Sobre: Profession ? Écrivain, de Gisèle Sapiro y Cécile Rabot, directoras. París: CNRS Éditions, 2017.

Santiago Venturini

Universidad Nacional del Litoral, CONICET, Argentina

Para citar este artículo

Venturini, Santiago (2019). Sobre: Profession ? Écrivain, de Gisèle Sapiro y Cécile Rabot, directoras. El taco en la brea, 9 (diciembre–mayo), 132–134. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i9.8212

 

En septiembre de 1852, un joven Tolstói anota en su diario: «Necesito escribir y escribir. Es el único camino para conseguir una forma y un estilo». Más de un siglo y medio después, el estilo sigue estando ahí, pero transformarse en un escritor requiere un arduo trabajo que, en ocasiones, poco tiene que ver con la escritura. Profession ? Écrivain busca quitar el velo que cubre y adorna la figura del escritor contemporáneo, limpiar su pátina romántica, para exponer sus contradicciones y las condiciones materiales de su ejercicio. El oficio de escritor, como ya se lee en la primera página del libro, es un oficio particular: al mismo tiempo que no está ligado a un estudio formal o a la obtención de un diploma, requiere una formación que tiene su especificidad; al mismo tiempo que se profesionaliza cada vez más —sobre todo en ciertos países—, a través de la creación de diversas instituciones de pertenencia, instancias de formación y diferentes modalidades de difusión y promoción de las obras pero también de sus autores, los escritores se enfrentan a una precarización creciente y son muy pocos los que logran vivir de su escritura.

Gisèle Sapiro y Cécile Rabot, directoras del volumen, plantean un análisis de «la figura del escritor/a, en el sentido que le confieren las representaciones colectivas —novelistas, poetas, dramaturgos que publican obras a través de un editor— y no sobre la categoría mucho más amplia de autor/a/s, la cual incluye los ensayistas, los traductores, los ilustradores» (12−13). Para construir este análisis, la investigación que sostiene cada uno de los artículos que abordan aspectos y prácticas puntuales, descansa sobre un instrumento: la entrevista. Entrevistas, por un lado, a representantes de diferentes instituciones como las sociedades de autores (Société des Auteurs et Compositeurs Dramatiques, SACD; Société des Gens de Lettres, SGDL; Société des Gens de Lettres, SGDL; Société française des Intérêts des Auteurs de l’Écrit, SOFIA, etc.) y otros organismos nacionales que nuclean a escritores (como la Maison des Écrivains et de la Littérature); por el otro, entrevistas a escritores de «perfiles diversos»: hombres y mujeres, debutantes y escritores reputados, autores de best-sellers o autores experimentales, novelistas, dramaturgos y poetas. Para que los entrevistados puedan explayarse sin concesiones sobre algunos aspectos de su trabajo, pero también sobre ciertas prácticas invisibilizadas del mundo editorial, las entrevistas son confidenciales y se citan a lo largo del libro de forma anónima o con seudónimo.

Desde el inicio, Prófession ? Écrivain está geográficamente situado: se trata de un análisis de la figura y las prácticas del escritor francés. La investigación, de corte sociológico, no solo revisa las diferentes etapas de la construcción social del escritor, de su profesionalización, sino que expone, además, el funcionamiento del mundo editorial que, según una lógica y una estructuración globales —como la diferenciación bourdesiana entre un polo de gran producción y un polo de producción restringida— se despega del caso francés, y concierne, al menos en algunas ocasiones, a escritores de todo el planeta.

El libro se organiza en torno a dos secciones: «El oficio de escritor en la actualidad» y «El rol de las actividades afines en la profesionalización». Los artículos de la primera sección abordan campos de producción y esferas específicas —los autores de literatura para niños y adolescentes, los autores dramáticos, los escritores en el trabajo cinematográfico, el escritor en el campo musical, el escritor de cómics—, trabajos que convergen en una conclusión: el contraste entre la precarización económica y el reconocimiento simbólico y profesional. Los dos primeros capítulos, «Desarrollo profesional y evoluciones del oficio de escritor» y «Devenir escritor/a: del reconocimiento simbólico al reconocimiento profesional», firmados por Gisèle Sapiro, constituyen, por su carácter general, el punto de partida de los demás trabajos. En el primero, Sapiro recupera los principales avances en el desarrollo profesional del escritor francés, desde el reconocimiento en 1777 del derecho de autor, pasando por la ley de 1975 que definió un régimen de seguridad social para los autores y la creación de AGESSA, la Asociación para la Gestión de la Seguridad Social de los Autores. Esta creciente profesionalización contribuyó a definir con mayor claridad al escritor como agente, a través, por ejemplo, del reconocimiento de un conjunto de actividades anexas (adaptaciones, lecturas, encuentros, talleres de escritura, residencias) que son constitutivas del trabajo del escritor y que no fueron reconocidas históricamente como actividades de creación. No obstante, estos avances aparecen contrarrestados por una precarización y una competencia crecientes.

En el segundo capítulo, Sapiro se plantea la pregunta: ¿cómo se transforma uno/a en escritor/a? Para responderla, comienza por pensar el rol central que tienen los editores y en especial el vínculo de los escritores con estos, una relación encantada e idealizada, sobre todo en el momento de publicación del primer libro. Sapiro explora luego las diferentes etapas del reconocimiento, diferenciando entre el reconocimiento simbólico y el reconocimiento material —una vez alcanzado el reconocimiento simbólico, sostiene, los autores comienzan a preocuparse por los aspectos materiales (59)—, y haciendo una distinción entre los escritores situados en el polo de gran producción y aquellos situados en el polo de producción restringida: «A diferencia del polo de gran producción, la profesionalización de los escritores situados en el polo de producción restringida pasa, en primer lugar, por el reconocimiento simbólico: la crítica, la invitación a programas de radio y televisión, los premios literarios, dotados o no de dinero, constituyen marcas de reconocimiento literario que pueden convertirse en capital económico, aunque no necesariamente» (52). Asimismo, Sapiro analiza la importancia crucial de aquellas actividades afines o secundarias a la tarea de escritura que ya fueron mencionadas, como fuente de remuneración económica y como vía, al mismo tiempo, de legitimación simbólica: «la relación entre el rédito simbólico y el rédito económico es, con frecuencia, inversa, ya que las actividades más “nobles” son las que menos ganancias generan» (67). Es el caso, por ejemplo, de la traducción: «prestigiosa cuando se trata de obras reconocidas, la traducción literaria es mucho menos remunerada que la traducción técnica. Pero incluso cuando se trata de la primera, su valor simbólico permanece inferior al de la creación» (67).

Los artículos que conforman la segunda parte se concentran en un repertorio de esas actividades afines que resultan centrales para el oficio de los escritores: desde las instancias de formación como los masters de «escritura creativa» o las residencias, hasta todo aquello que en el libro se denomina «manifestaciones literarias» (festivales, conferencias, tablas redondas, lecturas públicas, etc.), prácticas que se leen como instancias para la acumulación de capital simbólico, pero son consideradas también teniendo en cuenta otros aspectos como la legislación vigente y la remuneración.

Hacia el final de Profession ? Écrivain, Sapiro y Rabot vuelven a explicitar la afirmación que atraviesa el libro: «Ser escritor exige no sólo la inspiración sino también las condiciones materiales que permitan alcanzar, a saber: tiempo para la escritura, predisposición e ingresos suficientes para la subsistencia». En estas conclusiones aparece el problema de una definición unívoca del escritor, ligado a la diversidad de condiciones de ejercicio del oficio; esta diversidad se relaciona tanto con el estatuto de los diferentes géneros como con la cantidad de capital económico (heredado o no), social y cultural que acumula cada escritor, lo que delinea trayectorias muy idiosincráticas. Al abordar nuevamente las actividades afines que realiza todo escritor, Sapiro y Rabot señalan que la falta de una regulación legal de las mismas conduce a la precariedad actual del oficio, y a la necesidad, experimentada por la gran mayoría de los escritores, de acumular ingresos provenientes de diversas tareas y/o de un segundo oficio. En este punto, las autoras recuperan la idea bourdesiana de una «doble verdad del trabajo» en el caso de los escritores, es decir, «la coexistencia entre una percepción subjetiva del trabajo que justifica el propio compromiso en la actividad, y una realidad objetiva, la de una relación de trabajo con frecuencia disimétrica entre trabajador y empleador (que retribuye aquí financieramente y/u opera una transferencia de capital simbólico)» (336).

Está claro que los escritores que hablan de forma anónima o con nombres falsos a lo largo de Profession ? Écrivain no son los escritores argentinos, o al menos, no la gran mayoría. Tanto la regulación legal vigente de la actividad como el grado de profesionalización del escritor francés parecen desalentar un posible paralelo con el escritor argentino, aun cuando puedan existir claros puntos de contacto (de carácter general, y que conciernen, como lo hemos señalado más arriba, a escritores cualquier nacionalidad). No obstante, el libro contribuye a exponer una visión del oficio completamente ajena a su mitificación, una visión que se concentra en los aspectos materiales que permiten definir a la tarea del escritor como lo que es: un trabajo.