La obra en consideración es el resultado de la investigación con la cual Eugenia Cozzi se doctoró en Antropología en la Universidad de Buenos Aires y presenta al lector las consideraciones finales de un exhaustivo, minucioso y complejo proceso de trabajo empírico centrado y comprendido en los derroteros de tres generaciones de jóvenes en un barrio de la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, República Argentina.

La reconstrucción temporal de la autora incluye los relatos e historias de quienes fueron jóvenes durante las décadas del noventa y del dos mil y quienes son jóvenes al momento en que se realizó el trabajo de campo y cuyas trayectorias de vida han tenido contacto con entornos violentos. De esta manera, el vector central del libro será la indagación respecto a la transformación de los ladrones en narcos^[1] considerando este espectro generacional. Es decir, simultáneamente a la conversión de los ladrones en narcos, la autora también exhibe el entramado de circulación y paso de «delitos de robo a delitos de narcomenudeo» en un contexto en el cual se produce una expansión del mercado de las «drogas ilegalizadas».

Un aspecto clave para comprender el entramado social que envuelve y en el que se inscriben las vivencias y trayectorias de las tres generaciones que recupera Eugenia Cozzi, está íntimamente relacionado a la perspectiva etnográfica que orienta la investigación y que permite no sólo describir y analizar de manera exhaustiva y en profundidad el territorio y la población de interés, sino que además propone un modo particular de hacer abordaje empírico y de producir conocimiento. La fuente principal de recolección de información de la cual se nutre la obra han sido las entrevistas en profundidad realizadas en el barrio y la consulta de fuentes secundarias, tales como, expedientes judiciales, estadísticas oficiales sobre homicidios y diálogos con otros actores clave fuera del territorio de indagación.

Cozzi destaca que en las narrativas de las personas entrevistadas emerge un término que articulará todo el trabajo y que será central para comprender las transformaciones de las cuales la investigadora dará cuenta: «ambiente o ambiente del delito», el cual refiere no sólo al espacio social en el que transcurren las vivencias cotidianas de la población de interés sino a «una categoría local para referirse a redes de relaciones, en las cuales los contactos adecuados (…) permiten, facilitan, dificultan o impiden realizar determinadas actividades e intercambiar bienes materiales y simbólicos» (2022:39). Dicha categoría, habilita a problematizar y a pensar ese pasaje de Ladrones a narcos no como algo lineal sino como un proceso social altamente complejo y extenso que va más allá de meras transacciones económicas o intercambios de mercancías. Cozzi demuestra así que estos entramados moldean la subjetividad de sus protagonistas en una perspectiva que articula pasado y presente en el transcurrir de ese territorio siendo el elemento clave y a destacarse en las tres generaciones la búsqueda constante del reconocimiento y el respeto entre pares en ese ambiente, pero también fuera de él. La autora caracterizará al ambiente del delito como un espacio reglado por un ordenamiento de códigos que «tienen un más que importante poder (productivo) y una fuerte obligatoriedad que resulta de la densa urdimbre de relaciones y de las obligaciones sociales que consecuentemente estas generan» (2022:324). Dicho de otro modo, lejos de imaginar estos contextos como algo anárquico y caótico, la investigación demuestra que existe un ordenamiento que sustenta el entramado de vinculaciones, las hace posible y les otorga sentido. Este aspecto se encuentra presente en la descripción realizada en el libro sobre las tres generaciones.

Otra consideración a realizar en torno al ambiente y las prácticas que se inscriben en él es el rasgo de criminalización que las actividades que se llevan a cabo revisten en su mayoría, cuestión ligada estrechamente a la ilegalidad de esas transacciones, aunque no así a su legitimidad, señala la investigadora. Esta aclaración introduce un punto interesante en la obra que se relaciona con la inmersión de la policía como parte integrante de ese ambiente y de los intercambios con los protagonistas de la investigación. De aquí se concluye que, la forma de vinculación de la población con la institución policial se traduce, en algunos casos, en cuestionamientos y desaprobaciones entre los propios pares, cuestión que la autora señala como «ruptura de códigos» (2022:334)

Hemos de destacar que la investigación transcurre en un momento álgido de instalación mediática del tema del narcotráfico en la agenda pública. La ciudad de Rosario era presentada a partir del año 2010 aproximadamente, y continúa a la fecha, como una nueva «ciudad narco» en el territorio provincial y a un incremento de los reclamos de medidas punitivas para combatirlo, en las cuales los jóvenes de los sectores más empobrecidos se convierten en los principales depositarios. En este contexto, la indagación en relación al avance del narcotráfico cobró un notable sentido que se ve plasmado en la construcción de las preguntas que rigen la investigación.

De ladrones a narcos, conecta sensible y rigurosamente con la vida y la cotidianeidad en barrios de sectores vulnerados. Ofrece al lector una indagación aguda respecto a la construcción de la subjetividad de las generaciones protagonistas en ese ambiente en particular, los intercambios de prácticas entre estos grupos y fundamentalmente, la constante e inagotable búsqueda de respeto y reconocimiento.

Notas