#10
[junio-noviembre 2019]

La Gloire de Don Ramire de Enrique Rodríguez Larreta. (De los honores que la traducción no trajo)

Silvana Gardie
Universidad Nacional del Sur, Argentina / silvanagardie@gmail.com

Resumen

A diferencia de muchos escritores hispanoamericanos de comienzos del siglo XX, Enrique Rodríguez Larreta logró —según él, sin habérselo propuesto— la publicación en el Mercure de France de su novela La Gloria de Don Ramiro traducida al francés por el prestigioso escritor Remy de Gourmont en 1910. En Tiempos iluminados, una suerte de apuntes para las Memorias futuras, Larreta recuerda un episodio central de su vida literaria en París vinculado precisamente con esa traducción. En realidad, su relato es una confesión que nos permite conocer el enorme contraste entre el sueño cumplido de esa traducción en la más prestigiosa lengua literaria de la época y la afrenta sufrida a partir de una reseña en un periódico parisino.

Palabras clave: Enrique Larreta / Remy de Gourmont / La Gloria de Don Ramiro / traducción /
asimetrías culturales

La Gloire de Don Ramire by Enrique Rodríguez Larreta. (Of the honors that the traslation did not bring)

Abstract

Unlike many early 20th century Hispanic writers, ­Enrique Rodríguez Larreta achived —unintentionally, according to his words— his novel´s publicaction in the Mercure de France. This novel, La gloria de don ­Ramiro, was translated into French by the prestigious writer Remy de Gourmont in 1910. In Tiempos Iluminados, a kind of ­notes for Memorias, Larreta remembers a central ­episode in his literary life in Paris, linked precisely with that translation. In fact, his story is about a confession in which we can appreaciate the huge contrast between a dream come true because of that translation was made to the most prestigous literary language at that time, and an afront suffered from a review in a Parisian newspaper.

Key words: Enrique Larreta / Remy de Gourmont /
La Gloria de Don Ramiro / translation /
cultural ­asymmetries

Recibido: 30/5/2019. Aceptado: 28/6/2019

Para citar este artículo: Gardie, S. (2019). La Gloire de Don Ramire de Enrique Rodríguez Larreta. (De los honores que la traducción no trajo). El taco en la brea, 10 (junio–noviembre), 74–83. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i10.8687

¿Quién es el escritor Enrique Rodríguez Larreta entre sus compatriotas contemporáneos a ­comienzos del siglo XX?, ¿qué lugar ocupa dentro del campo literario argentino? y finalmente, ¿qué peso tiene más allá de los límites nacionales en tanto escritor hispanoamericano adscripto a la escuela modernista? Todas estas preguntas en torno a la legitimidad y el capital literario de ­Larreta buscan atender a un momento preciso de su trayectoria en relación con la consagración de su novela en España y la traducción al francés.

Al momento del éxito editorial de La gloria de Don Ramiro en 1908 en España, el escritor no contaba con un nombre de importancia dentro de la literatura nacional ni un lugar dentro de un campo literario de autonomía relativa y cuyos centros de validación seguían siendo externos (Francia, principalmente), si bien ya disponía de una tradición de obras y escritores que sugerían un canon futuro. Asimismo, dentro de la literatura argentina, Larreta parece responder a otro «espíritu», más cercano a aquel que David Viñas describe como «gentleman escritor» en tanto literato ocasional, con apellido tradicional y en el que continuamente se superponen la gestión cultural y la escritura literaria con la acción política y la diplomacia. Se trata de un perfil propio de la generación del 80 y, por lo tanto, distante de sus contemporáneos que, paulatinamente, comienzan a perfilarse como escritores profesionales.

El propio Rubén Darío reconoce en Larreta a un diplomático que, en sus momentos libres, escribe. En la columna Cabezas1 de Mundial Magazine2 de junio de 1914, le dedica un retrato breve en el que lo describe como un «notorio autor y gran señor diplomático» que «sin descuidar sus tareas oficiales cultiva en sus vagares las letras y las artes» (1914:116). El comentario deja entrever las dificultades que se plantean a la hora de «ubicar» a Enrique Larreta en el orden de una literatura en español que, apuesta por su renovación, esa literatura «neomundial» a la que aspiran los modernistas. Al ocuparse de la figura del escritor, Darío antepone la diplomacia a los «vagares por las letras y las artes». Esta tensión entre la tarea oficial y el vagar artístico es una constante entre los biógrafos y comentaristas de ­Larreta. Por esto y por las críticas de los escritores latinoamericanos contemporáneos que encontraban La Gloria de Don Ramiro (1908) como una novela demasiado castiza y arcaizante, la semblanza de Darío se vuelve una defensa: «El señor Larreta, que es joven, que tiene la felicidad en su noble hogar, en su alto puesto, en su salud excelente, en su renombre universal, posee, junto con su gran talento, una crecida fortuna. Ello es imperdonable» (1914:116). En pocos párrafos, Darío recupera la gran repercusión que ha tenido su novela en el público español y la importancia de contar con una traducción al francés al punto de apelar al prestigio que los franceses —al menos en apariencia— le han otorgado:

Escritores europeos como Remy de Gourmont, M. Maurice Barrès, M. Henri Roujon, M. Paul Adam, etc. han dicho las excelencias del único trabajo publicado en volumen por el señor Larreta. La versión francesa hecha por el primero de esos escritores da una idea al lector extranjero de lo que puede ser fundamentalmente la novela en su idioma original (...) Su libro es, en su género, con María del colombiano Isaacs, lo mejor que en asunto de novelas ha producido nuestra literatura neomundial (1929:74)

A continuación de esta semblanza, la revista publica una entrevista a Enrique Larreta en tanto diplomático argentino bajo el título «España y la República Argentina. Hablando con Don ­Enrique Larreta, ministro de la República Argentina en París». Para comenzar, el repórter aclara que: «saben en la Argentina quién es don Enrique Larreta y el realce que presta a su ­representación ­diplomática» (1914:118). La frase es elocuente: en el caso de este escritor, la literatura parece funcionar como «realce» de la investidura diplomática y nunca a la inversa.

La entrevista se ocupa de preguntar sobre el deseo de visitar América que el propio rey Alfonso de España le confesara por esos días al ministro argentino. Sin embargo, el tema se agota rápidamente y el repórter, luego de hacer alguna pregunta sobre la novela focaliza su atención al gran hotel de la rue de la Faisanderie, una mansión lujosa en la que el ministro vive con su familia rodeado de cuadros y objetos de su colección artística. La fotografía es la gran protagonista de estas páginas y sirve para mostrar al personaje desde aquello que atrae la atención del público lector de la Revista: «la fastuosa instalación», «los salones decorados con el buen gusto, propio de un magnate realzado por un literato». La entrevista se cierra con una evaluación del repórter Diego Sevilla: «A los méritos personales, a la habilidad con que hasta ahora desempeña en Francia la elevada misión que su gobierno le confiara, el señor Larreta ha añadido el fausto que contribuye, no poco, a la fortuna de las relaciones diplomáticas» (1914:124).

En síntesis, cualquier nota periodística, entrevista o retrato que se ocupe de Enrique Larreta, el resultado pareciera ser el mismo: las acreditaciones diplomáticas, políticas y de clase desplazan a las literarias. En otras palabras, para muchos de sus contemporáneos, Enrique Larreta como escritor es —ante todo— un rico y culto diplomático.

En relación con estas condiciones pretendemos observar, a partir de las preguntas que atraviesan este dossier en torno a las traducciones desde América Latina, un momento peculiar de la trayectoria recuperado por el propio escritor en Tiempos Iluminados. Cuenta Larreta:

un librero de París (...) me dijo un día que Remy de Gourmont acababa de manifestarle el deseo de hacer conocer al público francés La Gloria de don Ramiro, y su propósito de traducirla, él mismo, si yo se lo permitía. ¡Una traducción de tan grande y célebre escritor! ¡Parecía cosa de sueños! (110)

Como señalamos antes, Enrique Larreta se instala en París como diplomático encargado de la Legación argentina y cuenta allí con vínculos personales que le otorgan algún trato dentro de ciertos círculos sociales, culturales y artísticos franceses, en general, muy poco interesados por lo hispanoamericano. Su residencia en París es muy diferente a la de aquellos escritores latinoamericanos mayoritariamente modernistas que se nuclearon en la famosa colonia hispanoamericana, la misma que reunió grandes talentos como el de Darío, Gómez Carrillo y Manuel Ugarte y que, muchas veces, funcionó como gueto donde resguardarse del destrato y la indiferencia francesa.3

El tener en cuenta esta posición marginal nos permite dimensionar la sorpresa del propio ­Larreta, más allá de su lugar respetable dentro de la sociedad parisina, frente a la noticia de que el «célebre escritor» deseara traducir4 su novela. Remy de Gourmont contaba ya con un gran reconocimiento como escritor y colaborador importantísimo del Mercure de France, una revista prestigiosa y con un importante proyecto editorial y de traducción. «Parecía cosa de sueños» confiesa el escritor argentino y la expresión no es exagerada ya que lograr una traducción en una lengua literaria de gran capital simbólico y de la mano de un escritor y traductor respetado era algo impensable para muchos otros escritores periféricos5 de la época. Ser traducido al francés no es equiparable al hecho de ser exitoso entre lectores peninsulares.

Si bien la novela había logrado un éxito editorial en el público español desde su aparición en 1908, es la traducción al francés la que habilita a Larreta a ser invitado a los salones literarios parisinos:

Mi cordon, s’il vous plaît en el mundo literario de París no podía demorar. La entrada se produjo súbitamente por la puerta de Madame Barthou... una mujer que escribía en Le Figaro (...) Gozaba de gran renombre, y su salón era, quizá, el más reputado por su colección de celebridades. (118)

Existe una relación estrechísima entre lo que significa tener obra traducida al francés, el asunto español de La gloria de Don Ramiro y la invitación de Madame Barthou a asistir a uno de los ­Salones más célebres del París de comienzos de siglo XX a un diplomático —autor ­sudamericano—6 que en ratos libres escribe literatura. Entendemos que el modesto interés que suscita tanto la novela como la figura de su autor se corresponde con la atracción por lo exótico que modela el gusto francés por entonces.

Justamente es el «asunto español» lo que descalifica o, al menos, condiciona la aceptación de la novela de Larreta dentro del campo de la literatura argentina. Y es este elemento exotista lo que le permite responder al gusto francés. Además, el interés de Gourmont por traducir la novela de Larreta al francés se relaciona con el tema y el argumento. La traducción de La Gloria de Don Ramiro le permite encontrarse con otros «relatos de asunto español» dentro de una serie de la literatura francesa, una tradición que reúne a Théophile Gautier y Maurice Barrès, entre muchos otros. De hecho, cuando Paul Adam escribe su reseña sobre la novela de Larreta ya disponible en francés, la titula: «L´Espagne de Phillippe II» y en ella focaliza en la temática de «asunto español» y recupera rápidamente esa serie en la que la novela de Larreta encuentra su lugar:

Nous avons connu aux pages d`un chef-d´ouvre, le Saint Cendre, de M .Maurice Maindron toute l´ âme de notresizième siècle francais.Le génie de Maurice Barrès nous fit respirer du sang, de la volupté, de la mort sur cette même terre aù Charles-Quint composa le plus large empire qui eut ses étendards à Anvers, à Naples, à Madrid, à Lima, à Santiago et à Buenos Aires. Jose Maria Heredia a ressuscisté pour nous le type héroique de la Nonne Alféres, capitaine et conqistador, Catulle Mendes a ressuscité sainte Thérese. Il importait qu`un auteur de l´inspiration nationale, ces évocations du temps où le peuple de Sénèque, de Trajan, de Pizarre et de sainte Thérese accomplit les plus glorieux efforts d´histoire. Don Ramire fut pourtant de ceux qu´épuisa l´ambigueté de cette nature dubl par l´âme celtibère et par l`âme árabe. (1910:1ra plana, 2da columna)

El mundo español en Larreta está definido a partir de los discursos de la generación del 98 y de los pronunciamientos de algunos escritores viajeros y excursionistas franceses. Es a partir de esta narrativa de viaje que se cuelan en la novela La Gloria de Don Ramiro (1908) algunos dispositivos de representación que funcionan además como parte de un código estético y narrativo dentro de un discurso mayor, europeo colonial que reconocemos como orientalismo. El orientalismo7 en este escritor argentino proviene generalmente de la mirada francesa de aquellos que escribieron sobre España a partir del encuentro con ese otro peninsular. En La Europa necesaria (2005), Fombona señala que el orientalismo se percibe en las crónicas europeas sobre España y todas parecen decir que España no es Europa. Entre las crónicas más famosas se encuentran las de Maurice Barrès, el escritor nacionalista francés quien escribe dos de sus textos más emblemáticos para pensar la España de su época vista desde el orientalismo: Sangre, voluptuosidad y muerte8 (1894) y El Greco o El misterio de Toledo (1911).

Este intelectual francés es un referente insoslayable en Enrique Larreta, por algunos motivos centrales: su encuentro en Toledo entre 1902 y 1903 que da comienzo a una amistad para toda la vida,9 la obra de Maurice Barrès fuertemente orientada hacia lo hispánico, la preferencia por Castilla —en tensión con Cataluña y el País vasco— así como la propia doctrina nacionalista. En sus extractos, el escritor argentino señala: «De vuelta a París, estrechamos un vínculo, que fue, para mí, poderoso estímulo de pasión literaria» (66). Esta influencia literaria puede entreverse en el orientalismo presente en el tratamiento de paisajes y personajes en un mundo monumental, lejano y rico que Larreta logra construir en su novela y que hallaremos en textos de Barrés como El Greco o El misterio de Toledo (1911).

En los apuntes de viaje del escritor francés, el exotismo aparece por entero cuando se ocupa de España a la que piensa como último reservorio espiritual de una Europa materialista. Llega a decir que «España es un África», es decir, una reserva de sensaciones, el refugio contra la atonía y la sensibilidad desencantada del spleen de las sociedades europeas. Para Barrés: «Algunas regiones de España son un narcótico para el viajero francés. España es el Oriente: «Por tres veces he acudido a escuchar la canción de España, que me esperaba desde la frontera (...) Yo en Toledo respiré el Oriente» (1914:105). Así también dice: «España es un país africano» (107), connotado con «la plenitud sensual» (117) y la delicia de los cuerpos: «No es en los museos de Sevilla o de Madrid donde se encuentra la última palabra del placer autóctono (...) Las verdaderas delicias están donde las redondas caderas españolas, las maneras bruscas, verdaderamente temibles, de esclavizar nuestros sentidos. (s/f, p.156).

En la novela10 de Larreta, el exotismo se configura al modo de Maurice Barrés y de la escuela francesa, si bien, el trabajo de reconstrucción de las fuentes históricas consultadas exhaustivamente por el autor logra contrapesar de alguna forma esa impronta.

De la gloria a la deshonra: historia de una traducción

La traducción de La Gloria de Don Ramiro (1908) que el Mercure de France publica en 1910 da cuenta, a la vez, de una situación contrastante entre el (aparente) éxito de la novela y la afrenta sufrida por su autor. Para recuperar este episodio contamos con algunos textos cronológicamente distantes, aunque complementarios que sirven para leer el agravio y la herida de Enrique Larreta. La primera es la conferencia dada por Larreta en 1939, en el Jockey Club de Buenos Aires y publicada como anticipo de sus memorias en julio de ese mismo año bajo el título Tiempos Iluminados en la que recupera ese año y, en segundo lugar, el artículo «Souveniers du Paris de Jadis», una traducción de algunos momentos de esa misma conferencia dada en Buenos Aires, aunque traducida al francés y publicada —con algunas omisiones— en La Revue des deux mondes de diciembre de 1939. Finalmente, una reseña literaria del crítico francés Gaston Rageot, publicada en Les Annales politiques et littéraires: revue populaire paraissant le dimanche en octubre de 1910, en la que anunciaba la aparición de la traducción francesa de la novela de Larreta.

Las vivencias recuperadas en Tiempos iluminados son pocas. El autor aclara que se trata solo de «extractos ceñidos y presurosos» de sus memorias aún por escribirse y que ha accedido a compartirlos porque «los buenos amigos» se lo han pedido ofreciéndole la «acreditada tribuna» del Jockey Club y con la única condición de que su conferencia versara sobre su vida literaria en Francia y antes de la guerra. La conferencia brindada en mayo de 1939 se presenta en forma de libro en julio del mismo año, con una edición cuidada y de tapas duras que se suma a la publicación —con el mismo diseño y por la misma casa editorial Espasa/Calpe Argentina/México— de los discursos oficiales pertenecientes a su carrera diplomática y reproducidos en francés.

No casualmente, el episodio clave de su vida literaria se ubica en el centro del relato y/o en el corazón de su conferencia luego convertida en libro. Se trata de la anécdota acerca de la traducción decidida y gestada por el escritor francés que Larreta vive como una ensoñación. El recuerdo de Larreta comienza por recuperar el trabajo colaborativo que, en las muchas entrevistas al atardecer y en casa de escritor francés, los mantuvo avocados en la tarea de la traducción ya que —y Larreta no es inocente en la aclaración: «Gourmont conocía el castellano a fuerza de erudición, como el griego y el latín. Sabía decir apenas algunas palabras» (113)— y finalmente, la publicación y sus repercusiones.

Una nota en Les Annales politiques et littéraires: revue populaire paraissant le dimanche del 07/10/1910, en la Sección «Revue de Livres - littérature étrangère» escrita por Gastón Rageot se ocupa de la versión francesa de la novela de Larreta. En ella es evidente el borramiento de la figura del escritor para brindar un reconocimiento pleno al trabajo del traductor: «La Gloire de Don Ramire est un roman espagnol: c´est surtout un très beau livre de Rémy de Gourmont» (Rageot:30). Por su parte, Larreta se refiere a este hecho en términos de impostura:

Los críticos de París me brindaron una generosidad que solo se ofrece al extranjero; pero, como nunca ha de faltar el sorbo de amargura, uno de ellos llegó a decir, en uno de los diarios más importantes, que ­Gourmont acababa de descubrir una novela de asunto español, la cual, una vez transformada ingeniosamente por él y adobada con las finas especias de su talento, se había convertido en un espléndido libro. En una palabra, acababa diciendo mi crítico: «La gloire de don Ramire est un des plus meaux livres de monsieur de Gourmont». Yo que era todavía novicio en esta clase de achaques, sufrí muchísimo con la impostura. Pensé rectificar públicamente, redacté una larga carta, pero opté al fin por el silencio. Hice bien. (114)

En la enunciación del crítico Rageot, el traductor es el verdadero hacedor de un bello relato, es decir, quien —al modo de un conquistador/colonizador— descubre y explota una materia prima exótica de asunto español. Es el traductor Gourmont quien la ha trabajado con su talento y con el valor agregado de su lengua hasta transformarla en una obra de arte, en uno de sus mejores libros. De manera casi escandalosa, el crítico afirma: «Dès les premières pages, on comprend l’extrême plaisir qu’un écrivain tel que M. Rémy de Gourmont a pu goûter à la traduction, dans sa belle ­langue, de la Gloire de Don Ramire» (30). Y, para volver más profundo el desconsuelo de Larreta, estas afirmaciones categóricas se publican en uno de los diarios más importantes de Francia, es decir, uno de los de mayor influencia por el número de lectores.

La escena reúne humillación, impostura y el silencio en tanto el verdadero autor parece haber perdido toda relación con su obra. Desde la perspectiva francesa, realmente es solo y a condición de la traducción de Gourmont que el relato de Larreta se vuelve estético. Dentro de una analogía culinaria, la presa capturada por el traductor (la novela La Gloria de Don Ramiro) es «transformada ingeniosamente» (elaborada) y «adobada con las finas especias» que el traductor/chef conoce bien. La analogía conecta la traducción con el desplazamiento entre lo crudo y lo cocido. En este planteamiento, la traducción es realmente la que cambia el origen rústico inicial de la novela para asegurarle un valor literario al trasplantarla al francés, una lengua literaria prestigiosa, lengua de la República Mundial de las Letras.

En síntesis, la versión francesa le permite a la novela traspasar los límites de una literatura periférica. Asimismo, el reconocido traductor le concede un lugar a un ignoto escritor sudamericano que escribe en español sobre asuntos hispánicos.

En esta reseña, la valoración del crítico se da a conocer desde la lógica del desplazamiento. En pocos párrafos, La Gloria de Don Ramiro es valorada por la traducción del escritor francés —más que por la composición original y en español de Enrique Larreta—. A su vez, la traducción le permite al crítico celebrar la figura misma del escritor francés devenido en eximio traductor: «un artista», «un écrivain du meilleur» para llegar rápidamente a una conclusión radical: «Sans doute est-il difficile de jugar en lui-même le livre d´Enrique Larrêta: il faut le prende comme nous l´a donné la traducteur. Pour une fois, il est fort posible que le traducteur ait embelli» (Rageot:30) Las citas anteriores son elocuentes y reafirman que en el juego de los intercambios culturales cuando se trata de autores hispanoamericanos que salen a la arena mundial, las asimetrías no desaparecen. Incluso cuando se trata de un escritor como Enrique Larreta, que cuenta ya con la traducción de su novela al francés, que posee contactos personales y diplomáticos y el acceso a algunos salones literarios parisinos. El incidente muestra la violencia simbólica dentro del campo literario francés con la deslegitimación de la literatura en español, y a una Larreta «todavía novicio en esta clase de achaques» que sufre y guarda silencio. Si la traducción supone la consagración de la novela y del autor después de sortear la jaula del idioma y los límites nacionales, en este caso, parece transformarse en la propia muerte del autor.11

Frente a la impostura del crítico francés, Larreta decide en 1910 hacer silencio. El silencio está presente como marca textual y se interrumpe con un episodio que podía explicar por qué ese silencio resultó oportuno:

Una mañana, listos ya los baúles para el regreso al país, se presentó en nuestro hotel mi gran amigo Don Ernesto Bosch, que acababa de ser nombrado ministro de Relaciones Exteriores. Venía a preguntarme, en nombre de presidente Sáenz Peña, si quería yo hacerme cargo de la legación argentina en París. (116)

Una vez más, la imagen pública, la pertenencia a una clase y portación de un apellido, así como más tarde la propia investidura oficial se sobreponen a la gestión literaria. No es casual que Larreta recuerde el día de su nombramiento como ministro en París diciendo: «Llegó el día de la presentación de cartas credenciales (...) Cuando resonó en la calle el estruendo de la carroza y del escuadrón de coraceros, que venían en busca del Plenipotenciario, experimenté una sensación extraña ¡El entierro del escritor!» (118).

El escritor parece desaparecer o escurrirse frente a la posible polémica con agentes franceses y sus imposturas, como el caso de la reseña del crítico Rageot, para ponderar las reglas de comportamiento que impone la clase y la diplomacia. Larreta, frente a la afrenta en la que se lo borra como autor de La Gloria de Don Ramiro, esconde su indignación, no reclama ni reniega y hace silencio.

A propósito de esa falta de pronunciamiento, es muy interesante recuperar aquello que poco más tarde, en 1914, Rubén Darío parecería responder al crítico Rageot desde su columna de Mundial Magazine antes mencionada. Darío resalta la importancia de la traducción de Gourmont como un gesto relevante para con una novela hispanoamericana, aunque se interesa por hacer una aclaración categórica: «La versión francesa hecha por el primero de esos escritores da una idea al lector extranjero de lo que puede ser fundamentalmente la novela en su idioma original» (1914:116)

En este razonamiento, el francés se vuelve ineficaz para dar cuenta de la belleza del relato en español. El texto traducido al francés por Remy de Gourmont solo puede servir como un texto orientador, pero nunca suficiente para dar cuenta del trabajo sobre la lengua española. A diferencia de Larreta que prefirió guardar silencio por normas de hospitalidad y reglas de cortesía, Darío aprovecha para afirmar que la traducción es incapaz de mostrar o de dar cuenta del verdadero valor estético de la prosa modernista en español que ejerce Larreta en su novela.

Como en otras oportunidades Rubén Darío es quien le devuelve presencia y legitimidad a un escritor hispanoamericano invirtiendo la operación del crítico francés que había invisibilizado a Larreta para indicar como horizonte deseable esa nueva literatura en español en una escala mundial.

En la conferencia de 1939, en el Jockey Club de Buenos Aires y frente a los compatriotas, Larreta explicita la afrenta sufrida en París treinta años antes. Ese silencio mantenido durante su estancia en la capital francesa se termina en Buenos Aires. Aunque, paradójicamente, vuelve a sostenerse cuando el destinatario es el público francés, en los extractos publicados en francés de Tiempos Iluminados bajo el título «Souvenirs du Paris de jadis» que ese mismo año aparece en La Revue des deux mondes. La omisión se presenta en el momento en el que recuerda la intervención maliciosa del crítico francés y la amargura de Larreta frente a la consagración de Remy de Gourmont como autor de La Glorie de Don Ramire: «En una palabra, acababa diciendo mi crítico: La Glorie de don Ramire est un des plus beaux libres de ­monsieur de Gourmont». Precisamente se omiten las expresiones de su sufrimiento: «Yo, que todavía era novicio en esta clase de achaques, sufrí muchísimo con la impostura. Pensé rectificar públicamente, redacté una larga carta; pero opté al fin por el silencio. Hice bien». (115)

Más allá del éxito editorial en el campo literario peninsular, la preponderancia de las credenciales diplomáticas y políticas por sobre las credenciales de escritor, explica, en alguna medida, que el reconocimiento literario de Enrique Larreta al interior del campo nacional haya sido concedido, con posterioridad y moderación en la década de 1930, con el homenaje por los 25 años de la publicación de la novela y un poco más tarde, cuando Amado Alonso le dedica un exhaustivo estudio llamado El modernismo en La Gloria de Don Ramiro (1942).

Este reconocimiento por los 25 años de la publicación de su novela convalida en cierta forma un espacio seguro desde el cual Larreta puede contar, compartir entre aquellos compatriotas y pares sudamericanos aquel ataque recibido por parte de la crítica francesa tres décadas atrás. Sin embargo, el silencio se mantiene en esos límites negando la afrenta siempre silenciada frente al público lector francés.

Esta deshonra que el escritor argentino no termina de elaborar nos permite volver sobre algunas problemáticas en torno a las asimetrías cuando se trata de la traducción, el capital desigual entre lenguas consagradas como «literarias» y «menos literarias» así como la pertenencia de los escritores a campos literarios «centrales» y «periféricos».

Notas

Dossier 74–83

1 Inicialmente «Cabezas» fue una columna de Revista ­Mundial Magazine en la que presenta siluetas de escritores y políticos. Algunas de ellas fueron reunidas en forma de libro bajo un título homónimo. El «estudio» ocupa una página y está acompañado en la página adyacente por un retrato a lápiz de Vázquez Díaz, un artista sevillano, residente en París, amigo de Darío y gran colaborador de la revista.

2 Mundial Magazine fue una revista dirigida por Rubén Darío entre 1911 y 1914, publicada en París y destinada a un público hispanohablante. Como proyecto editorial estuvo centrado en lo hispano, desde su contenido atentos a los fenómenos de la vida social y artística significativos para el hispanoamericanismo, así como por la participación de colaboradores de origen español o latinoamericano y la redacción enteramente en ­español.

3 El viaje del contingente de escritores de distintos países de la América española a París se trata, en palabras de Sylvia Molloy: «Pour la première fois dans l’histoire des échanges culturels entre la France et l`Ámérique hispanique, on peut parler d´une véritable colonie littéraire établie á París qui présente, pour ainsi dire, un front unique, celui du modernismo» (18). Molloy señala también que el viaje modernista, a pesar de los esfuerzos por parte de este grupo inicial de escritores, vivencia la imposibilidad de alcanzar una real difusión de la literatura de Latinoamérica en el campo literario francés.

4 Sobre el supuesto de un campo literario mundial, Pascale Casanova reconoce en la traducción una de las instancias más importantes en la lucha por la legitimidad literaria de las obras y la consagración de los escritores traducidos. Esta lucha se lleva adelante dentro de un campo marcado por la desigualdad lingüístico–literaria en el cual el valor literario de un texto depende —al menos en un comienzo— de la lengua en la cual está registrado. La desigualdad puede ser tan poderosa que impida la consagración de escritores y obras pertenecientes a lenguas dominadas (Casanova:14–15).

5 Pensamos el caso paradigmático de Rubén Darío, el gran ausente dentro de las traducciones al francés, tal como lo señala Guerrero en «La encrucijada de la recepción internacional».

6 Es interesante recordar que luego de la escritura de La ­Gloria de Don Ramiro, en 1908, Larreta asume una larga ausencia literaria, se dedica a su carrera diplomática y no publica hasta 1926, cuando aparece Zogoibi.

7 Ver Said.

8 Como ejemplo de esta perspectiva podríamos pensar en «En España» abril–mayo 1892, un capítulo de Sangre, voluptuosidad y muerte donde afirma categóricamente: «En la punta extrema de Europa... España es un gran recurso para romper la atonía. No conozco otro país donde la vida tenga tanto sabor (...) Es un África: ella infunde en el alma una especie de furor tan súbito como un pimiento en la boca» (Barrès, s/f:159).

9 En Tiempos Iluminados, Larreta recupera este encuentro y presenta un retrato del admirado intelectual: «En mi última visita a esta ciudad maravillosa (Toledo), conocí a Maurice Barrès. Era Barrès un hombre de facha elegante. El cuerpo delgado, el rostro anguloso. Frente y pico de pájaro. Tenía tez cetrina y el pelo muy negro. Su voz era sumamente extraña. Una voz aguda, una voz como voceada, casi de máscara, y, con todo, agradable. (...) Fiebres de sensualidad y de orgullo parecían arder en su ojo altanero. Era de ver el aspecto musulmán que tomaba aquel lorenés por las callejas de la ciudad convertida. Parecía que hubiera nacido allí mismo o que fuese, por lo menos, uno de esos berberiscos que viene a probar en secreto, de puerta en puerta, una llave antigua, para reconocer la morada de sus lejanos ­ascendientes» (62).

10 Como lo resume Adelia Lupi: «Enrique Larreta, para su novela, elige un tiempo histórico lejano pero percibido como cercano por aristocrática, íntima y tradicional conformidad cultural en la España del Siglo de Oro. (...) Pero es más apropiado hablar de dos Españas que coexisten y se contrastan en la novela. Por un lado, la España católica de la Reconquista, obscura, intolerante, temible, violenta, fanática. Las implacables leyes del honor, la monarquía y la religión agobian a las existencias, corrompen los espíritus más nobles, condenan a la hoguera o decapitan a quien tiene la osadía de desviarse. Por otro lado, la España árabe que, por contraste, reluce de pureza en su instintivo vitalismo y sana sensualidad» (Lupi).

11 Se trata de un caso no contemplado por Pascale ­Casanova en su ensayo «Consécration et accumulation de capital ­littéraire. La traduction comme échange inégal».

Referencias bibliográficas

Adam, P. (1910, 23 de julio). L´Espagne de Philippe II. Le Figaro, N° 204, 1era plana, 2da columna. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k288909q/f1.zoom.r=enrique%20larreta.langFR

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(1914). Mundial Magazine. Nº 38, junio de 1914, 116–117. http://americalee.cedinci.org/wpcontent/uploads/2017/11/MundialMagazine_n38.pdf

Guerrero, G. (2007). La encrucijada de la recepción internacional. Nueva narrativa del extremo Occidente. Letras libres, (64), 22–28.

Larreta, E. (1939). Tiempos Iluminados. Buenos Aires: Espasa Calpe, S.A. https://www.revuedesdeuxmondes.fr/article-revue/souvenirs-du-paris-de-jadis/

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