Uno, después de Babel (un lugar para la traducción y para la tra-dicción)
Acerca de la traducción del diálogo Prometeo de Luciano de Samosata
On the translation of the dialogue Prometheus, by Lucian of Samosata
El hilo de la fábula
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1667-7900
ISSN-e: 2362-5651
Periodicidad: Semestral
vol. 20, núm. 24, e0021, 2022
Recepción: 22 Agosto 2022
Aprobación: 04 Octubre 2022
Resumen: Este artículo da cuenta de los aspectos más relevantes del proceso de traducción del griego al español del diálogo Prometeo de Luciano de Samosata (ca. 120-180 d. C.), entre los que se incluyen los debates llevados a cabo en el seno del grupo, el intercambio de opiniones y puntos de vista, criterios de traducción y los principios y decisiones teóricas y metodológicas que confluyeron para dar su forma final a este libro, publicado en versión bilingüe y con introducción, notas, proyecciones, glosario, índice de nombres propios y ejercicios, por la editorial de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
Palabras clave: Luciano de Samosata , Prometeo , traducción , prosa ática , Segunda Sofística.
Abstract: This article presents the most relevant aspects of the Greek-Spanish translation process of the dialogue Prometheus, by Lucian of Samosata (c. AD 120-180). The debates within the group, the interchange of opinions and points of view, translation criteria, and theoretical and methodological principles and decisions that converged to give its final shape to this book are also included. Lucian’s Prometheus translation was published in a bilingual version, with introduction, notes, repercussion, glossary, index of proper names and exercises, by the Faculty of Humanities and Arts of the National University of Rosario publishing house.
Keywords: Lucian of Samosata, Prometheus , translation, Attic prose , Second Sophistic.
Introducción
Desde libros pioneros como La traducción literaria y sus problemas (1954) de Olaf Blixen, La traduction dans le monde moderne (1956) de Edmond Cary o The art of translation (1957) de Theodor Savory, entre otros,[1] en las últimas décadas se ha multiplicado exponencialmente la bibliografía sobre teoría y metodología de la traducción y sobre traductología; sin pretender exhaustividad en la descripción, podemos señalar que algunos de estos estudios tienen una orientación más bien lingüística, otros están más enfocados en la traducción literaria y finalmente otros se encuadran en la teoría literaria. No es nuestro propósito aquí detenernos en este tema teórico, para el cual el lector puede remitirse a la extensa bibliografía acerca de él, sino dar cuenta de una práctica específica: la del proceso de traducción del griego al español del diálogo Prometeo de Luciano de Samosata (ca. 120-180 d. C.), publicado en versión bilingüe y con introducción, notas, proyecciones, glosario, índice de nombres propios y ejercicios por la editorial de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario.[2] Naturalmente, esta práctica (pre)supone conocimientos teóricos que los integrantes del grupo hemos aplicado a lo largo de todo el proceso, pero nuestro objetivo, como mencionábamos, y de acuerdo con el eje de este dossier, es presentar (y, juntamente, reflexionar sobre) los debates que se suscitaron entre los miembros del grupo, el fructífero intercambio de opiniones y puntos de vista en relación con los criterios de traducción y los principios y las decisiones teóricas y metodológicas que se adoptaron para la realización de este libro.
En las páginas que siguen, en primer lugar, contextualizaremos al autor, su época y este diálogo y explicitaremos el propósito de una traducción anotada de estas características, sobre todo teniendo en cuenta que fue concebida, realizada y publicada en el ámbito de la universidad pública argentina, de la cual estamos orgullosos. En segundo lugar, a los fines de ordenar la exposición, la hemos organizado en tres preguntas disyuntivas que hemos considerado como orientadoras de los principales debates y los criterios de traducción adoptados.
Luciano, la Segunda Sofística, Prometeo. Objetivo de esta traducción anotada
Muy poco se sabe acerca de la biografía de Luciano de Samosata, nacido hacia el año 120 d. C. en el territorio de la actual Siria. Formó parte del movimiento conocido como Segunda Sofística, el cual no representó algo radicalmente original en relación con los desarrollos clásicos, pero su novedad estribó en el éxito que cosecharon sus cultores: amasaron grandes fortunas y se hicieron con amigos muy influyentes en la esfera del poder y la política, llegando incluso a actuar como consejeros de emperadores, emperatrices y gobernantes. Sus ‘performances’, fuentes de entretenimiento, se llenaban de admiradores, y la élite intelectual se educaba en sus escuelas. Otra forma de definir la Segunda Sofística es, en efecto, como una deliberada voluntad de apropiación del pasado cultural helénico bajo el Imperio romano (Mestre, Gómez, 2001:112-113) y era la ‘intelligentsia’ de los segundos sofistas, que se autodefinían como los ‘pepaideuménoi’, esto es, como los educados en la ‘paideía’ del siglo V a. C., quien estaba capacitada para llevar adelante dicha apropiación y transmisión.
Luciano se mofa sin tapujos de la élite intelectual de su tiempo (y quizás, a través de ella, de sus mecenas): filósofos, rétores, profetas, doctores y magos, ya que, al menos como lo leyó la posteridad, se trató de un individuo lúcido en un mar de irracionalismo. Sin embargo, su obra también albergó contradicciones, dado que, por ejemplo, su estilo fue el producto del aticismo del que se burló. Lo mismo puede decirse de su morfología y de su sintaxis, salvo un uso singular de, entre otros, el modo optativo, la partícula ἄν y las negaciones. Otro tanto puede decirse de los dioses y las tradiciones mitológicas que cuestiona, pues su representación satírica se contextualiza permanentemente en sus espacios de referencia, ya sean Atenas, el Hades o el Olimpo.
Luciano practicó una genial hibridación genérica para darle su propio sello al género dialógico, que combina el diálogo platónico con la comedia de Aristófanes y Menandro y la diatriba cínica de Menipo, sin hablar de los universales ejercicios retóricos (los ‘progymnásmata’) que toda la clase culta del momento dominaba. El principal objetivo de los diálogos, como el de sus precursores de la comedia antigua, era el de entretener: la clase alta, que ejercía de público, seguramente se reía a carcajadas de la exposición de las inconsistencias de la ‘intelligentsia’ que ella misma patrocinaba, pero Luciano no buscaba convencerla de abandonarla ni de reformar la sociedad.[3] Por ello, también escribió sátiras más indirectas y sutiles, como el diálogo que hemos traducido, Prometeo, compuesto probablemente hacia el año 150 (Schwartz, 1965:82).
Prometeo es el nombre que los griegos dieron a un extraño dios que se caracterizaba por su cualidad previsora o anticipatoria, tanto en el matiz de destreza intelectual como en el de poder profético. A partir de la tradición formada por obras como Teogonía (vv. 507-616) y Trabajos y días (vv. 42-105) de Hesíodo, el Prometeo encadenado de Esquilo, Aves de Aristófanes y el Protágoras de Platón, Luciano elabora Prometeo, esta apología judicial en forma de diálogo. Por supuesto, se trata de un ejercicio retórico o ‘progymnásmaton’ con un claro antecedente en la Defensa de Palamedes de Gorgias, en el cual –según la ‘dóxa’ erudita– se tomaba un sujeto indefendible o un caso difícil y se desplegaba todo tipo de argumentos con el fin de mostrar la habilidad del rétor. En efecto, el texto fue redactado a partir de este modelo, pero tanto su forma de diálogo como un ímpetu satírico y guiños metatextuales lo alejan claramente de ser una obra aburrida y poco original. Con gran habilidad, Prometeo despliega refutaciones a todos los delitos de los que es acusado: el reparto de la carne en el sacrificio, el modelado de los hombres y el robo del fuego, y, asimismo, anticipa su liberación a través de la venta de una información que compromete la soberanía de Zeus. La intertextualidad que el personaje pone en juego a través de citas y su maestría retórica, además de enfatizar su veta de creador, revelan un personaje-autor que conoce todas las versiones del mito y las somete a una revisión irónica.
El objetivo principal de esta traducción anotada fue contribuir al aprendizaje de la lengua griega, brindando una ayuda al estudiante universitario que, ya avezado en la morfología, se aboca por primera vez a la sintaxis del griego antiguo y a la traducción de textos. De allí la elección de Luciano, un autor consagrado a partir de Erasmo de Rotterdam como uno de los más importantes escritores griegos. Luciano es bastante posterior al período clásico, que es el período de la lengua griega que suele estudiarse en las instituciones universitarias; sin embargo, se destaca por la calidad y la claridad de su prosa entre quienes escribieron en griego durante la dominación romana de lo que una vez fue el Imperio alejandrino. La elección de Prometeo se debe a que se trata de una obra breve que aborda un mito muy conocido y sobre todo a que puede ser leída y traducida de manera completa por el estudiante para ejercitarse en la sintaxis tanto de la oración simple como de la oración compleja. Al abordar una obra completa, se facilitan las referencias pronominales, adverbiales, etc., que un texto más extenso pero recortado obligaría a reponer con notas o explicaciones. Además, se trata de un texto que pone en evidencia la mordaz vena satírica y humorística tan propia de Luciano y su notable dominio de la retórica y de los procedimientos necesarios para una argumentación eficaz y exitosa. De este modo, nuestro cometido fue acercar al estudiante de griego antiguo un autor y una obra amenos, de lectura agradable y de una sintaxis atractiva y también deleitable.
Si bien nuestro objetivo principal concebía la traducción como un apoyo que, junto a las notas y demás paratextos ayudarían al estudiante de griego a realizar sus propias lectura y traducción del original, no por ello dejamos de considerar que la publicación bien podía llegar a las manos de un destinatario que no necesariamente leyera en griego pero sí estuviera interesado en leer a los antiguos. En este sentido, nos resulta interesante recuperar la reflexión de Edith Hall (2008:315), quien considera que, en un contexto educativo donde los estudios clásicos enfrentan una redefinición de su rol tradicional, no debemos subestimar la importancia de realizar traducciones a las lenguas modernas como un elemento formativo del currículo contemporáneo. Dicho sucintamente: si un autor de antaño está disponible en ediciones universitarias serias, actualizadas y económicamente accesibles, es más probable que sea incluido en los programas de literaturas europeas.
Criterios y decisiones a la hora de traducir
La idea de traducir y anotar el Prometeo de Luciano de Samosata surgió a mediados de 2018 con el objetivo inicial de hacer una publicación modesta para circulación interna en el ámbito de las cátedras de Lengua Griega I y Lengua Griega II de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario. Se trataba de un autor no demasiado abordado en las clases de esas materias ni en seminarios orientados de la Licenciatura en Letras, por lo cual nos parecía una buena oportunidad para trabajarlo en las aulas rosarinas. En ese momento, y como dato curioso, el grupo estaba formado por una docente (Coria), un graduado (Hernández Aparicio), un nodocente (Hernández) y un estudiante (Kóbila), es decir, con orgullo podemos decir que estaban representados los cuatro claustros que conforman el cogobierno de las universidades nacionales desde la Reforma Universitaria de 1918. Cada uno fue aportando, desde su propia formación, recibida en esa misma Facultad, sus conocimientos, bibliografía, materiales, puntos de vista, etc., y entonces nos percatamos de que la modesta idea inicial había dado lugar a un material perfectamente publicable como libro. Nos presentamos en la convocatoria 2019 de la editorial de nuestra Facultad y nuestro trabajo fue seleccionado para su publicación en 2020.
Si intuitivamente hubo una ética a la hora de traducir, fue aquella que Antoine Berman define como el “deseo de abrir lo Extranjero en tanto que Extranjero a [nuestro] propio espacio de lengua” (2014 [1999]:83). Esto significó practicar una fidelidad a la letra que muchas veces implicó resistirnos a adaptar lo ajeno a lo propio y, por lo tanto, desautomatizar nuestros sentidos culturales habituales para abrirnos a la experiencia de otros. En este marco, en cuanto a criterios generales para la traducción, podemos mencionar que: a) hemos respetado las estructuras sintácticas griegas, siempre en la medida en que esto no atentara contra la legibilidad en español; b) hemos discutido y consensuado las elecciones léxicas, por ejemplo la relacionada con el verbo σταυρόω, “crucificar”, en relación con el castigo de Prometeo en un horizonte cultural de raigambre romana (parágrafo 1); c) hemos intentado respetar las figuras retóricas empleadas por el autor, por ejemplo en el parágrafo 4, ἀναίτιον αἰτιάασθαι, “acusas sin causa”; d) hemos mantenido las ironías y los sarcasmos en boca, sobre todo, del protagonista. Veamos ahora las tres interrogaciones disyuntivas ya anunciadas para criterios particulares.
1. ¿”Tú” o “vos”? ¿”Vosotros” o “ustedes”?
Dado que se trata de una cuestión sumamente (y muchas veces, ociosamente) debatida, sobre todo en la región rioplatense, en la introducción a nuestra traducción explicitamos cuál fue el criterio para la elección de las formas pronominales de las segundas personas y sus correspondientes verbales en español. En ambos casos, se ha optado por las formas más extendidas en el ámbito hispanoparlante en general: para el singular, el pronombre “tú”, y para el plural, el pronombre “ustedes”. En efecto, la forma “vos”, que es la utilizada en la variedad rioplatense del español, está restringida solamente a territorios muy concretos de Hispanoamérica; algo similar sucede con la forma “vosotros”, la cual, si bien es la norma peninsular, es prácticamente empleada nada más que en España.
Entendemos que se trata de una decisión de traducción que en cierto sentido va a contramano de los criterios escogidos por reconocidos especialistas del mundo clásico así como también por traductores literarios en la zona del Río de la Plata y sus áreas de influencia.[4] Nos interesa discutir esta cuestión, por lo menos brevemente, a partir de los siguientes interrogantes: ¿por qué una traducción que opte por el pronombre “vos” y sus correspondientes formas verbales sería más cercana a “nosotros” que una que utilice “tú”? ¿Quién es ese “nosotros”? ¿Tiene sentido continuar utilizando categorías como “colonialidad” o “imperio” cuando hablamos de la traducción de textos antiguos, sobre todo si solamente miramos la relación del Río de la Plata con Madrid, arrinconando convenientemente en el escotoma las que la variedad rioplatense sostiene con las de las demás provincias o regiones y con las del resto de Hispanoamérica?[5] ¿Por qué se plantea la necesidad de traducciones a la variedad lingüística del español rioplatense y no de traducciones a la variedad, por ejemplo, del español del Noroeste Argentino (NOA), o de la región cuyana, o de la Mesopotamia argentina? Gran parte de la respuesta a estas preguntas puede encontrarse en el perenne centralismo porteño que caracteriza a nuestro país desde su mismo nacimiento, traducido a decisiones glotopolíticas. En la Argentina se hablan muchas variedades del español, no solamente la rioplatense, la cual, no de manera sorprendente, parece ostentar una categoría superior a las demás. El voseo absoluto es propio exclusivamente de esa variedad, la normativa y estandarizada, siendo posibles en otras la mezcla de voseo y tuteo pronominal, de voseo pronominal y tuteo verbal, etc.; cfr. Carricaburo (2005), Spandau y Cáceres Fernández (2008). Entonces, si bien acordamos con el espíritu general que animaría el rechazo de “vosotros” en una traducción, vinculado con la decisión de no recibir pasivamente de los centros culturales europeos el saber grecolatino, consideramos que el rechazo del tuteo pronominal o verbal padece del mismo mal que se critica.
Por otra parte y en un sentido más general, la búsqueda de que una traducción no choque por sus extranjerías léxicas o sintácticas conlleva, para Berman, la consideración implícita o explícita de que la lengua de llegada es “un ser intocable y superior, que el acto de traducir no puede perturbar” (2014 [1999]:35). La adaptación y la domesticación del elemento extraño así como la insistencia en aturdirnos de identidad esconde una lógica de captación de sentido, donde el traductor debe despojar a este último de su ropaje extranjero y no precisamente para llevarlo a una suerte de (imposible) espacio ideal intermedio –aunque esa sea la excusa– sino para encerrarlo en su propia lengua, entendida como superior. Esta figura etnocéntrica de la traducción va de la mano con un afán hipertextual o parafrástico que se aleja de la letra del original para captar mejor el sentido en las estructuras y mentalidades de la lengua de llegada. De este modo, puede ocurrir que una traducción alargue, acorte, reformule, estilice o incluso vulgarice con vistas a este fin. Esto a veces sucede, en nuestra opinión, cuando el rioplatense es forzado y termina asumiendo un carácter demasiado informal y hasta chabacano; en este sentido, sostenemos que el comentario particular aplicado a la traducción de Copa de Schniebs, Nenadic y Pozzi (2017:181) puede aplicarse en general a diversos tipos de textos: “las formas más habituales en nuestro medio [i. e. rioplatense] le agregaban [al poema] un tono informal que no estaba presente en el original”. Entonces, para retomar ambas aristas de nuestro argumento, una traducción “al rioplatense” estará dirigida a una región pequeña, aunque bastante poblada, de un país que habla español, en un mundo en el que hay más de 600 millones de hispanohablantes distribuidos en países de los cinco continentes. Creemos que las traducciones deben ser hechas para un público amplio, que abarque, por descontado, y mínimamente, todas las regiones de la Argentina, pero, más ampliamente, las dos márgenes del Atlántico, evitando los localismos y los giros propios de una determinada y pequeña región como la del Río de la Plata. Así se justifica nuestra elección de los pronombres de segunda persona singular y plural.
2. ¿Traductor reconocible o traductor invisibilizado?
“Una traducción es buena cuando no se nota, cuando el lector percibe que está leyendo Shakespeare, o Flaubert, y no una traducción de Shakespeare o de Flaubert” (Galán, 2017:156). Creemos que esta afirmación debe ponerse en duda. ¿Por qué invisibilizar al traductor? ¿No es la traducción la operación lingüística, literaria y cultural que nos ha permitido apropiarnos de la literatura, la filosofía, la historia, la retórica, occidentales? En efecto, coincidimos con la autora cuando sostiene, a continuación, que “lo que las sociedades reclaman como testimonio cultural presupone para su existencia la posibilidad de traducción, la posibilidad de apropiación, comprensión e incorporación de un repositorio de producciones escritas que constituye nuestra cultura” (2017:156). Entonces, ¿por qué sería mala una traducción cuando se nota al traductor? No se trata de engañar al lector: este sabe que está leyendo una traducción, en el mejor de los casos no confunde a Shakespeare con el traductor de Shakespeare, y por lo tanto no sería infructuoso que percibiera la operación de traducción que subyace al texto que está leyendo. Si atendemos a la división efectuada por Jiří Levý (2011 [1963]:19-20) entre “traducción ilusionista” como ejercido efecto de verosimilitud con el original –el lector sabe que no está accediendo al original pero exige que la traducción preserve sus cualidades– y “traducción anti-ilusionista” como desmontaje del original donde el traductor marca su presencia, entonces podemos pensar que se establece un contrato entre traductor y lector como el que el actor establece con su público o el narrador también con el lector. Este le concede la omnisciencia al narrador y el espectador le concede al actor el privilegio de ser habitado por un espectro teatral. Sin llegar al extremo de la ruptura vanguardista de la ilusión, sin dudas la figura del traductor se asoma en el texto sin menoscabar la traducción.
A nuestro juicio, la traducción de un texto antiguo debe producir un extrañamiento, una sensación de lejanía. No es mejor una traducción que invisibilice al traductor; mejor sería lograr ese “extrañamiento del lector que se entraña en la lengua del autor”, como sostiene Lasso de la Vega (1966:102) siguiendo a Schleiermacher. En el mismo sentido, y retomando la interrogación disyuntiva anterior, Schniebs, Nenadic y Pozzi utilizan la norma peninsular en los pronombres de segunda persona en su traducción del poema latino Copa argumentando que “consideramos que el extrañamiento provocado por el contraste entre un discurso bucólico-elegíaco y unas circunstancias prácticamente miserables podían ser perfectamente aludidas por el empleo de ‘tú’ y ‘vosotros’” (2017:181). El extrañamiento es clave: permite romper con la ilusión de que “leemos a Shakespeare” o a Catulo o a Luciano, cuando leemos, en verdad, al traductor de Shakespeare o de Catulo o de Luciano.
Un ejemplo concreto en esta traducción: en el parágrafo 7, hay un largo período de 58 palabras (desde καίτοι hasta λήψεται). En la traducción, y si bien el español prefiere los períodos más breves a los fines de la inteligibilidad, hemos traducido ese período en una sola frase, para respetar las decisiones estilísticas del autor original. El uso de la puntuación en español ha sido clave aquí para no generar confusiones.
Por otra parte, nuestra presencia como traductores es perceptible en términos generales: se trata de una edición bilingüe con los textos griego y español enfrentados y diversos paratextos (introducción, notas, glosario, actividades, etc.) que rompen constantemente con la ilusión de que nos encontramos ante un libro que pasó directo de la pluma de Luciano a las manos del lector. Por supuesto que esta ruptura no es de la misma categoría que la de un Bertold Brecht haciendo alquimia en la ya de por sí extraña traducción de Hölderlin para producir cierta Antígona, pero seguro que estamos presentes ahí. Esto es así no porque busquemos una ‘Verfremdung’ vanguardista sino debido a un objetivo didáctico. Consideramos que cobramos presencia sobre todo cuando proponemos nuestra traducción al lector como un texto provisorio y una ayuda para que él, con el auxilio de los paratextos, genere su propia lectura y su propia traducción. Si todo traductor es un lector (un intérprete) en la ya clásica formulación hermenéutica de Gadamer, se puede redoblar la apuesta y decir que el lector es un traductor pero no sólo porque interpreta sino ante todo porque reescribe el original. Según Clive Scott (2012:1-26) la traducción es una performance de la fenomenología de la lectura: leer es un encuentro físico y corpóreo con el texto y el lenguaje en términos de experiencia; traducir, entonces, busca elaborar artesanalmente una lengua capaz de reproducir ese encuentro perceptivo que renueva el original.
3. ¿Notas eruditas para especialistas o con información dirigida a un público amplio?
Para la redacción de las notas al texto en español, cerca de 200, hemos utilizado en gran parte diferentes ediciones y traducciones, citadas en el libro, además de estudios específicos y libros de consulta habituales (manuales, diccionarios, etc.). Nuestra experiencia en la docencia universitaria nos ha guiado en la redacción de estas notas, que tienen como meta explicar referentes, establecer relaciones con otros textos antiguos, y, en fin, no dar nada por ya sabido. Por ello, las notas no pretendían ser eruditas sino solamente constituir una guía para nuestro principal destinatario: el estudiante universitario, guía que, a nuestro juicio, es necesaria para la mejor comprensión de un texto de esta naturaleza; de allí las referencias a otras obras de la literatura grecolatina, las explicaciones relacionadas con la genealogía de los personajes mencionados, los motivos para determinada traducción, etc. Las notas al texto en griego, en cambio, sirven para señalar cuestiones lingüísticas, particularidades morfológicas y estructuras sintácticas de cierta complejidad, y por eso pueden ser de provecho para quienes estén estudiando la sintaxis griega y también para quienes encuentren alguna dificultad a la hora de traducir. Más allá del destinatario principal de nuestra traducción, este libro puede ser perfectamente comprendido por un público amplio, culto pero no especializado, y desconocedor, por lo tanto, del griego antiguo, dado que la obra puede leerse sin el texto griego ni las notas al texto griego sin que su comprensión sufra menoscabo alguno.
Consideraciones finales
Profundamente convencida de que los profesores de griego debían traducir y volver a traducir, la Prof. Lena Balzaretti (UNR) sostenía que “todo profesor de griego debería dedicar sus esfuerzos a la traducción de obras que, de otra manera, nos vemos obligados a recibir pasivamente de los centros culturales donde se traduce de manera continua y renovada” (1998). Naturalmente, la tarea de traducir textos antiguos es muy exigente y requiere profundos conocimientos no solo de la lengua origen y la lengua meta, por supuesto, sino también del autor traducido, su época, su pensamiento, su contexto cultural, histórico, filosófico, político y religioso. Pero, como también sostenía Balzaretti, es una tarea esencial para transmitir a las generaciones de hablantes de lenguas distintas y muy distantes en el tiempo y en el espacio la obra de un autor que merece ser conocido y estudiado. Por ello, a una primera etapa de análisis textual-filológico del diálogo lucianesco, siguió un estudio detallado acerca de las particularidades de su época, de su lengua y de su contexto.
Si bien existían ya traducciones al español de este admirable diálogo, es sabido que volver a traducir un texto de la Antigüedad, por un lado, permite una mayor difusión de la obra original entre el público contemporáneo, y, por otro, demuestra la vitalidad de esta en nuestro presente. Las traducciones envejecen más o menos rápidamente, pero el hecho de que las obras vuelvan a traducirse habla, a la inversa, de su perennidad, de una especie de rejuvenecimiento, en una dinámica inversamente proporcional. “Si el clásico mantiene buenas relaciones con las metamorfosis del significado es porque no recela de cambiar de máscara. […] El clásico es clásico precisamente por su vitalidad”, nos recuerda Juan Arnau (2008:132). Naturalmente, es fundamental, como señalábamos, una primera etapa de análisis textual-filológico: eso fue lo que hicimos aquí, aplicando nuestros conocimientos de la gramática y la sintaxis del griego antiguo. Pero el conocimiento de la gramática y de la sintaxis, algo en lo que hacemos hincapié en nuestras clases de lengua griega, no deja, en un punto, de ser instrumental: nos permite acceder a la lengua original de la obra, con todos sus matices y pregnancias, pero una vez logrado este objetivo, es de suma importancia trascenderlo y pasar a la etapa hermenéutica, una hermenéutica más propiamente cultural. Lo que nos hemos propuesto en este libro es ofrecer una obra integral: no solamente una muy necesaria introducción para situar al autor, su época y su obra (y en especial el diálogo Prometeo), sino también una versión bilingüe que permitiera la sinopsis del texto griego y el texto español a páginas enfrentadas (intentando lograr el mayor correlato posible entre ambos), notas que permitieran una mejor comprensión de la obra por parte de un público amplio, un apartado sobre las proyecciones que en la literatura y la filosofía ha tenido el mito de Prometeo, las cuales llegan hasta ya entrado el siglo XX y lo que va del XXI con Albert Camus y Byung-Chul Han respectivamente; un glosario que incluye los términos griegos que hemos juzgado más relevantes (su morfología, traducción y ubicación en el texto), un índice de nombres propios que contiene los nombres y el linaje de las principales divinidades mencionadas en el diálogo, y finalmente un apartado con ejercicios de menor o mayor dificultad, de morfología, de sintaxis y de análisis literario. Por supuesto, al final se incluyeron referencias bibliográficas, en una lista que no pretendió ser exhaustiva sino solamente ofrecer al lector una guía con bibliografía accesible y específica acerca del autor, la obra y el impacto del mito de Prometeo en la literatura y la filosofía posteriores.
Finalmente, un comentario acerca del trabajo en equipo: estamos convencidos, como sostienen Schniebs, Nenadic y Pozzi (2017:180) que este modo de trabajar, “más allá de funcionar como una especie de contralor de nuestras elecciones y de la propia comprensión de los contenidos posibilitó una manera de trabajar mucho más precisa y enriquecedora”. Cada parte del libro fue elaborada, debatida y consensuada entre los cuatro miembros del grupo, articulando y conjugando los aportes y los diferentes saberes disciplinares de cada uno, en especial la lingüística, la crítica literaria y la filosofía. Ciertamente, esta dinámica nos enriqueció a nosotros, produciendo una retroalimentación horizontal entre docentes, estudiantes, graduados y nodocentes de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR, sumamente fructífera a nivel grupal e individual, y también, creemos, al resultado final. Esperamos que también el público lector se enriquezca con esta traducción anotada del Prometeo de Luciano de Samosata.
Referencias
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Notas
Notas de autor
Información adicional
Sobre
la obra: Luciano de Samosata, “Prometeo”. Introducción,
traducción, notas, proyecciones, glosario, índice de nombres propios y
ejercicios de Marcela Coria, Luis Esteban Hernández, Santiago Hernández
Aparicio y Pedro Kóbila. Rosario: Humanidades y Artes Ediciones, 2020.