Reseñas
Reseña de: El llamado de las Américas
Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 0327-4934
ISSN-e: 2250-6950
Periodicidad: Semestral
vol. 64, núm. 1, e0049, 2023
Rouquié Alan. El llamado de las Américas. 2022. Buenos Aires. Edhasa. 224pp.. 978-987-628-670-1 |
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En clave de recorrido autobiográfico, Alain Rouquié nos ofrece en El llamado de la Américas un testimonio intelectual y personal que es, además, un ensayo histórico y un estudio pormenorizado de política comparada sobre la democracia y el autoritarismo en América latina durante el siglo veinte, con énfasis en tres países -Argentina, México y Brasil- y con proyección hasta nuestros días. Rouquié viaja por su memoria, hace un racconto de su experiencia como politólogo latinoamericanista, vuelve a pensar los procesos políticos que estudió, analizó y presenció a lo largo de los últimos sesenta años y evalúa los tiempos que corren bajo ese prisma policromático.
El libro está organizado en dos partes de tres capítulos cada una, con una introducción y un epílogo. En la primera («Recorridos»), Rouquié nos habla de sus raíces y sus sueños, se remonta a de sus primeros años de estudio y despertar vocacional, cuenta sobre la tentación de dedicarse al cine, al teatro o la literatura, su temprano contacto con la cultura española y sus lecturas de García Lorca, una inclinación estética y emocional que lo atrajo hacia las Américas. En su formación subraya la influencia de Sciences Po, el Instituto de Estudios Políticos de París, escuela de formación de las elites políticas, administrativas y financieras de Francia. Los recuerdos nos sitúan en su primer viaje a América latina en 1964, destino que obtiene gracias a una beca, cuando era por entonces un joven estudiante que buscaba ampliar sus horizontes. Aterrizó en Buenos Aires con algunas ideas sobre el país y la región. Había leído y admirado Sobre héroes y tumbas, la novela de Ernesto Sábato, que -nos enteramos aquí- se publicará en francés gracias a su recomendación.
Algo conocía, nos relata, de la política argentina, de la presidencia de Arturo Frondizi, el fenómeno del peronismo y la gravitación que seguía teniendo su líder en el exilio. Lo que ignoraba Rouquié era hasta qué punto aquel viaje iniciático sería decisivo en su vida y su carrera. Luego de pasar por Venezuela y México, a su regreso a Francia, donde se incorpora como investigador del Centro de Estudios de Relaciones Internacionales (CERI) en París, la decisión estaba tomada: su ámbito de estudios sería América latina. El peronismo y el antiperonismo, a los que observa de cerca en las calles de Buenos Aires de aquellos años, operarán como un imán que lo conducirá a concentrar sus investigaciones en la Argentina.
Sus libros sobre el poder militar en la Argentina serán, junto a los de Robert Potash, una referencia obligada para el estudio y la comprensión de la inestabilidad política y los golpes de Estado a lo largo de nuestra historia, como un ejemplo de lo que da en llamar «sistemas pretorianos». Mucho antes de que se planteara como una novedad la idea de que los golpes de Estado fueron cívico-militares, Rouquié explicó claramente la interpenetración de relaciones, influencias, intereses y vínculos entre militares y civiles. Pero en este caso, a diferencia de la visión instrumentalista de las Fuerzas Armadas como un ariete de otros factores de poder, el análisis permite introducirnos en la autonomía que va ganando el «partido militar» como actor preponderante y decisivo de las políticas nacionales, instalando regímenes autoritarios o tutelando regímenes electivos. En 1981 publicará su obra ya clásica y de lectura y referencia ineludible Poder militar y sociedad política en la Argentina. En 1984, extiende su análisis a escala regional y hemisférica en El Estado militar en América Latina.
Mientras tanto, los avatares de la política de su país –particularmente la elección del socialista François Mitterrand a la presidencia de Francia en 1981- le abrieron a Rouquié la oportunidad de empezar una segunda carrera en la diplomacia y, a pesar de que tampoco estaba inicialmente en sus planes, su condición de experto lo proyectó en los años '80 como un candidato ideal para ser designado embajador de Francia en países de la región. Primero será destinado a El Salvador, donde había que restablecer las relaciones diplomáticas interrumpidas debido a la violencia dictatorial y la guerra civil imperante en el país centroamericano. Le tocará allí impulsar el proceso de paz y apoyar las tratativas para el retorno a la democracia. Después, será en México y en Brasil, donde su tarea fue afianzar sus vínculos con la región mientras profundiza el conocimiento de sus entretelones, sus traumas, sus contradicciones, sus victorias y fracasos. De esos años datan sus libros Cómo renacen las democracias (1985), y la caracterización de América latina en Introducción al Extremo Occidente (1989), a los que seguirán La democracia en América Latina (2011) y El siglo de Perón (2016), un ensayo sobre las democracias hegemónicas, concepto que relaciona con el de las hoy llamadas «democracias populistas» o «iliberales». Más de quince libros sobre la política latinoamericana del siglo XX que lo sitúan como uno de los principales latinoamericanistas europeos.
En la segunda parte del libro, el registro autobiográfico deja paso a la «gran historia» y el balance crítico del desarrollo político y de las particularidades de los regímenes democráticos latinoamericanos, desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. También aquí el autor nos comparte su sensibilidad y su capacidad analítica. En particular, adquiere relevancia central su análisis de los ciclos de declinación, caída y resurgimiento de los regímenes democráticos representativos en una región en la que, como explica, el único horizonte político ha sido el «gobierno del pueblo por el pueblo», dado que la soberanía popular, derivada del principio irrenunciable de la igualdad política, está inscripta en los mismos orígenes de sus repúblicas desde los procesos independentistas del siglo XIX.
En América Latina, incluso las presidencias autoritarias y dictaduras han invocado invariablemente la legitimidad de los principios republicanos y representativos, en cuyo auxilio dicen acudir sea frente a las elites locales acusadas de manipular manipularlos para asegurar posiciones de privilegio o frente a las amenazas de subversión que dicen enfrentar y esgrimen como excusa para ocupar el poder.
La democracia representativa, señala Rouquié, ha sido para los latinoamericanos como el mito de Sísifo, condenados por ella a empujar hacia la cumbre de una montaña una roca inmensa cuyo control pierde a unos centímetros de su meta; la roca rueda hacia abajo y Sísifo la recoge para empezar un nuevo ascenso.
Para materializarse, la democracia representativa tendría antes que resolver las contradicciones de sociedades heterogéneas, fragmentadas y multiculturales, en las que, además, las jerarquías y las diferencias sociales tienen una base étnica. Las mismas contradicciones que limitaban la posibilidad de acciones concertadas y que han persistido incluso después de dos siglos de independencia, y de los cambios sociales y económicos operados.
Las sociedades tradicionales, localistas y rurales del pasado se fueron transformando en las sociedades urbanizadas, economías industrializadas o semi-industrializadas y volcadas al exterior que tomaron nuevas formas como modelos de desarrollo dependiente y estados de bienestar, en especial a partir de 1945. Sin embargo, la desigualdad original que caracteriza a las sociedades latinoamericanas, según Rouquié, no es de orden exclusiva ni primeramente económica, sino que deriva de la diversidad racial, un legado colonial y el fundamento de una jerarquización social y cultural calcificada, que se ha mantenido intacta, no obstante los cambios sociales y económicos. Con la puntualización de una de sus consecuencias más notables, que ha frenado el desarrollo de sociedades de clase y mantenido una fórmula elitista que legitima la desigualdad política en términos de méritos de diferente naturaleza.
La descripción de Rouquié de la desigualdad latinoamericana y de sus efectos sobre la igualdad política lo lleva, en clave tocquevilleana (desde el mismo título está presente la sombra de La democracia en América, donde el viajero francés se interna en la joven república norteamericana), a un ejercicio de historia y política comparadas. Aquí cobra vuelo el abordaje de la crisis actual de la democracia representativa en Europa y en Estados Unidos, donde las migraciones son factor coadyuvante de una heterogeneidad étnica y multicultural que desafía el principio tradicional de igualdad ciudadana y coloca a la democracia ante nuevos e inéditos desafíos.
Del mismo modo, el ejercicio de la razón comparativa gira hacia los países asiáticos para analizar los procesos de modernización económica y las condiciones que posibilitaron el ascenso de aquellos y condujeron al estancamiento relativo de una Latinoamérica que pierde participación en el comercio global y, por ende, en los beneficios del intercambio.
Rouquié plantea interrogantes sobre el futuro de la democracia representativa, tal y como la entendemos hasta el presente, y se pregunta si esta tendrá la fortaleza para mantenerse como el único modelo legítimo de organización política y de gobierno. Recuerda que en la Europa de los años 30 del siglo pasado aparecieron alternativas autoritarias antiliberales, que se definían por oposición a la democracia y ello tiene inocultables resonancias actuales. Señalado esto, el autor apunta que en América Latina, a pesar del descontento y la erosión en la confianza de los gobiernos y políticos, se mantiene el apoyo a esa forma de gobierno; entre otras razones, porque la democracia representativa es la fórmula que abrazaron las elites latinoamericanas para afirmar su pertenencia al mundo occidental.
Desde ese mirador, el autor enciende una señal de alarma dirigida a las amenazas del presente y el futuro: argumenta que los regímenes autoritarios que América latina padeció en el pasado, y que en varios países se siguen padeciendo hoy con nuevos rasgos, parecen el espejo en el que se mira Europa, con sus sistemas democráticos también en entredicho.
Con una apelación a los aprendizajes que nos brinda la experiencia histórica, Rouquié invita en el epílogo del libro a dar vuelta la página e innovar; apostar por caminos nuevos en medio de progresos inevitables, milagros coyunturales y las fatalidades que abruman a «los Sísifos del Nuevo Mundo», como define a los pueblos de la región: «Las sociedades de América Latina progresaron, como todas las demás, al ritmo de ensayos abortados y de errores coyunturales. Ahora sabemos que los milagros son efímeros o ilusorios, y que muchos atajos conducen a callejones sin salida. Pero ninguna colectividad está condenada a repetir eternamente sus fracasos. Eso se llama aprender de la experiencia» (p.193). Una obra sustancial, en síntesis, que nos aporta una excelente retrospectiva de la historia y la política latinoamericana del último medio siglo, a la vez que una hoja de ruta autobiográfica, de amena y útil lectura, de quien ha sido y sigue siendo uno de los más lúcidos estudiosos y analistas de los procesos políticos latinoamericanos.
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