Paisajes

Discurso de pose en la academia mineira de Letras, 24 de marzo de 2023

Silviano Santiago
Universidade Federal Fluminense, Brasil

El taco en la brea

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 2362-4191

Periodicidad: Semestral

núm. 19, e0146, 2024

revistaeltacoenlabrea@fhuc.unl.edu.ar



DOI: https://doi.org/10.14409/eltaco.10.19.e0146

Autor de correspondencia: mario_camara@hotmail.com

Para citar este artículo:: Santiago, S. (2024). Discurso de pose en la academia mineira de Letras, 24 de marzo de 2023. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0146 DOI:10.14409/eltaco.10.19.e0146

Tener una silla donde sentarse. Tener una casa donde descansar el cuerpo. Tener una ciudad que te habla de tu juventud. De repente, ya en tu vejez en Río de Janeiro y durante la pandemia, te das cuenta de que, en la ciudad de tu juventud, ya no tienes una silla en la que sentarte ni una casa en la que descansar. Belo Horizonte amenaza con sumergirse definitivamente en la memoria, del brazo de la ciudad de Formiga, donde nací. «Minas no hay más» —el lamento de José, en el poema de Carlos Drummond, resuena en mis oídos—. ¿Y ahora qué?

Este reciente sentimiento de impotencia existencial repite otro similar, ocurrido hace 55 años, en 1968. Yo trabajaba en Norteamérica y mi padre murió de un infarto en la capital de Minas Gerais. El desamparo existencial golpea de nuevo en los últimos meses del año 2021. Perdí a una de mis tres hermanas, Nilda.

Desde la muerte de mi padre, en 1968, cada vez que viajaba a Belo Horizonte me alojaba en su casa y disfrutaba allí de breves y relajantes estancias.

En silencio, me rebelo contra la ancestral condición de huérfano. Mi vida sentimental nunca ha sido fácil de llevar. A veces he tenido el valor de retorcerle el pescuezo para salir adelante. O mejor dicho, para sobrevivir. Y sobrevivo una vez más, ahora gracias a las llamadas telefónicas recibidas de queridos y añorados amigos de Minas Gerais. No estaban al tanto del luto familiar. Me pasaron una información y me hicieron una pregunta. Hay una plaza vacante en la Academia Mineira de Letras. ¿Por qué no te presentas?

En el cruce de fuertes y contradictorias sensaciones, me pregunto: ¿Y ahora, José?

Por naturaleza, no me gusta mucho la rutina de las instituciones culturales. La razón es sencilla. He tenido mi vida profesional excesivamente delineada por la larga, restrictiva y exigente carrera universitaria, en el extranjero y aquí. Nada en contra de la universidad. Al contrario. Tengo que serle fiel y agradecido por su buena acogida y generosidad. Fue el estar y hablar a diario, junto al pizarrón, lo que me proporcionó el sustento económico que hizo posible la tranquilidad para la producción religiosa y libertaria de los muchos libros que escribí y publiqué.

¿Y ahora qué? En las conversaciones telefónicas, yo, indeciso, vacilo. Los amigos tuvieron la perspicacia de insistir. E insisten. ¡Preséntate a las elecciones! Todos me apoyan. Conspiran y me convencen. En septiembre de 2021, a los 84 años, decido ser candidato y escribo un mensaje al atento y receptivo Presidente de la Academia Mineira de Letras, Rogério de Vasconcelos Faria Tavares. Por favor, siga el protocolo, me informa el Sr. Presidente.

Escribí y firmé las cartas formales comunicando mi inscripción a las Señoras y Señores Académicos. Mi querida colega Antonieta Cunha debe recordarlo. En respuesta a la petición de voto, me anima con afecto y amabilidad, y añade: «Mi única pregunta, que debe ser la de muchos: ¿por qué sólo ahora?». Perdóneme, querida colega, si cito la frase que traduce la justa curiosidad de los académicos. Cito también la frase que le escribí en respuesta, una frase aparentemente enigmática, si no fuera porque soy un admirador de Machado de Assis. El 16 de septiembre de 2021, recordará, le dije:

Entiendo que la oportunidad que abre el Azar es intrigante y despierta la curiosidad de los académicos.

El azar. Todo lo que ocurría en realidad le fue comunicado a las Señoras y Señores académicos. Al responder tardíamente a la convocatoria implícita en las llamadas telefónicas de amigos y de algunos futuros compañeros de la Casa, me sobrecogió la impotencia existencial. Públicamente, hoy ilumino las circunstancias familiares que, por obra del Azar, abrieron la oportunidad de no repetir en tono pesimista el verso del genial poeta de Minas Gerais, «Minas no hay más».

Minas hay. Abro mi discurso inaugural con la descripción de mi inesperado y decisivo impulso, para concluir que estoy sentado en el sillón número 13 de la Academia Mineira de Letras, ocupado en el pasado por ilustres y distinguidas figuras de la historia y de la cultura de Minas Gerais, por obra y fuerza del intrigante y enigmático Azar, agradecimiento al generoso voto de los Académicos, a quienes dirijo mi más sincera y afectuosa gratitud.

También es mi deber agradecer a todos los conspiradores del bien. Quiero mencionar a tres de ellos, que me parecía justo que me acompañaron en este ritual de inauguración: Wander Melo Miranda, Ângelo Oswaldo y Maria Esther Maciel.

En la vejez carioca, tengo la silla simbólica, donde sentarme. Tengo la casa, donde mi cuerpo puede descansar. También tengo la ciudad, que me habla de la juventud.

Sin embargo, es menos por el valor de la obra personal y por el mérito que acepto permanecer de pie, y al lado de la silla que tiene como patrón el historiador Xavier da Veiga y como fundador, el escritor Carmo Gama, autor del fascinante informe Quilombolas de Minas Gerais. Y tiene como sucesores, el novelista Godofredo Rangel, de mi predilección y admirado por mi maestro Autran Dourado. También el Arzobispo de Olinda y Recife, Dom Antonio Moraes, defensor de las ideas revolucionarias que resultarían en la creación de la SUDENE por el economista Celso Furtado. Y el profesor y jurista João Franzen de Lima, cuyo nieto, el notable actor de teatro y poeta Paulo Augusto, fue buen amigo en su juventud, y el ya mencionado embajador Flecha de Lima.

Espero no decepcionar sus expectativas.

En los pocos años que me quedan, quiero representar en esta Casa, de pie y en acción, a una generación de escritores, artistas y universitarios jóvenes, rebeldes, inteligentes e imaginativos que, en la década de 1950, se reunieron por interés común y amistad espontánea en torno a la revista Complemento. Ningún ser humano es una isla porque, como ciudadanas y ciudadanos, pertenecemos al archipiélago fantástico que nos une y nos vincula afectuosamente para constituir la actual Nación democrática brasileña.

En primer lugar, mencionaré los nombres de los habitantes de la pequeña isla que represento, para después mostrar dónde y cómo nos asociamos con otras islas de jóvenes y nos convertimos en el mini archipiélago de Minas Gerais, responsable de las diversas y diferentes manifestaciones de arte, cultura y conocimiento universitario que tuvieron lugar aquí en los años cincuenta y las décadas siguientes.

En la Academia Mineira de Letras, junto a mí están ausentes: Teotônio dos Santos Júnior, sociólogo, Maurício Gomes Leite, crítico de cine y cineasta, Ary Xavier, poeta, Ezequiel Neves, actor y productor musical, Pierre Santos, poeta, y Heitor Martins, crítico y profesor universitario. En la pequeña isla de Complemento llegaron a cohabitar: Ivan Angelo, escritor y periodista, Flávio Pinto Vieira, crítico de cine, Augusto Degois, escenógrafo del Teatro Experimental y tapicero, Frederico Moraes, crítico de arte, y la artista Wilma Martins, su mujer.

En la posguerra y en las provincias de ultramar, el arte mundial privilegia al cine, como lo hizo en lo que restó del siglo y privilegiará, aun hoy, a la música popular. En la época de JK, somos los hijos bastardos del cine. Somos espectadores entusiastas, fieles y críticos. El incansable Raimundo Fernandes supervisa las proyecciones para los miembros del Centro de Estudos Cinematográficos, el CEC. Cedidas por la Cinemateca de São Paulo, las películas clásicas o actuales de valor artístico viajan en copias de 16 mm hasta Belo Horizonte y atraen a jóvenes y grandes en su amor por el Séptimo Arte. Y también, subrepticiamente, motiva la búsqueda del diálogo crítico y el ejercicio de la amistad en torno a la cesta de pan con queso en la Camponesa.

En el CEC, Complemento de la Isla busca perfeccionarse en el encuentro del miniarchipiélago de Minas Gerais. Nos convertimos en compañeros de la gente de teatro, dirigido por Carlos Kroeber, Carlão, y por nuestro cofrade, el médico y actor Jota Dangelo y su esposa, Maria Amélia, e interpretado por Magda Lenhard,[1] por João Marschner, Neuza Maria, Letícia Mallard, Sílvio Castanheira, y muchos otros. Allí, también nos relacionamos con la gente de la danza clásica moderna, liderada por la pareja Angel y Klauss Vianna, con actuaciones de las queridas Duda Machado y Sigrid Hermany, y dos buenos compañeros, Dedé, Décimo, y Ricardo Teixeira. La amistad intelectual se extendió a los artistas plásticos, muchos de ellos de la «escuela Guignard», como solíamos decir coloquialmente.

Todos los sábados por la noche teníamos los ojos fijos en la pantalla, que podía ser una sábana blanca tendida en la pared. Al incorporarse a otras islas ciudadanas, el grupo Complemento se amplió y adquirió autenticidad propia.

Esta experiencia solidaria y bohemia, expresada a través del trabajo personal y de diversas y diferentes manifestaciones artísticas, reunía a personas de una misma edad, la de la juventud prometedora. No había lugar para el orgullo, el egoísmo o la vanidad; los jóvenes somos los «pajaritos», como nos llama cariñosamente José Nava (hermano de Pedro). Somos los pajaritos que nos alimentamos del alpiste cultural que nos lanzan las palabras de los mayores y más sabios.

Permítanme acotar la multitud de coronados, sabios y notables profesionales de los años cincuenta, entre ellos los críticos de cine Fritz Teixeira de Salles, Cyro Siqueira y João Etienne, y también el arquitecto Sílvio de Vasconcellos y el eterno alcalde de Diamantina, Sílvio Felício, tío del querido Alexandre Eulálio, permítanme, pues, acotarla para centrarme simbólicamente en los dos mentores que complementan mi formación artística y cultural del interior. Me refiero al más culto y silencioso de los poetas de Minas Gerais, Jacques do Prado Brandão, y al insigne historiador Francisco Iglésias, cuyo centenario se celebra este año.

Jacques suple mi opción por el estudio de la imagen en movimiento con el incentivo para leer la palabra que tira palabra en páginas y páginas de novelas, poesías o ensayos. Me presta libros de su biblioteca y me introduce en lo básico y lo mejor que la Literatura y la Filosofía pueden darme para el resto de mi vida profesional. Iglésias, en cambio, tira de la oreja al chico entusiasmado y estudioso que analiza el texto y olvida el contexto. El contexto, me enseña, es el conocimiento que se adquiere en el estudio de las Ciencias Sociales, especialmente de la Historia brasileña y universal. Ya no seré el único estudiante de Letras.

Cinco décadas después, este conocimiento de las ciencias sociales se sumó al de la literatura y me permitió dar formato a la antología Intérpretes de Brasil, un tríptico de casi cinco mil páginas en papel biblia. Reúne y prologa once obras maestras del pensamiento brasileño, desde Joaquim Nabuco hasta mi buen colega y amigo Florestan Fernandes. Nabuco está prologado por Iglésias, éste es el mínimo homenaje que, poco antes de fallecer, le rindo.

Permítanme, entonces, representar en esta Casa tanto a los jóvenes como a nuestros maestros que no están aquí, porque creo haber asumido en Brasil y en el exterior el sueño de la juventud de Minas Gerais en la década de 1950, para nunca traicionarlo. Quiero tener Belo Horizonte en mi vejez para desentrañar el perfil del joven que comenzó su formación educativa hace exactamente 66 años, en 1957, cuando tomó el ascensor del edificio Acaiaca y bajó en el vigésimo piso, ya matriculado en la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais. En 1960, ya graduado, tomé el autobús para Río de Janeiro, donde me especialicé en literatura francesa. Y en octubre de 1961 subí al barco que me llevó a la Sorbona.

Siento que mi formación ha sido inconscientemente avalada por versos del eterno Carlos Drummond. Cito: «Mis ojos brasileños soñando exotismos:/ París. La Torre Eiffel extendida con antenas de cangrejo/ Los muelles mohosos de libros judíos/ y el agua sucia del Sena goteando sabiduría» («Europa, Francia y Bahía»).

La columna vertebral de mi vida profesional, que desentrañé en mi juventud, es clara y me acerca cada vez más al llamado público, en virtud de que asocio la docencia con la crítica literaria y cultural, y ambas con la creación estrictamente literaria. Profesor, crítico y novelista. Hay que recordar que la supervivencia en la tumultuosa y ya larga vida cotidiana formatea un cuerpo físico contradictorio y experiencias de fragmentación de la personalidad, experiencias que desconciertan, aturden y enriquecen la estabilidad necesaria para el buen cumplimiento de la vida profesional.

Aunque la mente esté en posesión de una buena y amplia formación cultural, no es fácil perfilar el cuerpo físico correspondiente, que se mueve por la geografía del planeta como un nómade en el desierto del Sahara. El nómade que les habla ha caminado en busca de algo que tal vez no sea tanto éxito en la vida sino una especie de destino atávico, que señala la búsqueda de supervivencia en lucha contra sus imposiciones. Las cosas del saber son muy abstractas y salvadoras, mientras que las cosas del vivir son demasiado materiales y autodestructivas.

El misterio de conocer se cruza con el misterio de vivir y ambos hacen estallar el cuerpo en performances íntimas y performances públicas, en las que se vuelve intrigante captar el claro enigma con el que se construye el conocimiento humano y la práctica de lo social, lo político y lo económico, o ese otro enigma, solo oscuro, el de vivir, es decir, la coexistencia cotidiana del conocimiento con el gusto por la vida heredado del dios Dioniso.

No hay que destacar al eterno estudiante o al profesor jubilado, no hay que destacar el ensayo crítico universitario o la escritura artística, no hay que destacar la soledad humana o el compañerismo con los indios Pueblo, los Black Panthers o los puertorriqueños, no hay que destacar la teoría o la praxis, no hay que destacar el trabajo absurdo o el placer gratificante, no hay que destacar la entrega a lo difícil o la sumisión a lo fácil, no hay que destacar la conquista o el desastre. No hay que destacar ni el dolor ni la pasión. La noche es más profunda de lo pensaba el día. Todo conocimiento y todo placer aspiran a la eternidad, y siempre se frustran a mitad de camino.

Y la ambición se habría frustrado pronto, de no haber recibido dos apoyos sustanciales en diferentes situaciones difíciles de la carrera profesional y de la vida.

En el año 1962, cuando se prevé el miserable futuro de becario en París, Heitor Martins me escribe diciendo que había una puesto vacante para enseñar literatura en la Universidad de Nuevo México, en Estados Unidos. Presenté mi candidatura. En 1974, ante un tenure en la cátedra de literatura francesa de la Universidad de Buffalo que, de hecho, se convierte en un paredón inmenso frente a mí, me escribe Affonso Romano de Sant’Anna. La Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, la PUC, está contratando profesores de literatura brasileña. Me candidateo.

Muchas gracias a los dos colegas y a todos los que confiaron en mi trabajo en el aula y le dieron alas.

Les ofrezco, pues, como alimento y como claro enigma oscuro una vida compleja y autoral, demasiado humana, por citar al filósofo Nietzsche, o demasiado literaria, por citar al maestro Machado de Assis, o demasiado fragmentada, por citar al poeta Fernando Pessoa.

No subrayo nada, no presumo de nada. En el plato mugriento de los tiempos turbulentos que nos ha tocado vivir, les entrego vida y obra que constituidas en la encrucijada de contradicciones, desencuentros, choques y brutalidad, de aciertos, errores y algún remordimiento, todo lo cual, finalmente, son afirmaciones de amor a la vida en la muerte nuestra de todos los días. Tengo una sensibilidad permeable a los pequeños actos de locura que cometo y que, al fin y al cabo, ennoblecen paradójicamente mi tímida personalidad humana, política e intelectual.

En la condición demasiado humana que me define, donde el trabajo establece la necesaria crítica de los demás y esta, a su vez, orienta la autocrítica, allí, a pesar del afecto de amigos y colegas de profesión, dudé en postularme para una cátedra donde pontifican seis ilustres varones mineiros, responsables de vidas donde la firmeza de carácter no se aturde ni se marea por el gusto del andar nómade por el planeta.

Para no extender demasiado este discurso, utilizaré de nuevo un filtro simbólico. Rendiré homenaje a todos mis predecesores en esta silla número 13, hablando de dos de ellos. El patrón de la cátedra, el historiador Xavier da Veiga, y el académico al que sucedo, el embajador Flecha de Lima. Retomando la diferencia entre narradores establecida por Walter Benjamin, daré la palabra primero al labrador, al amante de la tierra, y después al marinero, al explorador del océano. El archivero Xavier y el diplomático Paulo Tarso. La patria y el viaje por el mundo significan vidas y obras complementarias de Minas Gerais.

Gracias a la lecciónde vida, de trabajo y de obra que, en la actual coyuntura social y política, nos ofrecen los académicos Xavier da Veiga y Flecha de Lima, expreso simbólicamente el honor que guía mi espíritu en esta noche en que se me entrega la silla, la casa y la ciudad que hablan de la juventud.

En primer lugar, el archivista. Qué maravilla poder sentarse en la silla ocupada por un notable historiador de los pequeños grandes acontecimientos de la historia de Minas Gerais, inspirador de un inolvidable cuento de Guimarães Rosa, como intentaré mostrarles. Cómo no sentirse orgulloso, cómo no admirar y hasta envidiar a este intelectual discreto y monumental, ya que dedicó su vida al trabajo incansable —por un lado silencioso y modesto y por otro locuaz e indispensable— de la archivística, base insustituible de la obra del gran artista y del análisis del genial pensador. O patrono de la silla número 13 es el fundador y el primer director del Archivo Público Mineiro, localizado en la Avenida João Pinheiro, y responsable por los cuatro tomos fundamentales que componen la obra Efemérides mineiras, 1664‒1897.

El archivo, según un colega argentino que organiza este mes un coloquio internacional sobre el tema, «es el lugar donde se negocian los significados y la memoria común». Los hechos históricos existen para ser archivados con paciencia y desarchivados en el momento oportuno, de ser posible con genialidad.

Esta noche, les presento una prueba de la materialidad artística que proporciona el trabajo minucioso y exquisito de Xavier da Veiga. Hace décadas, me perdí ante un fascinante relato apocalíptico de Guimarães Rosa. «Un joven muy blanco», en Primeiras estórias. El cuento se abre con una fecha precisa. Recordemos que todo Grande sertão: veredas se desarrolla sin mencionar una sola fecha. Es una extraordinaria alegoría sobre el atraso construido por el propio desarrollismo brasileño. Me pareció extraña la fecha precisa que abre el relato. Cito sus primeras palabras: «En la noche del 11 de noviembre de 1872, en el distrito de Serro Frio, en Minas Gerais, tuvieron lugar los espantosos sucesos...». El espantoso suceso, descrito en el cuento, fue un terremoto que representó el fin del mundo con lenguaje tomado en préstamo del Antiguo Testamento.

El 11 de noviembre de 1872 tiene que significar un acontecimiento concreto y profético, murmuré. El acontecimiento, los protagonistas y la trascendencia apocalíptica del relato no son gratuitos. Y deben ser actuales. No sólo la fecha es precisa, también lo es el lugar. ¿Cómo llegar al núcleo de la creación artística de Rosa? ¿Cómo llegar a la misteriosa génesis de la historia y al significado de la asociación entre la trama histórica de Minas Gerais y las repercusiones planetarias de hoy? ¿Quién podría informarnos sobre los «espantosos sucesos» de Serro y asegurarnos que la lectura de «Un joven muy blanco» abarca también los desastres que hoy hacen irrespirable el medio ambiente, desastres que corresponde a las ciudadanas y a los ciudadanos detener?

La respuesta es obvia: Xavier da Veiga. Corro a la estantería y saco uno de los volúmenes de Efeméridesmineiras, ahora reeditado por la Fundación João Pinheiro y accesible a todos los presentes, como deberían ser todos los libros. Abro el volumen y voy directamente a la fecha. Estoy conmovido por la experiencia de una epifanía, que ahora transmito a los presentes.

Las páginas de Efemérides describen de forma impecable el «espantoso suceso» de Serro, que tanto fascinó e iluminó la mente de Guimarães Rosa que no solo imaginó una narración apocalíptica, sino que reprodujo textualmente (es la propia expresión) las palabras y expresiones del mecenas de la silla 13. Mi homenaje al mecenas archivista, al fundador y a los sucesores de esta silla es por ello simple y concreto. Y, en el plano humano, es profético. Por eso no traicionaré ni a Xavier ni a Rosa si transcribo y leo las palabras compartidas de las Efemérides para recomendar a los presentes, como complemento, la lectura —o relectura— de la historia en la tranquilidad de su hogar o biblioteca.

Abrimos el archivo: en Serro en 1872 (y en Brumadinho y Mariana en este siglo XXI), los mineiros y la humanidad sobreviven en tiempos apocalípticos. Sin más dilación, quien les habla es la voz intemporal y definitiva del patrón de la cátedra:

Terremoto e inundación del río Peixe. «Por la noche, hacia las 11, se oyeron en Condato, distrito de la ciudad de Serro, dos grandes truenos casi juntos, y la tierra tembló: al cabo de 10 a 15 minutos se desató una inundación tan monstruosa como nunca se había visto allí. Se perdieron muchas vidas; además de la inundación rodó una gran montaña, que se llevó la casa de Antonio Gonçalves y a toda su familia, compuesta por cuatro personas, y un extranjero[2] que se había quedado allí esa noche. A una legua de distancia, río abajo, se oían los gritos, pero no había remedio, porque, además de que las aguas se habían convertido en un mar salvaje, las colinas corrían unas sobre otras, además de los grandes troncos y maderas que eran arrastrados por la corriente y hacían de cercas. En una orilla del mismo río, en el lugar llamado “Caldeiras”, las colinas corrían a ambos lados, dejando el lugar completamente irreconocible: allí quedaron sumergidos Serafim Ribeiro Caldas y su familia, unos enterrados hasta el cuello y otros hasta los hombros, y así pasaron toda la noche, sin poder salvar a una hijita, que también murió enterrada. Las tierras cultivadas, a una legua de distancia, quedaron completamente arruinadas y el terreno reducido a lapas y rocas. Muchas otras desgracias ocurrieron durante aquella noche tempestuosa, que sería largo describir y casi imposible dar aquí. Al día siguiente, más de 100 personas se refugiaron en la granja de Severiano Metelo. Desde el puente del río Peixe, a dos leguas de distancia, ¡se contaron 87 derrumbes! Las aguas subieron más de sesenta palmos sobre el nivel del río».

Consultado el archivo y leído el cuento, descubriremos cómo el mecenas Xavier y el genial Rosa se dan la mano para representar a Minas en el mundo, ayer y hoy. Uno reproduce con detalle el terremoto en terrenos precámbricos donde la corteza muestra cierta debilidad, y el otro inventa con imaginación moderna, febril y crítica, los desastres ambientales causados y armados por el hombre. Ningún autor brasileño o extranjero podría habernos dado a nosotros, los humanos, una descripción más fiel de los desastres que vienen ocurriendo en los últimos años en este Estado. Los desastres y muertes causados por la furia de los elementos, como se decía entonces, son hoy la consecuencia de la ferocidad de la Naturaleza reaccionando a la codicia del extractivismo depredador y a la destrucción de la armonía en los reinos mineral, vegetal y animal.

En cierto momento de su vida, Sigmund Freud habló de las tres heridas narcisistas que marcaron la historia del hombre occidental. La primera fue impuesta por Copérnico cuando quitó a la Tierra del centro del sistema planetario. La segunda fue infligida por Darwin cuando dijo que el hombre descendía del mono. Y la tercera es responsabilidad del propio Freud al afirmar que la conciencia se yergue sobre el inconsciente.

Xavier y Rosa profetizan: la humanidad experimenta hoy una cuarta y mortal herida narcisista.

Amenazada de muerte prematura, la humanidad se prepara para abandonar el escenario en el que desempeña el papel de único dominador de la naturaleza. Está abandonando el escenario y cediendo a la Naturaleza el derecho exclusivo a actuar en él. El Miércoles de Ceniza de la historia de la humanidad en la Tierra será muy diferente, no nos hagamos ilusiones. Sola en el escenario, moribunda y exaltada, la Naturaleza, con movimientos y gestos de gran dama ofendida, se dirige a la Humanidad, ahora su espectadora. En el centro del escenario, le dice que aborrece la obra que la destruye.

Sin embargo, hace un ruego: que abdique de la condición de objeto privilegiado de las buenas y malas intenciones del ser humano. Y añade: su curación —si es que hay condiciones para la curación de la Naturaleza en la actual edición del planeta— solo llegará en el momento en que el ser humano se retire de ella. ¿Cuándo? Nunca. O mañana.

Dejo el Minas profundo y profético del campesino para abrazar al diplomático que estaba al servicio del Estado brasileño. El Minas del marinero. Me despido del archivista Xavier y saludo al embajador Flecha de Lima, uno de los más representativos de su generación.

Tal vez lo elegí para simbolizar a los otros predecesores por una inesperada coincidencia que se me ocurrió, al reflexionar sobre la trayectoria profesional del cofrade en el contexto de las bellas historias de estudiosos que también salieron de Minas, como el Arzobispo de Olinda y Recife. La coincidencia permitió a la sensibilidad artística reflexionar sobre otro importante tema de actualidad, siempre pendiente en la política brasileña. El embajador Flecha de Lima, hombre pragmático y negociador de las cosas brasileñas en el exterior, me recordó a un artista vanguardista y soñador, mi gran amigo y uno de los más extraordinarios representantes de las artes en el mundo, el carioca Hélio Oiticica.

Permítanme una nueva comparación. Cómo es que, en un determinado momento de inevitable atraso en Brasil, provocado por la política dictatorial instaurada en 1964, el embajador y el artista se dieron cuenta —en el cruce del pragmatismo de uno y el vanguardismo del otro— de que la salidadel agujero de la violencia gubernamental estaba en la expansión de la nación democrática brasileña por el mundo. El paradigma de la formación del ciudadano brasileño, objeto elaborado por los mayores pensadores del Modernismo, estaba quedando obsoleto y era necesario complementarlo con otra experiencia, la de la inserción del ciudadano brasileño en el mundo. La reflexión sobre la nueva experiencia ayudaría a sacar al Estado nacional de la condición autoritaria y persecutoria que se desplegaba en el ejercicio de la violencia entre hermanas y hermanos.

Tendremos que empezar a pensar y a actuar —como recomienda el irreverente Hélio Oiticica en su ensayo de 1973 «Brasil diarreia»— «insertando el lenguaje‒Brasil en un contexto universal». La nación, si se democratiza y pacífica, comenzará a significar por el equilibrio interno y la audacia externa, en suma, por la originalidad de la presencia del lenguaje‒Brasil fuera de Brasil. La nación brasileña democrática está destinada a ocupar un lugar destacado en el planeta.

A continuación, Hélio se explica. «Situar el lenguaje‒Brasil en un contexto universal conduce a una observación política. Los problemas locales se vuelven irrelevantes si se sitúan única y exclusivamente en relación con los intereses locales. Solo quien no quiere verlo, no lo ve» ¿dónde abre?. Y concluye: «La urgencia de esta “puesta de los valores” en un contexto universal es lo que realmente debería preocupar a quienes buscan una “salida” al problema brasileño».

Las palabras esperanzadoras del genial artista se dejan recomendar por las acciones pragmáticas del embajador, y viceversa. La misión de Itamaraty se hace indispensable si el canciller apoya con persistencia una mayor apertura y exposición en el mundo de la lengua‒diplomática‒brasileña, si me permiten la expresión. Flecha de Lima, reconocido por su capacidad de trabajo y su empeño en producir resultados sobresalientes y más rápidos, anima a otros colegas a participar en importantes negociaciones comerciales y políticas en los más diversos cargos en los que representan a Brasil.

Todos los presentes conocen el nombre de la persona que en 1964 cerró las puertas de Brasil y nos aisló del mundo moderno. Todos ustedes conocen también el nombre de la persona que hace cinco años cerró las puertas de Brasil. No es necesario repetir los nombres, por necesario que sea. No debemos olvidarlos, como recomienda el archivista Xavier da Veiga. Conocemos también el nombre de la persona que en los años 80 reabrió las puertas de la nación a las diretas-já. También sabemos el nombre de la persona que este enero de 2023 las abrió de nuevo y que pretende seguir el camino que insertará, a través de la lengua‒diplomática‒Brasil, nuestra pacífica nación democrática en el mundo en guerra europea.

En la confluencia de Xavier y Paulo Tarso, en la semejanza entre los vanguardistas Rosa y Hélio, rindo homenaje a todos los académicos, artistas, profesores, profesionales, ciudadanos que ya tienen una silla —o lo merecen— en esta Casa mineira y en la historia brasileña.

A los colegas académicos y a las personas amigas, es ese sentimiento transformador y saludable, esperanzador también, de estar entre los buenos que piensan, a través del conocimiento aliado a la investigación y a la inquietud política, en el enorme potencial de la nación democrática brasileña, y actúan para concretarlo en nuestra realidad cotidiana, es este sentimiento agradable, repito, que me gustaría transmitir y ofrecer a ustedes esta noche.

Muchas gracias a todos por su presencia.

Notas

[1] Recientemente trasladado al cine por Almodóvar, el monólogo La voz humana, de Jean Cocteau, interpretado por Magda, fue el estreno de Teatro Experimental.
[2] Spoiler: este «extranjero» se convierte en el protagonista del cuento de Guimarães Rosa, el joven muy blanco.

Notas de autor

mario_camara@hotmail.com

Información adicional

Para citar este artículo:: Santiago, S. (2024). Discurso de pose en la academia mineira de Letras, 24 de marzo de 2023. El taco en la brea, (19) (diciembre–mayo). Santa Fe, Argentina: UNL. e0146 DOI:10.14409/eltaco.10.19.e0146

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