Dos, dossier
Imágenes y escenas disensuales: los silencios de una informante
Dissensual images and scenes: the silences of an informant
El hilo de la fábula
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1667-7900
ISSN-e: 2362-5651
Periodicidad: Semestral
vol. 19, núm. 22, e0010, 2021
Recepción: 05 Agosto 2021
Aprobación: 15 Octubre 2021
Resumen: La historia de Dora Manchado, considerada como una de las últimas hablantes del tehuelche, y su relación con las diversas instituciones e investigadores que estuvieron trabajando con ella y también sus disensuales actitudes ante quienes se le fueron acercando a lo largo del tiempo, es una buena muestra de cómo el documento construye realidades alternativas de acuerdo con quién sea que ejerza el rol de documentador y cuáles sean los intereses —políticos, ideológicos, académicos y profesionales— que lo animen. Dora Manchado vivió en la provincia de Santa Cruz entre 1934 y 2018; una parte de su existencia transcurrió en Camusu Aike, El Calafate y Río Gallegos. Fue catalogada de maneras contradictorias: «informante deficitario», «mala informante» o «guardiana de la lengua». También fue considerada como «maestra de tehuelche» dentro del proyecto de política educativa conocido como «Educación intercultural bilingüe». En efecto, Dora fue ocupando diversos espacios a partir de sus silencios y de sus respuestas esquivas al ser entrevistada. Como informante, Dora ha sido también silenciosa. De ahí el título de este trabajo destinado a problematizar el rol de los informantes. El articulo propone recuperar a Dora como una figura mediadora según la propuesta de Ana Teresa Martínez (2013).
Palabras clave: Dora Manchado, informante, documentar, figura mediadora.
Abstract: The history of Dora Manchado, considered one of the last tehuelche’s speakers, and her relations with the different institutions and researchers who worked beside her, and, also, her dissensual attitudes towards those who gradually approached her over time is a good example of how alternative realities can be constructed depending on on who is documenting and which political, ideological, academic interests may be involved. Dora Manchado lived in the province of Santa Cruz between 1934 and 2018. She spent part of her life in Camuse Aike, in El Calafate, and in Rio Gallegos, and she was cataloged over time in contradictory ways: «deficient informant», «bad informant» or «guardian of the language». She was also considered as a «teacher of Tehuelche» within the education policy project known as «Intercultural Bilingual Education». Indeed, Dora was occupying different spaces according to her silences and elusive responses when interviewed. As an informant, Dora has also been silent. Hence the title of this article, aimed at problematizing the role of informants. This article proposes to recover the figure of Dora as a mediator, according to Ana Teresa Martínez’s proposal (2013).
Keywords: Dora Manchado, informants, documenting, mediatizing figure.
1. Introducción: una escena disensual
Durante más de una década, la carrera de Letras de la Universidad de la Patagonia Austral organizó cada dos años una serie de jornadas dedicadas a difundir las producciones en investigación y extensión que se desarrollaban en cada una de sus cátedras. Hasta aquí nada excepcional. Durante el año 2015, ocurrió algo fuera de lo común y que fue el estímulo que me decidió a escribir este trabajo. Para la conferencia de cierre de dichas jornadas, un conjunto de investigadores llevó a Dora Manchado1 a la sala de extensión Iris Bergero para que se dirigiera en tehuelche a los asistentes y pronunciara algunas palabras en su lengua. La mujer fue llevada hasta el lugar en silla de ruedas y recibió ayuda para poder subir al escenario. Pese a la expectativa del auditorio, Dora se mantuvo en silencio. Dora no dijo nada. Los lingüistas allí presentes le insistieron para que hablara, pero sin el menor resultado. Esa escena fue recorriendo su relación con cada una de las instituciones e investigadores con quienes estuvo en contacto durante el tramo final de su vida.
En el artículo que hoy propongo para este dossier trato de discutir sobre el rol del informante en la documentación, pero también las formas en que se caracteriza su vida en la sociedad y dentro de la cultura, tanto aquella a la que pertenece como aquella en la que, en ocasiones, queda inserta. Me interesa pensar la problemática del informante a partir de la recuperación de la historia personal de Dora Manchado, una mujer que fue visitada en Río Gallegos –donde pasó sus últimos años– por diferentes investigadores que representaban a instituciones motivadas por distintos tipos de intereses.
Busco rastrear la historia de Dora en aquellos textos, relatos y videos en los que aparece inscripta de diferentes maneras, de modo tal de poder construir un campo semántico que abarque caracterizaciones tales como «informante de temática reducida», «mala informante», «guardiana de la lengua». Por detrás de estas calificaciones es posible hallar una serie de dispositivos de lectura, a los que ella respondió de una manera disensual, a través del silencio y la participación, la resistencia y la conversación. En síntesis, en su accionar frente al campo intelectual que la interpelaba, Dora se constituyó en una figura mediadora (Martínez, 2013), un sujeto que bordea las categorías entre el intelectual de pueblo y el productor cultural: ¿acaso no fue la actitud adecuada a la hora de enfrentar a las narrativas coloniales que la asediaron?
He decidido dividir este artículo en dos grandes apartados. El primero, «Excursión por los registros sobre Dora», analiza las instituciones que han trabajado con ella y el campo semántico que determinó que quedara atrapada en el concepto de «guardiana de la lengua». El segundo, «Recapitulación sobre narración e informantes», está destinado a indagar en la importancia del agente para repensar el valor adjudicado a los cuentos o testimonios y la necesidad de volver al documentador y su trayectoria.
2. Excursión por los registros sobre Dora
Mientras en 1979 la dictadura cívico-militar argentina festejaba los cien años de la Conquista del Desierto, una celebración que pretendía validar el exterminio de los pueblos indígenas y consolidar la vigencia de un imaginario blanco sobre el Estado Nación argentino, la Patagonia seguía habitada por comunidades originarias. Para el caso de Santa Cruz, las comunidades conocidas como Tehuelches viven en Camusu Aike,2 donde quedaron reducidas al espacio que el Estado Nación argentino consideró pertinente. Se encuentra ubicada a 180 km de la capital, Río Gallegos. En este lugar nació y se crio Dora, y allí se dio su relación con la lengua materna: el tehuelche o aonikenk o aonek’o ‘ajen´. Dora visibilizó su posición como hablante materno de dicha lengua, decisión que la convirtió en una mediadora cultural (Martínez, 2013), dando así inicio a un intercambio con instituciones locales, nacionales y globales.
2.1. Una historia de la lengua tehuelche
Como señalan Marisa Malvestiti y Máximo Farro (2021), los primeros registros de la lengua son resultado del trabajo de un pastor anglicano alemán llamado Theophilus Schmid (1832-1872). Durante el año 1859, Schmid vivió en la provincia de Santa Cruz donde registró el vocabulario «Tsoneca»”, es decir Tehuelche, y reconstruyó a partir de allí una gramática que publicó en inglés al año siguiente en Inglaterra con una tirada muy reducida. En su trabajo, armó listas léxicas agrupadas por campos semánticos, siguiendo probablemente un modelo de origen prusiano.3 Asimismo, Marisa Malvestiti y Máximo Farro recuerdan que en 1879 Francisco Moreno publicó en su Viaje a la Patagonia Austral un vocabulario «Castellano-Tehuelche-Ahonekenke ó Tsoneca» ordenado alfabéticamente. De su análisis se puede inferir que utilizó una plantilla de recolección elaborada sobre la base de los vocabularios recolectados por Schmid. Reprodujo también observaciones lingüístico-etnográficas del misionero alemán publicadas en The Voice of Pity donde señaló que «entre estos indios los nombres de las cosas mueren cuando muere quien los ha usado, traen desgracia y deben ser olvidados»” (Moreno, 1879: 379).
Ya entrado el siglo XX, el antropólogo José Imbelloni (1885-1967) viajó a Santa Cruz. Lo hizo para demostrar en la práctica el fundamento de sus fuertes críticas hacia lo que llamaba lingüistas de gabinete, aquellos que estudiaban las lenguas aborígenes sin salir de sus escritorios. Farro y Malvestiti estudian los viajes y trabajos realizados por Imbelloni hacia fines de la década de 1940, quien formó parte de una serie de expediciones a la Patagonia organizadas por el Instituto de Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, entonces bajo su dirección. El objetivo de su viaje fue documentar la lengua de los pueblos tehuelches.
Farro y Malvestiti destacan el trabajo de Luisa Domínguez, difundido en 2017, al investigar materiales institucionales y textos éditos para reconstruir el trabajo realizado por las expediciones de Imbelloni durante el verano de 1949 entre Río Gallegos y Comodoro Rivadavia, que contaron además con el apoyo de la Dirección General de Parques Nacionales y Turismo y del Instituto Superior de Investigaciones Patagónicas. Son particularmente valorables las estrategias de documentación lingüística y las tareas de elicitación de materiales referentes al «aoniko-aish», o lengua tehuelche, para armar así un vocabulario con la idea de analizarlo y preparar su publicación. El objetivo general de estos viajes era la obtención de información antropológica (estudios físicos, etnográficos y lingüísticos) sobre los indígenas «tehuelches vivos» –entendidos como tipo cultural «puro» –, como últimos exponentes de un pueblo considerado –a mediados del siglo XX– en proceso de desaparición. Para Imbelloni, esto implicaba romper con la tradición «libresca» de gabinete valiéndose para ello de un trabajo de campo moderno; esto es, a través de la recolección de «información directa obtenida de boca del indio», durante estadías prolongadas. Vemos ya en estos episodios históricos, llamémoslos pre-Dora, las disputas de las disciplinas en torno a los usos lexicográficos para hablar de los tehuelches y el trabajo en territorio que va a caracterizar a José Imbelloni, algo que terminará por marcar la vida de Dora Manchado.
2.2. Dora como informante. Registros, valoraciones y formas de subjetivarlas
En este contexto de trabajo de las ciencias del lenguaje sobre la lengua tehuelche, Dora empieza a constituirse como figura reiterada entre varias instituciones que la disputan como informante tanto en un documental que saldrá finalmente por canal Encuentro en el año 2017 como antes por agencias globales tales como la Universidad de la Soborna, la Universidad de Montreal o, de corte más local, la Dirección de Interculturalidad Bilingüe. A continuación, realizaremos un muestreo de los datos con que contamos en los cuales podemos ver cómo Dora ha sido tematizada, escrita y registrada como consultante. Para construir estos datos vamos a acudir a libros, artículos periodísticos, al documental y a un artículo científico publicado en un blog. Asimismo, apelaremos a entrevistas semiestructuradas realizadas a nuestros propios informantes4 bajo la consigna de que nos contaran aspectos de la vida de Dora y de su relación con los agentes globales y nacionales, trabajándolos desde la categoría de cuentos que propone Analía Gerbaudo (2018).
Dora Manchado falleció a principios del año 2019 y ese fue un momento para que aparecieran, tanto en un diario nacional como en uno de llegada regional,5 notas periodísticas sobre su vida que permiten adentrarse en las primeras valoraciones y formas de subjetivarla que analizaré.
Si nos centramos en la entrevista publicada por Infobae el 30 de enero de 2019 titulada «La imborrable obra de Dora Manchado: ¿la última guardiana de la lengua tehuelche?», podemos comenzar a desandar el camino que recorrió Dora hasta llegar a formar parte del título de un diario digital. Aparecen allí algunas apreciaciones sobre la cultura tehuelche, escritas por un investigador que viajó a Río Gallegos proveniente desde Canadá. En ese texto se proponen dos importantes aseveraciones que hablan de las intervenciones de Dora como informante. En principio, Dora es presentada como una mala informante y, en segundo lugar, se le cuestiona su rol como guardiana de la lengua que, desde varias instituciones nacionales, se le asigna en el ciclo de documentales Guardianes de la lengua. Las citas son las siguientes:
Dora era probablemente una «muy mala informante» y, gracias a esta hermosa calidad, me enseñó que la lengua no es algo que se pueda anotar, ni guardar, ni «salvar».6 No tenía la lengua ya empaquetada, lista para que uno se la llevara. Ella sabía perfectamente que lengua significa interacción, pero también confianza, complicidad, picardía, intimidad. Me demostró que «lengua» significa compartir y compañía. (Domingo, 2019: s/r)
Los esfuerzos para preservar estas lenguas parecieran tener como consecuencia el reducirlas a un objeto, y también a sus hablantes. El título de «últimos hablantes» afecta profundamente sus vidas.
Muchas de esas respuestas sirvieron para armar libros poco serios que hoy se ven(den) en toda la Patagonia y que sirvieron para adornar con nombres supuestamente tehuelches las estancias, escuelas, hoteles y restaurantes de la zona.
Las anteriores afirmaciones del autor de la nota de Infobae nos permiten trazar los circuitos y las cadenas de sentido aptas para establecer relaciones con otras textualidades donde se muestra a Dora como discursivizada. Llama la atención que solo en un pie de página se explicita que quien firma la nota es un investigador proveniente de la antropología y que está «al frente del proyecto de documentación de la lengua tehuelche, que fue financiado por el Endangered Languages Documentation Program del SOAS – University of London, el Endangered Language Fund y la Université de Montréal».7 Este dato es útil para rastrear el proceso que constituye a Dora como informante y como figura mediadora (como una intelectual de pueblo o reproductora cultural). No dejan de ser contradictorias las afirmaciones con respecto al sufrimiento por el que pasan las personas a las que se considera «últimas hablantes» de una lengua y cómo ello funciona y opera tanto en el imaginario propio como en el social. Es más, en nombre de la institución a la que pertenece, siguió al lado de Dora hasta los últimos momentos de su vida con el fin de registrar lo que quedaba del tehuelche, ese resto de lo que ya en el siglo XIX comenzara a recuperar Schmid. Entonces, la Universidad de Montreal enlistó investigadores y becarios que tenían como objetivo registrar noventa horas de tehuelche que Dora pronunciaría a sus 90 años.
No contento con su explicitación, el investigador construye un texto académico presentado en una jornada sobre violencia8 que puede leerse en su blog (ver datos) donde plantea una dura crítica moralizante (tal como la define Judidh Podlubne, como formulada desde una moral espiritualista) a los estudios lingüísticos basados en cortes descriptivos y al accionar de la institución local cuando decide filmar el documental. Lo más interesante de sus argumentos se sostiene en un conjunto categorial actualizado con citas de autoridad (Meek, Dorian, Davis entre otros) y la idea de violencia que encarna Dora cuando se la constituye como guardiana a partir del hecho de ser la última hablante de una lengua. Las críticas más duras del artículo están dirigidas contra la lingüística con su actitud descriptiva, pero no va a ahorrar adjetivos hacia escritores y relatos que circulan por la Patagonia sobre los tehuelches (se apunta en espacial a Echeverría Baleta y Bruce Chatwin) y sobre la violencia y la carga que rodea a la figura paradójica de la última hablante, analizando o explicitando que él también es parte de ese proceso. Todo esto es «la construcción violenta de la última hablante tehuelche» (Domingo, 2018)
Asimismo, sumamos a esto que las instituciones nacionales —tanto aquellas que trabajan para el Estado Nacional como las de orden jurisdiccional— también se acercan a Dora. ¿Cuál es el nivel de autonomía relativa de que goza Dora en sus últimos días como informante? ¿Cómo vivió entre ese grupo de sujetos dispuestos a rescatar esa lengua a la que solo ella tenía acceso?
Dora fue voz y parte de materiales editados por la modalidad intercultural bilingüe en el año 2012 dentro de una colección mayor. Aparece en el número que corresponde al Tehuelche y Selkman (otro pueblo indio de Tierra del Fuego). Estamos pensando en el fascículo 12 llamado «Tehuelches y Selkman no desaparecimos» de la colección Pueblos indígenas de la argentina. Historias, culturas, lengua y educación. En ese material educativo, Dora también aparece y es presentada como la última hablante del tehuelche, justificando en ese hecho la necesidad de la creación de una sub-agencia nueva llamada Dirección Provincial de Modalidad Bilingüe. El documento lo dice así:
Adecuándose a la Ley de Educación Nacional Nº 26.206, del 2006, Santa Cruz y Tierra del Fuego crearon la Modalidad de Educación Intercultural Bilingüe (MEIB) a fines del 2010. Dado que la MEIB es una modalidad que atraviesa todo el sistema educativo, aspira a modificar las relaciones y los contenidos escolares y volverlos interculturales. Esto significa, entre otras cuestiones, respetar la diversidad, considerar otras formas de conocimiento y romper antiguas jerarquías. (MEN, 2016:15)
En este contexto, Dora fue la maestra de la lengua tehuelche9 que esta sub-agencia consagró y volvió a la comunidad de nuevo ya como docente, es decir, se la muestra en otro rol. La fotografía en blanco y negro (MEN, 2016:9) de Dora en el material que distribuye la agencia nacional la musealiza y la convierte en una mujer lejana. La muestra no como una maestra activa que viaja una vez a la semana a Camusu Aike o se mueve hacia la Dirección de Interculturalidad Bilingüe a intercambiar palabras en tehuelche con los interesados, sino que la objetivizan. Es como dice el documento de Dora, un testimonio.
Asimismo, fue en este marco institucional que el Estado Nacional — en conjunción con el jurisdiccional— la hizo protagonista de un video que forma parte de la serie titulada Guardianes de la Lengua. Dora Manchado protagoniza el documental titulado Guardiana de la Lengua: Tehuelche que, con una duración de veintisiete minutos, va configurando un universo de sentido donde se nos remite al Diccionario de Tehuelche editado por la Universidad de Leiden en 1998 donde Dora Manchado aparece como una de las informantes.
Dicho documental aparece en 2017, en un contexto que considero como mínimo complejo para las comunidades originarias de la Patagonia. Dos son las situaciones que me llevan a definirlo de esa manera: primero, la tensión entre el Gobierno Nacional y Provincial es evidente, los dos gobiernos responden a posiciones políticas diferentes enfrentadas: el kirchnerismo que gobierna en Santa Cruz y el macrismo que lo hace a nivel país. Asimismo, en ese contexto se vive un enfrentamiento en la Patagonia central con la agencia indígena Mapuche que se siente perjudicada, con justas razones, debido a los atropellos del gobierno macrista y el asesinato de Rafael Nahuel tras la desaparición y muerte de Santiago Maldonado en territorio mapuche, episodios en los que es obvia la responsabilidad de la Gendarmería y la Prefectura. Fue la forma violenta elegida para seguir promoviendo el imaginario social conservador y remanido del pueblo mapuche como invasor chileno. En este marco, uno de los sentidos que se construye en el guion del documental es el del tehuelche como el genuino aborigen argentino.
El programa, financiado y organizado por el canal estatal Encuentro, fue filmado junto a otros documentales sobre lenguas aborígenes en peligro de extinción y bajo la consigna de que en Latinoamérica existe una gran cantidad de lenguas nativas, algunas de las cuales son habladas por grandes comunidades mientras que otras son custodiadas por un número muy pequeño de personas, quienes resguardan el legado cultural de sus pueblos.
Para mostrar la situación de estas lenguas, el documentalista viajó a Colombia, Paraguay, Bolivia, Chile y Argentina para conocer a Sixto Muñoz, a Cristina Calderón, a don Blas y a otros guardianes de la lengua. Acompañado por el lingüista argentino Santiago Durante, registró la situación por la que atraviesan diferentes idiomas que podrían desaparecer y se cuenta la tarea que realizan sus hablantes por perpetuarlas.
Para el caso de Tehuelche, la serie está dirigida por Juan Pablo Tobal, con el asesoramiento en lingüística de Ana Fernández Garay. Estos documentales fueron emitidos durante el año 2017 y abarcan las siguientes lenguas: Chaná, Guaná, Yagán, Tehuelche, Uru, Tinigua, Tapiete y Matapí.
La protagonista de Tehuelche es Dora. Los documentales repiten el mismo formato. Un investigador, Juan Pablo Tobal, visita a la comunidad y al guardián de la lengua, que es quien le da cohesión a la narración. A diferencia de otros, el documental sobre Dora, nuestra protagonista, habla apenas siete minutos —y en español, balbuceando algunos números en tehuelche— de los veintisiete que dura la filmación.
En el documental se conjugan una serie de paradojas, contradicciones y miradas que ratifican a Dora como una informante disensual, y a la vez estratégica, constituyéndola como mediadora cultural. Todo lo referido a los aspectos lingüísticos que puedan interesar a cualquier especialista en ciencias del lenguaje son descriptos en los primeros cinco minutos del documental de la mano de la investigadora y especialista en tehuelche, Ana Fernández Garay, cuando realiza la siguiente aseveración sobre la lengua aoiniken:
En los años 80, ya había pocos hablantes que pudieran sostener una conversación, yo digo que eran seis y algún otro que podía ofrecer vocabulario, ya en los 80 había seis hablantes que eran ancianos, se fueron muriendo…
En 1983, Dora vivía en Río Gallegos…
La lengua es compleja a nivel fonético-fonológico.
Es una lengua que manifestaba en los años 80 haber sido tonal (diferenciaba palabras por tonos) (ya en los 80 se habían olvidado de los tonos). (AFG, 2017)
Continúa el documental con el viaje a Río Gallegos del entrevistador y su llegada a la comunidad de Camusu Aike, una colonia o reducción tehuelche que se encuentra a 180 km de Río Gallegos y donde viven algunas familias porque, como comenta el entrevistador, la mayoría de los tehuelches viven en Río Gallegos. Es en la colonia en donde entrevista a Doña Tita que ha vuelto de Río Gallegos a Camusu Aike (al que llama el campo) y dice recordar que sus padres hablaban la lengua entre ellos, pero que a ella no le enseñaron.
Dora hace su aparición en el minuto 17.29 y se la presenta como «la memoria viva y activa de la cultura argentina. La guardiana de la lengua tehuelche», una descripción bastante paradojal si se atiende a la historia de un pueblo al que se presentó al inicio del documental como extinto a consecuencia de la Campaña del Desierto del año 1879 y de las múltiples políticas concomitantes de población que involucraron al Estado chileno y a las misiones anglicanas y salesianas, llegando hasta el siglo XXI donde hasta quisieron arrebatarles a los tehuelches Camusu Aike, luego de que se descubrieran allí nuevas reservas petroleras (Rodríguez, 2010).
La entrevista no deja de estar cargada de una evidente tensión. Dora narra su vida que, en oposición a la de las otras tehuelches que han hablado antes, está marcada por la muerte de su madre y, luego, por haber podido aprender el español y salir de la reserva. Cito a Dora en el documental:
Aprendí la lengua de los cristianos y salí de ese lugar [Camusu Aike]. Después de que falleció mi mamá me vine al pueblo.
Hablaba puro tehuelche.
Nosotros no tuvimos la escuela, nosotros tuvimos una casa allá arriba, teníamos puro caballo.
Después de que falleció mamá, yo tenía siempre ganas de irme de mi casa, ya no quedarme en mi casa, irme, por eso me fui, se enfermó mamá, me quedé sola y empecé a buscar trabajo.
Frente a la pregunta: «cuando eras chica, ¿en tu casa se hablaba tehuelche?», responde: «Yo nací con eso y me crié con tehuelche eso, yo nunca me gustaba hablar así, y había un curita que me enseñó a hablar así, no me gustaba hablar en cristiano, puro tehuelche nomás, un curita me enseñó hablar así».
Ante un nuevo interrogante del entrevistador: «¿Te gustaría que se mantenga la lengua?»; ella contesta: «Si quieren, si no quieren mala suerte, no vamos a estar obligándolos o ahorcándolos para que aprendan».10
Dora termina diciendo que habla el tehuelche con los perros y el gato, que ya nadie lo entiende y lo hace al final del documental que termina mostrando el desértico paisaje de Río Gallegos. ¿Es acaso este el final de Dora en el documental? Si, ella no va a aparecer más, pero sí se presenta a una nieta que ha aprendido el vocabulario de una lengua compleja en su tonalidad, su fonética y en un uso que ya no existe.
La mayor operación que el mismo documental anuncia es el de patrimonializar la lengua, poder congelar y construir la figura de una guardiana para la lengua: Dora, quien protagoniza un film donde se la inmortaliza como argentina y tehuelche a expensas de una disputa en ciernes que se está sosteniendo en los territorios en la norpatagonia y los nexos que tiene esto con los proyectos extractivos a los que las mismas comunidades indias llaman terricidios. Quisiera remarcar, en el documental, la resistencia disensual de Dora a través de su silencio, su mirada esquiva, la necesidad constante que siente el entrevistador de re-preguntarle.
Mi lectura busca remarcar la resistencia de Dora frente a estas agencias y agentes y que se manifiesta en el documental cuando tiene que enseñar los números frente a la falta de comprensión del agente, debido a la complejidad fonética y fonológica de la lengua (ya advertida por la lingüista al inicio del documental). A su receptor le resulta inentendible y Dora repite otros sonidos diferentes a los primeros o similares a los anteriores.11 La entrevista con Dora termina en el minuto veintiuno. Dura exactamente tres minutos ¿Acaso no podía decir nada más la última hablante de la lengua tehuelche?
La operación de patrimonialización realizada en este documental nos reenviará a otro documento que será el final de este recorrido: el diccionario de tehuelche compilado y publicado en 1998 en Leiden. Me interesa relevar en él las valoraciones sobre las etnias, tomando las categorías que suele sugerir la semiología de la enunciación en tanto huellas que deja el enunciador sobre los informantes. ¿A qué se debe esta decisión metodológica? A que una de las informantes, catalogada como la peor informante según el antropólogo de la Universidad de Montreal, figura entre quienes colaboraron en la construcción del primer diccionario publicado en Leiden que es parte de una investigación mucho mayor de una agencia global que a principios de los años 1980 envió a la ciudad de Río Gallegos a becarios doctorales a describir lenguas aborígenes.12 Comentaré algunas de esas valoraciones a continuación. Las marcas destacadas en bastardilla me pertenecen.
Desgraciadamente, no existe hoy por parte de la comunidad tehuelche el deseo de llevar adelante un proceso de revitalización del vernáculo. Como factores que conspiran contra esta posibilidad debemos considerar la gran reducción demográfica que se observa en este grupo y el aislamiento en el que viven. Sin embargo, a pesar de ello, es factible que descendientes de los últimos tehuelches, con los cuales hemos trabajado en la recolección del material lingüístico, se interesen más adelante en la lengua de sus mayores. La publicación del diccionario, de la gramática (1998) y de los textos tehuelches (1997d) puede motivarlos a revalorizarla y quizás, en el futuro, intenten su revitalización. Este sería, entonces, uno de los motivos que nos impulsó a la elaboración de este diccionario.
Este diccionario fue elaborado pensando en tres tipos de destinatarios. En primer lugar, el propio pueblo tehuelche, en caso de que desee recuperar la lengua de sus ancestros. Es posible que la existencia del diccionario los incentive a conocer lo que fue este vernáculo, y los lleve a la búsqueda de su revitalización (Fernández Garay, 2004:20).
Como bien lo han señalado varias investigaciones de la historia de la lingüística (Malvestiti, 2014), este tipo de trabajo ha sido elaborado con el fin de probar hipótesis y transacciones metodológicas de las lenguas, en simultáneo que realizan una tarea trans-utópica que lo lleva a adjudicarse el derecho de ser el reservorio de saberes que, si no fuera por dichas agencias, se estaría perdiendo (en este caso para la Universidad de la Sorbona, pero el encuadre es el mismo en el caso de la Universidad de Montreal). Creo que esta adjetivación está en línea con la operación de patrimonialización, pero ahora ya no para un Estado Nacional sino para un saber que un grupo agencia global/colonial resguarda, lo que explica el uso del adverbio «desgraciadamente» que responsabiliza a la etnia del desinterés por su lengua y pone expectativas en el futuro tanto en las nuevas generaciones que se interesarían en el diccionario y la gramática obtenidos a partir del trabajo de campo. Pareciera que la falta de saber sistematizado y gramatical y el desconocimiento y no las políticas de invisiblización, exterminio y colonización de los dos Estados Nacionales, dos Iglesias y diferentes enfermedades inexistentes hasta el momento de las conquistas serían motivos más importantes para la comunidad de Dora a la hora de no querer interesarse por el vernáculo.
Vuelvo a Dora, porque en el Diccionario de Tehuelche que estamos revisando se realiza un riguroso análisis de los informantes en las páginas 22 y 23, haciendo constar con relación a cada uno de ellos las valoraciones correspondientes:
Su competencia en el vernáculo era notable. Permanentemente empleaba su lengua materna, aun cuando sus interlocutores no la entendieran. Sus abuelos maternos se llamaban Ch'engoksom y Tonan. Tenía una hija llamada Juana y otra llamada Chingoksom.
Su nombre tehuelche era Chelkoman. Nació en el Lote 119, llamado Vega Piaget, al norte del río Santa Cruz. En 1991 tenía 70 años. Su madre era Rosa Gimata Saynol (Kachochenasom) y su padre Juan Pascual, de origen mapuche. El tehuelche le fue transmitido por su madre. Era muy competente y poseía buena disposición para el trabajo lingüístico.
Su nombre tehuelche era Ma:ger. Nació en Camusu Aike donde pasó toda su vida. Su lengua materna era el tehuelche. Fue uno de los informantes más competentes junto con Rosa Vargas y Luisa Pascual.
Su nombre tehuelche es Kentelan. Su madre era Mauricia Manchao, tehuelche meridional austral. Trabajó en la estancia Cerro Cuadrado, a 200 km de Río Gallegos, desempeñándose como peón rural hasta su jubilación. En ese momento se trasladó a Río Gallegos, donde vive actualmente. Proviene, junto con sus sobrinas, de Camusu Aike. Era un hablante competente, pero su trabajo le impidió ser un informante sistemático.
No obstante, cuando se va a referir a Dora Manchado, se dice lo siguiente:
Dora Manchao (DM) Es hermana de María Manchao. Nació en Camusu Aike en 1934. Su tío la llamaba Xorenken, pero según ella no le impusieron nombre tehuelche.13Hoy día vive en Río Gallegos, en las afueras del pueblo. Se casó con Abelardo Casas, blanco, y tuvo una hija, Silvana. No presenta la competencia lingüística de MM, pero podía mantener una conversación de temática reducida.
En otras palabras, ya en 1983 y en lo sucesivo, Dora aparece como una informante de temática reducida y cuya competencia lingüística no equivale a la de María Manchao, su hermana, quien había recuperado la lengua luego de un largo tiempo de no hablarla. En otras palabras, Dora se encamina a no constituirse en la gran informante del diccionario del Tehuelche que se está por editar, cuestión que no fue considerada luego por varias agencias nacionales y provinciales que instituyeron un proyecto pedagógico de mayor envergadura como la Dirección Provincial de Interculturalidad Bilingüe, Encuentros de Revitalización de la Lengua Tehuelche que le otorgaron el nombramiento como Maestra de Tehuelche. ¿Qué sucedió entonces entre 1983-1998 y las descripciones sociolingüísticas del Tehuelche y el 2010 cuando Dora es puesta en escena por las mismas instituciones (al menos el Estado o el dispositivo Presidencia de la Nación Argentina, es el mismo)?
Tal vez la respuesta la encontremos en los campos de estudios de la sociología latinoamericana, en especial, en autores como Claudia Briones (2015) y Maristella Svampa (2016), dos estudiosas de la cuestión indígena que analizan la tensión entre el indigenismo y el indianismo en las discusiones latinoamericanas.
Reubicarse en lo que sostiene Briones significa que describir las políticas que incorpora el campo jurídico no alcanza, que durante el período 2010 se abre un horizonte de soberanía popular y nacional sobre territorios y recursos y es en 2010 que la cuestión se escenifica juntamente con los festejos del Bicentenario como hecho protagónico. Simultáneamente, se afianza una visión neodesarrollista que se imbrica en un ideario «nacional» y «popular». Briones recalca que en el gobierno provincial de Néstor Kirchner la cuestión indígena no estaba en agenda; no obstante, a nivel nacional, los convoca a trabajar en el Proyecto estatal. Comienzan a configurarse así estas tensiones donde las políticas extractivistas ponen límites a ciertos reclamos indigenistas durante los gobiernos progresistas de Cristina Fernández de Kirchner. El neodesarrollismo es una reprimarización de la economía a la que Svampa llama consenso de los commodities (impulsado por la minería y el monocultivo de soja, principalmente) y que viene a confrontar con los reclamos indigenistas. Esta tensión mostró los límites del progresismo.
En este marco, como bien lo plantean Copes y Canteros (2019), la perspectiva decolonial resulta adecuada para indagar en esta historia, porque viene a desmantelar los procesos de naturalización que vuelven evidente la conflictividad constitutiva de la semiosis social. Entonces, si el otro por antonomasia es el indio, una adecuada intelección de la problemática impone considerar no ya al otro/indio, sino la indianidad, campo de tensión que la memoria, atravesada por la categoría genérica, ha ido instituyendo sobre lo indígena (Svampa, 2016).
Como todo campo de tensión, el establecido entre las demandas indígenas y las políticas neodesarrolistas emerge de procesos de larga duración y cambia o se modifica al compás de las dinámicas políticas y sociales. Deudoras del giro que imprimieran al concepto de cultura Raymond Williams, Clifford Geertz y Arjun Appadurai, entre otros, acuñaciones como configuraciones culturales e indianidad en términos de constructo atravesado por varios campos de tensión, remiten a autores que nos resultan próximos, tal el caso de Alejandro Grimson y Maristella Svampa respectivamente. No obstante, vale recordar que ya en la década del sesenta los trabajos de Antonio Cornejo Polar (2003) sobre la región andina iban en esa dirección cuando hablaban de pluralidad y fragmentación en la categoría de indígena.
Entonces, para recapitular este recorrido: la historia de Dora Manchado resulta significativa porque sobre ella se han construido diferentes intervenciones, en especial cuando las universidades extranjeras la constituyen y califican como guardiana o como informante en un gesto altruista de reservorio, o patrimonialización del sujeto e invisibilización de la historia social inscripta en su vida cotidiana a través de un desborde y confusión de una operación de neoesencialismo indigenista contra la cual Dora batalla desde una categoría a explorar: la mala informante o la mala maestra.
Dora se presentifica a través de su silencio, su cuerpo, su huida de Camusu Aike, su regreso como maestra, su rol como informante para los expertos blancos. Dora, para parafrasear a Canteros y Copes (2019), corporeiza esa posibilidad de ser india y de vivir en comunidad (Río Gallegos) a pesar de los efectos anestesiantes que las ciencias sociales promocionaron a través de categorías tales como aculturación, transculturación, mestizaje o hibridación cultural.
3. Recapitulación: narración, informantes, documentalismo
Una de mis conjeturas es que Dora, a pesar del contrapunto con las agencias estatales y sus agentes, se constituye en un hito para la Patagonia Austral mediante un hiato constituido en la posibilidad de vida que le da el silencio, la templanza y la sabiduría de un bilingüismo español-tehuelche del que es plenamente consciente que termina en ella, al reservarlo para usarlo con su perro y su gato.14
A la luz de la imagen y el documental, conviene citar a Silvia Rivera Cusicanqui y su texto Un mundo chitzy es posible, en la medida en que la advertencia del orden de una epistemología decolonial nos permite plantear nuestra lectura. Ella dice: «Hay en el colonialismo una función muy peculiar con las palabras: ellas no designan, sino que encubren» (Cusicanqui, 2018). Atendiendo a esto, revisar el video-documental nos permite ver en los gestos, miradas y su atención a los animales, cómo Dora le escapa a la palabra y conversación porque sabe que la palabra «del cristiano» puede complicarle la existencia como ya lo ha experimentado antes. Es lo que se repite en la escena que inicia este artículo y otra similar que se relata cuando se le entrega un premio a Dora y a una india mapuche en el Centro Cultural de la Provincia en Río Gallegos. Dora no habla.
No solo me interesa registrar la historia de Dora como una figura mediadora sino reflexionar sobre sus sentidos y significados, alejándome de una posición que la reduce solo a leer su visibilización como un episodio redentor. Propongo una lectura que busque en sus silencios, en sus gestos esquivos y hoscos, la resistencia a las acechanzas de las agencias con las cuales tuvo que transaccionar para que su visibilidad tuviera las consecuencias necesarias que implica: impugnar el fuerte imaginario de desaparición de las comunidades originarias, desnaturalizar los discursos anestesiantes donde pareciera que el mestizaje es lo natural y abordar una voz india. ¿Acaso no le pasa lo mismo a nuestra crítica cultural argentina que se empeña en hablar de descendientes indios? ¿Cuántas veces hemos repetido aquello de que el primer desaparecido es el indio? Mientras las agencias globales ya desde el siglo XIX con Schmid estaban interesadas en registrar la lengua que esas comunidades no iban a saber mantener, según rezan sus credos decoloniales.
Dora Manchado ha registrado en los mismos documentos que produjeron esas agencias imprecisiones y confusiones sobre su nombre, sobre la forma apropiada de pronunciar las palabras (Dora amonestaba a quien citaba el diccionario anteponiéndolo a su autoridad).15
A pesar de estas escenas disensuales de Dora, de sus reticencias y de sus silencios, de su «reducida capacidad temática» en lengua tehuelche, nada de esto impidió a las agencias llevar adelante sus proyectos y construir determinados resultados, teniéndola a ella como protagonista, exhibiéndola. Esto nos permite revisar esta operación no solo en términos de la internacionalización de sus investigaciones y del trabajo a todas luces valioso, sino que también posicionan a Dora como figura mediadora y como una intelectual de pueblo en condición de periferia pero, de ahora en más, imposible de eludir para la historia cultural de la Patagonia.
Considerar que fue Dora quien tomó la decisión de visibilizarse y posicionarse como hablante tehuelche nos permite ubicarla y pensarla como una parte fundamental en la historia cultural de la Patagonia, primero, y de una historia posible de las mujeres en Argentina después, en especial, si analizamos la vida de Dora a partir de lo que Ana Teresa Martínez (2013) propuso como figura mediadora. A efectos de pensar el rol de los intelectuales de provincias y su posición ante los polos centrales, el trabajo de Ana Teresa Martínez plantea que en varias oportunidades los estudiosos de la sociología de la cultura y de la historia intelectual han focalizado su mirada en campos culturales centrales y productores culturales cuyo reconocimiento y consagración son al menos nacionales. Este tipo de estudio deja afuera a intelectuales y espacios sociales locales por su condición de periféricos o marginales en función del centro. Para romper con este esquemático procedimiento metodológico, Ana Teresa Martínez elabora una serie de categorías tales como intelectuales de provincia, intelectuales de pueblo o aglomerado o figuras mediadoras. Es decir, un sujeto o un agente capaz de mantener a través de una narrativa más o menos estable una conversación con los centros mientras que tracciona y reproduce el imaginario cultural donde vive.
Estos sujetos comparten una vida en una capital de provincia (Dora vivía en Río Gallegos, la capital de la provincia de Santa Cruz, aunque no tan capital de provincia como pueden serlo Mendoza o Córdoba; en esa escala, Río Gallegos puede ser un pueblo), comparte una densidad del espacio vivido (Dora vivió en la reserva Camusu Aike, aprendió «cristiano de un curita salesiano», reminiscencia de la conquista y de ahí se mudó y trabajo en Río Gallegos donde se jubiló, volvió a Camusu Aike a compartir su conocimiento del Tehuelche, como se observa en el documental), estableció un vínculo con los centros no solo nacionales sino globales que, a través de fundings, instalaron la necesidad de registrar y resguardar horas y horas de la lengua y constituían así a Dora como sujeto. Acaso, es una historia un poco más extensa que la que Borges nos relata en el etnógrafo pero que se hizo cuerpo con Dora y las comunidades donde se instaló el protagonista de dicho cuento.
Referencias
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Consejo Provincial de Educación. Resolución 3157/10. Creación de la Modalidad Intercultural Bilingüe. Provincia de Santa Cruz.
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Domingo, Javier (2019). La imborrable obra de Dora Manchado: ¿la última guardiana de la lengua Tehuelche? https://www.infobae.com/cultura/2019/01/30/la-imborrable-obra-de-dora-manchado-la-ultima-guardiana-de-la-lengua-tehuelche/
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Svampa, Maristella (2016). Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo, dependencia y populismo. Edhasa.
Notas
Notas de autor
Información adicional
Agradecimiento: Quiero agradecer a Jenny Hasse de la
Universidad de Halle, quien permitió en su seminario sobre Patagonia y cine leer un primer avance de este trabajo. Asimismo,
en el ciclo de conferencias Sur.
Discursos, saberes y prácticas estéticas desde Argentina, organizadas en la
Universidad Humboldt de Berlín por Jorg Düne y Monika Raík, adelanté la
particular historia de Dora. Marcela Arpes impulsó y alentó este trabajo.