Comentarios de libros
Comentario a Escolar, Diego: Gendarmería, los límites de la obediencia
Delito y Sociedad
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 2362-3306
Periodicidad: Semestral
vol. 52, núm. 30, 2021
Escolar Diego. Gendarmería, los límites de la obediencia . 2017. Buenos Aires, Argentina. Editorial SB. 160 pp.. 978-987-4434-06-7 |
---|
Recepción: 14 Julio 2021
Aprobación: 25 Agosto 2021
Gendarmería, los límites de la obediencia es un libro de época, el resultado de una serie de investigaciones que su autor, Diego Escolar, llevó a cabo durante la década de 1990 y principios de 2000 que sin embargo, por su propio objetivo, llega a nuestro presente con inquietante actualidad: «analizar cómo y por qué la Gendarmería se transformó en el principal actor de la seguridad en la Argentina, qué estrategias desarrolló y qué conflictos y dilemas enfrentó para lograrlo».
Como todo texto, es producto de una coyuntura específica que obliga a repensar el pasado y a generar nuevas preguntas sobre el presente. La desaparición durante tres meses de Santiago Maldonado en el marco de un operativo de desalojo de la Gendarmería Nacional Argentina, sin orden judicial, de un piquete realizado por miembros de la comunidad mapuche sobre la ruta 40 cerca del paraje de Cushamen, en la Provincia de Chubut, que reclamaban no ser expulsados de sus tierras y; el posterior reencuentro del cuerpo sin vida sobre el río Chubut del joven tatuador que había acompañado el corte de ruta, instaló el «caso Maldonado» como el principal tema político del momento y con él, el debate sobre las responsabilidades del gobierno nacional de Mauricio Macri; su ministra de Seguridad, Patricia Bullrich; y la propia Gendarmería Nacional.
La desaparición de Maldonado y el encubrimiento de que fue objeto la acción de la Gendarmería, generaron un masivo rechazo de la opinión pública y la asociaron con la represión de la última dictadura militar. Según el propio autor, estos acontecimientos quebraron una larga estrategia que la propia institución y los sucesivos gobiernos desde la recuperación democrática hasta la actualidad, desarrollaron bajo la forma de un pacto: constituirse en el brazo armado que garantizara la gobernabilidad y la seguridad, por encima de las propias policías, a cambio de que el gobierno le proporcionara mayores recursos, poder y prestigio.
A lo largo de los capítulos que componen el libro, Escolar analiza «cómo y por qué la Gendarmería llegó a constituirse en el principal brazo represivo de la Argentina, sorteando el desprestigio de las Fuerzas Armadas y el andamiaje legal que prohibió a los militares actuar en la Seguridad Interior». Es decir, mediante qué estrategias, alianzas y enfrentamientos con otras fuerzas del sistema de seguridad la Gendarmería logró, en el transcurso de veinte años, pasar de ser una suerte de «ejército plebeyo» o «militares de segunda» destinados a la frontera, a transformarse en «una fuerza de seguridad militarizada que está en todas partes, cumple todo tipo de misiones y sobre la cual se apoyaron todos los gobiernos, desde Menem hasta Macri, para garantizar la gobernabilidad armada».
Pero también, por qué las memorias de la dictadura continuaron siendo una problemática central en la construcción de su identidad institucional, que no pudo ser conjurada por la institución a pesar de los años y «por qué indios, desaparecidos, hippies y jóvenes blancos urbanos de izquierda no son un nuevo sino un viejo enemigo público para la fuerza».
Desde una perspectiva antropológica y política, el problema de la construcción de la identidad institucional de la Gendarmería Nacional es, para el autor, un eje central de comprensión de las transformaciones de la fuerza durante la década de 1990 y las secuelas de la dictadura cívico-militar.
La Gendarmería, así como todas las fuerzas de seguridad y militares, construye su identidad a partir de la definición de determinados grupos sociales como «enemigos», antagonistas fundamentales que dan sentido y justifican de algún modo «el carácter misional patriótico, casi sagrado de su actuación más allá del cumplimiento burocrático de sus funciones legales». Desde su creación, la guerra contra los pueblos originarios es su contrato fundacional, el origen que la propia institución rescata como núcleo de su identidad histórica y su misión: «argentinizar» los territorios nacionales.
Sin embargo, el texto de Escolar muestra que la identidad de la Gendarmería Nacional se construyó también en una posición tanto de ambivalencia respecto a su identidad militar como de deseo de emulación y resentimiento respecto al Ejército Argentino. En este sentido, su «peronización» en el período 1945-1955 implicó un fuerte esfuerzo por separarla de la órbita del Ejército que, no obstante, se retrotrajo en cada golpe militar. Durante las décadas de 1960 y 1970, el perfil militar de la institución se acentuó para, con la última dictadura cívico-militar, alcanzar su máximo grado de militarización y subordinación al ejército.
El periodo más largo de autonomía respecto de las FFAA se produjo, según el autor, a partir de principios de la década de 1990 hasta la actualidad, momento en el cual la Gendarmería comienza a construir un espacio propio dentro del esquema militar y de seguridad en la Argentina, desplazando su intervención hacia ámbitos que exceden su destino tradicional en la custodia de las fronteras. La Gendarmería pasó, de este modo, a ser una pieza clave en la represión de la protesta y toda suerte de conflictos sociales a partir de la acumulación de una serie de funciones y capacidades típicamente policiales, conservando al mismo tiempo su estado militar como un modo de disputar espacios y recursos con las fuerzas policiales y las propias fuerzas armadas.
Uno de los grandes hallazgos del trabajo es demostrar, a través de la realización de un conjunto de entrevistas en profundidad a oficiales de Gendarmería, cómo las memorias de la represión de los años 70 habían marcado a fuego a la institución hasta el punto de constituirse «como un eje problemático, incluso maldito, de su identidad». Tal vez por esto y por una especie de «incapacidad semiótica» propia de la «memoria traumática» para narrar el periodo y las experiencias de la época, esa parte maldita irrumpía en la conversación produciendo «asociaciones conscientes e inconscientes entre las experiencias de la Represión de los años 70 y la actuación de la Gendarmería en la represión de conflictos sociales».
Vinculación que, para Escolar, estaba jalonada por la preocupación de los gendarmes respecto del impacto de sus nuevas funciones en la opinión pública en la medida en que creían que su actuación en la represión de movilizaciones políticas y sociales podía afectar el «bajo perfil» cultivado por la fuerza que, los propios gendarmes sostenían, la había preservado del estigma que la ciudadanía proyectaba sobre los militares. O por lo menos, esta es la auto-percepción de varios de los entrevistados.
Una de las líneas más fructíferas del trabajo de Escolar es justamente identificar que la represión, como eje problemático de la identidad de los gendarmes, es conjurada mediante la elaboración de un conjunto de valores positivos que los propios funcionarios rescatan para definir su identidad institucional.
El mito del «gendarme empático» construido por la institución, enarbola el valor de la cercanía social y afectiva con las poblaciones que son objeto de su control y cuidado. Y es que la Gendarmería, según sus propios miembros, al contrario del Ejército, nunca corta el vínculo con los sectores sociales y comunidades de las que ellos mismos provienen: «hasta el día de hoy la empatía, la capacidad de “ponerse en el lugar del otro” y poder percibir sus mismos sentimientos o pensar con sus reglas, es una de las principales características que los gendarmes cultivan o creen cultivar».
La frontera, es presentada como el espacio geográfico, pero también simbólico privilegiado de la identidad institucional. De hecho, los gendarmes solían ser reclutados en las mismas zonas fronterizas donde la fuerza tenía presencia, por estar familiarizados ya con las dinámicas del área de frontera y sus conflictos.
Creada con la misión de custodiar las zonas de fronteras y los Territorios Nacionales, «la frontera representa para ellos relictos de un país de algún modo perdido, y de una naturaleza salvaje aún presente. La frontera no es una línea divisoria sino un área, territorio del gendarme, que no sólo alberga el límite con otro estado nacional sino también con la sociedad urbana y moderna que se expande por el país. La frontera, entonces, es un interior, el verdadero interior del país que en realidad está localizado muy próximo a su exterior».
Por esto mismo continúa siendo problemático para los propios gendarmes tanto su despliegue actual en los territorios urbanos como el propio mito del «gendarme empático», puesto a prueba muchas veces en la historia con la represión de piqueteros e indígenas o la seguridad urbana en villas y asentamientos. En efecto, las experiencias de la represión (viejas y nuevas) socavan el mito de la empatía y su auto-percepción de proximidad y cercanía con «la gente».
Durante los gobiernos kirchneristas, la Gendarmería Nacional se convirtió en la principal fuerza de seguridad del país. Con la creación en 2010 del Ministerio de Seguridad se desarrollaron los despliegues más grandes de la fuerza en seguridad urbana: el Operativo Centinela llegó a contar en 2013 con 10.000 efectivos en el conurbano bonaerense y el Operativo Cinturón Sur colocó por primera vez como policía de calle a 2.500 efectivos en las jurisdicciones de las comisarías 34, 36 y 52 en el sur de la ciudad (junto a la Prefectura Naval).
Con la presidencia de Mauricio Macri y la asunción de Patricia Bullrich como ministra de Seguridad, el poder político de la Gendarmería creció a la par de su protagonismo represivo. Ello, afirma Escolar, obliga a reflexionar sobre la eficacia de las políticas de renovación de valores y contenidos educativos desarrollados en las últimas décadas, así como a preguntarse «en qué medida la subordinación al poder civil implicaría el cumplimiento de políticas de Estado o el viraje según directivas ideológicas coyunturales». Lo que está en juego es la necesidad y urgencia de un análisis profundo sobre los límites de la obediencia y la vocación democrática y respetuosa de los derechos humanos de la fuerza y el gobierno.