Dossier

Mujeres viajeras y escritura (es)trábica en y desde la Argentina: Lina Beck-Bernard – Laura Pariani y Cecilia Prenz

Women travellers and strabismic writing in and from Argentina: Lina Beck-Bernard - Laura Pariani y Cecilia Prenz

Adriana Crolla Sobre la autora
Universidad Nacional del Litoral, Argentina

El hilo de la fábula

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1667-7900

ISSN-e: 2362-5651

Periodicidad: Semestral

vol. 20, núm. 23, 2022

revistaelhilodelafabula@fhuc.unl.edu.ar



DOI: https://doi.org/10.14409/hf.20.23.e0006

Resumen: Nos proponemos analizar la producción de tres escritoras viajeras/migrantes. Dos europeas de distintas épocas: Lina Beck-Bernard (mitad del S. XIX) y Laura Pariani (segunda mitad del S. XX) y una argentina con residencia en Europa: Cecilia Prenz (entre siglos).

Las tres en sus desplazamientos hacia y desde la Argentina, vivieron de modo personal la experiencia del contacto de mundos, generando en sus ficcionalizaciones y textos autobiográficos, una particular mirada (es)trábica (Crolla, 2008-2014).

Para ello proponemos ampliar la categoría de “discursos migrantes” y “escritores migrantes” hacia la reflexión sobre el modo cómo la mujer conquista un espacio de escritura “otro” cruzando fronteras desde la mirada, la lectura y el discurso.

Y en donde la traslación física y el contacto físico con “lo otro” determina posicionamientos políticos, estéticos y lingüísticos altamente significantes en sus propias tras/laciones discursivas.

Palabras clave: Mujeres migrantes, Lina Beck-Bernard, Laura Pariani, Cecilia Prenz.

Abstract: The aim of this article is to analyze the production of three migrant women writers. Two of them are European but from different periods: Lina Beck-Bernard (mid-19th century) and Laura Pariani (second half of the 20th century); and the third one is an Argentinian living in Europe: Cecilia Prenz (between centuries).

In their journeys to and from Argentina, the three women experienced the contact between worlds in a personal way, generating in their fictionalizations and autobiographical texts a particular strabismic gaze (Crolla, 2008-2014).

To this end, it is proposed to widen the categories of "migrant speech" and "migrant writers" in order to reflect upon the way in which a writing space considered as “other” can be conquered by women by crossing borders through their gaze, their reading and their speech. And where physical movement and physical contact with "the other" determines highly significant political, aesthetic and linguistic positions in their own discursive movements.

Keywords: Migrant women , Lina Beck-Bernard, Laura Pariani, Cecilia Prenz.

‘Homo viator’ y ‘homo loquens’ son experiencias antropológicas originarias. Se viaja para narrar y se narra para viajar. Partiendo de estos postulados, se podría pensar cada relato como un viaje en la palabra, pues en su origen se entraman la idea de la búsqueda (de saberes o mundos desconocidos) y un proceso de develación, investigación, traza o huella, operado a partir del recorrido por esa nueva realidad.

Todo viaje implica un pasar a otro lado y todo relato un pasar “a-través” del espejo de la ficción, atravesar un universo alternativo para contraponer o subvertir el universo de lo real. Esta dúplice particularidad de “des-viarse”, proyectar un camino y escribir una “prolepsis” (un mapa que guía y una cartografía) no impide sino que en realidad potencia el “extra-vío” por rutas alternativas, no previstas inicialmente pero que una vez recorridas, enriquecen la experiencia originaria. El extravío puede pensarse también en sentido positivo cuando se transforma en una praxis de adaptación, de apertura a lo desconocido y de redimensionamiento extrañado de lo nuevo.

Por otra parte, en el extravío se potencializa el “estrabismo”, esa disposición viciosa de los ojos por la cual los dos ejes visuales no se dirigen a la vez a un mismo objeto. Así la mirada del migrante, del hombre “in statu viae”, es como la del estrábico que ve doble y des-centrado. En el viaje es-trábico, el mismo objeto se duplica, esfumándose los contornos y emergiendo otras angulaturas, otras proyecciones. Entonces es necesario desarrollar especiales competencias de interpretación, hacer que la memoria, el relato, testimonien y testamenten la pérdida para internalizar el encuentro con lo nuevo que la experiencia migratoria posibilita. Decir, contar para re-cordar (re-anudar) en el corazón de las palabras y de los sentimientos.

Lina Beck-Bernard: viajera (es)trábica en la Argentina del S. XIX

Lina Beck-Bernard llegó a Santa Fe en enero de 1857 junto a su marido Carlos Beck a un año de la fundación de Esperanza por Aarón Castellanos. Su esposo era dueño, junto a Aquiles Herzog de una empresa de Colonización con sede en Basilea, Suiza. Luego de haberse ocupado de los contratos de las 200 familias que vinieron a fundar Esperanza en 1856, decidió venir a supervisar él mismo el proceso y solicitar tierras al gobierno provincial para fundar una nueva colonia. Otorgada una cantidad suficiente de leguas al sur-oeste de la ciudad capital, fundó en 1858 San Carlos y permaneció siete años supervisando su montaje.[1]

Lina residió cinco años en esta ciudad alcanzando a ocupar junto a su esposo lugares de referencia en la élite local, pero al mismo tiempo sus finas dotes de observadora, que habían empezado a manifestarse en el libro de viaje que la acompañó desde la partida y que se conoce como Le Rio-Paraná. Cinq années de séjour dans la République Argentine, publicado en París en 1864 y traducido tempranamente en Santa Fe por José Luis Busaniche (1935), le permitieron, a dos años de su regreso a Suiza, demostrar que su curiosidad intelectual de genuina mujer de letras, no había disminuido.

Las observaciones maceradas en la lejanía florecieron en tres ‘nouvelles’ en las que registró sus impresiones y ficcionalizó las experiencias vividas en nuestra zona. De estos recuerdos surgieron L´Estancia de Santa Rosa, Telma y Frère Antonio, las que publicó en 1872 bajo el título de Fleurs des pampas. Escenas y recuerdos de del desierto argentino.

En la fotografía se lee: “Sra.
Da. Isabel S. de Sotto, obsequio de su amiga Lina B.
de Beck. Julio, 1862” (la señora Isabel Sanginés de Sotto era la propietaria de la casa que la familia Beck-Bernard
alquilaba en la Plaza Mayor de Santa Fe).
Foto 1.
En la fotografía se lee: “Sra. Da. Isabel S. de Sotto, obsequio de su amiga Lina B. de Beck. Julio, 1862” (la señora Isabel Sanginés de Sotto era la propietaria de la casa que la familia Beck-Bernard alquilaba en la Plaza Mayor de Santa Fe).
Col. Museo Histórico Provincial – Diario El Litoral - Sábado 19 de junio de 2010

Lina había nacido en Alsacia, Bitschwiller cerca de Thann (Alto Rin) el 10 de febrero de 1824, pero el asesinato de su padre, ingeniero en una manufactura en una fábrica de la región, por un obrero, cuando la niña tenía apenas 10 meses, aportó a su niñez y adolescencia tonos sombríos que fueron quizás el motivo que la impulsara a interesarse luego por temas de política social. Fue la figura de su abuelo materno, el señor Berger, hombre no sólo instruido sino notable por su cultura a la vez literaria y científica, quien forjó la educación de Lina y la inició en el estudio del latín, el griego, las ciencias y el dibujo. Él mismo era yerno del escritor bilingüe Théophile Conrad Pfeffel, cuya estatua se erguía antiguamente sobre una de las plazas de Colmar, su ciudad natal y de quien Lina hizo un importante ensayo sobre su vida y obra (1866). A sus quince años, en 1839, su madre la llevó a Basilea. A esa edad ya escribía poesía, componía tragedias y comenzó a interesarse por la situación de las mujeres en las cárceles. En 1840, madre e hija se establecieron en Lausana donde Lina se interesó por la educación moral y literaria de las obreras[2].

Una mirada (es)trábica en el ‘status viae’

La mirada (es)trábica que encontramos desarrollada en las viajeras y migrantes, que ven al unísono dos realidades, en la mayoría de los casos contrapuestas, se manifiesta a nuestro parecer también en la persona que realiza un recorrido fluente de sus lecturas e investigaciones. Es un fenómeno que provoca distorsiones y extravíos muchas veces no detectables en el momento de las indagaciones y que obliga a estar atento a los datos y llamadas que cada lectura aporta y que incita a nuevos en-cordamientos y reverberaciones.

Esto nos ocurrió en el proceso de develamiento de datos biográficos de Lina y que aprovechamos a reacomodar y revisionar.

Durante los años en que incursionábamos los materiales (escasos) sobre la figura de Lina, se repetía un dato con referencia a su maternidad que costó acomodar a la realidad. Tanto el historiador sancarlino Juan Jorge Gschwind como el traductor José Luis Busaniche, dieron origen a la tradición de atribuirle a Lina la maternidad y muerte de dos niños durante su estancia en Santa Fe y explicar en esta dolorosa circunstancia, su regreso anticipado a Suiza.

Es necesario reconocer que en nuestro estudio preliminar al libro con la obra narrativa y ensayística de Lina Beck, queriendo no contrarrestar esta tradición, incurrimos en un nuevo error de interpretación. Puesto que al no encontrar mencionado el nombre de Elizabeth como heredera en un documento de 1900, que descubriéramos en el Archivo Histórico Provincial, llegamos a la conclusión de que al menos una niña nacida en 1859 en Santa Fe, había muerto en su primer año de vida y con ello se justificaba la necesidad de Lina de volver a su tierra.

En nuestros recorridos (es)trábicos no queríamos contrarrestar las apreciaciones vertidas por alguien tan serio como el historiador sancarlino Juan Jorge Gschwind, quien por cercanía histórica, había tenido contacto directo con las hijas de Lina y por ende nos parecía imposible que incurriera en errores en sus datos. Y al no encontrar a Elizabeth mencionada como heredera en ese documento notarial, interpretamos erróneamente que era el/la hija muerta en Santa Fe mencionada por los historiadores que nos precedieron.

Pero el hallazgo de estos documentos que seguramente Gschwind no conoció[3], y leyendo con atención el artículo de Rocheblave de 1929, hemos podido certificar que Elizabeth es la hija que Gschwind menciona (sin aportar datos de nombre ni existenciales) como yacente entre sus padres en la tumba cuya foto incluye en su ensayo de 1935. Durante nuestros estudios habíamos solicitado al Profesor Dallais que visitara el cementerio de Lausana pero no le fue posible hallar dicha tumba. La razón, según nos informó, es que pasado un tiempo, al no pertenecer a figuras notables o encumbradas de la ciudad, son por lo general destruidas. Hecho que nos puso en la disyuntiva de creer en la foto de Gschwind o tomar conciencia del incomprensible e injustificado cono de sombra en que cayeron estas notables figuras tanto en el reconocimiento histórico en Suiza como también en Argentina. Y por ende la urgencia de seguir trabajando en su visibilización y valorización. Sobre todo en un país y zona santafesina que tanto amaron y que colaboraron en dar a conocer y promover en su grandeza: Lina con sus creaciones literarias y Charles con sus más de veinte años como Cónsul Argentino de Suiza promoviendo la inmigración hacia nuestro país.

Tumba del matrimonio Beck-Bernard y de una
hija. Foto incluida por Juan Jorge Gschwind en su
ensayo de 1935.
Foto 2.
Tumba del matrimonio Beck-Bernard y de una hija. Foto incluida por Juan Jorge Gschwind en su ensayo de 1935.

Lina Beck-Bernard - Lausanne,
1873, Poesía de Lina que Gschwind incluye en su
ensayo. La misma, informa, le ha sido enviada por las hijas en oportunidad de
la celebración de los 75 años de la fundación de San Carlos.
Foto 3:
Lina Beck-Bernard - Lausanne, 1873, Poesía de Lina que Gschwind incluye en su ensayo. La misma, informa, le ha sido enviada por las hijas en oportunidad de la celebración de los 75 años de la fundación de San Carlos.

Finalmente, en noviembre del año pasado, recibimos del Sr. Guy Meyer desde Suiza, una copia de la partida de defunción de Elizabeth Fanny Beck-Bernard del Registro Civil de St-Gingolph (Haute-Savoie, France). Tal como consta en el documento, la niña había nacido en Santa Fe, Argentina, siendo su padre el Cónsul Argentino en Suiza y residente la familia por aquellos años en Lausana, Suiza. De acuerdo al documento, la niña de quince años se encontraba de paseo en la Alta Saboya francesa y tuvo un accidente el día 24 de julio de 1874. Hecho ocurrido un año después de la composición poética en la que Lina declaraba su amor a sus cuatro hijas, quedando certificado de esta manera el número real de hijos que Lina tuvo y la existencia de cada una de las cuatro declaradas.

Desafortunadamente, si por un lado estos datos nos ayudan a reconstruir su maternidad, no nos brindan información para explicar las razones de su regreso anticipado a Europa.


Foto 4.

Más allá de las penurias que seguramente sufrió en la experiencia viajera, es innegable que su estancia en Santa Fe dejó en ella una huella indeleble con altos tonos positivos. Y que las vivencias experimentadas constituyeron la materia no sólo de su libro de viaje sino de las tres ‘nouvelles’ que publicará posteriormente en la trilogía.

En estudios precedentes (2022-2017-2014) fuimos dando cuenta del valor testimonial y de la mirada (es)trábica que configuran sus ficciones de carácter seudo-autobiográficos. Las dotes de Lina para bucear en las profundidades de la subjetividad de los desposeídos, en particular de las mujeres, y determinar las razones de sus circunstancias, le permitió en el contacto con las tensiones de un mundo en construcción y diferente al suyo, ejercer una particular mirada diferente a la de las migrantes, pero siempre dicotómica y con fuerte involucramiento personal.

En las primeras páginas de La Estancia Santa Rosa Lina previene al lector sobre el carácter de su texto al asegurar que el estudio de las costumbres que narra no es una ficción ni tampoco una novela, aunque a veces tenga apariencia de serlo: “El estudio de las costumbres que se va a leer no es una ficción. Tampoco se determina como una novela aunque a veces tenga la apariencia de serlo. Los personajes están tomados de la realidad: son recuerdos, hechos reales, que se han agrupado en un episodio característico de la vida hispano–americana” (Beck-Bernard, L., 2018:59).

Las tres ‘nouvelles’ tienen un valor testimonial de indudable mérito y su lectura permite tomar contacto con el testimonio de vivencias y conocimiento directo de personajes y circunstancias que la historia local corrobora como existentes y que otras veces, inexplicablemente, silenció. Ejemplo de ello es la aparición del personaje evocado en La Estancia Santa Rosa, el Mayor Denys: «indio manso (sumiso) que comandaba la caballería de los indios auxiliares». Cacique de la reducción del Sauce y con importante participación en los hechos de la historia de la época.

En cuanto a la misma estancia podemos corroborar su existencia al ser la única construcción existente en momentos en que Charles Beck fundaba San Carlos y por ende donde seguramente deben haber pernoctado el empresario y en alguna oportunidad su familia, durante los primeros años de montaje de la colonia.

Emplazada a unos 10 km. de Santa Clara de Buena Vista, fue construida por un soldado que recibiera estas tierras de Urquiza, el Coronel Rodríguez, e inaugurada en 1854, tres años antes de la llegada del matrimonio. La estancia sigue hoy en pie y es propiedad de la familia.


Foto 5.

Según el historiador Rafael López Rosas (1993:324) Lina solía recorrer los alrededores de San Carlos y tomar contacto con los primeros colonos, resolver sus problemas y ayudar en la subsistencia. Así mismo declara haber escuchado de boca de doña Esmeralda Rodríguez Galisteo de Pujato, nieta del Coronel, sobre la/s visitas de Lina a la estancia y algunos detalles de lo que la viajera conoció allí (López Rosas, 1990:27 – 1993:325) además del estilo arquitectónico de la misma, de reminiscencias italianizantes y no moriscos-andaluces como la describe en la novela. Pero es innegable la filiación entre realidad y creación al poner ese nombre como título de su ‘nouvelle’. Nombre que por otra parte es el de la esposa del Coronel (Rosa Galisteo de Rodríguez) y de la Santa Rosa de Lima bajo cuya advocación estaba la capillita construida al costado del casco y a donde un padre misionero (¿Costanzo de Cavour?[4]) venía una vez al mes a oficiar la misa, según nos cuenta en la historia del morador de la ficción, Don Esteban. La descripción del lugar, tanto en sus características arquitectónicas, como en sus habitantes, geografía y costumbres nos permite reconstruir mucha de la historia autóctona que, como afirmamos más arriba, la historia oficial soslayó.

Por primera vez conoce directa y personalmente la vida de una estancia criolla; admira el estilo arquitectónico de la hermosa mansión, asiste a rodeos domas y carreras de caballos, conversa con los peones, viejos gauchos de las luchas civiles y con los domésticos, muchos de ellos mulatos, descendientes de esclavos. Por las noches, luego de la cena escucha no pocas historias de encuentros y batallas, de boca del dueño de la casa, que recuerda sus andanzas en tiempos de montonera. (López Rosas, 1993: 324)

Si bien el historiador no acuerda con la mirada crítica que nuestra escritora ejerce sobre la dominación española y las huellas dejadas en el nuevo continente, lo que nos interesa, y que el historiador niega, es el conocimiento que brinda de la incidencia de la presencia de los negros en el sistema productivo de la época y la existencia de cultivos de algodón y tabaco sólo sustentables por la mano de obra gratuita que aportaba la esclavitud. Y que es corroborado por los extensos datos y cuadros que aporta Charles Beck en su libro La República Argentina y otros manuales que escribiera para promover la inmigración europea a esta parte de la Argentina.

Destaca sí el tratamiento que Lina otorga a los indios y el choque de las razas blanca y autóctonas, además de hacer visible la importante presencia de la mestiza, negra y mulata. Es que Lina, considerada la primera novelista extranjera santafesina, da cuenta de las tensiones que ya eran visibles, y que Sarmiento analizó en su Facundo, entre la civilización y la barbarie.

Tal como explica Soumerov en el prólogo en la edición traducida en 1990 de La Estancia de Santa Rosa (1990:11) la trama, romántica y simplista en esencia, se complejiza por la mirada crítica que deja traslucir la autora sobre España y la colonización española. Y al poner el acento a partir de la inserción de personajes viajeros europeos como observadores críticos del ‘statu quo’ y los cambios en curso, gracias al progreso que traen los promotores de la inmigración. En este contexto las decisiones impuestas por la colonización española de asimilación del indio a través de un total mestizaje, se presenta como una de las soluciones posibles, pero Lina parece proponer, sin desarrollarla, otra diferente opción poblacional relacionada con la empresa migratoria.

La sagacidad y (es)trabismo de su mirada se demuestra en el conflicto nacional y racial que provoca la presencia del indio. Conflicto de hondas raíces y difícil lectura, que la autora simplifica en la ficción adoptando el filón romantizado y los patrones literarios en boga en los lectores europeos de la época, presentado en el indio con facciones blancas, José, una denuncia a la injusticia histórica del mestizaje y haciéndolo morir por los suyos defendiendo a la doncella blanca con la que no puede casarse.

Pero su mirada hondamente crítica y problematizadora emerge en el tratamiento de los personajes femeninos, en especial en la india Carmen, inmersa en contradicciones y fiera en el papel vengativo y reinvidicatorio de su raza. Es el personaje que Lina cincela en modo menos esquemático, menos trabajado desde una perspectiva idealizada en esquemas previos y por ende, el más misterioso, otorgándole sutiles lazos de entendimiento y poder con todos los demás. Y en este tratamiento, podemos descubrir también anticipadas connotaciones de género. La india manifiesta un pasado de luchas (y amores) con el ejército blanco, es la viuda del respetado Cacique Arraya, madre de José y Manuel, nodriza de Mercedes y Soledad (por el respeto que ha sabido ganarse en Don Esteban), descubridora y custodia del tesoro heredado por el dueño de la estancia, experta baqueana de la zona y por ello guía de Sir Henry y Quiroga, objeto del temor de la negra Eusebia y de los otros esclavos por el saber que posee y su relación con fuerzas oscuras de la naturaleza y notable superioridad sobre los cuatro caciques que confabulan con ella sobre el malón a la estancia. Afirma Soumerov que:

Misteriosa, imponente, desconfiable como lo es el indio para el blanco; fundación y continuidad de su raza en tanto madre, portadora del estigma de la violación primigenia que constituye la conquista, reemplaza en La Estancia de Santa Rosa al hombre que desde La Cautiva en adelante ha representado la pervivencia provisoria del indio, según la propuesta de la literatura argentina (Soumerov en Beck, L. 1990:15)

Y luego, en una nota al pie, destaca que en la literatura argentina “el indio no ha proliferado en ninguna época” y que en las obras más representativas de la literatura del S. XIX (La Cautiva, Martín Fierro y Una excursión a los indios ranqueles) “el universo indígena descripto es fundamentalmente masculino. En los poemas existen sin embargo sendas heroínas, pero se trata de cautivas, es decir de blancas prisioneras del indio” (Soumerov en Beck, L. 1990:15)

La fuerza atávica y compleja de la figura de la india trabajada por la autora, alcanza su punto más álgido en las escenas finales y en la posterior desaparición y misterio de su existencia y la del hijo Manuel, a quien presuntamente arrastra nuevamente al desierto, luego de instigar el ataque de los indios a la estancia, causa (¿injustificada?) de la muerte de José.

En ese momento una figura se desprendió de las filas y se adelantó. A Sir Henry le pareció que era Carmen y sin embargo encontró esta suposición tan odiosa que trató de rechazarla.... Sir Henry hizo recargar las carabinas. Él mismo martilló su revólver preparándose para tirar cuando José le puso la mano sobre el brazo.

—¡Mi madre!... —exclamó con tono desgarrador.

Sir Henry, en efecto, percibió esta vez claramente a Carmen quien, lanza en mano, semejante a una pantera herida, intentaba escalar la cima de la barricada. Ya iba a alcanzarla y a encontrarse cara a cara con su hijo cuando este lanzó un débil grito y se desplomó. Un dardo arrojado por una mano invisible había penetrado en su corazón. (Beck-Bernard. L., 2018:120-121).

En estudios previos (2022-2017) hemos indagado con mayor profundidad el modo cómo Lina trabaja el motivo del indio. En especial en el artículo en vías de publicación en la revista Melibea de la Universidad de Cuyo, donde nos detuvimos a analizar el motivo de la cautiva y el tratamiento de la india desde la mirada de la alsaciana sobre lo femenino y la tensión entre civilización y barbarie. En la tercera ‘nouvelle’ Fray Antonio, ficcionaliza al modo romántico de la época, una historia de amores trágicos para mostrar elementos interesantes sobre la vida y costumbres de los indios mocovíes en la zona del Río San Javier y ponderar las acciones evangelizadoras, pero alcanzando tonos manifiestamente originales en el tema de la cautiva, y el modo cómo presenta a las indias con connotaciones respetuosas y superadoras. El motivo tangencial de la cautiva le sirve para analizar las relaciones interesadas y colaborativas que se fueron entramando entre indios y misioneros. Y así la novelista, de filiación protestante, como lo hace frecuentemente en sus escritos, aprovecha también para criticar severamente las prácticas doctrinales del clero católico.

Otro motivo de particular interés y que constituye el marco referencial de su segunda novela, Telma, es el referido a los negros y la esclavitud: En estas páginas la sensibilidad social de la viajera se traduce en un iluminante relato sobre cómo se produjo realmente la liberación de vientres que se promulga en 1813 y cómo, a pesar de que se estipula un proceso libertario escalonado en treinta años, no se cumplió del modo esperado. Agravado porque no se alcanza tampoco el efecto benéfico esperado con la llegada de los inmigrantes sobre la otrora economía local y la riqueza de los primeros propietarios de la tierra.

Lina da cuenta de una reacción del general Urquiza en repudio a los hacendados de la zona, quienes, al pasar el caudillo por la ciudad en 1851, lo recibieron con demasiada frialdad. Por lo tanto, al haber todavía muchos esclavos y al ser el comienzo de su época victoriosa contra Rosas, Urquiza resuelve vengarse y reuniendo a los esclavos en el cabildo, les dio a cada uno un acta de liberación y un pasaporte con pase libre a todos los barcos que estaban en ese momento en el puerto.

Siguiendo a Catalina Pistone en su obra “La Esclavatura negra en Santa Fe” nos informamos que “Corrientes fue una de las provincias precursora de la abolición de la esclavitud, en 1843.” (1996: 69) y que llegado el momento de la sanción de la Constitución de la Confederación Argentina en 1853, en su Art. 15, quedó expreso que en la Confederación Argentina no hay esclavos. Pero Pistone reconoce que la ley especial que reglaría las indemnizaciones a los dueños de los esclavos libertos, “nunca fue redactada ni siquiera gestionada, aunque Urquiza hizo concentrar en Santa Fe a varios centenares de esclavos y solemnemente los declaró libres.”

Lo paradójico es que ni la historiadora ni nadie en Santa Fe pudo localizar documentación de referencia en el Archivo santafesino. Y que sólo Lina Beck-Bernard informa de ello en su libro El Río Paraná afirmando que “y les dio a cada uno (esclavo) un acta de liberación y un pasaporte con pase libre a todos los barcos que estaban en ese momento en el puerto (de Santa Fe)” (Beck-Bernard, L., 2013:124).

Luego en Telma, retoma el tema para mostrar los efectos que la liberación de brazos provoca en las familias criollas y en la producción y economía local. Corroboran los recuerdos de Lina el que hubo familias santafesinas que concedieron la libertad a sus esclavos previo a la Constitución de 1853, como por ejemplo Delfina Diez de Andino de Coll en 1834. Y que Estanislao López al morir en 1838 dejó en su testamento establecido que concedía la libertad a su esclava Marcelina, cuando su hijito Martín hubiera cumplido cinco años de edad.

En el caso de Telma, el tema de la liberación de los esclavos se justifica en la introducción y ocupa tres de los cuatro capítulos. Con la intención siempre de dar verosimilitud en los hechos, la narradora asevera: “El relato que se va a leer cuenta un episodio de la emancipación. Es una humilde historia que ocurrió, por decirlo así, ante nuestros ojos. Solo hemos cambiado algunos nombres y recuperado nuestros recuerdos” (Beck-Bernard, L., 2018:129)

En efecto, el personaje que da nombre a la novela es hija de una esclava, Natividad, quien abandona a sus dos niños, Telma y Mariano, en la casa de la ama. La historia comienza doce años antes, cuando familias enteras de criollos comienzan a quedar abandonadas a su suerte, las casas se tornan desiertas y los cultivos, ahora sin mano de obra, abandonados. Tal el caso de doña Isabel Gómez y Navarra, dama y patrona de una vasta propiedad en las cercanías de Santa Fe, pujante hacienda que pronto caerá en ruinas debido a la falta de manos que mantengan la industriosa actividad.

Seguramente se refiere a lo que recuerda en el capítulo antes mencionado referido a la emancipación, donde se menciona el efecto negativo provocado en la economía local y en particular en la vida de una noble criolla, doña Carmelita L., quien comienza a arruinarse durante la primera emancipación y termina criando los dos hijos de su esclava, fugada durante la última. Y cómo los dos huérfanos, convertidos en gente de bien, asistirán a la anciana durante su vejez y hasta su final. Personas que el matrimonio Beck-Bernard conoció realmente, y así lo afirma Lina en su libro de viaje: “Fue en ese momento que conocimos a estas tres personas, entre las que los acontecimientos extraordinarios habían creado lazos afectuosos y abnegados” (Beck- Bernard, L., 2013:125).

También, aun reconociendo la ilegalidad de la esclavitud a la que define como «repugnante», logra mostrar con lucidez la diferencia entre la idiosincrasia española y el modo más humanizado de ejercer el poder sobre los sometidos, frente a lo ocurrido en los Estados Unidos.

Aunque muchas familias se vanaglorian de tener orígenes puramente europeos, nunca hubo, sin embargo, los absurdos e inicuos prejuicios norteamericanos contra la gente negra. Siempre hubo adopciones de niños pardos o mulatos reconocidos por el padre y que gozaban de los mismos derechos que sus hermanos de raza blanca. El país tuvo, gracias a esta ausencia de prejuicios injustos o estrechos, varios hombres distinguidos, el gran general López entre otros, que fue uno de los fundadores de la federación, uno de sus más firmes apoyos y uno de los hombres que más trabajo para la prosperidad de su país, si el veneno de Rosas no lo hubiera arrancado a su familia y a su patria. (Beck- Bernard, L., 2013:126).

La afirmación de Lina sobre una ascendencia negra del Brig. Estanislao López (cosa que la historia oficial local nunca registró) llamó nuestra atención cuando con la Prof. Silvia Zenarruza estábamos elaborando una ponencia para las jornadas de la AALFF de 2016 y encontramos que en la versión francesa del libro sobre los cinco años en territorio argentino Lina destaca, en una nota al pie, el color pardo de la piel del Brigadier. Y en Telma afirma:

En la República Argentina, el absurdo e injusto prejuicio contra la gente de color no existía y los hijos de esclavos pardos o mulatos adoptados por su padre criollo gozaban de los mismos privilegios que sus hermanos de raza blanca. El país debe a ese sentimiento de justicia, desconocido en los Estados Unidos de Norte América, a alguno de sus más nobles ciudadanos. Nombraremos entre otros, a uno de los fundadores de la Federación, Don Estanislao López, apodado aún hoy el gran general López, que ha dejado el recuerdo de las más puras virtudes. (Beck-Bernard, L. 2018:128).

Consultados los más importantes referentes de la historiografía local, ninguno pudo corroborar este dato. Si bien es cierto es que hay descripciones de López que lo presentan bastante moreno en su tez, cosa que tomó en cuenta el ilustrador santafesino Juan Arancio cuando hizo el retrato del Brigadier hace algunos años.

Otro dato interesante que podemos recabar de la mirada de la viajera sobre la realidad de entonces y que la historiografía local ha silenciado o minimizado, es el importante desarrollo en la producción del algodón y del tabaco que se dio durante la época de la esclavitud en la pampa santafesina y que por supuesto se destruyó al carecer de mano de obra gratuita y numerosa. Producción e identidad socioeconómica que si en el sur de Estados Unidos se tradujo en una importante recuperación a través del cine y la literatura, en Santa Fe y en la Pampa Gringa quedó recluida a la memoria y la palabra de esta mirada de excepción.

Finalmente, nos resultó siempre interesante el modo cómo relata en modo preciso y hasta puntillístico elementos y costumbres de la época, lo que nos permite avizorar una historia definitivamente desaparecida pero todavía recuperable a través de sus paisajes y ambientes.

En Telma llama nuestra atención el modo cómo convierte en ambiente de la ficción la fiesta anual en honor a la Virgen de Guadalupe, que ya había analizado en su libro de viajes al hacer mención a relatos y tradiciones que asociaban el gran espejo de agua de la Laguna Setúbal o Guadalupe, por aquellos años Laguna Grande, con el oratorio cercano erigido por Francisco Javier de la Rosa en el extremo norte de la ciudad.

Lina llega a preguntarse si la capilla fue construida para la leyenda o la leyenda para la capilla, sin llegar a aventurar una respuesta, aunque celebrando dicha asociación para la satisfacción de creyentes y peregrinos (Beck-Bernard, L., 2013:109).

Es importante hacer notar que esta notable mujer, interesada desde siempre en la situación de los desposeídos, los marginales y en ese conjunto, las mujeres, se tradujo en una importante acción social y también ensayística. Pero también en expresiones artísticas que excedieron la escritura.

Lina fue también una exquisita pintora y gracias a Matteo de Nora, su bisnieto, hemos podido acceder a una colección de cuadros que todavía atesora la familia y que la muestran como poseedora de una exquisita paleta. Algunos catálogos de exposiciones en la Societè Suisse des Beaux Arts la muestran activa para 1884. Y nos permiten preguntarnos el modo cómo pudo resolver las tensiones que seguramente vivió como mujer perteneciente a una clase y un tiempo en donde no se les concedía a las mujeres reinar más que en el “interior” (de sus casas y de sus propias subjetividades) y el espíritu progresista que movía las acciones e intereses de su marido orientado a la colonización de tierras fuera de Europa. Y ella misma, testigo privilegiado y proclive a dar libertad de acción a inquietudes intelectuales y artísticas desusadas e intensas para la época.

Queremos terminar con estas indagaciones mostrando una pintura de su autoría, ejecutada muchos años después de su estancia en Santa Fe, y una foto, la más antigua que hemos encontrado de la otrora capilla de Guadalupe, donde es posible detectar el modo cómo su mirada (es)trábica, tantos años después, pudo llegar a conciliar en un mismo paisaje, las dos orillas y una posible consustanciación de las divergencias.

La histórica palmera y la impronta arquitectónica de la original capillita, junto al espejo de agua, las lavanderas y el ombú, dan cuenta de ello.

Paisaje
de Santa Fe. Óleo,
Foto 6
Paisaje de Santa Fe. Óleo,
Colección privada


Foto 7

Imagen de la vieja
capilla de Guadalupe, erigida por el ermitaño Francisco Javier de la Rosa en 1780.
La actual Basílica comenzó a construirse en 1904 bajo las órdenes del arquitecto
Juan Bautista Arnaldi y fue inaugurada el 8 de mayo
de 1910. Quedó como testigo de la antigua capillita la palmera, plantada el 5
de febrero de 1820 en ocasión de la boda de Doña María del Barco y que fuera troncada
por una tormenta en las últimas décadas del S. XX. (Fototeca del Archivo General de la Provincia.)
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Imagen de la vieja capilla de Guadalupe, erigida por el ermitaño Francisco Javier de la Rosa en 1780. La actual Basílica comenzó a construirse en 1904 bajo las órdenes del arquitecto Juan Bautista Arnaldi y fue inaugurada el 8 de mayo de 1910. Quedó como testigo de la antigua capillita la palmera, plantada el 5 de febrero de 1820 en ocasión de la boda de Doña María del Barco y que fuera troncada por una tormenta en las últimas décadas del S. XX. (Fototeca del Archivo General de la Provincia.)

Il piatto dell´angelo de Laura Pariani


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Laura Pariani (Busto Arsizio, Italia, 1951) renueva con esta novela del 2013, su ya extenso laberinto escritural con la experiencia argentina, que la tuvo como protagonista en el viaje que su madre le obliga a cumplir a sus quince años para acompañarla en la búsqueda del abuelo abandónico. Un anarquista que por la década del 20 había encontrado refugio en este país austral, sin volver a Italia, dejando abandonada a su suerte a su mujer (condicionada desde ese momento y para siempre a ser una de las tantas ‘vedove bianche’) y a una hijita de tres años (la madre de Laura). Ésta, cuarenta años después decide cerrar el círculo doloroso que había dejado abierto la migración del padre, haciendo un viaje a las extremidades patagónicas en compañía de su hija mayor.

Desde la madurez de su propia feminidad, la voz narrativa (alter ego de la escritora) hace visible el dolor que signó la existencia de esa madre a la que Pariani interpela y que configura el retrato de una mujer que no pudo ser madre en su total intensidad, porque su destino estuvo marcado por su sino filial. En una experiencia de soledad y condicionamientos tan difícil e incomprensible como la de la abuela, condenada a no poder reconstruir jamás su vida afectiva y su libertad.

La madre de la escritora asume así el lacerante perfil, si la transposición del concepto es posible, de ser una de las tantas ‘figlie bianche’ que el proceso inmigratorio ha de haber generado por miles, y contender a lo largo de su vida con una esencial orfandad, la que se hace dolorosamente visible en la palabra de la hija que viaja en el tiempo y en espacio, para poder apaciguarlo, y conjurarlo, si no en la realidad, ya imposible, en las figuraciones de la palabra poética.

Laura Pariani retoma en esta novela breve el costado más doloroso de los libros sobre las migraciones finiseculares hacia la Argentina. Y en estos procesos, la particular experiencia de las mujeres del país del abandono, sometidas a la soledad y a la incomprensible ausencia de los hombres queridos, que ayer, migraban para “fare la Merica”” o para escapar de los condicionamientos, las postergaciones y las desesperanzas.

La novela ofrece un interesante contrapunto heteorotópico y heterocrónico al proponer un revés actual a la historia: el de las migraciones de mujeres latinoamericanas que hoy parten para Italia por iguales razones de sobrevivencia y para hacer la propia “Merica” en estos nuevos contextos de inmigración.

Si antes eran los hombres los que en mayor número partían solos en busca de trabajo y utopías económicas, lo que vemos reflejado en las partes del libro que se agrupan bajo el apelativo de Ieri (Ayer), en el Ieri è oggi (Ayer es hoy) están las mujeres que son las que hoy abandonan hijos y familias en busca de reterritorializadas utopías. Dejando dispuestos, en otras mesas, el mismo ‘piatto dell´angelo’ que espera inútilmente la vuelta del ausente.

Se nos narra entonces en paralelo la historia de Lita, una joven boliviana que viaja a Milán con la esperanza de cambiar calidad de vida para sostener económicamente a la familia lejana y ayudar así al crecimiento de las hijas. Cuanto Lita pisa suelo italiano encuentra, como en las migraciones precedentes, las mismas dificultades, pero luego de superarlas comienza a soñar con una vida mejor.

Haciendo recurso de una oralidad particular basada en el bi y trilingüismo (italiano, español rioplatense y dialecto) Pariani permite que nos adentremos en la mente de la migrante que ha encontrado trabajo como ‘badante’ (cuidadora de ancianos) en casa de la madre de Piero, marido de Marina. Personajes que en viaje de vacaciones por territorios latinoamericanos, deciden ir a visitar la familia de Lita en Bolivia, sin siquiera pensar en avisar a la misma de sus intenciones y para conocer su modo de vida.

La estadía, que está prevista para un día, por diversas circunstancias se prolonga y los visitantes se ven confrontados con la realidad y conflictos familiares y sociales de una sociedad pobre y atrasada. La mirada (es)trábica aflora no sólo en la migrante sino también en la viajera quien ante el impacto del otro mundo siente disolver los límites entre desarrollo y subdesarrollo y proyectarse a aquella niñez de la Italia de la posguerra, también carenciada, pero repleta de las virtudes de la cultura campesina, que su marido, digno representante de las nuevas generaciones de la Europa comunitaria consumista, manifiesta haber olvidado:

- ¿Pero qué querés que puedan arreglar? ¿Viste cómo viven? Qué clase de lugar…. ¡Mirá los muebles!

Marina sonríe para sí. En cierto sentido la decoración de esta habitación le recuerda a la casa donde creció de niña: habitaciones llenas de roperos oscuros y macizos con las manijas altas, que parecían caer sobre ella como monstruos, armarios que sabían de los licores hechos en casa y que en la noche gemían por los gusanos, cajones donde su madre conservaba desordenadamente cofias, trenzas cortadas, anteojos rotos, abanicos. Reliquias de los muertos de la familia, con un leve perfume a polvo y alcanfor. (Pariani, 2022:70)

En las reflexiones (es)trábicas de Lita, la migrante, se hace visible la crítica a una sociedad que habiendo alcanzado el bienestar y el desarrollo, ha perdido en gran medida su capacidad para ser feliz y su sentido de la justicia, traducido en el modo cómo mantienen en precariedad laboral a estas empleadas extranjeras a las que consideran inferiores y ejercen sobre ellas cierto grado de explotación y xenofobia:

Lita está preocupada porque no le escriben seguido desde su casa. Quisiera regresar cada tanto a Bolivia, para volver a abrazar a las hijas, pero el viaje cuesta una barbaridad, y además tiene miedo de quedar frenada en el control de los documentos porque no posee un permiso oficial de permanencia. El período de prueba pasó hace mucho, y Piero, el hijo de la señora Colnaghi, no la ha puesto todavía en regla. Cada tanto escribe alguna tarjeta postal a las hijas con el Duomo y el Castillo de los Sforza. Le gustaría desahogarse y contar la verdad sobre su vida actual, encerrada en un pequeño departamentito de Porta Romana. Una carta que diga: “Queridas hijas, Italia no es flores y rosas. Es cierto, hay bienestar si lo comparamos con nuestra situación, pero la gente no ríe jamás. Todos corren, tontos que van y tontos que vienen, ninguno tiene tiempo para charlar entre vecinos, de hacerse compañía en la noche. Por ejemplo, el lugar donde vivo: el apartamentito de la señora Colnaghi es minúsculo, hay de todo – electrodomésticos, televisor, agua caliente – pero tiene olor a cerrado, a viejo. De noche en el edificio hay un silencio que provoca miedo. No es el silencio al que estamos acostumbrados en el altiplano: acá viven todos juntos, unos encima de los otros, pero es como estar solos. (Pariani, 2022:81-82)

Hace muchos años tuvimos la suerte de conocer a Laura Pariani. Primero a través de su libro inciático en otro modo de pensar desde “el otro océano” las problemáticas de la inmigración italiana en Argentina. En Quando Dio ballava il tango (Rizzoli, 2002) la autora se apropia de los procedimientos estructurales de Cien años de soledad para organizar una compleja matriz genealógica y conmover a través de una mirada sesgada y decididamente “otra”, la odisea ítalo-argentina de una saga migratoria que dura 100 años. Y en la que seis familias italianas emigrantes y una secular red de viajes, estancias y regresos dan origen a una identidad que hoy nos identifica.

Esa lectura, y muchas otras oportunidades de contacto con la autora, permitió com- pasionarnos con las particulares vicisitudes familiares y personales que determinaron para ella un destino “argentino”.

Siempre pensamos que ese libro, como otros donde Pariani reconstruye la parte de la historia, literatura y cultura argentina que le toca, merecían ser traducidos al español y en nuestro registro rioplatense. Porque nos hablan de un fenómeno que desconocemos en su totalidad porque fue siempre “hablado” desde el aquí argentino. Y que por lo tanto requiere de una perspectiva (es)trábica, doblemente extranjera y local.

Leer a Pariani nos ayuda a comprendernos mejor y entender desde una perspectiva a la vez propia y extraña, aquellos fenómenos que nos identifican y que enhebran las aristas de nuestras complejas identidades multiversas.

La tarea emprendida para la publicación de una primera traducción en registro rioplatense de algunos de sus textos sobre la experiencia migrante desde la otra orilla, culminada en su publicación hace escasos meses, posibilitará no sólo su difusión en nuestro medio sino también una lectura comprensiva y aglutinante de la doble mirada que estos procesos requieren.

Autobiografía y autoficción en la experiencia migrante de Cecilia Prenz Kopuzar

Tres países, tres ciudades, tres culturas y tres lenguas se entraman en esta ‘opera prima’ de Ana Cecilia Prenz Kopušar, Cruzando el río en bicicleta (La Plata, 2013). La novela, escrita primero en español, con una primera edición en 2013 en Argentina, fue reeditada luego en versión italiana, autotraducida por la autora y publicada una editorial independiente de Trieste en 2016. En 2017 realizó la versión serbia, junto a Aleksandar Lazić y la revisión de la traducción de Marija Mitrović. Bajo el título Preko reke na biciklu, fue editada por Clio y public.

Nacida en Belgrado, pero de padres argentinos, la escritora pasó su primera infancia en La Plata, Argentina y su primera lengua fue el español, por eso se autoidentifica con esta nacionalidad. Los padres de la protagonista se exiliaron en Yugoeslavia en junio de 1975, escapando de la persecución política que en Argentina podía llevar a prisión o a una muerte violenta al padre por imposición de las nefastas listas negras de la Triple A. Cecilia vuelve a Belgrado a los 11 años y cursa en dos escuelas diferentes los últimos cuatro años de la escuela primaria. Reside unos años en ese país y luego se traslada definitivamente a Trieste donde vive en la actualidad.

Si leemos las versiones en español y en italiano (el desconocimiento de la tercera lengua impide la confrontación) en perspectiva comparada, podemos indagar aspectos que involucran la experiencia de la migración (o exilio) de la autora y de su familia, de la autoficción y la autotraducción y al mismo tiempo, el particular proceso de concientización de la propia identidad, terminada de configurar a través del memorial creativo.

El libro tiene un primer capítulo con un título altamente significativo: Pertenencia. Significativo porque en lo formal es éste un libro mosaico, construido con la técnica del collage, que la propia autora prefiere no etiquetar como novela sino como un cuento largo o una novella, concebida como relatos breves que, de vez en vez, fueron tomando forma hasta llegar a la unidad que tiene el libro ahora. Y en cuanto al mundo ficcional, es un relato que da cuenta de un personal proceso de concientización de la propia identidad a través de la escritura autoficcional y a partir de la recuperación de momentos seleccionados en modo a- secuencial y a-tópicos.

Cada partícula de ese puzzle vital es un emergente de la memoria que irrumpe en modo disperso (si bien no incoherente) como cresta de significación, configurando en el entramado del discurso una trama significada por la complejidad y la diversidad lingüística, cultural y política.

La pertenencia para Cecilia, sujeto narrante y protagonista, tiene un fundamento incontestablemente lingüístico determinado en el nombre. No en el propio o en la lengua, tal como le fuera dado por los padres, sino en el modo en que los otros la llaman y la integran, en el mismo simple y mágico acto de inventarse un modo privado, y al mismo acústicamente datado, de pronunciarlo.

La experiencia del viaje hace aflorar a veces el sentido de la nostalgia. Su destino migrante la condiciona a la fatalidad de la mirada (es)trábica. Vivir varias lenguas y varios universos al mismo tiempo, sin poder elegir o instalarse en uno, y en donde todas las percepciones y todos los recuerdos confluyen, colabora en el extra-viarse nostálgico, en el deseo del retorno (del nostos) al lugar donde no se está.

El haber experimentado además la angustia de una ciudadanía ambigua, de no saber a qué mundo aferrarse, se refleja en los comentarios de una entrevista:

Il certificato di nascita è in cirillico. In Jugoslavia valeva lo ius sanguinis, quindi c’è scritto “argentina”. In Argentina vale lo ius soli, infatti sulla mia carta d’identità in spagnolo c’è scritto “jugoslava”. A 18 anni sono diventata apolide. Durante la dittatura in Argentina avevo perso la nazionalità e sarei dovuta tornare lì per un anno per riacquistarla. Ma i nonni istriani possedevano un passaporto italiano, non avevano mai sentito la necessità di cambiare nazionalità. Grazie a loro sono diventata italiana (Prenz. Il piccolo: s.p.).

Y la complejidad de no saber algunas veces en qué lengua se configura lo real. Por ello, porque responde a realidades diferentes, no pueden ser iguales. En la versión italiana incluye un epílogo que no aparece en versión argentina.

Da qualche parte ho scritto che l´ aéreo per me era mágico. Sì. Salire sull´aereo e cominciare un´altra storia. Non è più così. Vorrei essere terbicua. Lo sono. Esistirà la parola? Le cose cambiano ma in fin dei conti neanche tanto…. Mi ostino, o forse no. Sono fra le montagne e da questo luego, forse ancora come un tempo, vivo il mio essere latinoamericana. (Prenz, 2015,118).

La palabra ‘terbicua’ descoloca en un primer momento. No se la reconoce como italiana y mucho menos española. Quizás sea serbia o croata, pensamos, dada la fluencia lingüística a la que obliga la escritura de Prenz. Pero no existe ni en internet. Si bien cuando lo explica en la parte final de una entrevista publicada en Trieste, desmonta derrideanamente su ‘différance’ y explota la significación de la triple ubicuidad.

In tutto quello che faccio ho sempre cercato di unire i miei tre mondi, Jugoslavia, Argentina e Italia. Li vorrei vivere contemporanemante.

Di recente ho detto a mio figlio: esiste la parola “terbiqua”? Ecco, io sono così. Il mio libro parla della sofferenza dello spostamento, del dolore di lasciare una parte di sè altrove. O la porti dentro e la fai vivere o questa parte resterà sempre una mancanza (Prenz. Il piccolo: s.p.).

En el neologismo de Prenz, se refleja con claridad la condición (es)trábica y el doloroso compromiso y la nostalgia de quien ve y experimenta el mundo en fragmentos tensionados. Pero donde puede coexistir un aleph único y plural, en perpetua redefinición.


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Referencias bibliográficas

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Notas

[1] Agradecemos al Prof. Philippe Dallais, del Departamento de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Zurich, la disponibilidad para el envío de datos y materiales requeridos en nuestras investigaciones. Y especialmente al Sr. Matteo de Nora, descendiente de Lina y Charles Beck-Bernard, por haberlo designado para esta tarea y por el apoyo brindado para la consecución de nuestros estudios. Su aporte nos ha permitido actualizar, completar y en algunos casos modificar datos, los que hemos volcado en los estudios preliminares de la versión traducida al español del libro de Charles Beck, La República Argentina (UNL, 2015. y de Lina Beck-Bernard. Trilogía narrativa y otros ensayos (UNL, 2018).
[2] Para conocer más ampliamente el pensamiento y la acción de Lina en estas preocupaciones, ver el libro editado por nosotros bajo el sello editorial de la UNL en 2018, Lina Beck-Bernard. Trilogía narrativa y otros ensayos, donde incluimos por primera vez en traducción al español las novelas de matriz santafesina publicadas bajo el título Flores de las Pampas y tres ensayos sobre la situación de las mujeres en las cárceles y la pena de muerte.
[3] Santiago Denner seguía siendo todavía apoderado de los Sres. Beck y Herzog (y de sus herederos) entre 1899 y 1901, tal como consta en una escritura de compra de tierras de ese año. En su carácter de apoderado local presenta la traducción de un poder emanado en Basilea el 13 de febrero de 1899, firmado por Carlos Beck y Carolina Elizabeta Herzog (viuda de Aquiles). Dicho documento reza: “Habiendo sido los Sres. Carlos Beck y el finado Aquiles Herzog los únicos socios de la extinguida razón social de aquí “Beck y Herzog”, los que declaran: “Conferimos el poder otorgado por nosotros al Seños Guillermo Lichtenhahn en Basilea el 9 y 11 de diciembre de 1895 referente a la administración y liquidación de los bienes generales pertenecientes a la referida razón social de cuantos ellas puedan consistir. Otorgamos además al citado apoderado poder para que, si esto estuviese en nuestro interés, alquilar para nosotros y en nuestro nombre otros inmuebles, celebre los respectivos contratos de compra y los bienes en nuestro nombre, mande efectuar las inscripciones en los registros públicos, pague los precios de compra. Arriende las fincas de nuestra propiedad, celebre los contratos de arrendamiento con los arrendatarios, perciba los arrendamientos entregando recibos legales por los pagos recibidos y en general ejerza todos los actos jurídicos correspondientes especialmente en caso de mora de pagos o diferencias inicie las acciones judiciales, pleite, celebre acomodo, conceda quitas y en general tome todas las medidas necesarias“. Y luego Lichtenhahn declara: “Yo transfiero poder transcripto que me fue conferido al Señor Santiago Denner, comerciante en Esperanza, República Argentina, en toda su extensión y la promesa de certificación e indemnización”. (Firmado el 4 de julio de 1899 por el Sr. Lichtenhahn, notario). Y sigue otro documento del 5 de julio de 1901, donde comparece el mismo notario en figura de apoderado para declarar que: “…las tres y únicas herederas del Sr. Carlos Beck Bernard, antes comerciante de Basilea domiciliado en Lausanne, fallecido allí el 6 de abril de 1900, a saber: 1) Noemí Susana Beck Bernard, esposa del Sr. Constantino Stoyanesco, ingeniero de Buckarest, reino de Rumania y domiciliado allá. 2) Señorita Amalia Catalina Laura Beck Bernard, sin profesión, mayor de edad, de Basilea, domiciliada en Lausanne, Cantón de Baud, 3) Señora Elena Mathilde Beck Bernard, esposa del señor Eduardo de Bavier, negociante en sedas, de Zurigo, domiciliado en el castillo Dully, cerca de Bursinel, Canton de Vaud, son las únicas herederas de su padre, Señor Carlos Beck Bernard…” Se transcribe luego el testamento y en su carácter de herederas, el otorgamiento de las mismas a Lichtenhahn del poder de actuar en su representación ante el Consejo Administrativo de la “Sociedad Suiza de Colonización en Santa Fe y Basilea” (firmado el 20 de diciembre de 1900), y del dicho notario transfiriéndoselo a Santiago Denner el 22 de diciembre. El legajo constituye el cuerpo de la Escritura 28 de 1901 donde a partir de la denuncia del 3 de enero de 1900 por parte de Beck y la viuda de Herzog de un sobrante de campo fiscal dentro de la línea de mejoras de un campo de su posesión en el Departamento San Cristóbal, Distrito Las Vizcacheras, de 3.728 hectáreas más 368 m. el gobierno fija el precio de la hectárea para la venta y ordena a la contaduría general practique la liquidación correspondiente. Ambos socios manifiestan su intención de compra. La compra es efectuada por Beck y la viuda de Herzog. Pero Denner aporta una declaración sobre el fallecimiento de Beck el 6 de abril de 1900 y solicita que la compra pase a nombre de las tres herederas a quienes debe otorgarse el título de propiedad, dejándose constancia el 28 de julio de 1901. El Gobernador Carlos A. Aldao, luego de que la Tesorería de la Provincia certifica que el Sr. Denner abonó lo estipulado, transfiere la absoluta propiedad y dominio a las intervinientes de la fracción de campo, ordenando que se las tenga y reconozca como compradores únicos y verdaderos dueños de la tierra (fjs.107-117 – Escritura nº 28 del 9 de agosto de 1901)
[4] La relación del matrimonio Beck-Bernard con el misionero franciscano de origen genovés, Costanzo Ferrero, ha sido comentada por ambos en sus respectivos textos (Beck-Bernard, Charles, 2015: 77-78-/160-167 y Beck-Bernard, Lina, 2013:155-167). Para la elaboración de la historia de Fray Antonio, personaje de su tercera ‘nouvelle’, es innegable que Lina toma como base el contenido de notas e información provenientes del sacerdote durante la Capellanía de la recientemente fundada colonia San Carlos, quien se había ocupado previamente de misionar en la zona de los indios mocovíes en San Javier. Lina incluye en el último capítulo de su libro de viajes por el Paraná, un largo escrito del Padre Costanzo, en traducción propia al español (Beck, L.2013:155). Ver detalles sobre Costanzo Ferrero en el Programa de Estudios sobre Migraciones “Lina y Charles Beck-Bernard. https://www.fhuc.unl.edu.ar/portalgringo/crear/gringa/BECK_BERNARD/blog3.html

Notas de autor

Sobre la autora Cavaliere dell´Ordine della Stella d´Italia Presidenza dello Stato Italiano, en 2015 por su contribución en la difusión de Italia en el extranjero.

Magister en Docencia Universitaria (UNL), Profesora de Letras y Profesora de Italiano en la Universidad Nacional del Litoral y en la Universidad Autónoma de Entre Ríos.

Creadora y directora del Portal Virtual de la Memoria Gringa, del Programa de Estudios sobre Migraciones "Lina y Charles Beck Bernard" y del Laboratorio de Materiales Orales (www.fhuc.unl. edu.ar/portalgringo) Fundadora y directora del Centro de Estudios Comparados y de la revista El hilo de la fábula. Premio “Piemontesi nel Mondo” por la Regione Piemonte, Italia, 2012.

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