Intervenciones
Activismos feministas y de la diversidad sexual en ciudades no metropolitanas: reflexiones a partir de una etnografía colaborativa
Feminist and sexual diversity activisms in non–metropolitan cities: reflections on collaborative ethnography
Ativismos feministas e de diversidade sexual em cidades não metropolitanas: perspectivas de uma etnografia colaborativa
Activismos feministas y de la diversidad sexual en ciudades no metropolitanas: reflexiones a partir de una etnografía colaborativa
Revista de Extensión Universitaria +E, vol. 14, núm. 20, e0012, 2024
Universidad Nacional del Litoral
Recepción: 27 Abril 2024
Aprobación: 13 Mayo 2024
Resumen: El artículo se propone reflexionar sobre la experiencia de un proyecto de extensión–investigación universitaria de la Universidad Nacional de Rafaela que recupera a la etnografía colaborativa como enfoque teórico–metodológico para la co–construcción de conocimiento. Para ello, se reconstruye el trabajo participativo sostenido con activismos feministas y de la diversidad sexual en las ciudades de Rafaela y Esperanza durante el año 2023 y se reflexiona sobre el uso de dos técnicas para el desarrollo del proyecto: el mapeo colectivo y las narrativas biográficas. La elección de estas técnicas permitió la producción de conocimiento colectivo mediante la recuperación de las experiencias, narrativas y saberes de activistas y la construcción de estado de la cuestión sobre las problemáticas, demandas, acceso, vulneración y prácticas de transformación que atraviesa la ciudadanía en materia de género y sexualidad.
Palabras clave: activismos feministas y de la diversidad sexual, ciudades no metropolitanas, etnografía colaborativa, mapeo colectivo, narrativas biográficas.
Abstract: The article aims to reflect on the experience of a university extension–research project developed at the National University of Rafaela that recuperates collaborative ethnography as a theoretical–methodological approach for the co–construction of knowledge. For this purpose, we describe the collaborative work carried out with feminist and sexual diversity activists in the cities of Rafaela and Esperanza during the year 2023 and we reflect on the implementation of two techniques used to develop the project: collective mapping and biographical narratives. The selection of these techniques facilitated the production of a collective knowledge through the recovery of the experiences, narratives and knowledge of activists, and the construction of a diagnostic analysis on the problems, demands, access, violations, and practices of transformation that concern citizenship in the area of gender and sexuality.
Keywords: feminist and sexual diversity activism, non–metropolitan cities, collaborative ethnography, collective mapping, biographical narratives.
Resumo: O artigo tem como objetivo refletir sobre a experiência de um projeto de extensão-pesquisa universitária da Universidade Nacional de Rafaela que recupera a etnografia colaborativa como uma abordagem teórico-metodológica para a coconstrução do conhecimento. Para isso, reconstruímos o trabalho participativo sustentado com ativistas feministas e da diversidade sexual na cidade de Rafaela e Esperanza durante o ano de 2023 e refletimos sobre o uso de duas técnicas para o desenvolvimento do projeto: mapeamento coletivo e narrativas biográficas. A escolha destas técnicas permitiu a produção de conhecimento coletivo por meio da recuperação das experiências, narrativas e conhecimentos de ativistas e a construção de estado da questão sobre os problemas, as demandas, o acesso, a vulneração e as práticas de transformação que atravessa a cidadania em termos de gênero e sexualidade.
Palavras-chave: ativismos feministas e da diversidade sexual, cidades não metropolitanas, etnografia colaborativa, mapeamento coletivo, narrativas biográficas.
Introducción
El artículo se propone compartir y analizar la experiencia de un proyecto de extensión–investigación universitaria titulado “Mapeo colectivo con organizaciones de Esperanza y Rafaela sobre problemáticas de género”. La iniciativa fue llevada adelante por docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf) junto con organizaciones y colectivos feministas y de la diversidad sexual de dos ciudades no metropolitanas de la provincia de Santa Fe. La propuesta surge de la necesidad de recuperar las voces, saberes y experiencias de estos colectivos. Así, nos preguntamos: ¿cómo habitan los territorios, los transforman, transitan, perciben y recrean los activismos?
El proyecto se propuso dos objetivos: por un lado, reconstruir las agendas de los activismos que transitan y militan en las localidades, como parte de un intento por plasmar y construir narraciones territoriales que no siempre son las dominantes o hegemónicas. Por otro lado, promover espacios de escucha y reconocimiento para tematizar las problemáticas respecto de los géneros y sexualidades emergentes en ambas localidades. Asimismo, cuenta con antecedentes respaldados en diversas acciones llevadas a cabo por quienes integramos la propuesta al interior de la Universidad. Particularmente, se trata de una acción que se sostiene gracias al trabajo realizado en una línea de investigación que iniciamos en 2021 orientada a reconstruir las genealogías de los activismos feministas y de la diversidad sexual en ciudades intermedias del centro de la provincia de Santa Fe. Dos hipótesis constituyen los puntos de partida en los cuales venimos trabajando.
En primer lugar, conjeturamos que las transformaciones del feminismo contemporáneo han reconfigurado las agendas de los activismos, sus estrategias de organización y modalidades de agencia, así como el perfil de sus militantes. Los activismos se presentan como actores clave de la sociedad civil, no solo en el marco de las demandas y estrategias desplegadas en pos de la equidad e igualdad de género, sino también frente al rol que cumplen al monitorear los impactos en el territorio del avance —o no— de las disposiciones legales conquistadas. Estas transformaciones del feminismo contemporáneo pueden delimitarse temporalmente a partir de la configuración de dos “eventos críticos”. Por una parte, en 2015, con la irrupción del movimiento Ni Una Menos; por otra, a partir de 2018 con la formación de la marea verde. Desde entonces, los feminismos potenciaron su presencia pública y proyección nacional (Felitti et al.,2022; Di Marco et al., 2019) y gestaron nuevas agendas de discusión. Este escenario colaboró con la despenalización social del aborto (Burton, 2020), pero también habilitó la reflexión sobre las maternidades deseadas (Abdala, 2021, 2022; Callafel Sala, 2020), el rol de los varones en los feminismos (Stéfano, 2021; Jones, 2022), las relaciones sexoafectivas entre varones y mujeres cisgénero (Felitti y Palumbo, 2023), los efectos de las tecnologías biomédicas y desarrollos farmacéuticos vinculados a la anticoncepción y gestión del ciclo menstrual (Felitti et al., 2022), el rol de las creencias religiosas y espirituales con relación a la sexualidad y reproducción (Santarelli y Anzorena, 2021; Felitti y Abdala, 2022), el cis–sexismo en el sistema de salud y los feminismos (Radi, 2018), entre otros.
Nuestra segunda conjetura es que estas transformaciones y eventos críticos adquieren matices y se encarnan de manera diferencial en contextos no metropolitanos, por eso la delimitación espacial y el trabajo propuesto en las ciudades de Esperanza y Rafaela. Recuperando los antecedentes de los estudios urbanos sobre ciudades intermedias, caracterizamos a las localidades en las que hacemos campo a partir de la categoría de territorialidad “citadina” o “no metropolitana” (Greene y De Abrantes, 2021). Con esta noción se invoca una multiplicidad de ciudades, pequeñas y medianas, que no son ni pueblos ni metrópolis y que pueden encontrar en esta clasificación un modo de ser comprendidas y representadas, en la medida en que presentan algunas variables centrales que configuran el modo de vida de estos territorios “citadinos” (2021, p. 236). Específicamente, retomamos aquellas variables vinculadas a la población y los modos de sociabilidad que se derivan. En las ciudades “no metropolitanas”, el tamaño de la población permite la heterogeneidad, pero no el total anonimato. Un aspecto particular de estos territorios es que la cultura citadina se estructura primordialmente sobre la base de la figura de la persona y no del individuo; así, los vínculos se despliegan entre sujetos que ocupan un lugar relativamente reconocido en la sociedad local. Esta sociabilidad entre desconocidos, que no son anónimos ni extraños, dibuja a su vez una distinción peculiar entre lo público y lo privado (2021, p. 242). La contracara de los lazos estrechos y cercanos se manifiesta en un control social ejercido con fuerza.
En este marco, el proyecto de investigación–extensión se construye a partir del cruce de dos líneas de estudios. Por un lado, el de los estudios centrados en analizar la política sexual del país y los activismos feministas contemporáneos, y por otro lado, los estudios urbanos sobre ciudades intermedias o no metropolitanas. Conjeturamos que la configuración territorial no metropolitana delimita un modo de vida particular que mediatiza el significado de lo político y las formas en que se ponen en juego las disputas en torno a la ciudadanía sexual y, específicamente, las líneas de acción y modalidades de agencia a través de las cuales los activismos procuran introducir y legitimar en la arena pública local sus agendas y demandas. Estos antecedentes y experiencias de investigación constituyeron el piso necesario para la articulación con organizaciones y la planificación y ejecución del Proyecto de investigación–extensión. En este marco, el artículo propone reflexionar sobre la experiencia del trabajo colaborativo con activismos feministas y de la diversidad sexual de la ciudad de Rafaela y Esperanza, y la incorporación de la etnografía colaborativa como enfoque teórico–metodológico para la construcción de conocimiento y la consecución de los objetivos propuestos.
Decisiones metodológicas y modos de acceso al campo
Partimos del supuesto de que todo proceso de investigación es colaborativo, ya que, por definición, supone acuerdos y un intercambio de ideas e informaciones (Katzer y Sampron, 2012). Ahora bien, la particularidad de la “Etnografía Colaborativa” como enfoque teórico reside —recuperando los aportes de Lassiter (2005)— en que explicita los principios de compromiso y la colaboración con los sujetos de estudio como guía para la investigación. En consonancia con esta propuesta, en América Latina un conjunto de autoras (Katzer, Alvarez Veinguer, Dietz y Segovia, 2022; Katzer Molina y Alvarez Veinguer, 2022) definen a la etnografía colaborativa a partir de su carácter colectivo y relacional, donde en el encuentro (intersubjetivo) se reconocen otros saberes–haceres–sentires que permiten dotar de centralidad al grupo frente al individuo: hacer en común. La etnografía colaborativa es concebida como un proceso dialógico en los que “la intersubjetividad e intercorporeidad de la etnógrafa procuran mantener un continuo intercambio lo más horizontal posible de saberes–haceres y de sentipensares de doble vía con la o las comunidades con las que colabora y se compromete” (Katzer Molina et al., 2022, p. 17). Esta doble vía va desde la “co–formulación del problema a investigar hasta la co–autoría de los resultados obtenidos” (Katzer Molina et al., 2022, p. 16). Ello implica proponer otro modo de abordar las prácticas investigativas y sus vínculos con la extensión.
En el marco de una etnografía colaborativa, recuperamos dos técnicas para el desarrollo del proyecto: el mapeo colectivo y las narrativas biográficas. La elección de estas técnicas nos permitió co–construir conocimiento mediante las experiencias, narrativas y saberes de lxs activistas y producir un estado de la cuestión sobre las problemáticas, demandas, acceso, vulneración, y prácticas de transformación que atraviesa la ciudadanía en materia de género y sexualidad.
Una dimensión que en el plano metodológico es importante destacar tiene que ver con el modo de acceso al campo y las particularidades para construir vínculos de confianza con nuestrxs informantes. Ello no es un aspecto menor, ya que entendemos que son un reflejo de los modos de sociabilidad característicos de las ciudades donde hacemos campo. Quienes integramos el equipo de investigación–extensión nacimos y vivimos hasta terminar la escuela secundaria en las ciudades de Rafaela y Esperanza. Luego migramos, para realizar estudios universitarios, a ciudades metropolitanas como Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. El regreso, después de más de diez años, y el volver a habitar nuestras ciudades de origen fue a partir de comenzar a trabajar como docentes e investigadoras en una universidad de incipiente creación, la UNRaf. Esa trayectoria delineó una posición de “natividad parcial” respecto al entramado relacional indagado. Es decir, por un lado, somos reconocidas por parte de nuestrxs interlocuotrxs como personas que ocupan un lugar relativamente reconocido en la sociedad local. A saber, nos identifican en función de nuestros apellidos y vínculos familiares, las escuelas a las cuales fuimos y los grupos de amistades al cual pertenecemos. Aunque, por otro lado, la experiencia de haber vivido tantos años fuera nos coloca en una posición de cierta distancia respecto de acontecimientos locales relevantes acontecidos en los últimos años; especialmente, en lo que refiere a lo que podemos denominar “el contexto de masificación de los feminismos”. Al mismo tiempo, el “pertenecer a la distancia” fue condición de posibilidad para desnaturalizar ciertas lógicas de sociabilidad de los modos de hacer política feminista en estos territorios de carácter no metropolitano.
Quienes veníamos haciendo trabajo de campo con activistas en ciudades metropolitanas, difícilmente nos encontrábamos con resistencias a la hora de establecer contactos para realizarlas o participar de actividades y de espacios por donde circula la militancia. Por lo general, lxs militantes quieren hablar, contar sus historias, y el encuentro con investigadorxs es visto como un modo de adquirir visibilidad. Para nuestra “sorpresa”, generar los primeros contactos y encuentros con militantes feministas y de la diversidad en las localidades de Rafaela y Esperanza no fue una tarea sencilla. Conseguir los números de teléfonos, coordinar llamadas telefónicas y pautar entrevistas devino en un proceso donde tuvimos que construirnos como personas confiables y “compañeras”. En ese proceso comprendimos que era necesario que nos identifiquen como aliadas, que nos vean “poner el cuerpo” en las movilizaciones y espacios de sociabilidad feminista. Es que asumirse públicamente como feministas en estas localidades tiene sus costos, si consideramos la fuerte presencia de población católica, con tradiciones y modismos de raigambre histórica inobjetables, con modos de vinculación donde las diferencias pueden tomarse “personales”.
Como expusimos previamente, en las ciudades “no metropolitanas” el tamaño de la población permite la heterogeneidad, pero no el total anonimato. La contracara de los lazos estrechos y cercanos se manifiesta en un control social ejercido con fuerza y la pregnancia del chisme como un mecanismo de control de la sexualidad. Frente a este contexto, dar testimonio y compartir experiencias de militancia supone una alta exposición que requiere, para ser llevada a cabo, de la construcción de una relación de confianza, hospitalidad y escucha. Por ello, insistimos en que hubo todo un trabajo previo de encuentros informales en espacios públicos de las ciudades para volver a tomar contacto, compartir la propuesta y, ya más avanzadas, revisar los objetivos en función de los intereses y expectativas de las organizaciones. Reiteramos que estas reuniones previas fueron sumamente importantes para construir lazos de confianza que garanticen su presencia y participación en los encuentros ya vinculados al mapeo.
El trabajo de mapeo colectivo puede ser concebido como un proceso de creación capaz de subvertir y problematizar la enunciación y los relatos dominantes sobre el territorio para dar lugar a la reflexión y a nuevas narrativas posibles. La realización del mapeo colectivo se vale de diferentes recursos como “dispositivos múltiples” (Risler y Ares, 2013) consistentes en creaciones y soportes gráficos y visuales que se mixturan con dinámicas de discusión y debate. Cabe destacar que con el equipo de investigación–extensión definimos algunos recursos que operarían como puntapié para la apertura a las conversaciones, los cuales se vieron trastocados a lo largo del ejercicio del mapeo y decantaron también en otro tipo de dispositivos a incorporar. Utilizamos distintos recursos que interpelen y permitan circunscribir eventos, lugares y experiencias significativas. Por un lado, trabajamos con ilustraciones prediseñadas y pictogramas relativos a sucesos de la ciudad como actividades culturales, políticas públicas, normativas, acciones estatales, movilizaciones y femicidios. También, recurrimos a publicaciones en redes sociales (Instagram, Facebook y comunicados de prensa) de las propias organizaciones, y notas de la prensa local sobre acontecimientos relevantes en las ciudades. Asimismo, construimos una guía de preguntas para cada uno de los ejes que operaron como guías para ordenar los relatos vinculados a prácticas, luchas y reivindicaciones de estos colectivos, tales como: 1) cuestiones vinculadas al ejercicio de derechos sexuales y (no)reproductivos: accesos, garantías y vulneración de los mismos; 2) acontecimientos significativos a nivel local vinculados a violencia por razones de género: acciones para su erradicación, casos de feminicidios, situaciones de abuso en contextos escolares, y problemáticas que emerjan del intercambio en los talleres; 3) lugares emblemáticos considerados como espacios de organización, transformación y visibilización de los activismos.
Sobre la base de estos dispositivos y guías de trabajo, en un primer momento, nos habíamos propuesto realizar un mapeo de caracterización temporal y espacial. Se apelaba a indagar los vínculos e impactos entre un plano temporal (línea de tiempo) y uno espacial (plano de las ciudades) sobre tres ejes: eventos significativos en la ciudad, hitos de las organizaciones y acontecimientos biográficos significativos de las propias activistas. Es decir, nos proponíamos establecer conexiones espacio–temporales entre acontecimientos significativos de la propia ciudad, las organizaciones y la trayectoria biográfica de las activistas. Como es de esperar en este tipo de proyectos colaborativos, esta propuesta se fue transformando en los distintos encuentros que tuvimos con las organizaciones.
En el caso del trabajo con la organización de la localidad de Esperanza, la dimensión espacial quedó relegada, ya que en los encuentros emergió en un primer plano la necesidad de narrar colectivamente la historia de la organización —recuperar las actividades realizadas a lo largo de los años— a partir de entrelazar las historias personales y los devenires feministas de cada una de las integrantes. Con respecto al mapeo realizado en la ciudad de Rafaela, y dada la experiencia previa en la cual la dimensión temporal adquirió relevancia para delimitar diversos hechos en el movimiento feminista local, el objetivo estuvo hacia allí dirigido. Sin embargo, en el decurso de la propia discusión que fuimos entablando surgió la necesidad de intervenir el plano de la ciudad, identificando barrios y zonas donde se emplazaban referentes y militantes históricos de la localidad, lugares emblemáticos e intervenciones significativas llevadas a cabo por los propios activismos. En términos generales, y pese a las especificidades del trabajo con las organizaciones de ambas localidades, los resultados de los encuentros derivaron en la construcción de mapeos donde se señalaron conexiones espacio–temporales entre eventos de carácter relevante en términos de problemáticas de género y política sexual, acontecimientos biográficos significativos de lxs militantes y la historia de cada organización.
Uno de los emergentes del ejercicio de mapeo fue la motivación —por parte de lxs activistas feministas— de trazar sus recorridos en cada localidad a modo de línea histórica, para recuperar y visibilizar las memorias de estos espacios. En esta dirección, los activismos advertían que no existía algo así como una historización de las actividades, demandas, luchas o propuestas desarrolladas en las localidades. No contar con ese registro invisibilizaba, hasta para ellxs mismxs, la multiplicidad de acciones desarrolladas como las diversas estrategias también efectuadas para instituirse y posicionarse en la arena pública local. Ello transformó la propuesta inicial en el propio transcurrir del mapeo y fue posible recuperar ciertos “hitos” de cada localidad vinculadas a problemáticas de género y sexualidad; diversas acciones desarrolladas, en algunos casos producto de hechos trágicos (como feminicidios); actividades impulsadas también por el Estado, etc. Igualmente, constituyó una instancia de transformación para las propias organizaciones en sus relaciones entre ellas, producto de rispideces o conflictos que habían tenido en el pasado.
En paralelo, pero como parte del ejercicio de mapeo, nos valimos del método de las narrativas biográficas a partir de considerar la perspectiva del enfoque biográfico (Arfuch, 2002). Las narrativas formaron parte de los espacios de encuentro y permitieron la elaboración de tramas que anclaron sus prácticas activistas a sus propios devenires biográficos. Por medio de una serie de preguntas disparadoras vinculadas a los momentos vitales de cada una, se fueron construyendo y socializando historias de vida tramadas a sus prácticas como activistas. El uso de esta perspectiva fue un aspecto clave para repensar el lugar de la historia y la memoria política local, tal como referimos en el próximo apartado.
Como hemos señalado, la práctica del mapeo se concibe como una instancia reflexiva, de encuentro, que más allá de contener una fundamentación metodológica, una guía y propuesta inicial con objetivos propios, guarda siempre un “resto” de espontaneidad, de apertura frente a lo que puede acontecer en el espacio de encuentro y diálogo. Por ello, va produciéndose sin posibilidad de anticiparlo todo. La flexibilidad se asume como característica intrínseca y ello exige una actitud de apertura frente a emergentes posibles.
Emergentes y construcción de líneas futuras de indagación
La etnografía colaborativa en tanto apuesta teórica–metodológica nos permitió reflexionar sobre tres aspectos que pueden ser pensados como “hallazgos”. Cabe mencionar que no nos detenemos en esta oportunidad en la sistematización del material resultante de los encuentros. Más bien, consideramos algunos derroteros posibles que operan de manera transversal para pensar nuestras prácticas extensionistas y de investigación en el marco de nuestro trabajo con organizaciones feministas y de la diversidad.
En primera instancia, interesa considerar el rol de una universidad pública y su interacción con los activismos. Las Universidades vienen hace décadas impulsando agendas de género y produciendo vínculos con colectivos y organizaciones de género y la diversidad. La institucionalización de espacios e instancias de diálogo con otras instituciones como representa la Red Interuniversitaria por la Igualdad de Género y contra las Violencias (RUGE) en el marco del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), así como la implementación de la Ley Micaela, constituyen ámbitos que afianzan y promueven agendas de género al interior de la Universidades. A ello sumamos las diversas estrategias que las mismas asumen de manera particular, frente a los contextos y emergentes de sus territorios, y las propias redes y alianzas fuera y al interior de la institución (Dionisio y Cravero, 2021).
En sintonía con el proceso inicial anclado a los contactos iniciales —referenciado en la reflexión metodológica—, uno de los principales “temores” que sobrevolaba para quienes integramos el proyecto se vinculaba a los imaginarios que podrían pesar acerca de “La Universidad”. Nos preguntamos: ¿qué imaginarios sobre la Universidad tenían los activismos? ¿Qué experiencias pasadas podían tener con la institución? ¿Desde qué lugar nos posicionaríamos como “representantes” de esta? Uno de los principales desafíos epistemológicos y éticos para el encuentro con las organizaciones supuso poder ir “desde” la Universidad, pero “más allá de ella” y en cierto modo, desterrar la “sospecha inicial” respecto a qué haríamos con los resultados de la intervención. Por ello, en consonancia con los presupuestos de la etnografía colaborativa, las discusiones y los recaudos a la hora de pensar los vínculos estuvieron signados por corrernos del lugar de “conocimiento legitimado”, para propiciar instancias de conversación y puestas colectivas desde los saberes que cada cual, desde sus espacios de militancia e intervención, posee.
En este recorrido nos encontramos con instancias que actuaron como “facilitadores” y que sin dudas se retrotraen a circunstancias previas donde lxs activistas ya habían tejido relaciones. Una de las experiencias recordadas fue la participación en la formación gratuita que brindó la Universidad en convenio con el Ministerio de Igualdad, Género y Diversidad de la provincia de Santa Fe a través de la “Diplomatura en acompañamiento y abordaje territorial de situaciones de violencias por razones de género”. En este marco, algunas de quienes integramos el Proyecto de mapeo formamos parte del plantel docente de dicha Diplomatura, lo cual actuó como instancia primera de “reconocimiento”. Muchas de nosotras habíamos sido identificadas y vinculadas desde el trabajo y compromiso con las problemáticas de género y diversidades desde el espacio académico. Asimismo, algunas de las integrantes de la presente propuesta, durante los últimos años nos hemos sumado a espacios de organización feministas, puntualmente para la organización de actividades desarrolladas para las fechas que marca la agenda feminista a nivel nacional (8M, 3J, 25N), por lo tanto, habíamos compartido algunos espacios de articulación y nos conocíamos de manera previa.
Reforzar la articulación Universidad y organizaciones de la sociedad constituyó un objetivo primario, por ello el encuentro con lxs activistas de la ciudad de Rafaela se desarrolló en el Campus de la Universidad. Esta decisión fue un modo de “acercarlxs” a un espacio de orden público que, en este caso, era también desde dónde se convocaba la propuesta. La mayoría no conocía el Campus y algunxs pocxs, si bien son actualmente “estudiantes”, lo hacen desde la modalidad de educación virtual, de manera remota e individual. Por ello, la convocatoria al Campus generó buena disposición y agrado. Observamos, en cuanto a la recepción de la actividad y el espacio físico en el que se desarrolló, que propició el intercambio e incluso el debate y puesta en común de puntos de vista diversos por parte de los activismos feministas y de la diversidad, o por decir de otra forma, habilitó la discusión acerca de temas que tiempo atrás habían generado controversias hacia el interior de estos. En este marco, podría pensarse que una actividad convocada y realizada en/por la Universidad permitió el encuentro en un espacio “neutro” — como nos mencionaron algunxs activistas— o incluso “nuevo”; es decir, un espacio físico que no es el que venía reuniendo a las distintas organizaciones y/o que no era un punto de encuentro para la reflexión y problematización desde la grupalidad.
En el caso de Esperanza, la decisión respecto del espacio a utilizar fue propuesta por las militantes de la colectiva con la que trabajamos como gesto ante su condición de “locales”. Para ello, realizaron gestiones para llevarla a cabo en un Punto Violeta3 de la ciudad. La posibilidad de desarrollar el mapeo en esta locación tenía el objetivo por parte de la colectiva de hacer uso de un espacio público que —según sus apreciaciones— suele permanecer inutilizado. Solicitar su uso y ocuparlo para la actividad del mapeo fue también el modo que encontró la organización para visibilizar su trabajo militante en materia de género y diversidad en el espacio público local.
Es importante considerar que, en el caso de Esperanza, dado que se trataba de una sola organización, la opción de elegir el espacio era una posibilidad que en Rafaela se dio de manera diferente, ya que había más organizaciones presentes. Por ello, también el trabajo al interior de la Universidad, puede decirse que operó como territorio “neutral”. Algunas de las reconstrucciones de la historia en clave genealógica de los colectivos y organizaciones nos dan pistas para considerar el flujo y recorridos singulares de lxs militantes que han transitado en ocasiones distintos espacios de discusión política. En oportunidades estos transitares han implicado desencuentros políticos y distanciamientos entre activistxs, fundación de nuevos espacios y nuevas alianzas, en otros casos también emergieron experiencias más solitarias. De aquí que la propuesta de encuentro en la Universidad operó desde cierto lugar de neutralidad acompañado a su vez por un contexto político nacional que también “convoca”. Nos referimos a las elecciones del año 2023, fundamentalmente presidencial, donde los discursos de algunos candidatos que ocupaban la escena política pusieron en discusión y hasta se pronunciaron contra los derechos y las conquistas que los propios colectivos y organizaciones de género y la diversidad sexual han venido sosteniendo y promoviendo. El auge del “liberalismo” y la amenaza frente a los derechos conquistados de ser cercenados, discutidos o neutralizados, “convoca” al diálogo, y —en esta escena— la universidad se abre camino. Esta es vista como espacio “neutral”, capaz de operar como mesa para el intercambio, diagnóstico de situación y posibilidades futuras de acción conjunta y que además “se interesa” por estas problemáticas. Ello también ha sido parte de cierta sorpresa por parte de lxs integrantes de las organizaciones. Preguntas como: “¿A ustedes les financian esto?” nos permitió darnos cuenta que para las propias organizaciones el trabajo con la Universidad podría ser significativo. El compromiso desde una institución pública por las prácticas, debates y militancias constituyó una apertura hacia el trabajo conjunto y habilitó un espacio de escucha y de reflexividad hacia sí mismas. Además, para quienes nos encontramos trabajando en la institución desde los ámbitos de la docencia, la investigación y la extensión, llevar a cabo estos proyectos también era político y fue reconocido como tal por las organizaciones. Esta politicidad también se materializa en las diversas líneas y espacios de acción en el ámbito académico, las cuales somos conscientes, forman parte de un movimiento instituyente que procura sentar antecedentes en una Universidad que no tiene más de diez años de creación.
Una segunda línea que ha operado como emergente, vinculada a generar un espacio para la reflexividad y escucha, estuvo dada por dos aspectos que se entraman. Por un lado, lo vinculado a recuperar hitos biográficos en las tramas discursivas, las agendas y prácticas militantes de los propios activismos a partir del enfoque biográfico adoptado. Recuperar aquí la experiencia es un gesto que la propia historiografía ha posicionado y politizado, sobre todo el feminismo, que discute con los modos en que ha operado la representatividad en la historia y los procesos de reconocimiento y exclusión que recae sobre los grupos subalternizados. De aquí que la apuesta, tal como propone Collin (2006), responda a rehabilitar el papel en la historia, la agencia y la participación en la práctica colectiva, más allá de la “historia dominante”. En esta dirección, la reconstrucción de hitos biográficos que entraman la experiencia se asumen como zona política, lugar de disputa y práctica performativa, productora de subjetividad (Passerino, 2016). Esta reconstrucción de hitos biográficos articula en la narrativa prácticas que operan de modo argumentativo y hacen mella en las prácticas de militancia en los espacios estudiados. Repensar los espacios biográficos es un modo de construcción de la historia anclada a la polifonía, y a no reducir la temporalidad al acontecimiento (Collin, 2006), donde la experiencia no es algo que “se tiene”, sino más bien desde la cual los sujetos se constituyen (Scott, 2001). En esta clave interpretamos la relevancia de algunas experiencias narradas por nuestras interlocutoras que se constituyen en acontecimientos biográficos significativos (Leclerc–Olive, 2009) y fundantes en su devenir feministas. Algunas de estas experiencias que emergieron de los encuentros se encuentran en el convertirse en madre, percibirse como víctima de violencia de género, vivir muy cercanamente la muerte de una mujer por un aborto clandestino, así como vivir una sexualidad no heteronormada.
El otro aspecto, que también forma parte del ejercicio colectivo de reflexividad propuesta por la etnografía colaborativa y de los propósitos de las acciones que venimos llevando a cabo con el equipo, ha sido la importancia y la necesidad por parte de las organizaciones de construir una memoria histórica local. Las prácticas de militancia son espacios de sostenimiento colectivo que se entraman a la vida de las personas, dinámicas, preocupaciones y quehaceres cotidianos, laborales y propios del sostenimiento de la vida. De aquí se derivan las dificultades que encuentran también lxs militantes por “sostener” los espacios: hallar momentos para las reuniones, generar actividades y propuestas que excedan las fechas emblemáticas del movimiento feminista, y que atienden a emergentes cotidianos locales y problemáticas y situaciones específicas del contexto regional, provincial y nacional. Frente a las dificultades y esfuerzos que supone sostener la militancia, la actividad del mapeo se constituyó como un espacio de encuentro entre distintas organizaciones que hacía tiempo que “no se veían las caras”. Este encuentro habilitó la cocreación de un espacio para narrar(se), hacer reflexivo el trabajo colectivo que, en retrospectiva y en el ejercicio historiográfico, permite poder pensar una memoria histórica local vinculado a los activismos feministas y de la diversidad en las ciudades.
Esta necesidad de las propias organizaciones se articula con el objetivo de nuestra línea de investigación–extensión en cuanto a privilegiar el análisis de las dinámicas locales y no metropolitanas a la hora de abordar los activismos feministas. Recuperar los eventos significativos de los feminismos en los territorios permite contribuir a la construcción de una narrativa local, no metropolitanocéntrica sobre los feminismos. En este sentido, el mapeo nos habilita a explorar cómo se entraman eventos que marcan la narrativa del feminismo contemporáneo, como el Ni Una Menos en 2015 y la marea verde inaugurada por la discusión del aborto en 2018, con acontecimientos locales que marcaron un parteaguas en la agenda y en los modos de acción pública de las organizaciones feministas con las que trabajamos. Por ejemplo, la historia del activismo feminista en Esperanza no puede pensarse sin la conmoción social que suscitó el feminicidio de la adolescente Agustina Imvinkelried en el año 2019. En el caso de Rafaela, el asesinato de la militante y ex presa política de la dictadura Silvia Suppo en marzo de 2010.
Este espacio habilitador de la reconstrucción de la propia historia ha sido especialmente agradecido por lxs integrantes, y también ha incidido en la propia necesidad por parte de estos de trabajar en la memoria local, una memoria que requiere del intercambio y reconstrucción colectiva que la modalidad de encuentro propició. Como referían algunas de las integrantes de una colectiva al finalizar el encuentro:
“Porque hay cosas que van saltando de ahí, bueno, creo que nos damos cuenta cómo funcionamos realmente en los grupos, porque somos una memoria colectiva. No todas nos acordamos de todo, pero entre todas construimos el relato general (…). Hicimos muchas cosas, hicimos muchas cosas y siempre estamos pensando en hacer otras”.
En esta dirección, pensar la propia historia es un gesto político que arremete contra la trampa patriarcal, es decir, los intentos por “mostrar nuestras luchas en forma fragmentaria, desvinculándolas de devenires históricos colectivos donde inscribir las conquistas del presente” (Busaniche et al., 2023, p. 8).
Reflexiones finales
A lo largo del artículo compartimos reflexiones colectivas sobre la experiencia de un proyecto de extensión–investigación universitaria con activismos feministas y de la diversidad sexual de las ciudades de Rafaela y Esperanza durante el año 2023. Específicamente, reparamos en la potencialidad de la etnografía colaborativa como enfoque teórico–metodológico para la co–construcción de conocimiento. Esta propuesta implica estar alertas a los emergentes propios del transcurso del trabajo de campo, obliga a revisar las técnicas metodológicas propuestas y, principalmente, introduce en el corazón de los proyectos las responsabilidades y compromisos éticos y políticos entre los diversos grupos que participan. Esto supone, en primer lugar, partir del establecimiento de un principio de simetría entre las voces de quienes pertenecen al campo académico y aquellos colectivos y comunidades con los que se trabaja. Se trata de considerar a estos últimos no como simples objetos de conocimiento, sino como sujetos con voz, con presencia, con deseos y proyectos propios (Katzer, 2022, p. 14). Como desarrollamos a lo largo del texto, esta propuesta metodológica nos invitó a reflexionar y acompañar, a partir de una propuesta de extensión/articulación con la comunidad y del ejercicio de mapeo, a grupos activistas feministas y de la diversidad sexual en la recuperación de su memoria histórica, propiciando capacidades críticas comprensivas de su propias realidades y experiencias biográficas. En este marco, la Universidad adquiere aquí un lugar central en la promoción de espacios colaborativos en pos de ampliar los horizontes de igualdad en materia de género y sexualidad.
Referencias
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Notas
Información adicional
Contribución del autor/a (CRediT): Conceptualización: Abdala, L., Passerino, L. M., Zenklusen, D. y Batiston, V. Investigación: Abdala, L., Passerino, L. M., Zenklusen, D. y Batiston, V. Metodología: Abdala, L., Passerino, L. M., Zenklusen, D. y Batiston, V. Administración del proyecto: Passerino, L. M. Redacción – borrador original: Abdala, L., Passerino, L. M., Zenklusen, D. y Batiston, V. Redacción – revisión y edición: Abdala, L., Passerino, L. M., Zenklusen, D. y Batiston, V.
Biografía del autor/a: Leila Abdala: Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Profesora adjunta de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Nacional de Rafaela (UNRaf). Sus líneas de investigación son los estudios de género, sexualidad y salud, con foco en los estudios socioantropológicos de la reproducción.
Biografía del autor/a: Leila Martina Passerino: Doctora en Ciencias Sociales (UBA). Investigadora adjunta del Centro de Investigación y Transferencia Rafaela (CONICET y UNRaf). Profesora asociada de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNRAf. Sus líneas de investigación son los estudios de género, sexualidad y salud, con foco en procesos de salud/enfermedad/atención/cuidados, ciudadanía y derechos sexuales.
Biografía del autor/a: Denise Zenklusen: Doctora en Antropología (UBA). Investigadora Asistente del Centro de Investigación y Transferencia Rafaela (CONICET y UNRaf). Profesora asociada de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNRaf. Profesora adjunta regular de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER). Sus líneas de investigación son las migraciones y las movilidades en ciudades intermedias desde una perspectiva de género.
Biografía del autor/a: Victoria Batiston: Licenciada en Comunicación Social. Becaria doctoral del Centro de Investigación y Transferencia Rafaela (CONICET y UNRaf). Profesora adjunta en la Facultad de Ciencias Sociales y Humanidades de la UNRaf. Sus líneas de investigación están relacionadas al estudio de prácticas sociocomunitarias de comunicación en medios tradicionales y nuevos medios digitales, desde un enfoque de derechos humanos y de género.