Tres, saberes migrantes (circulación del saber, disciplinas, sujetos, bibliotecas e instituciones)
Hablar en nuestra propia lengua como un extranjero[1]
Speaking one’s own language as a foreigner
El hilo de la fábula
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1667-7900
ISSN-e: 2362-5651
Periodicidad: Semestral
vol. 21, núm. 26, e0039, 2023
Recepción: 03 Octubre 2023
Aprobación: 29 Noviembre 2023
Resumen: El presente texto, “Hablar en nuestra propia lengua como un extranjero”, es la conferencia online que el autor tuvo el jueves 11 de mayo del 2023 en Facultad de Humanidades y Ciencias FHUC-UNL 4 (en el Ciclo: Escrituras y lecturas migrantes. Italia, España y Argentina en contacto) y forma parte del libro La gelosia delle lingue de próxima publicación en Argentina (la traducción en inglés lleva el título: My Language Is a Jealous Lover, ed. Rutgers University Press, 2023). Se trata de una autotraducción que el autor realizó de su propio texto, tomando parte del prólogo y de otros capítulos, donde se analiza el problema del cambio de lengua, tomando en parte el De vulgari eloquentia de Dante.
Palabras clave: madre lengua, Dante, De vulgari eloquentia, lengua extranjera, hablar.
Abstract: This text, Hablar en nuestra propia lengua como un extranjero (Speaking one’s own language as a foreigner), is an online conference that the author gave on May 11th, 2023, at the Facultad de Humanidades y Ciencias FHUC-UNL 4 during the cycle: Escrituras y lecturas migrantes. Italia, España y Argentina en contacto, and is part of the book, soon to be published in Argentina, La gelosia delle lingue, (My Language Is a Jealous Lover, ed. Rutgers University Press, 2023). This is a self-translation the author made of his own text, combining parts of the prologue and other chapters, in which the problem of language change is analyzed using Dante’s De vulgari eloquentia.
Keywords: mother language, Dante, De vulgari eloquentia, foreign language, speaking.
En 1983, en ocasión del décimo aniversario de la muerte de W. H. Auden, Joseph Brodsky escribe en inglés una oración fúnebre, Complacer a una sombra, que es también su toma de posición en relación con el paso de una lengua a otra:
Cuando un escritor recurre a un idioma distinto a su lengua materna, lo hace ya sea por necesidad, como Conrad, o debido a una ardiente ambición, como Nabokov, o por lograr un mayor extrañamiento, como Beckett. Perteneciente a otro bando, en el verano de 1977, en Nueva York, y después de haber vivido cinco años en Estados Unidos, me compré en una pequeña tienda de la Sexta Avenida una Lettera 22 portátil y me puse a escribir en inglés (ensayos, traducciones y ocasionalmente algún poema) por una razón que tenía muy poco que ver con las anteriores. Mi único propósito entonces, como ahora, era sentirme más cerca del hombre al que consideraba el más grande del siglo XX: Wystan Auden. (Brodsky, 1988:19)
Hay muchos motivos por los cuales se decide abandonar aquella que los latinos llamaban la ‘materna lingua’, para Brodsky la elección del inglés era el mejor modo para acercarse a W. H. Auden; para Beckett, de la misma manera, el francés lo enfrentaba con la musicalidad de la lengua. Otros autores, en cambio, han vivido el exilio, y en consecuencia el encuentro con otro país, como una constricción. Le ha sucedido a Ágota Kristóf, por ejemplo, que consideraba a la lengua que la alojaba una lengua enemiga que había borrado la húngara de su infancia; le sucedió también en parte a Emil Cioran que pensaba el cambio de lengua como un hecho catastrófico en la biografía de un autor; y le ha sucedido al mismo Brodsky que, al contrario, se confrontaba con su lengua madre, es decir el ruso, para señalar su propia corrupción y su complicidad con el totalitarismo. Pasar de una lengua a otra significa colocarse frente a un riesgo. No siempre se tiene éxito en el intento. No se trata de tener más o menos familiaridad, o conocimiento profundo, sino de estar en la lengua, vivirla o transformarla desde adentro. Cada experiencia que hacemos con la lengua, ya sea extranjera o propia, presupone un renacimiento y un punto de no retorno. No hablamos esta o aquella lengua sino que estamos en esta o en aquella lengua. Se ve, se observa, se escucha y se ama a través de una lengua (que es la mirada y el ser que somos). La memoria misma es una forma de la lengua, nunca se recuerda del mismo modo en dos lenguas diferentes. Realizar un paso tal significa convertirse en una especie de palimpsesto. Nuestra vida es, de alguna manera reescrita, reinterpretada a la luz de una nueva experiencia. Es un proceso gradual. El acto de la reescritura comporta también el del rascado, se escribe y se cubre al mismo tiempo. Se trata de una experiencia de muerte y de renacimiento, que no presupone ningún amanuense, ningún artífice. Cada uno de nosotros se mueve entre registros diferentes y entre varios modos de reinterpretar la propia vida. La misma migración debería ser considerada bajo el perfil lingüístico, justamente porque es allí donde se inscribe la propia identidad y la propia memoria. El migrante o el exiliado no tiene otra patria sino la de las voces de su infancia. Podrá rehacerse una vida nueva, en otro país, pero su memoria y su pasado quedarán encerrados en aquellas voces.
En el 2017 publiqué en Italia un libro con el título La gelosia delle lingue, ensayo que, por una parte, nace de la necesidad de confrontarme con la hospitalidad que ofrece la lengua (hospitalidad que he encontrado siempre entre las páginas de los autores italianos, en los dialectos y entre las varias formas de hablar) y que, por otra parte, es una comparación con algunos autores que, por alguna razón, han cambiado de lengua o han reflexionado sobre esta transformación en acto. En ese libro he tratado de recorrer algunas figuras de la lengua y de preguntarme, en cada pieza que compone este mosaico, qué sucede en nosotros cuando nos encontramos en actitud de ajustar cuentas con una lengua diferente de la materna. Este pasaje presupone la figura de la distancia; una distancia interior, que algunas veces logra incluso escindir la propia historia. Escribe Benjamin: “La narración no pretende, como la información, comunicar el puro en-sí de lo acaecido, sino que la encarna en la vida del relator, para proporcionar a quienes escuchan lo acaecido como experiencia. Así, en lo narrado queda el signo del narrador, como la huella de la mano del alfarero sobre la vasija de arcilla (Benjamin, 1999:14)”; ese signo es, justamente, me gusta pensar, la relación que cada uno de nosotros establece con la propia lengua, aquella en la que se ha elegido vivir, respirar y hacer experiencia.
¿Es posible, me pregunto, abandonar la propia lengua, ya que esta no es solo un modo de hablar, o mejor dicho, no tiene que ver solo con un cuerpo gramatical, sino también con un punto de vista? Podemos, por diversas vicisitudes, darle la espalda, abandonarla o reemplazarla, pero creo que nunca podríamos prescindir de la maternidad de nuestra lengua, entendida como un origen irrevocable, incluso cuando vemos el mundo a la luz de un nuevo idioma. La maternidad de una lengua no solo nos enseña a hablar sino que nos da también una mirada, un sentir, un punto de vista sobre las cosas. Su sintaxis es una perspectiva. Podemos aprender o llenar nuestras historias con otras lenguas, pero la maternidad que nuestro idioma de origen nos reclama, permanece siempre dentro de nosotros; porque es una forma de ser, de vivir y de pensar, independientemente de cómo se la expresa. Es una hermenéutica del mundo. Hablamos nuestra lengua materna en muchos otros idiomas (en exergo a la La gelosia delle lingue hay una frase de Julia Kristeva que se encuentra en Extranjeros para nosotros mismos, que dice: “Hablaba ruso en quince lenguas” (Kristeva, 1991:25), refiriéndose al filólogo y lingüista ruso Roman Jakobson).
En el primer tratado del Convivio (párrafo XIII) Dante habla del amor a la lengua materna, que considera un elemento de unión entre los padres: “Questo mio volgare fu congiungitore delli miei generanti, che con esso parlavano”. (Alighieri, 1995:56-57, vol.2) Una lengua que no solo representa la unión entre sus padres, sino que participa del nacimiento y es, al mismo tiempo, la causa de su existencia. Una maternidad, la maternidad de la lengua, que determina la vida del niño y su relación con el mundo. A veces pienso que el idioma en el que nacemos nos da los ojos con los que seguimos mirando el mundo, incluso cuando ya no lo hablamos. Italo Calvino dice al respecto en una nota biográfica al inicio de Eremita en París: “Tutto può cambiare, ma non la lingua che ci portiamo dentro, anzi che ci contiene dentro di sé come un mondo più esclusivo e definitivo del ventre materno”. (Calvino, 1996:VII)
Al comienzo de Devulgari eloquentia, escrito hacia 1304, durante el exilio (primer borrador, interrumpido a la mitad del segundo libro), Dante enuncia expresamente la novedad de su tratado y las razones que lo llevaron a reflexionar sobre la lengua vulgar, es decir, la lengua natural, aquella que el niño aprende sin reglas, a diferencia de la gramática (término con el que Dante indica latín) vista como un producto artificial de las élites.
El encanto del De vulgari eloquentia, este tratado retórico-poético, escrito en latín y dirigido a los doctores ilustres, es decir, a los poetas y prosistas, no se remonta a un modelo previo concreto sino que abre un campo de investigación completamente nuevo, empeñado en captar el espíritu de su sociedad. Dante se convierte entonces en el primer teórico sobre el lenguaje poético. Inmediatamente después de la proclamación de la novedad, Dante pasa al ‘subiectum’ del tratamiento, es decir a la lengua vulgar, sobre la que se construirán las bases del arte de la elocuencia:
Sin embargo, considerando que toda doctrina tiene la obligación de definir su objeto (no de demostrar que exista) para que se sepa de qué trata, digo brevemente que llamo «lengua vulgar» la que los niños aprenden de sus allegados cuando desde un principio empiezan a distinguir las palabras; o, aún más brevemente, llamo «lengua vulgar» la que aprendemos imitando a la nodriza, sin obedecer ninguna regla. Tenemos además otra lengua, secundaria, que los romanos llamaron «gramática». […] De estas dos lenguas, la más noble es la vulgar: ya sea porque fue la primera que el género humano utilizó; ya sea porque todo el mundo la usa, aunque esté diversificada en una multitud de pronunciaciones y vocablos; y finalmente porque es natural en nosotros, mientras que la otra es más bien artificial. (Alighieri, 2017:143-145)
Para Dante, el discurso sobre la lengua es también un discurso sobre el arte de emplear la elocuencia de los poetas, los custodios de la italianidad. Y la historia de De vulgari eloquentia se convierte en la historia de una búsqueda, o una cacería: la cacería de Dante para encontrar la lengua vernácula, la lengua más bella y representativa de la península, sublimada por el arte:
Después de haber explorado, cazando, los montes y los prados de Italia sin alcanzar a la pantera que perseguimos, para poder finalmente encontrarla consideraré sus características con método más racional del que he empleado hasta ahora, de manera tal que, a partir de un atento análisis, podamos atrapar en nuestras redes a esa que huele por doquier, sin aparecer en ningún sitio […] Ahora bien, tales signos no son exclusivos de ninguna ciudad italiana, y son comunes a todas: entre estos signos podemos ahora individuar el vulgar que hemos venido cazando, que desprende su perfume en todas ellas, pero en ninguna tiene su cueva. Puede, sin embargo, oler más en una que en otra, como la sustancia más simple, que es Dios, que desprende su perfume más en el hombre que en el animal, en el animal más que en la planta, en la planta más que en el mineral, en este más que en los elementos, en el fuego más que en la tierra; de la misma manera la cantidad más simple, que es la unidad, huele más en los números impares que en los pares, y el color más sencillo, o sea el blanco, huele más en el amarillo que en el verde. (Alighieri, 2017:211-213)
El olor es el de la pantera fugitiva, ese vulgar ilustre casi inexistente, que huele por todas partes sin estar en ninguna (en el Physiologus, texto básico de los bestiarios medievales, escrito entre los siglos II y V d. C. en Alejandría de Egipto, se dice que la pantera usa su olor para capturar presas, y que las bestias siguen el olor de su voz). Dante, después de haber escudriñado cada región en busca de esta lengua ilustre, y después de haber descrito las características de cada región, a veces caricaturizándolas, llega a esta conclusión: el vulgar ilustre es como un perfume que está en todos los lugares de Italia, sin identificarse en un lugar específico. Por lo tanto, es un vulgar que existe en sus variantes diatópicas, que encuentra su identidad en la diversidad (nunca idéntica entre las comunidades que lo hablan). La caza, por tanto, no dio frutos porque el vulgar ilustre no se encuentra entre los discursos y dialectos que visita Dante. La pantera perseguida, siempre esquiva, no puede estar en ningún lado porque está en todas partes, escondida en cada discurso, en cada palabra. Ella es su olor, así como la esencia del vulgar ilustre es su diversidad. Se podría concluir que el italiano está radicado en sus variantes, en su ser otro. Es ese bosque vernáculo donde se esconde la presa. Se posee el italiano si se reconocen sus diferencias internas, como un idioma que no es exactamente uno. Aprender esto es como perseguir el olor de una presa casi inalcanzable. Cualquier extranjero que trate de aprender el italiano solo puede convertirse él mismo en una especie de cazador.
Referencias
Alighieri, Dante (2017). De vulgari eloquentia.Sobre la elocuencia en lengua vulgar [Edición bilingüe de Raffaele Pinto]. Madrid: Ediciones Cátedra.
Alighieri, Dante (1995). Convivio [a cura de Franca Brambilla Ageno]. Firenze: Le Lettere.
Benjamin, Walter (1999). Sobre algunos temas en Baudelaire [Traducción de H.A. Murena]. Buenos Aires: Leviatán.
Bravi, Adrián N. (2017). La gelosia delle lingue. Macerata: EUM Edizioni (Università di Macerata).
Brodsky, Joseph (1988). Complacer a una sombra [Traducción de Marina Fe]. En Diario de Poesía. Periodico trimestral, Buenos Aires, Invierno, N° 9.
Calvino, Italo (1996). Eremita a Parigi. Milano: Mondadori.
Kristeva, Julia (1991). Extranjeros para nosotros mismos [Traducción de Xavier Gispert]. Barcelona: Plaza & Janés.
Notas
Notas de autor