El «teatro ecoacústico» de David Monacchi: motivación proambiental con fundamento en la psicología moral[1]

David Monacchi's «ecoacoustic theatre»: pro–environmental motivation based on moral psychology

E. Joaquín Suárez–Ruíz *
Universidad Nacional de La Plata , Argentina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) , Argentina

Revista del Instituto Superior de Música

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1666-7603

ISSN-e: 2362-3322

Periodicidad: Semestral

núm. 23, Esp., e0039, 2023

extension@ism.unl.edu.ar

Recepción: 13 Marzo 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/rism.2023.23.e0039

Resumen: Teniendo en cuenta que uno de los factores principales que garantizó las condiciones de posibilidad de la enfermedad zoonótica causante de la pandemia aún vigente, a saber, la COVID–19, ha sido la influencia antrópica en los ecosistemas naturales —concretamente, el circuito de caza y comercialización de animales silvestres que favoreció la emergencia del SARS–CoV–2—, cobra especial importancia la búsqueda de perspectivas éticas en clave ambiental que permitan favorecer una motivación proambiental colectiva. Uno de los mayores problemas que enfrenta dicha búsqueda, reside en nuestra psicología moral. A la luz de eticistas contemporáneos como Peter Singer, existe una suerte de punto ciego en la moral que obstaculiza el compromiso para con el estado de degradación actual de los ecosistemas naturales, particularmente por parte de los habitantes de las grandes concentraciones urbanas donde ese tipo de medioambientes naturales suelen ser abstracciones ajenas a su experiencia cotidiana. Frente a la urgencia de hallar nuevas maneras de favorecer la motivación proambiental desde un punto de vista que contemple los obstáculos psicológicos recién mencionados, en este artículo se argumentará que las grabaciones de campo de ambientes naturales, reproducidas de una manera que sea tanto inmersiva como exploratoria y creativa, podrían generar una interpelación de tipo moral en el auditorio en relación con la condición actual de los ecosistemas naturales. Para realizar este análisis, nos centraremos particularmente en las características de la experiencia ofrecida por el «teatro ecoacústico» del artista e investigador David Monacchi.

Palabras clave: psicología, moral–ética, ambiental–motivación, proambiental–teatro, ecoacústico–David Monacchi.

Abstract: Knowing that one of the main factors that guaranteed the conditions for the possibility of the zoonotic disease causing the pandemic that is still in force, namely COVID–19, has been the anthropogenic influence on natural ecosystems —specifically, the hunting and commercialization circuit of wild animals that favored the emergence of SARS– CoV–2—, the search for ethical perspectives in an environmental key that allows favoring a collective pro–environmental motivation is particularly important. One of the biggest problems facing such a search resides in our moral psychology. In the light of contemporary ethicists such as Peter Singer, there is a kind of blind spot in morality that hinders commitment to the current state of degradation of natural ecosystems. Faced with the urgency of finding new ways to promote pro–environmental motivation from a point of view that contemplates the psychological obstacles just mentioned, this article will argue that field recordings of natural environments, reproduced in a way that is both immersive and exploratory and creative, could generate a moral interpellation in relation to the current condition of natural ecosystems. To carry out this analysis, we will focus particularly on the characteristics of the experience offered by the «ecoacoustic theater» of the artist and researcher David Monacchi.

Keywords: moral , ethics–pro–environmental, motivation– ecoacoustic, theater–David Monacchi.

Introducción

La pandemia de COVID–19 ha representado un antes y un después en múltiples sentidos. Uno de ellos se relaciona con el hecho de que sus condiciones de posibilidad fueron favorecidas por un particular tipo de relación entre los seres humanos con los ecosistemas naturales (Trilla, 2020; Bonilla–Aldana et al., 2020). Según han argumentado especialistas en el tema, el SARS–CoV–2, el virus causante de la enfermedad denominada COVID– 19, tuvo su origen en los mercados húmedos de la ciudad de Wuhan, China (Mizumoto et al., 2020). En este tipo de mercados convergen diversas especies de animales silvestres con el fin de ser comercializadas. Se hipotetiza que el hacinamiento en el que se encontraban estas especies diversas contenidas en jaulas y muy cerca unas de las otras, el cual favoreció el contacto de diversos fluidos como heces, orina y sangre, fue un factor importante para el surgimiento de esta zoonosis, es decir, una enfermedad que no es solamente intraespecífica, sino que puede ser transmitida de una especie a otra.

Dicha convergencia de especies fue posible gracias a una red de caza y distribución de animales silvestres que se extiende mucho más allá de China, incluyendo incluso regiones de otros continentes (Aguirre et al., 2020). Aún más, si bien en esta ocasión ocurrió en China, también podría haber ocurrido en lugares en los que se da una convergencia similar de especies en condiciones igualmente deplorables. De hecho, este tipo de circuitos de caza y comercialización de animales silvestres no es un problema local, sino que supone un tipo particular de relación entre los seres humanos y los ambientes naturales, que se encuentra enmarcada dentro de lo que diversos investigadores denominan antropocentrismo o tesis de la excepción humana (Schaeffer, 2009), es decir, el supuesto de una superioridad humana que nos habilitaría a someter y utilizar para nuestros propios fines todo aquello que forma parte de la naturaleza. Podría decirse, entonces, que la pandemia aún vigente fue posible, al menos en parte, gracias a los efectos de comportamientos derivados de un antropocentrismo que va más allá de culturas particulares y que actualmente ha evidenciado ser un grave problema no solo para las especies no humanas que se ven afectadas, sino también para los mismos seres humanos (O'Callaghan–Gordo y Antó, 2020; Everard et al., 2020).

Frente a tamaño problema, urge buscar soluciones para desarraigar esta concepción antropocéntrica de la relación de los seres humanos para con los animales no humanos en particular y los ecosistemas naturales en general. Desde un enfoque filosófico, hay una disciplina en particular que podría contribuir a hallar soluciones: la ética ambiental.[2] Ahora bien, según un argumento previo (Suárez–Ruíz, 2021b) que será retomado en este trabajo, la ética ambiental, en cuanto ética aplicada, posee algunos inconvenientes para hacer frente a esta tarea. Esto se debe, al menos en términos generales, al hecho de que la metodología aplicada en ética parte de criterios normativos racionalistas que suponen agentes morales puramente racionales. Según sostienen diversas investigaciones provenientes de la Psicología moral, particularmente las vinculadas con las teorías de proceso dual de la mente (dual-process theories), los agentes morales se encuentran, usualmente, más influenciados por sus emociones –en términos más específicos, por su cognición intuitiva o su sistema afectivo– que por su razón –su cognición racional o sistema deliberativo–. De allí que uno de los mayores problemas que enfrenta y enfrentará este viraje hacia un paradigma proambiental es de carácter psicológico (Batavia, Bruskotter & Nelson, 2020; Booth, 2009).

Según se argumentará en este artículo, existe una suerte de punto ciego en la moral que obstaculiza el compromiso para con el estado de degradación actual de los ecosistemas, particularmente en los habitantes de las grandes concentraciones urbanas donde ese tipo de ambientes naturales suelen ser abstracciones ajenas a su experiencia cotidiana. Para ahondar en ello retomaremos una tesis que hemos argumentado en otro lado (Suárez–Ruíz y González–Galli, 2021), a saber, que las limitaciones y potencialidades de la psicología moral humana representan un punto de partida de fundamental importancia a la hora de desarrollar perspectivas éticas normativas que excedan las idealizaciones y puedan obtener resultados concretos.

Frente al apremio de hallar nuevas maneras de abordar el problema ambiental desde un punto de vista que contemple los obstáculos psicológicos recién mencionados, la grabación de campo de ambientes naturales, una práctica en la cual confluyen aspectos de orden ético, artístico y científico (Gilmurray, 2016; McDermott, 2019), se presenta como un punto de partida propicio para reflexionar sobre estrategias que permitan favorecer un contacto mayor de los ciudadanos de las grandes urbes con las características de los ecosistemas naturales distantes. De modo que la hipótesis central de este artículo reside en que una grabación de campo de un ecosistema natural, mediante su inclusión en un dispositivo con características específicas, podría favorecer la activación de ciertas emociones morales esenciales para una motivación de tipo proambiental. Existe un dispositivo de fundamento a la vez científico y artístico, patentado por el investigador y artista italiano David Monacchi, que reúne dichas características o al menos contribuye a reflexionar sobre cómo podría ser la experiencia buscada. Nos referimos al «teatro ecoacústico» (Monacchi, 2016 - 2017).

Éticas aplicadas: potencialidades y limitaciones[3]

Es innegable que la ética ambiental ha realizado un enorme aporte a la discusión de la degradación de los ecosistemas naturales e incluso de la matanza, maltrato y comercialización de animales silvestres (Rolston, 1991; Norton et al., 1992; Cowell, 1993). No obstante, en este apartado analizaremos con un foco crítico la metodología que usualmente se utiliza en dicha disciplina filosófica. Nos referimos a la que le es propia a las éticas aplicadas en general, a saber, aquella en la cual se pretende solucionar problemas de orden moral a la luz de los criterios normativos ofrecidos por las diversas éticas normativas, de las cuales generalmente suelen resaltar la deontológica y la utilitarista (Suárez–Ruíz, 2021b). En otros términos, en las producciones ligadas a la ética aplicada se analizan distintas situaciones que ponen en juego conflictos de tipo moral para luego analizar cuál es el criterio normativo más adecuado en la determinación de la motivación, decisión y/o acción correcta para solucionarlos. Otras éticas aplicadas serían, por ejemplo, la de los medios de comunicación, la del turismo, la de la medicina, etc.

Según hemos argumentado en otro lado (Suárez–Ruíz y González–Galli, 2021), el problema fundamental de este tipo de metodología es que los agentes morales no son racionales todo el tiempo. De hecho, si prestamos atención a investigaciones del presente relacionadas con psicología social o ciencias del comportamiento, sucede que lo afectivo tiene preeminencia por sobre lo racional. Para ahondar en esta problemática, nos centraremos en un tipo específico de conflicto moral que se articula con ciertas limitaciones de orden psicológico.

Según argumentan diversos filósofos contemporáneos (p. ej. Singer, 2009; Greene, 2013), la moral humana posee una suerte de punto ciego que dificulta una interpelación moral por parte de personas no identificables y/o pertenecientes a grupos distantes del nuestro. Una herramienta ideal para graficarlo es un experimento mental realizado por Peter Singer (2009), en el cual el filósofo presenta una situación hipotética en la que un hombre caminando por un parque encuentra a un niño ahogándose en un estanque. Aunque posee un traje italiano de más de 500 dólares, esta persona no duda en rescatarlo aunque se arruine su lujosa ropa. Singer señala que una acción diferente, en la que el hombre prefiriese conservar el traje en lugar de salvar la vida del niño, resultaría moralmente abominable. Luego de presentar este ejemplo, el filósofo se plantea la siguiente pregunta: aunque en una situación similar seguramente no dudaríamos en reaccionar del mismo modo que el hombre, ¿por qué consideramos moralmente aceptable gastar $500 en un traje o vestido siendo que podríamos usar ese dinero para salvar la vida de un niño haciendo una donación a una organización de ayuda internacional?

El experimento mental del filósofo australiano se encuentra inspirado en las investigaciones sobre el denominado «efecto de la víctima identificable», según el cual las personas suelen estar mucho más dispuestas a ayudar a personas identificables que a víctimas no identificables o estadísticas (Small y Loewenstein, 2003). Para profundizar en las características psicológicas de este fenómeno, Singer toma como referencia los desarrollos del psicólogo Paul Slovic (2010); según este autor este tipo de variación en el interés moral se vincula con una distinción entre dos sistemas mentales, denominados originalmente por Robert Epstein (1994) como sistemas afectivo —también denominado intuitivo o experiencial— y deliberativo —o racional—. Otra designación mencionada por Slovic es la de Daniel Kahnemnan (2011), quien prefiere caracterizarlas sencillamente como sistema 1 o afectivo, relacionado con las reacciones emocionales, con la acción inmediata y poco premeditada; y sistema 2 o deliberativo, con procesos conscientes, racionales, los cuales requieren de más tiempo para evaluar una estrategia de acción. Este tipo de enfoques son utilizados para el análisis de la toma de decisiones, la economía del comportamiento o, como en este caso, la psicología moral, las cuales generalmente son denominadas «teorías de proceso dual».

Desde el punto de vista de esta distinción de sistemas, el efecto de la víctima identificable se fundaría en el hecho de que el sistema afectivo muestra ser un factor imprescindible en la activación del interés moral para con otra persona o conjunto de personas. El punto ciego de la moral se explicitaría en el tipo de casos que señala Singer con su experimento mental, el cual devela la inconsistencia de considerar abominable el no ayudar a un niño en riesgo pero, al mismo tiempo, considerar opcional ayudar a personas no identificables en riesgo.

Habiendo expuesto el experimento mental de Singer y el efecto de la víctima identificable, es menester aquí realizar un salto especulativo que nos permitirá arrojar nueva luz sobre el por qué es tan dificultoso generar motivación proambiental o, como comúnmente se suele denominar, conciencia del medioambiente. Actualmente, y como consecuencia en gran parte de las múltiples revoluciones industriales, nos encontramos en un punto del desarrollo de la humanidad en el que la mayor parte de la densidad poblacional, a lo largo y ancho del mundo, se ha concentrado en ciudades (Sato y Yamamoto, 2005). En al menos la mayoría de ellas, las personas que las habitan ya no poseen, como sucedía en tiempos remotos, un contacto constante y estrecho con el medioambiente natural. Dichos medioambientes ya no serían ni algo próximo ni algo concreto, sino, más bien, una abstracción o, a lo sumo, espacios llamativos que pueden verse en algunos documentales. Siendo que son fenómenos alejados de nuestra cotidianidad, y analizándolo en términos analógicos, los ecosistemas naturales se han vuelto una suerte de víctima no identificable que, por su lejanía, no interpela nuestras emociones morales, aquellas que serían una condición necesaria para que surja una motivación de tipo proambiental. Según argumentan especialistas, esta separación de la esfera artificial construida por los seres humanos y la de los ambientes naturales, es una de las raíces principales del reforzamiento del antropocentrismo (Yigitcanlar, Foth y Kamruzzaman, 2019).

Por ejemplo, en un artículo reciente, Batavia, Bruskotter y Nelson (2020) han enfatizado que uno los principales obstáculos para el favorecimiento de comportamientos proambientales es de orden psicológico. En dicho artículo, los investigadores se centran en tres éticas que suelen fundamentar los códigos morales de una normatividad fundada en la defensa de los ecosistemas naturales: las éticas centradas en el valor intrínseco de la naturaleza, las éticas del cuidado (care ethics) y la ética de la tierra (land ethics) de Aldo Leopold. En sus conclusiones, afirman que estos tres enfoques éticos suelen poseer un efecto limitado en el comportamiento moral por su anclaje en un nivel teórico que tiende a desatender las características psicológicas de los individuos concretos. En sintonía con esta visión crítica de las perspectivas tradicionales, la investigadora Carol Booth (2009) ha argumentado sobre la necesidad de un giro motivacional en la ética focalizada en el medioambiente. Según Booth, la ética ambiental precisa priorizar el análisis de cómo creencias, deseos, convicciones o presiones sociales influyen en el comportamiento efectivo, en lugar de focalizarse en la confección de ideales morales.

Aunque a primera vista podría suponerse que este tipo de análisis centrados en las limitaciones psicológicas de la moral llevan necesariamente a conclusiones pesimistas sobre la posibilidad de constituir una ética ambiental con resultados concretos en la motivación y el comportamiento de las personas, contribuyen, más bien, con un abordaje realista que advierte sobre las condiciones efectivas a las cuales deberían adecuarse los criterios éticos normativos si es que acaso se busca dar lugar a aplicaciones factibles de ellos. En sintonía con las advertencias de Booth y de Batavia et al., en el apartado siguiente se profundizará sobre el aspecto psicológico de la moral a la luz un particular tipo de teoría de proceso dual: el modelo intuicionista social desarrollado por Jonathan Haidt (2001). Luego, en la tercera sección de este capítulo, se analizará cómo el «teatro ecoacústico» de Monacchi podría ofrecer una vía de investigación próspera para favorecer una motivación proambiental más efectiva.

Intuicionismo social: punto de partida para la motivación proambiental

En 2001, partiendo de investigaciones en disciplinas como la psicología, la neurociencia y la primatología, el psicólogo norteamericano Jonathan Haidt presentó un modelo de la formación de los juicios morales que pretendía destronar al modelo racionalista que predominaba en Psicología moral, fundado en las investigaciones del psicólogo Lawrence Kohlberg. Su trabajo The emotional dog and its rational tail: a social intuitionist approach to moral judgment cimentó las bases del influyente modelo intuicionista social de la formación de juicios morales.

En este texto fundacional, Haidt define a los juicios morales como evaluaciones —bueno o malo– de las acciones o el carácter de una persona, en relación con un conjunto de virtudes consideradas como obligatorias por una cultura o una subcultura particular (Haidt, 2001:6). A su vez, en la clave de las teorías de proceso dual mencionadas en el apartado anterior, distingue dos tipos diferentes de cognición moral. Por un lado, la intuición moral refiere a la repentina aparición en la consciencia de un juicio moral, producto de procesos psicológicos rápidos y no conscientes que incluyen una valoración afectiva –«X es bueno» o «X es malo», «X me gusta» o «X no me gusta»– (Haidt, 2001:6). Por otro lado, define el razonamiento moral como una actividad consciente que se caracteriza por ser un proceso lento, ex.post facto, utilizado en general para influenciar en las intuiciones de otros, antes que para tomar posición (Haidt, 2001:2).

Según Haidt, los modelos racionalistas del juicio moral centran su atención en un tipo de cognición, la racional, que sin embargo suele ser posterior a la adopción de un juicio moral. Al hacer esto, no pueden dar cuenta de cómo es que regularmente se forman los juicios morales, dado que elaboran sus hipótesis basándose en situaciones atípicas, como por ejemplo el caso de resoluciones de dilemas hipotéticos que no poseen un componente emocional o en construcciones pos-hoc (racionalizaciones de intuiciones). En contraposición al modelo racionalista, Haidt propone el ya aludido modelo intuicionista social, el cual enfatiza la influencia de los aspectos emocional y social en la gestación de los juicios morales, por sobre el razonamiento privado realizado por los individuos. Según sostiene el psicólogo, este modelo resulta más consistente con los desarrollos en ciencias biológicas fundadas en una perspectiva evolutiva, como ser la primatología (de Waal, 1991, Goodall, 1986), la psicología (Wilson, 1993; Kagan, 1984) y la neurociencia (Damasio, 1994; Gazzaniga, 1985), al mismo tiempo que permite elucidar de manera más efectiva las características del juicio moral.

El ejemplo que utiliza para ilustrar el modelo en cuestión es la «historia de los hermanos». Esta presenta una situación hipotética en la que dos hermanos, Julia y Marcos, se encuentran en un viaje de vacaciones en Francia. Dado que les parece interesante y divertido, ambos deciden tener relaciones sexuales. Para ello contemplan las precauciones necesarias, Julia toma una píldora anticonceptiva y Marcos usa profiláctico. Disfrutan de ese momento, el cual los hace sentirse aún más unidos el uno al otro, pero deciden no volver a hacerlo y guardan el secreto.

En las entrevistas realizadas por el equipo de Haidt, la pregunta que sigue al relato es «¿Estuvo bien que los hermanos hagan el amor?». Según sus investigaciones, la mayoría de las personas tiende a considerar el hecho como moralmente incorrecto, pero, a la hora de proponerles que justifiquen el porqué, los/as entrevistados/as ofrecen argumentos vagos que convergen en un juicio moral arbitrario del tipo «no sé, no lo puede explicar, simplemente sé que está mal» (Haidt, 2001:2). Esto es, aunque no se hallan razones plausibles para sostener el juicio, este se mantiene. Lo que permite explicitar este experimento es que el proceso de formación de juicios morales a nivel psicológico dista de reducirse al razonamiento auto–reflexivo, realizado conscientemente y en privado. En realidad, gran parte de la influencia en la gestación de dichos juicios proviene de un contexto social concreto, el cual condiciona las emociones y, consecuentemente, las convicciones morales de los individuos.

Haidt se inspira en el filósofo escocés David Hume cuando argumenta que, en la mayoría de los casos, los juicios morales son análogos a los juicios estéticos: no parten de un análisis racional de las características de cada situación particular, sino que surgen de sentimientos que luego son justificados racionalmente (Haidt, 2001:3). A partir de esta apropiación del enfoque humano por parte del psicólogo norteamericano, se entiende que el razonamiento no es, como se comprendió tradicionalmente, la causa del juicio moral, sino que, más bien, el juicio moral es consecuencia de procesamientos intuitivos previos. Es decir, la función de la razón es, ante todo, la de justificar juicios que tuvieron su origen en procesos psicológicos no conscientes. De esta manera, el modelo de Haidt vuelve la atención sobre el aspecto intuitivo del fenómeno y se diferencia del enfoque racionalista de los juicios morales, según el cual surgen del razonamiento privado. Una metáfora utilizada por él es que, más que un juez o un científico buscando la verdad, la razón es un abogado que defiende a su cliente: las emociones (Haidt, 2001:10).

Según sostiene el psicólogo a la luz de numerosas investigaciones empíricas, es posible afirmar que la moral humana no habría surgido para buscar la objetividad, sino como un modo de reforzar los lazos sociales que aseguraron la supervivencia a lo largo de la evolución de nuestra especie:

Desde una perspectiva evolutiva, sería extraño si los mecanismos que subyacen a la formación de nuestros juicios morales hubiesen sido diseñados principalmente para buscar la precisión, dejando en un segundo plano los efectos desastrosos que traería estar constantemente del lado de nuestros enemigos y en contra de nuestros amigos. Los estudios sobre las actitudes, la percepción de los otros y la persuasión, muestran que los deseos de armonía y acuerdo sesgan fuertemente los juicios. (Haidt, 2001:10)

A partir de esto, Haidt afirma que continuar considerando que los juicios morales son causados exclusivamente por el razonamiento moral implica caer en una ilusión racionalista. Es decir, seguir insistiendo en el hecho de que la razón es la causa principal de los juicios morales es aseverar obstinadamente algo que no resulta congruente con la mayoría de las investigaciones actuales. Para representar las características de esta ilusión, Haidt realiza una doble analogía del vínculo entre un perro y su cola –de allí el llamativo título de su artículo–. Primero, existe la ilusión de que nuestros juicios morales –el perro– son dirigidos por nuestro razonamiento moral –la cola–. Segundo, suponemos que en una discusión sobre cuestiones morales es posible cambiar los juicios de la otra persona solo mediante argumentos lógicos. Esto sería como pensar que mover la cola de un perro sería suficiente para que el perro sea feliz (Haidt, 2001:13).

Haidt no afirma, sin embargo, que la razón no tenga ningún tipo de injerencia en la formación de los juicios morales a nivel psicológico. El juicio razonado y la reflexión privada siguen siendo dos componentes cognitivos en su modelo (Haidt, 2001:7). El énfasis en la cognición intuitiva y social del modelo busca evidenciar que el rol de la razón es mucho menos influyente del que supusieron tradicionalmente los modelos racionalistas. De hecho, vale resaltar que estudios como los de Haidt son ante todo descriptivos, por lo que el hecho de que a nivel psicológico el efecto del sistema afectivo –o cognición intuitiva– predomine por sobre el deliberativo –o cognición racional–, no implica que deba renunciarse por completo al razonamiento moral y a la normatividad ética.

El intuicionismo social de Haidt parece darle la razón tanto a Booth con su defensa de un giro motivacional en la ética ambiental, como a Batavia, Bruskotter y Nelson cuando señalan que uno de los principales obstáculos en el compromiso ético para con el medioambiente es de orden psicológico. En términos de la metáfora de Haidt, a menos que no haya clientes –las emociones– involucradas en una situación, el abogado –la razón– no se verá en la necesidad de desarrollar argumentos para una defensa. De modo que en relación con los ecosistemas naturales parece ocurrir un fenómeno análogo al del efecto de la víctima identificable: siendo que se trata de ámbitos que les resultan ajenos a las personas que habitan las grandes ciudades, las afirmaciones sobre su valor a nivel ético y sanitario o la exposición de evidencias sobre su degradación en aumento suelen ser consideradas más como curiosidades anecdóticas que como problemas concretos con efectos concretos.

La cuestión clave de lo desarrollado en este apartado es el rol insoslayable que poseen las emociones a nivel moral –o, más precisamente, intuiciones a las que les subyace procesos de orden afectivo–, las cuales en muchos casos parecen representar una condición necesaria para el inicio de la reflexión ética. El punto fundamental sería, entonces, encontrar un equilibrio entre el sistema afectivo y el sistema deliberativo. Esto es, habría que hallar una manera de interpelar al sistema afectivo para favorecer la formación de juicios morales comprometidos para con la degradación de los ecosistemas naturales, el cual sería seguido por el sistema deliberativo mediante racionalizaciones que aspirasen a justificar dichos juicios. De esa manera podría obtenerse una perspectiva del problema ético que subyace a la destrucción de los ecosistemas naturales, la cual no se reduciría a una interpelación meramente emocional pero tampoco a un análisis puramente racional. Nuestra hipótesis es que el «teatro ecoacústico» de David Monacchi podría ofrecer pistas sobre cómo garantizar favorecer este feedback entre razones y emociones.

Teatro ecoacústico: pistas para una motivación proambiental efectiva

Partiendo de los desarrollos en Psicología moral recién expuestos, particularmente el modelo intuicionista social de Haidt, el enfoque que se presenta como plausible para favorecer la motivación proambiental es uno en el que se tenga en cuenta no solo el sistema deliberativo sino también, y en particular, el rol del sistema afectivo, dado que es a través de la activación de este último sistema que puede surgir un efecto análogo al de la víctima identificable, en este caso en relación con los ecosistemas naturales.

Hipoteticemos, a continuación, algunas líneas de acción concretas. Empecemos con un experimento mental bastante inverosímil, pero que podría resultar intuitivo al buscar rápidamente una solución: podríamos realizar excursiones masivas desde las ciudades a los ecosistemas naturales, ya que, de esa manera, dichos ecosistemas dejarían de ser percibidos por los individuos como víctimas abstractas y pasarían a ser víctimas identificables. Se trata de una empresa inconducente desde un principio, no solo por la cantidad de recursos que se requerirían para llevarla a lo concreto, sino porque, de hecho, generaría un daño aún mayor que aquel que se pretende solucionar: excursiones masivas solo pueden deteriorar más y más el medioambiente.

Siendo que una solución tan concreta no sería viable, supongamos ahora posibles soluciones desde una perspectiva audiovisual. En esta clave habría dos opciones en gran medida opuestas. En primer lugar, se podría fomentar el visionado de documentales expositivos (Nichols, 1997), del tipo Las maravillas de la naturaleza, como suele ser el caso de algunos films de National Geographic, en los cuales se suele resaltar la majestuosidad de la flora y la fauna de, por ejemplo, la selva amazónica. El problema con esta primera opción es que una aproximación de tipo estético a los ecosistemas naturales no necesariamente se corresponde con una interpelación de orden moral. Es decir, el espectador podría disfrutar y entretenerse con el documental, pero la experiencia podría no interpelarlo lo suficiente como para activar una motivación proambiental en él. En segundo lugar, suponiendo que lo que buscamos es sobre todo un impacto en el espectador, en lugar de poner el acento en «las maravillas de la naturaleza» podríamos ponerlo en la explotación y degradación de los ecosistemas. Por ejemplo, podrían exponerse registros de la desforestación y/o la matanza de animales silvestres. El problema con esta segunda opción es que el impacto generado podría ser ya tal que el efecto en el auditorio sería el contrario al buscado. Es decir, la interpelación moral generada por este tipo de material, donde se expone solamente violencia y degradación, podría ser tan fuerte que, en lugar de favorecer la motivación proambiental, generaría en el espectador un agotamiento emocional suficiente como para, incluso, resultar en una resignación de su parte frente a tamaño nivel de devastación.

Teniendo presentes estos dos extremos entre las posibles opciones de tipo audiovisual, queda claro que la vía de investigación más plausible sería un término medio entre ambos. Por un lado, no debería ser solamente una experiencia puramente estética y, por otro lado, la interpelación emocional no debería ser puramente negativa. Dicho término medio podría, al menos en principio, favorecer una motivación proambiental en la audiencia. Ahora bien, ¿cómo llevar a cabo el término medio en cuestión? Es en este punto donde el «teatro ecoacústico» evidencia ofrecer un camino interesante de seguir. Comencemos, entonces, por los aspectos centrales de la obra de David Monacchi.

Según Monacchi (2016, 2017), cada ecosistema natural se caracteriza, entre otras cosas, por poseer una huella sónica única compuesta por el sonido de la interrelación entre los diversos componentes de un ecosistema natural –la fauna silvestre, la flora, los diversos fenómenos atmosféricos, etc.–, generando un complejo espectro acústico. Este tipo de fenómenos se han visto afectados por la pérdida de la biodiversidad que se ha incrementado desde fines del siglo pasado y que actualmente continúa avanzando (O’Callaghan–Gordo y Antó, 2020). Con el fin de salvar al menos algunas de esas huellas, el artista ha llevado a cabo desde el año 2002 el proyecto denominado Fragments of Extinction (Fragmentos de extinción). Su objetivo general se encuentra fuertemente marcado por un propósito ecologista, centrado en la búsqueda de generar conciencia respecto de la importancia de la biodiversidad y del mantenimiento de los ecosistemas naturales.

De este propósito general se desprenden dos objetivos específicos, uno de tipo científico y otro de tipo artístico. El primer objetivo específico es generar registros sonoros de alta calidad de la biodiversidad acústica de algunas selvas tropicales intactas de Asia (Borneo), África y, sobre todo, América Latina (Ecuador), con el fin de realizar estudios de tipo bioacústicos y contribuir con la biología de la conservación, tanto a través de los contenidos del registro como a través de la incursión en innovaciones técnicas. El segundo objetivo incluye estudios de composición de paisajes sonoros, como también el desarrollo de metodologías de producción y posproducción de sonido en 3D. No obstante, una producción particularmente innovadora de Monacchi en relación con el objetivo artístico de «Fragmentos…» ha sido el diseño de un «teatro ecoacústico».

Las bases de dicho teatro fueron efectivizadas por primera vez en enero del 2014 en la ciudad de Roma, en el marco del festival Visitazioni, lugar donde Monacchi realizo una exposición que sentaría un antecedente importante para su trabajo futuro. Allí, durante 45 minutos, en un entorno completamente oscuro y con reproducciones sonoras en perifonía completa, los visitantes podían experimentar una fracción del extenso trabajo conservacionista de Monachi. Dicha experiencia ofrecía una aproximación a diversos ecosistemas sonoros mediante la guía del autor, a través de tres modos de interacción (2016:4):

  1. 1. Inmersivo: grabaciones inalteradas y time–lapses.
  2. 2. Exploratorio: análisis en tiempo real de paisajes sonoros e interpretación ecológica.
  3. 3. Creativo: composición ecoacústica y performances integrativas.

A partir de este primer ensayo, Monacchi difundiría su obra en otros festivales e iría madurando el proyecto de una instalación permanente. Fue en el año 2017, en el Museo de Historia Natural Naturamade Svendborg, Dinamarca, donde finalmente pudo establecer su teatro ecoacústico permanente. Según lo define el artista, se trata de «un dispositivo ideal para la escucha inmersiva de ecosistemas» (2016:8), en el cual se exponen diversas fracciones de las grabaciones de campo de Monacchi secuenciados según la misma metodología utilizada en Visitazioni, a saber, los abordajes inmersivo, exploratorio y creativo. Sumado a la escucha del paisaje sonoro y la guía del artista, en las paredes del teatro es posible visibilizar la representación de los sonidos con el fin de poder seccionar, distinguir e identificar el origen de cada uno de ellos.

Habiendo descrito los aspectos fundamentales del proyecto de Monacchi en general y del teatro ecoacústico en particular, ahora es posible poner en relación todo lo desarrollado en este artículo. Según hemos argumentado en la introducción, la caza y comercialización de animales silvestres que favorecieron la emergencia del SARS– CoV– 2 no solo perjudica a animales no humanos, sino también a los seres humanos. De hecho, la pandemia de COVID– 19 ha sacado a la luz el hecho de que la salud humana no puede pensarse sino en su vinculación con otros animales y con los ecosistemas en los cuales habitan (Zinsstag et al., 2005). En la primera sección del desarrollo hemos caracterizado el punto ciego de la moral desde las teorías de proceso dual y sus implicancias en la motivación proambiental. En la segunda sección se profundizó en la psicología moral de los agentes morales a la luz del intuicionismo social de Jonathan Haidt. Partiendo de lo desarrollado, y en sintonía con el dispositivo patentado por David Monacchi, sostendré que el teatro ecoacústico diseñado por el artista italiano representa una vía de investigación próspera en la búsqueda de soluciones factibles para el favorecimiento de motivaciones proambientales que sorteen el «punto ciego» de la moral.

En primer lugar, uno de los puntos fundamentales a considerar es el componente experiencial e inmersivo que favorece la escucha de los paisajes sonoros en general (Gallagher, 2015:565). Al trasponer dicho componente a los términos trabajados en las teorías de proceso dual, este se vincularía no tanto con el análisis puramente racional y lógico de los fenómenos, sino en relación con el sistema afectivo, en el cual priman los procesos de orden emocional. De modo que la experiencia vivida en el teatro ecoacústico habitaría un vínculo sensorial de la persona para con el ecosistema natural a través de la dimensión sonora. Esta le permitiría situarse y experimentar en carne propia, al menos solo por algunos minutos, esos lugares frágiles y en constante pérdida donde la biodiversidad aún persiste.

En otros términos, el poder apreciar los ecosistemas naturales, esa entidad casi abstracta y ajena para un individuo de ciudad, a través de la materialidad sonora detalladamente presentada en la instalación de Monacchi, podría favorecer una sensación análoga al efecto de la víctima identificable. Obviamente, en este caso no se trataría de una víctima humana, pero la interpelación emocional podría interpretarse como semejante. Al hablar de ecosistema natural en el contexto de un teatro ecoacústico ya no se estaría hablando de una entelequia, sino de una realidad tangible a través de su huella sónica. A su vez, siendo que Monacchi propone un abordaje triple en el cual se conjuga tanto la experiencia puramente inmersiva como también una explorativa y una creativa, la vivencia no sería solo afectiva sino que estaría acompañada por la reflexión racional. De hecho, podría hablarse de que en el teatro diseñado por el artista italiano existe un feedback entre el sistema afectivo y el deliberativo: por un lado, el componente experiencial del registro audible se vincularía con el primero y, por otro lado, el análisis detallado de las diferentes fuentes de los sonidos a través de las imágenes proyectadas en las paredes se vincularía con el segundo.

Conclusiones

Según se argumentó en este artículo, a través de enfoques psicológicos en clave de las teorías de proceso dual se evidencia que existe una suerte de punto ciego de la moral que dificulta el compromiso moral tanto con personas no identificables y estadísticas, como también con los ecosistemas naturales. Particularmente a la luz del modelo intuicionista social de Jonathan Haidt, se comprende que la cognición intuitiva es tan, o incluso más, relevante que la cognición racional a la hora de interpelar moralmente a una persona. Siendo que el objetivo principal de este artículo era analizar posibles estrategias para favorecer la motivación proambiental en la era pos COVID–19, el teatro ecoacústico evidenció ofrecer algunas pistas importantes. Unas de las claves fundamentales de la experiencia ofrecida por dicho teatro es el hecho de que no se limita al análisis racional del problema medioambiental, sino que permite interpelar afectivamente a los individuos, involucrándolos de manera concreta en la vivencia de aquellos espacios naturales que actualmente se encuentran en serio riesgo.

De modo que la hipótesis principal de este artículo, al menos dentro de los límites que impone su extensión, parece ser plausible: el «teatro ecoacústico» de Monacchi, por su potencialidad de brindar al escucha una experiencia inmersiva del espacio natural, podría ofrecer estrategias que faciliten la interpelación del sistema afectivo necesaria para favorecer un compromiso de tipo moral.

Habiéndose expuesto las dificultades de la metodología aplicada que le es propia a la ética ambiental a la hora de favorecer motivaciones y, en consecuencia, comportamientos proambientales, el teatro ecoacústico de Monacchi deja entrever que aún existen caminos por investigar. De hecho, dada la dimensión experiencial del teatro en cuestión y en contraste con otros dispositivos como los escritos divulgativos o los audiovisuales documentales de modalidad expositiva, la experimentación afectiva de una selva tropical intacta que pueda ser identificable en tiempo y espacio favorecería no solo entender sino también sentir lo que actualmente está en riesgo, a saber, los ecosistemas naturales que hacen posible la vida en general.

Agradecimientos

El autor agradece los enriquecedores aportes de los/as colegas con quienes compartió, por un lado, las Segundas Jornadas de Música y Ecología en el Instituto Superior de Música de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (10, 11 y 12 de noviembre de 2022) y, por otro lado, el VI Encuentro de Jóvenes Investigadores en Teoría e Historia de las Artes organizado por el Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA), en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (19, 20 y 21 de octubre de 2022). A su vez, agradece al Dr. Alejandro Reyna por su amable invitación a los proyectos derivados del libro Escuchando lugares: El field recording como práctica artística y activismo ecológico (Freychet, Reyna y Solomos, 2021). Finalmente, agradece al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) por el apoyo financiero.

Referencias bibliográficas

AGUIRRE, A. A., CATHERINA, R., FRYE, H., & SHELLEY, L. (2020). Illicit wildlife trade, wet markets, and COVID-19: preventing future pandemics. World Medical & Health Policy, 12(3), 256–265.

BATAVIA, C., BRUSKOTTER, J. T., & NELSON, M. P. (2020). Pathways from environmental ethics to pro–environmental behaviours? Insights from psychology. Environmental Values, 29(3), 317– 337.

BONILLA.ALDANA, D. K., DHAMA, K., & RODRIGUEZ.MORALES, A. J. (2020). Revisiting the one health approach in the context of COVID–19: a look into the ecology of this emerging disease. Adv Anim Vet Sci, 8(3), 234–237.

BOOTH, C. (2009). A motivational turn for environmental ethics. Ethics and the Environment, 53–78.

COWELL, M. (1993). Ecological restoration and environmental ethics. Environmental Ethics, 15(1), 19–32.

DAMASIO, A. (1994). Descartes' error: Emotion, reason, and the human brain, Nueva York: G. P. Putnam's Sons.

DE WAAL, F. (1991). The chimpanzee's sense of social regularity and its relation to the human sense of justice. American Behavioral Scientist 34, 335–349.

EPSTEIN, S. (1994). Integration of the cognitive and psychodynamic unconscious. American Psychologist 49, 709–724.

EVERARD, M., JOHNSTON, P., SANTILLO, D., & STADDON, C. (2020). The role of ecosystems in mitigation and management of Covid–19 and other zoonoses. Environmental science & policy, 111, 7–17.

GALLAGHER, M. (2015). Field recording and the sounding of spaces. Environment and Planning D: Society and Space, 33(3), 560–576.

GAZZANIGA, M. S. (1985). The social brain, Nueva York: Basic Books

GILMURRAY, J. (2016). Sounding the Alarm: An Introduction to Ecological Sound Art. Musicological Annual, 52(2), 71–84.

GOODALL, J. (1986). The chimpanzees of Gombe: Patterns of behaviour, Cambridge: Harvard University Press.

GREENE, J. (2013). Moral tribes, Nueva York: The Penguin Press.

HAIDT, J. (2001). The emotional dog and its rational tail: a social intuitionist approach to moral judgment. Psychological Review, 108: 814–834

KAGAN, J. (1984). The nature of the child, New York: Basic Books.

KAHNEMAN, D. (2011). Thinking, Fast and Slow, Nueva York, Farrar, Straus and Giroux.

MCDERMOTT, A. (2019). Science and Culture: Artists and scientists come together to explore the meaning of natural sound. Proceedings of the National Academy of Sciences, 116(26), 12580–12583.

MIZUMOTO, K., KAGAYA, K., & CHOWELL, G. (2020). Effect of the Wet Market on the coronavirus disease (COVID–19) transmission dynamics in China, 2019– 2020. International Journal of Infectious Diseases.

MONACCHI, D. (2016). A Philosophy of Eco–acoustics in the Interdisciplinary Project Fragments of Extinction, F. Bianchi, V. J. Manzo, ed.: Environmental Sound Artists, Oxford University Press, pp. 158–167.

MONACCHI, D. (2017): The sonic heritage of ecosystems. Towards a formulation. SOIMA 2015: Unlocking Sound and Image Heritage, 83–89 (12). DOI: 10.18146/soima2015

NICHOLS, B. (1997). La representación de la realidad: cuestiones y conceptos sobre el documental. Buenos Aires: Paidós.

NORTON, R. C. B. G., FABER, M., & RAPPORT, D. (1992). Ecosystem health: new goals for environmental management, Washington: Island Press.

O’CALLAGHAN.GORDO, C., & ANTÓ, J. M. (2020). COVID–19: The disease of the anthropocene. Environmental research.

ROLSTON, H. (1991). Environmental ethics: values in and duties to the natural world. Environmental Ethics: Anthologies and Journal Articles.Rolston (Holmes) Collection.

SCHAEFFER, J– . (2009). El fin de la excepción humana, Barcelona: Marbot.

SINGER, P. (2009): Salvar una vida. Cómo terminar con la pobreza, Buenos Aires: Katz Editores.

SLOVIC, P. (2010). If I look at the mass I will never act: Psychic numbing and genocide, ROESER, S.: Emotions and risky technologies, Dordrecht, Springer, pp. 37– 59.

SMALL, D. A., & LOEWENSTEIN, G. (2003). Helping a victim or helping the victim: Altruism and identifiability. Journal of Risk and uncertainty, 26(1), 5– 16.

SATO, Y., & YAMAMOTO, K. (2005). Population concentration, urbanization, and demographic transition. Journal of Urban Economics, 58(1), 45–61.

SUÁREZ.RUÍZ, E.J. & GONZÁLEZ.GALLI, L. (2021). Puntos de encuentro entre pensamiento crítico y metacognición para repensar la enseñanza de ética. Sophia, colección de Filosofía de la Educación, 30, pp. 181–202.

SUÁREZ.RUÍZ, E.J. (2021a). Intersecciones entre ética, ciencia y arte para pensar la era pos COVID–19: Fragments of Extinction a la luz de la psicología moral contemporánea. EN: A. Freychet, A. Reyna y M. Solomos (Eds.). Escuchando lugares: El field recording como práctica artística y activismo ecológico. Santa Fe: Ediciones UNL. pp. 201– 217.

SUÁREZ.RUÍZ, E.J. (2021b). Medio ambiente, medios de comunicación y psicología moral: Sobre el potencial de la convergencia disciplinaria en una bioética animal post–pandemia. Revista de bioética y derecho, (52): 265–286.

TRILLA, A. (2020). One world, one health: The novel coronavirus COVID–19 epidemic. MedicinaClinica, 154(5), 175.

YIGITCANLAR, T., FOTH, M., & KAMRUZZAMAN, M. (2019). Towards post– anthropocentric cities: Reconceptualizing smart cities to evade urban ecocide. Journal of Urban Technology, 26(2), 147–152.

WILSON, J. Q. (1993). The moral sense, Nueva York, Free Press.

ZINSSTAG, J., SCHELLING, E., WYSS, K., & MAHAMAT, M. B. (2005). Potential of cooperation between human and animal health to strengthen health systems. The Lancet, 366(9503), 2142–2145.

Notas

[1] Este artículo es una extensión de desarrollos presentes en el capítulo denominado «Intersecciones entre ética, ciencia y arte para pensar la era pos COVID–19: Fragmentsof Extinction a la luz de la psicología moral contemporánea» (2021a), en el cual se han agregado los enriquecedores aportes surgidos del diálogo con colegas durante las Segundas Jornadas de Música y Ecología en el Instituto Superior de Música de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad Nacional del Litoral (2022), y durante el VI Encuentro de Jóvenes Investigadores en Teoría e Historia de las Artes del Centro Argentino de Investigadores de Arte (CAIA), en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (2022).
[2] Otra disciplina filosófica particularmente relevante es la ética animal o, con algunas variantes de orden conceptual y con mayor énfasis transdisciplinario, la bioética animal (Suárez–Ruíz, 2021b). No obstante, en este artículo nos centraremos en la ética ambiental.
[3] Los desarrollos críticos que desarrollaremos a continuación precisarían de un análisis mucho más detallado que ya hemos explorado en otros trabajos y que, por razones de extensión, no podremos emprender en este texto. De allí que a lo largo de este trabajo remitamos a los/as lectores/as a literatura específica, tanto propia como de terceros.

Notas de autor

* E. Joaquín Suárez–Ruíz es Magíster en Ciencias Humanas y Sociales (Université Bordeaux–Montaigne). Su formación de grado es como Profesor y Licenciado en Filosofía (FaHCE–UNLP) y como Profesor y Licenciado en Comunicación Audiovisual (FDA, UNLP). Actualmente es profesor de Lógica I (FaHCE, UNLP), profesor de Neuroanatomía y Neurofisiología (Facultad de Psicología, UNLP) y becario doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). A su vez, forma parte de proyectos de investigación de la UNLP (FaHCE) y de la UBA (FCEyN), y es editor de la Revista de Humanidades de Valparaíso y de la Revista Ludus Vitalis.
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R