Dossier

Formas del tabú y el secreto familiar en La resistencia, de Julián Fuks

Forms of taboo and family secret in La resistencia by Julián Fuks

Estefanía Di Meglio
Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina
CONICET, Argentina

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

vol. 8, núm. 14, 2021

eltacoenlabrea@gmail.com

Recepción: 26 Julio 2021

Aprobación: 10 Agosto 2021



DOI: https://doi.org/10.14409/tb.2021.14.e0050

Para citar este artículo: Di Meglio, E. (2021). Formas del tabú y el secreto familiar en La resistencia, de Julián Fuks. El taco en la brea, (14) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0050 DOI: 10.14409/tb.2021.14.e0050

Resumen: El presente artículo analiza formas lingüísticas de la negación y del silencio en la autoficción La resistencia (2018), de Julián Fuks, como mecanismos de distanciamiento frente al trauma de la última dictadura argentina y el exilio. Este distanciamiento se da tanto a nivel de la Historia con mayúscula como a nivel familiar: el hijo mayor de la familia en la novela ha sido adoptado en el contexto del régimen militar, antes del destierro en Brasil. De allí que la pregunta por el origen de ese integrante de la familia se convierta en tabú, puesto que podría ser hijo de desaparecidos. Por otra parte, también rigen los silencios con respecto a la historia de militancia política por parte del padre y la madre. Así, a la dificultad de hablar de lo traumático se yuxtaponen otros aspectos que profundizan esa problemática de la representación: el tabú y el secreto familiar. Por lo tanto, el discurso se convierte en síntoma ya que a la vez que niega y elide como forma de distanciamiento ante el horror, exhibe parte de lo traumatizante.

Palabras clave: dictadura argentina , trauma , tabú , secreto , Julián Fuks.

Abstract: The present article analyzes linguistic forms of negative and silence in autofiction called La resistencia (2018) (translated as Resistance), by Julián Fuks, as distancing procedures facing the trauma of the latest Argentinean dictatorship and exile. This distancing is presented in relation with History and familiar history in the novel, due to the eldest son of the family has been adopted during de dictatorship, before the exile in Brazil. Because of that the question about the origin of that child is now a taboo topic. Besides, there are silences in the familiy about father and mother’s political militancy. The difficulty of talking about this traumatic aspects is yuxtaposed with those two aspects that make the representation problem goes deep: taboo topic and familiar secret. Therefore, discourse becomes a symptom: it elides and deny as distancing face the horror, but at the same time exhibits part of that trauma. Metodology work consists in doscoursive analysis of literary text.

Keywords: Argentinean dictatorship , trauma , taboo , secret , Julián Fuks.



No eres tú quien hablará;
deja que el desastre hable en ti,
aunque sea por olvido o por silencio.
Maurice Blanchot

Sobre la problemática de la representación y lo traumático

Si desde la retórica nacida en el siglo V a. C. sabemos que los discursos no son reflejo de lo real, a partir de comienzos del siglo pasado el sistema de signos lingüísticos es vuelto a poner en jaque con filósofos del lenguaje como Ludwig Wittgenstein (1973) o, desde el arte, con las vanguardias históricas. En tanto trasunta una opacidad por la cual las palabras distan de tener una relación directa y transparente con las cosas, esta crisis de la representación que con las formaciones teóricas posestructuralistas francesas llegará a su auge entre los años 60 y 70 se verá profundizada en el caso de las historias de signo traumático. Esto es así desde el momento en que se sabe que lo traumatizante irrumpe en la experiencia, produciendo una vivencia no articulada en el terreno de lo experiencial (Benyakar, 2006:21). Dicho cisma genera una consecuente irrupción en la cadena significante:

El acontecimiento traumático viene del exterior, sea cual fuera el caso: una catástrofe natural, social, la muerte, por tanto, la desaparición de un ser amado. Aquello que tiene esta característica disruptiva de sorpresa y energía excesiva para el aparato psíquico, produce, en éste, un boquete, un agujero, una nada de significación. (Insua, 2013:24)

En la vivencia traumática se da una desarticulación entre el afecto1 y la representación (Benyakar, 2012:s/p), debido a que el psiquismo no está capacitado para comprender y, mucho menos, para procesar el evento que ha vivido.2 Lo percibido y sentido no son pasibles de articularse en representación: «El desastre, experiencia no experimentada, deshace, dejándola intacta, la relación con el mundo como presencia o ausencia, aunque sin liberarnos de la obsesión con que nos está cargando» (Blanchot, 1990:104). El horror borra la posibilidad de experiencia y, por lo tanto, «des-escribe» (14).

La última dictadura en Argentina y, en muchos casos la vivencia del exilio como corolario de una historia de persecución, se convierten en acontecimientos traumáticos que interrumpen la posibilidad de un discurso acabado, sobre todo en lo que hace a sus núcleos centrales.3 La novela de Julián Fuks, La resistencia, reconstruye la historia familiar teniendo como marco el exilio y la dictadura, los hechos pasados y sus consecuencias en el presente. El narrador, figuración autoral, comienza escribiendo la historia de su hermano mayor, quien ha sido adoptado en Argentina en el contexto del gobierno de facto, antes de migrar a Brasil. De esta manera, la voz enunciadora formula una interrogación elaborada desde la presentificación de un tema tabú en la familia: ¿quiénes son/fueron los padres de su hermano? La historia reciente se patentiza en tanto macrohistoria que enmarca el devenir de la familia, a la vez que la atraviesa de manera contundente. Micro y macrohistoria se hallan dialécticamente permeadas y en constante vínculo. En este contexto, los silencios sobre el pasado (familiar e histórico) adquieren en la novela dos formas principales e interrelacionadas: la del tabú (sobre el origen e identidad del hermano) y la del secreto familiar (acerca de la militancia de los padres en los años 70). Estos modos profundizan asimismo la dificultad del discurso, dada, como vimos antes, por el problema de la representación discursiva y por lo traumático que la acentúa.

«Discursos incongruentes». Acerca del tabú y el secreto

Aun cuando haya palabras, la problemática de la representación intensificada por lo traumático se hace manifiesta en la novela de Fuks. Como veremos, el narrador no encuentra los términos o expresiones adecuados para su historia o para lo que él, en definitiva, quiere contar. Incluso cuando la escritura tiene lugar, se suscita la dificultad del relato, manifestada tanto en las barreras al momento de romper el cerco de silencio como en los obstáculos generados por el hecho mismo de articular un discurso que dé cuenta de las historias, vivencias y afectos.

A propósito del tabú, para Sigmund Freud la palabra abarca dos constelaciones de significados principales: aquella que subsume lo sagrado o lo consagrado, por un lado, y la de lo inquietante, peligroso, prohibido o impuro, por otro (1986:8). El tabú viene determinado por la prohibición, con lo que debe mantenerse a resguardo mediante una distancia que preserve el objeto del tabú y todo lo que se vincule con él. Los considerados temas tabúes en una familia (instaurados de manera explícita o a través de un pacto tácito) se relacionan asimismo con los secretos familiares que como tales también deben estar alejados de las palabras y el discurso. La existencia de secretos en el grupo familiar se define no solo por el desconocimiento de su contenido sino además por el hecho de que la institución de los secretos y silencios cercanos a él excluyen la posibilidad de los comentarios, preguntas, relatos o todo tipo de palabras a su respecto (Berenstein, 1981:39).

Estos silencios, que pueden considerarse fundacionales en el sentido de que son instituidos por una generación sobre las siguientes, se asocian con una posibilidad de verbalización trunca: «Al no haber sido nominadas dichas experiencias emocionales por los padres, no pueden ser objeto de ninguna representación verbal en los descendientes, lo que conduce a un proceso posiblemente frustro de simbolización» (Werba, 2002:298). Ante esta dificultad frente al tabú y el secreto familiar, a la que subyace, como vimos, la problemática de la representación acentuada por el trauma, «la persona se ve obligada a modificar su discurso para evitar las palabras que la llevarían o la acercarían a romper el silencio, y esto la hace forjar un discurso incongruente» (del Rey et al., 2014:8). En la novela en cuestión, ese «discurso incongruente» se conforma, sobre todo, por las negaciones lingüísticas que, paradójicamente, afirman. Por este motivo, la escritura, ficcionalizada en la novela como una acción terapéutica, se erige en tanto síntoma: «El síntoma busca abrir el secreto y a la vez mantenerlo en silencio» (8). La historia está en parte negada por los padres (al ser mantenida como tabú y en secreto) pero a su vez por el hijo menor que reconstruye la historia (quien discursivamente niega con el adverbio «no»). No obstante, la diferencia es radical: el hijo convertido en narrador afirma con la negación, en ese intento ambiguo de mostrar y a la vez continuar con el secreto. Por su parte, tal contar a medias exige el mecanismo de distanciamiento ante la historia narrada por su carácter traumático —pues como sostiene Philippe Mesnard, «el relato de lo traumático exige mecanismos de alejamiento de los hechos» (2011:96)— y por su condición de tabú y secreto, distanciamiento que en lo discursivo se manifiesta mediante la negación y en la tematización de los silencios. Veámoslo en la novela.

La escritura como síntoma

La resistencia comienza con una negación o, mejor, con la reflexión sobre la imposición de una negativa, interdicción que marca las señas de la escritura e inaugura uno de los núcleos temáticos y discursivos que recorrerá la novela: el silencio. Se trata de la negación convertida en forma enunciativa que será principio constructivo de la novela en su totalidad, siendo inclusive uno de los motivos que la impulsan: se escribe como contrapartida del secreto, se escribe para franquear el muro de silencio construido durante décadas. Emerge desde el comienzo, y a partir de esta secuencia de negaciones encadenadas, uno de los primeros sentidos implícitos a los que alude el polisémico título del texto: la resistencia de la realidad, de los hechos, de la historia, a ser puestos en palabras que les hagan justicia. Como un niño que por capricho dice lo que sabe que no tiene que decir, aquello que debe ocultar, el narrador comienza afirmando: «Mi hermano es adoptado, pero no puedo y no quiero decir que mi hermano es adoptado» (LR:11). [«Meu irmão é adotado, mas não posso e não quero dizer que meu irmão é adotado» (AR:9)].4 Se da lugar a un aparente no poder y no querer decir, que bajo la forma de la aporía afirman y muestran el objeto de la negación. Dos polos opuestos que pueblan el tejido textual, haciendo explícita su referencia: el silencio y las palabras. Pero la reflexión evoluciona hacia los modos del lenguaje en términos de enunciación, por lo que se entiende que lo que no quiere decirse es en realidad ese discurso, con esa forma lingüística y sintáctica, y no la verdad que contiene, debido a que la realidad se resiste a ser puesta en palabras:

Si lo digo así, si pronuncio esta frase que por mucho tiempo me encargué de silenciar, reduzco a mi hermano a una condición categórica, una atribución esencial: mi hermano es algo, y ese algo es lo que tantos tratan de ver en él, ese algo son las marcas que insistimos en buscar, contra nuestra voluntad, en sus rasgos, sus gestos, sus actos. Mi hermano es adoptado, pero no quiero reforzar el estigma que la palabra evoca, el estigma que es la propia palabra convertida en carácter. No quiero ahondar su cicatriz y, si no quiero, no puedo decir cicatriz. (LR:11)

Se digo assim, se pronuncio essa frase que por muito tempo cuidei de silenciar, reduzo meu irmão a uma condição categórica, a uma atribuição essencial: meu irmão é algo, e esse algo é o que tantos tentam enxergar nele, esse algo são as marcas que insistimos em procurar, contra a vontade, em seus traços, em seus gestos, em seus atos. Meu irmão é adotado, mas não quero reforçar o estigma que a palavra evoca, o estigma que é a própria palavra convertida em caráter. Não quero aprofundar sua cicatriz e, se não quero, não posso dizer cicatriz. (AR:9)

El texto se mueve entre el decir en sí mismo y las formas del decir, gravita entre un enunciado que fue por mucho tiempo secreto y el intento de evitar una enunciación que tendería al estigma. Con este movimiento da inicio a una reflexión acerca de las palabras, el lenguaje y la gramática sobre la que orbita la totalidad de la novela, sustentada en la plena conciencia del cisma que en la representación causan los diferentes órdenes de lo traumático, pero a la vez en la convicción de que esas mismas palabras, por su carácter performativo, tienen efectos en la realidad:

Podría emplear el verbo en pasado y decir que mi hermano fue adoptado, librándolo así del presente eterno, de la perpetuidad, pero no logro superar el extrañamiento que esta formulación provoca. Mi hermano no era algo distinto hasta que fue adoptado; mi hermano se hizo mi hermano en el instante en que fue adoptado, o mejor, en el instante en que nací, algunos años más tarde. (LR:11)

Poderia empregar o verbo no passado e dizer que meu irmão foi adotado, livrando-o assim do presente eterno, da perpetuidade, mas não consigo superar a estranheza que a formulação provoca. Meu irmão não era algo distinto até que foi adotado; meu irmão se tornou meu irmão no instante em que foi adotado, ou melhor, no instante em que eu nasci, alguns anos mais tarde. (AR:9)

El narrador comienza un texto impregnado del tono del ensayo, sopesando el valor lingüístico de las palabras, enfrentando así los diversos recursos del lenguaje, que sin embargo no alcanzan a satisfacer la necesidad de construcción de una identidad. En el capítulo dos, la negación continúa como forma adecuada a un enunciado basado en el secreto —dicho y expuesto a través de esa misma negación; de allí la escritura como síntoma— y en el horror que da materia al enunciado. Se trata de una negación reforzada por la repetición, otro de los principios constructivos de un relato que halla en dicho recurso la forma de decir lo inexorable: mediante el cíclico ir y venir que condensa la reiteración, a través de la cual pareciera que aquello que no puede inscribirse/escribirse retorna de manera incesante y revive el trauma. Semejante a un manifiesto, hay una reiterada negativa, sintáctica y simbólica, a imaginar el potencial origen de su hermano que, al no decirlo sino por rodeos, por omisión, muestra más de lo que oculta, aludiendo a una adopción clandestina y a las siniestras condiciones de un potencial nacimiento en un Centro Clandestino de Detención (CCD). Si en los fragmentos anteriores había una negativa frente al decir de manera cabal, hay ahora una negación a imaginar:

No quiero imaginar un galpón amplio, gélido, sombrío, el silencio aseverado por la mudez de un niño delgado. No quiero imaginar la mano robusta que lo agarra por las pantorrillas, las ríspidas palmadas que le dan hasta que resuena su llanto afligido. No quiero imaginar la estridencia de ese llanto, la desesperación del niño en su primer resoplo, el anhelo por un regazo que lo reciba: un regazo que no le brindarán. No quiero imaginar los brazos extendidos de una madre en agonía, un nuevo llanto ahogado por el estruendo de las botas contra el piso, botas que parten y se lo llevan: desaparece el niño, queda la amplitud del galpón, queda el vacío. No quiero imaginar un hijo como una mujer en ruinas. Prefiero dejar que esas imágenes se disipen en lo inaudito de las pesadillas, pesadillas que me habitan o que habitaron una cama vecina a la mía. (LR:13)

Não quero imaginar um galpão amplo, gélido, sombrio, o silêncio asseverado pela mudez de um menino franzino. Não quero imaginar a mão robusta que o agarra pelas panturrilhas, os tapas ríspidos que o atingem até que ressoe seu choro aflito. Não quero imaginar a estridência desse choro, o desespero do menino em seu primeiro sopro, o anseio pelo colo de quem o receba: um colo que não lhe será servido. Não quero imaginar os braços estendidos de uma mãe em agonia, mais um pranto abafado pelo estrondo de botas contra o piso, botas que partem e o levam consigo: some a criança, resta a amplidão do galpão, resta o vazio. Não quero imaginar um filho como uma mulher em ruína. Prefiro deixar que essas imagens se dissipem no inaudito dos pesadelos, pesadelos que me habitam ou que habitaram uma cama vizinha à minha. (AR:11)

La cita deja al descubierto una marcada tensión entre la necesidad del relato y su dificultad de enunciarlo, entre el querer decir y aquello que no se puede mostrar ni poner en palabras, bien porque no tiene nombre, bien porque, al fin, no se desea decirlo a pesar de que se quiera. La repetición de la negativa encuentra su homología en las situaciones enfrentadas como en un espejo, que mientras que duplica, distorsiona y diferencia. La escena del recién nacido, potencialmente en un CCD, se repite en la de la madre por medio de la comparación. De igual manera, la escena imaginada se contrapone a lo imaginario de los sueños, en este caso, las pesadillas. De lo fictivo al sueño se asiste a la negación que reafirma el rechazo a fantasear todo aquello que se dimensiona como inconcebible por ser parte del horror, lo cual a pesar de todo se recrea mediante la ficción a través de una imaginación que doblega lo ominoso o siniestro, en términos freudianos. Pero al tiempo que se resiste a ello y pretende conjurarlo, podemos pensar que la imaginación emerge, en determinados momentos, a causa de la atmósfera que crea lo ominoso: donde hay no dichos, tabúes y secretos familiares, espacios en blanco en una historia llena de silencios, es donde surge lo fantasmático, que viene a querer llenar esas fisuras. Entonces, aquello que retorna a modo de fantasma halla su origen en los vacíos propios de los secretos familiares (Tisseron, 1997:26). El gesto implica un doble movimiento: la iniciativa a llenar con palabras ese secreto, a decir; en simultáneo una negativa, que se traduce en la negación lingüística a revelar el secreto, lo que puede verse asimismo como una lealtad a los padres: «la necesidad de mantener el secreto obedece a una lealtad inconsciente con el objeto de amor, el ancestro (el padre, la madre, o un antepasado) puesto que su revelación provocaría un sentimiento de culpa en el descendiente» (del Rey et al., 2014:8).

En el párrafo siguiente de la novela, esta circunstancia temida se contrapone a la de un parto en condiciones opuestas, con un lenguaje poblado de antónimos, una vez más encabezado por la negativa: «No sabría describir cómo es un parto feliz. Una habitación blanca, sábanas blancas, blancos los guantes que reciben al niño, blancos, plásticos, impersonales, científicos» (LR:13). [«Não saberia descrever o que é um parto feliz. Um quarto branco, lençóis brancos, brancas as luvas que recebem o menino, brancas, plásticas, impessoais, científicas» (AR:11)]. En particular, la reiteración del blanco contrasta de manera notoria con la oscuridad del parto imaginado en un CCD. Mientras tanto, en general, la negación y el contraste quedan a la vista como pilares de construcción de un texto cuya escritura se sustenta en una especie de poética del horror. En el capítulo XIX, se opone una reflexión a las que inicialmente se formulan sobre el parto, reflexión que hace invadir la materialidad de la narración con el peso del secreto, de la perpetuación del silencio provocado en parte por aquel secreto y en parte por su carácter indecible a causa del potencial horror. En este punto, la situación deviene inimaginable para el narrador, vedada a su representación literaria, por cuestiones que además chocan con lo ético, como queda sugerido en el relato. Mientras que antes veíamos una negativa ante el decir y luego una negación a imaginar, ahora esa negativa surge frente a la invención:

El parto no me lo puedo inventar, del parto nada se sabe. Pienso ahora, pasadas tantas páginas, que debería haber sido fiel al impulso de suprimir esos pobres escenarios imaginarios, que debería haber cedido a la vacilación y guardado silencio sobre ese acontecimiento insondable. No fue así, no fue narrable, el nacimiento de mi hermano. El cuarto blanco o el opresivo pabellón, el ruido de botas contra el piso o las manos doctas en inspección, basta, suficiente, son todas ficciones desechables, son meras distorsiones (...). El parto no me lo puedo inventar, repito, del parto no hay información. (LR:75)

O parto eu não posso inventar, do parto nada se sabe. Pondero agora, passadas tantas páginas, que deveria ter sido fiel ao impulso de suprimir aqueles pobres cenários imaginários, que deveria ter cedido à hesitação e calado sobre esse acontecimento insondável. Não foi assim, não foi narrável, o nascimento do meu irmão. O quarto branco ou o opressivo pavilhão, o som de botas contra o piso ou as mãos doutas em inspeção, basta, já chega, são todas ficções descartáveis, são meras deturpações (...). O parto eu não posso inventar, repito, do parto não há informação. (AR:59)

Al igual que todo en la novela, este hecho está construido sobre los contrastes y desde la negación, la inexistencia, el vacío que da cuenta de aquello de lo que paradójicamente no puede darse cuenta de manera total, de aquello que se define como inenarrable, como «insondable»: el núcleo de lo siniestro. En simultáneo, hay un ir y venir en la escritura que la dota de un ritmo cíclico o, más bien, de un constante movimiento de avance y retroceso, un interés manifiesto de desandarla al mismo tiempo que se avanza la escritura, y donde se abren nuevas vetas en el escrito: hay gestos de distancia y cercanía. En efecto y como deja observar la cita, el narrador se arrepiente en el mencionado capítulo de lo que dijo en los iniciales, dando forma a una retórica de la escritura que se vuelve sobre sí en un gesto autorreflexivo y metatextual y que intenta de este modo negarse a sí misma. Demás está decir que es claro que si lo quisiera, este escritor–narrador podría haber eliminado esos capítulos. No obstante, se trata de una elección literaria, un artificio que consiste en optar por incluir esa parte del relato para luego reflexionar sobre ella en la escritura, como si el peso de lo que ya se dijo quedara inscripto de manera indeleble. En el fragmento se construye una especie de oposición entre la imaginación ficcional, la «invención», y lo real que no puede ser dicho y que, por lo tanto, tampoco podría ser «traicionado» por medio de la escritura. La invención literaria, explicitada y tematizada en esta novela, se topa con ciertos límites, lo que hace resonar la ya canónica pregunta de cómo narrar lo traumático: de qué maneras es ético hacerlo y hasta dónde formular un relato que no quede en la mera reproducción o realización simbólica del horror (Feierstein, 2011:128). Existe un vacío de información que se resiste a ser llenado —a juzgar por el sujeto que enuncia— con datos ficticios, imaginados, inventados. Algo que queda en gesto, porque como se señaló, esas páginas permanecen en la escritura sin ser eliminadas del libro que escribe el narrador, dando comienzo a la novela poblada de enunciados y de reflexiones sobre ellos.

Retomando el fragmento con respecto a su negativa a la invención, el sujeto que enuncia confiesa: «el parto no me lo puedo inventar, repito, del parto no hay información» da lugar a una nueva reflexión que gira en torno a la iniciativa, coartada, de continuar perpetuando el silencio a propósito de todo lo que rodea el nacimiento de su hermano, incluso todo lo imaginado. La última oración de esta cita se construye sobre una negación categórica que entra en consonancia con el tono general de la escritura, a la vez que con uno de sus núcleos fundamentales y que se impone como una forma de distanciamiento radical: la idea de que hay aspectos de lo real que son inenarrables, imposibles de ser puestos en palabras, en discurso, en relato. Al referirse a su vacío de recuerdos de la época en que compartía habitación con su hermano, el narrador afirma, con el carácter de sentencia, la condición inaprehensible de lo real: «una noción más de lo real que aquí se evade» (LR:26). [«é mais uma noção do real que aqui se evade» (AR:21)]. El texto hace explícito el presente de la enunciación y emula esos momentos de la escritura en una progresión que se presenta en constante devenir, en el sentido de que en varios de sus capítulos se construye como escribiéndose en ese momento, como work in progress y no trabajo terminado, razón por la cual el sujeto que narra reflexiona sobre los capítulos anteriores, sin modificarlos aun cuando manifiesta querer suprimirlos, tal como ya se advirtió. Quizá sea que quien escribe no desea hablar sobre aquello que está escribiendo —por temor, por ánimos de autocensura, por lealtad al secreto familiar— pero así y todo busca romper con los tabúes familiares establecidos y hacer explícita la radical imposición de los silencios, denunciándola, derribando un circuito de las vedas de la palabra y la instauración de los mutismos desde su mismo interior. Se asiste, pues, a un doble gesto lingüístico y discursivo: la polaridad, oscilación y antítesis entre la negación y la afirmación, que termina sintetizándose en una negación que afirma, aunque tal asertividad pertenezca en verdad al terreno de lo conjetural, de la imaginación, de los fantasmas que vienen a poblar los espacios en blanco de una historia construida sobre una doble falta: la dada por el secreto y el silencio. El sujeto retoma la narración anterior, la de las primeras páginas, afirmando para luego negar: «El cuarto blanco o el opresivo pabellón, el ruido de botas contra el piso o las manos doctas en inspección, basta, suficiente, son todas ficciones desechables, son meras distorsiones» (LR:75). [«O quarto branco ou o opressivo pavilhão, o som de botas contra o piso ou as mãos doutas em inspeção, basta, já chega, são todas ficções descartáveis, são meras deturpações» (AR:59)]. Aparece una voz enunciadora que se exalta tratando de controlar su propia narración que lo domina, un narrador que se vuelve rotundo, al punto de apelar a los imperativos reiterados en un intento por encauzar su relato, dando órdenes a los personajes que antes imaginó en situaciones contrarias a las que ahora apela:

Que baje los brazos la mujer que los extendía fuera de sí, la mujer y su ruina, cultivadas contra toda expectativa en mi mente infértil. Que se ignore también al niño, al niño y su desabrigo, al niño y su salvación, ese niño que tampoco era mi hermano. El parto no me lo puedo inventar, repito, del parto no hay información. (LR:75)

Que baixe os braços a mulher que os estendia em desrazão, a mulher e sua ruína, cultivadas contra toda expectativa em minha mente infértil. Que se ignore também o menino, o menino e seu desabrigo, o menino e sua salvação, aquele menino que também não era meu irmão. O parto eu não posso inventar, repito, do parto não há informação». (AR:59)

En esa ausencia de datos y de información, en la duda sobre las identidades, también consistió el genocidio y su sistema represivo, generando un no saber que redunda en la más sostenida incertidumbre. Y sobre esa misma incertidumbre se explican parte de los contrastes que cimientan el relato, en tanto conduce a oscilar entre diferentes posibilidades que se traducen a la materia textual en forma de una enunciación vacilante, antitética, contradictoria y hecha de reiteradas negaciones. La incertidumbre por el destino de los desaparecidos se traslada ahora a la identidad del hermano sobre cuyo origen, lo único que hay, son dudas.

Ante este panorama, aseverar que el silencio resuena en las líneas del texto no es un simple juego del lenguaje. Es a un tiempo estrategia del discurso, tema y leit motiv que se construye como adyacencia de la negación y que por otro lado contribuye a esa estructura repetitiva sobre la que se sustenta la escritura:

No hablar forma parte de la capacidad de hablar, puesto que la capacidad es una posibilidad y ésta implica una cosa y su contraria. Posible que p y posible que no p son igualmente verdaderas. La definición misma de lo posible implica los contrarios al mismo tiempo. Que lo contrario de hablar sea posible no supone la necesidad de callarse. Poder no hablar no es lo mismo que no poder no hablar. El segundo caso es una privación, el primero una negación (Aristóteles, De la interpretación 21 b 12–17; Metafísica IV 1022 b 22). Si los sobrevivientes no hablan, ¿se debe ello a que no pueden hacerlo o a que usan la posibilidad de no hablar que les da la capacidad de hablar? ¿Se callan por necesidad, o lo hacen libremente, como suele decirse? ¿O la cuestión está mal planteada? (Lyotard, 1999:23)

Estamos ante una novela poblada tanto de silencios como de las reiteradas referencias a ellos. Es que el origen mismo de la historia viene dado por la ausencia de palabra, de discurso, por los blancos y vacíos que la atraviesan de principio a fin, un silencio estructural en el relato que se hace palabra desde los intersticios de esa misma historia ocultada. La propia mención del silencio marca un ritmo y una cadencia, generados por su sola repetición. El escritor sitúa en algún momento incierto el instante fundacional del silencio sobre la adopción de su hermano, explicando que lo que antes era dicho ahora se transformó en un indecible, casi como un secreto a voces, semejante a un pacto por el cual ya no pudiera hacerse referencia directa a lo obvio. Aun cuando sobre la adopción en sí misma no hay secreto, sí existe, una vez más, el silencio:

Desde siempre supo mi hermano que había sido adoptado, eso decían mis padres, y ese desde siempre me intrigaba, o me intriga ahora: ¿cómo decirle algo así a un niño que apenas maneja las palabras más sencillas?, ¿con qué distancia o frialdad dictarle mamá, papá, bebé, adopción? ¿Cómo transmitirle la importancia de este hecho, con la seriedad que exige el asunto, sin atribuirle un peso innecesario, sin transformarlo en una carga que el niño no podría soportar? Era Winnicott quien definía los pasos —seguimos mucho de lo que indicaba la teoría winnicottiana, yo escucharía años después, sin comprender exactamente el término, aunque notando el tono de lamento, la voz desolada. Que él supiera, que nosotros supiéramos, que supieran todos los habitantes de la casa, era algo que se sabía fundamental. Y sin embargo de algún modo se instauró la reversión de ese proceso, en algún momento lo que era palabra se hizo indecible, se calló la verdad como si así se deshiciera. No creo impreciso decir que fue mi hermano quien nos impuso a todos el silencio que le resultaba más cómodo, y nosotros simplemente lo aceptamos, tan gentiles, tan cobardes. (LR:18)

Desde sempre meu irmão soubera que havia sido adotado, era o que meus pais diziam, e esse desde sempre me deixava intrigado, ou me intriga agora: como dizer algo dessa ordem a uma criança que mal domina as palavras mais simples, com que distância ou frialdade ditar mamãe, papai, nenê, adoção? Como transmitir a importância daquele fato, com a seriedade que o assunto exige, sem lhe atribuir um peso desnecessário, sem transformá-lo num fardo que o menino jamais poderia carregar? Era Winnicott quem ditava os passos —seguimos muito do que indicava a teoria winnicottiana, eu ouviria anos mais tarde, sem compreender o termo ao certo mas notando o tom de lamento, a voz desolada. Que ele soubesse, que nós soubéssemos, que soubessem todos os habitantes da casa, era algo que se sabia fundamental. E, no entanto, de alguma maneira se instaurou a reversão desse processo, em algum momento o que era palavra se tornou indizível, calou-se a verdade como se assim ela se desfizesse. Não creio impreciso dizer que foi meu irmão quem impôs a todos o silêncio que lhe era mais confortável, e nós simplesmente aceitamos, tão gentis, tão cobardes. (AR:14)

Este libro sobre su hermano surge de una necesidad imperiosa del decir, de contar la historia. También a partir de una negación que da paso a la lítote, el escritor se refiere al silencio de aquel. Admite su necesidad de verbalizar, en un tramo textual en el cual la propia palabra «decir» se repite casi de manera obsesiva, amparada por el querer y el poder negados, frente a una necesidad del relato y la historia que es más fuerte que tal negación:

No son pocas las evidencias de que pasa largos periodos sin admitir siquiera para sí mismo, sin aceptar o reconocer —días o meses, años tal vez, encerrado en su habitación sin que nada de esto se apodere de él, sin que vuelva a su mente todo lo que yo no quiero y no puedo decir, todo lo que necesito decir. ¿Y él no necesita decírselo a sí mismo?5 (LR:19–20)

Não são poucas as evidências de que ele passa longos períodos sem admitir sequer para si, sem aceitar ou reconhecer —dias ou meses, talvez anos, trancado em seu quarto sem que nada disso se aposse dele, sem que retorne à sua mente tudo o que eu não quero e não posso dizer, tudo o que eu preciso dizer. E ele não precisa dizer para si? (AR:15–16)

El sujeto que narra también reflexiona, como en vastas zonas textuales, acerca de ese silencio aparentemente instaurado por el hermano y acatado, perpetuado, por el resto de la familia: «Qué fuerza tiene el silencio cuando se extiende más allá, me pregunto, más allá de la incomodidad inmediata, más allá de la pena, pero también más allá de la culpa, y por ahí acabo llegando a una respuesta» (LR:19). [«Que força tem o silêncio quando se estende muito além, eu me pergunto, muito além do incômodo imediato, e da mágoa, mas também muito além da culpa, e assim chego enfim a me responder» (AR:16)]. Estamos ante un mutismo que trasciende la ausencia de palabras y sobre el que la novela reflexiona de modo permanente: «A veces, en el espacio de un dolor cabe solo el silencio. No un silencio hecho de la ausencia de las palabras: un silencio que es la propia ausencia» (LR:97). [«Às vezes, no espaço de uma dor cabe apenas o silêncio. Não um silêncio feito da ausência das palavras: um silêncio que é a própria ausencia» (AR:75)].

Los silencios en el seno familiar, devenidos en tabú a propósito de la adopción del hijo mayor, derivan luego en silencios sobre la historia no ya del hermano del narrador, sino la de sus padres y la militancia política. Otra veta de la historia familiar imbricada y signada por la historia argentina se manifiesta en este punto. A propósito del pasado militante y de las actividades políticas, el discurso del padre se halla entrecortado, interrumpidas las frases y el relato, atravesado por una intención anacrónica de secreto que debe guardarse al abrigo de una clandestinidad también extemporánea, aunque demuestra, en última instancia, los alcances del silencio impuesto por los genocidas:

Hay también resquicios de tensiones de otras décadas, un antiguo pudor que posterga cada frase que se permiten decir, una anacrónica noción de sigilo, de secreto inconfesable, como si revelar esos datos y nombrar a los partícipes fuera una indiscreción que el movimiento habría de castigar —o, peor, que habrían de castigar los tenaces verdugos de un régimen inclemente. A veces parece que bajaran la voz para mencionar un episodio concreto, a veces tartamudean, cortan relatos por la mitad, y tengo la nítida impresión de que todavía se preocupan por nuestros oídos —de que todavía somos, a sus ojos, niños que hay que proteger de la brutalidad del mundo, o hasta peligrosos agentes dobles que acabarían entregándolos sin querer. (LR:50–51)

Há também resquícios de tensões de outras décadas, um pudor antigo adiando cada frase que eles se permitem dizer, uma anacrônica noção de sigilo, de inconfessável segredo, como se revelar esses dados e nomear os envolvidos fosse indiscrição a ser repreendida pelo movimento —ou, pior, a ser punida por tenazes algozes de um regime inclemente. Às vezes parece que baixam a voz para mencionar um episódio específico, às vezes gaguejam, largam relatos pelo meio, e tenho a nítida impressão de que ainda temem os nossos ouvidos —de que ainda somos, aos olhos deles, crianças a serem poupadas da brutalidade do mundo, ou mesmo perigosos agentes duplos que acabariam por entregá-los sem querer. (AR:39–40)

El escritor encuentra carente de relevancia las disputas que el padre le cuenta a medias sobre la acción militante de su juventud. Sin embargo, calla, oponiendo un silencio al ya existente y perpetuando así los silencios ancestrales:

A quién, es lo que les pregunto, quién se interesaría hoy por tan mezquinos meandros de un tiempo distante, y la respuesta que mi padre repite es una absurda mezcla de devaneo y lucidez: las dictaduras pueden volver, vos lo deberías saber. Las dictaduras pueden volver, yo lo sé, y sé también que sus arbitrios, sus opresiones, sus sufrimientos, existen de las más diversas maneras, en los más diversos regímenes, aun cuando una horda de ciudadanos marcha a las urnas bienalmente —es lo que pienso al escucharlo, pero me privo de decírselo, para protegerlo de la brutalidad del mundo o por algún recelo de que no me entienda. Casi todo lo que me dicen, lo retiran; casi todo lo que les quiero decir se me queda preso en la garganta y me desalienta. (LR:51)

A quem, é o que pergunto, quem se interessaria hoje por tão mesquinhos meandros de um tempo distante, e a resposta que meu pai repete é uma absurda mescla de devaneio e lucidez: as ditaduras podem voltar, você deveria saber. As ditaduras podem voltar, eu sei, e sei que seus arbítrios, suas opressões, seus sofrimentos, existem das mais diversas maneiras, nos mais diversos regimes, mesmo quando uma horda de cidadãos marcha às urnas bienalmente —é o que penso ao ouvi-lo mas me privo de dizer, para poupá-lo da brutalidade do mundo ou por algum receio de que não me entenda. Quase tudo o que me dizem, retiram; quase tudo o que quero lhes dizer se prende à garganta e me desalenta. (AR:40)

Es interesante notar en el final de la cita la negativa a hablar por la que apuesta el sujeto: una especie de autocensura ante las potenciales respuestas de su interlocutor, un silencio provocado, además, por el temor de no ser entendido. El silencio del padre es generador de nuevos secretos, al tiempo que se explica por una distancia intencionada frente a su historia, lo que genera una brecha también entre el hijo y la vivencia de los padres. No obstante, la distancia ante ese pasado se convierte en proximidad y cercanía al retornar en forma de fantasmas vía lo imaginario: hay una pulsión del hijo por llenar esos vacíos que lo mueve a preguntarse y a reflexionar en todo momento de la narración sobre tal historia. Asociado a las ausencias de palabras nuevamente se halla el no saber del sujeto acerca de esa militancia obturada, manifestado en el nivel discursivo por medio de un paralelismo interno que responde a su vez a la contradicción del saber y no saber, de un conocimiento a medias devenido de aquellos huecos, esa ausencia de palabra y relato que se resume en el silencio y que emerge de lo que pareciera puro rumor:

Sé y no sé que mi padre perteneció a un movimiento, sé y no sé que hizo un entrenamiento en Cuba, sé y no sé que jamás le disparó a un blanco cierto, que se limitó a atender a los heridos en las batallas callejeras, a buscar nuevos cuadros, a pregonar el marxismo en las villas miseria. (LR:51)

Sei e não sei que meu pai pertenceu a um movimento, sei e não sei que fez treinamento em Cuba, sei e não sei que jamais desferiu um tiro com alvo certo, que se limitou a atender os feridos nas batalhas de rua, a procurar novos quadros, a pregar o marxismo nas favelas. (AR:40)

El saber trunco se resume enunciativamente en los devaneos, el ir y venir, la flagrante contradicción. Los silencios acerca de la militancia adquieren el estatuto del secreto, uno que viene a sumarse al tabú sobre la pregunta por el origen del hermano. Silencios, tabúes y secretos familiares aúnan las dimensiones de las micro y las macrohistorias, puesto que ambas se hallan en estrecho vínculo. Frente a la ausencia de relato, la escritura presenta el gesto doble de distanciamiento y cercanía: el primero (distanciamiento), dado por las negaciones y las continuidades de los silencios en la escritura mediante los vacíos y blancos textuales; el segundo (cercanía), originado por la existencia de un relato que a pesar de los huecos erige la palabra como mecanismo de resistencia. En la oscilación nunca definida de ambos gestos se estructura la novela, y también su postura de resistencia ante un real difícilmente aprehensible.

Consideraciones finales

En la novela confluyen diversas aristas y motivos relacionados con la dificultad de la representación: la problemática misma de la representación lingüística y discursiva, sustentada en la idea de que las palabras y la realidad no coinciden plenamente; a esto viene a sumarse el cisma entre vivencia y relato dado por lo traumático que implica cualquier narración vinculada con el genocidio de la dictadura y el exilio; y por último, el tabú familiar, esto es, la pregunta prohibida por el origen del hermano (asociada con el horror de ese pasado) y los silencios familiares de la generación de los padres acerca de su militancia, devenidos en secreto. Ante este contexto, se modulará una voz enunciadora consciente de la dificultad de la verbalización, que como forma de distanciamiento frente al horror, al tabú y al secreto (los cuales por mandato implícito o explícito no deben ser horadados) construirá una escritura en tanto síntoma, por medio de negaciones y silencios que al mismo tiempo que parecerían perpetuar lo no dicho, lo dejan en evidencia y lo convierten en palabra performativa y de resistencia.

Referencias

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Notas

1 Benyakar (2012) distingue tres afectos del aparato psíquico, a saber: las sensaciones, «devienen de lo corporal»; las emociones: «son afectos relacionales y dan cuenta de la existencia de la otredad»; sentimientos: los «afectos manifestados por la palabra y tienen dimensión tiempo y espacio» (s/p).
2 Entre otras, hay una distinción interesante que hace el autor, por la cual propone designar de un modo diverso a lo traumático. Su propuesta consiste en usar el término «disruptivo» para reemplazar la palabra traumático, para referirse a hechos y situaciones que ocurren en el mundo externo (Benyakar, 2006:42). Mientras que al hecho en sí lo denominaría disruptivo, lo traumático estaría dado por la vivencia interna de ese hecho disruptivo, todo esto dado por lo siguiente: «calificar una situación como traumática por la potencia o la intensidad que el consenso social le asigna es adjudicar un rasgo propio del orden psíquico a un evento del orden de lo fáctico» (2006:43). Se trata de una distinción semejante a la que separa el trauma (vivencia psíquica) de lo traumático (vivencia en el plano de lo real).
3 Si existe una radical dificultad para entender lo inhumano, tal problemática se ve redoblada al momento de intentar ponerlo en relato. Y aquí subrayamos la palabra «dificultad», por contraste con «imposibilidad». No es que sea imposible hablar del horror, sino que el intento de tal habla se ve atravesado por múltiples dificultades. Asimismo, lo imposible reside en acceder al núcleo de lo traumático, no así a sus bordes. En Argentina hay, además, una extensísima escritura de lo traumático. Se hace necesaria otra aclaración: al referirnos a la simbolización y sus vacíos, no estamos queriendo decir que haya vacío de simbolización en cuanto a escritos y relatos (los testimonios, textos académicos y literarios refutarían rápidamente esa hipótesis), sino que lo que hay es un vacío en la simbolización, en todas esas formas que implican simbolizar el horror puesto que no pueden apresarlo por completo: la experiencia ha sido desarticulada y el lenguaje fracturado, lo que impacta en los vacíos, huecos y silencios de tales relatos. Para ser esquemáticos, hay abundancia de textos, como lo señala Hugo Vezzetti (2008:26), en correlación con regímenes del discurso (lo que redunda en abundancia de simbolización) —nivel macro—, pero vacíos en el interior de los textos —nivel micro—. Es que tal como lo señalara Giorgio Agamben, en todo testimonio existen lagunas (2010:33), en tanto no hay voz para la extinción de la voz. Y eso es lo que aporta su esencia y su valencia: llega a ser la parte más elocuente del testimonio del horror debido al hecho de que «el testimonio vale en lo esencial por lo que falta en él» (34).
4 De aquí en más: LR (La resistencia) y AR (A resistência).
5 «Pero éramos cinco en al auto. Mi hermano no se había pronunciado, y aún hoy no se pronuncia, prefiriendo callarse en su rincón de la mesa» (LR:21). [«Mas éramos cinco no carro. Meu irmão não se pronunciara a respeito, e ainda hoje não se pronuncia, preferindo calar em seu canto da mesa» (AR:16–17)].

Información adicional

Para citar este artículo: Di Meglio, E. (2021). Formas del tabú y el secreto familiar en La resistencia, de Julián Fuks. El taco en la brea, (14) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. e0050 DOI: 10.14409/tb.2021.14.e0050

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