Dossier

Sombras italianas

Italian shadows

Sergio Cueto
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

vol. 10, núm. 18, e0119, 2023

eltacoenlabrea@gmail.com

Recepción: 10 Diciembre 2022

Aprobación: 23 Junio 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/eltaco.2023.18.e0119

Para citar este artículo: Cueto, S. (2023). Sombras italianas. El taco en la brea, (18) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/eltaco.2023.18.e0119

Resumen: A partir de la lectura de sendos poemas de Montale, Caproni y Wilcock unidos por el motivo de la sombra, se intentará reflexionar sobre la cuestión de la imagen poética en cuanto experiencia irreductible a la percepción y el conocimiento.

Palabras clave: imagen, sombra, Montale, Caproni, Wilcock.

Abstract: From the reading of poems by Montale, Caproni and Wilcock united by the motif of the shadow, an attempt will be made to reflect on the question of the poetic image as an experience irreducible to perception and knowledge.

Keywords: image, shadow, Montale, Caproni, Wilcock.

1. Montale



No nos pidas la palabra que escrute íntegramente
nuestro ánimo informe, y con letras de fuego
lo revele y esplenda como flor de azafrán
perdida en medio de un campo polvoriento.

¡Ah el hombre que se va seguro,
de los demás y de sí mismo amigo,
y no cuida de su sombra que el ardiente estío
graba sobre un descascarado muro!

No nos pidas la fórmula que pueda abrirte mundos;
sí alguna torcida sílaba, seca como una rama.
Sólo esto podemos hoy decirte:
lo que no somos, lo que no queremos.

Non chiederci la parola che squadri da ogni lato/ l’animo nostro informe, e a lettere di fuoco/ lo dichiari e risplenda come un croco/ perduto in mezzo a un polveroso prato.// Ah l’uomo che se ne va sicuro,/ agli altri ed a se stesso amico,/ e l’ombra sua non cura che la canicola/ stampa sopra uno scalcinato muro!// Non domandarci la formula che mondi possa aprirti,/ sì qualche storta sillaba e secca come un ramo./ Codesto solo oggi possiamo dirti,/ ciò che non siamo, ciò che non vogliamo.

El poema se presenta como un poema programático. Trata, en efecto, de la palabra poética, de su posibilidad e imposibilidad actual, de lo que puede o no puede ser, sobre todo de lo que no puede ser hoy, ahora, en el momento en el que se escribe el poema, quizá también ahora que nosotros lo leemos. El poema habla, pues, de una impotencia y de un rechazo. No podemos quiere decir somos incapaces, carecemos de los medios necesarios, pero quiere decir también no queremos, o mejor, no podemos querer, no nos es posible ya escribir esto, escribir así. La palabra ya no es, no puede ser para nosotros la palabra de la revelación del ser, la palabra epifánica en la que verdad y belleza son lo mismo; la palabra ya no es, no puede ser tampoco la palabra expresiva, la palabra que aclare y exponga la intimidad de nuestra alma. Salvo por esa «storta sillaba» del final, a la que tendremos que volver, el programa del poema parece tener un carácter exclusivamente negativo, dice tan solo «lo que no somos, lo que no queremos».

Sin embargo, entre las dos estrofas estrictamente programáticas, en el medio mismo del poema, hay una estrofa de carácter y tono muy distintos y de intención no demasiado clara. Por supuesto, todo hace suponer que hay que pensarla como el correlato objetivo de las dos estrofas que lo enmarcan, pero el objeto preciso del correlato permanece ambiguo. Tal vez podría decirse que la estrofa presenta la circunstancia, la ocasión de la palabra del poema, la facticidad misma de la poesía hoy, y así, quizá, indirectamente, la razón de la impotencia y el rechazo que enuncian las estrofas programáticas.

El hombre que se va seguro, sin cuidado, es decir, sin temor, inquietud, dificultad o duda, distraído de todo cuidado, descuidado de su propio descuido por el descuido mismo, y además contento en su descuido, contento consigo y con los demás, con el mundo, es decir, el orden, la ley, el sentido, ese mundo que es precisamente el que le ahorra todo cuidado, es el hombre que puede pedirle a la poesía su palabra epifánica o expresiva, la belleza y el sentimiento.

De lo que no se cuida el que va seguro es de su sombra. La sombra es la descuidada, la olvidada, la abandonada. De allí la soledad de la sombra. La sombra no es en sí misma, es en otro, en el muro, el tapial, como efecto de la luz del sol sobre el cuerpo del hombre. La filosofía diría que es un accidente, no una substancia. Pero la sombra del poema es un accidente descuidado por su sujeto, abandonado por la substancia. No libre, autónoma, como la de tantos relatos fantásticos, sino tan solo un resto, un residuo del olvido. La sombra, figura bidimensional, plana como ninguna en el mundo, carece de interioridad, no tiene sí mismo al que volver. Esencialmente expuesta, ella es imagen de la exposición misma, como si cualquier cosa absolutamente expuesta asumiese el carácter de una sombra. La imagen estampada, impresa en el calcinado muro, en la descascarada tapia, pantalla ella misma roída y corroída por la canícula despiadada, pantalla ella misma reducida a imagen, a sombra de sí misma, la imagen, pues, la sombra, es imagen de la exposición pura a la intemperie, el afuera. No hay refugio en la intemperie, para la intemperie. A diferencia del cuerpo, la sombra no halla refugio en la sombra, solo puede desaparecer en ella. Por eso es la sombra, no el cuerpo, la que verdaderamente sabe de la luz. Ella es el testigo de la luz, es decir, de la intemperie. Pero por lo mismo, la sombra es el recuerdo, para el cuerpo, de su inseguridad fundamental, de su estar fácticamente expuesto a la intemperie, antes y a despecho de todos los refugios —el sí mismo, los otros, el mundo—. Es de esto de lo que el hombre que se va seguro no sabe, no puede ni quiere saber nada.

Pero el poema se acuerda, es el recuerdo de su olvido, el recuerdo de la sombra abandonada contra el tapial. La palabra poética no es, sin duda, la palabra de la sombra, en ninguno de los dos sentidos del genitivo. No es ni la palabra capaz de decir, de nombrar o de representar la sombra ni la palabra que viene de la sombra misma, que es su expresión inmediata y auténtica. La sombra es sin palabra y no hay palabra para la sombra. La palabra del poema, apenas, es la sombra de una palabra, una palabra que es la sombra de ella misma, el residuo de una palabra: una torcida, una contrahecha sílaba, seca como una rama. La palabra poética es el testimonio de un desastre sin huella, casi sin huella, igual que un muro descascarado al sol, una sombra aplastada contra el muro.

2. Caproni



Cuántos se fueron...
Cuántos.
¿Qué queda?
Ni siquiera
el soplo.
Ni siquiera
el rasguño del rencor o la mordedura
de la presencia.
Todos
se fueron sin
dejar rastro.
Como
no deja rastro el viento
sobre el mármol por donde pasa.
Como
no deja huella la sombra
sobre el andén.
Todos
desaparecidos en una polvareda
confusa de ojos.
Un murmullo
de voces áfonas, casi
como de hojas a contraviento
detrás de los vidrios.
Hojas
que sólo el corazón ve
y en las que la mente no cree.

Foglie// Quanti se ne sono andati...// Quanti.// Che cosa resta.// Nemmeno/ il soffio.// Nemmeno/ il graffio di rancore o il morso/ della presenza.// Tutti/ se ne sono andati senza/ lasciare traccia.// Come/ non lascia traccia il vento/ sul marmo dove passa./ Come/ non lascia orma l’ombra/ sul marciapiede.// Tutti/ scomparsi in un polverio/ confuso d’occhi.// Un brusio/ di voci afone, quasi/ di foglie controfiato/ dietro i vetri.// Foglie/ che solo il cuore vede/ e cui la mente non crede.

En griego, la palabra skia, sombra, significa rastro, huella. La sombra es una huella que no deja huella. La sombra es huella del cuerpo, pero no hay sombra de la sombra. La sombra no hace sombra, no deja huella. En tal sentido puede decirse que la sombra no se imprime, no se graba sobre ninguna superficie. La sombra pasa, se va, desaparece. Ya pasó cuando pasa, es puro pasar o paso, y por tanto siempre ya pasada. Pero por otro lado, la sombra es lo que queda del paso de todo. La sombra sobrevive a todo lo que pasa, sobrevive al cuerpo que no hace más que pasar. Todo lo que pasa pasa como una sombra, asume el estatuto de una sombra y queda como una sombra en su paso. La sombra es presencia de lo que pasó y pasado de toda presencia. La sombra es lo que el autor denomina en otros poemas una Asparizione, ella es la Asparizione por excelencia. La palabra condensa la apparizione y la sparizione, la aparición y la desaparición. En la Asparizione lo que aparece es la desaparición misma.Asparizione es el modo de aparecer de lo que no aparece, lo que se ha ido hace tiempo o acaba de pasar, lo que fue y ya no es, pero también lo que pudo haber sido y no fue y sin embargo es en el modo de esa pura posibilidad trunca. Lo que no está ahí, la inapariencia aparece. La aparición de la ausencia, esto es la sombra. Por eso se dice que la sombra es esencialmente inasible, por eso se habla de la imprendibileessenza dell’ombra. Y sin embargo, ¿cómo no ver esa ausencia ahí? ¿Cómo no ver en el andén al que ya no espera el tren de las siete? ¿Cómo no vernos a nosotros mismos subiendo a ese tren que vimos partir, seguramente para siempre? La ausencia es su modo de aparecerse. Por eso los vemos con el corazón, no con la mente. La mente no tiene por verdadero sino lo presente, por eso no cree en la sombra. Pero el corazón es el órgano, el instrumento del amor, por eso no ve sino la sombra en todo lo que ve. El amor es amor de la sombra, en los dos sentidos del genitivo. Solo la sombra ama, y solo se ama la sombra. La sombra es el paso del amor.

3. Wilcock



En Velletri
Fui hasta la parada de autobús,
me senté sobre el muro del puente:
mi sombra era la sombra de un joven,
yo también soy la sombra de un joven.

A Velletri // Sono andato fino alla fermata dell'autobus,/ mi sono seduto sul muretto del ponte:/ la mia ombra era l'ombra di un giovane,/ ma anch'io sono l'ombra di un giovane.

La sombra se va, pero una de sus maneras de irse es precisamente quedándose. La sombra no te abandona. Te espera cuando amanece y te sigue cuando cae la tarde, a pesar del cansancio y la desgana. La sombra obedece al cuerpo. Lo obedece aun en la forma que reproduce sin protestar, a menos que sea ella la que traza su forma, descubre su forma, la forma del cuerpo, trazándola en la pared o en el suelo. Lo cierto es que reconocemos a la gente por su sombra. Reconocemos no solo el cuerpo sino en cierto modo el carácter, la singularidad, quizá hasta allí desconocida, de alguien en su sombra.

Yo me reconozco en mi sombra. En ocasiones, sin embargo, mi sombra me sorprende devolviéndome una imagen que sin dejar de reconocer como mía reconozco extraña, o mejor, anómala, descubriendo así, dado el supuesto de la obediencia de la sombra, una cierta anomalía en mí. Mi sombra es de pronto (es, no parece) la sombra de un joven. Yo, que soy adulto hace mucho, que había inclusive olvidado la juventud, descubro ahora en mí, la sombra me hace redescubrir en mí, el joven que fui. Ello no significa que sea joven o que vuelva a serlo, significa que me defino ahora en relación con ese pasado joven que ya no es, o que es en el modo de su haber sido. Ese joven es una sombra, es decir, algo así como una promesa olvidada, el resto de una presencia perdida. Pero también yo soy hoy una sombra del joven que fui, una sombra, es decir, asimismo, un resto, un residuo, la piltrafa. La sombra no miente, no se equivoca. En el puente, mi sombra es la sombra de una sombra.

Tampoco mentiría, es cierto, si le tocara grabar sobre la piedra la imagen desgarbada, tal vez un poco encorvada, un poco más ancha que lo esperable, de un hombre entrado en años. De cualquier modo que sea, la sombra cambia con el hombre. La sombra acompaña al hombre no solo en el espacio sino también en el tiempo. De la cuna a la sepultura, como suele decirse. Sin embargo, es difícil afirmar que la sombra envejece. ¿Tiene edad la sombra? Tal vez la sombra tiene a cada momento la edad que tiene. Lo que no tiene la sombra es recuerdos. De allí, quizá, su invencible juventud.

Referencias bibliográficas

Caproni, G. (1998). L’opera in versi. Mondadori. Traducción de Herrera, R.H.

Montale, E. (1984). Tutte le poesie. Mondadori Traducción de Armani, H. (con alguna modificación nuestra).

Wilcock, J.R. (1996) Poesie. Adelphi. Traducción de Aulicino, J.R.

Casati, R. (2001). El descubrimiento de la sombra. Debate.

Gagnebin, M. (Ed.) (2002). L’ombre de l’image. De la falsification à l’infigurable. Champ Vallon.

Milner, M. (2005). L’envers du visible. Essai sur l’ombre. Seuil.

Stoichita, V.I. (1999). Breve historia de la sombra. Siruela.

Información adicional

Para citar este artículo: Cueto, S. (2023). Sombras italianas. El taco en la brea, (18) (junio–noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/eltaco.2023.18.e0119

Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R