Memoria y otras cuestiones, más crónica de una experiencia
Celina Manzoni
Universidad de Buenos Aires, Argentina
celina.manzoni@gmail.com
Resumen↑
En el marco de una reflexión sobre la teoría literaria latinoamericana enseñada en la universidad argentina, este trabajo recupera la brevísima experiencia realizada en 1973 en las entonces denominadas «cátedras nacionales». Ese año fui auxiliar docente en la cátedra dirigida por Noé Jitrik, Literatura Iberoamericana, que no integraba ese espectro, aunque es indudable que participaba de la voluntad de renovación e incluso del fervor que caracterizó el momento. Algunos de los invitados a formar parte de la cátedra veníamos de cursos privados de teoría literaria dictados por Jitrik en los que, a los textos mayores del estructuralismo y las polémicas que lo rodearon, bastante transitadas entonces, se sumaron algunos autores de lo que sería llamado posestructuralismo. La cátedra de Literatura Iberoamericana estuvo organizada en torno a tres campos (crítico, teórico y contextual) que, más o menos coordinados, dictaban los tres profesores (Jitrik, Ludmer, Ruffinelli) en las respectivas clases teóricas: un ingreso a los textos desde enfoques diversos y eventualmente complementarios que se ponían en discusión en los prácticos. Una experiencia intensa quebrada por la prepotencia de una historia que corresponde recuperar no solo desde las memorias, sino desde la materialidad de la letra de los programas, de la bibliografía y de las metodologías enseñadas.
Palabras clave: memoria / Universidad de Buenos Aires / literatura latinoamericana / crónica / literatura iberoamericana
Abstract. Memory and other issues, further chronicle of an experience↑
Within the framework of a reflection on Latin American literary theory taught in Argentine universities, this work recovers the very brief experience carried out in 1973 in what were then called «national chairs». That year I joined as a teaching assistant the chair directed by Noé Jitrik, Ibero-American Literature, which did not integrate that spectrum, although it is undoubted that it took part in the desire for renewal and even the fervor that characterized the moment. Some of the guests to be part of the chair came from private courses of literary theory taught by Jitrik in which, to the major texts of structuralism and the controversies that surrounded it ― quite busy then ―, some authors of what would be called post structuralism were added. The Chair of Ibero-American Literature was organized around three fields (critical, theoretical and contextual) that, more or less coordinated, professors Jitrik, Ludmer, and Ruffinelli gave in the respective theoretical classes: an entrance to the texts from varying and eventually complementary approaches that were put into discussion in the practical ones. An intense experience broken by the arrogance of a story that must be recovered not only from the memories, but from the materiality of the words in the syllabi, the bibliography and the methodologies taught.
Key words: memory / University of Buenos Aires / Latin American literature / chronic / Ibero-American literature
Recibido: 11/6/2018
Aceptado: 6/8/2018
Para citar este artículo:↑
Manzoni, Celina (2018). Memorias y otras cuestiones, más crónica de una experiencia. El taco en la brea, 8 (junio–noviembre), 132–137. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i8.7761
Memoria lejana: 1973–1974↑
El marco en que El Taco en la Brea convoca a la reflexión sobre una teoría literaria latinoamericana en la universidad argentina se remonta a la brevísima experiencia realizada en 1973 en las entonces denominadas «cátedras nacionales». Resulta que en 1973–1974 integré como auxiliar docente la cátedra dirigida por Noé Jitrik, Literatura Iberoamericana, que no incluía ese espectro, aunque es indudable que participaba de la voluntad de renovación e incluso del fervor que caracterizó el momento. Algunos de los invitados a formar parte de la cátedra veníamos de cursos privados de teoría literaria dictados por Jitrik en los que, a los textos mayores del estructuralismo y las polémicas que lo rodearon, bastante transitadas entonces, se sumaron algunos autores de lo que sería llamado posestructuralismo.11. Conservo los m (…) La cátedra de Literatura Iberoamericana estuvo organizada en torno a tres campos (crítico, teórico y contextual) que, más o menos coordinados, dictaban los tres profesores (Jitrik, Ludmer, Ruffinelli) en las respectivas clases teóricas: un ingreso a los textos desde enfoques diversos y eventualmente complementarios que se ponían en discusión en los prácticos.22. También conser (…) No conozco ahora y creo que no conocí entonces cuáles eran las propuestas de las «cátedras nacionales» ni cuál era su relación, si es que existía, entre la/s cátedra/s de literatura argentina y la de literatura iberoamericana. Una experiencia intensa quebrada por la prepotencia de la historia que quizás haya llegado el momento de recuperar desde la materialidad de la letra de los programas, de la bibliografía, de las metodologías de la enseñanza, no solo desde la memoria ni de las opiniones que pueden ser parciales e incluso engañosas.
Memoria más cercana aunque también del otro siglo: 1986–2000↑
A partir del 10 de diciembre de 1983 se inició en la UBA (también en otras universidades nacionales) un proceso tendiente a la normalización universitaria mediante la sustanciación de concursos por antecedentes y oposición; en 1986 a través de este sistema accedí al cargo de adjunta en la cátedra, entonces denominada Literatura Hispanoamericana II (al cambio de nombre por Literatura Latinoamericana se llegó en una serie de reuniones de la Junta Departamental de Letras). La cuestión del nombre de la cátedra que, como es obvio refiere al reconocimiento de un campo diferenciado de estudio, ha sido objeto, por mi parte, de una reflexión presentada en el inicio de cada curso en la FFyL de la UBA, recuperada en algunas publicaciones y últimamente en un texto, leído en el 80° Aniversario del Instituto de Literatura Hispanoamericana, que procura trazar la relación entre cátedra e instituto de investigación (Manzoni 2016). La cuestión del nombre ha pasado por la pregunta acerca de aspectos atinentes a la delimitación del campo en relación con el uso lingüístico específico al que refiere: tradicionalmente, la literatura «hispanoamericana» se limitará al campo dominado por las diversas variantes del español en América que sin dejar de ser un espacio de conflicto parece más sencilla que «iberoamericana» que cubriría las literatura en lengua castellana y en lengua portuguesa (el español hablado en América y la variante brasileña del portugués). Por otro lado, «latinoamericana» que, aunque más no sea que como programa, amplía el campo a las variantes de otras lenguas de raíz latina (el francés y el créole), admite la pertinencia del mosaico lingüístico caribeño y se abre a la consideración de las grandes lenguas de cultura del mundo andino y de las expresiones en lenguas mesoamericanas de menor arraigo y difusión.
Si bien un uso lingüístico específico incide en la delimitación del campo (para algunas posiciones, de manera definitiva), el estudio de la literatura latinoamericana se abre a la discusión de otras series sociales como las que constituyen la política, la economía, la cultura, la historia social y las costumbres de América Latina. Todas estas series se funden con la serie literaria, son atravesadas o afectadas por ella y a su vez la afectan tanto en los modos del lenguaje como en la constitución de las tradiciones; un entramado de problemas que han dado lugar a lo largo de los siglos a elaboraciones teórico–críticas que en sus diversas formulaciones intentan hacerse cargo de una compleja realidad lingüística, política, cultural, de su radical heterogeneidad y al mismo tiempo de lo que la unifica. La posibilidad de pensar en fenómenos conexos (aunque no exactamente sincrónicos ni tampoco homogéneos) entre diversas literaturas nacionales, alentó en algunos momentos históricos la hipótesis de una «continentalidad», cuestión a la que siempre se regresa en los análisis de la dialéctica «unidad/diversidad». De allí que la «literatura latinoamericana», sin dejar de distinguirse de las «literaturas nacionales», tampoco deje de hacerlo respecto de una supuesta «literatura universal», cuestión que llevaría, por lo menos desde fines del siglo XVIII a través de Goethe entre otros, a lo que Etiemble denominó «una literatura verdaderamente general» y a la discusión de algunos intentos más recientes (Casanova). De allí también que los intentos de definición de una literatura atravesada por aspectos tan contradictorios, suela ser asediada por conceptualizaciones facilitadoras de interpretaciones esencialistas o por el trámite, más sencillo todavía, de eliminar el problema decretando la inexistencia misma de América Latina (Volpi).
Quizás sea oportuno recuperar aquí algunas de las observaciones que sobre una zona de estos problemas he realizado en algunos trabajos recientes sobre algunos debates nacionales y continentales de 1927 y 1928 (Manzoni 2014 y 2017). En las condiciones de esos debates, el cruce de argumentos y de nombres fue tejiendo una malla no siempre fácil de recomponer; se extiende una metodología que en la heterogeneidad de voces discursivas va actualizando, entre idas y vueltas, una búsqueda de definiciones sobre el arte americano y sus relaciones con el arte europeo, acerca de la relación entre lo nacional y lo continental, sobre la caracterización del espacio semántico que connotan términos como hispanoamericanismo, latinoamericanismo y otros en uso: cuestiones que tienen que ver con la renovada pregunta acerca de la identidad y en definitiva con una de las aspiraciones más ambiciosas de la cultura latinoamericana, la reflexión acerca de la autonomía de la literatura y acerca del complejo proceso de su autonomización. Un eje sobre el cual es posible reconstruir una tradición de la cultura continental que pasa por pensar el problema de la autonomía de la literatura en términos ampliados (2001:279–295). Por una parte, y en el sentido propuesto por Adorno, autonomía respecto de la sociedad y por otra, autonomía de la literatura latinoamericana y de la crítica de la literatura latinoamericana respecto de modelos asentados, canónicos o canonizados y, por eso mismo, prestigiosos o de alta visibilidad, gesto que puede llamarse de autonomización. Ángel Rama en sus análisis de la historiografía literaria latinoamericana (125–139) mostró el proceso intelectual por el cual la crítica logró forjar un nuevo discurso a partir de desplazar el modelo impuesto por la Historia de la poesía hispano–americana de Marcelino Menéndez Pelayo. Con este libro (revisado y publicado en 1911–1913), el famosísimo, en su tiempo, crítico español, instaló una metodología que aseguraba un lugar protagónico a la España vencida en el noventa y ocho y sustentó un nuevo hispanismo académico en el siglo XX: «Era una forma de re–nacimiento de un tiempo y una autoridad que parecían acabados» (Díaz Quiñones:28). Tampoco las historias nacionales de la literatura que empiezan a publicarse en América ya en siglo XX logran superar criterios asentados en una reinterpretación de los modelos europeos, más bien los reproducen: una única lengua, sucesión de escuelas literarias, movimientos o estéticas muchas veces asumidas acríticamente. Una mera sumatoria de literaturas nacionales que establece un eje lengua–nación cuya consecuencia fue necesariamente la marginación de las literaturas indígenas y el olvido de la literatura brasileña y de la haitiana junto con otras literaturas del Caribe.
Sin embargo, Pedro Henríquez Ureña en 1926, un año antes del estallido de la polémica del meridiano, en su conferencia «El descontento y la promesa», luego publicada en Seis ensayos en busca de nuestra expresión (1928), reconoce el atraso de la crítica hispanoamericana para forjar un discurso continental abarcador. La salida a una situación en apariencia clausurada, la articulará años más tarde el mismo Henríquez Ureña en las conferencias dictadas en la Universidad de Harvard en 1940–1941 publicadas como Literary Currents in Hispanic America (1945); revisadas por el autor, complementadas en su Historia de la cultura en la América Hispánica (1947); traducidas pocos años más tarde: Las corrientes literarias en la América Hispánica (1949). Para esas lecciones, Henríquez Ureña concibió un común esquema histórico en el que integró las literaturas del espacio territorial identificado como hispanoamericano al margen de la separación entre lengua española y portuguesa aunque, como se le ha señalado, dejó afuera, entre otras, la literatura en lengua francesa publicada en Haití. Al establecer como base unificadora, en lugar del sistema lengua–nación, un campo cultural, elude un trazado cronológico de escuelas artísticas y estéticas según el modelo europeo y articula una organización fundamentada en períodos históricos que podían enlazarse como etapas de proyectos culturales comunes: lo que él mismo caracterizó en la «Introducción»: «Las páginas que siguen no tienen la pretensión de ser una historia completa de la literatura hispanoamericana. Mi propósito ha sido seguir las corrientes relacionadas con la busca de nuestra expresión» (Henríquez Ureña 1949:8). Aunque, como resume Rama refiriéndose a ese proyecto: «Mediante el entronque cultural dispusimos desde la década de los años cuarenta de un discurso integrador de toda América Hispánica» (1974–1975:132), todavía en 1954, Enrique Anderson Imbert, desde este lado del Atlántico, sostendrá en el «Prólogo» a su Historia de la literatura hispanoamericana: «La literatura que vamos a estudiar es la que, en América, se escribió en español» (9).
Un espacio de reflexión intenso y casi diría ininterrumpido en el que se van articulando conceptos originales elaborados a partir de lecturas y de prácticas investigativas que, como el de «transculturación», formulado en 1940 por el antropólogo cubano Fernando Ortiz trascienden en la reformulación de Ángel Rama que lo proyectó al análisis de la transculturación narrativa en los setenta. Otras elaboraciones teóricas, siempre asentadas en investigaciones nacionales de trascendencia continental han ido abriendo la mirada y la imaginación crítica a una serie de conceptos que me limito a nombrar (y no están todos) pero que sea de manera aislada, sea en diálogo y en debate han iluminado muchas de nuestras lecturas: el concepto de heterogeneidad propuesto por Antonio Cornejo Polar, el de escrituras alternativas por Martín Lienhard; el de literaturas híbridas por Néstor García Canclini; las teorías desarrolladas por Édouard Glissant para acercarse al ritmo, el movimiento y la concepción del tiempo en el espacio caribeño. Un universo conceptual que en la base y en el horizonte de un trabajo crítico ha funcionado como disparador de lecturas, de análisis textuales y culturales, nunca como modelos de aplicación.
Crónica de una experiencia y después↑
La organización de la cátedra de Literatura Latinoamericana II (FFyL–UBA) fue motivo de una intensa correspondencia entre la profesora adjunta (Celina Manzoni) y el profesor titular, Noé Jitrik (entonces todavía radicado en México), acerca de algunos criterios en relación con la materia que se dictaría en el segundo cuatrimestre de 1987 (y que se mantendrían con algunos cambios en años siguientes). Se tomó la decisión de eliminar los criterios cronológicos, por escuela, por movimiento, género textual y algún otro, dominantes hasta entonces en el dictado de esta y otras materias, y en su reemplazo se propuso un eje de lectura y discusión que organizaría el curso: «Novela histórica y escritura». A partir de ese eje (hubo cuidado en no denominarlo tema) se organizó el programa a partir de un primer punto introductorio de los problemas teórico–críticos más generales y luego cinco puntos organizados en torno a una obra que se consideró representativa del problema a analizar en cada uno de los autores seleccionados: Homero Aridjis, Alejo Carpentier, Augusto Roa Bastos, José Luis González, Reinaldo Arenas. Lo más probable es que, quizás con excepción de Carpentier, quizás Roa, ninguno de esos autores hubiera figurado antes en programas de la materia, aspecto que se relaciona entre otras cuestiones con el par canon/institución. Si bien las discusiones en torno a lo canónico y el papel de las instituciones en el establecimiento de lo canónico tuvieron auge después, con este programa el tema se puso implícitamente en debate y esto porque también de alguna manera parecía como urgente reponer autores y textos desconocidos, o casi, en la academia (de manera notoria Arenas) o autores desplazados del canon universitario (Roa Bastos, eventualmente Carpentier).
El programa y la bibliografía recomendada tenían para el momento un alto nivel de actualización en parte por la inserción de Jitrik en la academia mexicana y en parte por la experiencia de Manzoni en las cátedras de Literatura Latinoamericana de Susana Zanetti en la universidad privada (1978–1985). Estando las bibliotecas universitarias en algunos casos diezmadas y en otros, empobrecidas, se adoptó el criterio de poner en circulación el material crítico y teórico mediante un sistema de fotocopias y cuadernillos que a partir de ese momento se fue diversificando con experiencias como Para leer que entre 1999 y 2008 publicó 18 títulos con textos críticos originales de los integrantes de la cátedra que se constituían en bibliografía. Contribuyeron a la democratización de la cursada la desgrabación de las clases teóricas (no existía aula que contuviera a los más de quinientos inscriptos) y los criterios pensados para organizar las comisiones de trabajos prácticos, sobre todo cuando también fueron concursados los cargos de ayudante y de JTP. Una práctica que, todo hay que decirlo, fue casi abandonada cuando los cargos concursados debieron ser renovados al cumplirse los plazos establecidos por el Estatuto Universitario.
En ese marco y de manera simultánea se atendería a la formación de los ayudantes de cátedra con la implementación del Seminario Interno de Cátedra orientado a fortalecer la relación docencia–investigación a partir de reuniones de discusión de los problemas teóricos y críticos que planteaban los ejes elegidos que iban cambiando cada dos años. Con el tiempo, los ayudantes fueron participando en la confección de los programas, la discusión de criterios y también invitados a dictar clases teóricas lo que, junto con otros incentivos, ya que no materiales ni tampoco institucionales, contribuyó a jerarquizar sus funciones en las comisiones de trabajos prácticos, aspecto que se reforzó con la participación anual de todos los docentes en proyectos de investigación y en las Jornadas de Investigación del ILH. El criterio democratizador se extendió a los estudiantes invitados a participar en las Jornadas de Reflexión creadas a partir de los trabajos presentados por los estudiantes en diversas instancias de evaluación. Lo que se inició en la cátedra de Literatura Latinoamericana II se generalizó luego a otras cátedras del área. Quedan los programas que se desarrollaron en varias ocasiones así como la publicación de los trabajos en un CD llamado Gaceta Electrónica. Había pasado el tiempo y habíamos entrado en la era digital pero la experiencia que comenzó en 1987 se continuó ininterrumpidamente de modo tal que por primera vez en mi historia como estudiante primero y como docente después, el proceso iniciado no fue interrumpido; a diferencia de otros momentos históricos tuvimos la oportunidad tanto de ver los frutos de lo que hicimos bien como de corregir aquello en que nos equivocamos y eso es invalorable, me parece.
Referencias bibliográficas↑
Adorno, T. W. (1980). Teoría estética. Madrid: Taurus.
Anderson Imbert, E. (1977). Historia de la literatura hispanoamericana. México: Fondo de Cultura Económica.
Casanova, P. (2001). La República mundial de las letras. Barcelona: Anagrama.
Cornejo Polar, A. ([1993] 2003). Escribir en el aire. Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural en las literaturas andinas. Lima/Berkeley: CELACP/Latinoamericana Editores.
Díaz Quiñones, A. (2006). Introducción. Sobre los principios: los intelectuales caribeños y la tradición. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes, 19–63.
García Canclini, N. (1992). Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Buenos Aires: Sudamericana.
Glissant, E. (2005) [1997]. El discurso antillano. Caracas: Monte Ávila.
Henríquez Ureña, P. (1928). El descontento y la promesa. Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Buenos Aires/Madrid: Babel, 11–35.
---. (1945). Literary Currents in Hispanic America. Cambridge: Harvard University Press.
---. (1947). Historia de la cultura en la América Hispánica. México: Fondo de Cultura Económica.
---. (1949). Las corrientes literarias en la América Hispánica. México: Fondo de Cultura Económica. Traducción de J. Díez-Canedo.
Lienhard, M. (1990). La voz y su huella. Escritura y conflicto étnico–social en América Latina (1492–1988). La Habana: Casa de las Américas.
Manzoni, C. (2001). Identidad nacional y latinoamericana. Un dilema cubano. Nacionalismo y vanguardia. La Habana: Casa de las Américas, 279–295.
---. (2014). La polémica del Meridiano Intelectual y la internacionalización del debate en la vanguardia latinoamericana. En H. Ehrlicher y N. Risser-Pipka, editorxs. Almacenes de un tiempo en fuga. Revistas culturales en la modernidad hispánica. Aachen: Shaker Verlag, 271–294.
---. (2016). De aniversarios y de nombres. El ILH a sus ochenta años. En prensa.
---. (2017). La coda de un meridiano. La cultura italiana en Buenos Aires en 1928. En prensa.
Rama, Á. (1974–1975). Un proceso autonómico: de las literaturas nacionales a la literatura latinoamericana. Río Piedras, (5/6), 125–139.
---. (1985). Transculturación narrativa en América Latina. México: Siglo XXI.
Volpi, J. (2009). El insomnio de Bolívar. Buenos Aires: Debate.
Conservo los materiales de esos seminarios; espero tener ocasión de hacer un análisis más detallado ya que así dicho, todo suena como muy esquemático: faltan las discusiones, los cruces entre lo teórico, lo ideológico y lo político. Apenas un ejercicio mnemotécnico con las sombras conocidas y esperables.
También conservo el programa y las clases dictadas en ese cuatrimestre así como la propuesta para lo que hubiera sido el siguiente que, como es sabido, frustró la intervención de Ottalagano. Valen algunas de las observaciones realizadas en la nota anterior respecto del deseo/promesa de volver a esos materiales.