Apuntes

Sobre: Peut-on dissocier l’œuvre de l’auteur?, de Gisèle Sapiro. París: Seuil, 2020; Dictionnaire International Bourdieu, de Gisèle Sapiro (dir.). París: CNRS, 2020.

Analía Gerbaudo
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
CONICET, Argentina

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

vol. 8, núm. 13, 2021

eltacoenlabrea@gmail.com

Sapiro Gisèle. Seuil. 2020. París. CNRS


DOI: https://doi.org/10.14409/tb.v1i13.10239

De los libros recientes escritos y/o coordinados por Gisèle Sapiro (entre los que se cuentan Des mots qui tuent. La responsabilité de l’intellectuel en temps de crise 1944‒1945; Ideas on the Move in the Social Sciencies and Humanities. The International Circulation of Paradigms and Theorist), me detengo en los dos anunciados en el título de esta reseña dada su contribución al desmontaje de una serie de dicotomías aún instaladas en nuestro campo. Para empezar, envío al Dictionnaire International Bourdieu. Un texto coral en el que ciento veintiséis investigadores de veinte países (entre ellos, Argentina, representada por Fernanda Beigel y por Gustavo Sorá) escriben versiones actualizadas y expandidas de conceptos formulados por Pierre Bourdieu; componen breves biografías intelectuales de filósofos, sociólogos, escritores, lingüistas, historiadores, antropólogos, teóricos de la literatura, cineastas, compositores, filólogos, psicoanalistas y economistas que han marcado sus reflexiones; reconstruyen la génesis y los argumentos de sus libros más importantes; precisan sus objetos y temas de investigación; caracterizan las instituciones que frecuentó, los emprendimientos editoriales que fundó y dirigió, las editoriales con las que trabajó, los periódicos a los que concedió entrevistas y que reseñaron sus textos, las revistas en las que colaboró; detallan las disciplinas y sub‒disciplinas en las que sus textos dejaron marcas de órdenes diferentes; reponen sus métodos de investigación así como las corrientes intelectuales en las que se inspiró o con las que confrontó; despuntan no solo estudios de recepción de sus textos en diferentes países sino también señalan aquellos sobre los que trabajó y, finalmente, vuelven sobre episodios que le dejaron huellas y contribuyeron a definir al intelectual que fue.

Estas decisiones, tomadas por Sapiro al momento de armar el diccionario se enredan no solo con las del otro libro del que se ocupa esta reseña sino con el conjunto de la obra de Bourdieu. No se trata de ensayar una lectura psicoanalítica de sus trabajos. Se trata de mostrar cómo diferentes hechos de su historia de vida influyeron en las preguntas que se hizo sobre el mundo y sobre el modo de interrogarlo desde la disciplina en la que se había formado y de la que, en buena medida, se apartó, o más bien, combinó con otras para hacer lugar a algo nuevo, a una nueva sociología. Por enumerar algunos episodios más o menos conocidos: la experiencia de su servicio militar en Argelia durante el período de lucha del Frente de Liberación Nacional contra la colonización francesa y su desplazamiento parcial de la filosofía a la antropología y luego a la sociología, su historia familiar y su sensibilidad para captar las desiguales condiciones de acceso a la educación superior con sus derivas en las vidas de los sujetos, el estigma de su acento ligado a su origen provinciano y su lectura de los signos de «distinción social», de los procesos de construcción del «gusto», de diferentes formas de «violencia simbólica». Este listado incompleto insinúa la enorme capacidad de traducir la afección en impulso para la investigación desquiciando la dicotomía vida/trabajo.

Si Sapiro introduce su diccionario con un apartado titulado «¿Quién es Pierre Bourdieu?» no es sino para resaltar lo que el conjunto de su obra y la suya propia revelan: la construcción de una «teoría de la práctica» que, como varias de las teorías que importan por la potencia heurística que revelan, actualizan el mandato de Slavoj Zizek: «goza tu síntoma». Y aquí se inscribe otra de las dicotomías que Bourdieu corroe: vida/obra. Una tensión que conduce al otro libro sobre el que vuelve esta reseña: Peut-on dissocier l’œuvre de l’auteur? (de próxima aparición en español por Capital intelectual y con traducción de Violeta Garrido). Más allá de las respuestas a este interrogante instalado desde el título, interesan las cuestiones que Sapiro plantea en el camino de su fundamentación. Para empezar, la distinción entre «moral del autor» y «moral de la obra» representa un aporte categorial insoslayable para analizar, en principio, los problemas sobre la lectura que se desencadenan a partir de movimientos como #MeToo y cancel culture pero no solamente: Sapiro anexa controversias que había abordado en investigaciones previas (La guerre des écrivains 1940‒1953; La responsabilité de l’écrivain. Littérature, droit et morale en France (XIXe-XXIe siècle, Les écrivains et la politique en France. De l’affaire Dreyfus à la guerre d’Algérie) junto a otras desatadas recientemente. En uno y en otro caso, la búsqueda es la misma: confrontar y analizar argumentos que defienden posturas irreconciliables respecto de la pertinencia de la circulación pública de ciertas obras como de los premios otorgados a algunos autores.

Si en sus trabajos previos Sapiro reformulaba las muy sartreanas nociones de «responsabilidad» y «compromiso» centrando sus estudios fundamentalmente en escritores, aquí no solo trabaja sobre músicos, cineastas, pintores, filósofos, teóricos de la literatura, etc., sino en especial sobre los «mediadores», es decir, sobre quienes contribuyen a la «fabricación» tanto de la figura del autor como de su obra (periodistas, críticos, profesores, investigadores). Más que en otros libros resuena la crítica de Bourdieu a la figura del «creador increado».

«Las nociones de autor y de obra son construcciones sociales a las que se asocian creencias que varían según la historia y entre las culturas», remarca Sapiro (11). Efectivamente, los casos que trabaja dificultan la generalización. Por tomar dos: el caso de las críticas por el otorgamiento del Premio Nobel en 2019 a Peter Handke dada la posición que había asumido, entre otros lugares, en su libro Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Sava, Morava y Drina, o justicia para Serbia, es contrastado con el del «escritor pedófilo Gabriel Matzneff» (14), un autor cuya obra «legitima y normaliza» una «conducta privada chocante y reprensible» (11). En uno y otro caso, junto a los textos en cuestión, el análisis pone la mira en las tomas de posición asumidas desde los campos periodístico, judicial, literario y académico.

Vale la pena revisar los archivos preservados por el Institut National de l’Audiovisuel (INA) y domiciliados en Internet: durante una entrevista televisiva que tuvo lugar en 1990, Matzneff expuso las razones de sus preferencias sexuales. Cualquier descripción se quedará corta frente a la contundencia de la escena. Hay tonos, risas cómplices y risas complacidas así como gestos de reprobación que solo pueden reponerse viéndolos. La secuencia en la que Bernard Pivot, el conductor del programa, describe a Matzneff como un «coleccionista» de jóvenes mientras lee pasajes de sus textos que ratifican esta figuración choca con la reacción solitaria de la escritora canadiense Denise Bombardier (una actitud ostensible desde la nada complaciente expresión de su rostro hasta sus terminantes argumentos) resiste cualquier adjetivación que le haga justicia. Sapiro envía a estos y a otros materiales de archivo que complejizan el análisis de los costos derivados de una toma de posición que no se acoge a las pautas naturalizadas en un tiempo y en un espacio puntuales. Por seguir con el ejemplo de Bombardier: «mal cogida» le dijo Philippe Sollers ni bien había finalizado aquella emisión televisiva. Hablamos del director de la colección L’infini en la que Matzneff había publicado y seguirá publicando sus diarios para la prestigiosa editorial Gallimard (el último, datado en 2019: como se advertirá a continuación, las fechas importan). Más allá del mal momento, el episodio será solo el primero de una serie: cargarse a aquel bien amado por la prensa y los medios literarios franceses dificultó la difusión del trabajo de Bombardier en París.

La política de exhumación que Sapiro despliega va a contrapelo de la conformista y resignada asunción de que entonces «las cosas eran así». Su detallado análisis del caso la llevó a desempolvar materiales que permitieron sacar a la luz aquel bochornoso episodio a través del cual revela una enrevesada trama que involucra a medios de comunicación, escritores y escritoras, responsables de editoriales. Treinta años después una de las víctimas, Vanesa Springora, le responde a Matzneff no solo «desde el mismo terreno» desde el que él jugaba, la escritura, sino también desde una posición simbólica consolidada: es la directora de Éditions Julliard quien le enrostra en Le consentement que no puede haber «consentimiento» en una relación que involucra a un adulto y a un menor (en este caso, entre un hombre de cincuenta y una adolescente de catorce). El análisis de Sapiro muestra la potencia heurística de la articulación de los instrumentos de las ciencias sociales y humanas ante problemas que exigen sortear la dicotomía entre análisis «interno» y «externo» de las obras.

Si bien es imposible resumir en un par de páginas los casos que estudia, mencionar algunos contribuye a darle carnadura al interrogante que esbozó desde el título: el rol de Günter Grass y de Hans Robert Jauss en las SS y las huellas de este pasado, los textos pronazis de Paul de Man y los extremadamente conservadores de Maurice Blanchot en sus respectivos comienzos, la reedición «edulcorada» en 1976 de Los escombros (el virulento panfleto antisemita de Lucien Rebatet), la decisión de incluir a Charles Maurras y a Céline en la edición 2018 del Livre des commémorations nationales, la compleja relación entre autor y personaje en las letras del cantante de rap Orelsan acusado por varias asociaciones feministas de incitación a la violencia contra las mujeres, los pasajes antisemitas y homofóbicos del diario de Renaud Camus publicado en 1994 y luego retirado de circulación, la decisión de Gallimard de retirar de la venta los diarios de Matzneff luego de la publicación del testimonio de Springora y del anuncio de una investigación judicial sobre violaciones a menores, los juicios a escritores colaboracionistas, la performance Exhibit B de Brett Bailey quitada de la programación del Barbican Center de Londres después de la importante movilización impulsada por la consigna «Boycott the Human Zoo». Esta lista incompleta permite inferir un diagnóstico: «las dos posiciones extremas, la identificación completa o la separación completa entre la moral del autor y la moral de la obra encuentran adeptos por doquier» (17). No piensa desde allí Sapiro.

Más allá de la interpretación de cada caso, importan sus derivas en términos de políticas de exhumación y de agencia: lejos de defender la lógica de la «cancelación», Sapiro encuentra en la revisión de estos textos y en su estudio una posibilidad de ejercer una lectura crítica del pasado y de sus huellas en el presente. Una deriva que ratifica la importancia de las ciencias humanas y sociales en la visibilización de «las formas de violencia simbólica que se ejercen en nuestras sociedades» (19) a partir de producciones de los campos artísticos, intelectual y literario con la «complicidad» (233) de poderes entre los que se destacan los de los campos judicial y mediático. La fragilidad de la «autonomía relativa» del campo literario se manifiesta en el último caso que analiza: un «caso especial» dado que se trata de un autor que ni hace «apología de la violencia contra minorías estigmatizadas» ni «ha incitado al odio contra personas en virtud de sus orígenes, su religión, su género o su orientación sexual» (197). Sapiro lee en la polémica desatada alrededor del Nobel otorgado a Peter Handke las resonancias y los costos del «verdadero compromiso» asumido por un escritor contra «la ideología dominante» (206). Handke «no ha defendido el nacionalismo serbio, como se le ha reprochado sino que ha lamentado el desmantelamiento de la ex‒Yugoslavia» y ha denunciado los intereses de las potencias occidentales tanto en la representación mediática de esa guerra (Un viaje de invierno a los ríos Danubio, Save, Morava y Drina o justicia para Serbia) como en el proceso judicial alrededor de los crímenes cometidos durante ese enfrentamiento (Alrededor del gran tribunal). Frente a casos de escritores y de obras que han hecho del odio una «marca de distinción» (188), Sapiro convoca a multiplicar análisis como los que ensaya en este libro. Un libro que invita a argumentar con obsesión, caso por caso. Un llamado al ejercicio de la «responsabilidad» intelectual (231).

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