Sujetos y relaciones en extensión universitaria /

Reseñas

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Reseña / Cultura, nación y pueblo: La extensión universitaria en la UNAM (1910–2015)

 

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Cano Menoni, A. (2019). Cultura, nación y pueblo: La extensión universitaria en la UNAM (1910–2015).
IISUE. ISBN: 978–607–30–1950–7.

Por María Ingold Leguísamo

Universidad de la República, Uruguay

mingold@litoralnorte.udelar.edu.uy

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Hay aspectos de la realidad que a simple vista se aprecian. Otros, en cambio, son opacados por alguna sombra y cuesta más aprehenderlos. Hace falta una mirada aguda y paciente para descubrir el verde y las espinas que se esconden en lo oscuro. Este es el mensaje que impregna a Cultura, nación y pueblo: la extensión universitaria en la UNAM (1910–2015), desde la foto de tapa hasta las conclusiones. De manera que esta reseña no puede comenzar más que agradeciendo al autor por el volumen y la calidad de los elementos que pone a disposición y que constituyen una verdadera carta de navegación, tanto para atravesar la compleja historia extensionista de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cuanto para ingresar en las profundidades de la tradición latinoamericana de universidad. Como suele suceder con los mapas, al leer esta obra resulta casi irresistible la tentación a preguntarse en qué lugar podrían entrar las acciones que cotidianamente se desarrollan aquí o allá, dónde podrían ubicarse los debates que hoy por hoy se procesan en tal o cual institución universitaria. En el texto, precioso por su forma agradable y sus sólidos fundamentos, Cano Menoni aborda la extensión en tanto “proceso político–social”, lo que amplifica la potencia de su contribución y hace de su lectura la ocasión para un diálogo. En el intento de aprovechar tal oportunidad, se exponen aquí algunas notas tomadas en cuanto a dos cuestiones medulares: los sujetos y las relaciones en la extensión.

 

 

El espectro y los espectros

En la página 63, luego de una suerte de caldeamiento bien logrado entre el prólogo, la introducción y la primera parte, el libro entra de lleno en el derrotero extensionista de la UNAM, ocupándose en detalle de los siete momentos que considera “nodales”, es decir, momentos en los que se producen “acontecimientos generadores” en el sentido propuesto por Remedi, y que se suceden en un flujo complejo entre “legado y creación”. Seguidamente, profundiza en la realidad actual de la extensión en la UNAM, recurre a la imagen del “espectro” para reflejar el carácter no monolítico del proceso, habida cuenta de su composición heterogénea que incluye: difusión cultural, servicio social, vinculación con el sector productivo, estudio de los grandes problemas nacionales y apoyo al desarrollo nacional, comunicación social (y, en ocasiones, llega a incluir políticas de bienestar universitario). Esta diversidad relativamente dispersa dentro del espectro deja en evidencia la naturaleza política del concepto detrás del término “ambiguo y polisémico” de extensión.

La noción de espectro funciona para pensar el conjunto de prácticas que hace a la extensión así como para analizar la variedad de sujetos que participa en ellas y de relaciones que se tejen en su marco. Para desentrañar esta densidad de conexiones, a lo largo de todo el texto se introducen —con un gran sentido de la oportunidad— numerosas ideas de otros/as autores/as que favorecen la comprensión del fondo del asunto, al tiempo que denotan la calidad del estudio. Un amplio espectro que comprende, entre tantísimos/as otros/as, a: Gramsci, Freire, Carlevaro, Ribeiro, Bourdieu, Castoriadis, Vasconcelos, Mondolfo, Casanova, Zea, Altamira, y donde —valga el apunte para mantener la alerta y continuar aprendiendo— aunque se retomen los aportes de algunas mujeres como Buenfil o Stolowicz, la mayoría de las referencias sigue siendo de varones.

 

 

Espectro de sujetos

La reconstrucción histórica que hace el libro muestra la multiplicidad de sujetos que se involucra en la extensión universitaria y cómo, según los énfasis que caracterizan a cada momento, se van moviendo los protagonismos, tanto al interior de la universidad como entre los actores no universitarios con quienes se entablan relaciones a propósito de esta función.

Al interior: primero las juventudes ateneístas y luego el movimiento estudiantil —insistente— a lo largo del tiempo, formando parte de los distintos procesos de politización —“desde arriba” y “desde abajo”— que han atravesado a la UNAM y que permiten vincular a la extensión con las disputas por autonomía y democracia universitaria. La participación estudiantil, el extensionismo militante, se mantienen con dinámica centralidad hasta 1945 y retornan con bríos revolucionarios durante la década del 60. Entre 1945 y 1960, período en que la extensión se institucionaliza como difusión cultural y toma el lugar de categoría residual donde entra todo lo que no cabe en enseñanza o investigación, no se ve al estudiantado en el centro de la escena. Tampoco después, desde los ’70 hasta entrados los 2000, tiempos en que, desmantelado el movimiento estudiantil, se suceden la modernización conservadora primero y el paradigma de vinculación universidad–empresas. Al leer los pasajes relativos a estos momentos, da la sensación de que sin la potencia estudiantil la extensión se queda como un verbo abandonado, sin sujeto. Prevalecen las referencias a la profesionalización, a lo administrativo y tecnocrático, pierde corporalidad y queda el sujeto prácticamente omitido, como señal de la despolitización.

Si en la gama interna, cuando los sujetos son fuertes y explícitos, la tonalidad es claramente la estudiantil, hacia afuera el espectro de sujetos tiene una mayor dispersión relativa. Por un lado: la orientación obrerista y agrarista del momento fundacional; la relevante posición que en los tiempos agitados y fermentales asumen colectivos sociales, organizaciones y sindicatos; la referencia a los barrios populares, el interior o las zonas alejadas; las alusiones, más generales pero siempre en el mismo sentido, al pueblo o las masas, e incluso, con mayor proyección, a los pueblos de América Latina. Al otro extremo, podrían ubicarse el sector productivo o, más directamente, las empresas. Entre medio: las entidades públicas, programas sociales, otros subsistemas del sistema educativo, significantes densos y envolventes como el de nación, y otros más difusos, que podrían pretenderse neutros, tales como el ambiente social. Una de las citas de Casanova es ilustrativa en este sentido al enumerar la variedad de actores que incide en la vida universitaria actual: actores políticos, el empresariado, la prensa, grupos de poder, la intelectualidad. Queda claro, entonces, que cuando se habla de la extensión como la relación entre universidad y sociedad, la letra chica es sustancial y determina totalmente el cuerpo del texto.

 

 

Espectro de relaciones

En materia de relaciones, el espectro es amplio y podría decirse que oscila entre la unidireccionalidad y la reciprocidad. De una parte, posturas que sobreestiman la capacidad universitaria y subestiman la de sus interlocutores, cosificándolos en mayor o menor medida, y dando origen a relaciones mesiánicas y colonizadoras del tipo: civilizar, normalizar lo inferior, regenerar al proletariado, elevar su nivel espiritual, concederle donaciones. Hacia el otro lado: relaciones de diálogo basadas en la educación popular y la participación, y en alguna época aún más, en el sentido de pertenencia a un proyecto político común —a la universidad y al pueblo— y de orden superior. Entre ambos extremos, una enorme diversidad de formas de relacionamiento: acercar la cultura a quienes no tienen acceso, proyectar la cultura, descentralizar; educar al pueblo; transmitir, difundir, comunicar, de forma más o menos politizada; prestar un servicio social o comunitario; divulgar ciencia; colaborar; brindar asesoramiento técnico; asistir; orientar; transferir tecnologías. Por momentos prevalecen las relaciones que implican fuertemente el contacto con el pueblo, con la cultura de masas; en otros, el protagonismo va para el sector productivo y los vínculos que se enfocan en él, pero también las relaciones con el Estado y los gobiernos hacen al conjunto de enlaces presentes en la extensión. Hay acciones que entran en el espectro extensionista y que tienen particular relevancia, como es el caso de los estudios de los grandes problemas nacionales, donde se hace preciso escudriñar para identificar las relaciones que ello puede suponer. Tales estudios pueden ser más afínes a la referida unidireccionalidad con una universidad que desde la cúspide investiga y ofrece su veredicto, o más afínes a la mencionada reciprocidad con una universidad capaz de construir conocimiento junto con los actores sociales. Omitir las diferencias sustantivas que hay entre unos y otros tipos de relación es otra forma de despolitización. Los distintos modelos relacionales coexisten, con diferentes énfasis según las tendencias que prevalecen en cada momento. Pero las tendencias no son una entelequia que pueda prevalecer o dejar de hacerlo de por sí, sino que devienen tales a partir del movimiento y de la correlación de fuerzas en pugna. Así de compleja es la realidad de la extensión y así de necesario el análisis crítico de sus relaciones.

 

 

El sentido del espectro

Entre las deliciosas citas que el libro reúne, la de Uri Eisenzweig resuena de manera muy especial: “Una de las grandes aportaciones de las humanidades (...) fue desmontar (...) la idea de que los fundamentos mismos del orden social moderno habrían podido establecerse sin la compañía de un cuestonamiento permanente, del espectro de su propia negación”.

Pensar la extensión en profundidad, analizar críticamente las prácticas universitarias cotidianas, es razonar en esa clave de cuestionamiento permanente, lejos de juzgamientos y morales destructivas, conscientes de que los riesgos del voluntarismo, la manipulación y la invasión cultural están a la orden del día. Es intentar ganarle a la indiferencia (de la universidad respecto del pueblo y viceversa), que es la más peligrosa de las relaciones, y ensayar (errando y volviendo a ensayar) formas nuevas y cada vez más amorosas de libertad intelectual y compromiso social.

La universidad tiene la responsabilidad de contribuir a la comprensión y resolución de los grandes problemas de la sociedad, a los más permanentes y a los que surgen ocasionalmente, con lo que cada cual tenga de estructural y catastrófico. La extensión tiene una enorme potencia para disputar el sentido político de la encarnación de este postulado. El acumulado del modelo latinoamericano no debe ser espectro como sombra del pasado que acusa los desvíos e impide avanzar, pero sí espectro como interpelación constante que acompaña el camino, para no distraerse, para no adelantarse, para no detenerse, porque arde la realidad, como si pincharan las espinas del nopal en la foto de tapa del libro que hace falta leer.