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in Revista del Instituto Superior de Música
Aleatoriedad y notación gráfica en la música de Gerardo Gandini
Resumen
A mediados de la década del 60, tras un estadio caracterizado por una escritura reminiscente del atonalismo libre y la dodecafonía, la música de Gerardo Gandini incorpora un conjunto de principios y técnicas compositivas característicos del post–serialismo. Esa actualización estética coincide con los años de su actuación como docente en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, viajes y estadías de estudio realizados en EE.UU. e Italia, así como su participación en festivales internacionales en Europa y América. Estos intercambios le permitieron un contacto de primera mano con los debates y con la producción artística y teórica más reciente de la escena contemporánea nacional e internacional. Entre las orientaciones de las que Gandini fue particularmente receptivo, con diferente profundidad y alcance, se cuentan la aleatoriedad, la notación gráfica, la composición verbal y fonética, el teatro musical y la improvisación. Estas orientaciones se combinan, naturalmente, en muchas de sus obras, y lo hacen también con expresiones correspondientes a una poética intertextual que se va a extender hasta sus últimas composiciones. El artículo caracteriza la interrelación entre algunas de esas orientaciones estéticas en obras o piezas como Mutantes I para conjunto de cámara (1966), ...L’adieu para piano, percusión y ensamble (1966–67), Lamento di Tristan. Ceremonia fúnebre para Erik Satie para piano(s) y ensamble (1975) y «Laberinto» para guitarra y cuarteto de cuerdas (1977–78). Los procedimientos adoptados en estas obras se ponen en relación con escritos del compositor que documentan su propia interpretación del campo musical en ese período histórico.
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Aleatoriedad y notación gráfica en la música de Gerardo Gandini
La diversificación de técnicas y poéticas que se observa en la música contemporánea entre mediados de los años cincuenta y comienzos de la década del 60 tuvo su correlato en una multiplicidad análoga de categorías historiográficas y estéticas. György Ligeti (2007a) escribía por ejemplo lo siguiente:
Gianmario Borio (1993) identifica por su parte en esos años
Poco después del cambio de década, tras un estadio caracterizado por una escritura reminiscente del atonalismo libre y la dodecafonía, Gerardo Gandini incorporó en su música un conjunto de principios y técnicas compositivas característicos del post–serialismo. Esa actualización estética coincide con los años de su actuación como docente en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM) del Instituto Di Tella, viajes y estadías de estudio realizados en EE.UU. e Italia,[3] así como su participación en festivales internacionales en Europa y América.[4] Estos intercambios le permitieron un contacto de primera mano con los debates y la producción artística y teórica más reciente de la escena contemporánea nacional e internacional.[5] Entre las orientaciones de las que Gandini fue particularmente receptivo, con diferente profundidad y alcance, se cuentan la aleatoriedad, la notación gráfica, la composición verbal y fonética, el teatro musical y la improvisación. Estas orientaciones se combinan, naturalmente, en muchas de sus obras, y lo hacen también con expresiones correspondientes a una poética intertextual que se va a extender hasta el final de su producción.
El propio Gandini (1978) relacionó la aleatoriedad con el teatro musical como expresiones confluyentes en su crítica a la desaparición —«tanto musical como física»— del intérprete en la música electrónica y concreta de los años cincuenta (pp. 5–6).[6] Gandini distingue entre dos clases de música aleatoria: uno refiere a la forma total, donde «el intérprete puede elegir el orden» de las secciones; el otro se aplica «al detalle», donde «el intérprete puede ejecutar un sonido u otro, o bien puede allí —si esa es la indicación— improvisar un trozo de un número determinado de compases» (p. 6).[7]
...L’adieu para piano, dos percusionistas y un ensamble opcional de flauta, clarinete, violín y viola, compuesta entre 1966 y 1967,[8] representa el segundo tipo. El orgánico de percusión incluye vibráfono, Glockenspiel (una sola placa), campana, platillos, crótalos, platillo de dedos, gongs, cencerros, tam tams, copas y vasos. La forma se ordena en cinco secciones, cuya estructura interna resulta de la interacción entre la parte del piano, por un lado, y un conjunto de partes móviles en las secciones centrales, a cargo de la percusión, un aria y un eco opcional en la cuarta sección, a cargo del vibráfono y el conjunto instrumental respectivamente, por otro.
El piano, cuya parte provee la referencia para los restantes instrumentistas, interpreta las cinco secciones en una sucesión fija sin recurrencias. En estas se exponen breves módulos, algunos parcialmente indeterminados, que se suceden en tiempo liso e incluyen sonoridades de uno a tres notas registralmente espaciadas así como clusters. Estas sonoridades están articuladas en el teclado, tanto plaqué como en arpegios; en ocasiones con intervención en el cordal —con sordina, así como con filtros tímbricos, mediante teclas pulsadas sin sonido—; o en el mismo encordado, como pizzicatos, cuerdas frotadas con cerda o percutidas con los dedos.
La percusión I cuenta con tres partes móviles; la percusión II cuenta por su parte con cuatro, que se disponen de acuerdo con el siguiente esquema (Tabla 1):
La primera sección (A), con una duración de aproximadamente 25”, expone solo tres materiales a cargo del piano. Junto con el tercero se articula una nota tenida del vibráfono, ejecutado con arco (percusión I), cuya extinción coincide con un ataque del tam tam (percusión II). Por su duración y economía de materiales, esta sección adquiere una condición introductoria.
En la sección B, de c60”, la paleta tímbrica se diversifica: el piano expone doce materiales con ataques relativamente puntuales, cuyos modos de articulación —en el teclado, en las cuerdas, como pizzicato, con sordina, como resonancia tímbrica— son opcionales. La percusión dispone simultáneamente móviles análogos en términos del instrumental y los modos de ataque: los móviles I–1 (crótalos, platillos y gongs, alternando golpes con la mano y con baquetas) y I–3 (trinos muy rápidos ejecutados con los dedos en los mismos instrumentos), junto con los móviles II–1 (cencerros, platillos, gong, tam tams, alternando mano y baquetas) y II–4 (trinos similares a los del móvil I–3 en los mismos instrumentos más el Glockenspiel).
La parte del piano de la sección C, de aproximadamente 70” de duración, presenta un grupo no ordenado de cinco notas (fa3, mi4, do4, mib5, la4) ejecutadas por frotación de las cuerdas. La partitura indica tanto las secuencias posibles entre esas notas, con alternativas a elección del intérprete, como la duración de cada nota en función de la sucesión elegida, y dispone libremente reguladores dinámicos. Los sonidos prolongados del piano dejan oír la evolución lenta del espectro. La percusión interpreta simultáneamente los móviles I–2 (vibráfono, con pedal y ejecutado con arco), II–2 (platillos y tam tams ejecutados con arco) y II–3 (Glockenspiel, copas y cencerros también ejecutados con arco). —Los móviles I–1, I–2 y II–1 a II–3 disponen lo que Gandini (2023b) denomina «grupos móviles de trayectoria múltiple» (p. 124), análogos al del piano en la sección C.
Las secciones B y C son internamente homogéneas y complementarias entre sí: sonidos puntuales o iterados en la primera se contraponen a sonoridades continuas en la segunda. Estas secciones amplían su duración respecto de la sección inicial. La sección D, con una duración de c4’, es la más extensa y compleja de las cinco. El piano dispone veinticinco materiales, de entre uno y seis ataques cada uno, con una ocupación más rápida de los diferentes registros y con una amplia variedad de modos de ataque, en ocasiones combinados en una misma sonoridad. Cinco de estos materiales (nos. 8, 16, 18, 22 y 25) están identificados como «áreas de improvisación»: sobre la base de los sonidos indicados, la partitura requiere «repetir, cambiar los modos de ataque, inventar, ser imaginativo» (Gandini, 1970). Junto con el piano, la percusión I interpreta los móviles 1, 2 y 3 hasta la entrada del aria, en coincidencia con el material número 14 del piano. Ésta, interpretada por la percusión I, expone once módulos para vibráfono, ejecutado con dos arcos y platillos de dedos, crótalos y copas. El último módulo ataca un sol#4 que se extiende hasta la última sección de la obra, donde se va a prolongar con otros modos de articulación. La percusión II, en tanto, interpreta todos sus móviles hasta el comienzo de la sección E. Entre el segundo y el tercer material del piano se introduce, opcionalmente, un eco instrumental, a cargo de la flauta, clarinete, violín y viola con sordinas, ubicados detrás del escenario o entremezclados con la audiencia. Estos exponen once módulos, todos en pianissimo y con sonidos largamente prolongados, cuyos momentos de ataque y extinción están indicados en la particella de piano.[9] A los modos de articulación mencionados, el eco agrega sonidos armónicos, glissandos, trinos, trémolos y el sonido de las llaves (en el clarinete). Los intérpretes de viola y violín ejecutan también las copas con arco.
La sección D representa una cima de intensidad dramática. Esta cima está dada por la duración de la sección, la diversificación todavía mayor de la paleta tímbrica, un incremento en la cantidad de materiales, el contraste más acentuado entre elementos determinados y aleatorios, una interacción más compleja entre el piano y la percusión —se repiten todos los móviles en una misma sección— así como un incremento en la complejidad textural, debida a la incorporación de otros dos componentes, el aria y el eco.
En la última sección, con una duración aproximada de 70”, el piano y el vibráfono (percusión I) tocan al unísono un sol#4, que repiten lenta e irregularmente, alternando todos los modos posibles de ataque, hasta que el percusionista II, luego de un gesto que inicia la ejecución pero que se extiende unos sesenta segundos sin concretarla, ataca finalmente esa misma nota en una campana que resuena hasta el final de la obra.[10] La duración extrema del gesto de ataque, el único a cargo de ese instrumentista, en un contexto sonoro más restringido que el de las secciones anteriores, pone de relieve un aspecto escénico que no se limita a esta última sección. Todos los gestos de los instrumentistas, escribe Gandini en la partitura editada (1970), «deben ser concebidos como una ceremonia. Debe prestarse la máxima atención a los aspectos visuales–teatrales de la ejecución.»[11] Debido a su estatismo, la restricción instrumental y de materiales, esta sección adquiere un carácter conclusivo.
La diversificación de los modos de articulación en los materiales del piano, sobre todo en las secciones B y D, su confluencia con los de la percusión I y II en la sección C, y el unísono de piano, vibráfono y campana en la sección E se orientan en un mismo sentido. La singularidad de las partes instrumentales se desdibuja, en función de una paleta tímbrica variada. Los instrumentos no participan como entidades individualizadas en una configuración estructuralmente compleja, sino que contribuyen al despliegue de sonoridades diferenciadas, tanto internamente como unas respecto de otras en la sucesión, pero integradas desde el punto de vista textural.
La obra exhibe así elementos de determinación —la secuencia formal, la disponibilidad de móviles en cada una de las secciones, la sucesión de materiales en la parte del piano, del eco y del aria— y aleatoriedad —la determinación concreta de los materiales en términos de sus duraciones, modos de ataque y articulación, alturas y timbres, así como de los fragmentos improvisados—. Es aleatoria también la disposición precisa de los móviles al interior de cada una de las secciones centrales. En esa compleja interacción, pese al alto grado de indeterminación y aleatoriedad en el orden del detalle, la determinación prevalece: la forma exhibe una dinámica orgánica —y tradicional— de crecimiento inicial (sección A), intensificación gradual (secciones B y C), clímax (sección D) y decrecimiento final (sección E).
Ese proceso no está, sin embargo, subrayado por Gandini: «La obra entera —escribe (1970)— debe ser interpretada con la mayor suavidad posible y muy lentamente». En efecto, la obra transita de comienzo a fin por dinámicas pp. Como escribe Julio Novoa (1968): «La obra es la “apoteosis del pianíssimo”, y se mantiene en un juego sonoro casi inaudible, pese al número de ejecutantes.» Las resonancias, los trinos y los sonidos ejecutados con arco o frotados con cerda son dinámicos en términos tímbricos, pero tan estáticos como los sonidos puntuales en el plano textural.[12] Significativamente, desde el punto de vista perceptivo, las sonoridades individuales y las estructuras locales, más abiertas a los elementos de aleatoriedad que la forma, compositivamente estructurada en un arco dramático, prevalecen sobre esta. Forma y sonoridad divergen, como escribía Adorno (2006, p. 541), de un modo distinto al que lo hacían en el contexto serial. La divergencia resulta acá de una relativa disimilitud en la naturaleza de cada uno de estos órdenes de configuración musical.
La aleatoriedad tiene una expresión distinta en «Laberinto» para guitarra (Gandini, 2014a), en la que está entendida como forma móvil.[13] La pieza formó parte de una primera versión de Seis tientos (1977) para guitarra, denominada Seis tientos y un laberinto,[14] escritos —señala Gandini (1986b)— «a la manera de un estudio para la “Música nocturna IV” para guitarra y cuarteto de cuerdas.»[15]
«Laberinto» comienza con el material más simple posible (denominado A): una única nota, un mi. en redonda con calderón, para cuya realización efectiva, en sucesivas apariciones, se presentan nueve variantes de articulación, entre ellas una reservada para el final. Ubicado en el centro de la partitura, las «células temáticas» (Camps, 1980) sucesivas se disponen en dos círculos concéntricos a su alrededor. El primero, —«círculo medio» en las «Instrucciones» de la partitura— cuenta con siete materiales (B a H): se trata, en todos los casos, de policordios de entre dos y seis notas en redonda con calderón. El segundo círculo —denominado «periférico»— cuenta con veintiún materiales (numerados del 1 al 21) más diversificados en términos rítmicos, tímbricos, dinámicos y de articulación, entre otros: incluyen arpegios, breves fragmentos melódicos, armónicos naturales, trinos, grupos de apoyaturas, glissandos, trémolos, vibratos con oscilaciones microtonales y, significativamente en este contexto, grupos móviles de trayectoria múltiple. Estos materiales, algunos ligeramente modificados, provienen de las seis piezas anteriores.[16]
La dinámica formal efectiva queda a elección del intérprete, de acuerdo con las siguientes especificaciones: comenzando con A, puede seguir cualquiera de los siete materiales del círculo medio. A cada uno de estos le corresponden tres materiales del círculo periférico: 1, 2 y 21 a B; 3, 4 y 5 a C, etc. Al material elegido del círculo medio puede seguirle cualquiera de los tres que le corresponden. Luego debe recorrerse ese círculo en cualquiera de los dos sentidos. Escribe Gandini (2014a):
El número de realizaciones posibles de «Laberinto», tanto como de las diferentes duraciones de la pieza, es, como es fácil imaginar de acuerdo con el dispositivo propuesto, extremadamente alto. Sin embargo, tal como observaba Dahlhaus en una mesa redonda dedicada al problema de la forma en la Nueva Música, realizada en Darmstadt en 1965, esa multiplicidad es abstracta para el oyente.
Pero incluso en la eventualidad de escuchar sucesivamente diferentes versiones de la obra, como proponen por ejemplo Henri Pousseur para Scambi o Mauricio Kagel para Heterophonie, esas alternativas tendrían poco impacto sobre la forma en este caso. La disposición modular de los materiales, que hace posible sucesiones tan diversas entre éstos, se traduce en una cierta equivalencia de las distintas posibilidades formales. La forma se constituye como una sucesión relativamente plana de elementos fragmentarios, de la que se destaca A por su recurrencia, pero cuya simplicidad como material obtura en cierta medida su papel como pivote formal, volviéndose poco más que un elemento demarcatorio. Esto no significa un demérito de la pieza; sugiere, más bien, una reorientación de la percepción tanto como de la valoración estética. Una escucha apropiada no se dirigiría al reconocimiento de las relaciones de las partes con la totalidad en un sentido orgánico, sino a los atributos concretos de cada elemento, que adquieren un valor estético por sí mismos (Borio, 1993, pp. 87–88).
Cada una de las piezas de Seis tientos tiene características armónicas, tímbricas, de tempo y texturales distintivas.[18] Cualquiera sea el recorrido que elija el intérprete, «Laberinto» disuelve esas características y se constituye en una forma caleidoscópica —el dispositivo no permite instalarse mucho tiempo en los materiales de ninguna de esas piezas de un modo prolongado— y heterogénea —debido a la multiplicidad de las fuentes de sus materiales.
La disposición circular de los materiales en «Laberinto» le da a la partitura una cualidad plástica que adquiere cierta autonomía, y la inscribe en el campo de lo que se denominaba en la época «música gráfica» o «notación gráfica».[19] En un simposio sobre problemas de grafía musical realizado en Roma en 1972 Gandini se refirió a «partituras gráficas que aparentemente pretenden ser juzgadas no solamente por su resultado sonoro, sino además por sus valores puramente plásticos» (Gandini, 2023b, p. 122). Gandini identifica en su escrito December 1952 de Earle Brown como «tal vez la primera partitura totalmente gráfica» (p. 114), «el primer intento de abstracción gráfica analógica» (p. 115). El desarrollo de la notación gráfica se explica sin embargo para Gandini como resultado de las inadecuaciones de la «grafía totalmente estricta» del serialismo integral respecto de sus resultados sonoros deseados; se trata, en última instancia, de una contradicción «entre pensamiento musical [...] y resultado sonoro» (p. 116).[20]
En 1966 Gandini compone Mutantes I para conjunto de cámara, agrupados en cuatro grupos instrumentales separados unos de otros en el escenario.[21] Estos grupos son el piano, las maderas (flauta, dos clarinetes y clarinete piccolo), las cuerdas (violín, viola y violoncello) y la percusión (tam tam, platillos, tom tom, campana). La obra se compone de once números —Gandini los denomina «estructuras»—, cuyos nueve primeros tienen una disposición móvil, a elección del director. Algunos de estos números son igualmente abiertos: en el número VI, indica Gandini, «mientras la percusión improvisa siguiendo libremente el diseño propuesto, el director elegirá el orden de las entradas instrumentales [...], pudiendo superponerlas. [...] En la [estructura] VIII, cada grupo de instrumentos tiene tres grupos de microestructuras señaladas A, B y C. El director dará tres entradas, pudiendo cada grupo elegir un orden diferente» (Gandini, 1966) (Imagen 1).
El número X cuenta con tres partes fijas (piano, clarinete II y campana) y seis módulos (A a F, a cargo de la flauta, clarinete I y cuerdas) cuya disposición temporal es móvil. Todos tocan un sol#4 al unísono, con variantes de cuarto de tono y distintos modos de articulación.
En esta obra, escribe Laura Novoa (2014, pp. 10–11),
La circularidad de la partitura del número IV de Mutantes I al que se refiere Novoa, y que inscribe efectivamente la pieza en el horizonte de la música visual, no excluye, sin embargo, elementos de representación musical simbólica, que posibilitan una representación sonora tradicional. Efectivamente, la pieza se caracteriza por la combinación de una escritura indeterminada para el piano y la percusión con representaciones tanto precisas como parcialmente indeterminadas para los restantes instrumentos, en configuraciones características de la música de Gandini de esos años: trémolos, trinos y glissandos, secuencias de alturas que eluden las recurrencias, con interválicas amplias y cambios de direccionalidad, dinámicas y articulaciones diferenciadas y contrastantes, entre otros elementos. (Imagen 2)
A pedido de John Cage, Gandini le envió una copia autógrafa del manuscrito para incluirla en una exhibición de partituras en el Lincoln Center de New York con la idea de Cage de vender posteriormente la colección para beneficio de la Foundation for Contemporary Performing Arts (Cage, 2014).[22] Cage publicó una selección de fragmentos de los manuscritos recibidos en su libro Notations, que incluyó el número IV de Mutantes I (Cage y Knowles, 1969, s. np. [p. 108]).[23] Gandini participó con la misma obra en la Primera Exposición Americana de Partituras Contemporáneas, organizada por Eduardo Bértola, Graciela Paraskevaídis y Mariano Etkin en la Universidad Nacional del Nordeste, Resistencia, en abril de 1967 (Novoa, 2014). Hacia mediados de los años 90, Gandini retiraría Mutantes I de su catálogo.[24]
La incorporación de elementos inaugurales no se limitó en la música de Gandini de esos años al orden de lo visual, sino que se extendió también al plano lingüístico. Lamento di Tristan. Ceremonia fúnebre para Erik Satie, para piano(s) y eco instrumental (1975) organiza el orgánico en dos grupos que incluyen diversas alternativas. El primero comprende cuatro posibilidades: uno o dos pianos, dos arpas, y arpa, celesta y vibráfono. El segundo, correspondiente al eco instrumental y ubicado detrás de la escena, admite cinco posibilidades: violoncello y laúd, flauta y viola, clarinete y violín con sordina, corno inglés y voz o dos laúdes y, por último, arpa, celesta y voz.[25]
La aleatoriedad se aplica en Lamento a la constitución del orgánico instrumental, a la realización efectiva de algunos de los materiales, así como al proceso formal. Este último es análogo al que se va a plantear en «Laberinto». La partitura del grupo I tiene igualmente la forma de dos círculos concéntricos que enmarcan una única nota: un la4sf en redonda con ligadura de prolongación, ubicado en el centro. Un primer círculo contiene seis materiales, identificados como A a F. Se trata de policordios —uno por material, excepto E— escritos en valor de redonda pero senza mensura, dispuestos en el registro central del piano. Un segundo círculo contiene dieciocho materiales análogos a los del primero pero más densos, tanto en términos de la cantidad de notas como de su espaciamiento. Muchos de estos policordios se presentan con variantes —con cambios de registro y en ocasiones de inversión en sus notas internas— de las que los intérpretes pueden elegir una, un grupo o todas ellas.
Líneas punteadas conectan los materiales del primer círculo entre sí, con el centro y con los del círculo exterior —en grupos de tres por cada uno del primer círculo—. Líneas continuas, por último, conectan los materiales adyacentes del círculo exterior. En las indicaciones para la ejecución del grupo I, escritas en la misma partitura, Gandini establece una trayectoria, que
Los modelos para el final constituyen elaboraciones, progresivamente más extensas, del incipit y continuación del Lamento di Tristano medieval,[26] transcriptos como notas sin plica ligadas. La aparición de estas citas coincide con la entrada de los instrumentos del grupo II, que interpretan individualmente —comenzando en distintos momentos y con distintos tempos— una versión textual, rítmicamente precisa, de la primera y segunda parte de esa misma pieza (Wolf, 1918, p. 41). Se conforma así una textura heterofónica, tanto al interior del grupo II como con relación al grupo I. «La obra —agrega Gandini— termina diminuendo, rallentando, disparendo en la nada» (2014b, énfasis agregado).
La sucesión de policordios, cualquiera sea el recorrido elegido, recuerda las secuencias de acordes yuxtapuestos frecuentes en la música de Satie, como por ejemplo los de las Sarabandes (Satie, 1911) o de Le Fils des Étoiles (Satie, [1896]). Los clusters compactos como los de E, 2 o 9, o conformados por tonos enteros como 1 y 2, remiten por su parte a los de los número 1 y 2 de Heures Séculaires et Instantanées (Satie, 1989c). El material 17, por su parte, el único escrito con valores rítmicos precisos en la parte del grupo I, es una cita textual del comienzo de la Gymnopédie número 1 (Satie, 1986).
Las indicaciones de ejecución para el grupo I terminan con la siguiente frase: «Los textos...?» Gandini hace referencia a un conjunto de doce fragmentos textuales no atribuidos, escritos en castellano y francés, dispuestos a lo largo de las líneas que conectan los materiales musicales, o atravesando más de una de ellas. Estos fragmentos, provenientes de inscripciones incluidas en partituras de piezas para piano de Satie, son: «delante de la luz» (línea A–B), tomado de «Sur Une Lanterne», número 2 de Descriptions Automatiques (Satie, 1989a); «ce’ n’est pas l’heure» (líneas A–1, A–2, A–3), de «Obstacles Venimeux», número 1 de HeuresSéculaires et Instantanées (Satie, 1989c); «la Som...Bra» (línea A–3), de la misma fuente que el anterior; «de los árboles milenarios» (líneas B–4, B–5), también de «Obstacles Venimeux»; «Convaincre» (línea 4–5), de Véritables Préludes Flasques (pour un Chien) (Satie, 1912); «Treize heures vont (sonner)» (línea B–6), tomado de «Affolements Granitiques», número 3 de Heures Séculaires et Instantanées —la dirección de la flecha en la partitura marcaría la 1 en un reloj—; «un Coup (de) Sssoleil» (línea C–7), de «Crépuscule matinal (de Midi)», número 2 de la obra anterior; «(están sentados en la sombra)» (línea C–9), de «Regrets Des Enfermés», número 3 de Chapitres Tournés en Tous Sens (Satie, 1913); «Votre main devant la lumière» (línea 13–12), de «Sur Une Lanterne», número 2 de Descriptions Automatiques; «se meurt d’épuisement.» (líneas E–14, E–13), de «Celle qui parle trop», número 1 de Chapitres Tournés en Tous Sens; «elle tombe» (línea 15–14), tomado de «Le Porteur De Grosses Pierres», número 2 de la misma obra; y «mélancolie maritime» (línea F–18), de «Sur Un Vaisseau», número 1 de Descriptions Automatiques.
El propio Gandini, poco antes de la composición de Lamento di Tristan, se había referido a
Es probable que la pregunta con la que concluye ese fragmento de las indicaciones haya procurado conservar esa ambigüedad en la notación de Lamento.
La partitura incluye una indicación escénica para los instrumentistas del grupo I, visibles para la audiencia. Como en ...L’adieu, escribe Gandini: «Los gestos deben ser siempre muy lentos y ceremoniales» (Gandini, 2014b). Es la única incursión de la obra en el campo de la dimensión escénica en la composición instrumental, incorporada poco años antes entre las orientaciones post–seriales de la Nueva música.[28] Esa disposición gestual por parte de los intérpretes se corresponde con una sonoridad general apocada en lo dinámico (sobre todo en el final), y con un ritmo muy espaciado de articulación de los eventos —Gandini requiere un tempo «Siempre lentísimo, [con] una acción cada 6” a 10” (aproximadamente)» (2014b).
Lamento di Tristan conjuga así una diversidad de elementos que caracterizan el post–serialismo: la aleatoriedad, la notación gráfica y la composición de acciones escénicas, junto con elementos de intertextualidad —las citas musicales al Lamento di Tristano medieval, y textuales y musicales también a las piezas para piano de Satie.[29]
Lamento di Tristan no constituye la única obra de Gandini que incorpora fragmentos textuales. Viejos ritos para percusión (1985) fue compuesta como estudio para Espejismos para soprano y ensamble de flauta, violín, cello, piano y percusión (1985).[30] Ambas obras incluyen —significativamente en este contexto— fragmentos del ensayo «La poética de la obra abierta» de Umberto Eco (1985).[31] Esos fragmentos, escribe Gandini (2023a), «leídos en momentos precisos de la partitura, es como si explicaran el sentido del proceso [compositivo] [...]» (p. 181). El paso de las alusiones privadas a las inscripciones de Satie en Lamento di Tristan a la inclusión abierta de fragmentos textuales de Eco en Viejos ritos y Espejismos establece una relación, tenue, por cierto, y mediada por la reinterpretación modernista del melodrama, con orientaciones relacionadas con la composición verbal y fonética (Op de Coul, 1974).[32]
La confluencia entre los elementos de aleatoriedad y de intertextualidad en la música de Gandini no se refleja solo en la coincidencia cronológica de obras que se inscriben en una u otra orientación, sino también en obras en las que ambas tienen una expresión articulada. Rsch: Escenas para piano y orquesta (1983–84) remite a los ciclos de piezas para piano de Robert Schumann, algunas de las cuales cita o reescribe, así como a las Tres piezas op. 11 de Arnold Schönberg (Gandini, 2023c, pp. 146–47; 2023a, p. 181). «Habla el poeta», el número final, se configura a partir de la interrelación de una parte solista improvisada con fragmentos orquestales determinados, algunos de ellos intertextuales, en el marco de una de la configuración general aleatoria (Fessel, 2021). Espejismos establece una densa trama de referencias a la música del pasado —música sefaradí, obras de Schönberg, Poulenc, Músorgski, Berg, Webern, Debussy, Granados, Chaikovski, Rimsky–Korsakov—, así como a obras del propio Gandini: los Estudios para Espejismos, que incluyen: Berceuse, para violín, cello y piano; Arnold strikes again, para flauta; Prespejismos para voz y piano y Viejos ritos (Gandini, 2023c, pp. 153–56; 2023a, pp. 179–81). En la última sección (D) de Espejismos, la relación entre las partes vocal e instrumentales es «totalmente libre, debiendo respetarse solamente y de manera relativa el comienzo de cada línea» (Gandini, 1985a, p. 12).
Ambas obras, compuestas hacia mediados de los años 80, muestran un retroceso de la aleatoriedad a espacios formales más acotados —el último número de Rsch: Escenas; la última sección de Espejismos—. La producción posterior de Gandini va a subrayar más decididamente los vínculos intertextuales.[33] La idea de apertura, característica de las preocupaciones estéticas de los años sesenta y setenta, entendida como la incorporación del intérprete a la definición de aspectos decisivos de la configuración sonora y/o formal de la obra, se desplaza al oyente, invitado a recuperar y extender, de acuerdo con las posibilidades que resultan tanto de las claves de lectura que provee el artista como de su propio horizonte de recepción, las relaciones de sentido que se inscriben en la obra.
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Aleatoriedad y notación gráfica en la música de Gerardo Gandini