discurso policial formó parte de un andamiaje más vasto, dentro del cual “los
sujetos sospechosos fueron enunciados cada vez más en términos sustantivos”
(Sedran, 2018: 77). En este ámbito, tanto los policías como los contraventores
caían en la ebriedad, aunque el modo de ejercitarla -y de interpretarla-
variaba en función de los sectores sociales a los cuales pertenecían. Por
consiguiente, la identificación del contraventor dependió en primera instancia
de los cánones coloniales heredados, que reproducían pautas concretas de
segregación y clasificación.
El
segundo capítulo se concentra sobre “El otro y la cuestión del orden como
herramientas en otras discusiones de ella agenda social”, y es aquí donde la
autora aborda la elite provinciana se dedicó al tratamiento público del orden
como problema social. En este sentido, señala que “los mayores temores de la
elite respecto del orden y la violencia públicos no se condijeron, en magnitud,
con los delitos efectivamente cometidos -al menos aquellos registrados por la
Policía-” (Sedran, 2018: 189).
Mediante
una exhaustiva revisión de la prensa y de los discursos asociativos y
literarios repone las representaciones sobre el “otro” social que circularon
–como imágenes y textos- entre las damas de beneficencia y en los medios
locales santafesinos. Estas representaciones, que no necesariamente se
alinearon con los discursos estatales, encontraron carnadura en las alocuciones
de las damas de la Sociedad de Beneficencia del Hospital de la Caridad, quienes
identificaron al “otro” en el colectivo integrado por “el mendigo achacoso, el
criminal doliente y la víctima ensangrentada de nuestras disenciones” (ASB,
Memorias, 1885; citado en Sedran, 2018: 87). Estas caracterizaciones fueron
acompañadas de diagnósticos epocales sobre los problemas que atravesaban los
sectores populares, frente a los cuales la elite se proclamaba como redentora.
De hecho, las producciones culturales de la elite participaron activamente en
la configuración de la trama de sentido del orden, tal como lo revela Sedran en
su análisis de las cartas de Viaje de Gabriel Carrasco y otros
documentos.
Las
tensiones entre los discursos de la elite, los discursos estales y las
prácticas sociales en contextos situados nos permiten estudiar al delito como
una construcción social epocal. En concomitancia con ello, el libro nos invita
a indagar explícitamente sobre las “huellas” que dejó el proceso de
institucionalización en la conformación de las relaciones sociales al interior
de la Policía santafesina.
El
tercer capítulo se denomina “Prácticas de control. Mecanismos, sujetos y
coyunturas en la institucionalización de una norma social” y es un ejemplo
acabado de las bondades que ofrece el abordaje cuantitativo de los archivos. A
lo largo del mismo, la historiadora indaga sobre las faltas que fueron más
controladas durante el período estudiado y advierte las escaladas represivas,
con el objeto de:
“reponer
los mecanismos concretos que entraron en juego en el establecimiento de una
nueva norma sobre los comportamientos en los espacios públicos de la ciudad”
(Sedran, 2018: 148).
El
análisis de la conformación del cuerpo de policía en Santa Fe nos introduce en
la realidad de los sectores populares, dado que:
“A
diferencia de la Guardia Nacional, el Ejército y muy especialmente los cuerpos
de la Policía (gendarmes, serenos, partida celadora, piquete de vigilantes y
banda de música) estuvieron integrados por hombres pobres, locales y
procedentes de otras provincias, reclutados o condenados a penas correccionales
y penales” (Sedran, 2018: 153).
El
estudio de las condiciones materiales de existencia de la tropa -por ejemplo,
su vestuario-, habilita interesantes hipótesis sobre el modo en el cual encarnó
el concepto de orden social en un escenario provinciano durante la segunda
mitad del siglo XIX. En este sentido, Sedran nos anima a indagar sobre lo que
implicaba “ser policía” para aquellos sujetos que protagonizaron un acelerado
proceso de transformación de las relaciones sociales al interior de la Policía
santafesina. Las configuraciones identitarias que entraron en tensión en este
proceso nos permiten rebatir la arraigada concepción según la cual Santa Fe
habría atravesado una suerte de “modernidad aldeana” durante este período.
El
cuarto y último capítulo se enfoca sobre “La moral dentro y fuera de la
policía”, para lo cual recupera casos puntuales del centro provincial, que
dialogan con la realidad de la cabecera provincial. San Carlos, Rincón, Rafaela
y otras localidades del interior cobran gravitación propia en un espacio
signado por la institucionalización del cuerpo de policía. La preocupación por
sus integrantes se tradujo en acalorados debates que se concentraron en la
necesidad de controlar y disciplinar a un colectivo que -aunque detentara el
uso de armas del estado- seguía estando conformado por esos “otros” contra los
cuales apuntaba la elite desde los diarios.
El
arco de sentidos construidos en torno del orden durante el período 1856-1890 en
Santa Fe siguió siendo el de la moral. En este marco, la práctica de la
ebriedad -caracterizada “como un flagelo y como fuente primordial de la
violencia social” (Sedran, 2018: 22)- instaló un debate social donde la moral y
los valores decimonónicos dialogaron con herencias de viejo cuño. En
consecuencia, las prácticas concretas de control social y las formas y
dinámicas de su implementación le permiten a la autora aventurarse en el
estudio de los modos de construcción del espacio público santafesino en el
período de formación estatal.
De
este modo, la historiadora consigue inscribir en el campo académico una
pregunta que tiene un cariz eminentemente político: ¿quiénes fueron construidos
como delincuentes durante el interludio estudiado? En efecto, el libro abre un
horizonte de preguntas y expectativas que no quedan agotadas en el siglo XIX,
sino que invitan al lector a repensar los sentidos actuales del funcionamiento
de la institución policial en clave regional. La represión, la moralidad y la
construcción social del delito se anudan en un relato historiográfico que
identifica y visibiliza los debates sobre la construcción de la otredad que
emergieron en el período de formación del estado.