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Los procesos de transferencia en la universidad: limitaciones, potencialidades, desafíos. Una perspectiva situada a partir de un proyecto de desarrollo tecnológico y social en el marco de la economía social y solidaria

The transfer processes in the university: limitations, potentialities, challenges. A perspective based on a technological and social development project within the framework of the social and solidarity economy

Salomé Vuarant
Doctoranda en Ciencias Sociales (UNER), Becaria Doctoral del Instituto de Estudios Sociales - Universidad Nacional de Entre Ríos - Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (UNER-CONICET), Argentina
Paula Andrea Roses
Doctoranda en Ciencia Política (UNR), Becaria Doctoral del Instituto de Estudios Sociales UNER-CONICET, Argentina
Mariela Herrera
Docente e Investigadora Facultad de Ciencias Económicas UNER, Argentina
Daiana Perez
Doctoranda en Ciencias Sociales (UNER), Becaria Doctoral del Instituto de Estudios Sociales UNER-CONICET, Argentina

Pampa. Revista Interuniversitaria de Estudios Territoriales

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1669-3299

ISSN-e: 2314-0208

Periodicidad: Semestral

núm. 24, e0042, 2021

revistapampa@gmail.com

Recepción: 10 Noviembre 2020

Aprobación: 18 Mayo 2021



DOI: https://doi.org/10.14409/pampa.2021.24.e0042

Resumen: En el presente artículo analizamos los procesos de transferencia tecnológica y social a partir de la experiencia de generación de una marca asociativa, que se llevó a cabo de forma articulada entre la Universidad, un municipio local, el Instituto de Tecnología Industrial, el Club de Emprendedores y con un colectivo de emprendedores/as. Especialmente, nos centramos en indagar sobre las dinámicas que han permitido su funcionamiento; los acuerdos con otros sectores y actores, las relaciones que establece la universidad con la entidad demandante, el funcionamiento del equipo; entre otros. Nos interrogamos sobre las complejidades de la interacción en la puesta en marcha de acciones a través de una amplia red de agentes e instituciones involucradas que comprende diferentes visiones y concepciones. Para ello, partimos de un análisis situado que entiende a la transferencia como un proceso complejo que no siempre se construye de forma fluida y armónica, que nos permite concluir con las limitaciones y potencialidades de la experiencia.

Palabras clave: Transferencia, Universidad, Economía Social y Solidaria, Marcas Asociativas, Articulación.

Abstract: In this article we analyze the technological and social transfer processes based on the experience of generating an associative brand, which was carried out in an articulated manner between the University, a local municipality, the Institute of Industrial Technology, the Entrepreneurs Club. and with a group of entrepreneurs. Especially, we focus on investigating the dynamics that have allowed its operation; the agreements with other sectors and actors, the relationships established by the university with the requesting entity, the operation of the team; among others. We question ourselves about the complexities of the interaction in the implementation of actions through a wide network of agents and institutions involved that includes different visions and conceptions. To do this, we start from a situated analysis that understands transference as a complex process that is not always built in a fluid and harmonious way, which allows us to conclude with the limitations and potentialities of the experience.

Keywords: Transfer, University, Social and Solidarity Economy, Associative Marks, Joint.

1. Introducción

En Argentina, desde la vigencia de los principios de la Reforma Universitaria de 1918, se inscribe a las actividades de extensión universitaria como prácticas orientadas a fortalecer el vínculo con la sociedad, no obstante, como sostiene Rafaghelli (2013), existe una diversidad de posiciones en torno a la forma en que la institución universitaria “encarna el compromiso social, el espacio/tiempo y las políticas mediante las cuales se concreta la extensión, los actores autorizados para hacerlo y el sentido ético/político de esta práctica” (p. 22).

En dicha línea de reflexión entre el sentido ético y el político de la práctica universitaria, el artículo desarrolla una indagación acerca de los procesos de transferencia tecnológica y social de la universidad en el marco de proyectos convocados a tal fin, que presentan una composición mixta entre extensión/investigación que analizaremos poniendo énfasis en la transferencia social, dada la índole del proyecto que desarrollamos.

Cabe destacar que, en ciencias sociales, las acciones de transferencia empiezan recientemente a cobrar fuerza en los debates acerca de la extensión, representando una novedad en nuestro ámbito de trabajo, ya que hasta el momento la transferencia como función universitaria no está integrada al resto de las funciones y no es sinónimo de extensión ya que se vincula también a la investigación. En realidad, el término extensión contiene múltiples significaciones y entre ellas la transferencia está, como veremos, vinculada a la realización de un producto determinado.

La promoción a líneas de Proyectos PDTS fue impulsada desde el ámbito nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, con mayor énfasis a partir de los años 2017 y 2018 (aunque este formato de proyectos ya se venía trabajando en el país desde 2013 tras la creación del Banco Nacional de PDTS), en el marco del Banco Nacional de proyectos del Ministerio de Ciencia y Tecnología. Se extendió a todas las universidades nacionales y también a otros organismos vinculados al trabajo científico y tecnológico, como el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)[1]. En el caso específico de estos proyectos la idea de tecnologías queda asociada a un “desarrollo social”, aunque ello no resulta del todo claro, sobre todo para el campo de aplicación de ciencias sociales.

En consecuencia, este escrito surge como un conjunto de reflexiones a partir de la experiencia del Proyecto de Desarrollo Tecnológico Social denominado: “Generación de una marca asociativa de emprendedores como estrategia de desarrollo local en Crespo, provincia de Entre Ríos (ER)”[2], que fue llevado adelante por la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) desde octubre de 2018 hasta diciembre de 2019. El mismo tuvo como objetivo general la creación de una tecnología social que aborde problemas sociales y/o ambientales. En este caso en particular, surgió a partir de una necesidad concreta del municipio de Crespo. Luego de un proceso de diálogo con autoridades municipales para vislumbrar la demanda, se definió la propuesta de generación de una marca asociativa para los/as emprendedores/as locales, que permitiera potenciar y generar políticas hacia el sector.

En esta experiencia no solo intervino la Universidad sino, por el contrario, la misma se caracterizó por la puesta en marcha de acciones a través de una amplia red de agentes e instituciones involucradas. Se trabajó en conjunto con el municipio de la localidad de Crespo, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), un diseñador gráfico local y los/as emprendedores/as de la ciudad mencionada. A su vez, dentro de la universidad, se sumaron actores de diferentes facultades, áreas, cátedras y también investigadoras del Instituto de Estudios Sociales, de doble dependencia Conicet-UNER. La participación del Club de Emprendedores de la Facultad amplió el arco académico y a partir de las metodologías de trabajo de sus agentes, facilitó las dinámicas de acercamiento y encuentro con el universo de emprendedores/as. La diversidad de agentes e instituciones intervinientes implican, diversas racionalidades personales e institucionales, operando en forma integrada, no atomizada, en el proyecto.

Es por ello que tomaremos la iniciativa como análisis de caso para relevar distintos aspectos de su realización, desde una perspectiva situada y reflexiva -en tanto somos parte del equipo del proyecto-, en la que destacamos: funcionamiento del equipo, acuerdos con otros sectores y actores, relaciones con la entidad demandante, entre otros. Al tratarse de una “tecnología social” partimos de la idea de “producción de conocimientos que permitan poner en diálogo saberes científicos y no científicos. Dicho diálogo propone una articulación de actores (y saberes) a partir del cual se construyen abordajes integrales a problemáticas concretas” (Fenoglio et al., 2012 p.270)

La estructura de este escrito además de la introducción y las reflexiones finales, comprende un primer apartado en el cual se reflexiona epistemológicamente y teóricamente acerca del conocimiento en ciencias sociales, y de la universidad, situando al mismo tiempo, la perspectiva de Economía Social y Solidaria (ESyS) que adoptamos en nuestro proyecto de intervención tecnológico-social; un segundo apartado, que realiza una reflexión acerca de la función de la extensión universitaria en nuestro país y la incorporación más reciente de la transferencia de conocimientos a través de PDTS, y un tercer momento, en el que se propone un análisis situado acerca de este tipo de proyectos y convocatorias a partir de la experiencia de trabajo con el municipio de Crespo y emprendedoras/es de este territorio, problematizando en los vínculos y lazos construidos. Para su realización recurrimos a una metodología combinada que recupera fuentes primarias y secundarias, entre ellas: documentos internos, actas de reuniones, informes, entrevistas abiertas y registros de talleres.

2. Universidad, transferencia de conocimientos, y la perspectiva de la Economía Social y Solidaria

En su configuración moderna, a partir del siglo XVII, el conocimiento científico se configura progresivamente a partir del modelo nomotético de las ciencias naturales y, según Wallerstein (2005), es en el contexto decimonónico que la ciencia social más antigua, la historia, no puede ya responder a la acelerada transformación social en curso:

La ideología liberal dominante en el siglo XIX sostenía que la modernidad se encontraba definida por la diferenciación en tres esferas sociales: el mercado, el estado y la sociedad civil. Las tres esferas operaban, se decía, de acuerdo con lógicas diferentes, y por ende era lo mejor mantenerlas separadas unas de otras, en la vida social y por tanto en la vida intelectual. Requerían ser estudiadas de modos diversos, apropiarlos a cada esfera: el mercado por economistas, el estado por politólogos y la sociedad civil por sociólogos (Wallerstein, 2005, p.8).

Según el autor que estamos siguiendo, esta división se sostiene con variantes y ampliaciones hasta finalizar la segunda guerra mundial. Antes de esta fecha existía una visión de la centralidad de Occidente que se resquebraja a partir de 1945 por lo que las tradicionales fronteras entre economía, sociología y ciencia política se desdibujan. Este efecto se profundiza a partir de 1968, en que se multiplican las disciplinas y surgen nuevos centros de producción de saber al tiempo que se cuestiona el tradicional edificio académico heredado del siglo anterior (Wallerstein, 2005, p.53). El movimiento de mayo de 1968 señala el momento del estallido de la organización colonial, que se profundiza en 1989 con la caída del muro de Berlín y el fin de la rígida división política de Occidente entre este y oeste. A partir de esos años y con el desvanecimiento de los grandes relatos que pregona la posmodernidad se consolidan perspectivas sobre las ciencias formuladas desde los bordes del sistema hegemónico. Nos referimos a la perspectiva de las epistemologías del Sur (De Sousa Santos, 2011) entre otras.

Estas transformaciones inciden en las universidades de todo el mundo, que comenzaron también a rediseñar las estructuras existentes del saber y propusieron nuevos desarrollos. También se cuestionaron sobre áreas descuidadas del saber que daban cuenta de la colonialidad implicada en el statu quo del mundo académico. En todos estos cambios se “comenzaron a plantear cuestiones sobre las epistemologías subyacentes a las estructuras del saber” (Wallerstein, 2005, p.15).

Los cuestionamientos epistemológicos al formato del saber que imperaba a mediados del siglo XX resultan centrales, en tanto punto de partida, para la reestructuración de las universidades y centros científicos en todo el mundo. Destacamos sobre todo que, como resultado de estas convulsas jornadas de 1968, el sistema de educación superior europeo deja de ser, definitivamente, el modelo a seguir y se consolidaron otros sistemas para organizar la producción de conocimientos en ciencias sociales. En ese desarrollo, cada vez más complejo, que implica la mirada sobre lo social, subsisten problemáticas como la que nos encontramos al hablar de “transferencia” en estas ciencias. Esta denominación no es habitual ya que sigue predominando la denominación de extensión para acciones como la que realizamos, que implican un producto final y conllevan un importante esfuerzo de investigación. Más aún si la transferencia se enmarca en la ESyS, un auténtico desafío para la trama académica.

El proyecto que llevamos adelante y que sirve como pivote de estas reflexiones, fue abordado a partir de una mirada interdisciplinar que sitúa los procesos de construcción de marcas asociativas y a las experiencias autogestivas de la localidad de Crespo en el universo amplio de la ESyS, el cual, constituye un movimiento heterogéneo, que van desde emprendimientos individuales, asociativos, cooperativas, fábricas recuperadas, experiencias de trueque, huertas, hasta producciones agroecológicas.

Según Coraggio (2007), la ESyS se caracteriza por compartir determinados rasgos: la autogestión, el trabajo cooperativo y la libre asociación, a su vez, en ellas predomina el factor trabajo antes que el capital, y a su vez, los lazos interpersonales constituyen parte de sus relaciones sociales de producción. Una de las singularidades de estas experiencias es la unión entre: el trabajo, el producto y la gestión de los medios de producción. Por otro lado, el valor de cambio es subordinado al valor de uso, es decir, en estas producciones prima la resolución de las necesidades básicas y el desarrollo y la búsqueda de una vida digna, dicha propuesta implica resignificar el concepto de eficiencia (p.19).

En ese sentido, nos parece apropiado discernir desde qué perspectiva comprendemos la ESyS como campo multidimensional (económico, simbólico y sociopolítico) de interacción y organización humana en torno a la reproducción de la vida (Pastore y Altschuler, 2015, p. 111). Según estos autores la ESyS puede comprenderse como un campo en plena construcción y donde se designan al menos tres dimensiones que se interrelacionan y que para nosotras se co-construyen. La primera es una dimensión de trayectorias empíricas donde aparecen otras formas de hacer economía y donde se une la finalidad social de reproducción de la vida con dinámicas de gestión asociativa, democrática y solidaria. Una segunda dimensión simbólica: “de maneras de concebir las prácticas humanas en la interacción económica, que centra su atención en las condiciones de reproducción de la vida, en las relaciones de las personas entre sí y con su hábitat vital” (Pastore y Altschuler, 2015, p.111). Y por último, una dimensión política-organizativa, donde aparecen proyectos de sociedad en disputa, que se debaten entre la adaptación a las lógicas hegemónicas de cómo funciona y qué es lo económico y la capacidad para transformar esas reglas en la búsqueda de profundizar la democracia y la solidaridad sistémicas.

En el proyecto se realizó un esfuerzo por conjugar las tres dimensiones, por ello, se apostó a una labor colaborativa y cooperativa desde el mismo equipo interdisciplinario, sumando a otros actores para enriquecer la trayectoria. Este marco de trabajo, con el que veníamos operando en proyectos anteriores con emprendedores/as[3] contrasta con otras visiones de la actividad económica asentadas en el sentido común y en la práctica política, en las que la competencia mercantil es la idea predominante. Asimismo, la apuesta fue apuntalar la trayectoria empírica del colectivo emprendedor de Crespo a partir de una tecnología social que supone el trabajo asociativo y unificado apostando a la construcción de una nueva identidad colectiva y subrayando la generación de instancias que no supongan la competencia entre sí sino la colaboración mutua. Con ello problematizamos las lógicas hegemónicas a la hora de entender lo económico y las racionalidades detrás de los procesos económicos. Y, por último, intentamos que la iniciativa refuerce y contribuya a la generación de políticas públicas en ESyS.

En ese marco, emergieron diversas racionalidades a la hora de comprender qué es la ESyS y qué procesos económicos intenta desarrollar. Este enfoque que parte de la multidimensionalidad de la ESyS no necesariamente coincide con las políticas municipales, ya que las mismas se encuentran sujetas al modelo empresarial hegemónico, que abordan al universo de emprendedores a través de promover el éxito y la inserción eficaz dentro del modelo competitivo de negocios preponderante.

La perspectiva anteriormente mencionada de inserción al mercado mediante la competitividad es aspecto ya considerado desde la teoría de la ESyS, pues para Coraggio (2016) “al asumir el papel de productores-oferentes, los trabajadores van advirtiendo que el mercado es una posibilidad bifronte: es un medio de integración pero también una amenaza disciplinadora” (p.18). Lo que a menudo ha sido sintetizado como el ‘problema de la comercialización’ o el de la ‘sostenibilidad’. Al ser prolongadas en el tiempo y extendidas en su número, se van advirtiendo los rasgos comunes y los límites de tales experiencias. Desarrolladas conjuntamente por los productores, sus promotores sociales y los agentes estatales a cargo de programas específicos, “las prácticas de economía solidaria identificadas con la creación y apoyo a emprendimientos mercantiles han venido enfrentando problemas ya bien tipificados” (Coraggio, 2016, p.18). Fue por ello que nuestra propuesta intentó superar la lógica de la inserción individual competitiva por una que privilegie lo colectivo colaborativo, como lo es una marca común.

Sumado a las perspectivas distintas a la hora de concebir la ESyS, también cabe destacar distintas conceptualizaciones en torno a lo que significa para los actores participantes “ser emprendedor”. Los autores Carballo et al. (2017), a partir de una recuperación del emprendedorismo en conexión con la formulación de políticas públicas, plantean que los estudios clásicos ponen el acento en el desarrollo económico, es decir, en la lógica shumpeteriana de agente innovador que aumenta la productividad y de esta manera incrementa un desarrollo económico. En consecuencia, podríamos decir que en sus orígenes el concepto de emprendedor nace vinculado a la innovación tecnológica o a la idea de plan de negocios para la obtención de un crecimiento económico, aunque tampoco, desde la teoría económica clásica ni desde las políticas públicas, ha quedado muy en claro que es lo que implica “ser” emprendedor.

Por su parte Feldman (2019) retoma la temática del emprendedorismo para analizar el sector informacional, y en relación a ello plantea que es necesario clarificar el concepto de emprendedor el cual se utiliza a menudo en medios de comunicación y en los discursos dominantes de círculos de gobierno. El autor sugiere reconocer tres miradas posibles, una ligada al aspecto mercantil- capitalista, otra que jerarquiza la creatividad (emprender es innovar), y la tercera no se reduce a aspectos economicistas, sino que se asocia la “autogestión del trabajo”. Al retomar las dos últimas distinciones que plantea Feldman (2019) en torno a la figura emprendedora con cierto rasgo de “creatividad” y también con tendencia a la “autogestión” (búsqueda de autosuficiencia económica) podríamos adjudicar estas características a un tipo de emprendedor que es el “emprendedor social”, figura que se revaloriza desde otra mirada de la economía que es la perspectiva de la ESyS, y desde el cual es interpretada desde nuestro equipo de extensión y transferencia en la Universidad.

3. Universidad, territorio y proyectos de transferencia

Como apuntábamos al principio del artículo en nuestro país mucho antes del mayo francés de 1968, la Reforma Universitaria de 1918, había planteado las bases de la institución universitaria sobre otros fundamentos por lo que hacia fines del siglo XX el enorme crecimiento del sistema de universidades públicas se estructura sobre esa base. La extensión fue instituida como la tercera función fundamental de la Universidad por dicha Reforma, y hoy se considera como el componente central para la implementación de prácticas integrales, dada su capacidad de transformar a la Universidad. Se hace necesario entonces una profunda modificación en las prácticas educativas como así también en la producción de conocimientos y prácticas co-construidas entre docentes, investigadores, estudiantes y actores sociales. Desde la UNER se viene trabajando desde hace varios años en la jerarquización de la actividad de extensión universitaria, en la convicción de que la función social de la Universidad sólo es posible a través de la articulación entre docencia, investigación y extensión.

En ese sentido, dicha Universidad toma posición frente a los retos que se le plantean y los problemas complejos, propios de un mundo con permanentes cambios, que exigen nuevos conocimientos y formas dinámicas de producción de los mismos. Por ello, se impone la necesidad de coordinar esfuerzos hacia la formación de profesionales responsables, el desarrollo de conocimientos situados y el apoyo al desarrollo socioeconómico. Esta determinación de llevar adelante diversas acciones de apoyo al desarrollo y generar instancias de vinculación con la sociedad, se realizan de forma heterogénea -respondiendo a diferentes criterios y paradigmas- en las distintas universidades del país e incluso de Iberoamérica. Asimismo, se destaca que dichas acciones están relacionadas con las visiones de intervención que tienen otros actores estatales en cada país como afirman en RICYT (2017):

Cabe señalar que durante las últimas décadas se registra una demanda creciente por parte de muchos gobiernos, tanto en países industrializados como en desarrollo, para que las universidades desempeñen un papel más activo, contribuyendo en mayor medida al crecimiento y desarrollo económico. Las universidades son actores clave en el tejido social, por su desempeño en actividades de docencia, investigación y extensión, con las que dan cumplimiento a sus misiones básicas y se vinculan con el entorno socioeconómico. Estas misiones forman parte del modelo normativo de la universidad moderna, pero en su desenvolvimiento histórico han registrado variaciones en su desempeño concreto, configurando distintos tipos de universidad, con perfiles específicos, en contextos regionales muy diferentes. (p.7)

En el marco de diferentes estrategias de vinculación es importante destacar que, desde la UNER, concebimos nuestro papel en acciones de transferencia, distanciándonos de la concepción más instrumentalista de la extensión y asumiendo una perspectiva crítica y participativa.

En ese sentido apuntamos que el origen de la palabra transferencia proviene del latín transfererns, verbo que indica trasladar o enviar una cosa de un lugar a otro. Si bien es un término que es mayormente utilizado en los ámbitos bancarios y comerciales, también presenta otras connotaciones en el campo de la psicología y también en el ámbito científico. Es esta última acepción la que nos interesa ampliar aquí.

Para la Secretaría de Ciencia y Técnica de la UNER los PDTS “surgen como una estrategia para abordar, desde el ámbito científico y tecnológico, problemas que demande el sector productivo y social, generando y aplicando conocimientos que aporten soluciones a los mismos, mediante el desarrollo sostenible para la región” (UNER, s/f). En este sentido, se pretende una mayor vinculación de la Universidad con el territorio.

Dichos proyectos están orientados a promover el desarrollo de tecnologías para potenciar una oportunidad estratégica o también a resolver una necesidad de mercado o de la sociedad que debe ser claramente justificada por los actores demandantes y/o adoptantes, o por aquellas instituciones que las promuevan. Se caracterizan por tener un plan de trabajo de duración acotada, y se orienta por objetivos claros y concisos en pos de resolver problemas o necesidades de carácter práctico.

Los mismos presentan como requisito -según lo clarifica la Resolución 519/16 CONICET- la incorporación de cuatro criterios: 1) de novedad u originalidad local en el conocimiento; 2) de relevancia; 3) de pertinencia; 4) de demanda. Esto significa para los dos primeros que la novedad u originalidad está dada en función de que aporte nuevos conocimientos sobre fenómenos o soluciones tecnológicas en un contexto local; mientras que la relevancia, supone la adecuación de los objetivos del proyecto a las políticas públicas u objetivos estratégicos de la política nacional de Ciencia y Técnica, es decir, que se adecua a un criterio mayormente político de lo que se considera que “califica” dentro de un proyecto de investigación y desarrollo tecnológico en determinado contexto histórico y político.

En función de los dos últimos, el criterio de pertinencia refiere a la capacidad de resolver el problema identificado, y de alcanzar resultados esperados para un espacio local. Por último, el criterio de demanda, encierra una condición clave de este tipo de proyectos tecnológicos, pues implica la atención a una necesidad, problema o propósito que sea identificable del entorno social, económico productivo, cultural, ambiental, que puede ser enunciado ya sea de forma cuantitativa o de modo cualitativo. Para ello, resulta indispensable la existencia de un agente demandante, de un agente adoptante y de un agente financiador que manifieste interés por parte de los resultados obtenidos del proyecto, y que den cuenta que no solo es una problemática que preocupa a investigadores, docentes y extensionistas de una comunidad académica, sino que además interesa y moviliza a otros sectores de la sociedad civil.

En nuestro caso, la demanda de trabajar con emprendedores/as de la ciudad de Crespo fue resuelta a partir de una tecnología que significó una novedad tanto para el entorno local como para el trabajo anterior realizado por la Facultad. Esto otorga pertinencia a la manera de comprender el campo heterogéneo de la ESyS, problematizando los modos de intervenir en cuanto al emprendedorismo. Apostamos, como equipo, por una construcción que traspase la esfera individual para ingresar a una en la que lo colectivo traccione las transformaciones particulares. A partir de las reuniones y el proceso de diagnóstico que se desarrolló entre la Universidad y el municipio se advirtió y consensuó la necesidad construir no sólo un producto que potencie lo colectivo, sino que el proceso de construcción en sí mismo sea comunitario. A partir del análisis de los registros de campo de los talleres, se visualiza que una de las problemáticas resaltadas por el colectivo emprendedor eran las pocas instancias de comercialización y acciones en conjunto. En ese sentido, desde el ejecutivo municipal no sólo se subrayó que el signo distintivo “será una excelente herramienta para el desarrollo local” y para los productos de los y las emprendedores, sino que también se destacó que la marca es un “producto que surge de una construcción colectiva” (Municipalidad de Crespo, 2019).

4. Conocimiento situado: generación de una marca asociativa para emprendedores/as locales en Crespo

Al referirnos a acciones de la Universidad nos situamos de lleno en la problemática del conocimiento, su construcción, validación y articulación con el contexto en el que la institución realiza sus prácticas. La Universidad es uno de los pilares centrales de la construcción cultural de la modernidad y, dada la crisis que la misma está atravesando, se encuentra redefiniendo esos sentidos, también a partir de la demanda de los acuciantes problemas contemporáneos.

En particular las ciencias sociales, entre las que se encuentra la economía, enfrentan el desafío de la construcción de campos y objetos de investigación en constante dinamismo y conflicto. Su misma legitimación social está atravesada por una historia epistémica, que revisamos brevemente en el comienzo del artículo, de permanente interrogación por el alcance y validez de sus conocimientos, obviamente también es una historia politizada que intentaremos delinear brevemente aquí como marco de las acciones del proyecto que presentaremos. La idea de transferencia, como dispositivo para producir impacto a través del desarrollo de un producto de “tecnología social” da cuenta de esas tensiones que atraviesan los conocimientos en ciencias sociales, con un importante contraste con las tecnologías que transfieren las ciencias duras que encuentran una continuidad epistémica más clara entre conocimiento teórico y aplicación.

Al plantearnos como equipo el lugar de la producción de conocimientos en la vinculación entre emprendedores/as y Universidad partimos del reconocimiento de los saberes implicados en el “conocimiento local” (Geertz, 1994), ya que los/as emprendedores/as convocados traen sus conocimientos y visiones al involucrarse colaborativamente en un proyecto de estas características. El desafío fue revisar, redefinir, y/o reinterpretar este bagaje en función de las concepciones corrientes, para potenciarlas con el conocimiento de prácticas contables, de comercialización y comunicación que aportamos desde el quehacer universitario. La Facultad de Ciencias Económicas ha sido referenciada en la región “por su trabajo en docencia, investigación y extensión con emprendedores y, desde el año 2017 con el Club de Emprendedores, ofrece articular conocimientos y prácticas situadas”. En ese marco, se destacó que “dentro del equipo que llevó adelante el proyecto, se contó con diversos perfiles profesionales que dieron respuesta y aportaron a la complejidad que demandó la construcción de una marca colectiva” (UNER Noticias, 2019).

Pues la ESyS constituye un movimiento heterogéneo en el cual intervienen diversos actores con lógicas, prácticas e ideologías disímiles e incluso antagónicas. Como en el caso de este proyecto, donde interviene el gobierno municipal, la Universidad a partir de sus acciones de transferencia, un organismo del gobierno nacional, INTI y los/as emprendedores/as locales. Como afirma Guerra (2010):

La economía solidaria puede ser vista como un fenómeno socioeconómico complejo donde se articulan tres dimensiones distintas de análisis: el movimiento social, con un fuerte discurso ideológico, proclive a la construcción de un nuevo modelo de desarrollo; el paradigma científico con una particular vocación por generar teoría pertinente para dar cuenta de los fenómenos económicos alternativos; y el sector específico de nuestras economías donde convergen las distintas experiencias de base solidaria. En América Latina es posible observar un alto dinamismo en cualquiera de estas dimensiones de análisis, especialmente a partir del surgimiento de distintas redes que operan desde la sociedad civil y de la puesta en práctica de políticas públicas dirigidas al fortalecimiento del sector. (p.1)

Como destacábamos anteriormente la institución demandante del proyecto con emprendedores/as locales fue la Municipalidad de Crespo. La elección de un municipio era un requisito de la convocatoria 2018 y se eligió esta ciudad por tener vínculos previos con la Facultad. En primer lugar, para el equipo de trabajo esta articulación institucional con un actor demandante, nos condujo a problematizarnos en este escrito: ¿quién es ese “otro”? ¿Cómo vemos a ese “otro”? ¿Qué opiniones percibimos que ese “otro” tiene respecto a nosotras? ¿Qué podemos construir con ese “otro”? ¿Y desde qué lugar vamos a concebir la construcción social del conocimiento?

Dentro de estas visiones, es importante destacar algunas particularidades que se presentan en la localidad de Crespo. La misma está situada en la región centro de Entre Ríos, a 45 km de la capital provincial, área con mayor crecimiento económico y social de la provincia. Crespo se distingue de otros territorios por su producción diversa, si bien, es un área principalmente dedicada a la avicultura, otras actividades, como la la apicultura adquieren un lugar relevante en la producción local, y coexisten con otras actividades de agricultura -especialmente del cultivo de soja, seguido por el maíz y trigo, y en menor proporción al girasol, sorgo y lino- y un amplio parque industrial.

La ciudad se identifica, según lo han expresado en los talleres realizados, con una impronta particular de cultura emprendedora y empresarial, vinculada a trayectorias de diversas familias en distintos rubros[4], y al desarrollo de diversas instituciones económicas y sociales como la Cámara de Mujeres Empresarias Emprendedoras, (CREERME) y el grupo de artesanos hecho en Crespo, el Centro Comercial Industrial y Agropecuario de Crespo, La Microrregión Crespo y sus aldeas Aledañas (MICRA), la Asociación parque industrial Crespo, la Cooperativa La Agrícola Regional (LAR), entre otros.

Los actores estatales del ámbito universitario visualizamos una ciudad atravesada por la inmigración alemana -y sus costumbres que mantienen viva con sus tradiciones y festivales-, y a su vez, destacamos que la diversidad productiva mencionada anteriormente permiten a sus habitantes altos índices de calidad de vida, dicha visión se va construyendo a partir de recorrer el territorio, observar escasas situaciones de vulnerabilidad habitacional y al escuchar los relatos del colectivo emprendedor, en los distintos encuentros vinculados al proceso de marca asociativa, y a su vez, a partir de las lecturas de los datos socioeconómicos oficiales como el Censo Nacional de 2010, por aquellos datos más actualizados provistos por la oficina de estadística de la municipalidad y en los informes del estudio del índice de calidad de vida desarrollado por el Instituto de Geografía, Historia y Ciencias Sociales del CONICET.

Como mencionamos anteriormente los primeros vínculos de trabajo con la comuna de Crespo, fueron por conexiones y talleres previos que ya se habían realizado entre esta institución, la Facultad de Ciencias Económicas y el Club de Emprendedores. Igualmente, una de las primeras limitaciones que ha tenido la ejecución del proyecto, fue al momento de compartir una perspectiva de abordaje en común para el trabajo con emprendedores de la ciudad. Pues como Facultad nos presentamos desde el primer momento como equipo de extensión e investigación que trabaja desde la perspectiva de la ESyS, con antecedentes de trabajo con experiencias autogestivas en la ciudad de Paraná.

Un primer desajuste fue ver qué entendía el Municipio de Crespo por ESyS, y en eso vimos que prevalecía una concepción con cierta carga peyorativa en la que veían a la Economía Social como una ‘Economía para los Pobres’. Ello nos implicó tener que reforzar nuestra mirada y explicar aún más la perspectiva de la ESyS entendida desde las concepciones de Guerra, Coraggio, Pastore desde la cual nos identificamos. Por otro lado, como la localidad de Crespo presenta rasgos de suma pujanza económica, en la que constantemente promueven el vínculo de trabajo con las empresas, la visión que desde allí tenían en trabajar con emprendedores era la de potenciar a aquellos emprendimientos tecnológicos con perfil en innovación, y también a aquellas iniciativas que contemplaran un objetivo de triple impacto, es decir, lo ambiental, económico y social.

Estas diferenciaciones de enfoques, también expresaban -aunque no tan visiblemente- una diferenciación política de fondo. Más allá de que como equipo interdisciplinario de la Facultad solo nos limitamos a trabajar en pos de la demanda identificada y elaborar recomendaciones específicas para la marca (sin pretender incidir en otras estrategias para el sector), la representación de cómo el municipio ve a la Universidad en lo político y viceversa estuvo atravesando los vínculos y los sucesivos relacionamientos, y a veces, generó procesos de trabajo no tan fluidos, desencuentros inevitables entre actores tan diferentes. Es decir, que no solo nuestra presencia fue interpretada por el Municipio como sujetos portadores de un conocimiento “transferible”, sino también como actores políticos en un territorio local.

Para poder comprender las dinámicas que han permitido el funcionado de este proyecto, nos parece pertinente retomar la noción de “redes de colaboración” que desarrolla Mance (2001), quien pone el acento en los actores y en el proceso de realimentación que realizan los sujetos con sus acciones y estrategias cuando articulan y operan a partir de las redes. En este sentido, son los sujetos en las redes quienes potencian la sinergia colectiva: “en la cual acciones de carácter económico, político y cultural se retroalimentan subvirtiendo los patrones y procesos hegemónicos” (p. 1).

Como se puede observar en el siguiente gráfico -y a partir de retomar el esquema analítico de redes de colaboración que presenta Mance (2002)- cada uno de los actores intervinientes en el proyecto, aportó distintos componentes según sus funciones y conocimientos previos. De esta forma, se generó un proceso de diálogo constante que permitió: un importante flujo de información, acción coordinada y retroalimentación de la experiencia y de todas y todos los participantes.

Es decir, a partir de la ejecución colectiva de este proyecto se logró “potenciar la sinergia colectiva”, apartando ciertas diferencias ideológicas, prácticas y epistémicas. Este proceso permitió, en primer lugar, generar acuerdos básicos de trabajo para la creación de la marca, en segundo lugar, una articulación coherente, y en tercer lugar, un proceso enriquecedor para todas las instituciones y sus agentes.

 Mapa de actores y funciones.
Figura I
Mapa de actores y funciones.
Elaboración propia.

Para lograr una mejor dinámica entre los distintos actores fue necesario buscar esas coordenadas y criterios que nos permitieron un abordaje que incluya las diferentes miradas para abordar la problemática de una marca institucional. Uno de los puntos de encuentro, para estrechar un lenguaje en común, fue el de retomar el concepto de “desarrollo local”, aunque en ello también estaba en juego la visión e impronta que cada uno de los actores participantes le otorgaba al mismo. Mientras que para la Municipalidad de Crespo, el desarrollo local se asociaba mayormente al desarrollo económico, al vínculo de pequeños/as emprendedores/as con empresas, al sentimiento de prosperidad y pujanza; para nuestro equipo el desarrollo local seguía siendo pensado y problematizado desde la perspectiva de la solidaridad y el asociativismo.

Las distintas etapas de desarrollo del proyecto implicaron un continuo esfuerzo por articular el funcionamiento del equipo interdisciplinario estableciendo a la vez acuerdos con distintos actores y sectores[5]. Por un lado, los requerimientos de la entidad demandante, esto es el municipio que, a través de los funcionarios, estableció pautas y criterios que llevaban implícita una determinada concepción sobre emprendedorismo. A su vez, el municipio convocó a los/as emprendedores/as que formaron parte de la experiencia realizando la selección en base a agrupamientos de los mismos en otras acciones (ferias, registros oficiales, acciones de capacitación). Este colectivo trae también sus propias representaciones respecto a su trabajo y su lugar en la economía. Estas visiones no necesariamente coinciden con las autoridades convocantes que no tienen, a su vez, las mismas vivencias y necesidades que los/as emprendedores/as.

En cuanto al equipo técnico compuesto por nuestro equipo, agentes de Club de Emprendedores, y una profesional de INTI contratada para acompañar el proceso de generación de marca, fue posible intercambiar y consensuar los sentidos que otorgamos a nuestra actividad por lo que se tomaron decisiones centrales respecto al tipo de marca que convenía para el colectivo. Este proceso fue facilitado por las diferentes perfiles y áreas de incumbencias institucionales y personales, que permitió una articulación armónica entre los distintos actores, que no superpuso los roles de cada agente en el proceso y permitió potenciar las acciones, generando un fluido de conocimientos -metodológicos, teóricos y legales- entre los y las integrantes.

Sin embargo, para la creación de la marca asociativa se partió de los aportes de los y las emprendedores/as y en menor medida de los/as funcionarios que, si bien estuvieron presentes en cada instancia, no incidieron en la toma de decisiones respecto del nombre y las características del isotipo. Cabe destacar que al trabajar con un diseñador que vive en Crespo contamos con un plus importante a la hora de interpretar los distintos aportes y traducirlos al lenguaje gráfico. Por todo esto, el vínculo entre sujetos constituye el meollo del proyecto. Porque garantiza que se apropien del producto y no sólo lo acepten como una imposición de parte de las autoridades. Este vínculo de la universidad y los actores sociales se potencia porque lo que el proyecto propuso es pensar lo local, su significado, sus posibilidades y su posible crecimiento y consolidación y esta es una pregunta que convoca en torno a un común más o menos conocido que luego se expresará en la marca asociativa.

Consideramos entonces que la iniciativa complejiza la transferencia a partir de sumar actores al proceso de trabajo, no sólo al interior del equipo universitario que generó y posibilitó desarrollar la marca, sino también al sumar actores a la parte demandante. Se producen una serie de intercambios y diálogos que amplían el sentido y posibilitan a futuro nuevas acciones.

5. Reflexiones finales

A partir de una reflexión situada de la experiencia de trabajo en un proyecto de desarrollo tecnológico social para la ciudad de Crespo, que significó para la totalidad del equipo una primera participación en convocatorias de este tipo; y además, considerando el campo de formación de las participantes, anclado en el campo de las ciencias humanas y sociales, creemos necesario problematizar el término de transferencia de conocimientos, para dejar de verlo como un simple traspaso de un conocimiento de un sitio a otro. Es por ello que, cuando sostenemos que formamos parte de un proyecto de transferencia, somos conscientes de la limitación conceptual y reflexiva que dicho término encierra, en el que se desvanece la dimensión subjetiva y simbólica del relacionamiento social y de la producción colectiva de conocimientos.

Nuestra búsqueda estuvo orientada a generar no sólo una tecnología social sino un marco que le permita al municipio generar políticas públicas en clave de la ESyS. La apuesta era un primer proceso de trabajo de generación de la marca, que continuaría con el posicionamiento y consolidación. En ese sentido, y contemplando que los plazos y presupuestos recortaban nuestra intervención, generamos una serie de recomendaciones al área correspondiente a fin de instar la continuidad del proceso. Si bien, consideramos que la labor inicial -que permitió concluir con una marca creada y consensuada con el colectivo emprendedor-, fue lograda; advertimos que su continuidad no depende del equipo de trabajo universitario, sino de las autoridades municipales con quienes hasta el momento no se han retomado los vínculos. Esto puede tener que ver con el proceso de registro de la marca que están llevando a cabo y que es previo al trabajo de gestión y posicionamiento de la misma. Asimismo, consideramos oportuno remarcar, que la emergencia sanitaria causada por la Pandemia SARS-COVID-19 propagadas en el año 2020 hasta la actualidad, contribuyó a frenar las diversas acciones que se venían desarrollando.

Por otro lado, consideramos a los proyectos de transferencia como tipos de convocatorias que permiten dar un marco de trabajo y de gestión de financiamiento mínimo para continuar trabajando con distintos actores de la sociedad. Y continuar fortaleciendo el trabajo y compromiso social de la universidad con el medio comunitario y territorial en la que habita, como un modo de continuar proyectando prácticas extensionistas a través de estos. Abogamos por la continuidad de estas convocatorias en ciencias sociales en la medida en que pueden ir generando un conjunto de proyectos y se puedan nuclear y compartir públicamente en una base sólida de conocimientos situados.

Una de las potencialidades que presenta el formato de proyecto PDTS y su banco nacional de evaluación, es que rompe con los criterios tradicionales que legitiman la producción del trabajo científico mediante la publicación permanente de papers, y empieza a valorar el impacto de este tipo de proyectos a la hora de dar respuestas prácticas y concretas a necesidades locales. Por otra parte, promueve el trabajo interdisciplinario para la generación de propuestas de intervención que se orienten por el paradigma de la complejidad social.

Asimismo, no perdemos de vista la perspectiva de la “solidaridad” que no solo nos orienta a la hora de concebir el trabajo en torno a problemáticas asociadas al campo de la ESyS, sino que es al mismo tiempo una perspectiva epistemológica desde la cual entendemos la construcción social de conocimientos, la que singulariza nuestras prácticas como docentes, extensionistas e investigadoras en la Universidad. En sintonía con esta perspectiva, comprendemos el proceso de consolidación de una marca de estas características, como una instancia compleja que se prolonga en el tiempo, y consideramos imprescindible trazar acciones de apuntalamiento y acompañamiento para el colectivo emprendedor, tanto desde la Universidad como desde el municipio.

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(PDTS): Proyecto de Desarrollo Tecnológico y Social

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Notas

[1] Ver CONICET PDTS. Disponible en: https://convocatorias.conicet.gov.ar/pdts-2/ Fecha de consulta: 15/06/2020. (
[2] El proyecto PDTS estuvo dirigido por la Dra. Mariela Herrera y co-dirigido por la Cra. Silvina Ferreyra (FCECO-UNER), y lo integraron: María Belén Marquesín, Daiana Pérez, Paula Rosés, Salomé Vuarant, Pablo Collaud, Antonella Weiss y Fernando Silguero.. También participaron D.G.Dina Constanza Narváez (INTI), las funcionarias municipales Abog. Elina Ruda y Lic. Fanny Maidana y el D. G. Martín Sebastián Campanella.
[3] Nos referimos al proyecto “La integración de docencia, extensión e investigación mediante prácticas sociales con emprendedores” una propuesta interdisciplinaria que se propuso incorporar la investigación a las prácticas extensionistas que la universidad realiza con emprendedores Facultad de Ciencias Económicas UNER desde 2015 a 2018.
[4] Según el estudio realizado por Sheller (2012) en la localidad de Crespo se estima que aproximadamente 200 empresas de sectores agrícolas e industriales tienen un origen familiar.
[5] Para la concreción de la iniciativa se realizaron reuniones periódicas del equipo interdisciplinario de la UNER, reuniones de trabajo con el Municipio local, intercambios frecuentes entre el equipo interdisciplinario y agentes de INTI y el diseñador local, además de realizarse tres talleres participativos con el colectivo emprendedor y una jornada de lanzamiento de la marca construida. Por otro lado, parte del equipo interdisciplinario concretó la entrega de dos productos al municipio demandante: informe general de proyecto y recomendaciones para el posicionamiento de la marca.
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