Artículos
Juan Carlos Agulla: el nacimiento de la sociología empírica en la Universidad Nacional de Córdoba (1959-1966)
Juan Carlos Agulla: the birth of empirical sociology at the Nacional University of Córdoba (1959-1966)
Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 0327-4934
ISSN-e: 2250-6950
Periodicidad: Semestral
núm. 63, e0036, 2022
Recepción: 12 Abril 2022
Aprobación: 31 Octubre 2022
Resumen: Este trabajo estudia la trayectoria de Juan Carlos Agulla, reconstruyendo sus espacios de socialización intelectual y su producción sociológica hasta 1966. En ese recorrido se aprecia una fuerte impronta teórica de la sociología weberiana, producto de su formación en Alemania, al mismo tiempo que el influjo de otras tradiciones como el funcionalismo de Talcott Parsons y Robert Merton. A su vez, la estancia de estudios en FLACSO (Chile), donde entabló vínculos con José Medina Echavarría, fue un momento importante de adquisición de conocimientos sobre las modernas metodologías sociológicas que le posibilitaron, junto a Eva Chamorro y Delbert C. Miller, realizar una pionera investigación sobre la estructura del poder de su ciudad natal, fundando así la sociología empírica en la Universidad Nacional de Córdoba.
Palabras clave: Juan Carlos Agulla, Sociología empírica, Investigación, Universidad Nacional de Córdoba, Tradiciones.
Abstract: This work studies the trajectory of Juan Carlos Agulla, reconstructing his spaces of intellectual socialization and sociological production until 1966. In this journey, a strong theoretical imprint of Weberian sociology is appreciated, product of his training in Germany, at the same time as the influence of other traditions such as the functionalism of Talcott Parsons and Robert Merton. In turn, his study stay at FLACSO (Chile), where he established ties with José Medina Echavarría, was an important moment for acquiring knowledge about modern sociological methodologies that enabled him, together with Eva Chamorro and Delbert C. Miller, to carry out a pioneering research on the power structure of his native city, thus founding the empirical sociology at the National University of Córdoba.
Keywords: Juan Carlos Agulla, Empirical Sociology, Research, National University of Córdoba, Traditions.
I. Introducción
Un recorrido por la historia de la sociología en Córdoba incluiría algunas estaciones insoslayables, entre las que se cuentan destacados intelectuales como Enrique Martínez Paz, Raúl Orgaz, Alfredo Poviña o Francisco Delich, por sólo nombrar algunos de los más relevantes. Entre ellos, Juan Carlos Agulla (1928-2003) ha sido probablemente de los menos visitados entre los estudiosos de la historia de la sociología local. Con excepción de unos pocos trabajos (CARACCIOLO, 2010; CHAMORRO, 2007; GONZÁLEZ, 2017; GRISENDI, 2012, 2013), valiosos pero con aproximaciones parciales, no cuenta con demasiadas referencias en el campo. No obstante, el volumen y la envergadura de sus escritos sociológicos lo convierten en un autor indispensable para entender el proceso de institucionalización de la sociología empírica en la universidad cordobesa.
En la actualidad, existen numerosas indagaciones en torno a la historia de la sociología local así como enfoques utilizados para abordarla. El propio AGULLA (1984) no se privó de postular la existencia de una sucesión de etapas en la constitución de las tradiciones sociológicas en América Latina y Argentina[1]. Originalmente formulada por GINO GERMANI (1964), esta visión rupturista respecto de un pasado acientífico y tradicional en la forma de concebir y practicar la disciplina, sin embargo, no fue unívoca. De hecho, se planteó como antagónica a la perspectiva de ALFREDO POVIÑA (1959), quien veía una continuidad entre la sociología enseñada en las cátedras de las facultades de derecho y aquella ejercida por los sociólogos profesionales.
Unos años más tarde, ELISEO VERÓN (1974) estudió el desarrollo de la sociología vernácula a partir de la simbiosis producida entre las clases sociales y la penetración del capital imperialista. De esta manera, las orientaciones epistemológicas de los sociólogos locales serían producto de las tensiones generadas por la política exterior de Estados Unidos en América Latina. En otro registro de análisis, JUAN MARSAL (1963) combinaba el estudio cronológico con el análisis de escuelas (marxista, católica, científica, etc.) a las cuales adscribirían los sociólogos argentinos.
Aún reconociendo el valor de estos aportes, a los fines del presente trabajo resulta más adecuada la mirada de DELICH (1977) quien, sin negar «etapas», «escuelas» o «factores externos» que influyan sobre las matrices epistemológicas, afirmó la existencia de «estilos de trabajo» sociológicos que se superponen en el tiempo en las distintas universidades del país[2]. Lo fructífero de esta mirada es que posibilita amalgamarla a las formas en las cuales actualmente los sociólogos escriben su historia. Luego de los aportes seminales de GONZÁLEZ BOLLO (1999), PEREYRA (2005) y BLANCO (2006), es posible estudiar en conjunto los procesos de institucionalización de la sociología, las prácticas de los sociólogos y su recepción de ideas a partir de la indagación empírica de fuentes institucionales y de sus publicaciones (artículos, libros, cartas, notas de clase, etc.).
En este sentido, SAPIRO (2017) indica una serie de recaudos metodológicos sumamente pertinentes. Por un lado, señala que el mundo intelectual «no debe ser abordado como un espacio sin anclaje que sólo existe en el universo de las ideas, sino como un universo social compuesto por agentes –individuos e instituciones- que constituyen mediaciones susceptibles de análisis socio-histórico» (SAPIRO, 2017:31). Pero, por otro lado, que el adjetivo intelectual remite precisamente a una cultura caracterizada por la palabra escrita. Por lo tanto, un estudio como el que aquí se propone supone tanto la reconstrucción de la sucesión de relaciones de interdependencia y de los espacios sociales de circulación de los agentes como de sus textos. A su vez, también aparecerá como un aspecto relevante la «circulación de personas» (SAPIRO, 2017:35) como modalidad central de la «transferencia cultural» que permitió la implantación de una nueva manera de hacer sociología en Córdoba.
Entonces, el objetivo del trabajo será la reconstrucción de la trayectoria social e intelectual de Juan Carlos Agulla, quien se convertirá en uno de los principales promotores de la sociología empírica en la Universidad Nacional de Córdoba durante la década de 1960. Por un lado, en su producción del período 1959-1966 se observará una actualización teórica a la par de lo que se enseñaba en Buenos Aires en la misma época, donde Gino Germani había instaurado la sociología científica. Por otro lado, en estos años desarrollarán las primeras indagaciones empíricas sobre la sociedad cordobesa desde el mundo académico[3]. En la constitución de esta forma de concebir y practicar la disciplina jugarán un rol especial la circulación internacional de ideas y personas. En primer lugar, porque la formación sociológica de Agulla tuvo lugar en España, Alemania, Chile y Estados Unidos. En segundo lugar, debido al convenio por el cual varios profesores de sociología de la Universidad de Indiana vinieron a Córdoba a dictar clases y a participar de las investigaciones mencionadas.
A partir de estas premisas, el texto se divide en tres apartados. En el primero se reconstruye la trayectoria de Agulla, teniendo en cuenta sus orígenes sociales, espacios de socialización y formación sociológica hasta 1966. El segundo y tercer apartado analizan sus textos del período 1959-1966. El primero de ellos se ocupa de los trabajos dedicados a la teoría sociológica, donde se apreciará la importancia de la obra de Max Weber, Karl Mannheim y los funcionalistas. El último apartado retoma sus aproximaciones a la realidad social, las cuales servirán como antecedentes de la primera investigación empírica de largo aliento sobre la estructura del poder en la ciudad de Córdoba en 1966. Finalmente, las conclusiones sintetizan los elementos centrales del escrito.
II. Contexto y trayectoria social de Juan Carlos Agulla
Juan Carlos Agulla Granillo nació en la ciudad de Córdoba en 1928. Fue el mayor de seis hermanos de una de las familias de la aristocracia doctoral de la ciudad ya que era hijo del otrora ministro y diputado Juan Carlos Agulla (p) y de Silvia Granillo Barros. Cursó estudios en el Colegio Monserrat e ingresó en la carrera de abogacía de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Córdoba (FDCS-UNC) en 1946, donde se recibiría tres años después con tan sólo 21 de edad. En esa época, Agulla se reconocía como parte de la tradición reformista: «Yo era, entonces, un gran reformista por muchas razones, entre otras, porque mi familia hizo la reforma en el ’18 (…) Si Enrique Vargas y Florencio Valdés que son los que la hicieron, son tíos míos y mi padre estuvo ahí en la pelea» (FUCITO, 2003:276).
Por este motivo, la política universitaria del primer peronismo (1946-1955), que «dejaba a un lado los principios reformistas que habían regido el funcionamiento de las casas de estudios desde 1918» (BUCHBINDER, 2010:152), no le resultó tolerable en absoluto. En ese contexto hostil, se manifiesta una desviación del patrón de trayectoria que suele encontrarse entre los primeros profesores de sociología locales. Teniendo la posibilidad trabajar en los mejores estudios jurídicos de Córdoba y de contraer matrimonio con una miembro de la élite de la ciudad, Agulla decidió marcharse a Europa a estudiar filosofía luego de finalizada la carrera de grado.
Gracias a Pedro Ara, Agregado Cultural de la Embajada de España en Argentina, el Instituto de Cultura Hispánica le concedió una beca por un año para estudiar en Madrid. Apremiado por un clima incompatible con las libertades públicas ostensible en la Argentina de Perón, Agulla se embarcó hacia la España de Franco en 1950. Allí realizó cursos de doctorado en la Facultad de Derecho de la Universidad Central y en el Instituto de Estudios Políticos, donde se relacionó con destacados sociólogos españoles como Juan Linz, Salustiano del Campo y Juan Francisco Marsal, aunque fueron las clases de filosofía de Xavier Zubirí las que causaron un impacto mayor en el joven estudiante argentino. En este ámbito nació el interés de Agulla por el comportamiento humano, consagrando su primera tesis doctoral al pensamiento socio-político del siglo XVIII, la cual fue dirigida por Enrique Gómez Arboleya, profesor de filosofía del derecho de la Universidad de Granada.
Era 1953 pero todavía no consideraba que fuera el momento de retornar a «la insoportable Argentina peronista». Fue entonces cuando inició su viaje a Alemania, donde contaría con la ayuda de Michael Schmaus, profesor de teología de la Universidad de Munich, a quien había conocido en 1952 en los cursos de verano de la Universidad Internacional de Santander. Su beca ya había finalizado y, luego de vivir en condiciones muy modestas en España, este miembro de la élite cordobesa prefirió realizar trabajos manuales en un país donde ni siquiera hablaba el idioma a retornar a su patria[4].
Entre los empleos que tuvo, el más relevante fue el de «extra» de cine, y no precisamente porque lo consagrara como «estrella» del rubro, sino porque fue donde conoció a su futura esposa y madre de sus hijos, Alexa Phalsbröker, una huérfana austríaca que trabajaba en la parte de liquidación de sueldos en la productora. Los años 1953 y 1954 fueron muy duros para Agulla, aunque comenzó a cursar en la facultad de filosofía cuando el trabajo se lo permitía. En 1955 realizó un curso con Alfred von Martin, profesor de historia de las ideas y sociología de la cultura, presentando un trabajo sobre Werner Sombart, y con José Ortega y Gasset, quien lo incentivó a leer a Georg Simmel y Max Weber. Al año siguiente, von Martin daría un seminario sobre el proceso de racionalización formal en Weber, que sería un insumo fundamental para su segunda tesis doctoral sobre la sociología del derecho weberiana, redactada en 1958, esta vez bajo dirección de Aloys Dempf.
Un componente central de este trabajo fue la edición de Economía y Sociedad publicada por el Fondo de Cultura Económica. Agulla escribiría a México solicitando los cuatro tomos de este texto cuya versión castellana estuvo a cargo del sociólogo español José Medina Echavarría, a quien conocería en Chile poco después. Al mismo tiempo, para el seminario de von Martin presentaría una monografía sobre Ralph Dahrendorf, quien articulaba el pensamiento de Karl Marx y los funcionalistas, especialmente Talcott Parsons, autor poco conocido en Alemania en ese momento.
En 1959 decidió de volver a Argentina con su familia. Derrocado el peronismo, Agulla le escribió a Germani, entonces director de la carrera de sociología de la Universidad de Buenos Aires, a quien le envió su currículum vitae. A la negativa de este último de aceptarlo como profesor se adjuntó el consejo de «enseñar Historia de la sociología (según decían sus propias palabras) y en una Universidad del interior y, en especial, la de Rosario» (AGULLA, 1997:77). Agulla escribió entonces a Poviña, profesor de la FDCS-UNC con quien Germani disputaba el liderazgo de la sociología argentina. La posibilidad que se le ofreció fue dictar una cátedra de sociología de la educación en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la UNC.
Fue así que, en 1959 Agulla ganó por concurso la titularidad de la mencionada cátedra y también comenzó a dictar filosofía en el Colegio Monserrat. Sin embargo, el retorno a su ciudad natal duró poco tiempo debido a la obtención de una beca de la UNESCO para estudiar en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en Santiago de Chile. Esta experiencia fue, según el propio Agulla,
«fundamental en mi formación. Allí adquirí el conocimiento serio y sistemático de la Sociología americana y de la investigación empírica (positivista) (…) Y por cierto los grandes nombres del funcionalismo pasaron a ser materia de estudio (Merton, Parsons, Homans, Lazarsfeld, Warner, Malinowski, Mead, etc.), junto al análisis de las grandes investigaciones hechas por la nueva sociología americana tan criticada por Pitirim A. Sorokin y Carl [sic] Wright Mills y la introducción en la estadística» (AGULLA, 1997:83).
Como ya se ha dicho, aquí conoció a Medina Echavarría, autor de Sociología: teoría y técnica (1941), libro que GERMANI (1964:148) saludaría como el inicio de «la ola de la sociología científica en América Latina». Entre Agulla y Medina Echavarría se observarán fuertes puntos en común. En particular, el hecho de que el último «se esforzó por elaborar un maridaje teórico entre las corrientes europeas, fundamentalmente la sociología weberiana, con los aportes de la sociología norteamericana, especialmente a partir de la lectura de Parsons» (MORALES MARTÍN, 2016:620). Las investigaciones empíricas de Medina Echavarría lo llevaron a afirmar la existencia de un rasgo típico de las sociedades latinoamericanas: la convivencia de tradición y modernidad, expresados en los conceptos de Hacienda y Empresa[5].
En su libro Consideraciones sociológicas sobre el desarrollo económico (1964) aparecen claramente estas conceptualizaciones y han sido estudiadas como parte de la recepción de Weber en América Latina (PEÓN, 1998). Por cierto, en el caso de Germani, la construcción de la sociología científica también implicó una determinada lectura de Weber, es decir, aquella que lo extraía de la vieja disputa entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu a partir del análisis de la metodología de los tipos ideales (BLANCO, 2007). Entonces, en estos años la sociología latinoamericana no cambió de naturaleza ya que nunca dejó de ser una empresa de importación, aunque sí se modificó en términos de qué lectura se hacía de los autores receptados y para qué se los utilizaba.
En el caso de Agulla, sin embargo, esto deberá esperar un poco más. Luego de la experiencia trasandina, retornó a Córdoba y redactó su tercera y última tesis doctoral titulada El descubrimiento de la Realidad Social: Introducción a Comte (1962b). Agulla encontró en Córdoba un panorama que auguraba la posibilidad de una renovación sociológica. Si bien es cierto que la llamada «sociología de cátedra» seguía siendo fuerte en las universidades del interior del país, y que Poviña era su líder indiscutido luego de haber fundado la Asociación Latinoamericana de Sociología en 1950 (ALAS) y la Sociedad Argentina de Sociología (SAS) en 1959, además de que presidiría el Instituto Internacional de Sociología (IIS) en 1963 (DÍAZ, 2013), no es menos cierto que Agulla contaba con jóvenes compañeros interesados en actualizar la sociología cordobesa como Eva Chamorro o Adolfo Critto, quien se había doctorado en la Universidad de Columbia bajo supervisión de Robert Merton (GRISENDI, 2014).
A su vez, a instancias de la Fundación Fulbright, se firmó un convenio que permitió que vinieran al Instituto de Sociología «Raúl Orgaz», perteneciente a la FDCS-UNC, tres profesores de la Universidad de Indiana durante tres años seguidos. Fue así que Melvin De Fleur realizó un estudio sobre la delincuencia, Michael Myren otro sobre la policía, y Delbert C. Miller, junto a Agulla y Chamorro, llevarían a cabo una pionera investigación sobre la «Estructura del Poder de la Ciudad de Córdoba», lo cual abriría una línea de trabajo que sería continuada hacia 1968 con la publicación del famoso texto sobre el eclipse de la aristocracia cordobesa (GONZÁLEZ, 2017).
Esto no implica soslayar la disputa real entre sociólogos «de cátedra» y «científicos» (BLANCO, 2004). La misma se manifestaba aún en espacios donde se abordaban temáticas afines a la sociología de la modernización como el XX Congreso Mundial de Sociología (1963) celebrado en Córdoba, del cual no participó el grupo de Buenos Aires. Aquí el tema era «La sociología y las sociedades en desarrollo industrial», lo cual estaba en línea con el desarrollismo de la CEPAL y de la Alianza para el Progreso. Pero, precisamente por esta razón, además de otros signos de aggiornamientode la sociología cordobesa, como la aparición de los Cuadernos del Instituto, es decir, de una publicación especializada en la materia, que indica un mayor grado de institucionalización (SHILS, 1971), es que no debe entenderse esta disputa en términos tan esquemáticos.
En este sentido, la trayectoria de Agulla resulta más que elocuente. En 1964, además de asistir al congreso que se celebró en Alemania por motivo del centenario del nacimiento de Weber (AGULLA, 1964a), fue invitado por la Universidad de Muenster/Westfalia a dictar un curso sobre «Sociología del Desarrollo». A su vez, luego de ganar la beca Guggenheim, tuvo oportunidad de realizar una estadía de estudios en Estados Unidos en el Institute of Latin American Studies durante 1965, donde fue designado como Visiting Scholar sobre temas de sociología de la educación. En esta estadía en América del Norte logró entablar fructíferas conversaciones con Merton, Parsons y Seymour Lipset, entre otros (AGULLA, 1997).
Por lo tanto, al momento de publicar De la industria al poder (1966), Agulla contaba con una sólida y actualizada formación en sociología, producto de sus contactos y estancias de estudios en el exterior. Su trayectoria no sería entonces comparable con la imagen tradicional que se ha construido en torno a los «sociólogos de cátedra», es decir, abogados dedicados a otros menesteres que, de manera complementaria, enseñaban sociología de forma enciclopédica, manteniéndose ajenos a la investigación empírica[6]. Esto se evidencia en que la primera opción de Agulla para insertarse en las redes de la sociología local fuera el grupo de Buenos Aires. El hecho de que luego se haya vinculado a la SAS no lo vuelve necesariamente un «sociólogo tradicional». Por el contrario, como intentará mostrarse en los próximos apartados, su sociología no sólo muestra una apropiación de los autores clásicos diferente de quienes lo precedieron en las cátedras universitarias, sino también una inclinación hacia la investigación empírica en una institución que no estaba orientada en ese sentido antes de su llegada.
III. El sociólogo habla de la sociología
Antes de regresar a Argentina Agulla había publicado algunos ensayos de crítica literaria durante su estadía en España y, por cierto, sus primeras tesis doctorales podrían considerarse trabajos enmarcados en la sociología. Sin embargo, aquí se abordará su producción a partir del retorno de 1959. En ese momento publicó su primer artículo en la Revista de Humanidades de la UNC dedicado a «la situación histórica de Comte y Max Weber» (AGULLA, 1959). Este breve texto, aunque no tiene mayor relevancia para su producción posterior, se centra en el clima de ideas dominante de los momentos en que ambos autores desarrollaron sus obras, lo cual revela la temprana inclinación de Agulla por las teorías sociológicas.
Si se tiene en cuenta que una de las máximas de Miguel de Unamuno que Agulla se apropió fue la de «para novedad, los clásicos», no es extraño que varios de sus textos más importantes estuvieran apoyados en autores como Weber, Mannheim, Parsons o Merton. Como se verá, entre las obras más visitadas la principal fue la de Weber, aunque varias ideas de Mannheim y de los funcionalistas también estuvieron presentes en la etapa aquí analizada. Por el contrario, el pensamiento francés, más allá de que su última tesis doctoral estuvo dedicada a Comte, no le resultó demasiado atractivo[7]. Es más, puede afirmarse que con excepción del trabajo sobre Ortega y Gasset que se comentará a continuación las referencias a Durkheim, sin ser muy abundantes, tendieron a manifestarse en tono crítico[8]. Sin embargo, Agulla aceptaba algunas de sus tesis centrales, como aquella que postula la creciente división del trabajo social y la especialización de los individuos como tendencias propias de las sociedades complejas así como el carácter exterior y coactivo de los hechos sociales.
Agulla dio a conocer dos libros en 1962. El primero fue Contribución de Ortega a la teoría sociológica (AGULLA, 1962a), publicado por la UNC. En este ensayo analiza dos obras del filósofo español: El Hombre y la Gente (1957) y España Invertebrada (1922). El trabajo se orienta a descifrar qué aporte puede hacer la filosofía orteguiana a la teoría sociológica y, en particular, si sus presupuestos filosóficos pueden servir de sustrato a una teoría de la acción social.
En su reconstrucción del primer texto, Agulla arriba a la definición orteguiana de los «usos», que poseen un carácter extra-individual, coactivo e irracional. Esto es, a las dos características que Durkheim atribuye al hecho social, Ortega le agrega el carácter «irracional». Los «usos» son definidos como una realidad «sui generis», por lo que «no son, en ningún caso, de los individuos, sino de la Sociedad» (AGULLA, 1962a:34). La labor de un sociólogo consiste en indagar las condiciones a partir de las cuales algo adquiere vigencia social, es decir, «cómo se constituye y mantiene un uso» (AGULLA, 1962a:42). Por lo tanto, la contribución de Ortega a la teoría sociológica es brindar un instrumental teórico que permita conocer la realidad social, describirla y explicarla.
En el segundo texto, Agulla identifica una «faceta sociológica» en el planteo de Ortega, que es la vigencia de la dicotomía fundamental de toda sociedad: aristocracia – masas. En este sentido, las sociedades perviven mientras funcione el mecanismo «ejemplaridad-docilidad», equivalente al «liderazgo carismático» weberiano. En caso contrario, es decir, cuando los elementos que componen la sociedad no son funcionales, la sociedad tiende a disgregarse. Por ello, en el proceso de integración de una sociedad Ortega «sigue la ley de la división del trabajo de Durkheim, ya que en la medida en que la sociedad se organiza y se constituye, surgen, a la par, diferenciaciones en las clases, en los grupos sociales, profesionales, gremios, etc.» (AGULLA, 1962a:61-62). Una sociedad sana es, pues, una sociedad integrada.
El segundo libro publicado en 1962 fue Estructura y Función, donde Agulla analiza los alcances y límites de la teoría funcionalista, teniendo en cuenta las posibilidades de su aplicación práctica para el conocimiento de la realidad social. El libro en cuestión cuenta con cuatro capítulos que podrían resumirse en algunas ideas centrales. En primer lugar, que el intento crear una sistemática de la teoría de Parsons supone aceptar dos cuestiones: i) que la sociología es un conocimiento científico y ii) que su objeto es un positum, es decir, que es una ciencia positiva (o empírica). En segundo lugar, que existe una discrepancia fundamental entre Parsons y Merton en torno a la madurez científica alcanzada por la sociología. Mientras para el primero ya se ha logrado el grado de desarrollo necesario que permite construir una teoría sistemática, para el segundo la inmadurez de la sociología lo lleva a postular las «teorías de alcance medio» como único camino a la sistematización. Por ello
«mientras para Parsons, todas las investigaciones empíricas deben estar orientadas y ser extraídas de un sistema lógicamente cerrado (…), para Merton este sistema es abierto en el sentido que es sólo una suma de sistemas de hipótesis que abarcan parcelas de la realidad social que han sido investigadas empíricamente. Lógicamente es más correcta la posición de Parsons, pero también es una forma que no se da en ninguna ciencia empírica (…), razón por la cual prácticamente es más correcta la posición de Merton (…)» (AGULLA, 1962c:57).
En tercer lugar, Parsons establece que la sociología es una ciencia de síntesis que debe resumir en una teoría general los aportes de las distintas ciencias sociales, a partir de la idea de la acción humana como «acto único». Ahora bien, entre los subsistemas que Parsons postula, es decir, el de la personalidad, el cultural y el social, Agulla advierte que el último contiene una determinada estratificación y división del trabajo entre sus miembros, lo cual se conecta con los conceptos de «roles» y «status». Estas categorías del estructural-funcionalismo se enlazan con otras de carácter estructural estático (estructura) y dinámico (función) para el estudio del sistema social[9].
Hete aquí entonces «el carácter conservador» (AGULLA, 1962c:109) que presenta esta tradición, ya que el análisis del cambio social termina por reducirse al ajuste mutuo entre los elementos que componen el todo societario. Este hecho, advertido por Merton, lo hizo introducir categorías como la «dis-función» o las «funciones manifiestas y latentes». Estas últimas entrarán eventualmente en conflicto, situación denominada «tensión» por parte de los teóricos analizados. Por lo tanto «el análisis del cambio, para la teoría estructural-funcionalista, implica el examen de las circunstancias o factores que tienden a alterar el equilibrio relativo de una sociedad» (AGULLA, 1962c:131).
En definitiva, la crítica de Agulla se centra en el «talón de Aquiles» del funcionalismo, es decir, en la ausencia de categorías que den respuesta a los problemas del cambio social que, por cierto, deberían ser probadas empíricamente. La solución a este problema del funcionalismo supondría «tomar la vía de Parsons y no de Merton» (AGULLA, 1962c:158). Del hallazgo de estas categorías en este campo dependería el futuro de la teoría estructural-funcionalista como un intento de sociología sistemática.
Más allá de esta publicación, Parsons y Merton (además de Edward Shils, Alex Inkeles y otros miembros del funcionalismo) fueron autores que contaron con varias referencias en los textos de Agulla. En el caso de Parsons, fue mencionado en un trabajo de 1960 que, bajo el título «La educación en la sociedad de masas», se publicó en 1965. Allí se lo citaba en relación a la capacidad de «adaptabilidad» del individuo a las «situaciones de masa», las cuales cumplirían una «función socializadora». En cuanto a Merton, es nombrado en un escrito sobre «marginalidad y participación», donde Agulla señaló al «comportamiento desviado» como una «forma patológica» de participación en las sociedades modernas (AGULLA, 1965a)[10].
Esta misma idea se reitera en «Sistema educativo y clases sociales» en referencia a quienes no creen en los medios institucionalizados «para alcanzar [las] metas u objetivos culturales que propone el sistema» (AGULLA, 1964c:33), tema sobre el que se volverá en el próximo apartado. Sin embargo, muchas de las alusiones a estos autores fueron implícitas. Agulla se refirió así, por ejemplo, al carácter «funcional» de las instituciones o de las estructuras sociales, a las «relaciones funcionales» entre hombre y sociedad, a la necesidad de realizar «análisis funcionales», etc.
Por ello, conviene observar en qué consistió la apropiación que realizó de Weber. Como ya se ha dicho, la sociología de weberiana impregna buena parte de los textos agullianos del primer lustro de los años sesenta, algunas veces con referencias explícitas, otras implícitas, en muchas oportunidades con un protagonismo estelar y en otras entremezclado con varios autores. Ejemplo de este último caso es «La sociología alemana contemporánea», donde aparece mencionado entre muchos otros como Töennies, Simmel, Michels, Mannheim, Sombart, etc., a quienes, sin embargo, no se los presenta en términos tan elogiosos como a «el gran Max Weber» (AGULLA, 1963b:90).
Lo cierto es que la tesis weberiana central que se reitera en los textos de Agulla es aquella que postula la progresiva racionalización de las esferas de acción de la vida de los hombres en las sociedades occidentales. Esta idea ya aparece en el informe técnico que escribió en 1960 sobre el «Primer Seminario Argentino de Sociología», organizado por la SAS (AGULLA, 1965a). También es mencionada en el informe sobre el congreso en homenaje por los cien años del nacimiento de Weber, donde Agulla daría cuenta de la postura de Ernst Topitsch, profesor de la Universidad de Heidelberg, quien enfatizaba que el presupuesto central de la posición weberiana en torno la cosmovisión del hombre moderno se encuentra «en la misma sociedad y no [es] otro que el proceso de racionalización de la revolución científico-industrial de la sociedad occidental» (AGULLA, 1964a:4)[11].
Dos años antes, Agulla había dicho lo mismo en «Las humanidades en las sociedades en desarrollo», donde postulaba que el proceso de racionalización del conocimiento en ciencias sociales, es decir, su adopción del método científico iniciado por Galileo, conducía al «desencantamiento del mundo». Aquí se manifesta una «correlación del proceso de racionalización del conocimiento y del proceso de racionalización de la realidad social» (AGULLA, 1965a:67, énfasis en original). Con un título más que elocuente, «El proceso de racionalización en la sociedad contemporánea», de 1964, resaltaba los «análisis históricos hechos por Werner Sombart y sobre todo por Max Weber sobre la formación del capitalismo moderno (…)» (AGULLA, 1965a:16-17). Entre las consecuencias de dicho proceso señalaba la «burocratización», entendiendo por tal «la profesionalización y tecnificación de la actividad administrativa y ejecutiva del Estado» (AGULLA, 1965a:20).
Sin embargo, este proceso no sólo afecta a quienes trabajan en la burocracia estatal. Por el contrario, Agulla refirió al caso de los médicos, donde se manifiesta una evolución de los conocimientos científicos «constituyendo un proceso “típico” de racionalización, tal como se presenta en Occidente, [que] lleva la impronta de una racionalización formal de todos los conocimientos como una forma de ir “desencantando el mundo” (…)» (AGULLA, 1965a:27). Al igual que el resto de los profesionales, en las sociedades modernas «el ejercicio de la profesión médica ha de hacerse en forma burocrática» (AGULLA, 1965a:34). Es más, esta tendencia de la sociedad «a organizarse sobre bases racionales» (AGULLA, 1965a:42) afecta incluso a instituciones como el matrimonio y el divorcio, temas a los cuales Agulla también prestó atención.
Ahora bien, si la racionalización fue el concepto weberiano más importante para Agulla, no fue el único que sirvió a sus indagaciones. Así, por ejemplo, en el XIII Congreso Nacional de Sociología (1962) celebrado en Sonora, México, AGULLA (1965a:85) indicó que, para estudiar las sociedades en desarrollo industrial era muy pertinente revisar «la vieja metodología weberiana de los tipos ideales». A su vez, sus reflexiones en torno a la teoría del comportamiento humano (AGULLA, 1965b; 1966b) están fuertemente apoyadas en Economía y Sociedad. La definición de sociología como la ciencia que aspira a entender, interpretándola, a la acción social para explicarla causalmente en su desarrollo y efectos, así como la idea del sentido subjetivo mentado por el agente, son el punto de partida para abordar los supuestos antropológicos de esa acción.
Como se ha dicho, además de Weber y los funcionalistas hubo otro autor que le interesó especialmente: Karl Mannheim. De esta manera, las ideas de «democratización fundamental» (AGULLA, 1963a:766; 1965a:18, 88; 1966b:37), es decir, de una mayor participación en la vida política de la sociedad en la modernidad, y de «planificación democrática» (AGULLA, 1965a:19), o sea, la forma en que deben tomarse decisiones desde posiciones clave de los gobiernos, son también entendidas como tendencias necesarias en esta época.
Finalmente, cabe mencionar el libro Teoría sociológica (AGULLA, 1964d), que recopila varias de las ideas ya tratadas. El primer capítulo se compone de tres partes dedicadas al pensamiento histórico-filosófico de los siglos XVII y XVIII, haciendo hincapié en Hobbes y Rousseau[12]. El segundo capítulo contiene el artículo sobre Comte y Weber (AGULLA, 1959), una parte de la tercera tesis doctoral titulada «Comte y la Realidad Social» y un texto sobre «Max Weber y el Orden Jurídico»[13]. Finalmente, en la última parte se vuelve a publicar el texto sobre Ortega y Gasset (AGULLA, 1962a) y una breve reflexión sobre la teoría funcionalista contenida en Estructura y Función (AGULLA, 1962b), los cuales ya han sido comentados.
En síntesis, los textos teóricos de Agulla de comienzos de la década de 1960 combinan en grados distintos autores clásicos como Weber y Mannheim y otros de relevancia contemporánea para la época como Parsons y Merton. Con una primacía de la sociología alemana, se observa un peso significativo de la perspectiva weberiana combinada con la búsqueda de las funciones cumplidas por cada una de las esferas de acción estudiadas. A su vez, las referencias a Mannheim ingresan de forma complementaria a los postulados generales de Weber. Como se verá a continuación, en sus indagaciones empíricas cobrarán más relevancia otros sociólogos como el mencionado Medina Echavarría o Charles Wright Mills.
IV. El sociólogo habla de la sociedad
Los primeros trabajos empíricos de Agulla estuvieron enfocados en el proceso de transición a la modernidad de la ciudad de Córdoba, siendo buena parte posteriormente utilizada para redactar De la industria al poder (AGULLA, CHAMORRO, MILLER, 1966)[14]. Así, temas como la organización familiar, la estratificación social, la industrialización, el sistema educativo y la formación de nuevas clases sociales son aspectos de dicho proceso de modernización que estarán presente en estos trabajos.
El primero de estos artículos, escrito en 1960, indaga en la «familia argentina» en un momento de transición del país que se debe «fundamentalmente, al desarrollo económico» (AGULLA, 1965a:129). Por esto, es posible que las estructuras económicas, sociales o políticas no coincidan con las reclamadas por el proceso, lo que genera «estrangulamientos al desarrollo» en tanto tienden a convivir distintos tipos de familia. En la Córdoba «tradicional», las «viejas» clases altas tenían estructuras familiares rígidas y mantenían el control de los poderes político, económico, cultural y social, presentándose «como “el” grupo de referencia en todos sus comportamientos» (AGULLA, 1965a:137). Por ello, la familia campesina también mantiene aspectos tradicionales, mostrando así el campo un rezago respecto del mundo urbano.
Frente a estos factores residuales que resisten al desarrollo económico, Agulla indica que el tipo familiar moderno que se está conformado en las ciudades argentinas (Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe) depende de tres factores: a) el proceso de urbanización; b) el proceso de industrialización; c) la formación de las clases medias, como conjunción de los otros dos factores. En este contexto se crean nuevos marcos de referencia y se rompen los controles externos, producto de la inmigración de personas jóvenes solteras, al tiempo que las mujeres adquieren un mayor status social.
En línea con estas apreciaciones, el año siguiente Agulla presentó un texto sobre la «Estratificación social en Argentina» en el Primer Congreso Argentino de Sociología organizado por la SAS en Mendoza. El artículo plantea nuevamente el estado de transición de Argentina y sostiene como «hipótesis general» que en el país existen «conjunta y superpuestamente, distintos sistemas de estratificación social» (AGULLA, 1965a:99), es decir, formas residuales, en transición y emergentes, todas ellas afectadas por la inmigración, la urbanización y el desarrollo económico. Aquí aparece el esquema weberiano que destaca la «afinidad electiva» entre estructuras económicas y estructuras sociales o económicamente relevantes. Para Agulla,
«el problema se centra (…) en ver el grado y forma del ajuste o adaptación de esas zonas[15] y de los sistemas de estratificación al desarrollo alcanzado en otras zonas y en los sistemas de estratificación social; en ver también el grado y la forma en que se resisten o se excluyen recíprocamente; en ver, por último, cuales son los factores de incentivación y los factores de resistencia en las distintas zonas y en las distintas estructuras al desarrollo económico. La riqueza que ofrece el esquema weberiano salta a la vista» (AGULLA, 1965a:101).
También en «Cambio social y estructura de clases en Argentina», de 1965, se reitera una vez más la idea de una sociedad en transición donde coexisten formas de estratificación residuales y emergentes. En la «estructura rural» se manifiesta la forma residual, que se caracteriza por la poca movilidad social de tipo vertical, que resulta un «factor de expulsión» de población del campo a la ciudad. A su vez, el hecho de que el sector oligárquico terrateniente sea un grupo dominante cerrado hace que el campo esté «marginado de los procesos de modernización (tanto de la cultura material como de la cultura inmaterial) (…)» (AGULLA, 1965a:118).
Por el contrario, la estratificación que se presenta en la «estructura urbana argentina» es de aparición reciente como consecuencia del proceso de industrialización y burocratización. Esto hizo que emerja una clase alta estrechamente vinculada a la industria, muy diferente de las «viejas» clases altas ligadas al control del sector primario. Este nuevo grupo también se compone de altos funcionarios de las empresas y de la burocracia estatal. Por su parte, las clases medias están constituidas por propietarios de industrias y comercios menores, profesionales, técnicos y altos funcionarios del Estado. Finalmente, la clase baja urbana está compuesta de obreros industriales calificados y no calificados, además del «lumpemproletariado». En síntesis, concluye Agulla, en Argentina conviven dos sistemas de estratificación, uno rural (o residual) y otro urbano (o emergente).
Por otro lado, es evidente que el comportamiento de las clases sociales debe mostrar diferencias en las distintas esferas de acción en que se desenvuelven. Entre ellas, Agulla se ocupó de estudiar la deserción escolar en el nivel primario en la ciudad de Córdoba, intentando averiguar cuáles son las causas socio-culturales que la determinan. A partir del material empírico recogido en distintas dependencias estatales, la hipótesis que elabora explica la deserción por un conflicto de valores entre el sistema educativo y algunas clases sociales. Es decir, se supone que ante la alta deserción de los hijos de las clases bajas y la disminución de ese número entre los hijos de la clase media, «los padres de clase media iban a responder afirmativamente a los valores pertenecientes al sistema educativo y que los padres de las clases bajas iban a responder negativamente a esos valores» (AGULLA, 1964c:34-35). De aquí la utilización del concepto de «conducta desviada» propuesto por Merton que se ha comentado en el apartado anterior.
Todas estas preocupaciones que se hacen palpables en las primeras aproximaciones empíricas aparecerán con mayor fuerza en 1966. Como ya se dijo, De la industria al poder, escrito en co-autoría con Chamorro y Miller, es el texto central de estos años. El mismo está constituido por dos partes. La primera de ellas es teórica y busca dar un marco general para la comprensión del proceso de industrialización ocurrido en Córdoba en el período 1948-1960 y su impacto en la estructura social. La segunda parte estudia empíricamente la estructura de poder de la misma ciudad, es decir, la constitución de los grupos sociales que participan del proceso de toma de decisiones.
El segmento teórico constituye una descripción de la estructura social de la ciudad de Córdoba que, aunque sin el mismo vuelo literario, recuerda por pasajes al famoso ensayo Buenos Aires. Vida cotidiana y alienación (1964) que en esta misma época convirtió a Juan José Sebreli en un intelectual de relieve en el espacio público argentino. Aquí se enumeran una serie de características de esta ciudad como «comunidad tradicional» previa a 1948, así como los cambios que trajo aparejado el proceso de industrialización y urbanización iniciado ese año.
De forma sintética, pueden mencionarse las particularidades de las estructuras seleccionadas: a) la estructura ecológico-demográfica se caracteriza por su crecimiento vegetativo, con contribuciones pequeñas de la inmigración, tanto interna como externa; b) la estructura económico-ocupacional es eminentemente agropecuaria, comercial y burocrática; c) la estructura político-jurídica es de carácter «patriarcalista» (caudillismo) y liberal; d) la estructura socio-cultural se caracteriza por sostener un sistema de valores heredado de la Colonia; e) finalmente, la estructura doméstica (familiar) también posee un carácter «tradicional», es decir, que el poder y la autoridad son ejercidos por el pater familia, mientras que la mujer ocupa un lugar subordinado y limitado a la esfera privada.
La alta inversión en la industria entre 1948 y 1960 generó cambios en el conjunto de estas estructuras, las cuales empezaron a entrar en conflicto entre sí, es decir, a «no integrarse funcionalmente». «Las formas “emergentes” tienden a estructurar una nueva situación en razón de la racionalización y planificación de la vida económica y, sobre todo, de la vida industrial» (AGULLA, CHAMORRO y MILLER, 1966:32). La estructura ocupacional se modifica y, con ella, el prestigio de las profesiones «residuales» en relación a las «emergentes». Esto a su vez genera un cambio en la estructura demográfica, producto de las migraciones hacia la ciudad en busca de los nuevos empleos. La estructura política también sufre modificaciones a partir del proceso de «democratización fundamental», que supone sobre todo una mayor participación en la toma de decisiones de dos grupos: «el sector obrero y el sector femenino» (AGULLA, CHAMORRO Y MILLER, 1966:40).
En esta «transición» puede observarse tanto una «confusión ideológica» en el mundo político como el surgimiento de una nueva «mentalidad racional» en el mundo cultural. Así, el viejo «doctor» de la sociedad cordobesa va cediendo su lugar a los técnicos y científicos de la sociedad moderna, en línea con la aparición de «nuevas clases sociales» (altas, medias y bajas) y de modificaciones en la estructura familiar, que disminuye y adquiere un mayor grado de racionalización y planificación. De esta manera, estructuras tradicionales, en transición y modernas conviven en conjunto y superpuestamente.
En la segunda parte se estudia cómo se forma y elabora la toma de decisiones en la comunidad cordobesa. El diseño de recolección y análisis de datos utilizado es el mismo que se aplicó en ciudades de Estados Unidos (Seattle y Atlanta) e Inglaterra (Bristol), por lo que se trata de un trabajo comparativo donde las diferencias de Córdoba mostrarían, según la hipótesis operativa planteada, que los sectores «religioso», «militar» y «universitario» dominan «el vértice de la pirámide estructural del poder de la comunidad y, por lo tanto, habrían de ser los “focos” o “fuentes” principales en la formación y elaboración de las decisiones que se tomaban en la comunidad» (AGULLA, CHAMORRO Y MILLER, 1966:66).
Sin embargo, el análisis empírico termina por demostrar que ninguno de estos segmentos domina en la estructura del poder de la ciudad de Córdoba.[16]El estado de «transición» de la ciudad genera que su estructura de poder sufra un lento proceso de ajuste a los requisitos funcionales de la industrialización, por lo que se pueden observar conjunta y superpuestamente componentes «residuales» y «emergentes» de dicha estructura. Al momento en que Agulla escribe, «no existe en la comunidad una élite de poder» ya que «la estructura del poder no está controlada por un grupo de individuos que ejercen el poder en forma “normada” para el logro de algún objetivo, consciente o inconscientemente definido» (AGULLA, CHAMORRO Y MILLER, 1966:141).
En síntesis, la estructura del poder de la ciudad de Córdoba se presenta como conflictiva y no integrada, «pero se advierte la tendencia: de la industria al poder» (AGULLA, CHAMORRO Y MILLER, 1966:93). Para que emerja la élite es necesario que la industrialización supere el estado de transición en que se encuentra. Como ya se ha dicho, estas reflexiones se prolongarán en los años inmediatamente posteriores dando lugar al conocido texto Eclipse de una aristocracia (1968). Inserto en una discusión candente donde La élite del poder (1956) de Charles Wright Mills, y Los que mandan (1964) de José Luis de Ímaz son referencias insoslayables, Agulla profundizará en el análisis del comportamiento de las élites dirigentes, dando así nacimiento a la sociología empírica en la Universidad Nacional de Córdoba.
V. Conclusiones
La obra temprana de Juan Carlos Agulla muestra algunas dimensiones que lo alejan del camino tradicional recorrido por los primeros intelectuales cordobeses dedicados a la enseñanza de la sociología. Producto de su formación en el exterior y del contacto con representantes trascendentes para la historia mundial y regional de la disciplina (Parsons, Merton, Medina Echavarría, entre otros), se aprecia una sociología en sintonía con las matrices epistemológicas de comienzos de la década de 1960. Su obra abrevó con intensidad en la tradición alemana, donde Weber y Mannheim aparecen no como los únicos, pero sí como los más relevantes de sus intereses. Como se ha demostrado, los procesos de racionalización, burocratización, democratización y planificación son el telón de fondo de la mayor parte de sus reflexiones teóricas.
Al mismo tiempo, la hegemonía del estructural-funcionalismo norteamericano en el período de posguerra es palpable en la perspectiva de Agulla, lo cual lo convierte en un legítimo hijo de su época. De esta manera, problematizó aspectos centrales de los postulados teóricos de Parsons y Merton en torno a la madurez de la sociología, tomando partido por el primero en cuanto al camino que debía seguir la disciplina si tenía aspiraciones de formular una teoría sistemática. A su vez, adoptó el punto de vista según la cual las distintas esferas de acción cumplen funciones específicas en las sociedades complejas, debiendo conformar una totalidad integrada funcionalmente. Estas observaciones se hacen ostensibles tanto en el plano teórico como en las indagaciones empíricas, en las cuales aparecen bien ponderados los nombres de Medina Echavarría y Wright Mills. En ambos casos se trata de autores que inspiraron a Agulla tanto en la selección de problemas como en el tratamiento que debía dársele a los mismos.
Como se desprende del análisis de los textos, su labor empírica estuvo fuertemente ligada al estudio de los procesos de modernización de su ciudad natal, atendiendo a las distintas esferas de acción (educación, clases sociales, estratificación social, etc.) donde se demostraba el proceso de cambio acontecido entre la Córdoba «tradicional» anterior a 1948, y la Córdoba «en transición» del momento en que Agulla escribía. En este sentido, las indagaciones empíricas de los sociólogos norteamericanos, sumadas a los aportes de Eva Chamorro y Adolfo Critto, muestran por primera vez una verdadera vocación por conocer con fundamento científico cómo funcionaba la sociedad cordobesa.
Este pionero trabajo de investigación se profundizó luego de 1966. Además de continuar sus publicaciones, Agulla inició una labor de formación de jóvenes investigadores que atravesaron la experiencia de la Escuela de Graduados de Sociología, creada bajo su impronta, que funcionará entre 1967 y 1976. En definitiva, a través de los textos de este autor se puede observar el proceso de implantación de una nueva forma de concebir y practicar la disciplina en una institución en la cual hasta ese momento la sociología empírica no había tenido predicamento. La renovación iniciada en esta época, aunque finalmente quedara frustrada por el golpe de Estado de 1976, es uno de los antecedentes más importantes para pensar la institucionalización de la sociología en la Universidad Nacional de Córdoba.
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Notas