Apuntes

Sobre: El libro de la vieja (los tiempos del archivo), de Graciela Goldchluck. Vera cartonera, 2022.

Silvana Santucci
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

vol. 10, núm. 18, e0129, 2023

eltacoenlabrea@gmail.com

Goldchluck Graciela. El libro de la vieja (los tiempos del archivo). 2022. Argentina. Vera cartonera


DOI: https://doi.org/10.14409/eltaco.2023.18.e0129

Para citar este artículo: Santucci, S. (2023). Sobre: El libro de la vieja (los tiempos del archivo), de Graciela Goldchluck. El taco en la brea, (18) (junio−noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/eltaco.2023.18.e0129

Archivo y episteme desde la gleba

La colección ALMANAQUE de la atípica editorial universitaria que dirige Analía Gerbaudo anticipa que su objetivo es hacer coincidir escritos de registros disímiles, simulando la conveniente experiencia de reflexión ante a una mezcla cotidiana, como estarse parado frente a un cajón de sastre o a un canasto de hilados, tijeras en mano. En la misma medida, este escrito de Graciela Goldchluck activa otra clasificación textual igual de difícil e incierta. No es el ensayo vintage sobre una tarea de moda, ni es estrictamente el diario de una investigadora que explicita una metodología de trabajo, aunque proponga un decálogo o una cuasi receta sumamente ventajosa para futuros archiveros. Por el contrario, el libro registra el tono de una episteme que anuda el documento a un trabajo colectivo; un tipo de actividad, hoy, cultivada, puesto que permite ponderar en términos productivistas la evidencia en el progreso de las humanidades; uno de los consensos críticos que habilita la concreción y el encuentro de las nuevas piedras preciosas que al siglo XXI parecen ser los «datos de investigación»: diseños que autorizan las relaciones entre el saber de lo que se escribe y lo que se lee a partir de su consistencia material, digital, mercantil o cualesquiera, pero necesariamente cuantificable. Sin embargo, nada de esa pose cool encontramos en el libro de Graciela Goldchluck y otra cosa no hubiese sido esperable de una desestabilizadora serial del trabajo con textos literarios; una profesora atenta a la desintegración de cualquier saber univoco en torno a las nociones de libro y sus destinos, en torno a la escritura y sus vitalidades y crítica de la supuesta conciencia autoral susceptible de ser leída en la construcción histórica de una obra. En este sentido, en El libro de la vieja nos encontramos con un texto fragmentario, confesional, cuyos subtítulos y rasgos de oralidad anclan el tiempo de una escritura que contraría cualquier pretensión de universalidad y ahistoricidad, pero que registra un modo de leer basado en la experiencia de los tiempos materiales que rodean a toda signatura desaprensiva de la eficacia. Sean «Bien warrior» y Derrida, estén en Poitiers o en algún archivo de garage.

La densidad teórica del libro de Goldchluck traza una impronta fundamental y no se ancla en la forma y las estructuras referenciales desde donde se autoriza el saber, sino que se enfoca en el poder de las preguntas dentro de los textos, a las que interroga también, desde una perspectiva que las marcas temporales oxigenan. Goldchluck deja claro en su visión que lo más importante son las preguntas con las que leemos, las cuales pueden no solo suspender el tiempo sino el contexto de los escritos a los que nos acercamos. Su conclusión asume que, en el mejor de los casos, cuando lo que efectivamente interpela, insiste, es probable que la pregunta sea una que no busque una respuesta sino aquella que muestre los mecanismos de su propia formulación. Puede parecer una tautología, pero ese interés por el armado de un pensamiento aparece como un método que, paradójicamente, eleva su valor a partir de la suspensión de los resultados; una especie de sustracción lógica de la demanda utilitarista de la lectura de investigación, al tiempo que se distancia de la objetivación contenidista que suele envolver a lo literario. Cómo no anotar, además, que se encontró un papel X adentro de un libro X y que eso se movió para otro lugar basado en un criterio Z. Insiste en la importancia de trazar una especie de hoja de ruta de aquello que antes parecía intrascendente. A la vez, escribe:

Si en una misma caja, en una misma hoja de papel tengo cosas escritas con años de distancia entre una y otra, las cuales a su vez pueden estar asentadas en un soporte que viene de otro tiempo, para leer realmente lo que allí está escrito debo suspender el tiempo de la eficiencia y entregarme al de la meditación. Solo cuando no espero un resultado puedo entrar a ver qué preguntas abre ese objeto que me mira.

Así, para Goldchluck, los problemas necesarios que destacan los saberes del archivo no ceden (o no deberían ceder) a la trampa de las soluciones urgentes, puesto que también «lo que ha sido dejado de lado imprime su fuerza en el texto publicado». De allí que insista en que el archivo abre el tiempo y afirma:

habrá quien piense que (la Historia) sigue corriendo siempre hacia adelante, incluso que el avance es inexorable, pero también ahí querrá buscar una historia poco transitada, que antes no se hubiera considerado digna de ser contada, para demostrar su fe en ese avance.

Para Goldchluck, entonces, escribir será siempre reescribir y hablar de archivo implicará hablar de respeto y de amor: «Se reescribe lo que antes se ensayó y lo que ensayaron otres, se publica para despejar el escritorio y hacer espacio para seguir escribiendo, para escribir encima, para desescribir».

Rara vez los textos académicos o los escritos especializados se nos presentan ordenados desde la voz de una experiencia como sucede aquí. Goldchluck se posiciona a caballo entre lo sabido y lo que aún espera que pase en el campo de su experticia y discusión: «este es el libro de la que recorrió un camino y miró y escarbó y trabajó (...) es el libro de la vieja. Pero no de la que sabe sino de la que quiere aprender». En este marco, lo construido por la que aún busca aprender no puede sino enfrentar los objetos a partir de una densa masa de suspensión negativa: lo no‒dado, lo no supuesto, lo no sabido, lo que se sustrae. «Con la crítica genética aprendí a leer un mapa de rechazos en las reescrituras, pero para avizorar ese mapa necesitaba el archivo, que no era algo dado». Todo este trabajo en El libro de la vieja imprime a lo realizado una prospectiva futurista que cuestiona las actuales políticas de conservación. Desarchiva, retomando el gesto de las Madres de Plaza de Mayo argentinas, para impedir que «lo archivado» permanezca o.ulto. Si hay un futuro en la inflexión latinoamericana de la crítica genética que Graciela Goldchluck propaga será por vía paradojal de la mediación teórica que realiza, como si una especie de saber incómodo en el que «las viejas se pongan de moda» pudiera expandirse. Quienes no subestimamos su tarea sabemos que será cuestión de tiempo para que lo logre, aunque, claro, nada de eso participe de ningún estricto plan de resultados.

Información adicional

Para citar este artículo: Santucci, S. (2023). Sobre: El libro de la vieja (los tiempos del archivo), de Graciela Goldchluck. El taco en la brea, (18) (junio−noviembre). Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/eltaco.2023.18.e0129

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