#10
[junio-noviembre 2019]

Ponge en la revista Sur
(Notas de lectura)

Mario Ortiz
Universidad Nacional del Sur, Argentina / marioportiz@gmail.com

Resumen

Entre 1945 y 1954, la revista Sur publicó a Francis Ponge en tres oportunidades y editó dos ensayos sobre su poesía. Son las primeras traducciones en la Argentina de un poeta que en la propia Francia sería leído en profundidad a partir de 1950 mientras que en la Argentina debió esperar hasta la década de 1990 para encontrar una recepción productiva. Estas traducciones pioneras llevan a preguntarnos en qué circunstancias de la propia revista se produjo el acceso casi inmediato a una obra que recién se estaba dando a conocer en su país de origen y que apenas comenzaba su proceso de consolidación. Nuestro recorrido de lectura pretende reseñar la presencia de Ponge en Sur y las diversas razones que motivaron el interés por el poeta en esta revista.

Palabras clave: Francis Ponge / Jean Paul Sartre /
revista Sur / poesía / ensayo

Ponge in the magazine Sur. (Reading notes)

Abstract

Between 1945 and 1954, the magazine Sur published Francis Ponge three times and edited two essays about his poetry. These are the first translations in Argentina of a poet that in France itself would be read deeply since 1950, while in Argentina he had to wait until the 1990s to find a productive reception. These pioneering translations lead us to wonder in what circumstances of the magazine itself took place the almost immediate access to a work that was just being announced in its home country and was just beginning its consolidation process. Our reading tour aims to review the presence of Ponge in Sur and the various reasons that motivated interest in the poet in this magazine.

Key words: Francis Ponge / Jean Paul Sartre / Sur / ­magazine / poetry / essay

Recibido: 30/5/2019. Aceptado: 20/6/2019

Para citar este artículo: Ortiz, M. (2019). Ponge en la revista Sur (Notas de lectura). El taco en la brea, 10 (junio–noviembre), 84–92. Santa Fe, Argentina: UNL. DOI: 10.14409/tb.v1i10.8688

Entre 1945 y 1954, la revista Sur publicó a Francis Ponge en tres oportunidades y editó dos ­ensayos sobre su poesía, uno de J-P Sartre y otro de Josep Carner. Son las primeras traducciones al español de un poeta que en la propia Francia sería leído en profundidad a partir de 1950 mientras que en la Argentina debió esperar hasta la década de 1990 para encontrar una recepción productiva. Estas traducciones pioneras llevan a preguntarnos en qué circunstancias de la propia revista se produjo el acceso casi inmediato a una obra que recién se estaba dando a conocer en su país de origen y que apenas comenzaba su proceso de consolidación. Patricia Willson e Itamar Even-Zohar señalan la pertinencia de analizar la literatura traducida desde una perspectiva crítica situada en la cultura receptora: «Son sus normas reguladoras de la producción literaria, sus debates estéticos, sus sistemas de representaciones, los que dejan huella en una traducción y no solamente la fidelidad debida a un texto original» (Willson:15).

Desde ese enfoque, nuestro recorrido de lectura consiste en reseñar la presencia de Ponge en Sur y las diversas razones que motivaron el interés por el poeta en esta revista entre 1945–1954. En este período, podemos detectar claramente tres momentos definidos. En el primero, la publicación de Ponge junto a un extenso y complejo ensayo de Sartre determina que el poeta aparezca mediado por las lecturas del filósofo existencialista. Sin embargo, es posible observar que «el poeta de las cosas» por sí mismo concitó la atención de la revista en razón de su carácter renovador. Esto puede comprobarse en el segundo momento, en 1947, cuando Borges lo traduce para el número triple de Sur dedicado a ofrecer una muestra de las letras francesas. Es posible leer el interés en Ponge a la luz de algunos aspectos del «debate Moral y Literatura» organizado por Victoria Ocampo en 1945 donde los miembros de la revista e invitados expresaron determinadas reflexiones y posicionamientos acerca de la relación del «estilo literario» y el universo de sentido que congregan las palabras reunidas en un texto o —para decirlo en términos del propio debate— la «moral». Un tercer momento lo encontramos en 1952 en medio de una coyuntura atravesada por la Guerra Fría y el peronismo. El interés de la revista en nuestro autor ahora no pasa por su poesía sino más bien por sus consideraciones acerca de la función de la literatura y el escritor. Por su parte, el ensayo de Carner publicado en 1954 no aporta nada novedoso a lo que ya se conoce del poeta ni supone una intervención especial por parte de la revista, más allá de mantener la atención de los lectores de Sur sobre un Ponge que en esos momentos lograba el reconocimiento en Francia.

Sur n° 127, mayo de 1945

Sur publicó en el número 127 (mayo de 1945) un texto de Ponge titulado «Introducción inédita al canto rodado». Esa edición se logró gracias a la mediación de Roger Caillois, estrecho colaborador de la revista y nexo muy importante entre la literatura francesa y la argentina, una especie de «correa de transmisión» entre ambos países. En efecto, un mes antes Caillois publicó el original francés de ese mismo texto («Introduction inédite au galet») en la revista Lettres Françaises (número 16, abril de 1945), que era financiada por Sur. No consta quién fue el traductor del texto editado en Sur, pero es posible afirmar que entre 1938 y 1960, las versiones que no llevaban firma solían ser de José Bianco. Salvo excepciones, no ponía su nombre al pie de esos trabajos por considerarlos parte de sus tareas como secretario de redacción de la propia revista.1 Como sea, lo crucial es que esta es la primera traslación al español de Ponge, hecho confirmado por Waldo Rojas, traductor del poeta francés y especialista en su obra (Ponge, 2016:20).2

La elección de ese texto es estratégicamente adecuada para presentar la poética de Francis Ponge debido a su carácter programático: sintetiza las preocupaciones que guían sus indagaciones literarias. Ponge comienza por denunciar «en qué ínfimo manejo andan girando desde hace siglos las palabras, el espíritu, hasta la realidad del hombre» (1945:51).3 Desde su perspectiva, el ser humano se encuentra encerrado en «los polvorientos salones donde se aburre hasta más no poder todo lo que hay de viviente en el espíritu» (51). Esos salones constituyen el ámbito de los lugares comunes, frases hechas, ideas preconcebidas que se adoptan de un modo acrítico y rutinario: las piedras son convencionalmente duras como un corazón (según un ejemplo que extrae de Diderot) mientras el hombre se contenta con manifestar cualidades habituales: «orgulloso o humilde, sincero o hipócrita, alegre o triste, duradero o efímero, etc... etc...» (52). Una forma de salir de este encierro y abrirse a un proceso de renovación (a la «desautomatización», para decirlo con un término del formalismo ruso) es dar un giro hacia las cosas. En el primer párrafo, declara un postulado que condensa el sentido de su poética: «mostrar que a propósito de las cosas más sencillas es posible hacer discursos infinitos totalmente compuestos de declaraciones inéditas (...) a propósito de cualquier cosa, no sólo no está dicho todo, sino que casi todo está por decir» (51). Al mismo tiempo, los vocablos que denominan esas cosas merecen una atención no menos exigente. «La nominación y la contemplación», resume en una fórmula que define bien este proyecto. Se trata de un intento por reconciliar las palabras y las cosas que lleva al poeta a exclamar gozoso como quien hace el descubrimiento extraordinario de una cantera inagotable: «¡Oh recursos infinitos del espesor de las cosas restituidos por el espesor semántico de las palabras!» (53).

Sur n° 127, abril de 1945

Esta primera presentación de Ponge se acompaña en el mismo número de Sur con un extenso ensayo de Jean-Paul Sartre («Sobre un libro de Francis Ponge: “A favor de las cosas”») acaso uno de los primeros lectores críticos que se interna con profundidad en la obra del poeta francés. Aunque la revista no aclara que es un fragmento, en verdad es la segunda parte de un estudio más amplio que salió editado en dos números sucesivos en Poésie 44.4 De este modo, al estar seccionado, pierde algo de comprensibilidad. Sartre se apoya en numerosos poemas, la mayoría pertenecientes a De parte de las cosas (Le parti pris des choses, 1942), el libro fundamental de Ponge, que lo instaló como una voz nueva en Francia. Sin embargo, la evaluación del filósofo es ambigua; manifiesta una admiración atravesada por ciertas objeciones. Por un lado, lo considera como uno de los autores más originales de su momento, en el que lee una especie de fenomenología poética de la naturaleza.5 Pero al mismo tiempo, concluye con una severa crítica a lo que considera determinadas consecuencias filosóficas del proyecto pongiano: a juicio de Sartre, su concepción materialista/mecanicista de la naturaleza y del hombre concluye por petrificar el lenguaje y convertir al ser humano en cosa que habita entre las cosas, un intento vano por escapar de la angustia que supone ser sujeto. Estas conclusiones hablan más del existencialismo sartreano que de las concepciones poéticas de Ponge. De hecho, en algunos textos posteriores del poeta es posible encontrar rastros de una polémica muy velada y como en sordina contra el filósofo. En My creative Method afirma que, ante sus textos,

se alzan los hombros y se les niega todo interés a esos ejercicios porque, me dicen, no hay allí nada ­humano. ¿Y qué habría entonces? Es el hombre ignorado hasta ahora por el hombre. Una cualidad, una ­serie de ­cualidades, un compuesto de cualidades inédito, informulado. Razón por la cual, resulta del ­mayor ­interés. Se trata en este caso del hombre del porvenir. (2000:34–35)

El poeta pretende transferir al hombre las cualidades que descubre y, como parte inescindible del mismo proceso, renovar el lenguaje que las expresa. Desde esta perspectiva, no hay un acto de mala fe para evadirse de la responsabilidad inherente al sujeto, sino más bien una remoción de aquello que lo encierra en la repetición automatizada de los lugares comunes y frases hechas que mencionábamos arriba. Salir de este «viejo humanismo» (50) no implica una deshumanización sino pensar al hombre en otros términos.

Con todo, si se tiene en cuenta que «Introducción inédita al canto rodado» ocupa cinco páginas, resulta significativo que Sur haya destinado nada menos que dieciséis a un ensayo que es un verdadero ejercicio de bravura crítica y densidad filosófica. El filósofo cobra tanto protagonismo como el poeta. Pueden argumentarse dos motivos: por un lado, con esta publicación de Sartre
—también una de las primeras en Argentina— la revista abre sus páginas a un intelectual que en esos momentos comienza a cobrar un lugar central en el escenario francés; por otro lado, hay un peculiar uso de su filosofía: el existencialismo sartreano, leído por la revista desde una perspectiva humanista, actualiza un conjunto de preocupaciones ya presentes en Sur desde la década anterior, las cuales habían ingresado a través de la filosofía personalista y los existencialismos cristianos franceses.

A través del ensayo de Sartre, Sur permite ver la mezcla de admiración y reserva con que, en un primer momento, se leyó el proyecto literario pongiano en la misma Francia. Desde otra perspectiva, alejándonos por un instante de las lecturas francesas, la singularidad de esta poética cobra más relieve aún si se coteja la «Introducción inédita al canto rodado» con los otros poemas que editó la revista en ese mismo número: «A Goya» de Rafael Alberti, uno de los homenajes a la pintura que más tarde reuniría en un volumen editado en Losada, y «El sueño de Eva» de Octavio Paz. La prosa seca y racional de Ponge contrasta nítidamente con el lirismo y el fino humor de ­Alberti, heredero de la generación española del 27, como así también con ese poema particularmente hermético de Paz, un cruce de imágenes oníricas con elementos simbólicos y míticos según la explicación del propio poeta.

El carácter novedoso de Ponge es causa suficiente para su traducción, pero no la única. En otras palabras, ¿su poética tendría resonancia con alguna de las líneas editoriales que orientaban a la revista en ese momento? Según la hipótesis que intentaremos demostrar a continuación, la producción pongiana puede articularse con el «Debate “Moral y Literatura”» publicado por Sur en abril de 1945, en el mismo momento que editaban al poeta francés. Hacia fines de la Segunda Guerra ­Mundial, los ensayos de Julien Benda y Jean-Paul Sartre concitan la atención del escenario intelectual europeo acerca del doble problema de la finalidad de la literatura y la función del escritor. En estrecha relación con estas discusiones, Victoria Ocampo convoca a un conjunto de intelectuales y colaboradores para reflexionar acerca de las relaciones entre la ética y la estética, preocupaciones que también ya estaban presentes en la revista desde la década anterior. En efecto, hay un consenso en la crítica especializada en sostener que dentro de Sur hubo dos tendencias antagónicas o —para decirlo en términos de Judith Podlubne— dos morales literarias: una formalista que pone su foco en la especificidad del hecho literario basada en los procedimientos y la forma. Sostienen esta línea Borges y Bioy Casares, aun con determinados matices. La otra moral ­denominada ­humanista tiene como sus representantes más evidentes a la propia Victoria ­Ocampo y Eduardo Mallea, que fue dominante durante la década de 1930 (19). Desde esta perspectiva, el escritor ­pertenece a una minoría comprometida con los «grandes problemas del hombre» y los valores espirituales que trascienden la coyuntura histórica y que definen al sujeto como «persona» cuya libertad y dignidad se encuentran amenazadas por los efectos deshumanizadores de los totalitarismos políticos y la cultura de masas. Los ensayos de Benda y Sartre reactualizan estas tensiones en Sur y en este contexto su directora invita a discutirlas explícitamente. La mayoría de los invitados al debate en 1945 coincide en defender la complementariedad entre la «forma, el estilo en literatura» y «el sentido», «la idea que intenta enunciar» (AA. VV.:62–84), como un modo privilegiado de restablecer los vínculos entre moral y literatura. Roger Caillois, promotor de los debates sociológicos, fue uno de los participantes.

En 1934, Caillois rompe con el surrealismo y a partir de allí encara una fuerte crítica contra lo que considera excesos de la poesía moderna que se habría reducido a puro juego verbal vacío y frívolo. Como respuesta a esta situación, aboga por una literatura que no renuncie a expresar ideas o conflictos humanos, en la que el lenguaje vuelva a ser un instrumento de comunicación al servicio del hombre y no al revés. Estas ideas se inscriben en un clima intelectual de posguerra. Escritores europeos de distintas tendencias, especialmente franceses, promueven el ascetismo y el ajuste preciso entre palabras y significados como reacción contra la llamada «crisis del lenguaje» desencadenada por el simbolismo y prolongada por las escuelas de vanguardia. Según Judith Podlubne, se trata de «devolver a la literatura lo que Roland Barthes denomina la economía propia del lenguaje clásico» (24 y 148).

En el debate de Sur, Caillois sostiene que «es menester que un libro esté ante todo bien escrito»; sin embargo, con esto solo no basta por el hecho de que el lenguaje necesariamente involucra significados: «el escritor no combina sonidos, sino signos». (AA.VV.:72). Esto hace que la literatura implique algo más que el trabajo profesional del oficio literario: la significación «afecta necesariamente a la inteligencia, pues el hombre piensa; o a la moral, porque está obligado a obrar». De tal modo, si el lenguaje implica pensamiento, se impone un principio que es ético y estético al mismo tiempo: «hay que razonar con justeza» (72).

José Bianco, otro de los participantes del debate, sostiene posiciones análogas: «la expresión sólo es formalmente bella cuando es justa, es decir, cuando las palabras cumplen su verdadera función: borrarse ante la idea que intentan enunciar, convertirse en vehículos imperceptibles de su significado» (70).6 Si parte del valor de la literatura radica en algo que excede el trabajo con las palabras aunque sin negarlo, resulta coherente que Caillois afirme: «No puedo consentir en limitar las aspiraciones de un hombre a sus inquietudes puramente profesionales. Apruebo que las ambiciones de una obra sean amplias y magníficas» (70).

Más tarde, el intelectual francés publicaría en Sur algunos ensayos en los que profundiza estas ideas. Nos referimos a los artículos de Caillois que aparecen bajo los títulos «El poder de las palabras» (Sur 135, enero de 1946) y «Disolución de la literatura» (Sur 160, febrero de 1948). A pesar de que provienen de tendencias muy distintas entre sí (Caillois fundó el Colegio de Sociología junto a Georges Bataille; Benda era heredero de una tradición racionalista y Sartre impulsaba en ese momento una renovación de la filosofía existencialista), tienen significativas coincidencias en este aspecto.

De acuerdo a estas concepciones literarias, nuestra hipótesis es que Caillois pudo valorar en Ponge, más allá de las lecturas sartreanas, un proyecto que unía una agenda de drástica ­renovación poética tanto en el «estilo» como en el universo de ideas que trabaja pero sin desembocar en una escritura hermética y sin abandonarse al puro juego formal de las aproximaciones insólitas o a la escritura automática de la tradición surrealista. Por el contrario, la defensa de la palabra justa y la expresión rigurosa que sostienen Caillois y Bianco en el debate de Sur encuentran una explícita confirmación en la «Introducción al canto rodado»: para evitar desviaciones hacia el misticismo, sostiene Ponge, es necesario que las cualidades que el hombre descubre en las cosas, «no lo transporten más allá de la expresión proporcionada y exacta de ellas» (1945:53). En esta misma línea, el autor de un proyecto enteramente original manifestaría en otros poemas su admiración por Malherbe, impulsor del clasicismo literario francés.7

Por otra parte, Caillois, que manifiesta interés en obras cuyas ambiciones sean amplias y magníficas, puede encontrar sobrados motivos para volcar su atención en el proyecto pongiano que se propone nada menos que algo «ridículamente pretencioso... escribir una especie de De natura rerum... no quiero componer poemas y sí una sola cosmogonía» (54).

Sur n° 147–148–149, enero, febrero, marzo de 1947

El interés por la poesía de Ponge se manifiesta nuevamente en el número triple dedicado a las letras francesas en 1947, donde aparecen dos poemas que pertenecen a De parte de las cosas: «Del agua» y «Orillas de mar». Aunque Victoria Ocampo asume en la introducción la responsabilidad por los criterios de selección que guiaron las traducciones, en el caso de estos poemas es posible suponer la influencia de Bianco en la elección de nuestro poeta.

Silvio Mattoni señala el lugar marginal que se le otorga a la poesía en esta antología, hecho que para el crítico obedece a tendencias instrumentales de la literatura y su utilización ideológica: «en el contexto del existencialismo francés, la poesía es el límite donde las ideas rebotan y quedan fuera de la literatura». En esa muestra se publicaron cuatro poetas: Louis Aragon, Paul Eluard, Francis Ponge y Edith Boissonnas. Al evaluar el conjunto, puede observarse una clara presencia del surrealismo con las traducciones de Aragon y Eluard. Sur se anticipa, difunde y traduce la producción literaria contemporánea, cumpliendo la función de importación literaria que hará posible la existencia misma de las vanguardias argentinas. Con respecto a aquellos poetas, Ponge sigue siendo un caso singular, anticipación absoluta, en tanto que la poesía de Edith Boissonnas todavía hoy no ha encontrado sus lectores.

Las versiones del «poeta de las cosas» fueron realizadas por Borges, dato significativo porque, como se sabe, era traductor del inglés y también era conocida su francofobia.8 Este aspecto, sumado a las circunstancias de que Ponge nunca apareciese mencionado por Borges en algún ensayo, de que sus poéticas fuesen tan distantes entre sí, a lo que se agrega un error de traducción, llevan a Mattoni a concluir que el autor de El Aleph habría traducido estos textos por encargo de los editores de Sur y no por un interés personal. Como ya resulta conocido, en el poema «De l’eau» («Del agua»), Borges traduce la palabra francesa «sol» como «sol» y no como «suelo». El error resulta muy notorio porque el texto se publicó en versión bilingüe y el vocablo se repite tres veces en el primer párrafo. Esta equivocación ya había sido señalada por Julio Cortázar en «Translate, traduire, tradurre: traducir» (revista Proa, tercera época, n° 17, Buenos Aires, mayo–junio, 1995). Por el contrario, Fernando Sorrentino (2002) descubre en la misma revista que no hubo tal error y «absuelve» a Borges de la acusación. Esta discrepancia tiene una posible explicación: cotejando dos ejemplares distintos del mismo número, puede comprobarse que en uno aparece «sol» y en otro «suelo», lo que lleva a suponer que, una vez descubierto el error, alcanzó a ser corregido en algunos ejemplares pero no en otros seguramente ya impresos.

Sin embargo, hay ciertos aspectos de «Orillas de mar» que permiten un ejercicio de sospecha acerca del eventual desinterés de Borges. Entre las imágenes que trama el poema para aproximarse al movimiento del mar en la orilla, se plantean analogías con el lenguaje, la oralidad y la escritura. El viento que mueve las olas como hojas de un libro, las olas mismas que producen un discurso repetido, el fondo del océano como un libro que aún no leyó nadie, ¿no son imágenes de algún modo ideas cercanas a Borges que concibe el universo similar a una vasta biblioteca? No hay en estos textos un convencional registro realista de lo que está ahí, sino una muy peculiar reconstrucción racional y poética, objetiva y metafórica al mismo tiempo. Y nos permitimos creer que Borges, aunque distante de Ponge en tantos aspectos, no fue insensible a esos procedimientos que el poeta francés emplea con tanta inteligencia como delicadeza.

Sur n° 209–210, mayo, abril de 1952

«Condición y destino del artista», un ensayo que el poeta escribió para la Unesco en 1950, fue editado por Sur (209–210, mayo–abril de 1952) en traducción de Daniel Devoto. Han transcurrido siete años desde la última publicación y el interés en este caso no pasa por su poesía sino por ciertos aspectos que aborda el ensayo, particularmente sensibles para la revista: el rol del arte y los artistas en la sociedad. Ponge encara una defensa del escritor y de su función específica frente a determinadas concepciones literarias o políticas que tienden a condicionar su actividad. Esta problemática estaba presente en Sur desde la década anterior y cobra nueva vigencia en el contexto de la Guerra Fría y del peronismo en el gobierno.

Ponge afirma que no pretende «oponer, según la antítesis corriente, la intuición al intelecto y el encanto a la convicción». Ambos aspectos motivan concepciones antagónicas que condicionan y determinan la actividad literaria en uno u otro sentido:

del vacío al arte dirigido, del estado de bufón al de ingeniero de almas, del poeta jovial al poeta pensador, de las torres de marfil a los tablados de mitines, de lo verdadero a lo bello, al bien, y de lo amable a lo útil
– desde hace siglos la condición de los artistas se ha inscripto entre esos dos términos. (1952:5)

Puede observarse que esos pares organizan dos campos enfrentados que marcan posiciones del escritor que se corresponden con determinadas tendencias poéticas: el primer término de las oposiciones reúne un conjunto de estéticas muy diversas que van desde la literatura absolutamente autónoma entregada a la búsqueda del placer y la belleza (el poeta en las «torres de marfil»), a una actividad vacía y lúdica, entre las que es posible reconocer el «art pour l’art», el simbolismo y algunos experimentos surrealistas. A este polo que, según Ponge, apela a «la intuición y el encanto», se opone otro dominado por «el intelecto y la convicción» (el poeta pensador, transmisor de determinadas verdades filosóficas) y la utilidad en términos políticos: resultan visibles los ataques a la literatura dirigida que promovía la URSS, el estalinismo (el poeta como ingeniero del alma) y el arte como propaganda en «los tablados de mitines». Ponge se aleja del Partido Comunista Francés en 1947 a causa de su dogmatismo y toma distancia por igual de la «gloriosa inutilidad» del arte puro como de la «literatura de tendencia». Según él, a pesar de las diferencias evidentes que separan ambas concepciones literarias, hay un factor común que las vincula: la voluntad de sujeción y dominio; el hombre es alguien a quien hay que convencer o emocionar, ganar como adepto a una causa o seducirlo sentimentalmente o mediante «sortilegios» de la palabra. La respuesta ­pongiana a aquellas dicotomías es el ya reiterado partido por las cosas a partir del cual «la función del artista es muy clara: debe abrir un taller y reparar el mundo tal como le llega (...) reparador atento del cangrejo y del limón, del cántaro o de la compotera (...) Su papel es modesto, como vemos, pero no se podría prescindir de él» (6).

La traducción de este artículo y su ubicación destacada en la apertura del número refuerza la posición de Sur de constituirse como un espacio cultural «apolítico», equidistante tanto de la «literatura pura» y escuelas de vanguardia como del compromiso partidario del escritor. Desde el humanismo liberal de Sur, esas evaluaciones de Ponge y aquella referencia a tablados de mitines cobraban otras resonancias en 1952 en el contexto del gobierno peronista, considerado como un régimen totalitario.

Sur n° 230, septiembre, octubre de 1954

La última entrada del francés en la revista es un artículo del poeta catalán Josep Carner: «Francis Ponge y las cosas», publicado en 1954. Aunque efectúa una buena síntesis explicativa, apropiada como introducción al proyecto literario pongiano, resulta un texto más bien primario que no aporta nada novedoso respecto de las densas lecturas sartreanas que había publicado la revista nueve años atrás.

La publicación de este breve ensayo es una resonancia del creciente interés en la obra de nuestro autor en la propia Francia y su proyección internacional. La década de 1950 señala el inicio de su reconocimiento más allá del reducido círculo de pares. En 1952 fue invitado a una entrevista radial en la Cadena Nacional de Radiodifusión junto a Pierre Reverdy y André Breton, lo que supuso ubicarlo en las mismas condiciones de diálogo con poetas ya consagrados, y La Nouvelle Revue Française le dedica un número especial de homenaje (n° 45, septiembre de 1956). En este número se publica una traducción al francés del ensayo de Carner.

Notas

Dossier 74–92

1 Agradecemos esta valiosa información que nos aportó Ernesto Montequin, curador del archivo y la biblioteca del ­Observatorio UNESCO–Villa Ocampo.

2 El poeta, más tarde, recopilaría este texto en el volumen Proȇmes (1948) con el título «Introduction au galet» ya sin el adjetivo «inédite».

3 «Manejo» no parece una traslación apropiada del sustantivo «manège». Silvio Mattoni lo traduce como «noria» en tanto que Jorge Fondebrider, en otros poemas del mismo autor, lo hace como «calesita». En todo caso, da cuenta de una actividad repetitiva y monótona.

4 En 1944, Jean Paul Sartre le dedicó a Ponge un extenso ensayo que publicó originalmente en Poésie 44, una revista ­bimensual francesa editada por Pierre Seghers. Se publicaron en dos números sucesivos bajo el título «El hombre y las cosas». La primera parte salió en el nº 20 (julio a octubre de 1944) y la segunda parte en el nº 21 (noviembre a diciembre de 1944). En este mismo número se acompañó al ensayo con el mismo texto de Ponge «Introducción inédita al guijarro». Es muy probable que este último número sea la fuente para la traducción de Sur. El ensayo completo de Sartre fue publicado en Situaciones I, ­Buenos Aires, Losada, 1960.

5 En este sentido, Sartre lo consideraría muy próximo a su propia filosofía existencialista: la imagen del poeta que recoge un canto rodado del arroyo para observarlo a medida que se seca puede relacionarse con la célebre escena de La Náusea donde Roquentin toma una piedra para «hacer patito» junto a los chicos y sufre en contacto con ella una conmoción, el experiencia del ser en sí, de la existencia enigmática de las cosas. Sartre publicó «Notes premières de l’homme» de Ponge en el número 1 de Les Temps Modernes.

6 Ponge sostiene una teoría bastante más compleja acerca de la relación entre las palabras y las cosas; de hecho, en una conferencia posterior rechazará la posibilidad de que haya ­pasaje ­directo entre unas y otras.

7 Cfr. Ponge, Francis. Pour un Malherbe, París, Gallimard, 1965. Hay fragmentos traducidos por Waldo Rojas en Ponge, 2016, 269–280.

8 Los poemas de Edith Boissonnas también fueron traducidos por Borges, pero a los efectos de este trabajo sólo nos referiremos a sus versiones de los textos pongianos.

Referencias bibliográficas

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