Revista +E 10 (12): Sujetos y relaciones en extensión universitaria


Editorial

 

Cecilia Iucci

Universidad Nacional del Litoral, Argentina.

ciucci@unl.edu.ar

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2020 es un año muy importante para el equipo editorial de +E. Tan importante como extraño. Importante porque cumplimos 10 años de trabajo editorial ininterrumpido sobre una función que estuvo siempre presente en el seno de una universidad centenaria, pública, gratuita y laica. Porque formamos parte de una constelación de revistas científicas de un sistema universitario nacional diverso, en un país complejo, en un continente más complejo aún.

Desde 2011 nuestra misión es visibilizar, debatir y problematizar una función que fue concebida hace más de 100 años por el programa político más trascendente y ambicioso para la educación superior pública de América Latina, como lo fue la Reforma Universitaria de 1918. Sin embargo, esa trayectoria no bastó para ubicar esa función con claridad y paridad respecto de las otras dos: la docencia y la investigación. Tan solo hace poco más de dos décadas que la extensión universitaria viene constituyéndose como un tópico cada vez más central en el discurso universitario latinoamericano. Es aun más reciente la articulación de algunas teorías y metodologías que además definen las razones políticas y las modalidades de habilitar los dispositivos universitarios en determinados territorios y sujetos y sobre cierto tipo de problemáticas sociales.

En estos 10 años de +E crecimos y aprendimos mucho: no solo nos encontramos con la diversidad de concepciones sobre la extensión universitaria que conviven en América Latina sino también aprehendimos cómo se disputan sus sentidos dentro de una misma institución.

Gracias a los cientos de autores que postulan sus artículos a +E vimos el esfuerzo de las universidades públicas por hacer aportes —pequeños o grandes— para reducir las profundas desigualdades que pueblan nuestro continente. Todos apuestan por una sociedad mejor, y lo que está en controversia, en todo caso, es qué entiende cada quien por “mejor” y cuáles son las vías que se suponen más adecuadas para lograrlo. Las respuestas son y serán políticas, y esto es algo que hay que subrayar. Desde 1918, la extensión universitaria se asumió como política, a diferencia de las otras dos funciones —que, por supuesto, también lo son, aunque eso no es del todo evidente—. Querer transformar es un acto político. Y este es un punto de tensión, pues es allí donde el acto político puede caer en zonas grises, ya sea al desdibujar al sujeto universitario, ya sea al posicionarse por encima de otros sujetos, al asumir representaciones que no fueron consensuadas e, inclusive, al invadir o tener gestos totalitaristas. Es muy difícil mantener los equilibrios. Esta cualidad de la extensión es su cara más potente, la más compleja de resolver y, por lo tanto, de comunicar.

En estos 10 años aprendimos que hay dos beneficiarios en las acciones de extensión, la comunidad y la propia universidad; muchas de las prácticas se están encargando de des–sedimentar lo que aparece como consolidado; se proponen otras formas de enseñar y aprender; se promueven nuevas agendas de investigación; se presentan nuevas maneras de relación; se cuestiona la formación universitaria; se polemiza el rol que le cabe a la universidad en los tiempos actuales y en estas latitudes. Estos desplazamientos son posibles porque se producen desde el borde, desde una zona de frontera, desde el lugar en el que permean los conocimientos a la vez que lo sensible se cuela.

Visibilizar estos procesos sugiere también nuevas formas de narrar, una reflexión sobre cómo esas narraciones presentan las problemáticas que advierten, dan efectiva cuenta de las acciones que emprenden y de los efectos a los que aspiran, o de cómo los han alcanzado o desvirtuado, por fortuna o para desgracia. Los formatos tradicionales de introducción–métodos y materiales–discusiones–conclusiones no nos bastan. Encorsetan, dejan afuera, lo central se escabulle. Necesitamos nuevos modos de relatarnos. Tal vez sea esa la mayor aspiración de la revista y el mayor obstáculo con el que se encuentra: también se necesita aquí des–sedimentar lo consolidado.

Este año es muy importante para nosotros. Extraño e importante al mismo tiempo.

Cuando lanzamos la convocatoria 2020, en octubre del año pasado, la posibilidad de una pandemia era parte de los pronósticos de algunos reductos de epidemiólogos y genetistas, de un puñado de filántropos que disertan en los formatos de TEDx, de relatos de ciencia ficción, del deseo de los conspiradores internacionales y de las predicciones de apocalípticos variopintos y de optimistas que vienen somatizando desde el inicio del tiempo. El amplio abanico no incluyó, como era de esperar, a la agenda política.

Independientemente de las decisiones tomadas en cada país, la pandemia obligó a las universidades a reformular rápidamente el formato tradicional de las clases, repensar modos para continuar con las investigaciones y orientar en tiempo récord desarrollos y acciones que aporten soluciones en las distintas direcciones en que afecta el virus.

Las prácticas de extensión, en la mayoría de los casos, fueron inmediatamente suspendidas. A pesar de ello, muchos equipos extensionistas que venían trabajando sobre problemáticas sociales sensibles revisaron sus estrategias para continuar de alguna manera el trabajo colectivo; la pandemia no hizo más que poner en visibilidad las profundas desigualdades e injusticias preexistentes. Dejar de sostener, no acompañar o simplemente dejar de escuchar son acciones que no podían estar en el menú de algunos equipos.

Nunca más actual, entonces, que preguntarnos por cuáles son los sujetos y qué tipo de relaciones establecemos con ellos en el marco de las prácticas de extensión.

Si bien no hay artículos que referencien directamente a la pandemia, en esta convocatoria de +E propusimos analizar críticamente quiénes son esos sujetos, por qué los elegimos —o nos eligen— y qué tipo de relaciones instauramos con ellos. Así, abrimos una serie de interrogantes para orientar la escritura: ¿cómo los denominamos y desde qué marcos teóricos y metodológicos los pensamos? ¿Cuáles son las percepciones o imaginarios que ponemos en juego sobre “ellos” y “nosotros”? ¿Qué tipo de participación tienen en nuestros proyectos? ¿Cómo se dan los procesos de empatía, alteridad y otredad? ¿Cómo y desde dónde ponemos en juego conocimientos y saberes? ¿Qué impacto tiene la intervención sobre los actores involucrados en términos de desarrollo de capacidades de participación o fortalecimiento organizacional? ¿Qué sucedió hacia el interior del proyecto, práctica o espacio curricular a partir del vínculo establecido con los actores/sujetos participantes? Estas preguntas, lejos de ser exhaustivas, enmarcan este número 12 de +E. En la sección Perspectivas, el escritor peruano Juan Manuel Chávez propone pensar el lenguaje inclusivo como un horizonte múltiple y flexible, a partir del cual se abordan las representaciones de lo foráneo, la discapacidad y el sexismo. Andréa Pires Rocha. de la Universidade Estadual de Londrina, problematiza la concepción de sujeto individual y colectivo desde Gramsci y los mecanismos de opresión que surgen de las categorías raza, clase y género, así como la importancia de estimular la construcción de conciencia crítica en el marco de la educación en derechos humanos. María Isabel Escurra e Inés Rosso cierran la sección dando cuenta, a partir de un estudio de caso, de la relevancia de la cartografía social como metodología que posibilita la reflexión colectiva.

En la sección Desafíos de gestión, Viviana Macchiarola, Ana Lucía Pizzolitto y Verónica Pugliese Solivellas presentan resultados de una investigación sobre las prácticas sociocomunitarias desarrolladas en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

En Intervenciones se analizan cinco proyectos. Desde la Universidade Federal do Rio Grande do Sul, dan cuenta de las Prácticas Urbanas Emergentes ligadas al derecho a la ciudad y a la vivienda digna a partir de la ocupación de Vila Nazaré, en Brasil. Desde la Universidad Nacional de Costa Rica se analiza la experiencia de los estudiantes que, en conjunto con organizaciones sociales y vecinos, construyen las distintas percepciones acerca del Parque Nacional La Cangreja. Desde la Universidad Nacional de Entre Ríos, se analizan desde un enfoque etnográfico las posibilidades de construcción de una comunidad con un taller de comunicación en una unidad penal de varones. Desde la Universidad Nacional del Litoral se abordan dos proyectos: una Práctica de Extensión de Educación Experiencial desde la cátedra de Introducción a la Sociología, que presenta como reflexión la percepción del futuro de los jóvenes en escuelas secundarias de Santa Fe, y el trabajo realizado por la Facultad de Medicina en la Mesa de Trabajo Intersectorial en Salud de Santa Fe: una estrategia de participación colectiva para la prevención del dengue.

En las Reseñas se presentan tres libros: Teoría y metodología de la extensión universitaria: el caso argentino, de Marcelo López, de la Universidad Nacional de Jujuy, Argentina; Cultura, Nación y pueblo: La extensión universitaria en la UNAM (1910–2015), escrito por Agustín Cano de la Universidad de la República, Uruguay, y Responsabilidad Social Universitaria: el caso del Programa Nacional del Voluntariado Universitario en la UNaM, de Mariela Dachary, de la Universidad Nacional de Misiones, Argentina.

Finalmente, en Apuestas, Lucila Reyna, secretaria de Extensión Social y Cultural de la Universidad Nacional del Litoral, explicita las nuevas formas de pensar y trabajar con las comunidades en contextos de pandemia.

Como siempre lo hacemos, agradecemos a todos los autores que postularon sus artículos en esta convocatoria de +E por la confianza expresa hacia nuestra revista y a los revisores que año tras año se comprometen para velar por la calidad de la misma.

Nuestra más sincera gratitud a los lectores que nos acompañan desde hace 10 años y a aquellos que se fueron sumando en el camino. Lectores que comentan y recomiendan. Lectores activos que puntúan, complementan, discuten. Sin lectores, los artículos de +E no tendrían sentido. Proponer nuevas lecturas es lo que intentamos hacer desde hace 10 años con el mayor de los respetos.