Reseña de Basile, Teresa, Infancias. La narrativa argentina de HIJOS, Villa María, Eduvin, 2019, 297 p.

 

PAULA ZUBILLAGA (IDH-UNGS / CONICET)

Instituto del Desarrollo Humano

Universidad Nacional de General Sarmiento

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas

Los Polvorines, Argentina

paulazubillaga@gmail.com

 

 

Recibido: 14/11/2019 - Aceptado: 05/12/2019

 

 

A partir de un corpus elaborado por la segunda generación de víctimas de la última dictadura argentina -y sobre la base de una extensa bibliografía-, el último libro de Teresa Basile, Infancias. La narrativa argentina de HIJOS, analiza la producción cultural en torno a las infancias atravesadas por el terrorismo de Estado. De esta forma, a lo largo de la obra, ofrece un panorama exhaustivo en torno a distintas experiencias: la infancia clandestina, la apropiada, la huérfana, la educada para ser un “hombre nuevo” y la experimentada por los hijos de represores.

Para analizar el interesante recorte que realiza, la autora utiliza conceptos provenientes del psicoanálisis, la crítica literaria, la historia, la filosofía y los estudios de memoria. De esta manera, destacan autores clásicos como Agamben, Arendt, Benjamin, Didi-Huberman, Freud, Habermas, Halbwachs, LaCapra, Levi y Semprún, a los cuales recurre para abordar el eje fundamental de la obra: ¿Qué nos puede decir la producción de HIJOS sobre nuestro pasado reciente? ¿Qué memorias construyen? ¿Qué figuras están presentes?

El volumen, dividido en siete capítulos, explora las producciones culturales de HIJOS en torno a las experiencias de la infancia bajo la dictadura, caracterizadas por una voluntad de apresar lo real. De este modo, la autora intenta recuperar la capacidad de la literatura para explorar las significaciones de dicha experiencia directa: el secuestro de los padres delante de ellos, el allanamiento de sus casas, las mudanzas, la clandestinidad, el nacimiento en cautiverio, la apropiación, etc.  

El primer capítulo, “Las narrativas de la memoria en H.I.J.O.S e HIJOS/AS”, da cuenta de los dos modos de institucionalización de esta segunda generación: la creación de la agrupación H.I.J.O.S y la constitución de un campo cultural autónomo. Para analizar a esta generación, piensa en tres anillos: en el centro se encontraría la agrupación, rodeados de hijos de víctimas de la represión que no la integran y por último, quienes no han tenido padres que fueran víctimas de la última dictadura, pero que se manifiestan en tanto “coetáneos”. La autora se pregunta por las memorias de esta segunda generación, tensada entre la propia memoria -la experiencia vivida, propia- y la memoria de los padres -la memoria heredada de la primera generación-, lo que da lugar a distintos posicionamientos en el presente. Al mismo tiempo, indaga en la tensión entre la posición identitaria de ser “hijo de” y el rol de escritor que se decide asumir.

En este capítulo inicial, la autora distingue tres matrices en la producción cultural de HIJOS: la humanitaria, la política-revolucionaria y la familiar. La primera funciona como base de un reclamo ético y jurídico y la segunda para recuperar un legado de lucha, mientras que la tercera articula la política con la afectividad. En esta línea, Basile considera que las dimensiones afectivas del universo familiar, son protagónicas en las perspectivas sobre las experiencias de las infancias bajo la dictadura que esta segunda generación vuelca en sus obras, constituyéndose de esta forma en uno de los mayores aportes de la producción cultural de HIJOS. 

En este apartado, la autora señala además dos etapas en la producción de la segunda generación -aunque ciertas creaciones desordenen este trazado-: Una primera caracterizada por la necesidad y voluntad de testimoniar, y una segunda en la cual se desvían de esa pulsión e introducen el uso de la ironía, la parodia, la burla, el sarcasmo, lo onírico, la ficción, el humor y la incorrección política. En esta línea, analiza Ni el flaco perdón de Dios: hijos de desaparecidos (1997) como el inicio literario de HIJOS a partir del testimonio y, por otro lado, da cuenta de algunas producciones -como las de Mariana Eva Pérez y Verónica Sánchez Viamonte- que interfieren la pulsión testimonial con otros discursos, géneros y estéticas como características de la segunda etapa, en la que pareciera que el dilema central son los límites y las posibilidades de representar el horror. 

En el segundo capítulo, “Infancia educada: el niño nuevo”, la autora explora las experiencias educativas de hijos de militantes de la izquierda chilena y argentina en Cuba. A partir de dos documentales y un libro, la autora nos introduce en el concepto de niño sostenido en estos proyectos piloto de educación enmarcados en una propuesta mayor de transformación de la sociedad. De esta forma, por un lado, analiza el documental El edificio de los chilenos (2010) dirigido por Macarena Aguiló y Susana Foxley, para acercarse a las representaciones sobre el niño en el Proyecto Hogares, surgido cuando el Movimiento de Izquierda Revolucionaria organizó el Operativo Retorno a Chile de sus militantes en el exilio. La autora resalta para esta experiencia la reconversión de la “familia revolucionaria” en una “familia social”, y la educación de los niños entendida como una “formación integral” en los valores del socialismo y el desarrollo de capacidades para resistir a los mandatos del capitalismo. Así, a las imágenes del “niño adulto” y “niño militante” presentes usualmente en los textos de HIJOS, se suma la del “niño guerrillero”. De esta forma, el “niño nuevo” exhibe el cruce problemático entre el universo íntimo de la familia y el espacio de la política.

Por otro lado, en este capítulo analiza la experiencia de hijos de militantes de Montoneros en Cuba a partir del libro La Guardería montonera: La vida en Cuba de los hijos de la Contraofensiva (2013) de Analía Argento y, en menor medida, la película La guardería (2016) de Virginia Croatto. Destaca del primero la configuración de la imagen de una “madre heroica”, a la vez que no se ocultan los problemas, conflictos y dolores de los niños. La autora señala que existen puntos de contacto con el documental chileno, con la diferencia particular que esta propuesta liga el pasado (la derrota) con el presente (el renacimiento de los ideales) en el que “los niños de la guardería” son ahora adultos militantes.

El capítulo siguiente, “Infancia clandestina: un mundo escindido”, explora esa experiencia particular a partir de las representaciones que realiza el libro Kamchatka (2003) de Marcelo Figueras, el film del mismo nombre de Marcelo Piñeyro, el film Infancia clandestina (2012) de Benjamín Avila, y los libros La casa de los conejos (2008) de Laura Alcoba, Una muchacha muy bella (2013) de Julián López y Pequeños combatientes (2013) de Raquel Robles. Estas obras tienen en común el protagonismo de un niño, su mirada y su voz, un niño rodeado de peligros, de secretos y de silencios a medias. Las figuras que están más presentes en estas producciones son las del “niño sacrificado” y la del “niño salvador”. El apartado da cuenta así del desafío de vivir en un mundo escindido entre la militancia -la verdad que debe permanecer en secreto- y la cotidianeidad -en apariencia normal, pero llena de simulaciones y mentiras-. De esta forma, los conflictos en el interior de ambos espacios se vuelven un principio constructivo importante en estas producciones, cuyas propuestas van desde la incompatibilidad a la armonía. Otra característica de las producciones sobre la “infancia clandestina” es la doble posición que ocupan los padres, como militantes y como víctimas, evidente en las estructuras argumentales y las secuencias de las obras, que suelen iniciar con el paso a la clandestinidad por parte de la familia, y finalizar con la desaparición de alguno -o los dos- padres.

“Infancia huérfana” es el cuarto capítulo y se centra en el análisis de dos textos de Félix Bruzzone, Los Topos (2008) -su primera novela- y el libro de cuentos 76 (2008). Según Basile, dicho autor aborda una instancia de la “orfandad suspendida” que abarca las secuelas traumáticas que ha dejado la desaparición en los niños, una orfandad que necesita “encontrar” para atravesar el duelo y cerrar una etapa. En la narrativa de Bruzzone, la pulsión de búsqueda es central, se trata de una búsqueda inevitable e ineludible, marcada por límites y peligros, que puede terminar en fracaso, pero que es encarada con expectativa. Examina a su vez diversas figuras de “hijos”, el trastorno de los roles parentales, el desacomodo identitario y las fisuras filiatorias, así como el miedo y el silencio que padecieron los niños. Basile advierte así sobre el desplazamiento y la confusión en los vínculos en los escritos del autor, que llevan incluso al acecho del incesto en su primera novela.

El capítulo siguiente, “Infancia apropiada”, analiza la experiencia de la vida de niños junto a sus apropiadores y la restitución de la identidad -cuando la hay-, articulando dimensiones identitarias, jurídicas y psicoanalíticas. Es evidente que la apropiación supone la destitución del nombre, la identidad, la familia, los lazos, la historia e incluso del lugar en la sociedad, y no es menos cierto que la restitución articula una extensa labor del campo psicoanalítico, genético, jurídico, e incluso político y social. Para dar cuenta de esta problemática específica, Basile realiza un recorte de la vasta producción que rodea al tema y da cuenta, entre otros, de ¿Quién te crees que sos? (2012) de Ángela Urondo Raboy, Diario de una Princesa Montonera -110% Verdad (2012) de Mariana Eva Pérez y Nacidos en la sombra (1996) de Andrea Rodríguez. En este apartado enmarca la práctica sistemática de apropiación de menores dentro del contexto de la Guerra Fría en el Cono Sur y la Doctrina de Seguridad Nacional, en el que la apropiación de los hijos de “subversivos” adquirió un motivo ideológico, a la vez que se observan las diferencias del caso argentino con la experiencia de la España franquista. Asimismo, se señalan las marcas en la subjetividad, la psique y el cuerpo que deja la apropiación, como los trastornos de aprendizaje y las dificultades para integrarse socialmente, entre otros problemas. La autora da cuenta de la variedad de perspectivas de los hijos-nietos sobre su experiencia durante la apropiación y la restitución, que van desde un rechazo y negación inicial, pasando por el miedo, el dolor, la culpa, el sentimiento de deuda, de traición, hasta la reparación y el reconocimiento de una “verdadera” identidad que se encontraba oculta. Basile señala que al recibir la noticia se entra en un “entre-tiempo” -entre dos filiaciones, dos pertenencias, dos historias, dos vidas- caracterizado por la elaboración, la reflexión y las dudas, por lo que el momento en que se produce el proceso condiciona en gran medida la respuesta. El apartado da cuenta también de historias incómodas o perturbadoras, los casos no resueltos y los fracasos en una búsqueda atravesada por las ausencias, las esperas, los conflictos y las decepciones.

“Infancias violentas. Los relatos de los otros hijos” es un capítulo en el cual la autora se acerca a la experiencia de los hijos de represores y colaboradores de la última dictadura. Analiza en particular tres producciones Papá (2003) de Jeanmaire, Una misma noche (2012) de Brizuela y Soy un bravo piloto de la nueva China (2011) de Semán. En este apartado Basile se pregunta si los hijos de militares y policías han corrido los límites de la representación, si estamos frente a nuevas voces y qué otras historias cuentan, al tiempo que señala la notable visibilidad que han obtenido en los últimos años. Esta experiencia peculiar, se encuentra tensada entre aquellos que acusan a sus padres y aquellos que los defienden -oscilando entre la ética, el amor y la traición-, por lo que la autora se pregunta además por los trabajos de memoria que llevan a cabo. A diferencia de los otros textos analizados a lo largo del libro, aquí los hijos deben lidiar con el padre militar, el padre perpetrador. Da cuenta así, que quienes acusan a sus padres atraviesan un complejo proceso en el que quedan atrapados en una doble condición, como “traidores” para la familia y como “héroes” para la sociedad, capaces de aportar a la verdad de lo sucedido. Por su parte, quienes los defienden, no constituyen un grupo homogéneo y van desde posturas radicales a otras más moderadas. En esta experiencia, aparecen las figuras del “padre represor”, el “padre golpeador”, el “padre perejil” y el “padre salvador”, a la vez que se introduce la del “hijo plurifiliado”.

“Pasado en presente”, el último capítulo del Infancias, gira en torno al sentido que los HIJOS le otorgan a la desaparición de sus padres desde el presente, los relatos que configuran en sus textos y las estéticas que privilegian. En esta sección la autora retoma algunas producciones culturales mencionadas en otros capítulos del libro y señala que en el trabajo de construcción de las diversas respuestas -lo “irrepresentable” del desaparecido, la “ficción recuperadora”, el impulso de “resucitarlos”- surgen padres más “cotidianos” y menos “heroicos”. Frente a las primeras representaciones de los desaparecidos -las fotos, las siluetas-, Basile se pregunta por el aporte peculiar de esta segunda generación, que indagó en el universo privado y rescató la militancia de los padres. La autora señala aquí que existen dos perspectivas de acercamiento a los padres desaparecidos, las cuales no son excluyentes: Por un lado, la figura del desaparecido como inabordable e inalcanzable y, por otro lado, propuestas que intentan ocupar el vacío producido por la desaparición. El caso más paradigmático es Arqueología de la ausencia (1999-2001) de Lucila Quieto, con su propuesta de fotomontajes de encuentros imposibles. Estas fotografías juegan, de esta forma, entre la ausencia y la presencia, entre el pasado y el presente. 

Debe destacarse que a lo largo de la obra Basile señala muy bien las tensiones que se encuentran en las producciones de esta segunda generación entre el amor, el respeto y la admiración por sus padres y sus luchas políticas, frente a un reclamo por el abandono sufrido, por priorizar los ideales revolucionarios, proyectándose en varios textos el deseo de una familia íntegra siguiendo el modelo tradicional. Asimismo, refleja el cruce entre dos matrices en juego, el discurso de los derechos humanos y la lucha política de los años setenta, que da lugar a una tensa convivencia entre el desaparecido como víctima y como militante. Infancias demuestra además que el desafío central de la generación de HIJOS ha sido la disyuntiva entre quedar atrapado en la búsqueda interminable de los padres, quedar amarrado al pasado y perpetuarse como “hijo”, o bien proyectar un futuro desde el deseo de una vida propia, lo que no quiere decir que no existan puentes o convivencias -aunque difíciles- entre ambos polos. 

Si bien la autora no contempla la experiencia de la infancia en el exilio, la de padres en prisión ni la de padres sobrevivientes, el libro deja en evidencia que la última dictadura argentina tuvo profundas y disímiles consecuencias sobre la infancia. En esta línea, en las producciones de HIJOS analizadas en la obra, están presentes diversas figuras de esa infancia: el “niño adulto”, el “niño militante”, el “niño guerrillero”, el “niño nuevo”, el “niño sacrificado”, el “niño delator”, el “niño salvador”, el “niño huérfano”, el “niño víctima”, el “niño testigo” y el “niño apropiado”. Así como aparecen distintas formas de padres -“padres heroicos”, “padres víctimas”, “padres represores”, “buenos/malos padres”-, y de familia: la “familia revolucionaria”, la “familia militante”, la “familia social” y la “familia rota”. Asimismo, está presente la figura del “hijo heredero” del legado de sus padres, cuya máxima expresión sería participar activamente en la agrupación H.I.J.O.S. De esta forma, la mayor virtud del libro es dar cuenta de la multiplicidad de experiencias por las cuales atravesaron los hijos de las víctimas de la represión -y los hijos de represores- durante la última dictadura argentina, y la capacidad de la literatura, el arte y la cultura en general de aproximarse a las mismas para comprenderlas mejor.