Traducción y reescritura. A propósito de Finisterre
DOI:
https://doi.org/10.14409/hf.v1i6.1818Resumen
Escribir es traducir, y en Finisterre esta condición de la escritura se halla especialmente marcada. Lecturas historiográficas, cartas, testimonios, voces de varias lenguas, geografías distantes, una vasta bibliografía antropológica, sociológica, literaria: todo se reelabora y se transforma en la novela. Por otra parte, la traducción como operación vital se tematiza en la historia: los personajes se pasan la vida intentando traducir
la realidad desconocida a lo conocido, y en traducirse a sí mismos para otros ojos. En el éxito de ese proceso se juega su destino. Sufren más (o mueren) los que no quieren ni pueden traducir; los que no encuentran la clave de las “equivalencias” necesarias para rehacerse en otro sitio. No es posible tener conocimiento de lo propio sin haber visto lo otro: la totalidad, la comunidad de los seres humanos, en lo que éstos comparten y en lo que difieren. El viaje es de ida y vuelta, aunque no se retorne físicamente. Babel no es el infierno porque
las lenguas se interpretan y se interpenetran como los cuerpos; porque existen los vasos comunicantes de la traducción.