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EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA DICTADURA (1976–1978)

THE STUDENT MOVEMENT AT THE UNIVERSITY OF BUENOS AIRES DURING THE EARLY YEARS OF THE DICTATORSHIP IN ARGENTINA (1976–1978)

GUADALUPE ANDREA SEIA
Universidad Nacional de San Martín (IDAES–UNSAM), Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Facultad de Ciencias Sociales–Universidad de Buenos Aires (UBA)., Argentina

Estudios Sociales. Revista Universitaria Semestral

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 0327-4934

ISSN-e: 2250-6950

Periodicidad: Semestral

vol. 60, núm. 1, 2021

estudiossociales@unl.edu.ar

Recepción: 05 Noviembre 2019

Aprobación: 10 Julio 2020



Autor de correspondencia: guadalupeseia@gmail.com

Resumen: Este artículo se propone colaborar en completar el conocimiento sobre la historia reciente del movimiento estudiantil y de las universidades argentinas, específicamente a partir del golpe de estado del 24 de marzo de 1976 y durante los primeros años de la dictadura autodenominada como «Proceso de Reorganización Nacional» (1976–1978). Analizamos el caso de la Universidad de Buenos Aires atendiendo a la heterogeneidad de prácticas y estrategias de intervención desarrolladas por la militancia de diversas agrupaciones estudiantiles, en el marco de comisiones, centros y federaciones estudiantiles. Asimismo, reconstruimos los posicionamientos de las diferentes organizaciones políticas acerca de la intervención y la política universitaria de la dictadura.

Palabras clave: movimiento estudiantil, Universidad de Buenos Aires, dictadura argentina, militancia estudiantil, revistas estudiantiles.

Abstract: This article seeks to contribute to the scholarly literature on the student movement and Argentine universities in recent history. We focus on the activism and the organizations of the students at the Universidad de Buenos Aires during the early years of the so–called «Proceso de Reorganización Nacional» (Process of National Reorganization), a dictatorship that lasted between 1976 and 1983. In addition, we describe the positions adopted of by different student and political organizations in response to the policies introduced by the Armed Forces on university matters.

Keywords: student movement, Universidad de Buenos Aires, dictatorship in Argentina, student activism, student periodicals.

I. INTRODUCCIÓN

En el campo de estudios sobre el movimiento estudiantil en Argentina, los años del llamado «Proceso de Reorganización Nacional» (1976–1983) han concentrado escasa atención. En este artículo procuramos contribuir a completar dicha vacancia, focalizando sobre los años iniciales de la última dictadura.

Al respecto, retomamos críticamente algunas afirmaciones acerca de la presunta «desaparición» y/o «inexistencia» de espacios de militancia estudiantil universitaria hasta después de la finalización de la guerra de Malvinas y el inicio de la transición democrática a mediados de 1982[1]. De este modo, cuestionamos la caracterización de los claustros universitarios como espacios donde primaron el silenciamiento y el disciplinamiento producto de la intervención universitaria y el terrorismo de Estado (Levenberg y Merolla, 1988; Pedrosa, 2002; Perel, Raices y Perel, 2006). Para ello, presentamos un estudio de caso, describimos las formas en que el movimiento estudiantil logró sostener su actividad en la Universidad de Buenos Aires (UBA) a través de la militancia activa de Estudiantes miembros de diversas agrupaciones estudiantiles[2], y analizamos qué modo este se fue reconfigurando en un contexto de represión y prohibición de la actividad política y gremial.

Asimismo, en este artículo matizamos la idea de la reorganización del movimiento estudiantil a partir de la militancia protagónica (y «solitaria») de la agrupación Franja Morada, parte de la estructura nacional de la Juventud Radical (Polak Y Gorbier, 1994; Beltrán, 2013). En ese sentido, reconstruimos las acciones a nivel de la UBA de las organizaciones político–estudiantiles de filiación trotskista, comunista, maoísta y peronista, así como también describimos la temprana reorganización de los Centros y Federaciones.

Este texto es parte de una investigación más amplia sobre el proceso de reconfiguración del movimiento estudiantil durante la última dictadura. En ese marco, realizamos un trabajo de triangulación de fuentes orales[3] con fuentes documentales, como publicaciones periódicas de las fracciones juveniles de los partidos de izquierda, revistas estudiantiles, panfletos y obleas distribuidas por agrupaciones en la UBA durante los primeros años de la dictadura[4].

II. LA UNIVERSIDAD «REORDENADA» DE BUENOS AIRES (1976–1978)

En contraste con la escasez de investigaciones el movimiento estudiantil durante la dictadura, se ha consolidado una línea de indagación sobre la política universitaria de la última dictadura y su aplicación en diferentes casas de estudio (Rodríguez, 2015), incluida la UBA (Seia, 2017, 2018b; Buchbinder, 2016). El discurso de militares y autoridades educativas sobre el «Problema de la Universidad» incluía dos ejes. Por un lado, el «sobre–dimensionamiento» del sistema universitario producto de un crecimiento desmedido y desordenado de las matrículas estudiantiles durante las décadas previas. Por otro, el proceso de «infiltración comunista» de los claustros, iniciado con la Reforma Universitaria de 1918 y agudizado en los años sesenta y setenta.

Así, el «problema universitario» encontró dos grandes respuestas por parte de la dictadura. En primer lugar, la represión sobre la comunidad universitaria y en particular sobre el movimiento estudiantil[5] que, se conjugó con la «depuración» del cuerpo docente de las facultades, la prohibición de cualquier tipo de actividad política o gremial en las casas de estudio y la ilegalización de las agrupaciones, Centros y Federaciones estudiantiles, en el marco de la intervención directa de las universidades por parte de las Fuerzas Armadas (FFAA) (Seia, 2019). Por otra parte, los funcionarios educativos continuaron y profundizaron la política de restricción al acceso universitario vigente en la UBA desde 1975. La finalidad era el achicamiento de las matrículas estudiantiles a partir de una estrategia de selección sociocultural con exámenes de ingreso para la mayoría de los aspirantes y excepciones para un pequeño número de jóvenes (Seia, 2018a).

El «reordenamiento» de la universidad consistió, entonces, en su represión y su achicamiento, combinado con la eliminación de los principios reformistas de autonomía y cogobierno tripartito para constituir una comunidad académica jerárquica y subordinada al Poder Ejecutivo Nacional. Este modelo buscó ser cristalizado e institucionalizado mediante la «Ley Orgánica de las Universidades Nacionales» n° 22.207 1980 (Seia, 2017). El ideal de estudiante universitario de la dictadura implicaba su dedicación exclusiva a la formación profesional para su posterior desarrollo laboral[6]. Se demonizó a la militancia política juvenil y de izquierda, vinculando directamente la universidad reformista con una universidad politizada donde los estudiantes eran adoctrinados y puestos en contra de los intereses nacionales. Así, el control y la vigilancia constante, la prohibición de toda actividad política o gremial, los estrictos reglamentos disciplinarios, las operaciones propagandísticas y el plan represivo impusieron la necesidad en los estudiantes de «cuidarse» y «resguardarse» para no ser/parecer «sospechosos». Entre el estudiantado existía temor y desconfianza no solo hacia la política sino también a expresar opiniones y cuestionamientos (Seia, 2019). A pesar de este escenario hostil, la militancia buscó estrategias para evitar la desaparición del movimiento estudiantil, uno de los objetivos de la dictadura en la universidad.

III. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL ENTRE LA SUBSISTENCIA Y LA REACTIVACIÓN (1976–1978)

Los estudios sobre el movimiento estudiantil argentino entre 1966 y 1976 constituyen un subcampo específico y consolidado con sus propios debates que aquí no podemos reponer[7]. De cara al interés del presente artículo, sin embargo, vale realizar algunos señalamientos. En primer lugar, las investigaciones sobre el caso de la UBA han dado cuenta del protagonismo sostenido por el reformismo universitario, representado en agrupaciones vinculadas al radicalismo y de la izquierda comunista, la cual presidió los Centros de Estudiantes y las Federaciones, durante buena parte de esa década (Bonavena, Califa y Millán, 2018). Durante los años finales de la década de 1960 cristalizó un proceso de radicalización política hacia la izquierda del estudiantado expresado, entre otros aspectos, por su participación activa en la lucha antidictatorial junto al movimiento obrero (Millán y Seia, 2019). Las organizaciones universitarias peronistas alcanzaron notables niveles de crecimiento e influencia en el marco del primer año del gobierno del Frente Justicialista de Liberación, cuando lograron la conducción de numerosos Centros estudiantiles y conformaron la Federación Universitaria para la Liberación Nacional de Buenos Aires (FULNBA) en alianza con el comunismo (Dip, 2017).

Dicho ciclo de politización estudiantil fue clausurado por la llegada del terrorismo de Estado a las facultades porteñas por medio de la acción para–policial de la Alianza Anticomunista Argentina y de la intervención universitaria a cargo de Alberto Ottalagano (Millán y Seia, 2019). En ese nuevo contexto, se observa un movimiento estudiantil activo, pero con posiciones crecientemente defensivas y moderadas políticamente, que abandonó la movilización callejera y apostó a la alianza con los partidos políticos y los sindicatos a nivel nacional. Asimismo, mientras que las estructuras de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) se vieron seriamente debilitadas por la «depuración interna» del peronismo, las agrupaciones comunistas y radicales, de mayor trayectoria universitaria, cristalizaron su predominio logrando en 1975 seis de las siete presidencias de Centros estudiantiles en juego. Estas tendencias políticas se acercaron para reivindicar el legado de la Reforma Universitaria como una identidad democrática y ajena a la agitación revolucionaria, denunciando también la violencia terrorista de «ambos signos» (Millán, 2018).

A partir del golpe de Estado de 1976, Polak y Gorbier (1994) sostuvieron que el movimiento estudiantil fue «desmantelado» ya que, por un lado, no habría podido mantener sus formas de organización y acción, y por otro, las ideologías mayoritarias antes de la dictadura «agonizaron». A partir del análisis de dos indicadores fundamentales[8], caracterizamos entre 1976 y 1978 un proceso de reconfiguración del movimiento estudiantil respecto de su historia reciente, más no de «desmantelamiento».

1. LAS AGRUPACIONES Y LOS CENTROS DE ESTUDIANTES

Entre 1976 y 1978, las agrupaciones universitarias atravesaron situaciones heterogéneas. Los comunistas y los radicales pudieron contar con el paraguas que brindaban sus estructuras partidarias que no habían sido ilegalizadas. En ese marco, Casola (2015) ha descripto que el Partido Comunista (PC) se trató de una organización con un intenso nivel de actividad durante toda la dictadura, tanto en el movimiento obrero y estudiantil, como en las organizaciones de mujeres y de Derechos Humanos. La misma, sostiene, no se orientó a fortalecer la oposición a la dictadura, sino a defender a la denominada «fracción moderada» dentro de la Junta Militar contra la imposición del «ala fascista». En ese sentido, desde el partido se buscó promover el «diálogo» entre los militares y los jóvenes comunistas a partir del semanario Vamos publicado durante 1976 (Manzano, 2017; Saraniti, 2018). La Federación Juvenil Comunista (FJC) fue una de las agrupaciones fundamentales para el sostenimiento en actividad del movimiento estudiantil durante toda la dictadura en vistas a la ilegalización de su agrupación universitaria de referencia, el Movimiento de Orientación Reformista (MOR).

A diferencia del comunismo, los partidos y las agrupaciones trotskistas, maoístas y peronistas fueron ilegalizados. Casola (2009) describió que la decisión de Política Obrera (PO) de realizar un pasaje a la clandestinidad meses antes del golpe de Estado de 1976 sin interrumpir sus tareas de «organización y agitación política»[9], posibilitó sortear de mejor manera la escalada represiva y también que sus militantes pudieran participar de los diversos conflictos obreros, estudiantiles y políticos que surgieron. En ese sentido, la historiadora destaca la importancia de la acción militante de los miembros de organizaciones de izquierda en los diversos movimientos opositores a la dictadura. Por su parte, Osuna (2015) ha sostenido que el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) subestimó el carácter represivo de la última dictadura y a la vez esperó una pronta salida democrática, de este modo el partido combinó una estrategia de organización y militancia clandestina con acciones en la «superficie»: reuniones grandes, abiertas y públicas. Ambas organizaciones trotskistas sostuvieron su actividad organizativa y política en un marco de semiclandestinidad, también a nivel universitario, aunque con mayor desarrollo en algunas unidades académicas como Filosofía y Letras y Psicología.

Al respecto de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en la UBA, el trabajo de Sadi (2004) describe un proceso de desarticulación de la organización y la militancia entre 1976 y 1977, postulando que ya desde mediados de 1977 las agrupaciones peronistas no tenían actividad en las facultades. Esta situación, señala, se produjo como consecuencia de varios procesos interrelacionados entre sí: la represión sobre el peronismo revolucionario[10], el «traspaso» de militantes a otras tareas y estructuras de la organización montonera (fábricas, barrios, ejército, etc.), y el abandono de la militancia política por parte de otros integrantes de la agrupación. Así, las células de cada unidad académica llegaron a 1978 con escasos militantes, sin recursos y desconectados de los otros sectores de la organización. Las agrupaciones peronistas perdieron contacto con el estudiantado, y en buena medida, los militantes dejaron de asistir a cursar y de ingresar a los claustros. Mientras sostuvieron su presencia en las facultades distribuyeron volantes, pegaron obleas y escribieron alguna consigna en rincones sin testigos. Luego, focalizaron su actividad de propaganda por fuera de los claustros, distribuyendo materiales escritos (cuando lograban acceder a algunos) y realizando alguna pintada en zonas aledañas a las facultades.

La Franja Morada (FM) fue la única agrupación estudiantil universitaria que no fue proscripta por la dictadura. Al respecto, en el congreso nacional realizando en Santa Fe en junio de 1976, la organización sostuvo que esta situación no condicionaría su accionar y que buscarían sostener y potenciar su alianza con el socialista Movimiento Nacional Reformista (MNR) (Beltrán, 2013: 159). En la UBA, dicha agrupación tenía escasa presencia por lo que se privilegió el diálogo con el comunismo que dirigía tres Centros de Estudiantes. A pesar de su mejor situación, los militantes radicales recuerdan la ruptura del vínculo entre ellos y el resto del alumnado (Polak y Gorbier, 1994).

En estas condiciones diversas, las agrupaciones buscaron reconfigurar sus estrategias de intervención universitaria. Para retomar y fortalecer los contactos entre las organizaciones y sus militantes, realizaron reuniones donde participaron socialistas, radicales, comunistas, trotskistas, maoístas, y con mayor dificultad, el peronismo. Estas se dieron en el marco de las Comisiones Directivas de los Centros de Estudiantes o bien de las Comisiones para su reconstrucción, según la situación de cada facultad.

En Ciencias Económicas, Arquitectura, Medicina, Ciencias Exactas y Naturales, Farmacia y Bioquímica, el comunismo y el radicalismo que habían conseguido la presidencia en los comicios de 1975 procuraron sostener su funcionamiento a partir del desarrollo de actividades de carácter gremial (venta de apuntes, presentación de petitorios) y recreativo (pic–nics, peñas, torneos deportivos, etc.). No obstante, estas actividades no siempre eran publicitadas abiertamente y en muchas ocasiones eran impedidas por las fuerzas represivas ya que las actividades gremiales estaban prohibidas[11]. Es por eso que las Comisiones Directivas se reunían por fuera de los claustros en bares, sedes de los consejos o colegios profesionales o de los partidos políticos no ilegalizados. La FJC sostenía que en 1977 funcionaban, aún ilegalmente, 60 Centros de Estudiantes universitarios en Argentina y destacaba que dicha actividad contaba con la colaboración de docentes y sociedades de profesionales[12].

Otro era el panorama en la carrera de Psicología donde la JUP había ganado la conducción del Centro de Estudiantes en 1975 pero no logró sostener su funcionamiento en tanto que dicha agrupación e incluso el presidente electo fueron objeto de la represión. En esta unidad académica, como en las facultades donde no se habían concretado las elecciones estudiantiles en 1975 (Filosofía y Letras, Sociología, Derecho, Agronomía), a lo largo de los años se fueron constituyendo Comisiones por la reorganización de los Centros de Estudiantes. Las mismas también se reunían por fuera de las facultades y contaban con la participación de militantes de las diferentes agrupaciones e incluso algunos estudiantes no agrupados[13]. En estos espacios, se entretejió una red colaborativa entre militantes de las agrupaciones en pos de objetivos comunes, inicialmente, la legalización del Centro de Estudiantes, el fin de la presencia policial y un número de reivindicaciones gremiales.

2. ACTIVIDADES RECREATIVAS Y CULTURALES

Ante el clima represivo, de temor y de distanciamiento entre el estudiantado y la militancia, las organizaciones también se propusieron generar espacios alternativos para reconstruir dicho vínculo y potenciar la supervivencia de las estructuras de los Centros y las agrupaciones. Apostaron entonces a organizar reuniones, talleres y otras actividades recreativas en espacios ajenos a la universidad como comités o locales partidarios, casas particulares, parques, etc. Estas actividades no siempre eran presentados como espacios orgánicos de las agrupaciones o los partidos, sino que eran más bien, alternativas complementarias a las estructuras partidarias. Estas modalidades fueron desarrolladas tanto por las agrupaciones que habían sido ilegalizadas como por las que no, fundamentalmente ante las dificultades para llevar a cabo cualquier tipo de actividad en las facultades. Asimismo, fue adoptada por docentes y estudiantes que sin tener una militancia orgánica buscaban espacios alternativos para formarse[14]. Este tipo de prácticas constituyó lo que se denominó como las «catacumbas» (Levenberg y Merolla, 1988; Sábato, 1996). Allí, resguardados del ámbito universitario, se construyeron refugios para leer, debatir, pensar e intercambiar colectivamente (Altamirano, 1996).

Para llegar a participar de estos espacios, las redes sociales de las que formaban parte los estudiantes eran fundamentales. Los militantes describen que las invitaciones eran acercadas a compañeros de cursada con vínculos familiares en el partido o bien a amistades consolidadas en el mediano plazo[15]. También, aunque en menor medida y con mayor dificultad, había invitaciones a partir de las relaciones que surgían durante la cursada. Este era un proceso más largo porque suponía generar un vínculo de suficiente confianza ya que si el compañero acudía a alguna autoridad, ponía en riesgo a los demás participantes[16].

Entre la variedad de actividades desarrolladas, podemos identificar un conjunto que incluía talleres, ateneos, cursos y grupos de lectura coordinados por docentes o profesores marginados de la UBA[17]. Algunos de ellos eran organizados por agrupaciones políticas, o bien eran espacios no vinculados orgánicamente con partidos como los centros de estudios creados por los docentes cesanteados con financiamiento del exterior, o como una estrategia de supervivencia económica de ciertos intelectuales (Altamirano, 1996; Sábato, 1996; Suasnábar, 2001)[18]. Estos espacios son destacados por quienes cursaban en Derecho, Económicas, Historia, Letras, Psicología[19]. La denominada «universidad de las catacumbas» se pobló con la participación de estudiantes que buscaban complementar o cuestionaban la formación que recibían en las facultades.

El estudiantado también participó de las convocatorias de los Centros de Estudiantes y las agrupaciones para realizar torneos deportivos y pic–nics, tanto en la Ciudad Universitaria como en otros espacios verdes de la ciudad. Esta segunda alternativa era la más utilizada por los militantes de los partidos de izquierda ilegalizados que optaban por reducir su presencia y las actividades en las reparticiones universitarias. A este tipo de actividades recreativas se sumaba la realización de peñas folklóricas, algunas fiestas y proyecciones cinematográficas que brindaban el marco para estimular la socialización entre estudiantes y militantes, así como también brindaban una fachada para desarrollar algún tipo de debate sobre la coyuntura o alguna lectura teórica o histórica[20]. Al respecto, la militancia trotskista sostenía:

«[…] las peñas, las reuniones, las conferencias educacionales, las guitarreadas, los torneos deportivos. En fin, todo lo que sirva para que se produzca el intercambio de ideas y experiencias, para terminar de sacarnos el miedo de encima, para ver entre todos, cómo se pueden ir cambiando las cosas. Juntarnos ya es un primer paso, cualquiera sea la forma que asuma»[21].

Peukert (1987) ha sostenido la importancia en contextos autoritarios de espacios de sociabilidad y recreación para el desarrollo de canales ajenos al régimen que posibilitaran mantener o regenerar lazos solidarios entre pares. La sobrevivencia de estas estructuras informales (relativamente autónomas de las estructuras políticas orgánicas) posibilita la articulación de espacios de potencial cuestionamiento y/o resistencia a la situación vigente. Retomando su planteo, destacamos el potencial de las actividades recreativas en la vida estudiantil porteña bajo la dictadura. Estas modalidades de reunión generaron espacios ajenos a los planteados por las autoridades universitarias, para intentar revertir la fragmentación del sector estudiantil generada por la represión y el control, así como también reconstruir los vínculos entre los militantes y el estudiantado en general. Por medio de actividades alternativas al repertorio tradicional del movimiento estudiantil, se articularon prácticas no–conformistas con el orden universitario. Asimismo, observamos el fracaso por parte de las autoridades en eliminar del todo las redes sociales y las convocatorias que posibilitaban canalizar descontento e inquietudes.

Por último, hemos identificado un conjunto de prácticas especializadas en el arte y la cultura. Así, en paralelo a las carreras los estudiantes cursaban cine, poesía, actuación en pequeños talleres particulares[22]. Existían circuitos culturales que posibilitaban el acceso de los jóvenes a música[23], cinematografía y literatura, incluso aquello censurado por la dictadura[24]. Estos circuitos se consolidaron a partir de la circulación de las revistas culturales subterráneas (Margiolakis, 2014; Iglesias, 2019). En su estudio sobre el movimiento estudiantil durante la dictadura en Brasil, Angélica Müller (2016) plantea que la militancia y algunos sectores del estudiantado se volcaron hacia actividades culturales como estrategias para sobrellevar un clima opresivo y complementar una cursada poco interesante. En la UBA, este tipo de actividades fue importante en el mantenimiento y la reconstrucción de los lazos entre los estudiantes y también funcionó como modalidad de «reclutamiento» e iniciación en la militancia a partir de espacios menos demonizados que los partidos y las agrupaciones. No obstante, recuperando la experiencia chilena, es importante señalar que las iniciativas culturales porteñas no lograron el nivel de centralización organizativa de la Agrupación Cultural Universitaria de la Universidad de Chile (Muñoz Tamayo, 2006). En la UBA, se generaron propuestas de modo fragmentario, algunas vinculadas a partidos políticos de izquierda y otras autónomamente, no se constituyeron como agrupaciones universitarias.

3. LAS REVISTAS ESTUDIANTILES

Las revistas estudiantiles constituyeron un fenómeno relevante en la búsqueda de generación de espacios autónomos. Si bien la edición y distribución de revistas estudiantiles no es una particularidad del periodo dictatorial[25], en el marco de la ilegalidad de las agrupaciones, Centros y Federaciones, la prensa estudiantil recuperó un lugar central entre los intentos de la militancia estudiantil para reunir al estudiantado en torno a un proyecto colectivo. Hemos reconstruido el inicio de esta estrategia editorial en 1977, cuando apareció Arquitectura contra la Dictadura (ACD)[26] editada por la militancia de la JUP en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU). En 1978, el comunismo impulsó la edición de Interacción[27]en la carrera de Física de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas[28].

Estas revistas compartían el foco puesto en la disciplina de cada carrera y la búsqueda por parte de las agrupaciones estudiantiles de llegar y convocar al estudiantado que no tenía militancia orgánica y que no se acercaría espontáneamente a participar de una organización estudiantil. Ambas revistas se proponían como espacios de expresión estudiantil y de generación de vínculos entre compañeros[29]. Las diferenciaba su línea discursiva. Mientras en ACD el peronismo denunciaba abiertamente a la dictadura y su intervención en la facultad como las responsables de la situación universitaria y de la detención de estudiantes, en Interacción el comunismo optó por un discurso focalizado exclusivamente en las cuestiones académicas y en la socialización estudiantil[30]. De todos modos, a través de encuestas al alumnado y entrevistas a científicos se colaban ciertas visiones no–conformistas sobre la situación universitaria en la UBA y Argentina. A diferencia de ACD, desde Interacción planteaban una actitud constructiva y colaborativa para buscar soluciones junto a docentes y autoridades[31]. Como veremos, este planteo iba en línea con la postura más general de la militancia comunista universitaria. De este modo, y bajo una «fachada» de divulgación científica y preocupaciones académicas la revista de los estudiantes de Física fue prohibida por las autoridades recién dos años después de su surgimiento.

Müller (2016) ha destacado la importancia de las revistas como estrategias de resistencia del movimiento estudiantil durante los «años de plomo» de la dictadura brasilera (1968–1975). Los Jornais funcionaron como mecanismo de reclutamiento y unificación de los estudiantes con un fin determinado: denunciar y acabar con la dictadura, generando una identidad colectiva y posibilitando organizar la acción clandestina. Sobre la experiencia de las revistas estudiantiles de la UBA durante los primeros años de la dictadura, solo una de las publicaciones se planteó abiertamente como un espacio de acción antidictatorial y de resistencia contra el régimen. En cambio, Interacción, al menos durante su etapa inicial, se presentó como un espacio de comunicación gremial y encuentro entre estudiantes con un tono conciliador y cooperativo con la intervención universitaria. De todos modos, en ambos casos se trató de una estrategia elegida por las agrupaciones para llegar al estudiantado y regenerar lazos entre pares. La producción y circulación de estas publicaciones desafió el orden impuesto en la vida universitaria. Además, entre el grupo de los editores y colaboradores se generó un espacio donde intercambiar y debatir ideas y construir un proyecto colectivo (Seia, 2019).

4. LA MILITANCIA CONTRA LA POLÍTICA UNIVERSITARIA

La disponibilidad de volantes, obleas y otras formas de propaganda de las agrupaciones de la FAU nos permite reconstruir posicionamientos y acciones en contra de los representantes de la intervención durante los primeros años de la dictadura. La existencia de estas fuentes nos habla de un nivel de actividad política estudiantil en los claustros hasta ahora ignorado, y nos brinda herramientas para complejizar las caracterizaciones cristalizadas sobre la vida universitaria luego del golpe de Estado.

Arquitectura tenía al momento del golpe de Estado una importante tradición de militancia estudiantil y había sido Centro de un proceso de radicalización política notable (Bonavena, 2004; Carranza, 2011). Asimismo, y en relación a lo dicho, esta facultad fue una de las más golpeadas por la represión, particularmente sobre militantes estudiantiles[32]. En función de estos señalamientos, advertimos que no sería riguroso extender los rasgos que describiremos en este caso al resto de las unidades académicas. Sin embargo, su análisis nos permite reconstruir procesos y situaciones que difícilmente pueden haberse dado exclusivamente en una unidad académica.

Durante 1976 y 1977, la JUP (devenida en Milicias Montoneras) desplegó acciones en la FAU en el marco de la «defensa activa» contra la dictadura. Esta implicaba el desarrollo de ataques contra personas e instalaciones claves para demostrar la vulnerabilidad del régimen (Gillespie, 1987: 283). A nivel estudiantil, la directiva para las agrupaciones era la de «masificar la resistencia en su propio frente»[33]. Para ello, se incendió el auto del decano de Arquitectura, colocaron explosivos en su despacho y en los domicilios de varios docentes para lograr la modificación de la «política limitativa» y la remoción de docentes injustos que reprobaban «indiscriminadamente» a los alumnos. Asimismo, denunciaban al decano por colaborar con la desaparición de numerosos estudiantes[34]. El peronismo buscaba impulsar la resistencia contra la dictadura recuperando las problemáticas estudiantiles: fechas de examen, «bochazos», aspectos pedagógicos, criterios de evaluación, etc.[35]. Exigía la renuncia de los docentes cuestionados, la modificación de los criterios de evaluación y las fechas para rendir, así como también que no se reprobara a ningún estudiante. Con estos objetivos se promovía la conformación del «Centro de Estudiantes de Arquitectura para la Liberación Nacional en la Resistencia», un organismo gremial paralelo que cuestionaba la orientación que la conducción radical le estaba imprimiendo al Centro de Estudiantes de Arquitectura (CEA)[36]. Sin embargo, las acciones de la militancia peronista parecen haberse interrumpido luego de que en noviembre de 1976 y en abril de 1977 se sucedieron las últimas dos olas de secuestros sobre militantes estudiantiles de Arquitectura y Ciencias Naturales[37].

En estos meses también se registraron acciones que preocupaban a las FFAA, tales como la distribución de panfletos en las escaleras, talleres y ascensores de la facultad; la inscripción de murales y la pegatina de obleas[38] con consignas en contra de las autoridades la facultad, la UBA y el país[39]. Así, también reconstruimos la actividad de otras agrupaciones y del CEA[40]. Las mismas se ocuparon prioritariamente de las problemáticas específicas del estudiantado, destacándose la «limitación» al ingreso, el incremento de la proporción de alumnos reprobados, la reducción de oportunidades de recuperar materias y de horarios de cursada por la noche que obligaba a los estudiantes que trabajaban a abandonar la carrera[41].

Como la JUP, las organizaciones de izquierda trotskista y maoísta visibilizaban la responsabilidad del presidente de facto Jorge Videla y los funcionarios del Ministerio de Cultura y Educación sobre dichas políticas, y denunciaban los secuestros, detenciones y asesinatos de trabajadores y militantes políticos[42]. Asimismo, convocaban a los estudiantes y a los ingresantes a organizarse en cuerpos de delegados, comisiones de ingresantes, «comités de resistencia obrera y popular» para defender los derechos conquistados anteriormente. En cambio, el comunismo y el radicalismo proponían una agenda gremial sin identificar a la dictadura como la responsable[43]. Estas agrupaciones orientaban las intervenciones del CEA. Desde allí, se impulsaba petitorios y solicitaban audiencias con el decano[44]. Ante esta línea política, las agrupaciones de izquierda cuestionaban a la Comisión Directiva del CEA por no denunciar la intervención de la UBA y la acusaban de «colaboracionista»[45]. A pesar de los matices, observamos un acuerdo general en abordar una agenda gremial que diera respuesta a los problemas concretos que tenían los estudiantes de la facultad.

5. LA REORGANIZACIÓN DE LAS FEDERACIONES

Como mencionamos, durante 1975, los comunistas abandonaron su alianza con la JUP y fortalecieron sus acuerdos con el radicalismo (Millán, 2018). Luego del golpe de Estado esta situación se profundizó ante la desarticulación de la agrupación peronista en la universidad, y la conservación de un status legal por parte de la FM. Así, dejando atrás el recuerdo de la Federación Universitaria para la Liberación Nacional (FULNBA), la FJC protagonizó junto a la FM la reconstitución de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA):

«En 1977 comenzamos a realizar algunas reuniones en un Comité Radical, había estudiantes del MOR[46], el MNR y la FM. Era un momento en el cual nos encontrábamos los dirigentes de cada fuerza sobre la base de realidad de la época pre dictatorial y con un peronismo sin posibilidades de participar. Buscamos un mecanismo de representatividad y de sustento al acuerdo político que comenzaba a gestarse»[47].

Así, el comunismo y el radicalismo conformaron la Junta Representativa de la FUBA en base a los resultados electorales del año 1975 reconocidos por acuerdos políticos en cada facultad y expresados en la composición de las Comisiones Directivas de los Centros de Estudiantes en funcionamiento. De este espacio también participaron otras tendencias políticas como la JS/PST, la JCR/PCR, el MNR/PS, la TERS–UJS/PO[48].

Beltrán (2013) ha sostenido que el clima festivo y de efervescencia abierto por el Mundial de Fútbol que tuvo lugar en Argentina en 1978 facilitó el desarrollo de las reuniones de la Federación Universitaria Argentina (FUA). En ese marco, se acordó designar provisoriamente como presidente a Marcelo Marcó de la FM y conformar una Junta Representativa Unificada de la que formaban parte la FJC y el MNR (Gómez, 1995; Beltrán, 2013). Observamos cómo las agrupaciones estudiantiles (legales o no) con una militancia activa en las facultades se comprometieron en la reorganización de los organismos gremiales tradicionales del movimiento estudiantil local.

Sobre la orientación política de las Federaciones se presentaron debates, aunque terminó primando una conducción moderada. La FJC postulaba que la Federación como organismo de «representación natural» de los estudiantes debía participar de un «diálogo» con las autoridades educativas para aportar de manera constructiva al progreso nacional[50]. A pesar del contexto adverso, la izquierda trotskista denunciaba el «participacionismo» de las tendencias que dirigían la FUA y exigía romper con la parálisis existente para enfrentar la política represiva y «limitacionista» del régimen[51].

Entre los puntos sobre los que había acuerdo entre las tendencias políticas se destacaban la búsqueda de la legalidad del movimiento estudiantil y sus organizaciones y, como vimos, la denuncia de las problemáticas gremiales que afectaban al estudiantado. Así, la FUA exigía ampliar la oferta horaria de cursada, incrementar el presupuesto para educación para aumentar el monto y el número de las becas y los sueldos del personal docente y no docente, mejorar el funcionamiento de los comedores, etc.[52]. También era denunciada la cantidad de jóvenes que quedaban afuera de las universidades, proponiendo la eliminación de los cupos de modo que ingresaran todos los que aprobasen el examen[53]. Los petitorios fueron uno de los medios más utilizados para plantear estos cuestionamientos a la política universitaria ante las autoridades[54].

La FUA también denunció la situación de los estudiantes presos y desaparecidos, solicitando su libertad, pero en línea con la posición radical y comunista, condenó el «terrorismo de ambos signos» que había golpeado los claustros universitarios antes del golpe de estado[55]. En el marco del sesenta aniversario de la Reforma Universitaria y en concordancia con la posición previa al golpe de estado, el comunismo (desde la conducción de la FUA) insistió sobre la vigencia de las banderas reformistas[56], afirmando que «la postura democrática y el hondo contenido social de la reforma» podía alumbrar el camino universitario que se encontraba dominado por «absurdas confusiones»[57]. Al respecto, la izquierda trotskista insistía en que la federación debía encabezar la movilización estudiantil contra lo que afirmaban era la «contra–reforma» universitaria de la dictadura[58].

IV. A MODO DE CIERRE

Mediante este artículo hemos procurado colaborar con los estudios sobre la historia de la universidad y el movimiento estudiantil en el pasado reciente argentino, atendiendo al caso de la UBA. No consideramos pertinente extender nuestras observaciones al resto de las casas de altos estudios del país en tanto cada una tuvo (y tiene) actores específicos, dinámicas propias y particulares tradiciones político–académicas. Sin embargo, consideramos que nuestro trabajo permite plantear interrogantes para pensar el proceso de reconfiguración del movimiento estudiantil de la democracia a partir de lo acontecido durante la última dictadura.

Respecto del caso de la UBA, en primer lugar, hemos descripto la militancia activa de los estudiantes miembros de diversas agrupaciones universitarias, vinculadas con partidos políticos de diversa orientación política, que tenían una tradición universitaria previa. A partir del caso de la FAU, reconstruimos la «resistencia activa» del peronismo luego del golpe de Estado y sus dificultades para sostenerla en el marco del terrorismo de Estado. Asimismo, hemos dado cuenta de la actividad de organizaciones de izquierda trotskista, comunista y maoísta, socialistas y radicales en el marco de esfuerzos comunes por sostener el funcionamiento (o recuperarlo) de los órganos gremiales estudiantiles por facultad, a nivel de la UBA y nacional. Lejos de observar el «desmembramiento» del movimiento estudiantil porteño hemos descripto la continuidad de las organizaciones históricas del mismo, de clara tradición reformista, sobre las cuales se estructuró el movimiento estudiantil durante la dictadura. Asimismo, hemos dado cuenta de la valorización de las banderas de la Reforma en clave democrática para cuestionar y/o enfrentar el modelo universitario vigente.

En segundo lugar, hemos descripto una variedad de prácticas e intervenciones estudiantiles por fuera de los límites del orden universitario impuesto por las FFAA. Destacamos a las actividades recreativas y culturales como espacios para la reconstrucción de lazos de solidaridad y compañerismo entre estudiantes. En ese sentido, la UBA no encontró una estructura organizativa que articulara el conjunto de dichas expresiones como sucedió en la Universidad de Chile, pero sí contó con la labor de militantes de diversas agrupaciones que apostaron a la organización de campeonatos deportivos, talleres, pic–nics y fiestas como modos alternativos a los tradicionales del movimiento estudiantil.

Entre dichas estrategias se destacó la de las revistas estudiantiles en tanto fue una experiencia que se inició tempranamente y luego se extendió a lo largo de la etapa dictatorial. En ese marco estudiantes de diferentes generaciones, trayectorias político–ideológicas y académicas se reunían y discutían con militantes orgánicos de las agrupaciones estudiantiles. Si bien en estos años iniciales no es posible identificar, a excepción de la revista de la JUP que apostó a una resistencia rápidamente derrotada, revistas de oposición a la dictadura las mismas se constituyeron como un espacio fundamental, a la vez paralelo y complementario a las organizaciones tradicionales del movimiento estudiantil.

Por último, debemos destacar dos elementos más, interrelacionados entre sí. Por un lado, la centralidad de las reivindicaciones gremiales en la agenda y en los discursos de las tendencias políticas activas del movimiento estudiantil. Las agrupaciones recuperaban la preocupación y la disconformidad del estudiantado sobre las condiciones de acceso y cursada en la UBA. Cada una enmarcaba esta situación de diversos modos, aunque hemos identificado una posición más «dialoguista» con la gestión interventora que no denunciaba la responsabilidad de la dictadura, y otra que sí lo hacía y contextualizaba los problemas estudiantiles en el marco de la intervención, la represión y el plan económico impuesto por las FFAA y sus socios. Por otro lado, hemos dado cuenta que no es posible sostener un total corrimiento al ámbito privado de las inquietudes del alumnado universitario ni el abandono de los claustros por parte de los militantes políticos. En la intervención de estos últimos, los problemas específicos al intentar iniciar y culminar una carrera universitaria fueron centrales y articuladores de sus discursos y repertorios de acción. Así, sostenemos que la dinámica propia de las casas de estudios aparece como una variable fundamental para analizar el proceso de reconfiguración del movimiento estudiantil durante la última dictadura en Argentina.

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Notas

[1] Vila (1985) sostuvo que el rock nacional se constituyó como el movimiento social sobre el cual se volcaron las actitudes críticas o no conformistas hacia el régimen dictatorial. Por su parte, Brunner (1985) declaró la «muerte del Movimiento Estudiantil» producto de la represión de las dictaduras del Cono Sur y de los cambios en los sistemas universitarios de la región.
[2] Aranda Sánchez (2010) diferencia a las masas de Estudiantes que se suman esporádicamente a las acciones de los grupos de activistas con militancia orgánica en alguna agrupación o partido político. El rol de los militantes resulta central para la conservación y actualización de la memoria colectiva del movimiento y de su marco ideológico, el sostenimiento de una actitud vigilante ante los acontecimientos y de las demandas del movimiento, también para orientar las acciones a tomar.
[3] Entrevistas en profundidad realizadas por la autora a estudiantes de la UBA entre 1973 y 1983.
[4] Agradecemos especialmente a Mariano Corbacho que nos permitió consultar su archivo personal compuesto por materiales estudiantiles recolectados en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA entre 1974 y 1981. Sin su colaboración una parte clave de la historia del movimiento estudiantil porteño permanecería en la oscuridad. El resto de los materiales fueron consultados en archivos personales, repositorios online y en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI).
[5] Se han contabilizado, para la totalidad de las universidades nacionales, 3042 detenidos–desaparecidos entre 1974 y 1983 (Rodríguez, 2015; RUVTE, 2019). Para la UBA se construido una nómina de 926 personas que trabajaban y/o estudiaban allí fueron asesinadas y/o desaparecidas entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. Agradecemos la colaboración de Joaquín Seia en el análisis de los datos.
[6] En 1978, el gobierno dictatorial emitía una propaganda televisiva en donde se veía como un estudiante varón, vestido con saco y corbata, tiraba a la basura un volante de una agrupación estudiantil al tiempo que afirmaba «Yo vengo a estudiar» («Yo vengo a estudiar», Opción, n.7, septiembre de 1978, p. 6; Toer, 1988; Pedrosa, 2002; Perel, Raíces y Perel, 2006).
[7] Al respecto, véase Millán (2019).
[8] a) las formas de organización y acción política y gremial que desarrollaron los estudiantes; y b) los posicionamientos político–ideológicos ante la intervención universitaria y la dictadura.
[9] Las reuniones se realizaban de forma «tabicada», por lo que los militantes iban llegando de a uno, siendo «despistados» del camino tomado y de la ubicación donde se desarrollaba el encuentro.
[10] En el transcurso de los años 1976 y 1977 se dieron las principales «olas» de secuestros y asesinatos sobre militantes peronistas de la UBA.
[11] El pic–nic del día de la primavera organizado por el CECEN en 1979 fue interrumpido por la Policía Federal y la totalidad de los asistentes fueron detenidos (Entrevista a J.P. Paz, 2015).
12] «En una universidad en crisis, ¿qué hacen los estudiantes?», Imagen, 1977, s.p.
[13] En Derecho, la Comisión se constituyó durante el año 1977 con la participación de la FJC, la FM y los sectores universitarios del Partido Intransigente y el PST. En Ingeniería y Filosofía y Letras convivieron dos comisiones por facultad. En la primera estaba la CRECEI, orientada por FJC/MOR y la CERCEI, vinculada a FM. En la segunda facultad, existía la CRECEFYL, orientada por agrupaciones trotskistas, y la Pro–CEFYL, promovida y orientada por la FJC con la participación del peronismo y el radicalismo. (Clarín, 06/10/1982, s.p.; Gómez, 1995; Dalmazzo, 1997; Polak y Gorbier, 1996; entrevistas a P. Berrotarán, 2015; P. Alabarces, 2015; Sergio, 2017).
[14] Entrevista a J. Cernadas, 2015.
[15] Entrevistas a V. Cipolla, A. Delich, D. Lazewiki, J.P. Paz, P. Geli, 2015.
[16] Entrevista a A. Romano, 2013.
[17] Entre otros: el Ateneo Universitario Aníbal Ponce (Imagen, 17/3/1978) y el Centro de Estudios de la Realidad Universitaria, CERU, (Imagen, 7–20/12/1979) vinculados al PCA.
[18] Entrevistas a C. Astarita, s.f. y M. Ciaffardini, 2015.
[19] Entrevistas a D. Lazewiki, V. Cipolla, J. Cernadas, Nancy, 2015.
[20] Entrevistas a P. Berrotarán, P. Alabarces, P. Geli, V. Cipolla, 2015.
[21] «Lo que perdimos, lo que debemos ganar», Opción, n. 16, noviembre de 1979, pp. 14–15.
[22] Entrevistas a A. Lettieri, s.f.; P. Mauas, 2015.
[23] Se ha destacado al mundo del rock como espacio de socialización, contención y expresión juvenil durante la dictadura (Vila, 1985; Pujol, 2007; Manzano, 2017). Sánchez Trolliet (2016) postula que el acercamiento entre el mundo estudiantil y el rock durante la última dictadura adquirió una consistencia y constancia que antes no había logrado.
[24] Entrevistas a P. Berrotarán, P. Alabarces, 2015; R. Villarruel, 2017.
[25] Bustelo (2015) estudia la variedad de publicaciones de los universitarios porteños durante las primeras décadas del siglo XX. Las mismas nucleaban a grupos políticos y culturales preocupados por diversos aspectos de la vida profesional, académica y política.
[26] Los primeros números de la revista son parte del archivo personal de M. Corbacho. El n. 1 data de marzo de 1977 y la otra edición no tiene fecha precisa, pero por su contenido corresponde también a 1977.
[27] Disponible en el Archivo Histórico de la Biblioteca de la FCEN y parte del archivo personal de Gabriel Bilmes, a quien agradecemos su generosidad.
[28] El comunismo contaba con una extensa tradición editorial y durante la dictadura impulsó importantes proyectos como Perspectiva Universitaria (Suásnabar, 2001) revista en la cual participaban académicos separados de las universidades, y Aristócratas del Saber, revista estudiantil desarrollada por militantes de la FJC en el Colegio Nacional de Buenos Aires (Garaño y Pertot, 2002; Lewkowicz, 2018; Minghetti, 2019). A nivel de las facultades de la UBA, el comunismo impulsará nuevas revistas por carrera entre 1979 y 1983 (Seia, 2019).
[29] «Editorial», ACD, 1977, p. 1; «Editorial», Interacción, n. 4, octubre de 1979, p. 2; Entrevista a J.P. Paz, 201.
[30] Interacción contenía una breve editorial, notas relativas a la disciplina (entrevistas a exponentes, difusión de actividades científicas, traducción de textos, etc.), difusión de actividades deportivas y culturales en la facultad, juegos y viñetas humorísticas temáticas.
[31] «Editorial», «Resultados de la encuesta», Interacción, n. 4, octubre de 1979, s.p.
[32] Para Arquitectura, el RUVTE detalla 109 detenidos–desaparecidos o asesinados entre estudiantes, ex estudiantes y graduados, y 17 docentes y no docentes. El listado confeccionado en la propia facultad contabiliza 110 casos totales.
[33] «Directivas para las agrupaciones», Evita Montonera, n. 13, abril–mayo de 1976, p. 32; «Crónicas de la resistencia», Evita Montonera, n. 15, febrero de 1977, p. 25.
[34] «Crónicas de la resistencia», ACD, n. 1, marzo de 1977; «Parte de Guerra», Volante, 30/10/1976; Circular del Ministerio de Cultura y Educación con informe de la delegación militar correspondiente a la FAU, 1977.
[35] «Conclusiones 1977», Volante JUP en el Movimiento Peronista Montonero, 1977.
[36] Su Comisión Directiva estaba integrada en 1977 por 4 delegados de FM, 2 de la JUP, 2 de la Lista Unidad (FJC) y 1 de la lista Socialista (PST), según los resultados electorales de 1975 («Atención», Volante CEA, 1977).
[37] En marzo de 1977, las bajas Montoneras registradas ascendían a 2.000, mientras que en agosto de 1978 se contabilizaban 4.500. (Gillespie, 1987).
[38] Las obleas eran rótulos autoadhesivos para cuadernos escolares con inscripciones realizadas en fibra de color. Entre ellas: «Corbacho chupa botas. Te vamos a poner. JUP» (s/f); «Corbacho el Ejército del Pueblo ya llegó. ERP» (s/f); «Mataremos a Corbacho. Atención. Milicias Montonera» (18/09/1976); «Por la defensa de los derechos humanos. Comisión por los derechos humanos y las libertades democráticas de la FAU» (s/f); «Terminar con Corbacho es el fin de los bochasos (sic) Milicias Montoneras» (s/f); «El Gob. de Videla para que estudien los que puedan. Montoneros» (s/f)
[39] Carta del rector Sol Rabasa al decano Mario Corbacho, 19/10/1976; Circular del Ministerio de Cultura y Educación con informe de la delegación militar correspondiente a la FAU remitida por el rector al decano junto con la carta.
[40] Su Comisión Directiva estaba integrada en 1977 por 4 delegados de FM, 2 de la JUP, 2 de la Lista Unidad (FJC) y 1 de la lista Socialista (PST), según los resultados electorales de 1975 (Volante CEA, «Atención», 1977).
[41] Volantes de FAUDI/PCR, Movimiento Reformista–15 de junio/FJC, Grupo Obrero Revolucionario (GOR), Agrupación Universitaria Socialista/PST, CEA, FM, agrupaciones independientes, entre 1976 y 1978.
[42] «¡¡¡No a los cupos!!! ¡¡¡Ingreso para todos!!!», Volante AUS, marzo de 1977; «Organizar la resistencia contra la política educacional», Volante GOR, 1977; «Unidad contra la dictadura videlista», «A un año de dictadura», «Convocamos a luchar contra las medidas limitativas», Volantes FAUDI, 1977.
[43] «Por más exámenes. Por la recuperación inmediata de los parciales», Oblea autoadhesiva MR–15 de junio; «Derogación de la correlatividad entre Historia y Diseño. Firmá el petitorio», Oblea CEA, 1977.
[44] «Atención», «Sin título», Volantes CEA, 1977.
[45] «Firmemos masivamente el petitorio del CEA», Volante FAUDI, 1977; «Ha fracasado una política, es la hora del diálogo y la participación», Volante Agrupaciones reformistas de UBA y UTN, 1977.
[46] Vale aclarar que las agrupaciones comunistas dejaron de utilizar ese sello luego de que tal agrupación fuera ilegalizada y como operación de distanciamiento con el pasado reciente.
[47] Testimonio de Raúl (militante FM), en Polak y Gorbier (1994, 36–37).
[48] «Vuelve la FUBA», Opción, n. 4, junio de 1978, s.p.
[49] Desde 1971 la FUA se encontraba partida en dos, véase Califa (2017).
[50] «¿Qué hacen los estudiantes?», Imagen, n. 6, agosto de 1977, s.p.; «La universidad en el segundo cuatrimestre», Imagen, n. 8, octubre de 1977, s.p.
[51] «Haciendo pito catalán», Opción, n. 3, mayo de 1978, s.p.; «Por la defensa del movimiento estudiantil», Opción, n. 8, octubre de 1978, s.p.
[52] «Los olvidos del ministro», Imagen, n. 14, 21/04–04/05/1978, p. 4; «Catalán: el Martínez de Hoz de la enseñanza», Opción, n. 3, mayo de 1978, s.p.; «La opinión estudiantil», Imagen, n. 14, 21/04–04/05/1978, p. 4.
[53] «Cursos de apoyo y desaliento», Imagen, n 11, 17/02/1978, p. 4; «Vía libre a los que aprueben», Imagen, n. 12, marzo de 1978, p. 4; «Igual que el PRODE», Imagen, n. 13, 06–20/04/1978, p. 5; «Universidad: cada vez menos», Imagen, n. 14, 21/04–04/05/1978, p. 4.
[54] «Vuelve la FUBA», Opción, n. 4, junio de 1978, s.p.; «Petitorio en Psicología», Opción, n. 5, julio de 1978, s.p.; «Por la defensa del movimiento estudiantil», Opción, n. 8, octubre de 1978, s.p.
[55] «Dos ‘casos’ que preocupan», Imagen, n. 20, 01–17/07/1978, p. 4; «Denunció la FUA», Imagen, n. 50, 06–18/10/1979, p. 2.
[56] Sobre el reformismo durante la dictadura, véase Seia (2018b).
[57] «Crónica y vigencia de la Reforma Universitaria», Imagen, 01–15/06/1978, p. 5, 16–29/06/1978, p. 4, 30/06–13/07/1978, p. 5.
[58] «Haciendo pito catalán», Opción, op. cit.

Notas de autor

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