Ensayos

Los oficios del lazo. Ars operandi institucional para el trazado de cartografías del deseo

Social bonds-related positions. Institutional ars operandi for mapping desire

Facundo Rodríguez Arcolia *
Universidad Nacional de La Matanza, Argentina

Itinerarios educativos

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1850-3853

ISSN-e: 2362-5554

Periodicidad: Semestral

núm. 15, e0020, 2021

revistadelindi@fhuc.unl.edu.ar

Recepción: 15 Noviembre 2019

Aprobación: 05 Julio 2021



DOI: https://doi.org/10.14409/ie.2021.15.e0020

Resumen: Oficios del lazo es un sintagma que reúne a diversas titulaciones profesionales que, en su heterogeneidad de alcances e incumbencias, coinciden en la compleja tarea de ejercer presencias e intervenir en la vida de sujetos orientadas por las artes del cuidado. La acción de cuidar está en el núcleo de estos oficios anfitrionando y alojando lo no escuchado y lo no atendido del otro. En ese sentido, los oficios del lazo también son oficios de los posibles operando vacíos para dar lugar a lo nuevo por la vía del inasible deseo, allí donde ciertas políticas mortíferas producen vaciamientos simbólicos y borramiento de fronteras institucionales. El lazo de estos oficios se nos presenta como estrategia, ars operandi, conjugando de modo moebiusiano intervenciones que oscilan entre el don y el contrato.

Palabras clave: lazo, artes del cuidado, disponibilidad, gestos políticos.

Abstract: Bond trades is a syntagm that gathers various professions together. In spite of their heterogeneity of scopes and concerns, they coincide with the complex task of being present and intervening in the lives of subjects with a role guided by the arts of care. The action of caring constitutes the core of each of these trades, enabling spaces for what is not being heard and what is not being considered by others. In this sense, social bonds-related positions deal with what is possible to do to transform empty spaces into new ways through the elusive desire to counteract symbolic emptiness and the dissolution of institutional borders caused by certain tedious policies. The bond of these positions arises as a strategy, ars operandi to combine interventions that swing between gift and contract in a Moebius way.

Keywords: bond, arts of care, availability, political gestures.

Presentación

Quizás radique en un chiste vetusto el fundamento de los «oficios del lazo», sintagma que integra el continente del pensamiento educativo de Graciela Frigerio. Como sostiene en sus textos, estamos de cara a una «noción borrosa» (Frigerio, 2017:92) que no puede ser capturada en una definición. En sus elucidaciones desplegadas en conferencias públicas, entrevistas en medios de comunicación y textos breves, encontramos una suerte de elogio a las nociones efímeras y a las escrituras fragmentarias con el fin de provocar aperturas donde «cercos cognitivos» amenacen con cristalizar el pensamiento y embrutecer las inteligencias.

Los oficios del lazo bien podrían ser aquellos que reúnen a los «oficios imposibles», ese «chiste» que Sigmund Freud hace suyo para señalar unas profesiones en las que «se puede dar anticipadamente por cierta la insuficiencia del resultado» (Freud, 1991:249). Se trata de unas profesiones nombradas bajo «distintas tarjetas de presentación» (Frigerio, 2017:44) que reconoceríamos en titulaciones diversas: trabajo social, pedagogía, enfermería, artes, docencia, psicología, etc. Sin embargo, esos títulos, como papeles enmarcados en paredes, se nos vienen revelando insuficientes a la hora de enmarcar los papeles profesionales a ocupar en los territorios de acción específicos. Esa insuficiencia es revelada bajo unos modos no siempre precisos de nombrar malestares en las instituciones.

Los oficios de los posibles

Los oficios del lazo en la invención de Graciela Frigerio no pretenden poner en cuestión las especificidades que un diploma delimita bajo sus alcances e incumbencias. Más bien, lo que intentan es elucidar, desde la heterogeneidad propia de los bautismos profesionales, aquello en lo que están concernidas estas profesiones: todas ellas ejercen presencias e intervienen en las vidas de un modo cuidadoso. La acción de cuidar forma parte del núcleo de estos oficios, sostiene Laurence Cornu (2018), especificando que se trataría de una «forma de velar sobre aquello que nos mantiene vivos» (2018:126) convocando la emergencia de los posibles. Así lo expone Cornu (2019):

Los oficios del lazo buscan la posibilidad de una metamorfosis en el otro mediante una iniciativa que habilita la iniciativa, por la atención que se brinda y la confianza en lo que está en estado potencial. El corazón de esta acción es la noción de posibilidad (la que está instalada) y de disponibilidad. Disponibilidad a la escucha, a la atención (…) que apuesta. Es así como entendemos el «cuidar» en los oficios del lazo que, de este modo, reciben al otro (lo inescuchado, lo inatendido del otro) por medio de un sujeto presente, atento a un sujeto desconocido, atento a las subjetivaciones. (216)

Los oficios del lazo son los oficios de los posibles. Otro ángulo de abertura a una noción que reclama mantenerse en movimiento para efectuar aperturas, forzar un pensamiento y ofrecer lo que se ignora manteniendo abierto el interrogante por lo ignorado (Rancière, 2007:49). Que se trate de oficios de los posibles no implica desconocer que lo efectuado se da sobre la base de un imposible estructural. Estamos frente a una operatoria sobre un vacío para intentar producir una marca capaz de bordear un resto ineducable, ingobernable e incurable. Ese es el movimiento de lo imposible a lo posible, desplazamiento que se sirve del lazo, no como simple sinónimo de vínculo, sino como auténtico ars operandi institucional: maniobra estratégica que da al lazo carácter ético, teórico y político.

El lazo trazando la frontera de un agujero

Cada institución, dice Frigerio, «ofrece una estética, [es decir] una sensibilidad, una manera de articular lo singular y lo universal, una forma de compartir y una manera de dividir (partager, diría Rancière)» (2012a:35). Esa capacidad de articulación constituye una propiedad del lazo en tanto modo de nombrar una «ligadura que, moebiusianamente, (…) disuelve definiciones tajantes entre adentro/afuera; social/singular, pero no inhibe que se pongan acentos o se dibujen subrayados» (Frigerio, 2017:47).

La alusión a la Banda de Moebius le permite a Frigerio (2010a) ubicar una topología del lazo coherente con las concepciones que venía elaborando para pensar la educación. Por lo tanto, lo moebiusiano sigue ofreciéndole una metáfora de la «frontera de un agujero», pero valiéndose del sentido que los griegos daban al término: la frontera no como un límite final, sino «como aquello a partir de donde algo comienza a ser lo que es» (2010:12). Concebido topológicamente de este modo es que el lazo podría operar mediante unos gestos específicos: «Atar/desatar. Juntar/separar. Aprender/desaprender» (Frigerio, 2017:46). Hay que destacar los gestos en el trabajo de oficiar lazos ya que, como sostiene Frigerio, «nuestros oficios requieren palabras, pero se dicen en gestos» (2019:89). Unos gestos que son «políticos» por el hecho de que ponen en juego unas presencias que no pueden ser neutrales al intervenir las vidas de los sujetos en las instituciones: «lo que está en juego son los modos en que se singularizan las relaciones sociales y culturales en las que cada sujeto está inscripto y de las que es portador» (Frigerio, 2010a:27).

¿Qué clase de presencias ponen en juego los oficios del lazo? Aquellas capaces de «sostener la mano que traza la semejanza» con el otro, con el semejante (Frigerio, 2017:44). El lazo de estos oficios del acompañamiento opera sobre un vacío estructural, pero lo hace en el «vaciamiento» (Tizio, 2003) institucional que actúa como un «borrador de las semejanzas» con el otro. Como sostiene Hebe Tizio (2003) hay un «vaciamiento» producido por la ley del mercado en los puntos de referencia tradicionales que arroja a las instituciones a un dilema entre la segregación y la invención. Cuando ese nudo institucional se deshace, cuando las indefiniciones del lugar de producción afectan la forma de las subjetividades producidas; se producen desregulaciones que hacen inferir la cara mortífera de lo pulsional a nivel del aparato psíquico y de lo social: «lo social, lo cultural, no es aquí entendido como algo «externo» al aparato psíquico; sino como algo que, siendo objetivable, constituye al sujeto en su mundo interno» (Frigerio, 2010a:27). En ese trabajo de hacer lugar al vacío para que motorice al deseo que mueve en la vida, los oficios del lazo trazan cartografías hechas de gestos: «una institución podría entenderse como el modo en que (…) hace los gestos necesarios para sostener a los sujetos, reconociéndolos, inscribiéndolos, instituyéndolos en el sentido de advertir su semejanza y aceptar su singular diferencia» (Frigerio, 2019:90).

Disponibilidad y oblicuidad

Siguiendo las coordenadas teóricas que Frigerio ofrece en sus textos, podríamos concebir al lazo de estos oficios como una noción operativa y estratégica que nos dispone en el vacío. Venimos sosteniendo que nuestros oficios ofrecen unas presencias peculiares que se caracterizarían, entre otras cuestiones, por su capacidad de disponibilidad frente a las situaciones institucionales en las que estamos implicados. Como sostiene François Jullien (2013) la noción de disponibilidad puede comprenderse a partir de su prefijo negativo —dis— que denota una no posición, es decir, una disolución de la posición para no privarnos de las posibilidades que conforman una situación determinada. Se trata de una estrategia inicial desde la cual partir, bordear un vacío, moverse y trazar una frontera. De ese modo, quien oficia lazos «no se empeña “a favor o en contra”, sino que “se inclina” hacia (…) la situación» (Jullien, 2013:33).

La disponibilidad nos conduce a un estado inicial de apertura hacia todas las posibilidades sin excluir, de entrada, ninguna de ellas; situación que exige actuar una tensión que se podría dar entre, por un lado, la prudencia de la atención y la escucha; y, por el otro, el riesgo de esos instantes en los que una decisión tomada inaugura y pone en marcha nuevos tiempos. Quizás allí radique el núcleo de las artes del lazo en la medida en que esa disponibilidad de una presencia – a la vez prudente y osada – hace actuar al oficiante como un «creador de circunstancias» (Frigerio, 2017:79) en un vacío: comienzo, punto cero, distancia, oportunidad. Desplazarse al punto cero implica poder soportar la tensión del entre, un «entre vacío» (Frigerio, 2017:76) que convoca a una copresencia que exige sostener un acercamiento/distancia con aquellos que fueron perdidos, que se perdieron en las instituciones y que andan perdidos por la vida: «La institución y la vida tejen y expresan una trama» (Frigerio, 2017:87). En consecuencia, se trata de un trabajo que, no ignorando los restos imposibles estructurales a lo humano, vela por los restos de unas políticas que han dado rienda suelta a lo inhumano.

Velar. ¿Sueño de control de la potencia? Eso sería «vigilar». ¿De qué se trata «velar» y para qué hacerlo? No para controlar. Velar un nacimiento. En realidad, la observación nos invita a considerar el potencial de «no actuar» o las formas de acción (en las que nos precede el pensamiento oriental) en las que la potencialidad, la atención, constituyen las condiciones de «eficacia». [Propongo nombrar esto como] «el principio del cuidado», el principio de quien cuida o vela por, con una disponibilidad alerta. (Cornu, 2019:215)

Los oficiantes de lazos toman el velar y velan por, se ocupan del cuidar y cuidan a: principio de cuidado que se apoya en un infinitivo y lo conjuga dándole lugar a la persona de la acción. Cuando decimos: interrumpir, relanzar, velar, cuidar, escuchar, atender… vamos al rescate de un «infinitivo engullido» (Deligny, 2017:8) por las lógicas del vaciamiento institucional. Como nos recuerda Deligny, «el trabajador social trabaja en los desechos» del basural, elementos sobre los cuales actúa la necrosis en sus tejidos: «Esa necrosis (…) describe claramente aquello que (…) me ha parecido la causa que ha determinado nuestra existencia en tanto que trabajadores sociales» (Deligny, 2017:8). El lazo de estos oficios trama unas tentativas hechas de un tejido de células vivas que nos es más que el trabajo de lo simbólico bordeando el vacío para dar lugar a lo nuevo por la vía del deseo. El deseo que bordean estos oficios y que no puede ser controlado, ni programado «debe encontrar un tratamiento oblicuo» (Frigerio, 2017:55).

Frente a aquello que no podemos abordar frontalmente, mediante nuestro razonamiento que rige de antemano, que proyecta y que implica, no tendremos pues otro recurso que relacionarnos de la única manera posible: una manera que llamaremos oblicua. No tendremos otro recurso que descubrir un sesgo, en el camino, bordeando y siguiendo sus contornos para insinuarse, para deslizarse allí, hacerse aceptar, de modo que esa intervención apenas lo sea y que sea tolerada sin suscitar resistencia ni reacción contraria. (Jullien, 2013:71)

La intervención oblicua es contraria al método. Por este motivo, si bien puede haber un plan lo que primará será el modo de abordaje o de inclinarse frente a la situación que solicita una intervención. Como sostiene Jullien (2013) el sesgo por el que se insinúa la intervención oblicua no es teórico o práctico, sino ambos aspectos de modo inseparable. Así llegamos a la elección de Frigerio por el término oficio en lugar de profesión en sintonía con el pensamiento de Giorgio Agamben:

El concepto de oficio significó una transformación decisiva de las categorías de la ontología y de la praxis [porque] en el oficio, ser y praxis, lo que el hombre hace y lo que el hombre es, entran en una zona de indistinción en la que el ser se resuelve en sus efectos prácticos. (2012:9)

Si lo que está en juego son los gestos políticos de atar/desatar, juntar/separar y aprender/desaprender siempre por la vía del inasible deseo, entonces, insistiremos en que el lazo de estos oficios no es cosa de método, sino de estrategia. Se trata de una estrategia que pueda desarmar una secuencia que frecuenta las instituciones: «Se lo ofrecí, no lo quiso, se lo pierde» (Frigerio, 2017:71). Al interrumpir esa secuencia fabricante de restos y desechos el lazo traza unas cartografías institucionales après–coup que vuelven algo disponible «sin esperar contra–don» (Frigerio, 2017:71). En efecto, el lazo en su atributo moebiusiano permite al oficiante volver algo disponible moviéndose entre el contrato de trabajo y el don. Aquí radica el modo de intervención ambigua que describíamos anteriormente como de acercamiento/distanciamiento. Como lo que está en juego para los oficios del lazo es el deseo inconsciente, instalarse en el entre–vacío implica tolerar las proyecciones que condensan en una pregunta: «¿Por qué hace esto por mí?» por parte de quienes sufrieron frustraciones insoportables vivenciadas como abandonos. La respuesta a esa pregunta pone en juego la única cara del lazo que traduce una ambigüedad: acercamiento/distanciamiento podría leerse como don/contrato, donde el don alude a lo propio de la socialización primaria y el contrato a lo que caracteriza a la socialización secundaria; el don remite a un plus sobre el contrato.

Los oficios se despliegan en el registro de la interpretación, cabalgando en una insoluble ambigüedad entre la lógica del contrato salarial y la lógica del don, y que formulan la hipótesis de que lo más fructífero es que el adulto que lleva adelante la tarea pueda sostener en el otro una duda imposible de zanjar. (Frigerio, 2010b:37)

Por lo tanto, el lazo acompaña la cuestión del enigma del otro entendiendo que «un encuentro entre sujetos finalmente es un encuentro entre enigmas» (Frigerio, 2017:75), pero sin dar respuestas que puedan asfixiar la interrogación que abra a una elucidación por el propio deseo. Alguien vuelve algo disponible porque ese es su trabajo (contrato) y porque le importa (don). El don «pone en juego un excedente, un plus, que entra solo en una contabilidad subjetiva en la que no hay ganancia, sino don» (Frigerio, 2010b:37). A partir de allí, contar para otro ya no implica una cuestión matemática, sino filosófica: un sujeto se siente reconocido y esa vivencia de existir para otros abre el camino para una escritura que, como una muesca en la madera, imprime una huella sobre el vacío, lo simboliza y fuerza un desplazamiento en el pensamiento. En ello radica el propósito de los oficios del lazo en tanto oficios del acompañamiento: «Acompañar es simplemente autorizar un interrogante, sostenerlo, favorecerlo» (Fustier, 2015:121) soportando la ambigüedad del entre–vacío tolerada por el lazo; velar por los gestos para abrirse a los posibles donde «el mínimo hallazgo, en el acontecimiento, es más precioso que el descubrimiento más prestigioso» (Deligny, 2017:12).

Consideraciones finales

Los oficios del lazo son aquellos que «se ocupan de que exista la posibilidad de un mundo común» (Frigerio, 2017:44). Y eso es lo que expresa la noción de oficio en su genealogía aludiendo al «cuidado de las cosas comunes» (Agamben, 2012:13). Lo común no significa uniformidad normalizada, sino lo posible, lo abierto, lo que es para todos: «Plantear la cuestión de lo común implica encarar la dificultad contemporánea de reinventar la institución incluyendo las palabras en las cuales la pensamos y la palabra que en ella podemos sostener» (Cornu, 2012:134). Para Frigerio, lo común alude a lo «indivisible de las vidas como principio» (2012b:238) resistiendo al orden clasificador de las vidas y produciendo «fronteras (de políticas) que se propongan distribuir lo que hay sobre la base de las vidas dañadas, de las vidas mutiladas» (p. 238). Para ello, el oficio se asocia a función que, en tanto cumplimiento de un deber, se vincula con el verbo latino fungi: «Fungir significa obrar como si uno fuese otro, en calidad de alter ego de alguien, una persona singular o una comunidad» (Agamben, 2012:134). La función del oficiante de lazos se mueve por unas obstinaciones y unas insistencias que rompen la repetición mortífera que condena a la identidad mimética. En su lugar, lo que insiste como repetición capaz de sostener gestos mínimos, acentuaciones y subrayados, produce desplazamientos en el modo de escuchar, atender y acompañar al otro para que surja una singularidad borroneada. En ello radica la función de la escritura en el vacío del entre trazando cartografías de lazos institucionales que den vía al deseo sin perder la dialéctica de unos entre posibles: «instituido e instituyente; reproducción y novedad; repetición y creación, guion y cadencia; eros y tanatos» (Frigerio, 2017:45).

Referencias

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Rancière, J. (2007). El maestro ignorante. Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual. Libros del Zorzal.

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Notas de autor

* Facundo Rodríguez Arcolia es pedagogo. Licenciado y Profesor en Ciencias de la Educación. Doctorando en Sentidos, Teorías y Prácticas de la Educación (UNL). Magister en Psicoanálisis (UK). Especialista en Psicoanálisis y Prácticas Socioeducativas (FLACSO). Especialista en Constructivismo y Educación (FLACSO). Actualmente: Profesor en la Escuela de Formación Continua de la Universidad Nacional de La Matanza, Profesor Adjunto en la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad Kennedy y Profesor Adjunto en la Licenciatura en Psicología del Instituto Universitario ISALUD.
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