Sobre: Géneros, procedimientos, contextos. Conceptos de uso frecuente en los estudios literarios, de Martina López Casanova y María Elena Fonsalido, coordinadoras. Los Polvorines: Universidad de General Sarmiento, 2018.

Cristian Ramírez

Universidad Nacional del Litoral  CONICET, Argentina

Para citar este artículo

Ramírez, Cristian (2019). Sobre: Géneros, procedimientos, contextos. Conceptos de uso frecuente en los estudios literarios, de Martina López Casanova y María Elena Fonsalido, coordinadora. El taco en la brea, 9 (diciembre–mayo), 126–128. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i9.8210

 

Una rápida descripción de este libro no debería prescindir de los siguientes datos: se trata de veintiséis entradas (o artículos) que se organizan en tres grandes apartados, como bien indica el título: géneros, procedimientos y contextos. Cada uno de estos apartados señala una forma de abordar la literatura y, por ende, de leer. Así, Géneros literarios problematiza conceptos como cuento, novela, comedia, drama, etc. atendiendo a las históricas clasificaciones y a sus relecturas y reinvenciones desde Aristóteles hasta nuestros días. Procedimientos, por su parte, se detiene en el texto como construcción y privilegia los aspectos formales que se desprenden desde los marcos teóricos en que se los piensa: motivo y tópico, narrador, polifonía, figuras retóricas, etc. son algunos de los que aquí se desarrollan. Por último, Contextos busca problematizar conceptos en los que el texto se piensa como un producto situado y como resultado de múltiples factores de recepción y producción determinantes. Así, este apartado se centra, entre otros, en los conceptos de autor, campo literario, lector, industria cultural, etcétera.

Ahora bien, una lectura y descripción detenida, en cambio, debería señalar que la selección de conceptos no es caprichosa y que encuentra el origen en una investigación de larga data y, sobre todo y fundamentalmente, en la tarea docente. Debería decirse, también, que los que aquí se describen, explican y problematizan llevan el mote de «frecuentes» porque tiene, justamente, estrecha relación con la recurrencia y la insistencia con la que aparecen en el ámbito de la enseñanza. Martina López Casanova y María Elena Fonsalido, coordinadoras generales de la edición y también autoras de dos de las entradas, lo declaran en un breve apartado situado al comienzo del libro: «el trabajo surge de una necesidad detectada en nuestra tarea docente en materias de literatura del Profesorado de Lengua y Literatura (Introducción a los estudios de literatura y Estudios de la Literatura Contemporánea) y de la Licenciatura en Cultura y Lenguajes Artísticos (Literatura I y Literatura II) de la Universidad de General Sarmiento» (14). Se trata de una tarea de observación profundamente implicada con la tarea docente, dato nada desdeñable para analizar este libro o diccionario de conceptos que aquí nos ocupa. Las coordinadoras hablan de una «necesidad» y el trabajo intenta suplir la ausencia de un material actualizado sobre conceptos propios de los estudios literarios, pensando en un lector modelo cuyo recorrido escolar previo a la formación superior lo haya ya familiarizado con estos conceptos. La propuesta es sencilla y clara, aunque no por ello menos ambiciosa: ofrecer al lector una rápida actualización de un concepto de circulación viva, explicitando, en muchos casos, los orígenes del mismo hasta la actualidad, pasando por los cambios, las polémicas, las resistencias y las actualizaciones que el paso del tiempo y los diversos contextos le han otorgado. La frecuencia del uso de algunos conceptos deriva, muchas veces, en la cristalización de definiciones o alcances del mismo. El libro intenta revertir esta tendencia analizando los cambios por los que este ha pasado bajo diversas teorías y marcos conceptuales, de manera tal que el lector encuentre en este recorrido posibles lecturas diacrónicas y sincrónicas del mismo. Asimismo, la centralidad que se le otorga a este lector modelo determina la estructura interna del libro: además de los tres grandes apartados ya descritos, cada entrada funciona con una lógica interna común que hace del «envío» una de sus mayores virtudes. En general, las entradas comienzan con un rastreo del origen del término para, rápidamente, atender a su evolución a lo largo de la historia de la literatura y de la crítica literaria. Mientras se desarrollan sus alcances y limitaciones según los contextos históricos, los marcos teóricos y los contextos de recepción y circulación, el texto señala autores y textos clave que funcionan, justamente, como lecturas fundamentales para la definición del concepto. Por otra parte, las entradas abren múltiples líneas que, por la estructura en que se ha pensado el libro, no pueden ser desarrolladas con mayor detenimiento pero habilitan un claro «envío» a otras cuyo trabajo de lectura le corresponderá al eventual lector. Además de estos «envíos» por fuera del libro, existen otros, de carácter interno. Así, en algunas entradas, si mientras se define y problematiza un concepto, aparece otro también presente en el diccionario, se lo señala con la indicación «[VER]» que envía a la página en donde se lo encuentra. Una red de sentidos se va tejiendo dentro del libro para mostrar que, a pesar de la división y estructura con que se lo presenta, todos los conceptos de uso frecuente en los estudios de la literatura están profundamente imbricados, más allá de compartir o no el origen, la forma y el sentido con el que se los ha utilizado. Asimismo, cada entrada finaliza con un breve apartado que lleva por nombre «puesta en análisis» y que busca, de esta manera, analizar el concepto desarrollado desde algún marco teórico mientras lee un texto literario. Esta «puesta en análisis» no funciona simplemente como ejemplificadora ya que, al mismo tiempo que muestra una forma posible de abordaje, habilita otras que también quedan en manos de un eventual lector a modo de envío y diálogo constante con el texto. Las entradas finalizan con «bibliografía para ampliar», una breve selección de textos casi de lectura obligatoria para quienes quieran avanzar en el conocimiento, discusión y puesta en práctica de estos conceptos. En este sentido, el libro es una suerte de puntapié inicial que, al mismo tiempo que recorta, ubica y define, abre múltiples instancias de diálogo y discusión, en definitiva, uno de los objetivos del libro: la práctica autorreflexiva sobre aquello de lo que hablamos casi a diario.

No sería justo, en el espacio de esta reseña, comentar sólo alguno de los veintiséis conceptos que aquí se trabajan; en su lugar, y como muestra del trabajo colectivo que el diccionario encara, se mencionan los autores que han intervenido en las discusiones y en su producción, habida cuenta de los recorridos teóricos de cada uno: Gloria Chicote, Diego Di Vincenzo, Sandra Ferreyra, José Fraguas, Francisco García Chicote, Analía Gerbaudo, Clea Gerber, Inés Kreplak, Paulo Jaime Lampreia Costa, Aitana Martos García, Eloy Martos Núñez, María Isabel Morales Sánchez, Eduardo Muslip, Nicolás Olszevicki, Dante A. J. Peralta, Juan Rearte, Martín Rodríguez, Martín Sozzi, Isabel Vasallo y Noelia Vitali. Desde distintos lugares del campo literario y de la teoría literaria, estos autores emprenden el trabajo bajo la propuesta que el diccionario propone: refrescar la mirada, actualizar ideas sobre algunos de los conceptos más frecuentes de los estudios de la literatura. Como se mencionó anteriormente, el libro imagina un lector modelo ya familiarizado con los conceptos pero que necesita una sistematización y actualización de los mismos; es por eso que no sólo se piensa en estudiantes ingresantes sino también en quienes están realizando investigaciones doctorales o de maestría, en quienes ya trabajan como profesores en el nivel medio o universitario y en todo aquel que quiera inmiscuirse en las conversaciones sobre literatura. Y esta es otra virtud que se le puede señalar a este diccionario (aunque sus coordinadoras, con una clara convicción docente, prefieren verlo como un «manual»): su escritura es sencilla, alejada de engorrosas y floridas descripciones; sus objetivos son claros y precisos así como sus destinatarios; y, como dice José Luis de Diego en el prólogo, se nota que detrás están los «jornaleros de la enseñanza» (11), aquellos que se hacen cargos de esos primeros estudiantes que ingresan al nivel superior y necesitan una guía que los orienta en sus comienzos.

El diccionario, el manual, el libro, no importa cómo se lo llame, cumplirá con creces los objetivos planteados y seguramente, en el futuro, se convierta en un antecedente insoslayable cuando se encare otra actualización de conceptos como esta.