Dossier

Notas para la reflexión del carácter profesional de las escuelas para visitadoras de higiene social

Notes for reflection on the professional character of schools for social hygiene visitors

Canela Constanza Gavrila *
Universidad Nacional de La Plata, Argentina

PAPELES del Centro de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNL

Universidad Nacional del Litoral, Argentina

ISSN: 1853-2845

ISSN-e: 2591-2852

Periodicidad: Semestral

vol. 16, núm. 27, Esp., 2023

papelesdelcentro@fcjs.unl.edu.ar

Recepción: 28 Julio 2023

Aprobación: 28 Septiembre 2023



DOI: https://doi.org/10.14409/pc.2023.27.e0016

Resumen: El siguiente trabajo forma parte de mi tesis doctoral en proceso acerca de “La intervención profesional de los y las agentes del Servicio Social en la ciudad de La Plata 1930- 1955” en la cual pretendo realizar una investigación acerca del proceso de profesionalización de la asistencia social en la ciudad de La Plata.

El objetivo de este trabajo es presentar los aportes de la sociología de las profesiones y de los estudios históricos acerca del desarrollo de las profesiones en Argentina a fin de revisar qué concepciones teóricas pueden ser útiles para el estudio histórico de las primeras experiencias de formación académica de los agentes del servicio social, que para el caso de la ciudad de La Plata fueron Visitadoras de Higiene Social. Para ello, el trabajo se estructura en tres momentos: en principio revisaré como fue pensado el carácter profesional desde los estudios realizados por la propia disciplina, luego los aportes de la sociología y la historia acerca de cómo pensar estos saberes y profesiones, y por último se presentarán los potenciales diálogos con estas contribuciones para pensar el carácter histórico profesional de la visita de higiene.

Palabras clave: Profesión, Sociología de las Profesiones, Visitadoras de Higiene, Historia, Trabajo Social.

Abstract: The following work is part of my doctoral thesis in process about "The professional intervention of the agents of the Social Service in the city of La Plata 1930-1955" in which I intend to carry out an investigation about the process of professionalization of assistance social in the city of La Plata.

The objective of this work is to present the contributions of the sociology of professions and historical studies about the development of professions in Argentina in order to review which theoretical conceptions can be useful for the historical study of the first experiences of academic training of the social service agents, who in the case of the city of La Plata were Social Workers. For this, the work is structured in three moments: in principle I will review how the professional character was thought from the studies carried out by the discipline itself, then the contributions of sociology and history about how to think about these knowledge and professions, and finally Potential dialogues with these contributions will be presented to think about the professional historical character of the hygiene visit.

Keywords: Profession, Sociology of Professions, Social Workers, History, Social Work.

La cuestión del carácter profesional en el Trabajo Social

El origen híbrido del Trabajo Social (en adelante lo mencionaré como TS), vinculado a demandas del Estado, a la expansión del higienismo en el campo de la medicina preventiva y dada la similitud con algunos otros modos de intervención sobre las necesidades de reproducción social ya utilizados por la filantropía y la iglesia católica, hacen que resulte complejo delimitar la especificidad de esta profesión que parece no caber en las definiciones hegemónicas para las profesiones clásicas, como la medicina, el derecho o la ingeniería.

La cuestión del carácter profesional del TS fue puesto en discusión dentro del colectivo de trabajadores sociales a partir de la década de 1970, luego del período de re conceptualización en que los propios asistentes sociales iniciaron un derrotero de cuestionamiento a la legitimidad y a la autonomía relativa de la intervención. Entre otras batallas ideológicas que se dieron los y las propias trabajadoras sociales en ese contexto, tuvieron lugar las primeras investigaciones para la recuperación del recorrido histórico de la profesión (Grassi, 1989; Cazzaniga, 2021). Los estudios iniciados en aquel momento, con el de Alayón en 1978, no repararon críticamente en cómo las tareas de caridad, beneficencia y asistencia iniciaron un recorrido político y académico que culminó en la profesionalización y, en su lugar, homologaron el término profesión al inicio de la formación técnica asumida por la universidad.

Posteriormente otros autores, alineados con la postura teórico crítica brasilera (Netto, 1997; Iamamoto, 2001) consideraron que fue posible el pasaje de la caridad a la filantropía y la posterior “tecnificación” y profesionalización de la asistencia social como parte del proceso de división social del trabajo y del crecimiento de las atribuciones de control social del Estado frente al despliegue de la lucha de clases de las sociedades modernas (Grassi, 1989; Parra, 2007; Oliva, 2015). Estos estudios que sitúan el desarrollo de la asistencia social en vinculación a la centralidad que asume el Estado burgués para la reproducción de las relaciones sociales de producción, como así también para la contención del conflicto desprendido de la lucha de clases, olvidan atender a la compleja trama intelectual, política y académica sobre la que se tensionan y acuerdan los modos de capacitación técnica de las visitadoras y los asistentes sociales. Estos estudios, además, guardan una visión limitada del Estado donde no se evidencian los intereses de los grupos implicados en el proceso de profesionalización, como por ejemplo los médicos higienistas, la presencia del movimiento estudiantil y algunos referentes políticos en las universidades nacionales, las disputas de poder con otras formas de intervención vigentes al momento de creación de las Escuelas, entre otras cuestiones, que dan cuenta de la cantidad de tensiones sobre las que se desarrolló el carácter profesional.

Frente a una lectura general de estas primeras pesquisas queda pendiente un análisis pormenorizado de las condiciones sociales que permitieron el surgimiento de las escuelas de capacitación en función de las demandas estatales y su constitución como saberes expertos, operativos, exigidos por el Estado y constitutivo del mismo (Plotkin y Zimerman, 2012). Esto implica comprender el Estado de manera dinámica, y no sólo desde su posición de clase, sino desde los agentes con sus diversos intereses, es decir, estudiar al Estado desde adentro para desde allí intentar captar cómo en los inicios del proceso de profesionalización se posicionaron distintos actores sociales en función de sus diversos intereses y como favorecieron, o no, el desenvolvimiento de las agencias estatales (González Leandri, 2006; Bohoslavsky & Soprano, 2010). Avanzaremos más adelante sobre este punto.

Encontramos así en la bibliografía local dos posiciones en relación a la profesionalización, una que iguala dicho término al reconocimiento y acreditación de saberes por agencias estatales educativas como las universidades, y otra postura, que considera a la profesionalización como parte del proceso de tecnificación para la contención y el disciplinamiento de la lucha de clases. Sin embargo, considero imprescindible complejizar estas posturas que omiten adentrarse en el debate acerca de qué es una profesión y cómo se produjo la transición desde una ocupación sanitaria al estatus actual que ocupa entre las ciencias sociales.

Frente a estas lecturas dicotómicas que realizan los trabajadores sociales, Bibiana Travi ilumina este debate acerca de la profesionalización desde otros escenarios, específicamente con el caso de las primeras trabajadoras sociales anglófonas. Desde el estudio de figuras emblemáticas como Mary Richmond y Jane Addams considera que el surgimiento del TS como profesión es producto de la adquisición de ciertas habilidades y un conjunto de conocimientos que permitieron desarrollar destrezas y habilidades particulares que progresivamente fueron sistematizadas y acreditadas por instituciones afines al desempeño de estas tareas. Además, de acuerdo a la investigación de Travi situada en Estados Unidos, las acciones de este grupo estarían guiadas por una serie de principios éticos que posibilitaron la organización interna y el desarrollo de una cultura profesional (2006; 51- 62). Esta caracterización acerca de cómo las mujeres ocupadas en tareas de asistencia social asumen mayores destrezas a través de la capacitación y cómo esos saberes son validados con una titulación emitida por una agencia estatal, nos permite delimitar un conjunto de elementos que resultan una suerte de puerta de entrada para la reflexión situada en Argentina, y en particular en la ciudad de La Plata, acerca del proceso de profesionalización.

En esta misma voluntad por fracturar las posiciones binarias que aluden al estudio de la disciplina, Susana Cazzaniga (2021) realiza un estudio acerca de la legitimidad y la legitimación del TS reconociendo que detrás de esta problemática subyacen diferentes sentidos sobre la profesión. A modo de saldar estos supuestos, delinea una definición provisoria donde toma los aportes de las diferentes escuelas sociológicas de Estados Unidos y Francia, como así también las contribuciones locales respecto de este tema. Según Cazzaniga, podemos comprender por profesión a un conjunto de prácticas especializadas y de carácter socio histórico, que no son universalizables, posee una formación superior que es avalada por una institución reconocida socialmente la cual otorga un título habilitante (40). Esta definición resulta útil como mirilla para el estudio de la legitimación y la legitimidad del TS, como también una invitación para desandar las condiciones sociales, políticas y culturales que posibilitaron el despliegue de este espacio profesional.

La autora nos alerta acerca del peso del estructural funcionalismo para el estudio histórico del TS que ha llevado a considerar de manera negativa a los inicios profesionales y su posterior despliegue, en el que parece que la profesión no alcanza el nivel del desarrollo esperado y se re posiciona, a pesar de sus avances en materia de producción científica e interventiva, como una semi profesión. A pesar de ser actualmente reconocida como profesión, y haber alcanzado en el año 2014 la aprobación de la ley N° 27 072 que regula el ejercicio profesional, el estatus de profesión parece dirimirse, según la autora, desde las luchas por la legitimidad social y política.

Podríamos arriesgar hasta aquí que, frente a las dos posturas anteriores, las propuestas de Travi y Cazzaniga resultan sumamente atractivas por su carácter rupturista en tanto se animan a definir elementos y características particulares para delinear los contornos conceptuales de la profesión. Valga ubicar en esta línea disruptiva a los estudios regionales del desarrollo profesional los aportes de Rubinzal para el caso de Santa Fe (2014) y los análisis situados en la ciudad de La Plata centrados en su carácter feminizado (Gavrila, 2018) y desde la incidencia del movimiento higienista local (Scelsio, 2018).

Frente a las características específicas del TS, como también de la Visita de Higiene Social (recordemos que resulta uno de sus primeros antecedentes profesionales en Argentina junto con la escuela de Servicio Social del Museo Social Argentino) nos es propicio construir una estrategia de investigación histórica, tendiente a desentrañar el proceso inicial de profesionalización que llevó a que las prácticas y saberes dispersos de la asistencia social se constituyan progresivamente en un área de saber especializado, acreditado por el Estado y con un mercado de trabajo vinculado a sus instituciones garantes de la reproducción social, y a otras que actuaban de manera paralela o privada. Esta tríada saber especializado, acreditación estatal y mercado de trabajo resulta central para comprender históricamente el despliegue de las primeras modalidades de formación hasta el reconocimiento profesional.

La visita de higiene tuvo un vínculo íntimo con el Estado en tanto agente intermediario entre las agencias estatales y un conjunto de políticas sociales y la población destinataria de las mismas. El lazo entre las agencias estatales, las políticas sociales y las agentes del servicio social se ha modificado históricamente de manera dinámica, en función de las necesidades y exigencias desde el Estado, por las demandas de las políticas sociales y las poblaciones beneficiarias, como así también, por las fronteras –siempre porosas- entre las profesiones dedicadas a la asistencia social y las dedicadas a la asistencia sanitaria, como por ejemplo la enfermería, entre otras.

Avancemos entonces en cómo se inició la génesis del proceso de profesionalización a partir de un derrotero guiado desde las siguientes cuestiones. En principio, presentar algunos apuntes de la sociología de las profesiones para pensar el derrotero iniciado por la visita de higiene para luego desmenuzar el proceso complejo de profesionalización y feminización aquí iniciado.

Apuntes de la sociología para pensar el carácter profesional de la visita de higiene

Indudablemente, establecer acuerdos y consensos estables sobre qué es una profesión resulta un acto ilusorio. Aun así, la amplia bibliografía al respecto da cuenta de la necesidad de generar alguna referencia común desde la cual iniciar los debates.

Desde la sociología clásica, Weber y Durkheim, han dedicado vasta atención a esta cuestión. Weber consideraba que las profesiones eran parte del proceso moderno de racionalización y de dominación, y que, por ende, resultaban respuestas racionales desde el poder político a los problemas de orden administrativo burocrático. Por su parte, Durkheim se encargó de señalar la capacidad coercitiva de las asociaciones gremiales corporativas, entre ellas las profesionales, consideradas como precondición para el mantenimiento del consenso en las sociedades industriales. Más allá de estos primeros apuntes de los padres de la sociología clásica, el término profesión fue tomando distintas acepciones que aquí nos interesa señalar en tanto resultan guías para la investigación.

Desde principios del siglo XX, en el contexto anglosajón, el término se vinculó íntimamente al surgimiento de las profesiones liberales, como el derecho, la medicina y la ingeniería. En principio, el peso del estructural funcionalismo se tradujo en una comprensión de las profesiones como sistemas de funciones integradas a la estructura social, encargadas de entregar servicios específicos y prestaciones desde un conjunto de conocimientos y saberes expertos que resultaran acreditados mediante una formación caracterizada por el altruismo y el prestigio .Frederic, Graciano & Soprano, 2010; Cazzaniga, 2021). Posteriormente, durante la década de 1970, la Escuela de Chicago amplió el espectro de comprensión de las profesiones sumando a esta categoría la reflexión sobre cómo diversos oficios mutaban en profesiones, e incluso cuestionaron cómo los procesos de profesionalización hacían evidente el entramado de poder que posibilitaba dichas transformaciones, observaron las estrategias monopolizadoras implícitas en las profesiones dando un lugar central a la reflexión sobre la idea de clausura social (González Leandri, 2006; 335) .

A partir de las décadas de 1970 y 1980 emergen un conjunto de críticas a estas propuestas que evidenciaron la imposibilidad de generar una categoría cerrada de profesional que no estuviera en diálogo con las dimensiones sociales y formativas del Estado. Por fuera de la sociología de las profesiones, autores como Foucault realizaron un interesante aporte mediante el estudio del desarrollo de profesiones como la medicina y psiquiatría, donde se destacó el análisis de las políticas de control social articuladas desde el manejo y la aplicación de saberes especializados desde esta mirada posibilita reflexiones en torno a la convergencia entre profesión y disciplina, e incluso con la noción de intelectual (González Leandri, 2006, 336).

Los estudios transnacionales y comparativos de los años ochenta y noventa posibilitaron un resquebrajamiento de las posiciones clásicas del estructural funcionalismo que concebía a las profesiones liberales desvinculadas del Estado (González Leandri, 2006). Desde Estados Unidos, autores como Freidson (1989) Sarfatti Larson (1988) y Abott (1999) han propuesto el estudio de los mecanismos internos de poder de las profesiones, las estrategias para la configuración de un mercado profesional y el vínculo con el Estado.

Sarfatti Larson, posicionada en la diferencia con las posturas estructuralistas, plantea la necesidad de analizar históricamente el despliegue de las profesiones, y entender desde la noción de profesionalización la transformación que viven algunas ocupaciones. Considera que los procesos de profesionalización posibilitan la traducción de recursos extraídos de distintas experiencias para ser recreados desde las ciencias y el saber teórico a fin de dar competencia y acreditación a un conjunto de prácticas que resulten validadas desde la enseñanza normalizada (universidades e institutos). Este nivel de formación, junto al reconocimiento entregado por las agencias del Estado hacen posible obtener un nivel de competencia que sería relativamente deseable en la división social del trabajo (Sarfatti Larson, 1977).

Desde Francia, Claude Dubar (1999) presenta un aporte interesante desde la categoría de “grupo profesional” como un ensamble fluido, fragmentado y en evolución constante que unifica a quienes ejercen una misma actividad, se referencian bajo el mismo nombre, poseen determinada visibilidad social y legitimidad política en un periodo particular. En este sentido dinámico, situado y colectivo en que entiende a los grupos profesionales podemos también destacar el aporte de Andrew Abbot (1999) quien propone la idea de las profesiones desde una ecología relacional, impregnadas de competencias entre sí mediante que las recrean y con ello transforman los límites jurisdiccionales a fin de obtener legitimidad. En esta línea de disputas, el Estado y sus agentes tienen un rol importante en tanto habilitan o no su desarrollo (Pozzio, 2012).

Este panorama internacional nos permite pensar en cómo fue el estudio de las profesiones en América Latina. Aquí resultó gravitante el peso de la literatura anglosajona y el liberalismo económico como perspectivas dominantes desde las cuales pensar las profesiones (Panaia, 2008; Hualde, 2000) y retrasó miradas enriquecedoras a nivel regional. Aun así, González Leandri (2006) y Marta Panaia (2008) sostienen que literatura local ha indagado sobre el íntimo vínculo existente entre el desarrollo de las profesiones con las necesidades e intereses del Estado, como también con el empleo público y privado, el desarrollo de los mercados y las estrategias por la acreditación y credencialización desde la educación superior.

En este sentido, se desplegó en la región durante las últimas décadas un renovado interés desde los estudios sociológicos e históricos por reflexionar acerca de la dinámica que establecen las profesiones con el Estado, no sólo para su institucionalización y acreditación, sino también en cómo se socializan los funcionarios en diferentes agencias estatales (Frederic, Graciano & Soprano, 2010) sin dejar de lado la importancia de no asumir acríticamente la categoría profesional ni los procesos de profesionalización desde una perspectiva histórica (Rodríguez & Soprano, 2018). Es en esta línea que se han desarrollado estudios situados en el país para el análisis de un amplio reportorio de profesiones que incluyen desde las fuerzas armadas hasta la docencia (Frederic, Graciano & Soprano, 2010; Rodríguez & Soprano, 2018; Camarotta, 2021) pasando por diversas expresiones de institucionalización para la acreditación de saberes empíricos como la enfermería (Martin, 2015) la terapia ocupacional (Testa, 2012) y las dietistas (Buschini, 2016).

También desde una perspectiva foucaultiana de gobernabilidad, autores como Plotkin & Neiburg (2004) han indagado en la construcción específica de saberes de Estado a fin de evidenciar la articulación entre el saber y el poder. Su aporte nos permite comprender cómo se construyeron áreas de conocimiento como saberes de Estado en función de las necesidades y demandas emanadas por diversos agentes estatales en momentos críticos.

Para el período que hace a mi investigación doctoral 1930-1955 nos encontramos con un contexto que podríamos considerar de génesis[1] del proceso de profesionalización donde se establecen conexiones fluidas y fragmentadas entre saberes académicos, científicos y morales que, a pesar de las luchas por delimitar las jurisdicciones propias de cada área,[2] logran en aquel momento una identificación colectiva entre quienes realizan una misma actividad y resultan legitimadas en sus acciones.

De alguna manera, la dependencia de la Escuela para Visitadoras de Higiene Social con la medicina higienista ha obturado la comprensión de esta experiencia particular que duró más de cuarenta años y fue la primera escuela universitaria para la formación del personal de la asistencia social, hecho que favoreció el aislamiento de dichas experiencias como parte integral de los inicios profesionales. Por esta misma razón, es que avanzaremos en presentar algunas características sobre las profesiones socio sanitarias.

Las profesiones socio sanitarias

Como ya sabemos, la visita de higiene estuvo íntimamente vinculada a la medicina, profesión que ha ocupado un lugar distinguido como profesión liberal y que además resulta un ejemplo central para pensar en trayectorias formativas, sus vínculos con el Estado, la participación en los mercados laborales, la producción de saberes y su rol en la formación universitaria, entre otras cuestiones (González Leandri, 1998, Belmartino, 1996; 2005).

En el caso de Argentina los médicos constituyeron un grupo profesional capaz de enaltecer su experticia en un saber de Estado (González Leandri, 1998; Morresi & Vommaro, 2011; Plotkin & Zimerman, 2012) hecho que les permitió el manejo y el control de diversas instituciones de atención a la salud y a la asistencia social, como así también ser partícipes activos en el diseño de políticas sociales (Armus, 2007), agentes decisivos en el diseño y proyección de ciudades, como fue en el caso de La Plata (Vallejo, 2014) y también actores esenciales en la promoción de escuela de capacitación como las EVHS y otras de carácter auxiliar a la ciencia médica, como es el caso de la escuela de dietistas (Buschini, 2016).

Desde la sociología crítica de las profesiones, Elliot Friedson (1988) consideró que la profesión médica se caracterizó por constituirse desde un núcleo de varones formados en universidades, con capacidad de controlar su propio desempeño, los principios éticos que regirían su práctica, como también los límites de su área de conocimiento especializado sin estar sujetos al control de actores externos. El autor reconoce que para poder comprender el proceso de acumulación de poder y autoridad de esta profesión es importante reparar en las pujas de poder que existen al interior del colectivo profesional, con otras profesiones, ocupaciones y saberes expertos, como así también con el Estado.

Este valioso aporte no contempla cómo la profesión médica en su despliegue ha producido variados oficios especializados, organizado saberes dispersos acerca de curación y asistencia y ha dirigido la división del trabajo médico en otras ocupaciones prácticas que resultan necesarias y útiles a la medicina, que están dedicadas a brindar servicios específicos (como por ejemplo la enfermería, la visita de higiene, la nutrición, etc.) y que en su expansión podrían volverse competitivas y tornarse una amenaza frente al monopolio de la medicina (Ramacciotti & Valobra 2011). Freidson identifica a estas ocupaciones como “semi profesiones” o “para profesiones” en tanto no poseen autonomía para su organización profesional, no acumulan poder, no hegemonizan los saberes de su área de conocimiento y no poseen control de su propia actividad, por el contrario, suelen estar bajo la dirección de la corporación médica (Freidson, 1978).

A la luz de los estudios de género y del campo de la historia de las mujeres, resulta cuestionable esta postura por al menos dos razones. En principio, valga destacar que el ordenamiento androcéntrico en que ha sido construido el relato de la profesión han quedado invisibilizadas las mujeres que fueron partícipes activas de la construcción de la medicina, quienes, además de haber sido expulsadas de la docencia universitaria a principios del siglo XX (Ramacciotti & Valobra, 2011), tenían limitado su ejercicio profesional a la atención sanitaria de otras mujeres y mujeres madres mediante la puericultura, ginecología y obstetricia (Nari, 2004; Biernat & Ramacciotti, 2014) hecho que limitó su potencial de intervención profesional. Este sesgo de género también se trasladó a las convocatorias para el desarrollo de las ocupaciones “auxiliares” a la medicina, como la enfermería, la terapia ocupacional, la visita de higiene y la ocupación de dietistas (Ramacciotti & Valobra, 2011; Martin, 2014; Testa, 2012; Buschini, 2016; Gavrila, 2016).

La sociología de las profesiones no ha dado relevancia a la participación de las mujeres en las profesiones, el cierre o clausura en las posibilidades de participación en el mercado laboral y el desarrollo de los campos profesionales, del mismo modo las posiciones de subordinación han resultado un tema secundario de las agendas de investigación de los cientistas sociales referentes de los estudios de las profesiones (Witz, 1992). Esta cuestión evidencia como la división patriarcal del trabajo, no solo estructura las relaciones conyugales, incluso define roles en los lugares de trabajo (Martin & Ramacciotti, 2016).

Witz (1992) en su trabajo precursor sobre profesiones y patriarcado complejiza como en las profesiones actúa la teoría de cierre social que pretende sostener el monopolio de destrezas y competencias en el mercado de servicios donde operan dos mecanismos de acción por la que se pretenden maximizar los beneficios de un determinado grupo e intentan aumentar sus recompensas a través de la limitación de oportunidad y recursos a un grupo limitado de candidatos.

Uno de los mecanismos de acción que operan aquí es la exclusión mediante la cual se permite a parte del grupo garantizarse una posición privilegiada en tanto subordinan a otros, y la otra acción es la usurpación que es la respuesta de los grupos subordinados para alcanzar una mayor participación en los recursos. Para ello hay dos dispositivos que se encargan de sostener dicha situación, por una parte, las instituciones que controlan este proceso y por el otro, las calificaciones y méritos académicos que lo regulan.

Witz avanza sobre estas cuestiones desde el estudio histórico de las enfermeras inglesas en el siglo XIX. Evidencia cómo las operaciones de cierre social son también demarcatorias, en tanto pretenden la supervisión y regulación de otras ocupaciones vinculadas dentro de la división social del trabajo y las marcas de género que se imprimen aquí por lo que las mujeres no son excluidas, sino marginadas de manera circunscripta para la acción en áreas que quedan por fuera de la competencia con varones (682-683). Ejemplo de ello es el proceso ya mencionado sucedido entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, en consonancia con la consolidación de los médicos en su posición de autoridad, se crearon cursos para auxiliares como enfermeras y visitadoras que eran exclusivos para mujeres. Este carácter “auxiliar” no aludió, según Martin, Queirolo y Ramacciotti (2019), a la importancia y función imprescindible de sus acciones, sino al orden subordinado bajo el mandato médico, como así también a la subestimación social y científica de las nuevas ocupaciones (p. 16- 17).

Es necesario desarticular estos procesos históricos para liberar a las profesiones dedicadas a los cuidados de las marcas de subalternidad producidas desde sus orígenes, y analizarlas como actividades particulares que implican energía, tiempo, recursos y saberes específicos (Martin & Ramacciotti, 2016; 86). Un análisis capaz de desmenuzar cómo las credenciales educativas se devaluaban frente a la identidad femenina, que al momento de trasladar los atributos adjudicados a las mujeres se les restaba calificación, e incluso, valor a su trabajo. Ejemplo de ello son las trayectorias de terapistas ocupacionales, las educadoras sanitarias e incluso las primeras psicólogas donde la feminización de su práctica se tradujo en la asignación de salarios inferiores que las convirtió en profesiones baratas (Martin, Queirolo & Ramacciotti, 2019), hecho que aún tiene marcas en las condiciones de subalternidad y polivalencia en que muchas de estas profesiones son consideradas.

Desde el interés por hacer de la historia una trinchera de disputa sobre las representaciones sociales de esta profesión feminizada es que podemos encontrar en Pozzio (2012) una posible estrategia para estudiar estos procesos. La autora propone realizar estudios desde una doble entrada, por una parte, desde la formación profesional, los contenidos académicos, científicos y prácticos plasmados en la malla curricular de estudios y aquellos que forman parte del curriculum oculto, donde se reiteran prácticas y hábitos con los que se pretende disciplinar los cuerpos de les educandes. Y, por otra parte, como correlato donde atestiguar o cuestionar lo anterior, desde el análisis del ejercicio práctico de dichas profesiones, su inserción en el mercado de trabajo, las condiciones de empleo y los lugares donde son convocadas, entre otras.

Algunas reflexiones para continuar

En este trabajo me propuse presentar una suerte de marco teórico donde reflejar parte de la estrategia de investigación emprendida en mi trabajo de tesis para la pesquisa de los “inicios” del trabajo social en la ciudad de La Plata signados únicamente hasta fines de los cincuenta por la Escuela para Visitadoras de Higiene Social, dependiente de la Cátedra de Higiene Médica y Preventiva de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de La Plata.. El interés en establecer detalladamente los posibles caminos que permitan delinear el abordaje del momento inicial de la génesis profesional reflejan varias de las críticas con las que me encontré al presentar avances de mi investigación en las que me cuestionaban si era posible hablar de proceso de profesionalización desde la formación de visitadoras de higiene social puesto que este colectivo no dominaba su área de conocimientos, no mantenía autonomía respecto de otras disciplinas, y al menos por lo encontrado en dichos documentos, las pretensiones de los médicos a cargo era sostener a este colectivo de mujeres como “auxiliares” de la ciencia médica, situación que llevó más de cuarenta años en el caso de la escuela platense.

Lejos de la pretensión de llegar a una definición de qué es una profesión, aquí he tratado de dar cuenta del conjunto de reflexiones propuestas desde el trabajo social, la sociología y un conjunto de trabajos historiográficos dedicados al estudio de la profesionalización de actividades sanitarias feminizadas. En este sentido, considero relevante destacar algunos elementos que nos permiten avanzar en el estudio histórico de la profesión, en particular, en la ciudad de La Plata durante la década de 1930. En primer lugar comprender a este primer momento del trabajo social desde su carácter procesual y dinámico, donde el entramado de poder establecido en las primeras década del siglo XX posibilitó la creación y desarrollo de esta escuela, y desde allí, la traducción y organización de prácticas y saberes dispersos para ser recreados desde las agencias educativas del Estado a fin de validar científicamente estos saberes y acreditarlos mediante un título que certifique las capacidades adquiridas para el ingreso en el mercado de trabajo. Pero además, a los fines de potenciar las experiencias y voces de las propias mujeres instruidas y dedicadas al ejercicio de la asistencia social.

Es necesario desarticular estos procesos históricos y desmenuzar cómo las credenciales educativas se devaluaban frente a la identidad femenina. Resulta prioritario establecer una jerarquización de los saberes producidos en el ámbito “privado” y su impacto y diálogo con el espacio público, político y educativo, en esta conjunción es posible que podamos delinear nuevas pistas para re jerarquizar saberes y prácticas feminizadas a las que se ha intentado desprestigiar.

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Notas

[1] El concepto de génesis es tomado del estudio sobre la génesis del Estado realizado por Pierre Bourdieu, el mismo nos permite acercarnos a posibles explicaciones sobre la movilidad teórica de la profesión en sus mismos orígenes, hecho que nos permitirá dar cuenta de los conocimientos y teorías que fueron descartados en el contexto particular del inicio del proceso de profesionalización, como también de aquellos que aún perviven.
[2] Desde los primeros años de desarrollo profesional se ha insistido en diferenciar las regiones de incumbencia entre enfermeras y visitadoras, como así también entre visitadoras y asistentes sociales, a pesar de que en el desarrollo nacional que tuvo la historia de la profesión ambas carreras se unificaron para la década de 1970, en un principio se intentaba limitar la intervención de las visitadoras al ámbito sanitario mientras que los asistentes sociales podrían intervenir en las causas de la miseria, y no sólo actuar sobre las refracciones como se esperaba de las visitadoras. Este intento por aislar a las visitadoras de otras áreas de actuación hizo que fuera necesario establecer las diferencias entre visitadoras y enfermera (Ruiz Moreno, Ruiz Ventue, Adam , 1948; Rodriguez, 1927, 1953)

Notas de autor

* Profesora de historia graduada en la Facultad de Humanidades y ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Magister en Trabajo Social por la Facultad de Trabajo Social de la UNLP. Docente de la Cátedra de Historia Social de Argentina y Latinoamérica de la misma casa de estudios donde también se desempeña como investigadora radicada en el Instituto de Estudios en Trabajo Social y Sociedad (IETSYS FTS UNLP)
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