Contenciosa, Año VIII, nro. 10, 2020 - ISSN 2347-0011
RADICALIZACIÓN POLÍTICA EN EL CAMPO DE LA DERECHA: LA CONCENTRACIÓN NACIONAL UNIVERSITARIA (CNU) Y LA REPRESIÓN PARAESTATAL EN EL GRAN LA PLATA ANTES DEL GOLPE DE ESTADO.
RIGHT WING’S POLITICAL RADICALIZATION: THE CONCENTRACIÓN NACIONAL UNIVERSITARIA (CNU) AND THE PARAESTATAL REPRESSION IN THE GREAT LA PLATA BEFORE THE COUP D’ETAT.
JUAN LUIS CARNAGUI (IdIHCS/FaHCE-UNLP)
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Universidad Nacional de La Plata
Ensenada, Argentina
Resumen:
El recorrido realizado por la CNU desde sus orígenes, en 1965, hasta que el último grupo de la organización fue desactivado, en abril de 1976, permite visualizar el camino que la llevó de la militancia universitaria, en el peronismo de derecha, a la represión paraestatal. A lo largo de este artículo se analizan, desde una perspectiva local, los elementos que permitieron dicho tránsito en una clave que combina las particularidades propias de la organización con el impacto del proceso de radicalización política característico de la época que repercutió, también, en la tradición de derecha. Buscamos poner de relieve el peculiar modo mediante el cual la CNU se incorporó al entramado represivo paraestatal. Lejos de proponer una generalización a partir de esta experiencia, este trabajo pretende complejizar la trama de actores de la época, permitiendo, al mismo tiempo, visualizar las singularidades locales de las acciones represivas desarrolladas por el grupo.
Palabras claves:
Paraestatal - CNU – Represión - Peronismo - Derecha
Abstract:
The trajectory made by the CNU from its origins, in 1965, until the last active group of the organization was deactivated, in April 1976, allows us to visualize the path that led from university militancy in the Peronism right wing to parastatal repression. In this article we analyze, from a local perspective, the elements that allowed this transit in a key that combines the particularities of the organization with the impact of the process of political radicalization characteristic of this period, which also had an impact on the right-wing tradition. In turn, we seek to highlight the peculiar way in which the CNU joined the parastatal repressive plot. Far from proposing a generalization based on this experience, this work aims to complex the the map of political organizations allowing, at the same time, to visualize the local peculiarities of the repressive actions developed by the group.
Key words:
Paraestatal - CNU - Repression - Peronism - Right
Recibido: 23/04/2020 - Aceptado: 27/06/2020
RADICALIZACIÓN POLÍTICA EN EL CAMPO DE LA DERECHA: LA CONCENTRACIÓN NACIONAL UNIVERSITARIA (CNU) Y LA REPRESIÓN PARAESTATAL EN EL GRAN LA PLATA ANTES DEL GOLPE DE ESTADO.
JUAN LUIS CARNAGUI (IdIHCS/FaHCE-UNLP)
Atravesada por el ajetreado clima político reinante, la historia de la CNU exhibe un tránsito paradójico. Nacida en La Plata a mediados de los ’60 como resultado de la ruptura dentro del grupo platense de Tacuara, se definió desde sus inicios como una organización peronista y universitaria. Caracterizada por su original simbiosis entre nacionalismo de derecha y peronismo, su recorrido, sinuoso, la posicionó, en los primeros años de la década del ’70, dentro del entramado de organizaciones que desplegaron parte del accionar represivo paraestatal. Su trayectoria pone de manifiesto el profundo impacto del proceso de radicalización política que afectó, también, al campo de la derecha. Como resultado de ello, la CNU emergió como una de las primeras organizaciones peronistas que, proviniendo del seno de la derecha tradicional, pero rompiendo con ella, propuso una militancia novedosa orientada hacia una práctica política radical y un horizonte político igualmente radicalizado. Dicho de otro modo, la CNU se presentó, desde sus inicios, como una organización peronista universitaria cuyo modo de intervención consistió en la acción directa violenta con el propósito de promover una revolución nacionalista-peronista para “refundar la Nación” y acabar con la “sinarquía”. En el marco de esta conceptualización general, nos proponemos indagar específicamente un fenómeno poco estudiado hasta el momento, a saber, cómo, cuándo y de qué modo la CNU se integró al engranaje de la represión paraestatal. Para ello, en primer lugar, examinaremos brevemente los orígenes y la consolidación del grupo. Luego, en segundo lugar, nos adentraremos en los últimos años de su trayectoria, vitales para analizar esta cuestión en particular.
El “Gran La Plata”, entendiéndose por esto la propia ciudad de La Plata y sus áreas periféricas, pero también Ensenada, Berisso, e incluso las zonas lindantes del conurbano bonaerense, conforman el marco espacial abordado en el artículo. La reconstrucción de la trayectoria político organizacional desarrollada por la CNU implica un análisis pormenorizado del escenario platense, en especial, pues fue un fenómeno que se desplegó –por momentos exclusivamente– en este espacio. Pero también la apuesta por una perspectiva metodológica de escala local permite poner de relieve algunos elementos significativos. En primer lugar, el seguimiento de la trayectoria de la CNU permite tensionar algunos “saberes cristalizados” que, generados a partir de lógicas y dinámicas eminentemente circunscriptas a la ciudad de Buenos Aires, han establecido cronologías y propuesto articulaciones entre actores diversos con la ambición de trazar, a partir de ello, las coordenadas centrales de cierta “historia nacional”.1 En segundo lugar, y vinculado a lo anterior, su análisis minucioso contribuye a reponer el cuadro mayor de las militancias políticas de la época desde el estudio profundo de sus particularidades, sin que ello implique el desentendimiento respecto a otras escalas de análisis mayores, o bien de otras dinámicas que exceden la escala local. Finalmente, en tanto la CNU articuló con las acciones de la represión paraestatal, su abordaje en perspectiva local arroja información valiosa para comprender las variaciones y las particularidades propias de este proceso en el escenario del Gran La Plata.2 Este aspecto en particular, cobra un sentido denso en tanto, como lo vienen exhibiendo los estudios sobre la represión, existió una diversidad sorprendente en la aplicación de los planes represivos, antes y durante la última Dictadura. Estas variaciones, como señala Gabriela Águila, estuvieron condicionadas por:
“la experiencia adquirida por las fuerzas de seguridad y los agentes involucrados en la lucha antisubversiva en los años previos al golpe, la participación de las distintas fuerzas represivas y de seguridad, las tramas que las articularon, sus tensiones y su mayor o menor grado de autonomía, los dispositivos utilizados, las diversas vinculaciones entre la dimensión legal-reglamentaria y las prácticas ilegal-clandestinas, el perfil de quienes comandaron la 'lucha antisubversiva', así como temporalidades diversas.”3
De este modo, el estudio de la trayectoria de la CNU y sus militantes reviste una trascendencia ineludible a la hora de reponer los principales rasgos asumidos por el proceso represivo en el Gran La Plata, así como para complejizar el estudio de la trama que vinculó a civiles y militares en el despliegue de la represión paraestatal.
Los jóvenes del nacionalismo platense comenzaron a operar desde 1958 un proceso de activación sorprendente. La “Laica o Libre” fue el hito que signó este nuevo momento puesto que, al calor del conflicto, el pequeño y fragmentario grupo del nacionalismo juvenil emergió con un ímpetu renovado.4 Desde entonces, la disputa por el espacio público y las acciones directas, muchas veces violentas, conformaron parte de los rasgos salientes de este colectivo de militancia, rasgos que cobraron entidad con el surgimiento de “Tacuara Comando La Plata”.5
Los espacios de sociabilidad del campo nacionalista fueron igualmente importantes. El más saliente y amplio a la vez, en tanto allí circulaban las distintas vertientes del nacionalismo, fue la casa Arana.6 El otro ámbito, mucho más restringido, lo conformaba el Instituto de Cultura Clásica Cardenal Cisneros creado por Carlos Disandro.7 Este último en particular, a inicios de la década del ’60, se transformó en un refugio para un sector particular del Comando Tacuara. Ello se debió a que, dentro de las filas de Tacuara, se fueron cristalizando dos fracciones antagónicas. Una de ellas, encabezada por Horacio Ponce de León, propugnaba un nacionalismo elitista y fuertemente antiperonista. El otro sector, en el que destacaban Félix Navazo y Patricio Fernández Rivero, proponía un acercamiento al peronismo. En 1964 las tensiones entre ambos grupos terminaron por fracturar el Comando platense y el sector peronista encontró su reducto principal en el Instituto dirigido por Disandro. El peronismo fue el elemento que consolidó el vínculo entre estos jóvenes y el propio Disandro posibilitando, de este modo, el encuentro fundamental para la formación embrionaria de la CNU.8
A partir de 1965 podemos distinguir una segunda etapa que inicia con el surgimiento de la organización. Los primeros pasos de la CNU no lograron trascender el Instituto Cisneros. Por entonces, sus acciones se centraron en el armado de una red de vínculos empleando las publicaciones del IC y las conferencias de Disandro como una herramienta para entablar nexos con otras agrupaciones. Dos años más tarde, en 1967, podemos encontrar la primera iniciativa de militancia en la UNLP. Una serie de volanteadas realizadas en distintas facultades fue detectada por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA).9 Sin embargo, incluso cuando las acciones violentas comenzaron a despertar el interés de la prensa local, la CNU era desconocida y en los periódicos se hacían referencias genéricas a grupos del “tipo Tacuara”. Los ecos de la causa judicial originada ante los altercados en la Facultad de Arquitectura en 1968, permiten descifrar la presencia de sus militantes. En la misma, caratulada como “amenazas, intimidación pública, instigación a cometer delitos, asociación ilícita y ostentación de armas de fuego” eran imputados los principales referentes de la CNU: “Martín Salas, Patricio Fernández Rivero, un individuo apellidado Navaso (sic), ‘Bocha’ y cuatro personas más”10. Pero, aunque desconocida, el surgimiento de la organización evidenció rápidamente indicios sobre su crecimiento, en especial, cuando en agosto de 1971 se lanzó la filial de la CNU en Mar del Plata.11
En diciembre de 1971, a pocos meses de su lanzamiento, el grupo marplatense irrumpió a los tiros en una asamblea en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Provincial de esa misma ciudad. Silvia Filler fue la primera víctima que se cobró el accionar de la CNU. A raíz de este hecho, la sigla con la cual era conocida la organización comenzó a circular ampliamente en la prensa nacional al tiempo que, también, comenzaron a resonar los ecos que hacían referencia a la violencia característica de la organización.12
Entre fines 1971 y mediados de 1973 la CNU experimentó un momento de retracción. Las investigaciones que se iniciaron como consecuencia del asesinato de Filler obligaron a la organización a bajar el perfil.13 En este contexto adverso, la vuelta a la política partidaria iniciada con el lanzamiento del Gran Acuerdo Nacional supuso, a su vez, un obstáculo difícil de superar para la CNU. Parte de este escollo se originaba en la propia postura construida por la organización que rechazaba la política partidaria a contramano de su predilección por la política de la acción directa violenta. A ello hay que sumar algunos condicionamientos estructurales, como el reducido tamaño del grupo y su escaso arraigo territorial. Sin embargo, en medio de este momento de retracción también supo consolidar un vínculo que le permitió asumir una dimensión gravitante en los años siguientes. Por estos años, la articulación de la CNU con la Rama Sindical del peronismo dio cuerpo a un cartel político-sindical que desde junio de 1973 desplegaría una ofensiva sorprendente contra los sectores de la izquierda peronista. Esta apuesta estratégica de articular con ciertos espacios del sindicalismo peronista, en especial con la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y la Confederación General de Trabajadores (CGT), respondía a una serie de vínculos profundos –tanto organizacionales como ideológicos– que facilitó el encuentro entre espacios políticos diferentes. Rucci, quien apradrinara a la CNU, fue uno de los puentes que facilitó esta articulación. En medio de las tensiones de la interna partidaria, que marginó momentáneamente a la Rama sindical, se fortaleció esta red de nexos permitiéndole, más tarde, emerger con un dinamismo renovado. La trama que vinculó a la CNU con otras organizaciones políticas y sindicales creció y se consolidó en torno a un objetivo común: desplazar, por las vías que fuesen necesarias, a quienes postulaban un peronismo de corte revolucionario.
Los sucesos producidos el 20 de junio en Ezeiza marcan el inicio del último momento que podemos distinguir en la trayectoria de la CNU. Los ataques en las inmediaciones del aeropuerto durante el acto de bienvenida a Perón fue el puntapié inicial de la avanzada del cartel. Esta se agudizó tras el asesinato de Rucci, en septiembre de ese mismo año. Desde entonces, la ofensiva adquirió un grado de explicitación notorio con la difusión del “Documento Reservado”14 y el llamado a la “depuración” del peronismo15 que impulsó, a lo largo y ancho del país, otras experiencias represivas.16 En este contexto, la CNU persiguió el objetivo de “depurar” el espacio universitario platense. Entre finales de 1973 y a lo largo de 1974, su accionar fue evidenciando algunos rasgos novedosos. En primer lugar, sus ataques ampliaron el espectro en tanto el objetivo de los mismos se dirigió hacia la militancia de las organizaciones de la izquierda marxista, pero también contra el peronismo revolucionario. En segundo lugar, vinculado a lo anterior, desde 1973 quedó en evidencia que sus acciones buscaban desarticular el proyecto de universidad encabezado por la gestión del entonces presidente de la UNLP, Rodolfo Agoglia”.17
En paralelo a ello, una serie de acontecimientos condicionaron sustantivamente la trayectoria de la CNU. Entre junio y agosto de 1974, la organización perdió a los tres referentes históricos que la habían comandado, Patricio Fernández Rivero, Félix Navazo y Martín Salas. El primero se alejó debido a las heridas sufridas en un accidente automovilístico, mientras que los últimos dos murieron en operaciones realizadas por Montoneros en su contra. Ante la vacancia originada por esta situación, una camada más joven hegemonizó la dirección del grupo. La mayor parte de ellos conformaban, aunque solo fuese un sello ficticio, la Concentración Nacional de Estudiantes Secundarios (CNES). Con ella la CNU había buscado sin éxito hacer pie en las escuelas secundarias de la ciudad. Sus principales miembros eran Juan José Pomares, Antonio Agustín Jesús, Néstor Omar Causa, Gustavo Fernández Supera, y el más joven, que terminaría asumiendo un rol preponderante, Carlos Ernesto Castillo, más conocido por su apodo: el Indio.18
La “paraestatalidad”, por sus características específicas y por su fisonomía clandestina, se presenta como un fenómeno difícil de aprehender. Peter Waldman la había definido hace un tiempo como “la amenaza y uso ilegal, y generalmente clandestino, de la violencia a través de los organismos estatales con el objeto de consolidar las relaciones existentes de poder, de proteger el orden político-social contra una amenaza real o supuesta”19. Por estas razones, analizar esta cuestión particular presenta algunos problemas que complejizan el análisis de los tiempos y los modos mediante los cuales la CNU se vinculó a la estructura de la represión paraestatal.20 Sin embargo, a pesar de los obstáculos del caso, puede reseñarse un camino y algunos hitos a lo largo del mismo que ponen en evidencia notorias transformaciones tanto en el modo que operaba la CNU como en el resultado de sus acciones. En paralelo a ello, las trayectorias individuales de sus militantes también evidencian algunas novedades a tener en cuenta. Dicho de otro modo, podemos encontrar, a partir de 1974, tres indicadores concretos que ponen de relieve el entramado paraestatal, a saber, un ritmo creciente de acciones, una avanzada también en la radicalidad en los modos en que estas se desarrollaban –con un claro correlato en el saldo de víctimas– y, finalmente, el vínculo directo de los integrantes de la CNU con las instituciones de la provincia de Buenos Aires.
En este apartado ahondamos en este último aspecto. La incorporación sistemática de militantes de la CNU a la estructura del estado bonaerense inició a comienzos de 1974, una vez que Victorio Calabró asumió la gobernación de la provincia de Buenos Aires. El expediente judicial originado a raíz de la detención del grupo, en abril de 1976, permite constatar las designaciones de sus militantes. Un ámbito predilecto lo conformó el Hipódromo, puesto que allí coincidían intereses de la organización y del propio gobernador. Mientras la CNU buscaba disciplinar a un conjunto de trabajadores contestarios, en especial a la dirigencia gremial, el gobernador buscaba hacerse con los recursos de la caja del Hipódromo.21 Allí fueron designados Ricardo Oscar Calvo,22 Martín Osvaldo Sánchez, quien además se desempeñó entre 1975 y 1976 en la Cámara de Senadores,23 Juan Carlos Gomila,24 y Antonio Agustín Jesús, “Tony”. Este último en particular, según él mismo detalla, “desempeñaba un cargo de responsabilidad y alta jerarquía que demandaba mucho tiempo de atención.”25 En el Ministerio de Economía ingresó José Marcelo López, quien ocupó el puesto vacante tras el fallecimiento de su padre. 26 Otro activo integrante de la banda, Juan José Pomares, trabajaba en el mismo lugar. Pipi, como lo llamaban, había ingresado con la gestión Calabró y se desempeñó en esa dependencia hasta su detención en 1976.27 Otros dos integrantes ocuparon cargos en otras dependencias. Omar Quinteros lo hacía en el Instituto de Previsión Social,28 mientras que Carlos “el indio” Castillo cumplía funciones administrativas en la Dirección de Rentas. El perfil de Castillo resulta particularmente interesante. Referente del grupo más activo de la CNU por estos años, “el indio” había completado el secundario en el Liceo Militar del cual egresó como subteniente de reserva. Al momento de su detención reconocía que “tenía alma de milico”29 y que había iniciado su militancia política al ingresar en la Universidad alegando que había “sido educado en principios nacionales y católicos”.30
Por fuera de la órbita provincial, la UNLP fue otro bastión en el cual varios integrantes jugaron un rol protagónico, en especial en los colegios dependientes de ella. A partir de 1975, cuando la casa de altos estudios reabrió sus puertas luego de la intervención originada tras los asesinatos de Rodolfo Achem y Carlos Miguel en octubre de 1974 –sobre los que nos explayaremos más adelante–, la banda comandada por Castillo aprovechó el contexto favorable para ingresar a la universidad. El mismo “Tony” Jesús, a la vez que trabajaba en el Hipódromo, hizo lo propio como preceptor en el Colegio Nacional.31 Allí mismo ingresó Gustavo Guillermo Fernández Supera. Ambos eran compañeros en el Instituto Terrero, donde habían comenzado a estudiar Historia. El contraste entre la reivindicación de su identidad como militantes universitarios y sus recorridos académicos en una institución privada, católica y dependiente del arzobispado de La Plata, ameritó una aclaración de los propios actores. Mientras Antonio Jesús había comenzado inicialmente la carrera de Historia en la UNLP, pero la había abandonado –decía– puesto que “Humanidades estaba muy politizada y era un desastre”, Fernández Supera, por su parte, afirmaba que había abandonado sus estudios en Arquitectura en el primer año dado que “había posiciones políticas que no compartía”.32 Este último no hacía referencia, sin embargo, a su participación en el atentado registrado en esa Facultad en noviembre de 1973 durante las elecciones estudiantiles, a raíz del cual se instó a las autoridades a expulsar a los estudiantes responsables del mismo.33 Mientras tanto, en otro de los tradicionales colegios de la UNLP, el Liceo Víctor Mercante, fueron varios los integrantes de la CNU, o en su defecto personajes estrechamente vinculados a la organización, los que fueron nombrados como preceptores a partir del 1 de marzo de 1975. Entre ellos se destacana Jorge Disandro, hijo del mentor ideológico de la organización,34 Néstor Causa,35 Ricardo Walsh36 y Nora Fiorentino,37 viuda de Martín Sala y casada en segunda instancia con el propio Castillo.
Ahora bien, el vínculo laboral con la estructura provincial constituye tan solo uno de los rasgos característicos del accionar paraestatal. Los otros dos indicadores, el incremento en sus actos violentos, por un lado, y la creciente radicalidad en los modos en que estos eran realizados, por el otro, comenzaron a hacerse evidentes en la segunda parte del 1974. El mojón inicial del terror platense se inició en agosto de ese año cuando el grupo de Castillo asumió las riendas de la CNU tras el asesinato de Martín Salas, el último de los dirigentes históricos de la organización que se encontraba activo.
El primer paso del grupo fue inmediato. La noche siguiente al asesinato de Sala recorrieron la ciudad con el propósito de secuestrar a cinco militantes vinculados a la JP platense. El “cinco por uno” con el que se propusieron vengar a su referente se vio frustrado puesto que Reyna Diez, la por entonces decana de la Facultad de Humanidades, se encontraba de viaje y no puedo ser secuestrada por la banda. No tuvieron la misma suerte Horacio Irineo Cháves y su hijo Rolando, –padre y hermano respectivamente de Gonzalo Cháves, uno de los destacados dirigentes de la JP local– Luis Macor y Carlos Pierini, también militantes de ese espacio.
Estas acciones inauguraron un nuevo período signado por un cambio profundo en los modos y los resultados de las acciones de la CNU. Desde entonces, el secuestro y asesinato constituyó el estilo predilecto utilizado por la organización forjando, de este modo, el nuevo canon del accionar represivo paraestatal. Ello obedecía a elementos estructurales que fueron orientando a la CNU en esta dirección, también a que los perfiles de quienes quedaron al mando solo podían contribuir a acrecentar su carácter pistolero. Por otra parte, no debe perderse de vista que ello se profundizó en tanto el contexto de la época y los vínculos históricamente construidos por la organización contribuyeron a potenciar este aspecto.
Desde entonces, la CNU puede ser comprendida como una banda paraestatal en tanto los tres indicadores mencionados con anterioridad comenzaron a funcionar en conjunto. Así, el lento proceso de vinculación laboral a la estructura del estado provincial iniciado en enero de 1974, articuló, desde agosto, con un modo y un resultado crecientemente radicalizado en sus acciones.
Esto se puso nuevamente de relieve con los asesinatos de Rodolfo Achem y Carlos Miguel cometidos por el grupo en octubre de 1974. Este caso particular, que provocó una fuerte repercusión en tanto ambos eran funcionarios de la UNLP, advirtió que el cambio en el modo en el que operaba la CNU se había consolidado definitivamente. Al secuestro y asesinato deben agregarse las intimidaciones públicas que recibieron previamente. A comienzos de años, la CNU había panfleteado los alrededores del edificio del Rectorado con unos volantes que advertían: “Dijo Perón: ‘ante el peligro público todo hombre es beligerante’. Al peligro público (Agoglia, Achem y sus alcahuetes de JUP, ERP, etc.) le advierte el pueblo que cuando se acaba truena el escarmiento”.38 Más tarde, unos días antes de su asesinato, Achem fue públicamente amenazado en una asamblea en la Universidad por Juan José Pomares, Gustavo Fernández Supera y Gastón Ponce Varela,39 al grito de “turco, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”.40
En los meses finales de 1974, el grupo de Castillo continuó operando, dirigiendo sus acciones contra destacados militantes universitarios. A comienzos de noviembre intentaron secuestrar a quien fuera decano de la Facultad de Arquitectura, Tulio Fornari, y al no encontrarlo hicieron estallar una bomba en su casa.41 Después de poner la bomba en lo de Fornari, la CNU secuestró a Carlos Alberto Fabiolo De la Riva, militante del PRT, quien fue hallado muerto en el Parque Pereyra Iraola.42 Poco más tarde, el 7 de diciembre, en Tolosa, un grupo ingresó a la casa de Enrique Rusconi. Estudiante de Historia y militante del Partido Comunista Revolucionario, Rusconi fue fusilado en la puerta de su casa frente a su familia.43
A partir de 1975 la radicalización de las acciones emprendidas por la CNU se hicieron patentes en tanto ampliaron sus objetivos. A lo largo de ese año, entre las víctimas de la represión ejercida por la organización estuvieron presentes, junto a los militantes universitarios, actores provenientes del mundo del trabajo, así como dirigentes del sindicalismo combativo. Este aspecto tuvo un correlato inmediato en la extensión espacial del despliegue represivo desarrollado por el grupo. Concentradas hasta entonces en la Universidad, La Plata había sido el espacio predilecto en el cual se desplegaba la organización. Sin embargo, en estos últimos años, la represión hacia obreros y sindicalistas hizo virar sus operaciones hacia el cordón industrial del gran La Plata concentrado en Ensenada y Berisso.
Dentro de estas nuevas modulaciones puede enmarcarse la ofensiva contra el ya golpeado gremio de los trabajadores de la UNLP, ATULP, el mismo que había contado entre sus máximos referentes a Rodolfo Achem. La Policía montó un operativo de consideración y, con el pretexto de buscar armas supuestamente guardadas en la sede del gremio, destrozó las instalaciones de su sede. 44. Junto a los policías ingresaron varios miembros de la CNU. Uno de ellos, Héctor Darío Alessandro, lo hizo portando la Disposición Nº 17/75 del Ministerio de Trabajo. En ella, Emilio Jorge Centeno Quiroga, otro integrante del grupo, era designado como Interventor de ATULP.45 Una histórica referente del gremio, Raquel Barreto, reconoció entre quienes participaron del operativo junto a Alessandro y Centeno Quiroga, a Juan José Pomares, el “Tano” Chiarizzia y Carlos Castillo.46
Durante los restantes meses de 1975 la represión contra trabajadores y dirigentes sindicales no cesó. El Hipódromo local, un auténtico bastión de la militancia de la CNU, fue un espacio particularmente golpeado por la represión ejercida por el grupo. La primera acción estuvo dirigida contra la delegada de los Trabajadores del Hipódromo, Luisa Marta Córica. Su militancia excedía el espacio sindical puesto que también lo hacía en la JUP en la Facultad de Humanidades, donde estudiaba Filosofía. Multifacética, Luisa Córica era también actriz y poeta, a la vez que era el sostén de su familia compuesta por ella y sus tres hijos. El 7 de abril, luego de una serie de intimidaciones y amenazas, la banda de Castillo la secuestró y, finalmente, asesinó en el barrio Los Talas de la localidad de Berisso.47 Por esos mismos días, Julio Horacio Urtubey, también militante peronista –en la JTP en este caso– y trabajador del Hipódromo fue secuestrado junto a su compañera Nélida Villarino, quien militaba al igual que Córica en la JUP. Sus cuerpos fueron encontrados en el camino que une Villa Elisa con Punta Lara. Unos días más tarde, en un acto que resultó particularmente alevoso por el sadismo y por la cobertura policial que encubrió el accionar de la banda, el grupo al mando de Castillo asesinó al médico platense Mario Gershanik, quien había participado en algunas asambleas del entonces Policlínico del Turf. Luego de buscarlo en diferentes domicilios, la CNU encontró al médico en una casa ubicada en calle 50 entre 2 y 3, donde tenía su consultorio, a una cuadra de la Jefatura de la Policía de la Provincia.48 Meses más tarde, ya en febrero de 1976, el grupo secuestró a Carlos Antonio Domínguez y Roberto Fiandor. Ambos pertenecían a la Agremiación de Empleados por Reunión, de la cual Domínguez era secretario general, que nucleaba a trabajadores que realizaban la señalización en el hipódromo y percibían sueldos más bajos que otras categorías. Este motivo los había llevado a impulsar diferentes reclamos que los habían colocado en la mira de la CNU. Durante el secuestro, Fiandor logró escapar arrojándose del auto en movimiento, pero Domínguez no tuvo la misma suerte.49
Otro conjunto de víctimas se vincula a una dinámica centrada en Ensenada en torno a las filas combativas de Propulsora y el Astillero. En enero de 1976 dos destacados dirigentes de Propulsora Siderúrgica, el “pampa” Salvador Delaturi y Juan Carlos Scafide, fueron secuestrados y asesinados. La brutalidad exhibida en este caso llamó la atención de los propios contemporáneos. En un intento literal de “eliminar físicamente” a los adversarios, los cuerpos de ambos dirigentes fueron dinamitados bajo un puente en la cercana localidad de Ignacio Correa.50 En febrero, fueron secuestrados Alcides Emilio Méndez Paz, trabajador de Astillero y estudiante de Ingeniería y Daniel Rayson, quien trabajaba en Propulsora y estudiaba derecho. Los cuerpos de ambos aparecieron acribillados en Brandsen. Un mes más tarde, el 19 de marzo, los trabajadores del Astillero serían golpeados nuevamente por el accionar represivo de la Marina y la CNU. Tres referentes, Fortunato Agustín Andreucci, Jorge Pedro Gutzo y José Luis Lucero también fueron secuestrados y asesinados.51
Mientras tanto, las acciones contra la militancia universitaria no dieron tregua. Durante los meses siguientes el accionar criminal de la banda de Castillo prosiguió de modo sostenido. A lo largo de marzo realizaron una serie de operaciones. La primera de ellas fue el secuestro y asesinato del militante de la JUP –y uno de los primeros integrantes de la FURN– Rodolfo Carlos Ivanovich, “el rusito”. Durante su funeral, Mirta Mabel Aguilar, “la Negra”, y su compañero Roberto “Tatú” Basile, también fueron interceptados. Sus cuerpos aparecieron en Punta Lara. Todos ellos estudiaban derecho y militaban en la JUP. También por esos días secuestraron en la casa de sus padres a Hernán Roca, hermano de Marcelo, quien militaba en la Fracción Roja del PRT y era el blanco de ese operativo. Su cuerpo sin vida fue hallado poco más tarde.52 Entre la madrugada del 6 y el 7 de julio asesinaron a 6 estudiantes universitarios: Mario Cédola, acribillado en Plaza Moreno; Pablo del Rivero, Gustavo Rivas, Guillermo Codino, todos militantes de la JUP fusilados en la calle en Tolosa; así como Norberto Juan Orlando y Roberto Antonio Rocamora, militantes del Grupo Universitario Socialista (GUS-OCPO) acribillados la madrugada siguiente, luego de que la patota irrumpiera en la casa donde vivían cerca de Berisso. Estas acciones se desarrollaron tras el asesinato de Gastón Ponce Varela, la única baja que sufrió la CNU en 1975.53 Entre el 4 y el 5 de septiembre se desarrollaron los sucesos que serían conocidos posteriormente como la “masacre de La Plata”. En esas jornadas fueron ocho las víctimas que dejó el accionar de la banda de Castillo, todos ellos trabajadores y militantes del PST. Primero, durante la noche del 4 de septiembre, la CNU secuestró y ejecutó a Roberto “Laucha” Loscertales, obrero del Astillero Río Santiago, Adriana Zaldúa y Héctor Frigerio, trabajadora y delegado del Ministerio de Obras Públicas respectivamente, Ana María Guzner Lorenzo, no docente de la UNLP, y Lidia Agostini. Viajaban en auto a llevar una colecta solidaria con la huelga de la fábrica de Petroquímica Sudamericana cuando fueron interceptados por el grupo de Castillo. Sus cuerpos aparecieron a la mañana del día siguiente en La Balandra. A raíz de ello, desde el partido se organizó una campaña para denunciar el crimen. Sin embargo, del grupo que salió del local de 8 y 54, en pleno centro de La Plata, fueron secuestrados otros tres militantes, Oscar Lucatti, Carlos Povedano y Patricia Claverie, quienes corrieron la misma suerte que el resto de sus compañeros.54
En el último tramo de 1975, en forma paralela a las acciones propias de la represión, la banda de Castillo comenzó a desarrollar una intensa actividad delictiva. Tal vez, este fue el motivo por el cual el vértigo característico de las iniciativas del grupo dirigidas a actores políticos se redujo notoriamente entre septiembre y diciembre de ese año. A contramano de ello, durante estos meses la banda perpetró más de treinta robos, los cuales mantenían cierta similitud con los operativos represivos. La modalidad empleada consistía en simular operativos policiales, en especial en la ruta 36 o bien en la ruta 2 y, haciendo uso de credenciales policiales y del Ejército, con sus respectivos uniformes, robaban las pertenencias y los autos de aquellos que eran detenidos.55 A comienzos de diciembre, los robos y la represión encontraron un punto de equilibrio que le permitió al grupo desarrollar ambas acciones. Así, mientras continuaban delinquiendo en las inmediaciones de la localidad de Abasto, en las afueras de La Plata, en un operativo a plena luz del día la banda de Castillo secuestró y asesinó al militante de la Juventud Peronista Jorge Ruda Pizarro.56 Unos días más tarde, el 12 de diciembre, la misma suerte corrió Jorge Lopeire. Ese mismo día fueron secuestrados y asesinados, también, los changarines del Mercado de Abasto de La Plata, Leopoldo Luna, Narciso Saavedra y Miño, Ismael Torrilla y Pedro Benítez.57 Por último, la madrugada del 24 de diciembre, en una acción que causó un profundo impacto, fue secuestrado Ricardo Arturo Rave, “Patulo”. Según relató su familia más tarde, la patota buscaba a su hermano mayor que militaba en Montoneros. Al no encontrarlo, se llevaron a Patulo, de diecisiete años, integrante de la UES. En los días siguientes fue hallado su cuerpo colgado en el Puente de Fierro en las calles 90 y 31 con signos de haber sido torturado.58
Incluso en plena dictadura, en de abril de 1976, fueron secuestrados en City Bell Adelaida Úrsula Barón, Graciela Martini, Daniel Pastorino y Néstor Dinotto. La banda, que actuó a cara descubierta, los trasladó a una casa operativa que la CNU tenía en diagonal 113 y 64. Allí fueron torturados Martini y Dinotto dentro de una casilla rodante metálica que había en el predio. Barón y Pastorino fueron interrogados por un integrante que, como conocía al hermano de la primera, optó por liberar a ambos. Sin embargo, Martini y Dinotto aparecieron acribillados al día siguiente en el barrio Los Porteños de City Bell.59 Unos días más tarde, el grupo comandado por Castillo secuestró y asesinó a Horacio Urrera, Leonardo Miceli y Carlos Sathicq. Los cuerpos fueron ubicados un mes más tarde, cerca de un arroyo en Sarandí. Urrera estudiaba derecho en la UNLP y trabajaba desde 1970 en el Registro de la Propiedad. Miceli estaba casado con Ana María Bossio, estudiaba ingeniería química y, al igual que Sathicq, era empleado y delegado en la empresa Limpiolux, contratista de la entonces Propulsora Siderúrgica para la limpieza de las instalaciones de su planta de Ensenada.60
A esta altura queda claro que las posibilidades para operar con las que contaba la CNU solo eran posibles gracias a la connivencia de las fuerzas de seguridad y la inteligencia del Estado y el Ejército. Sin embargo, a poco de cumplirse el primer mes del gobierno militar, se registró un suceso inusual que cambió definitivamente los modos en los que accionaba la organización. La versión oficial señala que el 30 de abril de 1976 a la madrugada, el Comando Radioeléctrico de la Unidad Regional VI recibió un llamado telefónico informando la presencia de un grupo de varios desconocidos en las calles 25 y 55 que decían pertenecer a las fuerzas de seguridad. A raíz de ello, concurrió al lugar el personal policial acompañado por integrantes del Ejército pertenecientes al Regimiento de Infantería 7. Una vez allí, lo efectivos constataron la presencia de unas diez personas que decían pertenecer a la SIDE y a la Secretaría de Inteligencia del Ejército. Luego de identificarlos, los agentes policiales y del Ejército los detuvieron. El grupo estaba compuesto por Carlos Ernesto Castillo, Martín Osvaldo Sánchez, Ricardo Oscar Calvo, Gustavo Fernández Supera, Alfredo Ricardo Lozano, David Claudio Mazzotta y Marcelo José López.61
La pesquisa que se puso en marcha durante esa misma madrugada exhibió una contundencia llamativa. La investigación la impulsó el Oficial Principal Julio César Garachico. De inmediato, inició una serie de acciones con el propósito de desarticular a esta banda a la que se le imputaban exclusivamente hechos delictivos. La primera de ellas acercó a los agentes policiales a un domicilio ubicado en la calle 8 entre 34 y 35. Según consta en el expediente judicial, allí residía uno de los integrantes de la banda de Castillo, Roberto Antonio Storni. Este era miembro de la Policía de la Provincia de Buenos Aires y, según se detalla en el acta de secuestro, se confiscaron en su casa diversas armas de fuego, así como una nutrida cantidad de cámaras filmadoras y fotográficas entre otras cosas.62 Más interesante que los elementos incautados en el allanamiento fue el resultado del interrogatorio practicado por los agentes al dueño de la casa. Storni, quien en un principio negó su participación en los hechos, confesó más tarde que integraba el grupo. Asimismo, reconoció que otro agente policial, el sargento Vicente Ernesto Álvarez de la misma seccional segunda, también formaba parte de la banda. 63
La frenética labor policial en la madrugada del 1 de mayo resulta llamativa. Luego de allanar la casa de Storni, los agentes se dirigieron al domicilio de Carlos Castillo ubicado en 4 entre 76 y 77. En el procedimiento realizado, se detuvo a la entonces esposa de Castillo, Nora Raquel Fiorentino. En un galpón ubicado en el fondo de la casa, la policía secuestró un verdadero arsenal:
ciento cuarenta cartuchos de dinamita fanazul; veinte cartuchos de dinamita común; dos medias libras de trotyl. Del interior de una habitación especial se secuestran 2 metros de mecha rápida; 6 metros de mecha Ricford; 27 detonadores número 8 para sistema eléctrico; 2 detonadores para sistema eléctrico número 8 de cobre; dos estopines de color verde tracción y percusión; cinco detonadores nº 8 lentos; cinco detonadores nº 8 para granadas de mano; cinco granadas de mano, españolas con la inscripción Ejército Argentino, sin detonantes…64
Junto a los explosivos, en un acta anexa, detallan también el secuestro de tres pistolas calibre 11,25 milímetro, 8 revólveres de distintos calibres, un rifle Winchester calibre 44, una escopeta calibre 16 y una de dos caños calibre 14; un fusil, una pistola Mauser y una pistola ametralladora Starling, calibre 9 milímetros; junto a una gran cantidad de accesorios vinculados a las armas anteriores y una diversa y amplia variedad de cuchillos. También, en las inmediaciones de la vivienda, la policía secuestró cuatro Peugeot 504 sospechados de haber sido robados durante el raid de la banda.65
Cuando la investigación policial pasó en limpio y elaboró un listado de los robos cometidos en las inmediaciones de la ruta 2, cerca de la localidad de Abasto, el resultado fue sorprendente. Solo entre noviembre de 1975 y marzo de 1976, la banda de Castillo realizó cerca de treinta y cinco robos en los que sustrajo “dinero, elementos de valor y automóviles.”66 La contundencia y la velocidad con la que la Policía provincial logró aclarar esta larga serie de ilícitos y detener al conjunto de la banda parece extraordinaria. Sin embargo, en el seguimiento de la extensa labor policial emergen algunas fisuras vinculadas a un relato monocorde, cerrado, que contrasta con las contradicciones propias de una investigación en curso, siempre expuesta a un sinnúmero de tensiones. El registro monolítico de la investigación desarrollada por la Policía solo se verá agrietado cuando la justicia recupera la voz de algunos de los imputados. Son justamente dos de los detenidos, Antonio “Tony” de Jesús y Ricardo Calvo, quienes plantean que ellos no fueron apresados junto al resto de la banda en el procedimiento realizado en la madrugada del 1 de mayo. Por el contrario, aducen que habían sido arrestados con anterioridad, en el mismo mes de abril, pero en la Plaza Moreno, y que estuvieron recluidos en distintos lugares pasando, más tarde, por un recorrido que los llevaría a la comisaría quinta, primero, luego a la unidad regional y, finalmente, al penal de Olmos.67
La detención del grupo comandado por Castillo, así como los esfuerzos por presentar un relato que lo justifique en tanto freno a las actividades delictivas, esconde que el objetivo primordial consistió en desarticular el entramado de organizaciones que venían desempeñando acciones represivas. Una vez que el Ejército puso en marcha formalmente, y bajo su tutela hegemónica, su plan sistemático y clandestino de represión, aquellas iniciativas informales fueron visualizadas como parte del desorden que debía ser encauzado. Así, la función de la CNU cumplía su ciclo y, con estas detenciones, lo que quedaba de la organización se desarticuló definitivamente.
Desde sus orígenes en 1965 hasta que el último grupo activo fue detenido en abril de 1976, la trayectoria de la CNU pone de relieve los sinuosos caminos que la llevaron de la militancia política universitaria, en el peronismo de derecha, a la represión paraestatal. Sin embargo, lejos de proponer una generalización a partir de esta experiencia, consideramos que la misma contribuye a visualizar el impacto del proceso de radicalización política en el campo de la derecha, al tiempo que permite complejizar la trama de actores de la época y distinguir las peculiaridades locales de las acciones represivas.
Las razones que posibilitaron este recorrido son variadas. No obstante, no pueden pasarse por alto las características estructurales que presentó la propia organización que adquirieron ribetes novedosos como resultado del impacto del proceso de radicalización política en el campo de la derecha. La predilección por la acción directa violenta constituyó un rasgo característico desde sus inicios que, con el correr de los años, fue ganando radicalidad en los modos en que fue ejercida y en los resultadas de las mismas. De igual modo, el sentido otorgado a estas acciones mutó hasta empalmar con una concepción que, en sintonía con el profeso catolicismo sostenido por el grupo, concibió su accionar político como una auténtica cruzada. Así, el significado de las acciones desarrolladas por el CNU fue presentado como una vía de “salvación” cuyo propósito último consistía en defender a la patria. En la misma línea, con el correr de los años, la cruzada contra los “infieles/antinacionales” supuso, también, que el empleo de la violencia posibilitaba su aniquilación. La radicalización a nivel de las prácticas y los horizontes políticos comenzó a hacerse particularmente visible al calor de los enfrentamientos intraperonistas de inicios de la década del ’70. La creciente gravitación de las iniciativas desplegadas por la CNU fue tanto resultado de esto último como del afianzamiento de los vínculos con otras organizaciones políticas y sindicales afines con las que conformó un cartel político-sindical. Fue este entramado de organizaciones disímiles, fraguadas por el “anti-montonerismo”,68 lo que hizo posible el acercamiento entre la CNU y Victorio Calabró.
De este modo, la incorporación de la CNU al entramado represivo paraestatal puede pensarse como el resultado de una trayectoria de militancia que se fue orientando paulatinamente en esta dirección en función de los horizontes políticos sostenidos, las prácticas desplegadas y la red de vínculos construidas por la organización a lo largo de su historia. También, por un contexto que, en función de lo anteriormente expuesto, posibilitó la articulación con la estructura del Estado provincial y con las fuerzas de seguridad y de inteligencia. Aunque el registro de la acción paraestatal, por definición, resulta difícil de documentar, podemos señalar una serie de elementos que, a nuestro entender, lo ponen claramente en evidencia.
En primer lugar, la incorporación del grueso de los integrantes de la CNU a diferentes dependencias del Estado bonaerense es un aspecto significativo a tener en cuenta. Ello comenzó a visualizarse con claridad desde inicios de 1974 cuando Victorio Calabró asumió la gobernación de la provincia de Buenos Aires. Aunque con intereses divergentes, las intenciones del gobernador y las de la CNU coincidían, al menos, en la necesidad de purgar a los “sinarcas” del estado provincial. También compartieron un interés particular por intervenir en el Hipódromo local, una fuente importante de recursos y, a la vez, un espacio en el cual el sindicalismo combativo tenía relevancia. El nombramiento de varios integrantes de la organización allí mismo no fue una decisión librada al azar. En consonancia con ello, el saldo de la dura represión ejercida por la CNU en ese espacio fue notorio.
En segundo lugar, el dinamismo inusitado que asumieron sus acciones desde mediados de 1974 hasta la desarticulación del grupo contrasta fuertemente con los años previos. Este ritmo creciente pone de relieve un accionar sistemático que persiguió objetivos amplificados. Coincidiendo con ello, la expansión represiva de la CNU adquirió un correlato geográfico claro cuando, en particular desde 1975, sus objetivos dejaron de estar circunscriptos a la universidad para incorporar, también, a sujetos vinculados al mundo fabril. La represión ejercida a trabajadores y dirigentes gremiales significó, a su vez, la incorporación de Berisso y Ensenada, núcleos del cordón industrial del Gran La Plata, dentro del espacio en el que operaba el grupo.
Por último, la llamativa cantidad de asesinatos cometidos marca una ruptura profunda con su trayectoria previa. Entre 1965 y mediados de 1974, la única víctima de la violencia ejercida por la CNU fue la estudiante marplatense Silvia Filler. Sin embargo, como se reseñó en las páginas anteriores, el saldo de las acciones fue particularmente trágico entre 1974 y 1976. Este salto cuantitativo estuvo acompañado, también, por una ruptura igualmente acentuada en lo relacionado al modo en el que operaba el grupo. Por entonces, el secuestro y asesinato constituyó el estilo particular empleado por la CNU, modo que marcó también el establecimiento de un nuevo canon del accionar represivo paraestatal.
Sobrevuela a estos elementos la figura tácita del amparo policial, elemento que comienza a consolidarse ante algunos detalles que emergen a raíz de la detención del grupo. Por un lado, el arsenal encontrado en la casa de Castillo resulta imposible de concebir en el clima de creciente militarización que, por entonces, se vivía en el Gran La Plata. Asimismo, la gran cantidad de acciones desarrolladas a lo largo de 1975 y los escasos meses de 1976 hasta su detención, hace suponer que el grupo contaba con la aprobación de las fuerzas de seguridad para operar en zonas liberadas. Esta sospecha pareciera confirmarse, por otro lado, cuando en la composición misma de la banda contamos con integrantes de la Policía.
Hacia el final de su trayectoria, la fisonomía de la CNU condensa algunos elementos característicos habitualmente otorgados a los grupos paraestatales. Integrada por militantes de vieja data y agentes de las fuerzas de seguridad, como Storni, Álvarez y Lozano, el perfil político que caracterizó a la organización se desdibujó por completo. En los expedientes relacionados a estos agentes emergen dos aspectos llamativos. En uno de ellos se detalla que Roberto Storni había completado “un curso antiguerrilla siendo reconocido por sus logros”.69 En cuanto a Lozano, este se había desempeñado, antes de pasar al cuerpo de Caballería, en el destacamento de Propulsora dependiente de la Comisaría de Ensenada.70 Llamativamente esta localidad lindante con La Plata, y en torno a los conflictos vinculados tanto a Propulsora como al Astillero, la banda de Castillo se mostró particularmente activa a lo largo de 1975.
Llegados a este punto, vale destacar que, del mismo modo que el grupo contaba con el apoyo de las fuerzas de seguridad, su desarticulación se precipitó cuando estas dejaron de respaldarlo. En esta línea, el procedimiento que culminó con la detención de la banda de Castillo puede ser entendido como una acción tendiente a disciplinar a una parte del engranaje represivo que ya no resultaba funcional a las necesidades planteadas por los nuevos tiempos impuesto por la Dictadura. En la propia dinámica del expediente originado por las detenciones puede encontrarse un elemento que permite respaldar esta afirmación. La impresionante capacidad resolutiva de la investigación policial fue posible puesto que el grupo era conocido a la perfección por la Policía en tanto parte de la misma trama represiva. No debe pasarse por alto que el oficial que instruyó la investigación era Julio César Garachico. A partir del 24 de marzo de 1976, este formó parte de la nueva estructura que, al mando de Miguel Etchecolatz, comenzó a desarrollar las labores represivas en la región.71 Así, las detenciones, lejos de conformar una acción más dentro de la labor policial, tuvo un objetivo preciso destinado a desmantelar la estructura represiva previa que había abierto el camino para aquella que, bajo el mando militar, comenzó a desplegarse con posterioridad.
Juan Luis Carnagui
Es Profesor en Historia por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (FaHCE-UNLP), Magíster en Historia Contemporánea por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Madrid, (España) y Doctor en Historia por la FaHCE-UNLP. Como docente se desempeña como Profesor Adjunto en la cátedra Introducción a la Problemática Contemporánea, Departamento de Historia de la FaHCE-UNLP. Sus temas de investigación se centran en las derechas en la segunda mitad del siglo XX, cuestión sobre la que ha publicado capítulos de libro y artículos en revistas nacionales y extranjeras.
1 Véase: Bohoslavsky, Ernesto y Lvovich, Daniel, “La historia reciente argentina a escala regional (1973-1983)”, en Bandieri, Susana y Fernández, Sandra, La historia argentina en perspectiva local y regional, Buenos Aires, Teseo, 2017.
2 Respecto a las variaciones en las escalas de análisis para los fenómenos represivos véase el artículo de Zapata, Ana Belén, “Pensar la escalada de violencia y la violencia en escalas. Entramados de la ‘lucha anti-subversiva’ pre-dictatorial. Bahía Blanca, 1974/1976”, Avances del Cesor, Nº 12, 2015.
3 Águila, Gabriela “Modalidades, dispositivos y circuitos represivos a escala local/regional: Rosario 1975-1983”, en Águila, Gabriela; Garaño, Santiago y Scatizza, Pablo (coord.), Represión estatal y violencia paraestatal en la historia argentina reciente. Nuevos abordajes a 40 años del golpe de Estado, La Plara, UNLP-FaHCE, 2016, pág. 354
4 La “laica o libre” fue el nombre con el que se conoció el conflicto originado durante la presidencia de Arturo Frondizi por la implementación del artículo 28 del decreto-ley 6.408/55 que habilitaba a las universidades de gestión privada a expedir títulos. Una amplia producción ha abordado la cuestión desde distintas perspectivas y escalas de análisis. Véase: Sigal, Silvia, Intelectuales y poder en Argentina. La década del sesenta, Buenos Aires, Siglo XXI, 2001 y Sarlo, Beatríz, La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2002. Resultan especialmente iluminadores los trabajos de Orbe, Patricia, “Laica o Libre: efectos políticos del debate educativo en la comunidad universitaria bahiense (1955-1958)”, Ponencia presentada en el Cuarto Encuentro Nacional y I Latinoamericano, Tucumán, 2004; Manzano, Valeria, “Las batallas de los `laicos’: movilización estudiantil en Buenos Aires, septiembre-octubre de 1958”, Boletín del instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Nº 31, 2009; Bartolucci, Mónica, “La primavera del 58. Revueltas, tomas y bataholas juveniles durante el conflicto «Laica o Libre» en Mar del Plata”, Biblioteca del Programa Buenos Aires Historia Política de Siglo XX, 2008, en línea en: http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/bartolucci2.pdf, consulta: 10 de abril de 2020.
5 El grupo platense de Tacuara se originó como un intento de nuclear a las filas nacionalistas y católicas durante la “Laica o Libre”. Según declaró a la Policía uno de sus fundadores tras ser detenido por un incidente, “la misión de la filial desde su iniciación, fue la de formar una conciencia nacional y cristiana entre los elementos estudiantiles, especialmente la parte secundaria, ante el avance en la misma, de doctrinas de extrema izquierda.” Véase: Archivo DIPBA, Mesa Referencia, Legajo 10411. En: Carnagui, Juan Luis, “El nacionalismo juvenil platense y la formación de la Concentración Nacional Universitaria (CNU), 1960-1971”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, junio de 2013, en línea en: https://journals.openedition.org/nuevomundo/66038?lang=es, consulta: 10 de abril de 2020.
6 El número 674 de la calle 10 funcionó como un auténtico club para el nacionalismo platense. Su propietario, el abogado Alberto Belisario Arana, reiteraba hasta el hartazgo sus vínculos genealógicos con Dardo Rocha, fundador de la ciudad y antiguo gobernador de la provincia de Buenos Aires. Generoso articulador de los círculos nacionalistas y católicos locales, puso a disposición la sala de su casa en numerosas oportunidades. La residencia Arana fue el espacio más destacado del nacionalismo platense. En su seno se gestaron diversas iniciativas, grupos y discordias de trascendental relevancia para la historia de estos grupos. Véase: Carnagui, Juan Luis, Nacionalistas, católicos y peronistas. Auge, afianzamiento y reconfiguración de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) La Plata, 1955-1974, Tesis de doctorado, manuscrito no publicado, Universidad Nacional de La Plata, Argentina, 2016, pág. 88.
7 Carlos Alberto Disandro (1919-1994) fue profesor de lenguas clásicas en la Universidad Nacional de La Plata. Nacionalistas, católico anticonciliar y peronista, sus ideas y espacios de formación resultaron fundamentales para el nacimiento de la CNU. Véase: Ladeuix, Juan Iván, “El General frente a la Sinarquía. El discurso de Carlos Disandro en la formación de la Concentración Nacionalista Universitaria y su impacto en el peronismo”, Ponencia presentada en XI Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, 2007, pág. 21.
8 Cf. Carnagui, Juan Luis, “El nacionalismo juvenil...”, op. cit.
9 El volante en cuestión hacía referencia al Operativo Cóndor realizado por el Movimiento Nueva Argentina, al cual definían como un “acto patriótico como el realizado por un grupo de jóvenes en las Islas Malvinas (...) hay hechos de los que debemos enorgullecernos siendo la ocupación de las Malvinas –por ejemplo- un signo de la vocación del pueblo argentino por defender la soberanía. Ello manifiesta que el orgullo nacional sigue en pie, a la espera de su definitivo destino de grandeza”. Véase: CPM, Archivo de la ex-DIPBA, Mesa A, Legajo 154, Foja 2.
10 El Día, La Plata, 25/9/1968.
11 El lanzamiento de la filial en Mar del Plata fue el resultado del trabajo y las relaciones establecidas entre el grupo platense y un sector que se había desprendido de Tacuara Mar del Plata denominado “Savia Nueva”. Durante el 16 y el 17 de agosto de 1971, en el teatro Alberdi, se desarrollaron las jornadas con las que se lanzó formalmente a la CNU marplatense. En el acto de cierre hicieron uso de la palabra Disandro y el entonces Secretario General de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci. Vease: Carnagui, Juan Luis, Nacionalistas, católicos..., op. cit., pág. 134.
12 La creciente notoriedad que ganó la CNU tras el asesinato de Silvia Filler se acrecentó a raíz de las denuncias que venían realizando los estudiantes universitarios marplatenses a raíz de las acciones que, desde 1969, desarrollaba en esa ciudad . Véase: Bonavena, Pablo, “Los estudiantes universitarios peronista. Del golpe de Onganía a los ‘azos’ del ‘69”, en V Jornadas de Estudio y Reflexión sobre el movimiento estudiantil argentino y latinoamericano, Mar del Plata, 2014, págs. 5-7.
13 A raíz de la causa abierta por el homicidio de Silvia Filler, pero especialmente por las intensas movilizaciones que sacudieron a Mar del Plata contra el accionar de las “organizaciones de derecha”, varios integrantes de la CNU fueron detenidos. Llamativamente, recuperarían la libertad en mayo de 1973 junto a los presos políticos detenidos durante la dictadura encabezada inicialmente por Juan Carlos Onganía.
14 El Documento Reservado se difundió rápidamente al ser publicado por La Opinión, Buenos Aires, 2/10/1973.
15 Cf. Franco, Marina, Un enemigo para la Nación. Orden interno, violencia y “subversión”, 1973-1976, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2012.
16 Lejos de constituir un fenómeno aislado o bien una excepcionalidad platense, por estos años las organizaciones encargadas de la represión paraestatal se consolidaron notoriamente. La irrupción de la Triple A hacia finales de 1973 y el dinamismo de sus acciones a lo largo de los años siguiente marcó el punto más relevante en esta dirección. La represión paraestatal constituyó por entonces uno de los rasgos distintivos del clima reinante en el país. En este sentido, la perspectiva local propuesta en este artículo no puede disociarse del contexto general en el cual las acciones de la CNU se desarrollaban, que posibilitó, a su vez, su rápida radicalización. La producción académica de los últimos años ha realizado aportes notorios para complejizar las tramas y las lógicas represivas en diferentes latitudes. Véase, entre otros, Águila, Gabriela; Garaño, Santiago y Scatizza, Pablo (coord.), Represión estatal y violencia paraestatal en la historia argentina reciente…, op. cit. También de Merele, Hernán, “Notas sobre la Triple A y la represión en el período constitucional 1973-1976”. Ponencia presentada en las VII Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, Ensenada, 6 al 9 de agosto de 2014, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP), y “La “depuración” ideológica del peronismo en el partido de General Sarmiento, 1973-1976. Una aproximación a partir del asesinato de Antonio “Tito” Deleroni”, Ponencia presentada en las Primeras Jornadas de Historia Reciente del Conurbano Bonaerense Norte y Noroeste, Universidad Nacional de General Sarmiento. Por último, el artículo de Pontoriero, Esteban, “«Preparativos de guerra»: Ejército, doctrina antisubversiva y planes represivos en los orígenes del terror de Estado, 1973-1976”, Revista Universitaria de Historia Militar, vol. 5, Nº 10, 2015.
17 Carnagui, Juan Luis, “¿Entre la derecha peronista y los grupos paraestatales? La ofensiva de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) en la Universidad Nacional de La Plata 1973-1975”, en Bohoslavsky, Ernesto y Echeverría, Olga (eds.), Las derechas en el cono sur, siglo XX. Actas del sexto taller de discusión, Los Polvorines, UNGS, 2015.
18 Cf. Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU. El terrorismo de Estado antes del golpe, Buenos Aires, Dos Perros Ediciones, 2016.
19 Waldmann, Peter, “Represión estatal y paraestatal en Latinoamérica”, Revista América Latina, Vol. 10, 1995, pág. 21. Un interesante balance sobre los usos de la violencia paraestatal puede consultarse en: Juan Luis Besoky, “Violencia paraestatal y organizaciones de derecha. Aportes para repensar el entramado represivo en la Argentina, 1970-1976”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, enero de 2016, en línea en http://nuevomundo.revues.org/68974, consulta: 10 de abril de 2020.
20 Sobre la caracterización de la CNU como organización paraestatal véase: Ladeuix, Juan, “Los últimos soldados de Perón: reflexiones en torno a la violencia paraestatal y la derecha peronista a través de una experiencia local. 1973-1876”, en Bohoslavsky, Ernesto y Echeverría, Olga (eds.), Las Derechas en el Conos Sur, Siglo XX. Actas del Segundo Taller de Discusión, Tandil, FCH-IEHS/UNICEN, 2012 y Besoky, Juan, “Algunas cuestiones para pensar la violencia paraestatal 1966-1976”, Ponencia presentada en las VII Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente, Ensenada, 6 al 9 de agosto de 2014, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP).
21 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 58.
22 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit.
23 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, Pimer Cuerpo, foja 181.
24 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 61.
25 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Jesús, Antonio Agustín. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 2.
26 En el expediente originado tras su detención, el propio López reconoció sus simpatías “con una fracción política y [que] había concurrido a reuniones sindicales, asumiendo su responsabilidad en los hechos por los que cumple condena (asociación ilícita y tenencia de armas).” Véase: Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, López, José Marcelo. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 10.
27 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Pomares, Juan José. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 15.
28 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Quinteros, Dardo Omar. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 7.
29 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Castillo, Carlos Ernesto. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 6
30 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Castillo, Carlos Ernesto…, op. cit.
31 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Castillo, Carlos Ernesto…, op. cit.
32 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Fernández Supera, Gustavo Guillermo. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 8.
33 Carnagui, Juan Luis, “¿Entre la derecha peronista...”, op. cit., págs. 73-74.
34 Archivo del Liceo Víctor Mercante, UNLP, Legajo Nº 1065.
35 Archivo del Liceo Víctor Mercante, UNLP, Legajo Nº 1025.
36 Archivo del Liceo Víctor Mercante, UNLP, Legajo Nº 1042.
37 Archivo del Liceo Víctor Mercante, UNLP, Legajo Nº 1027.
38 CPM, Archivo de la ex-DIPBA, Mesa A, leg. 225.
39 Marcelo Ponce Núñez, primo hermano de Gastón Ponce Varela, afirma que escuchó a su familiar jactarse sobre su participación en el asesinato de Achem y Miguel. Véase: Testimonio de Marcelo Ponce Núñez, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
40 Testimonio de Raquel Barreto, compañera de militancia de Achem en ATULP, brindado a Daniel Cecchini y Alberto Elizalde Leal. Véase: Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 152.
41 El Día, La Plata, 3/11/1974.
42 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 156.
43 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. Cit.
44 Godoy, Eduardo, La historia de ATULP, Asociación de trabajadores de la Universidad Nacional de La Plata, La Plata, Editorial Universitaria, 1995, pág. 185.
45 Godoy, Eduardo, La historia de ATULP…, op. cit., pág. 185.
46 Testimonio de Raquel Barreto, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
47 Testimonio de Ariel Suárez, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
48 Testimonio de Alicia Gershanik, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
49 Su cuerpo fue encontrado al margen de la ruta 20 que une la localidad de Magdalena y Vieytes. Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 277.
50 Ramírez, Ana Julia y Merbilhaá, Margarita (eds.), Memorias del BIM: Biografías. Las víctimas de la Fuerza de Tareas 5 en La Plata, Berisso y Ensenada, La Plata, UNLP-FaHCE, 2015, pág. 92.
51 Ramírez, Ana Julia y Merbilhaá, Margarita (eds.), Memorias del BIM…, op. cit., págs. 56, 105 y 112.
52 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 167.
53 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 168.
54 El Día, La Plata, 6/9/1975.
55 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, Pimer Cuerpo, foja 76.
56 El Día, La Plata, 9/12/1975.
57 El Día, La Plata, 15/12/1975.
58 Cecchini, Daniel y Elizalde Leal, Alberto, La CNU…, op. cit., pág. 316.
59 Testimonio de Adelaida Barón, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
60 Testimonio de Ana María Bossio, (2017). “Juicio CNU La Plata sobre delitos de Lesa Humanidad. Causa Nº 34000009/2005. “Castillo, Carlos Ernesto y otro sobre homicidio agravado por el concurso de dos o más personas”. La Plata: Tribunal Oral Federal 1.
61 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, Pimer Cuerpo, foja 1.
62 Según consta en el acta de allanamiento, se encontró una escopeta, dos pistolas 9 milímetros, 1 revólver calibre 38 largo, 1 escopeta doble caño, 1 carabina calibre 22, 1 revólver calibre 38 corto, 1 revólver calibre 32, 1 revólver calibre 22, 1 pistola calibre 635. También llama la atención el hallazgo de una mira infrarroja de visión nocturna y una cédula de identidad sin foto a nombre de Carlos Romelo. Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, Pimer Cuerpo, foja 5-7.
63 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros… , op. cit. foja 3.1.
64 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, Pimer Cuerpo, foja 9-10.
65 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros, op. cit., foja 11-13.
66 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros, op. cit., foja 76.
67 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Álvarez, Vicente Ernesto y otros, op. cit., foja 619.
68 Cf. Cucchetti, Humberto, “¿Derechas peronistas? Organizaciones militantes entre nacionalismo, cruzada anti-montoneros y profesionalización política”, Nuevo Mundo Mundos Nuevos, junio de 2013, en línea en http://journals.openedition.org/nuevomundo/65363, consulta: 10 de abril de 2020.
69 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Storni, Roberto Antonio. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 8.
70 Juzgado Federal de 1ª instancia de La Plata Nº 3, Excarcelación, Lozano, Alfredo Ricardo. s/ Asociación ilícita, robos reiterados, etc. Exp. 715, octubre de 1979, foja 11.
71 Julio Garachico fue condenado en 2013 junto a Miguel Etchecolatz y otros represores en la causa conocida como “Circuito Camps”.