Reseñas
“La vid y el vino en el Cono Sur de América Argentina y Chile (1545-2019). Aspectos políticos, económicos, sociales, culturales y enológicos” de Pablo Lacoste
Pampa. Revista Interuniversitaria de Estudios Territoriales
Universidad Nacional del Litoral, Argentina
ISSN: 1669-3299
ISSN-e: 2314-0208
Periodicidad: Semestral
núm. 27, e0067, 2023
Lacoste Pablo. La vid y el vino en el Cono Sur de América Argentina y Chile (1545-2019). Aspectos políticos, económicos, sociales, culturales y enológicos. 2019. Mendoza. Editorial y Talleres Gráficos Cooperativa de Trabajo Ltda.. 174 pp.. 978-987-00000000000000 |
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En el libro “La vid y el vino en el cono Sur de América Argentina y Chile (1545-2019). Aspectos políticos, económicos, sociales, culturales y enológicos Pablo Lacoste realizó una reconstrucción histórica de la introducción del cultivo e industrialización de la vid en Latinoamérica, centrándose con especial atención en dos países: Chile y Argentina. A través de una escritura rigurosa que refleja un amplio conocimiento de la temática, este investigador nos introduce en la apasionante historia de la vitivinicultura en la región del cono Sur. El escrito se organizó en cuatro grandes capítulos que comprenden una periodización de larga duración, que se inició con la introducción de las primeras cepas de vid, a partir del proceso de conquista y colonización española del territorio americano. A continuación, en una breve síntesis, presentaremos las principales tópicas tratadas en cada apartado.
El capítulo I se denominó “Vitivinicultura Artesanal (1545-1860)” y se trató la introducción del cultivo en el territorio americano, a partir del XVI, por medio de la acción militar y religiosa, constituyéndose los soldados y frailes como protagonistas de tal proceso de difusión de la vitis vinífera. Mediante la introducción de costumbres, saberes, hábitos, modos de vida de los colonizadores, esta plantación se extendió por el territorio americano. En esta línea, el autor examinó la expansión del cultivo ligada a la trama social, económica y simbólica de la sociedad colonial, mostrando como se fue expandiendo “la cultura del vino” por los actuales territorios de México, Perú, Chile y el norte argentino. Además, el autor se ocupó del papel de actores invisibilizados en la expansión de la vid, como el caso de la población afrodescendiente las mujeres y los religiosos. Sobre estos últimos, destacó el papel económico desempeñado por los monasterios en la expansión de los viñedos y, fundamentalmente, como generadores de innovaciones vitivinícolas. Entre las variedades de cepas introducidas por los colonizadores españoles estaba el ListánPrieto, Moscatel de Alejandría y el Mollar, proceso que favoreció el desarrollo de adaptaciones locales consideradas como “variedades criollas” –Torrontés/Torontel, Pedro Giménez, Moscatel de Austria, Moscatel Rosada y Quebranta –. Un aspecto a destacar que trató en el libro aludió al lugar que tuvieron en el la expansión de la vitivinicultura figuras emblemáticas de la gesta libertadora latinoamericana –como José de San Martín y Bernardo O'Higgins–.
En el capítulo II, denominado “Despegue de la industria vitivinícola (1870-1930)”, se consideró la etapa de fuerte expansión industrial de la vid en el cono Sur. En este apartado, el autor analizó el “gran salto” que experimentó este cultivo en Argentina y Chile, cuyas consecuencias sentarían las bases del actual crecimiento que registra la agroindustria en circuitos internacionales. Para esto, se investigó las condiciones que posibilitaron su desarrollo en ambos países: el suelo, clima, el incremento de la población producto de la inmigración ultramarina, la expansión del ferrocarril y el transporte marítimo, así como también el impacto de la plaga de la filoxera en los viñedos europeos y su efectos a escala global. No obstante, este proceso debemos comprenderlo en el marco de la organización y consolidación de los Estados Nacionales en ambos países, terreno propicio para el desarrollo de una burguesía vitivinícola –con rasgos diferenciados– cuyo desempeño económico marcó el mercado nacional a ambos lados de la cordillera.
En este contexto se destacaba la adhesión al paradigma francés mediante el cultivo de cepas de este origen, o el uso de marcas para imitar los productos de esta procedencia, situación que fue en detrimento de las cepas locales o “criollas” y de un tipo de producción ligada a las prácticas campesinas. En la difusión de este paradigma enológico ocupó un lugar central la fundación de escuelas de agronomías y la circulación de técnicos, la mayoría formada en las usinas francesas. No obstante la hegemonía de este paradigma, Chile mantuvo el cultivo artesanal, situación que sentó las bases de su actual industria; Argentina, por su parte, se aproximó más al modelo industrial y al paradigma francés. Entre las uvas francesas que se implantaron, se destacaban las variedades de Malbec y Cabernet-Sauvignon. No obstante, entre los enólogos expertos rechazaban la primera de las opciones, en detrimento de la segunda, una cepa altamente apreciada en ese momento. Sin embargo, las características de las burguesas vitivinícolas de ambos países marcarían las fronteras enológicas en la cordillera de los Andes. Así, en Argentina se difundió a gran escala el Malbec y en Chile la variedad Cabernet-Sauvignon. Un rasgo de este proceso cultural que atravesó la expansión de la agroindustria desde fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX fue la primacía de la marca sobre el territorio.
El capítulo III, llamado “Vinos para el mercado interno (1930-1990)” se exploró la situación de la vitivinicultura luego de la crisis de 1929, la Gran Depresión económica, y las implicancias que tuvo la regulación e intervención estatal en Argentina y Chile. Puntualmente, se abordó la expansión de la industria ligada a un mercado interno en crecimiento, resultado de las mejoras económicas y sociales que se produjeron en esta etapa, y que favorecieron el aumento del consumo local. En este contexto se destacaron la creación de instituciones encargadas de la regulación y la implementación de políticas públicas para atender la situación del sector. Para el caso argentino, la Junta Reguladora de Vinos (1934) y el Instituto Nacional de Vitivinicultura (1959); en Chile, el Servicio Agrícola Ganadero en Chile (1969). Al mismo tiempo, cabe mencionar el papel de organismos de investigación y extensión de jurisdicción estatal, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en la Argentina y el Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA) en Chile. De acuerdo a la investigación del autor, una variable que condicionó la producción y comercialización en ambos países durante esta etapa fue la alta inflación que afectó, especialmente, a los viticultores que se regían por las prácticas comerciales consuetudinarias. No obstante, en Chile no se registraron demasiados cambios en la agroindustria, caso contrario fue la Argentina que desde fines de la década de 1960 experimentó “el gran despegue”. Un asunto tratado en este capítulo refiere a las transformaciones en las formas de envasar, conservar y distribuir el vino en las distintas etapas. Para esto se analizó la producción de damajuanas, las botellas de litro y la aparición del tetrabrick, así como también la fuerte campaña publicitaria que promovieron en este periodo; de igual manera, se estudió los cambios en las formas de transporte, especialmente la crisis del ferrocarril y su reemplazo por el camión cisterna, con las consecuencias económicas y sociales que esto trajo aparejado. Al mismo tiempo, comparó el lugar del Estado como empresario vitivinícola en ambos países y el fomento de cooperativas y empresas estatales.
En el capítulo IV, denominado “A la conquista del mundo (1990-2019)” el autor consideró los cambios recientes en la industria vitivinícola del Cono Sur que se iniciaron en esta etapa de aperturismo y desregulación económica y que para la agroindustria significó la incorporación a los mercados internacionales del vino. Se pudo constatar que, durante esta etapa, predominó la exportación y la integración a bloques vitivinícolas (Sudáfrica, Australia, Nueva Zelandia y Estados Unidos). La crisis del paradigma industrialista conllevó una profunda modificación de las pautas de producción y comercialización del vino, emergiendo en ambos países la revalorización de las cepas criollas y el interés por la identidad y el territorio del vino mediante lo que actualmente se conoce como denominaciones de Origen e Indicaciones Geográficas. En el caso de Argentina, surgió con fuerza el Malbec de Mendoza y el Torrontés de Cafayate, al igual que la puesta en valor de los vinos caseros y artesanales. En Chile se recuperaran prácticas de elaboración centenarias, se rescataron vinos patrimoniales y destacaron el Cabernet Sauvignon del valle del Maipo, el Carmenere de los valles de Cachapoal y Colchagua, el Sauvignon Blanc del valle de Casablanca. Con ellos creció también el vino de Uva País– Listán Prieto –de viñas patrimoniales, situadas en distintos valles que imprimen características singulares. Producto de los cambios económicos a escala global se produjo la concentración de la industria en grandes empresas basadas en el modelo norteamericano que, no obstante las consecuencias en la concentración económica que generó, permitió a las grandes bodegas introducir su producto en los circuitos comerciales globales.
Por último, en las “Conclusiones”, el autor trazó una breve síntesis de los cambios de los paradigmas económicos, tecnológicos y enológicos que atravesaron la vitivinicultura en 500 años y realizó una serie de diagnósticos y proyecciones que afronta el sector en la actualidad, donde el territorio en la producción adquiere mayor primacía.
A modo de cierre, destacamos que la obra de Pablo Lacoste constituye un aporte sustantivo para los investigadores/as dedicados al tema de la vitivinicultura, como también para el público general, dispuesto a conocer la introducción y el desarrollo de esta agroindustria que se convirtió en una bebida emblema de ambos países. Asimismo, las contribuciones históricas que este libro ofrece favorecen los estudios sobre los ensayos de viticultura en “áreas no tradicionales”, revalorizando las potencialidades y cualidades que imprime el territorio en las dinámicas productivas.