El taco
en la brea
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TeorĂ­a literaria latinoamericana en Argentina

Sobre: Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares. Relecturas entrecruzadas, de Roland Spiller (Ed.). Berlín: Erich Schmidt Verlag, 2016.

Cristian Ramírez

Universidad Nacional del Litoral – CONICET, Argentina

c.ramirez@conicet.gov.ar

Para citar este artículo:

Ramírez, C. (2018). Sobre: Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares. Relecturas entrecruzadas, de Roland Spiller (Ed.). El taco en la brea, 8 (junio–noviembre), 180–183. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i8.7768

 

En Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares, relecturas entrecruzadas nos encontramos frente a un conjunto de textos en los que «se analizaron y compararon las repercusiones de las obras de ambos escritores» (5) según afirma el editor y responsable de la compilación, Roland Spiller. La excusa para reunir a los escritores argentinos es el año 2014, centenario de sus nacimientos. Para celebrarlo, el espacio de reunión se da en el marco de la IV Jornada Iberoamericana organizadas por el Instituto de Lenguas y Literaturas Románicas de la Universidad de Goethe en Frankfurt. En los trabajos que se compilan se busca pensar el impacto de las obras no sólo en la cultura argentina sino también por fuera de ella y la pregunta que se desprende, más allá del homenaje, es: ¿bajo qué perspectivas pueden ser comparados Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares? Inicialmente, la respuesta es obvia: ambos son argentinos y coetáneos y, aunque el primero haya integrado el «boom» literario latinoamericano y el segundo no, para Spiller sí existen puntos de comparación: ambos se abocaron al género fantástico, desoyendo la sentencia de Tzvetan Todorov acerca de la muerte del género; además, ambos cultivaron, como dice Borges, «la imaginación razonada», una imaginación que explora los límites y el entrecruzamiento de la razón y la emoción; y, por último, ambos crearon una «literatura transmedial». Para Spiller, el rasgo característico que más los acerca es el ejercicio «de una imaginación creadora que se manifiesta no sólo en sus textos de corte fantástico, sino también en el resto de sus obras» (6). Además, sostiene que los debates que plantean cada uno de los textos de la compilación demostraron que la obras de ambos escritores ofrecen un potencial enorme para la investigación.

Como bien indica el título de la compilación, se trata de nuevas lecturas y de entrecruzamientos que se dan entre ambos autores o bien entre alguno de ellos y otro autor del canon nacional o internacional. En la compilación se teje una inmensa red compuesta por quince trabajos que se abocan a temáticas y ejes de lectura de lo más variados, más una selección de fragmentos para «volver a Cortázar» (248). Para hacer justicia a la heterogeneidad de lecturas que se proponen alrededor de Cortázar y Bioy Casares, en esta reseña se dividirá en tres grupos el conjunto de textos: el primer grupo abocado a la lectura conjunta de ambos escritores; el segundo a Cortázar y, un tercer grupo dedicado a Adolfo Bioy Casares.

En el primer grupo, la puesta en comparación de ambos escritores encuentra lugar en los trabajos de Roland Spiller y Matei Chihaia. Por un lado, Spiller elige un punto potente en el que ambos escritores pueden compararse: el sueño y la escritura onírica. Su trabajo «“Sólo en sueños (...) nos asomamos a veces a lo que fuimos antes de ser esto que vaya a saber si somos” Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares en comparación onírica» busca esclarecer cómo se sitúan y cómo se pueden situar a Bioy y Cortázar en la tradición onírica occidental. Para ello, se vale de un análisis en el que una tipología onírica distingue estados de la conciencia, una tipología temática, una funcional y otra pragmática para abordar algunos textos de Cortázar y Bioy en los que los sueños cobran una relevancia fundamental. Luego de un minucioso análisis que cruza varias disciplinas, incluidas las neurociencias, concluye Spiller en que Cortázar opera en sus cuentos con sueños que han ocurrido en el plano real y que lo que se produce allí es una suerte de traducción. Bioy Casares, en tanto, apunta hacia un lugar similar en el que prima la ambivalencia de los sistemas representativos vehiculizada en la re–presentación y eternización del pasado. Matei Chihaia, por su parte, sostiene el parangón entre los escritores sobre el tema de la inmersión. En su trabajo «Bioy Casares y Cortázar: una tipología del espacio–tiempo no orientado» utiliza los modelos que los textos de ambos escritores proponen para pensar la «frontera estética» que entiende se define como un hecho cognitivo y sensorial o como un hecho antropológico y existencial, dando lugar al análisis de la «inmersión narrativa», categoría narratológica que encuentra novedosa para pensar las fronteras espacio–temporales.

El segundo grupo, compuesto por once trabajos, está orientado a la obra de Julio Cortázar. Cada uno de estos trabajos, a su vez, puede subdividirse en grupos más pequeños. Uno de ellos, por ejemplo, podría llevar la denominación de «Cortázar precursor» ya que se trata de escritos que sistematizan algún comienzo cortazariano. Ingresan aquí los trabajos de Annick Louis, Miguel Alvarado Borgoño y Jorge Monteleone. Annick Louis piensa los comienzos de la carrera de Cortázar en relación con su estética narrativa y los medios de publicación en los cuales aparecen sus primeros textos. Louis se detiene particularmente en Los anales de Buenos Aires revista dirigida por Borges entre 1946 y 1947. Pensar los inicios de Cortázar le permite sostener la hipótesis del resurgimiento del género fantástico mediante la intermedialidad y la transmedialidad. Alvarado Borgoño, por su parte, rescata los inicios de Néstor García Canclini mediante un análisis del libro que tituló Cortázar: una antropología poética. El trabajo de Alvarado Borgoño busca mostrar cómo García Canclini analiza el fantástico en Cortázar sentando las bases de lo que entiende como el comienzo de una antropología poético–literaria latinoamericana. Por último, este subgrupo está integrado por Jorge Monteleone que en su trabajo explora otro inicio cortazariano: se trata de los «pameos», «meopas» y «prosemas», formas de denominar a la poesía en el mundo de Cortázar. Monteleone indaga el lugar que ocupa la poesía en los inicios del escritor y en su literatura toda mediante la imagen del «árbol interior» como dispositivo de lectura.

Otro subgrupo, que llamaremos «Cortázar con otros», está formado por cuatro trabajos que enlazan a Cortázar con otros escritores, ya sea por afinidad temática o estética. Mariola Pietrak, por ejemplo, une al escritor con Patricia Suárez a través del bestiario. Para Pietrak, Cortázar traza el camino del bestiario en la tradición literaria argentina y Suárez es una de las continuadoras de esta tradición por la fuerza con la que la presencia de lo animal irrumpe en sus textos. Leila Gómez, por su parte, encuentra un punto en común entre Cortázar y Bolaño: ambos «leen» a Rimbaud en sus novelas más paradigmáticas, Rayuela y Los detectives salvajes. Para Gómez la última es deudora de la primera y cree necesaria una comparación entre ambas que potencie los puntos de contacto y de ruptura, pensando en que ambas novelas fueron fundadoras de nuevos paradigmas de representación en sus épocas de publicación respectiva. Por otro lado, Claudia Hammerschmidt une a Cortázar con Leopoldo Marechal en lo que entiende como una «relación a distancia» entre ambos escritores, relación que encuentra su punto más fuerte en las novelas Rayuela y Adán Buenosayres desde una perspectiva comparada. Por último, este subgrupo acoge el trabajo de Meri Torras y Katarzyna Moszczynska-Dürst en el que Cortázar y Cristina Peri Rossi comparten un territorio común en cuanto a escritura se refiere. El trabajo se detiene en un texto autobiográfico en el que Peri Rossi desanda los vericuetos de su relación con Cortázar en términos de musa inspiradora co–creadora, capaz de feminizar al escritor argentino en un juego que pretende mostrar el vínculo entre ambos creadores.

Andrea Gremels y Enrique Bernales Albites piensan lo animal para desentrañar otras lecturas en la obra cortazariana. En el primer caso, lo animal se entiende como la configuración de la alteridad no sólo en término antropológicos sino también en términos escriturarios. Para Gremels, la lógica animal constituye una autorreflexión sobre los límites y las posibilidades de establecer cualquier orden a través de la literatura y el lenguaje mismo. En el segundo caso, el cuento «Axolotl» es analizado desde un punto de vista que permite vincular el desarrollo del arte moderno europeo con la fascinación por el arte africano, o por los artefactos de naturaleza ritual de culturas extrañas y exóticas. Para Bernales Albites, en este cuento Cortázar explora la figura del hombre cosmopolita en París deseoso de mirar, deseoso de goce visual por aquello que juzga extraño y primitivo.

Finalmente, en este grupo se incluyen dos trabajos que se preguntan por el pasaje, la trasposición y el cruce de códigos, lenguas y lenguajes. El primero de ellos le pertenece a Bruno López Petzold que se ocupa de revisar el impacto de la obra de Cortázar en el cine. Puntualmente, a partir del relato titulado Cambio de luces, López Petzold reconstruye el diálogo de Cortázar con la película brasileña A hora mágica (1998) y con lo que juzga como una amplia cultura cinematográfica. Sabine Giesberg, por su parte, se centra en la traducción y presenta a Cortázar como un «vagabundo entre fronteras». Esta metáfora le sirve para anclar su lectura y para pensar la actividad de traducción en Cortázar como una pasión que trasciende el mero pasaje de una lengua a otra y se cuela entre fronteras culturales, de género, estructurales, etc. El vagabundeo cortazariano se corresponde con las aristas y múltiples dimensiones que Giesberg lee en las traducciones de Cortázar.

Finalmente, el tercer y último grupo, está compuesto por dos trabajos dedicados a Adolfo Bioy Casares. Uno de Ana María Zubieta y otro de Karen Genschow. Ambos se centran en novelas de Bioy Casares. Zubieta se detiene en Diario de la guerra del cerdo y Genschow hace lo propio con Los que aman odian, novela escrita con la colaboración de Silvina Ocampo. Para Ana María Zubieta, Diario de la guerra del cerdo es una novela fundamental para leer desde ella lo que luego serán recurrencias en la obra de Bioy Casares. Entiende que lo que allí aparece como unidades temáticas se puede leer en la obra posterior y anterior del escritor con mayor o menor intensidad. Zubieta distingue cuatro unidades: 1. el ocio, los pasatiempos y la presencia del dinero; 2. la irrupción de lo popular; 3. una preocupación por la lengua; y, 4. la violencia. Cada una de ellas será abordada en el trabajo como dispositivo de lectura, capaz de iluminar ciertos aspectos de la novela en cuestión y también de la totalidad de la obra de Bioy Casares. Karen Genschow, por su parte, se pregunta en qué sentido la novela Los que aman odian es una novela programática y rastrea una posible definición del policial que entiende tiene puntos de contacto con la propugnada por Bioy Casares, Borges, Ocampo y el discurso de la homeopatía. Genschow se centrará principalmente en la parodia, la intertextualidad e intermedialidad para revelar el proceso de construcción de esta novela escrita en colaboración.

Como se puede observar, este libro funciona como una paleta de colores, un abanico de posibilidades para ver cómo se piensan hoy las obras de Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares fuera de la Argentina, independientemente de que en varios trabajos el contexto argentino esté fuertemente convocado. Cada uno de los trabajos hace el intento por encontrar un punto de re–unión que les permita no la mera acumulación de interpretaciones sobre una misma obra sino el trazado de múltiples líneas, posibles de ser entrecruzadas en pos de la revitalización de obras que aún tiene mucho para decir.

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