Dossier

Informar las violencias y las literaturas de América Latina. Narrar(se), distanciar(se), teorizar(se)

Documenting violence and literatures of Latin America. Narrating, distancing and theorizing ourselves

Matei Chihaia
Universidad de Wuppertal, Alemania
Alejandro Gasel
Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Argentina
Universidad de Wuppertal, Alemania
Nicolás Albrieu
Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Argentina

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

vol. 9, núm. 15, 2023

eltacoenlabrea@gmail.com

Recepción: 29 Noviembre 2021

Aprobación: 29 Diciembre 2021



DOI: https://doi.org/10.14409/tb.2022.15.e0064

Para citar este artículo: Chihaia, M.; Gasel, A. y Albrieu, N. (2022). Informar las violencias y las literaturas de América Latina. Narrar(se), distanciar(se), teorizar(se). El taco en la brea, (15) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0064 DOI: 10.14409/tb.2022.15.e0064

Resumen: La presente introducción muestra cuáles fueron las intenciones que guiaron la construcción del dossier para pensar la relación entre literatura y violencia en América Latina. A partir de un esquema que recupera tres conjuntos de saberes producidos en el Sur global sobre memorias de posdictaduras, feminismos y saberes y luchas de pueblos originarios, se recorre una posible línea de investigación sobre violencia y cultura en América Latina atendiendo a la producción de algunos autores procedentes de Brasil, Argentina, Chile, Colombia. Finalmente, se presentan los trabajos enviados para el dossier.

Palabras clave: literatura, ficción, violencia, culturas, América Latina.

Abstract: This introduction explains the intentions that guided the construction of this special issue, a study of the relationship between literature and violence in Latin America. Starting from a matrix of research that usually discusses three sets of knowledge produced in the global South on post-dictatorship memories, feminisms and gender, and epistemologies of native communities, a possible axis of research on violence and culture in Latin America is traced through the works of some authors from Brazil, Argentina, Chile and Colombia. This introduction also contains a presentation of the articles of this special issue.

Keywords: litterature, fiction, violence, cultures, Latin America.

Introducción. Los inicios de este dossier

La cuestión de las literaturas y la violencia en América Latina es un tópico relevante para algunas agencias de investigación del Norte global interesadas en promover el estudio de la producción literaria latinoamericana. Es notable cómo estas agencias han logrado diseminar sus tópicos en diferentes eventos científicos centrados en temáticas regulares como los narcotráficos, las villas, los exterminios o los ataques de las pandillas.1 Es decir, ciertas corporaciones del Norte que financian investigaciones predisponen un escenario para que se aborde la problemática literatura y violencia muy distinto del que el Sur global ha utilizado para el mismo problema. Nosotros mismos fuimos partícipes de esas intervenciones cuando organizamos Escuelas de verano,2 o postulamos un funding3 operativizando la célebre fórmula violencia–literatura–América–Latina que resuena seductora y realista para un público lector, pero que entraña variados problemas, cuantiosas interpretaciones y, en definitiva, termina por reeditar el lugar «bárbaro», «inferior», «menor» para América Latina.

Lo que nos impulsa a estudiar los problemas de literatura y violencia en América Latina es poner en evidencia la gran producción teórica y crítica que existe sobre el tema, muchas veces ocupada en priorizar las formulaciones teóricas del Norte global, o en corroborar las escrituras redentoras sobre las violencias. Si despejamos las letanías teóricas encargadas de citar la bibliografía actualizada que sugiere ese Norte para pensar la violencia en América Latina, nos encontramos con una agenda activa y potente centrada en un presente, como ha señalado Maristella Svampa (2020),4 donde convergen grandes constituciones de saberes: 1. Las memorias recientes de las posdictaduras. 2. Los saberes ancestrales provenientes de las comunidades indias y originarias. 3. Los ecofeminismos en puja del presente latinoamericano. La lucha activa de los pueblos originarios y de los feminismos fomentan y construyen, en el marco del giro ecoterritorial, paradigmas de cuidado y sostenibilidad que buscan articular la agenda social y la ambiental.

En efecto, en el gran Sur global como espacio de enunciación, se han preferido otras formas epistemológicas de estudiar la intricada relación de la literatura y la violencia a través de aproximaciones que remiten a los usos propios de la literatura, centrándose en sus estrategias narrativas, sus políticas enunciativas y sus manchas temáticas, que desarrollaremos a modo de estado de la cuestión y siguiendo la posición de Svampa (2020).

El diálogo con el Norte global ha existido siempre; los textos que integran el presente dossier lo hacen explícito. En especial, la frecuencia con que se retoman los conceptos de Walter Benjamin (1921/2008) respecto a la distinción entre diferentes tipos de violencia establecida en la relación con la justicia y el derecho. En Para una crítica de la violencia, Benjamin distingue dos tipos de violencia. La violencia pura (divina) y la violencia mítica (jurídica). La violencia pura, que permanece en su medialidad sin relación a ningún fin —sin conservar ni instaurar un nuevo derecho— rompe con la dialéctica de la violencia mítica que instaura o conserva el derecho. El calificativo «pura» no se debe a una concepción metafísica o mística de la violencia, sino a la intención de abandonar la lógica jurídica de los fines y los medios que termina justificando la inclusión de la violencia en la teoría del derecho como medio para un fin. Por tanto, la violencia permanece pura en la medida en que su análisis proceda a desconectarla de todo fin jurídico. En este sentido, se aclara por qué su opuesto, la violencia que instaura o conserva el derecho, es calificada como mítica. El mito jurídico considera a la violencia como un hecho natural y acepta que sea apropiada como medio para un fin, relegando la discusión a si los fines son justos.

Entre los trabajos recibidos, se encuentran valiosas y revitalizadas referencias a líneas de corte sociológico como las de Pierre Bourdieu, o las de Loïc Wacquant para estudiar la estancia en las cárceles. Ahora bien, del entramado complejo de las producciones del Sur global que han estudiado las memorias de las posdictaduras, en el próximo apartado describiremos aquellas que evidencian una caracterización de la enunciación situada de los estudios literarios sobre violencia y literatura, divididas en líneas de producción del contexto brasileño y del contexto argentino.

Formas estables para teorizar la violencia en el Sur global

El estudio de la violencia es recurrente y conlleva una historia anclada en el pasado colonial del Sur global. La presente caracterización es apenas un esbozo de particularidades acerca de los modos de referenciar los estudios sobre violencia y literatura en las producciones de Brasil y de la Argentina, grandes promotores de significatividad para los estudios literarios. Aunque también vamos a referenciar un estudio en Colombia y un trabajo de Ticio Escobar (2021) y Nelly Richard (2021) que, entendemos, pueden mostrar cierta globalidad del Sur y reforzar el tópico memoria.

Comenzaremos por marcar aquellos trabajos que provienen del gran campo de las Letras, donde Brasil5 se convierte en una referencia imprescindible. La imaginación sobre la violencia que suele venir en ficciones empaquetadas hace mucho hincapié en historias de torturas y muertes que se diseminan desde un origen espacial concreto como son las favelas. En especial, películas como Ciudad de Dios (y su saga) o Katmandú, se apropiaron de un neorrealismo para enunciar desde la intensidad de la tragedia y el acontecimiento absolutamente abyecto y desgraciado de la muerte, una cadena de violencia sin fin. Estos relatos fílmicos no han contemplado el sesudo constructo teórico sobre la violencia de la tradición académica brasileña, producido en un finito y riguroso cotejo entre las narrativas brasileñas, las teorías del Norte global (Benjamin-Derrida-Agamben) y su propia tradición.

Sin caer en generalizaciones abusivas y sabiendo que podemos dejar de lado profundos hallazgos, son destacables los aportes de Roberto Schwarz (1978), Paulo Arantes (2014), Francisco Olivera (2011), Vladimir Safatle (2020, 2021) y Karl Erich Schollhammer (2007, 2012).

Roberto Schwarz escribe sobre los años sesenta, e interceptado por el golpe militar, su célebre artículo Cultura y Política. En este propone un modo de conceptualizar la violencia que abre una genealogía y refuerza la línea argumentativa citada de Svampa, sobre las fuerzas perlocutivas de las memorias posdictatoriales latinoamericanas. En este sentido, los argumentos esbozados acerca del tropicalismo se preguntan sobre la articulación de los intelectuales y la cultura en los procesos de cambio (entendidos en ese momento como revolución) y la forma en que la derecha reacciona frente a la amenaza. La calificación que ha recibido como crítico de las periferias del capitalismo y su comparación con Machado de Assis,6 le permitieron también formar un modo de pensar crítico.

La pregunta sobre la conformación de la sociedad burguesa brasileña tiene una respuesta en el libro de Francisco Olivera (2011), publicado a finales de los años setenta y que significó una importante contribución a la explicación sobre las causales de las crisis económicas y sus consecuencias en el Brasil actual. Su aporte proviene de una izquierda cultural que enfrenta las interpretaciones dualistas de la crítica weberiana. Olivera trata de argumentar acerca del papel del Estado en los procesos de desarrollo industrial brasileño y cómo las políticas estatales favorecieron el progreso industrial de la burguesía a través de la creación de una política salarial restringida, ratificada por una legislación laboral, oponiéndose a lo que la crítica de cuño weberiano sostenía: que la influencia de un gigantismo estatal había obrado como paternalista. Asimismo, Olivera se opuso a la tesis de la CEPAL que postulaba que la superación del modelo agrario era necesaria para el desarrollo industrial, demostrando que el atraso y el mantenimiento de niveles reducidos de trabajos precarios en el nivel agrario fueron lo que permitió el crecimiento del sector industrial brasileño. Estos análisis sociológicos, que referencian y sitúan a Brasil, constituyen un enclave necesario por donde comenzar a radicar el pensamiento de la violencia en el Sur global. A esto puede sumarse que los análisis de Olivera contemplan la sistemática y ostensiva rebaja del costo de la fuerza de trabajo en el marco de una vida urbana caótica y antidemocrática para las clases populares (ya que la cuestión habitacional es uno de los elementos constitutivos de las demandas democráticas).

En el contexto de pensar el presente situado y lo global, la propuesta de Paulo Arantes (2014) reconstruye una realización conceptual donde nuestra experiencia contemporánea está mayormente basada en la disminución de las expectativas de un futuro diferente. Esta percepción no hace más que reforzar el presente. Lo que Arantes llama una absolutización del presente (2014, p. 167) que domina la forma de entender la historia. Aquí va a ser de crucial importancia la preocupación por la realidad brasileña del autor.

En la línea del pensamiento de Svampa que recuperamos, sobre las conjunciones y los valores perlocutivos de las memorias de las posdictaduras, Arantes propone (2014) analizar las continuidades que esto tiene en la sociedad brasileña, «una transición (hacia la democracia) incompleta», una sociedad democratizada como dominación a través de la financiación de lo social. Esto no significa que la dictadura se repite sin cesar, sino que tales continuidades caracterizan un régimen político­-jurídico en el que la constitucionalidad es un terreno sólido para las clases dominantes y el trato punitivista es aplicado en su dureza e implacabilidad sobre las clases populares.

En la actualidad, pensadores brasileños en una zona límite entre las letras y la sociología han establecido razonamientos anclados en Brasil y su literatura para indagar en la violencia. Es el caso de Vladimir Safatle (2020), quien discute la posibilidad de agotamiento que tiene el paradigma de la necropolítica a favor de la aparición de nuevas formas de gestión de la violencia y la desaparición del poder soberano dentro del neoliberalismo autoritario. Dicha forma de gestión encuentra sus raíces en el concepto de «Estado suicida» movilizado en los años setenta para hacer frente a ciertos aspectos fundamentales del régimen de violencia fascista. Esto lo lleva a estudiar el carácter paradigmático de las «antipolíticas» antipandémicas desarrolladas en laboratorios globales del neoliberalismo autoritario, como es el caso de Brasil, y reforzar esta categoría de Estado suicida. Esta idea de «estado suicidário» (Safatle, 2021) es un diagnóstico que supone una carrera hacia el autosacrificio, en un proceso en el que la figura del Estado protector parece dar paso a una especie de Estado depredador. Este Estado depredador se vuelve sobre sí mismo, se trata de un Estado animado por lo imparable, por la dinámica incontenible de la autodestrucción y de la propia vida.

En esta línea, una cartografía sobre la relación entre violencia y cultura en el Brasil contemporáneo la aporta Karl Erik Schollhammer (2007) quien inicia su artículo mostrando una serie de datos estadísticos y relatos del profundo incremento de la violencia en Río de Janeiro y São Paulo para subrayar su relevancia en la agenda mediática. Aunque la intención de su ensayo no es discutir el fenómeno de la violencia brasileña desde un punto de vista sociológico o político, sino construir proposiciones sobre su lugar en las producciones artísticas, culturales y literarias de los últimos años. El autor destaca que, en los últimos años, la violencia ha encontrado un lugar relevante y, a través de su poder de ambigüedad y rechazo, se ha convertido en una mercancía de gran valor explotada por los medios. Sin intención de entrar en debates superfluos como el de la influencia de los medios en la violencia, el autor constata que su representación tanto en los medios de comunicación como en la producción cultural debe ser considerada un agente importante en la dinámica social y cultural brasileña. Insiste en reconocer a los objetos estéticos de la violencia en su relación con los procesos generales de simbolización de la realidad social que participan en ella de forma vital y constitutiva. Schollhammer (2012) analiza en artículos recientes otros problemas propios de la cultura brasileña y sugiere que el escritor brasileño trate sus temas nacionales en la medida en que los inserte en un concierto de orden global‒mundial. Según el autor, su posición es «simple» y considera que «existen ejemplos en la literatura contemporánea de escenarios para esa relación que escapan al modelo occidental de centro y periferia, de influencia y autonomía y de sumisión y resistencia» (Schollhammer, 2012, p. 207). Y desde ahí, sostiene que el desafío del escritor brasileño es decir los temas nacionales contemporáneos (la violencia) con un sentimiento que se alimenta de «una cierta intimidad global». Una tematización que nos refiere la inserción de Brasil en el concierto mundial.

La situación de Colombia, su literatura y el conflicto armado que ya lleva más de cincuenta años, se presta como un campo propicio para pensar los problemas que venimos razonando. La crítica literaria y profesora de literatura colombiana Luz Mary Giraldo (2001, 2008, 2012) se ha dedicado a estudiar las narrativas literarias y a proponer una sistematización a partir de promociones de autores y no tanto de generaciones. La autora deslinda aquellos autores de narrativa colombiana que se han salido de las temáticas del boom propuestas por García Márquez, a partir de la vuelta a una lengua testimonial, cotidiana, que recupera espacios coloquiales como la calle.

En una entrevista del año 2012, Giraldo sostenía que, en esta coexistencia de promociones de escritores, estos hacían de la literatura un vehículo para buscar una explicación del presente o del pasado. En esta escena de narrativa colombiana, Fernando Vallejos se caracteriza por desbaratar lo establecido, haciendo uso del lenguaje oral. En su literatura se propone una estructura construida desde la ausencia del mito, pues Vallejos destruye los mitos para arremeter con rabia contra la historia y la cultura colombianas. Luz Mary Giraldo se niega a la idea de «un escritor resentido» e insiste con el sustantivo rabia y su adjetivo rabioso/a. En este marco, la autoficción es otra estrategia preponderante de Vallejos, esto es, hablar en «nombre propio». La escritura de Vallejos aquí se emparenta con la de Alfredo Molano y la de Laura Restrepo en tanto se vinculan las experiencias del horror y el desplazamiento a partir de la unión de los géneros de la investigación y el testimonio, un caso de escritura híbrida.

Estas escrituras colombianas reponen el desgarramiento de un país sumido en la violencia. En otros autores, como Abad o Rosero, la violencia se une al abandono, al despojo, al desamparo, afianzados en un presente que, en algunos casos, se conecta con un pasado. A veces esas ficciones devienen autobiografía y a la inversa. Finalmente, Luz Mary Giraldo confirma la importancia de una literatura que no hable solo sobre el momento del escritor, sino que los temas y los problemas trasciendan su actualidad y puedan relacionarse con otra época y con otras culturas. Aunque la tragedia del país sigue habilitando una literatura que indaga en la violencia y la pregunta sobre quiénes son los causantes de este desbarrancadero continúa vigente.

La autoficción y la hibridez de género reconocidas como fórmulas de las narrativas colombianas contemporáneas son estudiadas en la propuesta de análisis de Virginia Capote Díaz (2016). Su trabajo se centra en el caso de escrituras de mujeres, aceptando que las perspectivas dominantes han sido masculinas y detentan el discurso patriarcal. Entonces, la voz y la presencia de la mujer afrodescendiente, indígena, mestiza o campesina han sido obliteradas y se encuentran poco analizadas e interpretadas. Para analizar la violencia, la autora recurre a la hibridez de género y revisa cómo periodistas y escritoras han construido relatos literarios entre la ficción y el periodismo para hacer entendible la experiencia de la mujer en la violencia. Señala que la mayoría de las autoras estudiadas han sido partícipes de los eventos históricos que narran y han visto y vivido esos fuegos fulgurantes de la violencia. Aunque Capote Díaz señala que las narradoras estudiadas no tienen una intención global o totalitaria al narrar los hechos o al querer capturarlos, sino que su construcción es más bien un collage.

Según Capote Díaz hay varios problemas en la relación mujer–producción literaria–violencia en la Colombia reciente, entre los que pueden enumerarse los siguientes: 1. Muchas autoras escriben en diversos formatos que presentan diferentes grados de espontaneidad, modulan sus textos de manera que si se trata de una novela autobiográfica o una entrevista queda en terreno de disputa. Un ejemplo citado es Noche de humo de Olga Behar. 2. Esto marca una relación directa entre testimonio y novela y hace estallar los límites de ambos géneros. 3. La combinación de historia, testimonio y ficción se constituye en una herramienta de combate a favor de la representación y la denuncia.

Aunque finalmente, la autora vuelve a la conjetura del discurso híbrido para referirse a la violencia en Colombia donde Laura Restrepo, Silvia Galvis y Patricia Lara aparecen como exponentes centrales de su hipótesis acerca de escritoras que mezclan lo testimonial, lo autobiográfico para narrar el presente. Se refiere a ellas como escritoras que han recurrido a la investigación histórica como materia prima de sus obras, y a la literatura de no-ficción como la herramienta clave que les ha permitido pasar del periodismo a la novela testimonial, «novelas testimoniales, que el testimonio en cuestión se diluye entre las fauces de la ficción» (2016, pp. 50-51).

Maristella Svampa propone pensar cuáles son los saberes que constituyen los aportes del Sur global y menciona de manera hipotética al indianismo, a los feminismos y las memorias posdictaduras como huellas que activan y articulan luchas en un momento presente de América Latina contra el capitalismo total (el consenso de los comodities, la megaminería extractiva, el capital financiero, etc.). Nelly Richard y Ticio Escobar son dos pensadores latinoamericanos que fueron publicados por CLACSO en 2021 y que recorren estos saberes, se los apropian y piensan un conjunto de artes, generando conocimientos que deben considerarse al momento de pensar la relación entre literatura y violencia.

Los textos de Nelly Richard cubren un período de tiempo que va desde 1986 hasta 2020. La autora se reconoce como crítica cultural en términos de revisar las tramas políticas, simbólicas y comunicativas, en especial, el volumen editado por CLACSO ofrece sus análisis de la transición democrática chilena donde Richard observa un proceso de integración del discurso transicional al del consenso y del mercado, un discurso marcado por la normalización y la funcionalización que convirtió al pueblo chileno en un grupo moldeado por sondeos y encuestas electorales. Identificada con la crítica cultural (no solo en términos adornianos, benjaminianos, etc.), sino con una potencia que prefiere deambular fuera de sistemas de referencia, objetos de conocimiento y marcos exploratorios tradicionales, Richard ha estudiado y transitado las artes visuales, la literatura, la fotografía, las teorías críticas, los estudios culturales y el feminismo que no se adaptan o encasillan en el consenso que la Universidad de Bolonia prescribe. La autora sitúa su posicionamiento en el Sur como margen, subalternidad, no «como determinismo geográfico sino como contexto político enunciativo» (2021, p. 20), lo que hace que reubique su trabajo en memorias históricas y sociales fragmentadas por las violencias de estos territorios.

En relación con este aspecto de la violencia posdictatorial, Richard recuerda la importancia de la desclasificación del archivo audiovisual chileno que permitió el conocimiento de las atrocidades de la dictadura pinochetista. La última parte de su libro vuelve sobre el feminismo como un engranaje teórico necesario que permite desmontar las formas simbólicas de las operaciones culturales sobre el género que actúan como marca universal de poder, autoridad y dominación.

Rocco Carbone (2021) señala que Nelly Richard es una gran conocedora de la obra de Ticio Escobar y que lo ha colocado en una genealogía de pensadores decoloniales junto con otros como García Canclini y Martín Barbero. Lo que nos interesa de esta compilación es su mérito en términos de institucionalización de lectura de la producción artística india. Carbone señala que, en la lectura de Escobar, la producción artística tiene el mismo estatus que el arte culto y vincula el arte y la política. Como explica Ticio Escobar (2021), sus trabajos surgen de las experiencias específicas y de la práctica del Museo del Barro, del trabajo de campo con grupos indígenas, de la militancia política no partidaria y del ejercicio de la curaduría y de la crítica del arte. Agrega Rocco Carbone que el Museo del Barro es una construcción propia de Escobar, producto de la deflación de las universidades en Paraguay y de la imposibilidad de tener un espacio sólido. Un espacio donde ejercer sus lecturas culturales transgresoras y microcontactos con circuitos paraguayos no oficiales para pensar el arte y el presente de Paraguay a partir de la producción artística de los pueblos originarios. Según Carbone, el gesto de Ticio Escobar se acerca al del antropólogo que se pone en diálogo con la otredad no considerada.

Las construcciones teóricas para pensar la violencia y su vínculo con la cultura en el contexto argentino refieren variadas formas de tematización. Podemos arriesgar que existen tradiciones cercanas a la catalogación de la violencia estatal muy arraigadas en función de la fuerte relación entre literatura y política, como lo ha enseñado David Viñas (1964, 1982), fundador de una discursividad sobre la problemática en cuestión del dossier. No obstante, quien ha escrito, rastreado y constituido un archivo sobre un pensador de la violencia fue Osvaldo Bayer (2000) cuando estudia y analiza la vida de Severino di Giovanni, texto que puede ser leído con las sagas de la Patagonia Rebelde (2001) y con Los anarquistas expropiadores (2015).

No obstante, la edición realizada por Ana María Zubieta (2014), como también la correlación que marca los eventos científicos posteriores convocando trabajos en función de la violencia y los cuerpos en la literatura, las artes y el cine contemporáneo de América Latina,7 exige marcar un recorrido autónomo para la temática. En esta línea, el trabajo de Teresa Basile (2015) junto con sus proyectos de investigación acreditados en la Universidad Nacional de La Plata profundizan la cuestión de la literatura y la violencia, en búsqueda de la singularidad de la problemática.

Ana María Zubieta (2014) señala que los trabajos que edita son una guía conceptual sobre la violencia y propone pensar el mapa como un acto de violencia sobre el espacio que penetra, domina y se constituye como oficial, aunque todo acto de dominio tiene su contrapartida: la resistencia. En los artículos que se compendian, se estudian géneros artísticos con perspectivas que problematizan la relación con la ética, la política y la historia y, por ende, con la memoria individual y colectiva. Se proponen, así, diversas clasificaciones del concepto, como un modo de indagar en sus posibilidades. Un aporte argumental del libro que compila Zubieta es mostrar que, en la vastedad del término, su forma de evocarlo y de estudiarlo, puede encontrarse su mayor productividad. Incluso, preguntándose sobre la posibilidad de existencia de una violencia positiva, de las «oportunidades» que ella ofrezca, pero también con relación en cómo enfrentar la violencia pasada, con sus imágenes y relatos, y cómo construir sus narraciones.

En el libro de Teresa Basile se reflexiona en torno a la imposibilidad de la literatura para decir la violencia a partir de las consabidas frases de Adorno y Blanchot, que sospecharían de la potencialidad que tendrían los fenómenos artísticos después de las catástrofes de los campos de concentración para narrar lo real ominoso. En ese contexto, la compilación propone modos y retóricas de narrar experiencias extremas de la historia latinoamericana reciente desde la escritura literaria, al tiempo que ofrece teorizaciones sobre las potencialidades de decir el horror en las experiencias estéticas estudiadas. La narrativa de Roberto Bolaño es frecuentada en función de la tematización de las dictaduras del Cono Sur, así como se inscriben trabajos sobre las barbaries y los crímenes de Ciudad Juárez en México, o se revisita la literatura peruana que ha referido el conflicto entre Sendero Luminoso y el Estado Peruano en las ficciones de Iván Thays, Santiago Roncagliolo y Daniel Alarcón, para exhibir cómo el Estado peruano ha reimaginado su violencia como «limpiadora» o «curativa» en su accionar bélico para con la guerrilla.

Sumado a estos estudios y a la forma de tensión tríadica que propone Svampa, resulta productivo recuperar la forma conjetural y sin ánimos totalizantes de Mónica Cragnolini (2021) para razonar y complejizar la violencia. Este modo nos acerca a otra forma más precisa, recuperando el poder de los aparatos dominantes de enunciación, que han ordenado y clasificado los cuerpos desde el inicio cualificando la entidad de los sujetos. Aquí el concepto de violencia estructural aparece totalmente resemantizado respecto a referencias anteriores ya que se trata de una pregunta sobre la condición de los sujetos. Cragnolini deja en claro que para comprender la violencia estructural tenemos que considerar que: «la cultura se funda sobre la idea de “domesticación” de la animalidad pero también sobre el sacrificio (que es el sacrificio de la sangre y de la carne) tanto del humano como del animal (Cragnolini, 2021, p. 6), reubicando a los sujetos en el lugar más débil: el de los sujetos discriminados. Al tener en cuenta estos vínculos donde se cataloga a la mujer, a los animales y a los grupos humanos que se desprecia en función de su dominio podemos darnos cuenta de la forma de poder y también de la posibilidad de alianzas y de resistencia conjuntas que se abren.

La articulación del concepto de biocapitalismo que realiza Cragnolini (2021, p. 14) implica una conversión de todo lo vivo en material disponible para el consumo en tiempos del capital total. En este marco, el capitalismo industrial en relación con las ciencias y con la producción de bienes, se convierte en una máquina preciosa de producción de vida, en el caso de los animales para ser utilizados para el consumo a escala industrial y en la experimentación científica. A partir de esto, ratifica la idea vampiresca de «vivir de la sangre de otro». En este marco, propone deconstruir el esquema de la violencia estructural que le ha permitido vincular especismo, sexismo y racismo a través de la problemática sacrificial y la prerrogativa que se adjudica el ser humano de sacrificar la vida que considera subalterna, inferior o minoritaria a la suya. En este marco exploratorio, es fácil comprender las violencias y, por ende, los tratamientos que se ofrecen a los animales (crianza, confinamiento en tiempo y espacio, maltratos, faenamientos, y devoración sin atisbo de culpa alguna) y el tratamiento que se da a los humanos que se consideran inferiores: mujeres y niños en la trata de personas (pero también en ciertas «lógicas de familia»), inmigrantes en los trabajos clandestinos, entre variados ejemplos. Asimismo, todo este planteo de la autora no significa solo una denuncia, sino también pensar una posibilidad de vida «con lo viviente no humano» y en armonía con la tierra toda. No es solo una denuncia del terricidio,8 sino una apuesta a la articulación de una vida posible en armonía.

En síntesis, los desarrollos teóricos sobre violencia y literatura en el Sur global pueden reconstruirse a grandes rasgos en las líneas hasta aquí expuestas.

Los artículos que encontramos en este dossier

Al proponer la elaboración de este dossier nos interesaba indagar en los modos del ingreso de la violencia en la literatura latinoamericana contemporánea. ¿Qué tipos de violencia aparecen tematizados y de qué manera? ¿Hallaríamos una reivindicación, una denuncia, una distancia crítica? ¿Aparecería ligada a problemáticas de género, de clase o con mecanismos de funcionamiento estatales y paraestatales? La propuesta, como se ve, buscaba ser lo más abierta posible, incentivando el envío de trabajos que abordaran dimensiones heterogéneas del eje seleccionado: la relación de la violencia con la representación de movimientos, grupos o sectores subalternos, la relación entre el fenómeno y la construcción de identidades de género, o incluso trabajos que avanzaran en reflexiones en torno al fenómeno (aún en desarrollo) de la pandemia.

En consonancia con la apertura de la convocatoria, los trabajos que recibimos resultaron muy variados. En lugar de un eje transversal y compacto que los atravesara, lo que encontramos fue una serie de aproximaciones diversas, como si el tema seleccionado constituyese una fuente de dispersión antes que una base uniforme de la cual extraer conclusiones. Los ejes más usuales para abordar el problema de la violencia y su representación, la teoría del trauma (LaCapra, 2005) y el dilema de la memoria (Sarlo, 2005), apenas aparecen tematizados en uno de los artículos seleccionados. Los otros, como veremos, abordan aproximaciones menos transitadas.

El primer artículo, «Cruces de lenguas: la escritura en la cárcel frente a la lengua jurídica» de Inés Ichasso, es, sin dudas, el que propone un abordaje más llamativo por infrecuente: tomar los textos producidos por los asistentes a un taller de escritura desarrollado en el Centro Universitario Devoto, sede de la Universidad de Buenos Aires en el Complejo Penitenciario de la Ciudad de Buenos Aires. Dicho de otra manera, el corpus que analiza está compuesto por textos producidos por reclusos de una institución carcelaria, cuya naturaleza literaria podría ser cuestionada, centrando su atención en el proceso de producción de los textos y lo que esa práctica implica para los actores que la llevan a cabo. Este modo de recortar su objeto se aleja de la perspectiva usual, que acostumbra a seleccionar para el análisis textos cuya naturaleza literaria suele haber pasado por la legitimación del mercado (esto es, haber atravesado el proceso de publicación que los convierte en una mercancía). Desde la perspectiva que asume Ichasso, el «lenguaje literario» es una práctica, algo que se hace antes que un producto final al que accedemos (generalmente) a través de una transacción comercial.

Respecto al análisis que propone, se destaca el funcionamiento de ese lenguaje literario como un recurso que proporciona a los escritores/reclusos la posibilidad de cuestionar o dislocar, en tono de parodia, el lenguaje altamente formalizado del poder jurídico. Es así como los presidiarios del taller suelen utilizar, de acuerdo con lo que nos narra Ichasso, el registro ficcional como un emplazamiento que provee posiciones diferentes de enunciación (precarios, es cierto, pero no por eso menos reales) desde los cuales parodiar las fórmulas y prescripciones jurídicas, combatiendo, a su modo, el ordenamiento preciso de cuerpos, tiempos y espacios que dispone y desocultando en el proceso la violencia originaria con la que se instaura la lógica punitiva. El corolario más significativo que podemos extraer de esta investigación es, por tanto, que indagar en los procesos creativos que conducen a la confección de una obra es (o puede ser) tan importante como analizar los textos ya producidos.

El segundo texto incluido en nuestro dossier presenta interés por el abordaje atípico del fenómeno literario que lleva a cabo. Nos referimos a «Voces infantiles en El cementerio más hermoso de Chile» de Andrea Pac. Este artículo propone un objeto de estudio de interés por su actualidad (la obra analizada es del 2008), pero además por la región de la que proviene (o, mejor dicho, en la que se ubica) el objeto literario abordado: la ciudad de Punta Arenas, situada en el extremo sur de Chile. Si bien la expresión «Latinoamérica» suele abarcar los países y las regiones comprendidas entre el Río Grande y el Estrecho de Magallanes, no es menos cierto que no abundan los abordajes de objetos literarios producidos en latitudes tan meridionales. También es destacable la elección de un poemario como objeto de investigación, en un contexto en el que no abundan las contribuciones sobre poesía. No obstante, si su interés dependiera únicamente del hecho de que aborda textos de una región ignota o inusual, o de un género menos transitado en los estudios contemporáneos, poco tendría para aportar. En contraposición a esta idea, uno de los puntos fuertes del artículo es que afronta el texto literario desde una perspectiva que evita la tentación de centrarse en la dimensión testimonial (la literatura «refleja» o el texto «representa») usuales en el abordaje del eje de la violencia, destacando en su lugar el poder o la capacidad dislocante del discurso literario.

El cementerio más hermoso de Chile (Formoso, 2008) es un poemario que condensa la conquista de la región magallánica de Chile en las voces de personajes que habitan el Cementerio Municipal de la ciudad de Punta Arenas. De entre las diversas voces que rescata el poemario, Pac decide concentrarse en las que pertenecen (o pertenecieron) a los niños. Retoma, para ello, la concepción de la infancia como lugar de la experiencia y condición de posibilidad de la palabra propuesta por Agamben (2015). En otras palabras, se propone un abordaje de carácter filosófico que interpela al poemario como a un juguete, sin que ello suponga degradación alguna del objeto literario. Todo lo contrario: la metáfora propuesta pretende rescatar para reflexionar sobre la obra literaria las múltiples funciones que puede asumir socialmente un juguete; a saber, el entretenimiento o recreación de los usuarios, por supuesto, pero también su capacidad de estimular el desarrollo psicológico de los niños al ampliar el universo de experiencias posibles a partir del registro condicional del «como si». No por nada el propio Benjamin incluyó a los juegos y los juguetes entre sus variados temas de interés y reflexión sobre la sociedad.

En suma, el artículo de Pac indaga el carácter de la infancia y cómo su «ser experiencia» se revelan en los relatos de los niños muertos, cuyas voces son presentadas a lo largo del poemario de Christian Formoso para decir el horror, no de la muerte, sino de la violencia de los vivos. Si la indagación de Ichasso nos presentaba el lenguaje literario como un recurso al que recurrían los reclusos de un taller de escritura para cuestionar el lenguaje jurídico, lo que nos revela el análisis de Andrea Pac es, ahora, su capacidad para desarticular imaginarios y géneros discursivos diversos y, con ello, la oportunidad de aproximarnos a experiencias que nos resultan lejanas o inefables, evitando caer en el tono didáctico y empirista de las ciencias o de los discursos testimoniales de las víctimas y los testigos.

A los artículos mencionados se agrega «Violencia y memoria en dos instancias de representación del mundo del trabajo: Los dueños de la tierra y En la semana trágica de David Viñas y Ladrilleros de Selva Almada» de Betina Ferrante. Este es el único caso, como anticipamos, en que hacen acto de presencia categorías provenientes de la teoría del trauma, propuesta por el historiador norteamericano Dominick LaCapra, y una de las variadas aproximaciones al problema de la memoria, analizado de manera pormenorizada en los estudios sobre experiencias históricas de violencia extrema. En estas investigaciones es usual encontrar discusiones en torno a la fiabilidad y la credibilidad de los testigos, así como a la capacidad representacional de la literatura o, incluso, de la lengua misma. Se trata de una perspectiva muy transitada en la producción académica sobre la literatura producida en la etapa de posdictadura de los países latinoamericanos. Si algo vuelve interesante al artículo de Ferrante es, justamente, que retoma ese eje de la memoria, pero lo utiliza para indagar obras situadas en otros contextos históricos y enclaves geográficos: gobiernos radicales de comienzos de siglo XX en Viñas; región periférica o subordinada de nuestro país a finales de ese mismo siglo en el caso de Almada. El análisis del corpus seleccionado permite así expandir a otros momentos y enclaves regionales las reflexiones sobre las formas textuales al servicio de la recuperación de la memoria y la representación de la violencia, así como los recursos estilísticos puestos en juego en la elaboración de la ficción. El «poder» de la literatura (si acaso hay algo que podamos denominar de ese modo) consiste, en este caso, en su capacidad representacional, que proporciona un cauce para la narración de episodios oscuros de nuestra historia, o difíciles de contrastar de manera empírica, permitiendo completar las lagunas de la memoria histórica o, incluso, discutir la versión oficial instalada, otorgando, a su vez, mayor capacidad de persuasión al discurso producido. El análisis elaborado a partir de tales herramientas teóricas termina trayendo a la luz un núcleo ideológico común a las obras seleccionadas que cuestiona la violencia ejercida ante la ausencia o desinterés del Estado, así como un recurso estilístico compartido: la fragmentariedad y el montaje de materiales diversos como procedimiento narrativo para reconstruir esas historias de violencia, explotación y, en última instancia, exterminio llano y directo.

Finalmente, incluimos el artículo «Militarismos e imperativos masculinos en condiciones de guerra. Una lectura de La sirvienta y el luchador, de Horacio Castellanos Moya», de Miroslava Arely Rosales Vásquez. En este artículo encontramos, ahora sí, un entrecruzamiento entre los estudios de género y los estudios de la violencia en el ámbito de la literatura. El artículo propone la lectura de una novela del escritor salvadoreño Horacio Castellanos Moya relacionando las estrategias performativas de construcción de la masculinidad de los protagonistas con el contexto de militarismo preponderante luego de la firma de los Acuerdos de Paz entre la guerrilla y el Ejército salvadoreño a comienzos de los años noventa. Partiendo de un análisis pormenorizado de la novela, la autora expone el modo en que la masculinidad se construye y reafirma a través de la violencia y la misoginia. Por un lado, por la relación de disciplinamiento que entablan los personajes masculinos con aquellos caracterizados como femeninos; por otro lado, por la exaltación de la agresividad y la anulación emotiva que exhiben como rasgos genéricos de masculinidad los protagonistas. La sexualidad vivida como consumo y control de los cuerpos femeninos, la permanente agresividad para relacionarse con otros, la complicidad que se establece entre los personajes masculinos en detrimento de los femeninos, así como la dependencia etílica y la anulación emotiva conforman, finalmente, un cóctel que propicia el ejercicio de la violencia como modo de reafirmar la masculinidad, mecanismo incorporado y exacerbado por la participación de los actores en alguno de los bandos armados que se habían enfrentado en la historia reciente de El Salvador.

La violencia, en suma, aparece aquí articulada con modos patriarcales de construir la identidad. Como bien sabemos, una dimensión sustancial puesta de relieve por los estudios de género ha sido la existencia de una matriz binómica heterosexual (denominada por Butler «heteronormatividad») que no solo establece que los géneros son dos («hombre» y «mujer»), sino que, además, establece una jerarquía entre los componentes del binomio. Ser «hombre» implica ser más importante y ocupar una posición de poder. Con ello, no solo se esencializan ambos polos, sino que se prescribe el modo «correcto» o «adecuado» con el que deben relacionarse entre sí: es el «hombre» quien debe dominar y establecer no solo las reglas de interacción, sino el modo en que debe comportarse y lo que debe (o no) hacer la «mujer» con la que se relacione. Si algo destaca el artículo es cómo el entrenamiento para el ejercicio del poder llevado a cabo por los varones que formaron parte de las guerrillas o el ejército salvadoreño naturalizan estas formas de relacionarse, situando a las mujeres en una posición de subordinación por la mera portación de su identidad de género.

Los textos literarios analizados en este dossier pertenecen a géneros literarios bastante diversos. Ejemplifican también el potencial único de la literatura, que abarca y combina formas diversas de teorizar la violencia. No nos referimos al hecho de que dos de las conceptualizaciones más famosas de la violencia, las de René Girard (2007) y Pierre Bourdieu (2000), oscilan entre explicar la «estética de la violencia» y criticar la «violencia de la estética». Más bien intentamos poner de relieve el hecho de que las diversas aproximaciones científicas a lo que suele llamarse «violencia» —y que puede cubrir un campo más o menos extenso de la realidad— hallan en la literatura un terreno de encuentro, una plaza de discusión y combate. Frente a las tentativas de determinar lo que todo lo identificado como violento en estas disciplinas tienen en común, asumimos la diversidad de este fenómeno, que puede asemejarse a otros conceptos fundamentales como el de «juego».

Del conjunto de artículos editados se desprende por ejemplo la diferencia entre las representaciones diacrónicas de la violencia y las consideraciones sincrónicas. Efectivamente, la conquista de la Patagonia o la represión de los movimientos obreros en la primera mitad del siglo XX parecen a primera vista temas de la historia de América latina, que suscitarán principalmente el interés de la historiografía, en comparación con temas como la infancia, la cárcel o la masculinidad que pueden ser abarcados desde un punto de vista sociológico y antropológico, además de la historia de mentalidades o los estudios de una memoria transcultural (Spiller, 2021). Sin desdibujar los deslindes entre lo que Jan Assmann (2010) llama «la memoria comunicativa» —debatida entre contemporáneos, o con testigos de lo ocurrido— y «la memoria cultural» en la que se configuran los hechos una vez que este debate ya no es posible, debemos admitir que la literatura convierte con facilidad el pasado en presente, y lo consensual en asunto contrastado. En su representación literaria, la guerra civil de El Salvador se revela como tremendamente contemporánea; la conquista de la Patagonia no acaba nunca. Las violencias ya históricas, de las que podríamos guardar una imagen distanciada, «de museo», aparecen allí como heridas de costra reciente y frágil; al revés, las violencias contemporáneas, que podrían relativizarse por lo abierto del tiempo presente, se muestran en una forma definitiva e irremediable, acabadas como la obra en que se cuentan. La literatura nos libera así de la disyuntiva entre miradas diacrónicas o sincrónicas sobre la violencia, en lo que permite compaginar las dos.

De esta manera, los textos del dossier retoman las grandes teorías de la violencia y las cruzan con las visiones más específicas de unos autores de ficciones que poseen, muchas veces, su propia visión teórica de este tema. Es el caso de David Viñas o de Rodrigo Rey Rosa, por ejemplo. Desde el presente de América Latina se articula así una panorámica de la violencia que logra superar los límites de las disciplinas, y el deslinde entre el pasado y el presente.

Referencias

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Notas

1 Cualquier recorrido por los temarios o programas de eventos como LASA 2019, 2020, o los eventos del Instituto de Estudios de Literatura Iberoamericana o la Sociedad Mundial de Hispanistas reproduce el hilo conductor de violencia y literatura en América Latina.
3 Hacemos referencia a la línea de investigación abierta gracias a una beca Georg Forster de la Fundación Alexander von Humboldt que se titula Narrating Violence in Contemporary South America: theory, fact and fiction.
4 El contexto de esta conferencia de Maristella Svampa fue el ciclo Sur. Discursos, prácticas y saberes desde la Argentina, organizada por la Humboldt-Universität de Berlín, la Universidad de Bielefeld y la Bergische Universität Wuppertal, en el marco del programa ISAP con la Universidad Nacional de La Plata, con el apoyo del DAAD (Deutscher Akademischer Austauschdienst – Servicio Alemán de Intercambio Académico). El evento tuvo continuidad en 2021 focalizando en «La voz de la Otra: migración, violencia y autoría», y fue premiado por el DAAD como buena práctica de enseñanza digital.
5 El ejemplo se repite con las ficciones tramadas en plataformas de streaming masivas donde el tema narcotráfico se ha vuelto un verdadero fenómeno de mercado. La serie Narcos que primero relató una versión de la vida de Pablo Escobar (con un actor brasileño que presume un acento paisa, o de Medellín) y su continuidad en la saga sobre las conexiones y los nacimientos de los cárteles de narcotráficos en México constituyen totalizaciones de esta fetichización de la violencia latinoamericana.
6 Las valoraciones citadas corresponden Luiz Henriques Lopes dos Santos y Mariluce Moura (2004) publicadas en la entrevista con Roberto Schwarz, donde el autor cuenta sus trayectorias y acercamientos entre la sociología y las letras, el lugar de su familia austríaca y su relación con Antonio Candido.
7 Estamos pensando en el evento científico llamado «Cuerpo y violencia en la Literatura y las artes visuales contemporáneas», organizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires que ya lleva dos ediciones. http://eventosacademicos.filo.uba.ar/index.php/cuerpoyviolencia/
8 Esta palabra recupera por Svampa en la conferencia citada al principio de esta introducción, fue puesta en uso por la militante mapuche Moira Millán para nombrar el valor y el sentido de sus luchas contra los emprendimientos megamineros que afectan la convivencia con la tierra. En este sentido, recupera la importancia de la tierra para el mundo Mapuche y su significatividad ordenadora, de la mapu que va diciendo cuál es tu newen, tu fuerza, la que te habita (Báez, 2021).

Información adicional

Para citar este artículo: Chihaia, M.; Gasel, A. y Albrieu, N. (2022). Informar las violencias y las literaturas de América Latina. Narrar(se), distanciar(se), teorizar(se). El taco en la brea, (15) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0064 DOI: 10.14409/tb.2022.15.e0064

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