Uno, paseos por los bosques narrativos (un lugar para la ficción)
Gabriela Mistral y Susana Romano: entre desolación y verdades
Gabriela Mistral y Susana Romano: between desolation and truths
El hilo de la fábula
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1667-7900
ISSN-e: 2362-5651
Periodicidad: Semestral
vol. 20, núm. 23, 2022
Resumen: El foco del presente artículo son dos poemas que, pese a la distancia temporal, espacial y de recepción crítica en que se han gestado, plantean una reflexión profunda en torno a un eje temático común: la ausencia de la maternidad. Se trata de: “La mujer estéril”, de Gabriela Mistral (1889-1957), publicado en Desolación (1922) y “Trunca”, del libro Verdades como criptas (1980), de la cordobesa Susana Romano. Sumo también el aporte de la sección “Maternidad”, del libro Lecturas para mujeres, publicada por Gabriela Mistral en México, en 1924. Es sabido que la poesía de Gabriela Mistral ha sido ampliamente estudiada por críticos de distintas épocas y orientaciones; por el contrario, la de Susana Romano tuvo una difusión y una recepción más acotada, pero no por ello es menos significativa en cuanto al alcance y a la profundidad de su propuesta estética. Esta relectura, que parte de un breve recorrido por las líneas semánticas predominantes en cada poemario, situada en la segunda década del siglo XXI, cuando se han recorrido ya muchos caminos en torno a la temática que plantean ambos poemas puestos en paralelo, implica un desafío y un atrevimiento, desafío que acepto en pos de intentar entender sus reflexiones y acercar a los lectores de “hoy” un material poético exquisito.
Palabras clave: Gabriela Mistral, Susana Romano Sued, tematología, poesía comparada.
Abstract: The following article is focused on two poems that, despite the temporal, spatial and critical reception distance in which they have been created, propose a deep reflection on a common thematic axis: the absence of motherhood. These are the poems: "La mujer estéril", by Gabriela Mistral (Chile, 1889-1957), published in Desolación (1922) and "Trunca", from the book Verdades como criptas (1980), by Susana Romano from Cordoba, Argentina (1947). I also add the contribution of the “Motherhood” section of the book Lecturas para mujeres, published by Gabriela Mistral in Mexico in 1924. It is known that Gabriela Mistral's poetry has been widely studied by critics of different times and orientations; on the contrary, Susana Romano’s had a more limited diffusion and reception, but no less significance in terms of the scope and depth of her aesthetic proposal. This rereading, that takes place in the second decade of the 21st century, when many paths around the theme raised by both poems placed in parallel have already been traveled, implies a challenge and a daring, a challenge accepted by me in order to try to understand their reflections and bring the readers of "today" an exquisite poetic material.
Keywords: Gabriela Mistral , Susana Romano, thematology, comparative poetry.
Gabriela Mistral y Susana Romano: entre desolación y verdades
La poesía de Gabriela Mistral ha sido ampliamente estudiada por críticos de distintas épocas y orientaciones. No solo por su Premio Nobel, obtenido en 1945, sino porque complementó la literatura con la educación y la actividad política. “La Mistral” es un emblema nacional chileno y una de las poetas más reconocidas a nivel internacional. Muchos estereotipos han trascendido y se han impuesto a los que se está intentando desmontar a partir de una lectura renovada de sus textos. Nuestra intención no es hacer un repaso de las posturas y afirmaciones de la crítica, algunas de las cuales, por cierto, se han consultado. El propósito es “leer” un poema de la autora chilena, Premio Nobel de Literatura en 1945 publicado en Desolación (1922) titulado “La mujer estéril”, en comparación contrastiva con un poema publicado por la poeta Susana Romano,1 escritora de Córdoba, Argentina, en su libro Verdades como criptas (1980) que se titula “Trunca”. Ambos primeros libros de cada autora.
Dos épocas diferentes, dos espacios diferentes, dos situaciones vitales y cosmovisiones diferentes producen un tipo de poesía marcadamente diferente también, tanto en sus resoluciones estético-formales cuanto en el posicionamiento del yo lírico. Por eso, y como primer paso, y a grandes rasgos -por la amplitud del tema y el carácter acotado de este trabajo-, reflexionaré sobre algunas líneas temáticas que atraviesan los textos y realizaré algunas puntualizaciones sobre su formalización estética, a fin de contextualizar sus poéticas y enmarcar el abordaje comparatístico posterior, en el cual focalizo mi trabajo en la percepción de una temática en común en los poemas seleccionados de ambas poetas: la carencia de maternidad. Me pregunto: ¿De qué manera se representa en los poemas? ¿Los casi sesenta años transcurridos entre las dos publicaciones inciden en un cambio fundamental en la manera de concebir esa problemática? ¿O todavía en los ochenta, ciertos planteos culturales que se evidenciaron a comienzos del siglo XX aún siguen vigentes?
Debo aclarar que de ninguna manera se trata de una comparación que pretenda asimilar ambas escrituras, radicalmente diferentes, tampoco épocas ni cuestiones. Solo una aproximación en un punto que procura enriquecer la lectura de ambas.
Gabriela Mistral: Desolación
Realizaré primero un breve recorrido por las secciones “Vida” y “Dolor” del libro publicado primeramente en Nueva York y que, en su edición chilena sumó otras secciones: “La escuela” e “Infantiles”, “Naturaleza”, “Prosa”, “Prosa escolar. Cuentos”. El objetivo es contextualizar la problemática que se plantea en el soneto elegido para el análisis. Por eso, y con la plena consciencia de que esta es una mirada panorámica sobre el poemario, trazaré algunas líneas que permitan ubicar los elementos fundamentales puestos de manifiesto a través del yo lírico que emerge, construye y se constituye en estos poemas. Dejo deliberadamente de lado también las distintas críticas que ya se han escrito sobre Desolación, algunas de las cuales no dejan de estar presentes en nuestra apreciación (Cft. Referencias bibliográficas) y me concentro en una mirada personal y analítica sobre los textos.
“Vida”
Los poemas que se agrupan bajo el título de “Vida” tienen distintos tipos métricos, con un predominio del cuarteto de rima consonante. Se distinguen varios sonetos, entre los que se destaca el que abre el texto, dedicado al “Pensador” de Rodin. Al igual que en el Darío de “Lo Fatal”, el yo poético alude a la condición de mortal de todo ser humano y a la conciencia de esa mortalidad, de allí su angustia. Amor y muerte, el antes y el ahora, la primavera y el otoño de la vida son los términos extremos entre los que se juega el poema y la vida del hombre. Alternan en este grupo poemas en los cuales la religiosidad es su eje semántico principal, dedicados a la cruz, a Cristo y al Tú eterno, al que toma el yo poético como interlocutor. También hay poemas dedicados a las matanzas de Polonia, a la raza judía, a Ruth, como arquetipo de la mujer bíblica, concentrándose en la pesadumbre del sufrimiento de Cristo y en la tristeza de Dios.
En este breve recorrido, me detendré en algunos aspectos que considero pilares del universo poético del texto en cuestión. Por ejemplo, el término: “otoño”, que es uno de los predilectos y modela una isotopía que atraviesa estos poemas. El otoño es el acabamiento, el agostamiento de la vida, la consciencia de la proximidad de la muerte. Concentra una fuerte carga significativa que se opone al significado eufórico del término “vida” que da título a los poemas. La vida contiene en sí a su contrario, la muerte y el acabamiento. En general, los términos que se reiteran a lo largo de los poemas tienen una carga disfórica: la alameda está lacerada; el dios, triste y doliente; la carne es fatal y el futuro, cargado de soledad y de carencias. Cito el poema “Futuro” como ejemplo:
Sin madre:
“(…) Mi madre ya tendrá
diez palmos
de ceniza sobre la sien.”
Sin hijo:
“No espigará entre mis
rodillas
Un niño rubio como mies.”
Sin un “él” al que:
“Y como
se van confundiendo
los rasgos del que he de
buscar
(…)
no lo podré encontrar
jamás.” (Mistral, 1945:24)
Otra línea semántica que atraviesa el poemario es la de la naturaleza centrada en la labor de la tierra. El labrador, el arado, las mieses, la siembra, la parva, la azada, el surco, el trigal, la ciega, los espigadores… son términos que se reiteran constantemente y establecen una red significativa que se une al término vida y a sus ciclos. Son estas construcciones metafóricas las que presiden la resolución estética de estos poemas y que analizaremos más en detalle en el soneto “La mujer estéril”.
También hay poemas en honor a los libros y a los poetas predilectos de ese yo lírico, que a su vez marcan una genealogía de lecturas: Amado Nervo, la Biblia, San Francisco de Asís, entre otros. Los poemas “In memoriam” y “Mis libros” concentran esta temática, que no abordaré en este trabajo. El grupo se cierra con una canción, cuartetos de rima consonante de versos hexasilábicos en alabanza a México y también a toda una genealogía de poetas a quienes dedica su canto.
Estos son, a nuestro juicio, los tres ejes semánticos principales que articulan esta sección, aunque los dos primeros se encuentren íntimamente vinculados. De una visión decepcionada de la vida se desprende una conciencia de acabamiento del hombre y de la soledad. Hay, también, una preeminencia de poemas en los cuales es bien clara la relación madre/hijo y la asimilación hijo/poesía. El “verso” es como el hijo que se alberga en las “entrañas”, es un “don que alguien le clava” al yo lírico, de la misma manera que a la “mujer fuerte” del otro soneto le han apegado un hijo al pecho (“La mujer fuerte”, Mistral, 1945:18). De ahí que la esterilidad tome un significado más amplio que el simplemente denotativo. Y aquí la correlación con la fertilidad de la naturaleza es muy estrecha.
“Dolor”
Esta sección agrupa a una mayor cantidad de poemas en los que también se alternan distintas formas métricas, con predominio de cuartetos rimados. Tiene una fuerte presencia el soneto -por ejemplo, los “Sonetos de la muerte”-, muy reconocidos y estudiados por la crítica.
Importa asociar semánticamente el título de esta sección con la dedicatoria: “A su sombra”. El punto de partida, pues, es una ausencia, pero que es a la vez permanencia. Ausencia transformada en presencia fantasmal, en “sombra”, en huella. La subversión de los órdenes es un tema constante en este grupo de poemas. Así, se canta a la muerte de otro ser. El yo lírico encarna en una mujer que, en vez de llorar la muerte de su amado y de sentir dolor por su ausencia, se gratifica por ello. Aparece, entonces, la muerte como un cumplimiento de un deseo, de un mandato de la mujer en complicidad con Dios a quien ordena, increpa y acusa.
Mucho ha enunciado la crítica sobre la actitud de “celos” que preside la expresión del yo lírico, pero, considero que el punto central de estos poemas no está allí ni se agota en la referencia biográfica que puedan contener. Me interesa especialmente destacar cómo se van construyendo núcleos líricos que tienen una capacidad significativa que va más allá de lo que superficialmente se puede leer. No me puedo detener en el análisis detallado de estos núcleos, solo mencionar a grandes rasgos algunos de ellos: la mirada, la presencia de la muerte como mandato y como deseo y la soledad.
Estas se articulan en torno a oposiciones marcadas entre un antes y un después, y entre lo corporal y lo espiritual, oposiciones que, aparentemente, se resuelven en los dos poemas finales, remansos de calma y relajamiento, distensión que se logra con una anulación de la humanidad del yo lírico y su asunción como un elemento de la naturaleza. Del amor solo queda el vacío, tal como se expresa en el poema “Serenidad”:
“(…) Soy la ladera y soy la viña
y las salvias, y el agua
niña:
¡todo el azul, todo el
candor!
Porque en sus hierbas me
apaciento
mi Dios me guarda de sus
vientos
como a los linos en la
flor.
Vendrá la nieve cualquier
día
me entregaré a su joya
fría,
(fuera otra cosa rebelión).
Y en un silencio de amor
sumo
oprimiendo su duro grumo
me irá vaciando el corazón!”
(Mistral, 1945:111-113)
En el poema “Palabras serenas”, el sujeto lírico queda convertido en un niño sereno a quien Dios y la madre protegen y acunan: “Aun me apacienta el mirar de mi madre/ ¡Siento que Dios me va haciendo dormir! (Mistral, 1945:113)
Es el ahora posterior al grito y a la rebelión, a la orden de Dios. Pero, esto sucede una vez que Dios obedeció a sus ruegos e imprecaciones. Primero vio cumplido su mandato, después reposó serena. Triunfo del mandato de la mujer. Inversión de la ley, inclusive de la ley divina, a la cual tradicionalmente se acepta sin cuestionamientos (este tema está trabajado por Grinor Rojo y por Federico Schopf. (Cft. Bibliografía.)
El pasado, que tiene rasgos eufóricos, teñido por la presencia del amado y del amor, tiene notas connotativas en estos poemas y funciona por oposición al presente de carencia que abarca la casi totalidad de la enunciación del yo lírico. El recuerdo, la “sombra” es lo único que lo acompaña, y, con ellos, las lágrimas, como manifestación corporal del sufrimiento emocional. El término “lágrimas” se reitera en innumerables ocasiones en los poemas que conforman este grupo, así como también el término “huesos”. Son las materializaciones de la oposición entre un “él” frío, sin vida, del que solo queda como posesión algo inerte, y el yo lírico vital y sufriente. Su oficio es el llorar; su posesión, los huesos. Este es un mandato cumplido: la no vida del “Tú” lejos del “yo”, mandato que se transfiere a un designio divino: es Dios el que quiere que el tú no tenga sol, no beba, no viva. (“Dios no quiere”, Mistral, 1945:83), aunque la “sombra” persista más allá de la muerte. Este sentimiento se manifiesta condensado en el poema “Los huesos de los muertos” (Mistral, 1945:108).
Destacamos también un predominio de verbos en Imperativo, tanto en imprecaciones o ruegos dirigidos a Cristo o a Dios, cuanto en poemas en los cuales el interlocutor tácito es el “tú”. Ruego, mandato, deseo. Tensión. Rasgos distintivos de este grupo de poemas.
La otra línea temática que recorre todo el texto es la de la mirada. Varios poemas articulan su significado en torno a la imagen de la mirada. Así, en “Éxtasis” el cruce de miradas permite la comprensión de lo no dicho. En general, este es el significado que asume en estos poemas. Hay una detención en la profundidad de lo emocional, de aquello que no se dice con palabras, pero sí con la mirada: el vacío del amor, la desintegración, la vergüenza. El quiebre entre el pasado y el presente, entre la presencia y la ausencia está representado en esas imágenes. Veamos algunos ejemplos:
“Me miró, nos miramos en
silencio
mucho tiempo, clavadas,
como en la muerte, las
pupilas. Todo
el estupor blanquea las
caras
en la agonía, albeaba
nuestros rostros.
¡Tras de ese instante, ya
no resta nada!” (“Éxtasis”, Mistral, 1945:81)
“(…) Siguió su marcha
cantando
y se
llevó mis miradas…
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias
(…)” (“El encuentro”, Mistral, 1945: 79)
En otros momentos, solo queda la mirada de Dios, todos los demás se cerraron ante la evidencia de una verdad que no quiere ser aceptada:
“¡Mira! De cuantos ojos
veía abiertos sobre
mis
sendas tempraneras,
sólo los tuyos quedan. Pero
¡ay! Se van llenando
de un
cuajo de neveras (…)” (“Tribulación”, Mistral, 1945:88)
Pero, la mirada también tiene un poder transformador positivo, aunque esto solo tenga su lugar en un poema:
“Si tú me miras yo me
vuelvo hermosa
como la hierba a que bajó
el rocío (…)” (“Vergüenza”, Mistral, 1945:
86)
Ruptura, poder transformador positivo, resignación. Este es el itinerario semántico que recorre esta isotopía, pasando por otras instancias, como por ejemplo en el “Poema del hijo”, dedicado a Alfonsina Storni, en el cual se mira a las entrañas para adivinar allí la posible presencia de un hijo; se camina bajo una mirada protectora; se alude también a los ojos de Cristo, y a los ojos del niño, como metonimias de la mirada. (Mistral, 1945:103)
También el tema de la mirada y su clausura final está implícito en un enunciado reiterado en varios poemas: “Porque yo no cerrara sus párpados (…)” (Mistral, 1945:104). El hecho físico de no haber asistido a la muerte del tú le otorga persistencia. Con la mirada se puede construir una imagen que persista en el recuerdo. Trascendencia de lo material.
Este punto es otro también posible de ser analizado en este grupo de poemas. Lo físico, lo material, aparece sobrepasado por lo espiritual. Son varios los poemas en los que estas imágenes predominan. Cito unos pocos versos como ejemplo:
“Tierra, tú guardas sus huesos:
¡yo no guardo ni su forma!
Tú le vas echando flores,
¡yo le voy echando sombra!” (“Coplas”, Mistral, 1945:108)
No pretendemos agotar el análisis de esta línea. Quedan por estudiar los objetos y los sujetos de la mirada, sus relaciones y sus transformaciones para un futuro trabajo.
En este punto retomamos la dedicatoria: “A su sombra”, y la relacionamos con el último verso citado: “Yo le voy echando sombra…”. Hay un yo que se dirige a un tú ausente, un yo que habla desde la soledad y desde la carencia, pero un yo que toma decisiones, que toma la palabra, que desea la muerte del tú, que la pide a Dios y que se deleita cuando lo logra. Un yo que habla desde la rebeldía y también desde la búsqueda de un equilibrio. Esto se observa en el remanso de los dos poemas finales. Nos preguntamos: ¿resignación? No creo, el tenor de los imperativos mantiene viva la contradicción, tiene más fuerza que la actitud serena y reposada que aparentan estos dos poemas finales.
Adhiero, finalmente, a las palabras con las que Grinor Rojo cierra uno de sus artículos: “Gabriela Mistral acaba haciendo existir en pedazos la terrible verdad de su canto” (Rojo, 1994: 80). Y esta verdad es la que confrontaremos con la “otra” poeta en cuestión.
Otra voz, otro lugar, otra poesía: Susana Romano
Nos aproximaremos ahora a la poesía de una escritora que también se desempeña en el ámbito académico y que publica su primer libro de poemas en 1980: Susana Romano.2 Su libro Verdades como criptas reúne poemas escritos entre 1970-80, agrupados en tres partes: “La iniciación” (1970-1973); “Brida de amor” (1974-1975) y “Verdades como criptas”. Este libro fue reeditado en el año 2017, en Córdoba, por la Editorial Las nuestras.3
Con fuerte sello intelectual y una formalización cercana al hermetismo, la presencia de lo femenino en este poemario es una de las líneas temáticas que lo atraviesan para calar en las profundidades de un ser cerebral y sensual a la vez. Poesía en la cual resuenan connotaciones culturales, filosóficas, religiosas y mitológicas, que demandan, para poder desentrañarla, de un análisis hermenéutico. Se trata de una poesía intelectual, resultado de una actividad consciente de selección del término preciso y de la búsqueda orientada hacia un efecto que habilita un estallido simbólico.
La poesía de Romano se diferencia, y mucho, de las otras poetas reconocidas de la época en la cual publica este poemario. Es muy particular, de una exquisitez y riqueza semántica que la destaca.
Si atendemos al “arquetipo femenino” que expresa en sus poemas, observamos que hay una marcada diferencia en relación con la poesía de Mistral. En Romano hay una complejización de dicho arquetipo, cuyas variantes abarcan también lo materno, inclusive con alusiones concretas y directas al matricidio y al odio a la madre. Por otra parte, en sus poemas, el hombre no es ausencia, no es sombra, sino que su presencia es constante y latente. Tampoco hay atribución de rasgos masculinos a ninguna divinidad, como se puede vislumbrar en la poesía de la autora chilena.
En la primera parte del libro, titulada “Iniciación”, asistimos a la destrucción de la filiación materna. Esto da pie para cuestionarnos por las razones de esta actitud. Si pensamos en los cambios culturales en la condición y en la situación de la mujer que tuvieron lugar en los más de cincuenta años que separan los poemarios de ambas autoras en cuestión, con todas las reflexiones y acciones de diversos tipos de feminismo inaugurando nuevos vientos, podemos inferir que esta línea temática responde a la necesidad de matar el arquetipo de la mujer madre que había predominado coercitivamente hasta entonces. Lo casero, lo cotidiano, la calidez de lo inmediato cede su paso a lo conceptual, lo intelectual y lo simbólico. La mujer ya no es la que recita poemas en el salón del hogar sino quien piensa, quien simboliza, quien lamenta, quien deconstruye imágenes estereotipadas con sus palabras. En Mistral, estos cambios recién se perfilaban, y, es más aún, solo las relecturas actuales, a la luz de nuevos paradigmas epistemológicos, han permitido derruir mitos que la posicionaron en un lugar “mítico” elaborado con parámetros patriarcales. Según Bárbara Seray:
El trabajo de lectura y deconstrucción – o, mejor dicho, de re-construcción – de la obra de Gabriela Mistral está recién empezando; muchos poemas permanecen a la espera de una nueva lectura para revelar toda su fuerza transgresora y poética. El discurso amoroso y el erotismo tendrán que recibir una atención particular de los investigadores en los próximos años. A nuestro modo de ver, este trabajo cobrará sentido cuando permitirá al público, y en particular a las mujeres, reapropiarse totalmente de la obra de Gabriela Mistral. (Seray, 2019:26)
También la poesía de Susana Romano demanda atención y lecturas renovadas, su producción no se ha detenido nunca. Pretendo también, con el presente artículo, visibilizar su poesía y estimular la lectura y la reflexión sobre su obra.
Ahora bien, y retornando al texto, es posible afirmar que, en general, la figura femenina en este poemario se presenta como desintegrada, solitaria e incompleta; es la mujer que sufre su intelectualidad. Necesita hacer oír su voz, que reconozcan la suficiencia de su intelecto en un mundo cultural signado por lo masculino, pero que, a su vez, asume también los renunciamientos y el sufrimiento que esto le acarrea. Logra trasmitirlo a través de las palabras de su poema “Pupila de la melancolía”:
He descubierto los sangrientos privilegios
de la claridad del juicio
la ventaja terrible de la certeza
que cuesta el sueño
menoscaba la salud
y la inmola en su pira de infortunio.
He acumulado las maldiciones de la lucidez (…)
(…) luego soy una vestal de los encéfalos
y una pupila de la melancolía. (Romano, 1980:14-15)
Una mujer lastimada siente la necesidad de apresar al otro, pero fracasa, vencida por él. En general, esta mujer se construye con algunas características como la devoción, la entrega, la rendición o la veneración. Dirige su canto a ese “tú”, a ese “otro”, que, por momentos, es el “bufón” o el “cuervo”, devorador de ojos, simbólicamente devorador de su intimidad, de su claridad, de su alma. La figura del cuervo aparece y reaparece en diversas ocasiones, construida a partir de imágenes sugerentes y de gran plasticidad. Se relaciona también con personajes mitológicos o religiosos y, al final de su camino solo encuentra la soledad y la muerte. Así lo expresa en los siguientes versos:
“me lacero / me entrego / me muero” (13)
“(…) permanezco en la trampa de la luz
(…)
En la ambigua nostalgia de no haber sido
sino la estación del cuervo peregrino
hiero de muerte a la memoria” (Romano, 1980:31)
Romano poetiza la faz oscura del amor, el reverso, la “hendija de la soledad”. Las imágenes nocturnas predominan, la felicidad “se padece”, la inteligencia “se sufre”, se conmemora la perdición y la muerte es una presencia permanente. La carencia del amor alcanza su síntesis poética en el poema “Trunca”, en el cual se patentiza la imagen de la mujer incompleta porque transitó la vida sin esposo, hijo ni padres: soledad total a la vez que imperfección por la imposibilidad de la realización del amor (este es el poema que selecciono para su confrontación con el de Mistral).
La mujer es “(…) la caricia suspendida en la cuerda del rechazo (…)” (Romano, 1980:12). Con una actitud de entrega, de apertura física y mental, desprovista de defensa, está a la espera, con “paciencia”, “temperancia” y “conformidad”. Le queda la tentación del suicidio, “el hechizo irresistible del suicidio” (Romano, 1980:34) y el lamento. Tono de lamento, a veces de exhortación, que predominan en todo el libro.
Los poemas, de versos libres, sin límites, sin rimas, por momentos casi narrativos, se caracterizan por una especial estructuración, que se perfila como privativa de su modo de poetizar. Uno de los rasgos es su preferencia por frases y palabras en bastardilla, que destaca en forma especial los términos semánticamente más importantes. En algunos poemas, hasta se puede casi leer por separado lo que se resalta:
“harán que glorifiques su sueño (…)
(…) Y que amordaces el corazón (…)
(…) que oses rehacer la maravilla de la desmemoria (…)
(…) Seas pródigo (…)
(…) Para que huyendo me hermane a tu ceguera”
(“Vana muerte huir”. Romano, 1980:30)
Hay también presente un tono de exhortación, al cual podemos asimilar a la poética de Gabriela Mistral en Desolación; es ese apelar a un “tú” en tono imperativo, aunque, en general, el destinatario de la apelación no sea el mismo. En la poética de este libro de Romano, el predominio de verbos en imperativo o subjuntivo con valor exhortativo, dirigidos a un tú al cual apela o a sí misma es una presencia constante. Los ejemplos son numerosos, todos corresponden al libro Verdades como criptas: “No riegues con agua de mar (…)” (Romano,1980: 49), “no emules (…)”, “ni seas (…)”, “prométeme (…)” (Romano, 1908: 41), “despójate” (…) (Romano, 1980: 46). Luego, se impone el regreso a sí misma, en busca de su interioridad y, en ella, de sus orígenes a través de poemas en los cuales la búsqueda necesaria del centro, el canto a la tribu perseguida, el regreso a sus orígenes posibilita la reflexión poética de experiencias y creencias personales.
En “Brida de Amor”, el segundo grupo de poemas, con epígrafe de Horacio Castillo, se agrupan catorce poemas el amor, en sus distintas variantes. Así, el amor filial, la necesidad de destrucción de la filiación y el quiebre de lo parental es el tema de “Los mayores predilectos”: “(…) A desterrar la imagen paterna sobre el muro / (vete, no ensombrezcas mi posteridad)” (Romano, 1980: 41); la ruptura con lo maternal se configura en el poema “Desmadrar”: necesario llamado y respuesta negativa, solicitud y choque ante el ser que no responde a su grito:
Mientras te solicito madre
traes roja la empuñadura del cetro
y la alzas ante mí.
No por azar tu estoque me encadena
no por amor mi pecho te aprisiona
y sin embargo madre
llamarte es mi condena.
(…)
Tantos mares te ocupan madre mía
que no hay brillo de ti para mi arena. (Romano, 1980: 47)
La metáfora de la “brida”, con el cúmulo de significados asociados a este nombre, que alude a sujeción, freno, contención -deseada o impuesta- se erige en el centro de este grupo de poemas. El amor y sus metonimias (el corazón una de ellas) es: “ficción de gloria”, “asesino”, “voraz”, capaz de producir efectos de desolación, pero también sesgos de felicidad en su soledad.
El símbolo de Antígona, el incesto, el tema de la tribu son retomados y se mantienen, en general, las características formales y temáticas de los poemas anteriores.
Además, la especial selección recurrente de palabras que caracteriza la poesía de Susana Romano permite identificar líneas de sentido que atraviesan todo este volumen. Las predominantes: el amor erótico, ya mencionado, y la muerte, designada prácticamente en todos los poemas, a través de sus distintas variantes y posibilidades: “restos”, “féretro”, “calavera”, “última morada”, “suicidio”, “epifanía””, “réquiem”, “asesina”, “verdugo”, “luto”, “matricial”, y también a través de términos de gran potencia connotativa, que generan en el lector operaciones constantes de reinterpretación y necesaria construcción del sentido.
Finalmente, en un conjunto de doce poemas, agrupados bajo el título “Verdades como criptas” el lenguaje se complejiza y, en general, la sustantivación vuelca la mirada hacia la esencialidad. Hay escasos verbos, el vocabulario apela a la selección de palabras no habituales, los versos son -casi en su mayoría- cortos, con escasos términos de enlace, que privilegian una escueta enumeración de frases breves, pero de gran eficacia poética. Se logra, con esta estrategia constructiva, una mayor condensación, que linda con el hermetismo. Toda su poesía se convierte en una cripta, como si deliberadamente se quisiera clausurar la intelección por parte del lector, como si se deleitara en desconcertarlo. Esto crea una distancia hermenéutica entre emisor y receptor del mensaje poético. Y he aquí una profunda diferencia con la poética de Gabriela Mistral en su libro Desolación.
Son frecuentes en este grupo de poemas las alusiones a lo religioso: en “La otra mejilla”, cuyo título connota una frase del Evangelio, las referencias a la “comunión”, “Dios”, “pecado”, “diablo”, “alma”, “fe”, “oración”, no impiden asistir, en su último terceto, a la subversión del orden bíblico: “Me pondré la piel de la próxima serpiente / para engañarla (…)” (Romano, 1980: 63). De engañadora a posibilidad de ser engañada. Lo mismo sucede en otro poema, “oveja con piel de lobo subyugada” (Romano, 1980:66), inversión de lo convencionalmente aceptado como verdadero, ruptura con lo tradicional. Así, las bodas no son símbolo de vida sino “partes de enlace con la muerte” (Romano, 1980: 66); el amor es paralítico y los besos son veneno que no dan vida sino muerte. Las nupcias con la muerte están también connotadas en el poema “Órfico”, significado accesible solo al lector iniciado en los sentidos simbólicos de ciertos personajes mitológicos habitantes de estos poemas.
El símbolo se erige en una clave indispensable para acceder al significado profundo de su lírica. La originalidad, la transgresión y la densidad de la palabra poética de la autora dan cuenta de una poesía en la cual no es materia sencilla la de integrar los sentidos con estructuras conceptuales tradicionales. Se trata de una poesía dolorosa, angustiante, de soledad, de “amor paralítico”, que sangra a través de la “herida metáfora”. Poesía que revela: “La enorme sed” y “la fuente mínima”, en la cual se transparenta su visión del mundo y la posición de la mujer en él: “Oh cactus restringido de mujer / en este páramo de hombres” (Romano, 1980: 67).
Carencia de maternidad: “La mujer estéril”, de Gabriela Mistral y “Trunca”, de Susana Romano
De ambos poemarios considerados, selecciono dos poemas que, por la temática que condensan, permiten un trabajo analítico de corte comparatístico. No se trata solo de encontrar analogías sino también de establecer las diferencias en las perspectivas o paradigmas que sustentan la reflexión en torno a una problemática en común: la carencia de maternidad o bien, dicho de otra manera, la maternidad frustrada.
Las razones y valoraciones difieren, pero el eje de sentido es el mismo y se centra en el sentimiento que de sí misma tiene la mujer que no concibe o no puede concebir un hijo. Las primeras diferencias surgen de una sola percepción visual de las penas. La distribución de las palabras en la página difiere: “Mujer estéril” es un Se, con rima consonante. “Trunca”, una serie de estrofas breves, de distinta métrica y con rima libre. La de Gabriela es una poesía más constreñida, más sujeta a normas y preceptos; la de Susana Romano es más libre. Los años de renovación de la lírica ya han pasado y se han asimilado. La forma clásica en Mistral se adecua a una modalidad discursiva también clásica: la frase larga, con abundancia de metáforas relacionadas con la naturaleza. En Romano, la frase es bien breve, contundente, casi cortante, seca, que expresa con la economía de palabras la sequedad y el vacío en el yo poético. Carencias humanas y carencia de palabras. Instantes fijados poéticamente; en cambio, en Gabriela, el poema discurre a modo de relato y con un predominio de imágenes visuales, lo que lo vuelve más descriptivo.
En “La mujer estéril” se lamenta la carencia de la maternidad a través de una comparación con la fertilidad de la naturaleza. El lirio, la fuente, la azada, los follajes de octubre, los cipreses, son testigos y partícipes del florecer de la naturaleza. La esterilidad es lo yermo, lo que no da flor, la no vida. Una imagen seleccionada da muestras de la dureza. Pertenece al reino mineral: “(…) seno de diamante”. (Mistral, 1945:19)
Así, la mujer es “Piedra contra el espíritu (…)” (Romano, 1980:11) y tiene “entraña de cartón” (Romano, 1980:11). Pero, no hay rasgos eufóricos en oposición a ello. La negatividad es lo que predomina. En el poema de Gabriela Mistral hay vida, en consonancia con el florecimiento de la naturaleza. En el de Romano, no. El rasgo distintivo de la mujer que expone su conflicto a través de la voz del yo lírico es el de ser “imperfecta” o “incompleta”. Por oposición, entendemos que la perfección solo la logra una mujer cuando puede engendrar un hijo en sus entrañas. De allí la posibilidad de comparación con el poema de Mistral: esta capacidad es la mayor gloria de toda mujer, que entra en diálogo armónico con toda la naturaleza cuando esto sucede.
En “La mujer estéril” se universaliza la experiencia mediante dos procedimientos: iniciar el soneto con el enunciado generalizador “La mujer que (…)” (Mistral, 1945:19), sin alusión a ningún sujeto concreto individualizado, y el uso de la tercera persona a lo largo de toda la composición. “Ella” es el sujeto, tal como lo indica el título, denotativo por la presencia del adjetivo “estéril” sintetizando de antemano el significado del poema.
En “Trunca”, el adjetivo que titula el poema es connotativo, contiene semas que remiten a la incompletud, a la mutilación, a la pérdida de esperanzas. El primer verso condensa el dolor que produce la situación: “Aguardando en la postergación le vendrá reptando el dolor que no distingue” (Romano, 1980:11).
Solo tras la lectura de todo el poema se puede completar su significado y aplicarlo a un sujeto determinado. Además, por más que también la tercera persona es la que predomina, hay una alusión más directa a un “tú” que personaliza la experiencia:
Quiénes han enajenado tu mirada
quiénes
y deslucido tus pechos. (Romano,
1980:10)
Otra diferencia es que en el poema de Romano la causa es la carencia del esposo y el haber “(…) vaciado su carga en un corazón errado /creyendo que el amor iría a solventarle los despojos.” (Romano, 1980:10). Es el desamor, no el impedimento físico. No se menciona causa en el caso de Mistral. El yo engendrador no existe ni importa que exista, ni se lo nombra. En cambio, En “Trunca”, se reitera en dos comienzos de estrofa:
Y sin esposo
Duerme sus noches
incompletas (…) (Romano, 1980:10)
(…)
Y sin reposo
Volverá a la virtud
imaginaria
A los muñecos olvidados
En la orfandad”. (Romano, 1980:11)
Las carencias son dobles: sin esposo y sin madre. Esto se contrapone a lo que hemos observado en varios de los poemas de Desolación: el regreso a la infancia y al regazo materno y, es más, por momentos, la identificación de los rasgos divinos con los rasgos maternales, o bien la identificación del yo poético con el niño y a este con el verso.
En “Mujer estéril” también está presente el tema de la mirada, al que aludimos como una isotopía en Desolación:
Y al contemplar sus ojos se
acuerda de la azada;
piensa que en los de un
hijo no mirará extasiada
cuando los suyos vacíen los
follajes de Octubre. (Mistral, 1945:19)
La mirada como posibilidad de penetración en la interioridad del sujeto mirado: en este ejemplo hay un proceso doble. El yo lírico es a la vez sujeto y objeto de su propia mirada. Como objeto, su mirada es capaz de descubrir la capacidad de seccionar, de segar, a través de una metonimia: la azada, instrumento cortante usado para recoger las cosechas. La mujer estéril solo es capaz de segar, no de sembrar para dar frutos. En el poema de Romano, también el rapto de la mirada provoca vaciedad: “quiénes han enajenado tu mirada”, tal como lo observáramos en otros poemas de Desolación.
Es importante destacar el final del soneto de Mistral:
“¡Y una mendiga grávida,
cuyo seno florece
cual la parva de Enero, de vergüenza la cubre!” (Mistral, 1945:19)
Hay varios aspectos para tener en cuenta en estos dos versos. En primer término, se continúa con la metáfora de la naturaleza como plano evocado de la maternidad, esta vez como comparación explícita: seno florecido/parva de Enero [sic]. Pero, se hace presente otro elemento: la mendiga embarazada. La reacción del yo lírico es la vergüenza. La riqueza, para el yo poético, no reside en lo material sino en la posibilidad de dar vida. Esta imagen representa también una forma de humillación, pues el “otro” es de inferior condición social, es “mendiga”. El empleo de esta palabra es la que otorga a ese hecho el carácter de una humillación y su consecuente sentimiento de vergüenza. El yo lírico queda disminuido ante la naturaleza, ante el otro y ante sí mismo.
Este sentimiento de humillación también se hace presente en “Trunca”, explícitamente mencionado:
“Sabe dónde se espesa la
sangre
Y cómo
Hasta conocer no más
sabiduría
Que la humillación”.
(Romano, 1980: 10)
La ausencia de maternidad es, en ambos poemas, motivo de humillación. Pero va más allá de eso. Es carencia de vida, es dolor, es imperfección. Es, según Romano, “fecundidad al revés /entraña de cartón” (Romano, 1980:11). El enunciado afirmativo es el que predomina. En Mistral, la predicación se centra sobre los efectos de las acciones de la mujer estéril:
“(…) no mece un hijo en el
regazo (…)
El lirio le recuerda unas
sienes de infante;
el Ángelus le pide otra
boca con ruego;
e
interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el
cristal en sosiego.” (Mistral, 1945: 19)
La mujer contempla sus ojos y no podrá mirar los de su hijo. Se autopercibe sin proyección, sin futuro. Estirpe clausurada, como enuncia en otro de sus poemas del mismo libro. Podemos leer una contradicción entre esa vergüenza que cubre a la mujer estéril y la alabanza que profiere a su vientre estéril en otros poemas de Desolación. Dualidad, y tensión irresuelta, tal como se anticipó:
“¡Bendito pecho mío en que
a mis gentes hundo
y bendito mi vientre en que
mi raza muere!” (“Poema del hijo”. Mistral, 1945:104)
En este punto considero importante hacer dos breves referencias en relación con el tema de la maternidad en Gabriela Mistral. En primer término, mencionar un capítulo de su libro Lecturas para mujeres (antología destinada a la enseñanza del lenguaje), publicado en México, en el año 1924, tras su estancia en dicho país y encargado por la Secretaría de Educación de México. En la “Introducción”, Mistral aclara que ha reunido una serie de lecturas como modo de homenaje y de agradecimiento a la escuela hogar en la que se desempeñó. La antología reúne escritos suyos y de diversos autores, poesía y prosa, agrupados en tres capítulos: “Hogar”, “Motivos espirituales” y “Naturaleza. El capítulo “Hogar” tiene un apartado (el B), dedicado, como su título lo indica, a la “Maternidad”. Sus palabras son toda una declaración de principios sobre su posición con respecto a la escritura y la función de las mujeres, acorde, por cierto, a los tiempos que corrían. Cito in extenso un párrafo que permite adentrarse en su pensamiento. Dice, con respecto a las mujeres: “Y sea profesionista, obrera, campesina o simple dama, su única razón de ser sobre el mundo es la maternidad, la material y la espiritual juntas, o la última en las mujeres que no tenemos hijos. Mi libro no tiene de original sino esta sección (…)” (Mistral, 1924: 8).
Y, continúa, “La participación, cada día más intensa, de las mujeres en las profesiones y en las industrias trae una ventaja: su independencia económica, un bien indiscutible, pero trae también un cierto desasimiento del hogar y, sobre todo, una pérdida lenta del sentido de la maternidad” (Mistral, 1924:9).
No deja de reconocer que “puede haber alguna exageración en mi juicio; pero los que saben mirar a los intereses eternos por encima de la maraña de verán que hay algo de esto en la ‘mujer nueva’” (Mistral, 1924:10).
Es decir, el tema de la maternidad y su importancia fundamental en la construcción de la vida de la mujer fue una preocupación constante en Mistral. De allí, y como espejo invertido, el valor que toma también la carencia de ese bien tan preciado, puesto de manifiesto en el poema analizado cuyo mensaje cobra especial fuerza a la luz de estas palabras de la poeta/maestra.
Interesa rescatar las palabras con la que cierra uno de los apartados, toda una proclama hacia el futuro: “Ya es tiempo de iniciar entre nosotros la formación de una literatura femenina, seria. A las excelentes maestras que empieza a tener nuestra América corresponde ir creando la literatura del hogar, no aquella de la sensiblería (…) sino una literatura con sentido humano, profundo” (Mistral: 1924:10-11). Está pensando ya, en la década del veinte, en la importancia de la educación formal de las mujeres y en la posibilidad de que ellas tengan acceso a una cultura de calidad, lo que no era muy frecuente en esa época.
Por otra parte, cabe decir que el tema de la maternidad ha sido objeto de indagación en varios artículos dedicados a la poeta. Entre ellos, el de Giuseppe D’Angelo, en la revista Thesaurus (1997), extenso artículo en el cual analiza distintas vertientes de la resolución del concepto de maternidad en la obra de Mistral; también, más actuales, el trabajo de Ana Ortega Larrea (2006), cuyo foco es también el concepto de maternidad en Mistral o bien el de Alicia V. Ramírez Olivares (2004), en el cual confronta el concepto de “maternidad” en Mistral y en Rosario Castellanos. También el artículo de Bárbara Seray (2019) aporta una relectura actualizada de la obra de Mistral, con perspectiva de género. Solo los menciono como aporte para continuar pensando en la problemática que enfocamos; por ello remito al lector a la bibliografía disponible y aclaro que no hay, en esta bibliografía relevada, análisis que remitan específicamente a la “otra cara del espejo”, a la carencia de maternidad.
A modo de cierre
Quizás haya resultado aventurado establecer un paralelismo entre la poesía de dos mujeres escritoras tan distantes en el tiempo y con rasgos tan notoriamente diferentes en sus poéticas. Pero, la tradición de lecturas comunes (Romano reconoce abiertamente ser lectora de Mistral), la tradición genérica y la trayectoria académica otorgan rasgos que se pueden leer en paralelo, si penetramos en la interioridad de la poesía. Las problemáticas, hemos visto, son comunes, las resoluciones, distintas, aunque no totalmente, tal como hemos constatado.
Con casi sesenta años de distancia entre ambas publicaciones, con un camino recorrido de logros y proyecciones de la escritura de mujeres en nuestros países hispanoamericanos, podemos comprobar cómo hay ciertos temas que continúan siendo objetos de la preocupación en la poesía escrita por mujeres.
Referencias
Coddou, Marcelo (1989). Veinte estudios sobre literatura chilena del siglo veinte. Santiago, Eds. Del Maitén/I.P. del Pacífico.
Concha, Jaime (1980). “Mi corazón es un cincel profundo”. En Mireya Servodidio y Marcelo
Concha, Jaime (2015). Gabriela Mistral. Ediciones Alberto Hurtado, Santiago de Chile.
D’Angelo, Giuseppe (1997). “Presencia de la maternidad en la poesía de Gabriela Mistral”. En Thesaurus. Tomo XXIII. Núm. 2:222-250 https://cvc.cervantes.es/lengua/thesaurus/pdf/22/TH_22_002_069_0.pdf
Dalmagro, María Cristina (1994). “La década del 70. El Tiempo de la tensión”. En: Aldo Parfeniuk, Cristina Dalmagro y Cecilia Muse. Mujeres poetas de Córdoba. 1960-1990. Estudio crítico y muestra antológica. Córdoba, Alción Editora, pp. 41-91.
Lillo, Gaastón y Renart, Guillermo (eds.) (1997). Re-leer hoy a Gabriela Mistral. Santiago de chile. Editorial Universidad de Santiago/University of Otawa.
Mistral, Gabriela. Desolación. (1945) [1922]. Bs. As: Biblioteca “Las grandes obras”.
Mistral, Gabriela.(1924). “B) Maternidad, en Lecturas para mujeres (antología dedicada a la educación de las niñas) México.
Ortega Larrea, Ana (2006). “La maternidad de Gabriela Mistral en Desolación”, en Escritores de América latina en París. 141-148.
Ramírez Olivares, Alicia (2004). La maternidad en Gabriela Mistral y Rosario Castellanos”, en Graffylia: Revista de la Facultad de Filosofía . Letras, ISSN-e 1870-1396, Nº. 3.
Revagliati Rolando. .Susana Romano Sued: sus respuestas y poemas. 01/04/2016”, en Eurasia hoy. https://eurasiahoy.com/04012016-susana-romano-sued-sus-respuestas-y-poemas/
Rojo, Grinor. (1994). “¿Qué no sé del amor? Para una nueva lectura de “Los sonetos de la muerte”, de Gabriela Mistral”, en Revista Iberoamericana, 168-169. Literatura Chilena del Siglo XX, Pittsburgh, julio-diciembre.
Romano, Susana (1980). Verdades como criptas. Córdoba, Argentina, Edit. Municipalidad de Córdoba.
Romano, Susana (1993). “Reflexiones en torno a lo femenino”, en Estudios. Centro de Estudios Avanzados, UNC, Córdoba, N°2.
Schopf, Federico (1995). “Gabriela Mistral”, en As. Vs. Diccionario enciclopédico de las letras en América Latina. Venezuela, Biblioteca Ayacucho, pp. 3161-3167.
Seray, Barbara (2019). “Gabriela Mistral y el olvido, hacia una nueva lectura de su poesía”, en Voz y letra: Revista de literatura, Arco Libros, https://hal.archives-ouvertes.fr/hal-02466505/document
https://cvc.cervantes.es/ensenanza/biblioteca_ele/aepe/pdf/coloquio_2006/coloquio_2006_19.pdf
Notas
Notas de autor