Sobre: Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina. Literatura popular, lenguas mixtas y naturalismo en dos folletos del 80, de Juan Antonio Ennis y Laura Sesnich (Ed.). La Plata/Berlín: Universidad Nacional de La Plata/Ibero-Amerikanisches Institut Preußischer Kulturbesitz, 2017.
Lucía Pose
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
luciabpose@gmail.com
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Pose, Lucía (2018). Sobre: Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina. Literatura popular, lenguas mixtas y naturalismo en dos folletos del 80, de Juan Antonio Ennis y Laura Sesnich (Ed.). El taco en la brea, 8 (junio–noviembre), 177–179. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i8.7767
«Osté, cume otro escribidores, se afican in la paca dil ocos dil vecinos, ma nunca riparan en il orcon ma grande que listatua di la Piaza Vitoria que tiene in lo suyos.
Sempre eliquen á la pobre mochachas pe hacé so historias safada é cun priferamiento a la istranquieras» (166). En el prólogo de Enriqueta la criolla, el autor, dueño de la zapatería de los Anquelitos, se refiere a los escritores de la literatura giacumina que toman como personajes a mujeres pobres y extranjeras, colocándolas como origen de todos los males, como amenaza sobre la moral de la elite criolla local, y en esa operación se diferencia de ellos: Enriqueta, criolla, hija de una familia tradicional y adinerada, será el origen de todos los males, la corruptora de la moral criolla. En su figura se juegan literatura popular, lenguas mixtas, naturalismo. Justamente los tres ejes que Juan Antonio Ennis y Laura Sesnich elijen para estudiar dos folletos que se ubican por fuera del sistema literario legitimado por el circuito letrado, el de los escribidores que impostan una lengua fuera de la lengua.
Hacia fines del siglo XIX, alrededor de la década de 1880, se produjo lo que se denomina «revolución de la lectura»: el surgimiento de un nuevo público lector, producto de la modernización emprendida por el Estado (campañas de alfabetización, modernización tecnológica, innovaciones de mercado), que resultó en una gran ampliación y diversificación de lectores y lecturas. Lenta pero progresivamente se fue conformando un público lector que difería del público letrado que hasta el momento había sido el destinatario privilegiado de las publicaciones seriadas y del libro. Estos nuevos lectores traerían consigo grandes modificaciones en el formato de las publicaciones, así como también en su contenido. Lo que se llama «literatura giacumina» fue uno de aquellos fenómenos que tuvo un gran recibimiento en el público popular mientras era condenado por la elite criolla. Buena parte de esas publicaciones, por su misma naturaleza, fueron fugaces y están, a menudo, olvidadas. Es en este horizonte de literatura popular, nuevos públicos y lecturas efímeras donde se sitúa Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina. Literatura popular, lenguas mixtas y naturalismo en dos folletos del 80. Para sus autores, se trata de leer aquello que nunca entró al reducto de la literatura y, desde allí, repensar la constitución de una literatura y una lengua nacional.
El volumen en cuestión reúne un extenso «Estudio preliminar» y compila, por primera vez, las dos novelitas, Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina, junto a una selección de «Juicios Críticos» sobre Amores de Giacumina, folleto atribuido a Ramón Romero que se configura como novela que inaugura la serie. Desde la «Introducción» se perfilan dos nombres fuertes que funcionarán como catalizadores del trabajo: por un lado el de Adolfo Prieto con su clásico El discurso criollista en la formación de la Argentina moderna (1988), que se presenta a la vez como antecedente y guía; y por otro el de Robert Lehmann-Nitsche, cuya Biblioteca Criolla (actualmente en el Instituto Iberoamericano de Berlín) constituye la principal fuente de una literatura popular que plantea una compleja cuestión de archivo, tanto por su precariedad material como por su lugar marginal dentro de las grandes categorías de literatura, lengua e historia.
El trabajo de Ennis y Sesnich se inserta en un campo de estudios que cobra auge con Adolfo Prieto (1988) y en el que recientemente se han publicado dos estudios de la serie giacumina: por un lado el de Ángela di Tullio para la colección Los Raros de la Biblioteca Nacional, Literatura popular inmigratoria (2011) y, por el otro, el de Ana Ojeda y Rocco Carbone Romero en su «Prólogo» a Los amores de Giacumina (2011). A diferencia de estos estudios, el que nos compete aquí tiene varios centros, verbalizados desde el subtítulo: el estudio preliminar se encarga de situar al lector en las discusiones en torno a la lengua nacional que poblaron el espacio público en la década del 80, a la vez que dibujan un recorrido a través de la literatura popular de la época y su punto de convergencia con la literatura de la elite criolla: el naturalismo. Por otro lado, la recuperación de los folletos marca una distancia con respecto al trabajo fundante del campo: a diferencia de Prieto (1988), pero en consonancia con Di Tullio (2011) y Ojeda y Rocco Carbone (2011), Ennis y Sesnich no sólo exhuman y describen un corpus alternativo, sino que lo presentan para su lectura.
El estudio preliminar está dividido en siete secciones pero hay una pregunta, inspirada por Didi-Huberman, que las atraviesa y las unifica: ¿cómo fue posible el milagro de que estos textos llegaran hasta nosotros? Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina, plantean los autores, son supervivientes. Por fuera del canon, con un público popular, con una lengua que está fuera de la lengua, los folletos recuperados por Ennis y Sesnich son el borde exterior de la tradición selectiva que se decantó por una lengua y por una literatura nacional que, de ninguna manera, fue la de Giacumina y todos los folletos que le siguieron.
Desde el comienzo, Ennis y Sesnich ponen el acento sobre una cuestión que retomarán a lo largo de todo su trabajo: el estallido de la gran aldea fue la condición necesaria para el surgimiento de una literatura nacional legítima y una paralela. La literatura giacumina es resultado del estupor producido en la elite criolla por la explosión de la urbe. La imitación burlesca de una lengua oída y la denigración moral de un colectivo que atenta contra la hegemonía criolla es uno de los modos de recanalizar el desarrollo de la ciudad y de los proyectos de la elite.
«Cuando los criollos decidieron construir una nación occidental (...) supieron que debían procurarse una lengua» (31): la segunda parte del estudio preliminar, «La lengua popular», se ocupa de la tensión entre la necesidad de una lengua nacional homogénea y la eclosión de la ciudad fruto de la inmigración. Bajo los términos de «contaminación», «masa adventicia», «jerga» o «mezcla híbrida», Quesada y Cané ubican al peligro que invadía el espacio público, no sólo de plazas y calles, sino de materiales impresos. Cuando el objetivo de la elite criolla era la estandarización, surge una literatura popular que la desafía, que pone en peligro la anhelada hegemonía lingüística.
Una de las fuentes ineludibles para el estudio de la circulación de impresos en la década del 80 es el Anuario Bibliográfico de Navarro Viola: allí, Prieto (1988) comprueba la expansión de la literatura marginal y la condena que recibían, en especial, dos publicaciones: Los amores de Giacumina y Enriqueta la criolla. En el comienzo del apartado sobre «La literatura popular», los autores recuperan, justamente, las apreciaciones de los contemporáneos sobre Los amores de Giacumina (que constituyen la última sección del libro, «Juicios críticos»): estas críticas ubican al folleto por fuera de la literatura y por fuera de la lengua, pero la atribuyen a un escritor profesional, que crea una lengua y produce un trabajo sin precedentes. En este punto, proponen un recorrido por las producciones populares de la época, estrechamente vinculadas a la oralidad, como el teatro de los Podestá o la literatura de cordel. Al pensar en los consumos populares cobra preponderancia la «revolución de la lectura» y los nuevos públicos, en paralelo a la llegada de la educación primaria: ambos fenómenos constituyen una verdadera «revolución cultural». La prensa se convierte en administradora de bienes culturales, no sólo de la esfera popular, sino también de la elite criolla: ambos circuitos convergen en la prensa.
Se destaca, entre las preguntas–problema que guían el estudio preliminar, en qué series y en qué códigos ubicar y leer estos textos. Si bien la lengua opera como discriminante social, también cede un espacio, hace posible lo que Ennis y Sesnich llaman «una literatura sin lengua» (89), da lugar a la negociación; como en la gauchesca, la representación de la voz otra no será agencial, el otro no hablará sino que se lo hablara. A partir del análisis de la lengua de la serie giacumina, tanto de los rasgos de oralidad rioplatenses e italianizantes, como del nivel morfosintáctico y léxico, los autores concluyen que se trata de una caricaturización más que de una representación fiel al contacto: es una no–literatura escrita en una no–lengua.
Hacia el final, en «El naturalismo y la literatura giacumina» los autores se encargan de definir al naturalismo nacional por su carácter civilizatorio, didáctico, moralizante. Aquí se comparan las novelas naturalistas de la elite criolla, como En la sangre, Sin rumbo (Cambaceres) o ¿Inocentes o culpables? (Argerich) y los folletos populares, que se configuran, en especial Enriqueta la criolla, como reescrituras paródicas, como cuestionamientos de clase. Los autores proponen leer Enriqueta la criolla como un exemplum ad contrarium, el comportamiento de la protagonista no es objeto de castigos y allí se juega la crítica a las ficciones naturalistas de la elite: la denigración moral no es propia de los extranjeros, aunque el naturalismo local se esfuerce por atribuirles todos los males de la sociedad porteña de fines de siglo, la «manzana podrida» ya está adentro.
El estudio preliminar se cierra con dos subcapítulos que llevan por nombre el título de los folletos y su año de publicación: «Enriqueta la criolla (1886)» y «La hija de Giacumina (1887)». En cada uno de ellos se describe la aparición de los folletos, seguido de un análisis textual que las pone en relación con ciertos tópicos de la novela naturalista argentina, como la figura del advenedizo, la presencia de la enfermedad o el determinismo de la herencia.
Las dos novelitas recuperadas configuran ejes problemáticos que la hegemonía criolla debe asimilar y no puede hacerlo sino asegurando su olvido, borrándolos del canon: es en la opción por ese vacío donde Enriqueta la criolla y La hija de Giacumina. Literatura popular, lenguas mixtas y naturalismo en dos folletos del 80 busca intermediar sugiriendo para ellas «un lugar posible en el archivo» (148). Luego del extenso análisis, se presentan los dos folletos, anteponiéndose a ellos una nota que avisa: no se han realizado correcciones, es necesario y pertinente leer estos textos tal cual han sido publicados, como una literatura sin lengua.