Uno, pasión intacta (un lugar para la teoría). Dossier Hilos y tramas del comparatismo actual

Sobre nuevas fronteras y nuevos campos en literatura general y comparada1

Henri Pageaux
Université de la Sorbonne, Francia

El hilo de la fábula

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1667-7900

ISSN-e: 2362-5651

Periodicidad: Anual

vol. 19, núm. 21, 2021

revistaelhilodelafabula@fhuc.unl.edu.ar

Recepción: 05 Mayo 2021

Aprobación: 26 Julio 2021



DOI: https://doi.org/10.14409/hf.v0i21.10558

Bajo este título que pueda aparecer demasiado ambicioso solo quiero enfatizar en varios niveles de reflexión en torno a la literatura general y comparada tal como intenté desarrollarla, tanto en seminarios, coloquios, como en direcciones de tesis que he podido llevar a cabo. Son más bien meras nociones o herramientas lo que voy a presentar pero van dibujando nuevas fronteras para posibles problemáticas o programas de investigaciones o reflexiones, más metodológicas, a mi modo de ver, que teóricas. No vacilo en aseverar de entrada que cualquier teoría solo se justifica si se pone al servicio de su objeto, convirtiéndose entonces en método para explicarlo. Método he dicho y remito a la etimología, el camino que, después del estudio explicativo, irá transformando el campo de investigación, el paisaje literario y cultural, dibujando nuevos deslindes, nuevas fronteras.

Un trayecto de investigación: de la noción al modelo

La primera noción que me interesa presentar es la de un comparatismo «interior» o interno. Acuñada a mediados del siglo pasado por el rumano Basil Munteano,2 ha cobrado nuevo alcance crítico o hermenéutico con una observación de Claude Levi Strauss, cuando apunta en Paroles données (1984) que si queremos seguir estudiando diferencias o «écarts différentiels» entre sociedades y culturas, hemos de contemplar las diferencias que van creciendo en el propio seno de una sola sociedad. De ahí el término que he retomado: comparatismo interior o interno.

Este comparatismo interior nos proporciona varias perspectivas de estudio que de entrada descartan cualquier paralelo o comparación entre dos o más obras o autores. Nos encamina hacia la problemática de la intertextualidad, o mejor dicho de interculturalidad que va a valorar en textos elementos extranjeros como motivo, tema, modelo. Menciono pues, desde esta perspectiva, varias tesis de doctorado que he dirigido, defendidas en literatura general y comparada, que versaban sobre un solo autor, una sola obra, insistiendo en las dimensiones «extranjeras», en la dialéctica «nacional» vs extranjero, o para mentar a un valioso estudio de Tania Franco Carvalhal, «o próprio e o alheio».3Y cito primero la sugerente tesis del brasileño Marcelo Marinho sobre Guiramães Rosa,4 así como la de Nataly Villena Vega sobre Vargas Llosa,5 la de Michel Gironde sobre Carlos Fuentes6 y la de Elsa Habib sobre García Márquez.7

Especial atención en varios de estos casos ha de dedicarse al proceso llamado «transculturación» – y sería la segunda noción que quiero presentar – noción propuesta por el etnomusicólogo cubano Fernando Ortiz en Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar (1940) para explicar diversas formas de mestizaje cultural entre culturas que experimentaban un proceso de colonización y de aculturación. Si bien implica la pérdida parcial de una cultura anterior (o «desculturación»), se realiza a la postre con la «transculturación» la creación de nuevas expresiones culturales, con modalidades de adaptación, de respuestas (palabra clave), entre la aceptación pasiva de una nueva cultura y las posibles resistencias o rechazos.

La noción de comparatismo interior reaparece en el espacio latinoamericano y cito a Gabriel García Márquez en aquel sabroso libro El olor de la guayaba:8

En la región donde nací hay formas culturales de raíces africanas muy distintas a las zonas del altiplano donde se manifiestan culturas indígenas. En el Caribe, al que pertenezco, se mezcló la imaginación desbordada de los esclavos negros africanos con la de los nativos precolombinos y luego con la fantasía de los andaluces y el culto de los gallegos por lo sobrenatural.

Cabe recordar pues que un valioso programa comparatista puede realizarse a partir de una sola «zona» o «campo», o sea parte de un espacio llamado «nacional», ahondando en sus componentes e interrelaciones culturales.9

¿Será posible evocar otras nociones? Citemos la «episteme» de Michel Foucault que esclarece la relación entre el texto y sus bases filosóficas, considerando el texto como un conjunto de prácticas discursivas. Prefiero mentar trabajos menos conocidos como los del sinólogo francés François Jullien en los que pone en paralelo analítico y crítico la cultura griega, como fuente de buena parte de nuestras referencias culturales, y la cultura china para que el lector occidental pueda entender más a fondo las peculiaridades de esta cultura, a partir de otra más conocida, según él opina (Le détour et l'accès, Stratégies du sens en Chine, en Grèce, Biblio/Essais, 1995). Inventa un «desvío» para mejorar el conocimiento de lo extranjero, de la otredad china. ¿De dónde procede el desvío? De un recorrido nuevo inventado por el investigador, de una apuesta: la de crear un «corto circuito» (palabra o imagen del filósofo Michel Serres) entre dos realidades que no fueron en contacto y que ha de iluminarlo todo.

El acuñar nociones, la invención de una herramienta nocional, plantea sin embargo un problema epistemológico que se me presenta como un desafío grave y apasionante bajo forma de una pregunta sencilla: ¿hasta qué punto las nociones pueden traspasar las fronteras de una cultura y pasar a otro espacio cultural? El problema de la descontextualización de las nociones supone primero que sean descartadas dos posiciones opuestas e inaceptables: por un lado, la noción como remedo de unas ideas platónicas que irían vagando por el cielo teórico; por otro, la etnización de las nociones que solo valdrían para la cultura en la que surgieron y se propalaron. Saquemos una conclusión evidente: de ser efectivamente imposible o arbitraria la adaptación de la noción a un nuevo contexto significa sencillamente que no era una noción en el sentido teórico que voy a explicar.

La noción de que hablo ha de ostentar cierto nivel de abstracción lo bastante marcado como para facilitar reutilizaciones, nuevos empleos. Pero la transferencia se sitúa no a nivel de la cultura, sino a nivel del campo de investigación: la noción que intento definir supone unas evidentes y originales aportaciones metodológicas hasta tal punto que crea nuevas temas de reflexión y de investigación. Estoy definiendo su valor o su alcance heurístico. Se presenta la noción como otra forma de modelo, una forma como compendio, esbozo que después hace falta desarrollar.

La elaboración de modelos me parece acercarse a lo que llamamos teoría. Se trata de un trabajo, analítico y sintético a la vez, que propone unas perspectivas abstractas que pueden ser reutilizadas como proceso de estudio. El modelo actúa como mediador teórico entre el corpus de textos o de datos y la construcción, el trabajo de formalización que proporciona un texto ideal, abstracto. El modelo por antonomasia es el de las estructuras elementales del parentesco llevado a cabo por Lévi-Strauss. Pero Jean Rousset, valiéndose del método estructuralista, ha elaborado un modelo para el estudio del mito de Don Juan.

Séame permitido mencionar el modelo que he propuesto para el estudio de las imágenes (en el sentido comparatista) o representaciones: las cuatro actitudes fundamentales de la representación imagológica con la ayuda de la antropología estructural o las tres estrategias fundamentales del efecto exótico (y no del exotismo como tema, contenido), de la escritura o producción escrita del exotismo: fragmentación, teatralización, sexualización.10

El diálogo con las ciencias humanas

Este horizonte cultural renovado nos encamina hacia un diálogo entre literatura y ciencias humanas o sociales. Fijémonos pues en el triple diálogo con la historia, la geografía o geohistoria y antropología, recorriendo muy someramente algunas aportaciones posibles.11

La historia, la nueva historia, la de la Escuela de la revista Annales, de Lucien Febvre y de Fernand Braudel ha suministrado unas cuantas nociones que pueden orientar la reflexión literaria. Son nuevos requisitos para una investigación auténticamente renovada: la teoría de los tres tiempos (tiempo corto, medio y largo plazo o larga duración, ritmo casi ignorado por los estudiosos de literatura). La larga duración tiene su posible adaptación literaria con la poética histórica, noción acunada, bueno es recordarlo, por Bajtín. Mencionemos también las alternativas entre continuidades y discontinuidades (ruptura y/o tradición), y más generalmente el juego entre memoria y olvido. La perspectiva teórica en literatura necesita integrar en su problemática la idea de una pluralidad de ritmos históricos dentro de un corte cronológico, de una fase del llamado proceso literario. Y pluralidad de ritmos significa coexistencia de diferentes visiones del mundo, de varias estrategias para pensar y vivir el mundo.

La ciencia histórica ofrece nuevas problemáticas que pueden esclarecer parte del proceso literario: la historia de las mentalidades, de las sensibilidades. Hoy día son los historiadores quienes han mejor entendido lo que es un tema como materia con que vivir y con que soñar. Añadamos con que escribir.12 Pienso en los historiadores de las mentalidades y de las sensibilidades (Alain Corbin) o de los símbolos que acompañan y vertebran el cotidiano (Maurice Agulhon), o de los estrategias para «colonizar el imaginario» (Serge Gruzinski, historiador de la conquista espiritual de las Indias).

Con la doble lección de la historia y de la poética, el texto estará enfocado como documento (el texto tal como aparece en el contexto social, en la coyuntura de la redacción, publicación, la recepción inmediata) como testimonio (pero pasado ya por los filtros del modelo estético, del género, de pautas y normas) y por ende como monumento (archivo o memorial) para que se vaya instaurando otro mundo.

La geohistoria, palabra acuñada por Fernand Braudel, nos obliga a pensar lo difícil que son las relaciones complejas entre el hombre y el medio (no solo geográfico sino humano, social). Emplear la palabra «medio» no significa que somos adictos a las teorías positivistas de Taine. El espacio, noción eminentemente polisémica, pasa a ser un tema central de los estudios literarios. O bien en el sentido concreto: representaciones del espacio insular, del archipiélago como conjunto a veces difícil de conceptualizar; la articulación zona, región, nación, continente con sus respectivos niveles de problematización (el continente parece una realidad insoslayable cuando se estudian las literaturas de África o de América Latina); o bien en el sentido marcadamente cultural (y me refiero a La géographie culturelle de Paul Claval, 1995) con diversos tipos de estudios: 1. en torno a la realidad cultural de la frontera (el espacio peninsular ibérico e «americano» conocen los fenómenos de cultura, de literatura fronterizas); 2. la realidad histórica y geográfica soñada cuando un especialista de la Edad Media como Jacques Le Goff reflexiona sobre lo que llama el «horizonte onírico» aplicado al estatuto de espacios lejanos como el océano indiano;13 3. la noción de «zona de contacto»/ contact zone de Mary Louise Pratt: los espacios sociales donde se encuentran y se enfrentan las culturas en contextos de relación de poder; 4. la noción de «región cultural» o «país» otorgado a veces a Québec, una zona compleja de cruces entre lenguas, tradiciones;14 5. la presencia progresiva del espacio urbano que se apodera de la novela a fines del siglo XIX y a lo largo del siglo XX con consecuencias que no son meramente estéticas; 6. la creación de un espacio de contactos y/o de conflictos tal como lo presenta el océano atlántico.15

Han surgido en Francia estudios de geocrítica que intentan proponer nuevos rumbos a la reflexión literaria aprovechando incluso la geopoética de Kenneth White y sobre todo la nueva literatura geográfica que ficcionaliza no el viaje, sino el desplazamiento, el apoderarse de un espacio. En cuanto a la «geosimbólica» por la que abogué,16 sería una extensión posible de la geohistoria enfocando el texto como espacio escrito que reinventa, reordena el espacio llamado real, por medio de dispositivos semióticos (remitiendo a los trabajos de Iouri Lotman y Uspenski, Tipologia della cultura, 1975) o elementos míticos por ejemplo. La geo-grafía o escritura de la tierra ha de esclarecer o matizar la elaboración de la escritura literaria.

La antropología estructural, la de Lévi-Strauss especialmente, proporciona varias lecturas posibles de textos y de prácticas a partir no de dicotomías sino de sistemas de polaridades (humano/no humano, naturaleza/cultura, salvaje/civilizado). Ya que la piedra de toque de la interdisciplinariedad es la creación de nuevos objetos, mencionemos nuevos cuestionamientos en torno al cuerpo involucrado en un doble proceso de literarización y de socialización, enfocado también desde las relaciones con el espacio o proxemia, noción propuesta por Edward T. Hall ; la presencia o impronta dejada en el texto literario por los realia y las prácticas culturales y sociales, los espacios de civilidad (con explícita referencia a los trabajos de Norbert Elias sobre el «proceso de civilización»). Último nivel: la compaginación de la perspectiva antropológica y el estudio del imaginario: solo mencionaré posibles reflexiones sobre el estatuto de los colores, como hechos de cultura, siguiendo los trabajos de Michel Pastoureau.

Con la práctica del diálogo interdisciplinar no se trata de seguir una moda o estar al tanto de lo que se debe hacer o pensar. A mi modo de ver, es un acto de fe en la unidad de las ciencias humanas, como lo asentó Claude Levi-Strauss, la meta fundamental es el conocimiento del hombre mediante los diferentes métodos y las diversas disciplinas para descubrir a un «huésped presente, a la par que ausente o no invitado: el espíritu humano».17 Compartamos también ese ideal con el que formula más claramente el historiador Fernand Braudel: «Todas las ciencias humanas, incluso la historia, están contaminadas unas por otras. Hablan el mismo lenguaje o pueden hablarlo».18 Entonces es cuando se perfila una posible dimensión teórica de los estudios literarios, que, según lo ya dicho arriba, no me atrevo a llamar teoría sino metodología o sencillamente literatura general.

Perspectivas de literatura general

La literatura general nos encamina hacia relaciones cada vez más amplias y complejas entre lo literario (la escritura, la narración, los temas, los géneros) y otras prácticas culturales que no utilizan la vía de la escritura para expresarse. Por ejemplo: literatura y artes (música-pintura, y ahora cine, arquitectura, baile), literatura y política, sistemas políticos (literatura y liberalismo, literatura e imperialismo para mencionar la línea original de trabajo de Edward Said); historia de las ideas (vg la idea o el tema de la naturaleza que nos hace pasar del ámbito filosófico a la tematización), literatura y filosofía, psicoanálisis (para nuevas lecturas de textos). Hay temas que de por sí son «generales», por la variedad de enfoques que exigen. Tan solo quiero mencionar dos ejemplos, dos «temas» entre los más fecundos: las ruinas y el tema del paisaje. Ambos proporcionan recorridos pluridisciplinares (arte, historia cultural, estudio del espacio). El paisaje ofrece una amplia y diversa temática que abarca la tipología (el jardín, el bosque, el pueblo), los problemas de estética (la aparición del paisaje como motivo autónomo en las artes y en la literatura) el sentimiento (ya no la idea) de la Naturaleza y problemas estéticos y filosóficos (laicización y abstracción del paisaje).

Son nuevas vías, nuevos recorridos que ejemplifican la voluntad de abarcar el fenómeno cultural desde sus múltiples facetas no dejando escapar ningún problema de civilización que se plantee hoy día y por eso van desarrollándose programas sobre problemas candentes para nuestro tiempo: literatura y genocidio, literatura y Shoah.

Segunda orientación que podemos deducir de la presentación de los campos que abarca la noción de literatura general: el estudio de las zonas problemáticas de lo que llamamos literatura, con especial atención a la literatura llamada «oral» o «tradición oral», en torno a la «etnoliteratura», a los llamados «etnotextos». Existen protocolos de metodología de la oralidad (los informantes, la noción de «performance» o realización oral, el estudio de las variantes, de las fórmulas introductorias, los efectos fáticos, los gestos etc...). Hemos de proseguir contemplando los múltiples casos de interpenetración de lo oral con lo escrito: una de las expresiones del conocido hibridismo cultural.19

Tercera orientación: los temas culturales definidos a partir del programa de la literatura comparada que pueden ser reorientados. Los casos de recepción crítica, de acogida o de rechazo, explicados o narrados por la literatura crítica o de mediación, son ejemplos de interculturalidad subordinada a situaciones culturales, hasta políticas a veces, generalmente dialogando con contextos socioculturales más o menos favorables a la existencia de elementos extranjeros (libros, películas, exposiciones de pintura, ballets etc.). Esto quiere decir que la recepción crítica de obras extranjeras solo puede ser analizada a partir de una situación en la que se toman en cuenta el contexto cultural, las representaciones del extranjero vigentes en un momento histórico determinado, sobre todo dentro de la cultura receptora. Hasta cierto punto el estudio de las imágenes del extranjero (o el estudio de las condiciones de formación de unas representaciones) puede llevar a comprender de qué modo se enuncian ciertos discursos sobre el extranjero (el supuesto «primitivismo» americano, o, al revés, lo barroco de la escritura latinoamericana) y cuáles pueden ser la función estética a la par que ideológica de dichos discursos de mediación cultural. El discurso crítico alcanza difícilmente a veces una originalidad o una autonomía (por lo menos a lo largo del siglo XIX) y lejos de ser una práctica peculiar se presenta como una manifestación entre otras de relaciones culturales o interculturalidad.

Desde una reflexión que llamamos «general», la interculturalidad plantea un problema sencillo pero complicado, por no decir enrevesado: el problema del contacto cultural, base de nuestros estudios. Es la realidad básica de numerosos estudios, y no solo de literatura comparada, pero se trata de una realidad o de una materia múltiple y escurridiza. Más bien se estudia el efecto del contacto que el contacto propiamente dicho, o en sí mismo. Hablamos de proceso relacional cuya materia profusa, difusa se difumina en el telón de fondo que llamamos cultura.

Reflexionemos pues primero sobre la posible ausencia de contactos, su inexistencia o su desaparición. Por un lado, hay el contacto rechazado, negado, la incomunicación, el autismo cultural, la autarquía política y cultural. Por otro lado y al revés, imaginemos el contacto excesivo, sistemático, la moda generalizada, el mimetismo literario y cultural, el contagio intelectual. En ambos casos lo extranjero como fermento se vuelve peligroso y no hay contactos posibles. Para que exista de veras el contacto hace falta tres elementos. Son tres los criterios o componentes que posibilitan la existencia de contactos y que por lo tanto abren paso a una literatura de mediación cultural en la que el escritor actúa de intermediario, de «passeur» como suele decirse francés: 1. la diferencia, el desajuste, lo diferencial; 2. la distancia ya que el acercamiento excesivo hace que irán desvaneciéndose los contactos; 3. la referencia o el marco de referencia, el contexto con sus pautas y sus códigos para que puedan interpretarse los datos que integran el proceso lógico del contacto.20

Veo la noción de interculturalidad como una noción programática que proporciona vías de investigación y modalidades de estudio. Si es así, la interculturalidad puede actuar como antídoto para luchar e impugnar, a nivel universitario, dos peligros intelectuales que nos acechan: la reivindicación identitaria excluyente, adicta al ideal de la homogeneidad sea cultural sea religiosa, sea lingüística, por un lado, y por otro el proceso de allanamiento de los espíritus y de las prácticas culturales que llamaremos globalización o mundialización.

Hacia propuestas teóricas

Partamos de una disyuntiva sencilla. Se presentan en efecto al investigador comparatista dos posibilidades: o bien valerse de las «teorías» ya definidas, ya expuestas; o bien imaginar algunos elementos de explicación específicos para los problemas peculiares de nuestra disciplina que son: la dimensión extranjera en un texto, una literatura y añado yo, en un momento cultural determinado, las relaciones entre literaturas y diálogos entre culturas.

El verdadero punto de partida de mi reflexión fue la teoría del polisistema (o sencillamente la noción…) propuesta por la revista Poetics today, agrupada en torno de Itamar Even Zohar y promovida en Europa por el belga José Lambert. Primero, se dedicaron al estudio de la traducción, o mejor dicho translated literature dentro de un sistema literario traductor pero también receptor. La teoría del polisistema estriba en la idea sencilla de que la literatura es, en un momento histórico dado, un sistema, una jerarquía de géneros. El estudio de la literatura traducida conducía a reflexionar sobre la función de la traducción en un momento del desarrollo de una literatura, considerado simultáneamente desde el punto de vista de la producción, de la tradición literaria autóctona y de la importación de la literatura, y también según otras perspectivas que enfrentaban la literatura primaria o innovadora con la literatura secundaria o convencional, la de los epígonos, la alta con la baja literatura, la literatura del centro con la de la periferia.

Mostraba cómo era inútil y hasta estéril enfrentar la aproximación básicamente formalista o estructuralista y la histórica. Las dos se complementaban, o habrían de complementarse. Pero me pareció bien pronto que esta aproximación alentadora a la literatura iba mezclando o confundiendo problemas o planteamientos a la vez históricos y estéticos, normas sociales o ideología y pautas estéticas. Por otra parte, no tomaba en cuenta una dimensión que a mí me parecía imprescindible para una valoración cabal del hecho literario: la dimensión del imaginario que entra en el sistema literario como nivel distinto al nivel estético.21

Así pues, retomando el polisistema, resultaba conveniente discriminar con mayor detalle tres planos de observación o niveles fundamentales para el estudio de la literatura:

  1. 1. Un nivel social, histórico, cultural e ideológico que remite de manera bastante exacta a la noción de «campo literario», designación tomada en préstamo a la escuela de Pierre Bourdieu, y con ella la idea exacta y olvidada, salvo por los sociólogos de la literatura, de que la literatura es también (y de entrada) una «institución» (Jacques Dubois, L'institution de la littérature, 1978; Pierre Bourdieu, Les règles de l'art. Genèse et structure du champ littéraire, 1992).
  2. 2. Un segundo nivel estético o morfológico o estructural en el que se estudia la literatura como forma o estructura. Dentro de esas posibilidades escogí preferentemente la reflexión estética de Luigi Pareyson con su tesis de la formatività (Conversations sur l'esthétique (1966), Gallimard, 1992). Pareyson contempla la obra que está haciéndose, creándose (y no la obra acabada). Mientras va trabajando el creador o mejor dicho el inventor, este va descubriendo lo que quiere o piensa hacer. Ya no hay azar o plan preexistente y todopoderoso o realización de un modelo decidido o escogido de entrada. Hay en el proceso creador una simultaneidad de la invención y de la ejecución: la obra descubre su razón de ser, su principio organizador o fundador conforme va surgiendo y formándose: por eso se llama esta teoría la formatività. El proceso creador se parece más bien a un desarrollo progresivo pero orgánico. Se habla de una forma formada y formante. Y el artista, el creador pasa a ser también el primer receptor de la obra que va creando.
  3. 3. Por último, el plano en el que la literatura se percibe como un «sistema simbólico», y retomamos la bella fórmula del brasileño Antonio Candido22 en el prefacio de su Formação da literatura brasileira (1975) cuando quiere dar cuenta de la manera con la que la literatura comunica y es recibida. Podemos sustentar que la literatura actúa en este caso como si fuera un elemento que ayuda a la «formación» de una «comunidad imaginada», para retomar la noción de Benedict Anderson (Imagined communities. Reflexions on the origin and spread of nationalism, 1983).

Resumiendo: la obra literaria, cualquiera que sea, abre un espacio propio en un campo social y cultural, primero el suyo primero por la lengua. Elabora también una forma dentro de un repertorio de formas, de géneros, de modelos (o a veces incluso contra dicho repertorio), se inscribe en la jerarquía de los géneros en un momento poético y cultural determinado. Por último, instaura un orden de significación y de comunicación distinto, que depende de lo simbólico. A esa relación privilegiada entre la obra de creación y su receptor, la llamo «mediación simbólica». Es asignar al imaginario no tanto un contenido (una materia, unos temas) como ciertos mecanismos de actuación y ciertas funciones, esencialmente la de interponerse entre el hombre con su experiencia vivencial y lo que él denomina mundo real para darle sentido y también cuestionarlo.

Me agrada aquí citar la caracterización del hombre hecha por Ernst Cassirer como animal simbólico, ese animal que crea un mundo de sentido, ya que da sentido al mundo en el que vive. Un sentido que no procede ni de la abstracción ni de lo vivido, sino que es creado por el símbolo que libera al hombre (al contrario que el mito, al que Cassirer somete a crítica porque lo contempla en su dimensión política y no en la poética).

En este nivel de la mediación simbólica, interviene la presencia activa de la obra, literaria o artística, una presencia en el seno mismo del campo social que confunde las épocas (las obras del pasado permanecen vigentes imponiendo una nueva contemporaneidad) y los órdenes culturales (suele haber disponibles referencias y modelos tanto nacionales como extranjeros). En este nivel es donde puedo situar también la dimensión cognitiva de la literatura, conocimiento y «co-nacimiento», para rescatar el conocido juego de palabras de Claudel, su capacidad de proporcionar un conjunto de preguntas y respuestas posibles, y hasta lo que me atrevo a llamar su utilidad, una utilidad que, por paradójico que parezca, se afirma precisamente mediante su dimensión o su capacidad simbólica.

Presencia de la literatura: dicha palabra debe tomarse, por así decirlo, en sentido heideggeriano o en el que le atribuye George Steiner en su conocido Réelles présences (Gallimard, 1991). Toda creación nos in-forma, nos empuja a devenir, nos cambia. No se trata en ningún modo de una perspectiva idealista. La obra nos devuelve a nuestra condición, a nuestra verdad (como en el caso de la fabulación o de la forma inventada por el escritor o el artista), nos hace evaluar nuestro hic et nunc, pero de una manera distinta a aquella en la que la política o la moral (la ideología) nos obligan a hacerlo. La obra nos permite apropiarnos el mundo, evidentemente de modo simbólico. Como quiera que sea, la obra creada es apertura a la vida, a una vida diferente, junto a la «verdadera», ambas paralelas. ¡Tan paralelas que para algunos jamás han de encontrarse!

Llegado el momento de concluir, se me ocurre citar otra vez a Claude Lévi-Strauss, quien aseveraba, al terminar su informe de 1949 titulado Race et Histoire: «La civilisation mondiale ne saurait être autre chose que la coalition, à l'échelle mondiale, de cultures préservant chacune son originalité». Y como lejano pero firme eco, oigamos al primer maestro de los estudios «comparatistas» de Hispanoamérica, a Pedro Henríquez Ureña, en una conferencia presentada en 1921 en la Universidad de Minnesota: «El ideal de la civilización no es la unificación completa de todos los hombres y todos los países, sino la conservación de todas las diferencias dentro de una armonía». ¡Admirable coincidencia entre el moderno antropólogo y el erudito estudioso de las literaturas latinoamericanas!

Ambas citas van afirmando un ideal a partir del cual hemos de elaborar una auténtica literatura «mundial», campo de investigación de la literatura general y comparada que ha de afirmarse para nuestro tiempo como nuevo humanismo.23

Notas

1 Catedrático emérito de la Sorbona/Paris III. Hispanista de formación, ha dedicado sus investigaciones en torno a la literatura comparada (mundo ibérico e iberoamericano) y a las literaturas francófonas de África, de las Américas y del Océano indiano. Ha publicado unos cuarenta volúmenes de ensayos, estudios y manuales de literatura comparada. Ha sido dos veces Presidente de la Sociedad francesa de Literatura general y comparada. Es codirector de la Revue de Littérature comparée, miembro correspondiente de la Academia de las Ciencias de Lisboa y doctor honoris causa por la Universidad de Enna/Sicilia.
2 Sobre esta figura injustamente olvidada, solo puedo mencionar el artículo que le he dedicado, a modo de homenaje, en mis Itinéraires comparatistes (Jean Maisonneuve, 2014, t. I, «Hommages, rencontres», pp. 47-60).
3 Tania Franco Carvalhal, O próprio e o alheio. Ensaios de literatura comparada. Ed. Unisinos, 2003.
4 Grande sertão veredas de Guimarães Rosa : contribution à l’étude de la poétique de l’énigme (2/2/1999).
5 Mario Vargas Llosa: de la réalité péruvienne vers une culture cosmopolite (22/6/2007).
6 Carlos Fuentes entre hispanité et américanité (9/2/2011).
7 Le dialogue des cultures dans la Caraïbe de García Márquez : éléments indiens, européens, africains et arabes (11/3/2016).
8 El olor de la guayaba. Conversaciones con Plinio Apuleyo Mendoza, Barcelona, Bruguera, 1982, p. 73.
9 Con motivo de un encuentro franco-colombiano he presentado muy someramente unas «Propuestas para un programa comparatista colombiano», Polígramas, Universidad del Valle/Colombia, 2017, n° 45, p. 21-32
10 Véase: «L’effetto esotico e la sua produzione: proposizioni per un metodo di studio e di ricerca» en Proietti Paolo e Boccali Renato (eds.) (2009), Le frontiere dell’alterità.. Selerio, pp. 185-195.
11 Otra vez séame permitido remitir a Itineraires comparatistes, op. cit., t. I, cap. XVI (Comparatisme et Histoire), XVII (L’enseignement de la géographie; de la géocritique à la géosymbolique) y XVIII (Comparatisme et anthropologie), pp. 217-278.
12 Menciono el libro colectivo desde una perspectiva pluridisciplinar que he coordinado con un estudio preliminar sobre «La epidemia como tema literario», Pandemia y cultura, Madrid, Instituto Juan Andrés, 2021.
13 «L’Occident médiéval et l’Océan indien: un horizon onirique» en Le Goff (Jacques), Pour un autre Moyen-Age, Gallimard, TEL, 1977.
14 Véase nuestro: «Sur quelques espaces de l’imaginaire «américain» : région, zone, nation, continent, littérature mondiale» en Corpet (Danielle) y Gauvin (Lise) (eds.), La Nation nommée roman face aux histoires nationales, Paris, Classiques Garnier, Rencontres n° 23, p. 141-156.
15 Véase nuestro: «Un espace comparatiste : l’Atlantique», Revue de Littérature Comparée, 3/2019, 333-347. Es una reseña crítica a partir de varios trabajos recientes sobre el tema «atlántico». Menciono también: «El Atlántico novelesco de Alejo Carpentier: tránsito cultural y espacio poético», en Vanden Berghe (Kristine) ed., El retorno de los galeones, Trans-atlántico, PIE Peter Lang, 2011, n°1, p. 1-24.
16 Ver nuestro: «Dalla geografia alla geosimbólica», Sorrentino, Flavio (coord.), Il senso dello spazio. Lo spatial turn nei metodi e nelle teorie letterarie, Roma, Armando ed., 2010, p. 85-97.
17 Anthropologie structurale, Plon, 1955, 1958, p. 91.
18 Ecrits sur l’histoire, Flammarion, 1960, p. 55.
19 Remito a las actas de un importante coloquio en las Antillas (Poijnte-à-Pitre) coordinado por Laure Carvigan-Cassin: Littératures francophones : oralité et mondialité, Paris, Champion, 2021 y nuestro « Réécriture de l’oralité », p. 21-32.
20 Sobre estas cuestiones, ver nuestro: «Un itinerario comparatista: del contacto a la literatura de mediación», IV Jornadas nacionales de Literatura comparada. Asociación internacional de Literatura comparada, San Miguel de Tucumán, 1999, t. I, p. 121-140.
21 Sobre esta noción fundamental remito a varios trabajos nuestros: «Sobre la noción de imaginario. Elementos para una teoría literaria comparada», Anthropos/Barcelona, n° 196, 2002, p. 138-143; El Campo de la Imagología: de la imaginería al imaginario, Universidad de Alicante, Instituto Juan Andrés, 2018, 42 p.: «Letteratura comparata e imaginario» en Sinopoli, Franca e Moll, Nora (coord.) (2018) Interpretare l’immagine letteraria dell’alterità, Lithos, pp. 15-48.
22 Ver nuestro homenaje en el «In memoriam», Revue de Littérature comparée, 3/2017, p. 349-353. .
23 Véase nuestro «Humanismo y literatura comparada» en Aullón de Haro, Pedro, Teoría del Humanismo, Verbum ed., 2010, t. II, p. 397-422.
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